Ven, sígueme — Doctrina y Convenios 23-26

Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 23–26
17 – 23 marzo: “Buscar las cosas de un mundo mejor”


El contexto de Doctrina y Convenios 23 al 26:

En la primavera y verano de 1830, poco después de la organización formal de la Iglesia de Jesucristo, los primeros miembros enfrentaron grandes desafíos al tratar de establecer las bases del movimiento restaurado. José Smith recibió revelaciones específicas que brindaron dirección, consuelo y advertencias a diversos individuos clave y a la joven comunidad de creyentes.

Sección 23:
Poco después de la organización de la Iglesia, algunos miembros prominentes, incluidos Oliver Cowdery, Hyrum Smith, Samuel H. Smith, Joseph Smith Sr. y Joseph Knight Sr., solicitaron conocer la voluntad de Dios respecto a sus responsabilidades personales. A través de esta revelación, el Señor les aconsejó a cada uno sobre su deber específico. Oliver Cowdery recibió instrucciones de “tener cuidado del orgullo”; Hyrum Smith debía fortalecer la Iglesia continuamente; Samuel H. Smith fue llamado a predicar el evangelio; Joseph Smith Sr. debía exhortar y fortalecer a la iglesia, mientras que Joseph Knight Sr. recibió el mandato de tomar la cruz y ser bautizado.

Sección 24:
Durante el verano de 1830, José Smith y Oliver Cowdery enfrentaron severas pruebas y oposición, particularmente en Colesville, Nueva York, donde hubo disturbios contra ellos y problemas legales que intentaron frenar la predicación del evangelio. En medio de estas dificultades, el Señor animó a José Smith a perseverar, asegurándole que recibiría fortaleza para enfrentar las persecuciones y que, aunque no tendría éxito en cosas materiales por un tiempo, recibiría lo necesario por la fe y el apoyo de los creyentes. La revelación prometió protección divina, pero también dejó claro que los desafíos no cesarían fácilmente.

Sección 25:
Esta revelación fue dada específicamente a Emma Smith, esposa de José Smith, quien había enfrentado dificultades personales considerables debido a la persecución, la pobreza y los sacrificios vinculados con la obra restauradora. Dios habló a Emma directamente, reconociendo sus desafíos y sacrificios, dándole consuelo y ánimo, y llamándola a ser un apoyo para José. Le prometió bendiciones si permanecía fiel y obediente, y la llamó a participar activamente en la obra, particularmente en la recopilación de himnos para la Iglesia, subrayando que esta tarea sería agradable ante Él y sería para consuelo espiritual de los santos.

Sección 26:
Finalmente, en esta breve revelación dada en julio de 1830, se dio instrucción a José Smith, Oliver Cowdery y John Whitmer de dedicar tiempo al estudio de las escrituras, a predicar el evangelio y a confirmar a los miembros en la fe. Asimismo, se dio a conocer claramente el principio fundamental de que “todas las cosas se harán por común consentimiento en la iglesia”, estableciendo una pauta importante para el gobierno interno y la toma de decisiones dentro de la comunidad restaurada.

En resumen, estas revelaciones (DyC 23–26) proporcionaron dirección práctica y espiritual a la Iglesia naciente y sus primeros miembros en medio de adversidades iniciales, fortaleciendo su fe y brindándoles guía clara en su misión colectiva e individual.


¿Cómo podía Emma encontrar la seguridad de que estaba haciendo lo correcto?

Emma podía encontrar la seguridad de que estaba haciendo lo correcto principalmente a través de las promesas y el consuelo directo que el Señor le brindó personalmente en Doctrina y Convenios 25.

En esta revelación, el Señor le habló específicamente a Emma, reconociendo sus dudas, dificultades, y sufrimientos, dándole orientación clara para su vida. Le ofreció varios elementos concretos que le permitirían sentirse segura en su camino:

  1. Una relación personal con Dios:
    La revelación inicia con palabras personales del Señor hacia Emma: “Oye la voz del Señor tu Dios mientras te hablo, Emma Smith, hija mía…” (DyC 25:1). Esto establecía desde el principio que Dios la conocía personalmente y estaba atento a sus necesidades y dudas.
  2. Asegurándole su identidad y aceptación divina:
    El Señor le recordó su valor intrínseco y la importancia que tenía su fidelidad: “…porque todos los que reciben mi evangelio son hijos e hijas en mi reino” (DyC 25:1). Esto confirmaba a Emma su lugar seguro y aceptado en la obra divina.
  3. Definición clara de sus deberes y su rol especial:
    Dios le dio a Emma responsabilidades específicas, incluida la tarea de compilar himnos para la Iglesia (DyC 25:11). Al cumplir esta misión única, Emma podía encontrar seguridad sabiendo que su contribución era aprobada y requerida por Dios mismo.
  4. Promesa de apoyo divino frente a sus desafíos:
    Dios le hizo promesas muy claras, asegurándole que si confiaba en Él, recibiría sostén en sus dificultades y fortaleza para llevar adelante sus cargas: “Y un himno justo para mí es una oración, y será contestada con una bendición sobre sus cabezas” (DyC 25:12).
  5. Consuelo ante sus preocupaciones personales:
    El Señor comprendía sus inquietudes emocionales, espirituales y materiales, y le dio consuelo al aconsejarle: “… no temas, porque tu marido te sostendrá en la iglesia” (DyC 25:9).
  6. La invitación constante a cultivar virtudes espirituales:
    Dios la invitó a desarrollar cualidades específicas como mansedumbre, humildad y fe, señalando que estas serían fuente de fortaleza y paz interior: “…continúa en el espíritu de mansedumbre y guárdate del orgullo” (DyC 25:14).

De esta manera, Emma podía tener certeza y seguridad al:

  • Recordar que Dios personalmente conocía su situación y estaba directamente involucrado en guiarla.
  • Obedecer los mandamientos específicos que recibió, cumpliendo así con un papel importante en el plan divino.
  • Apoyarse en las promesas claras del Señor, reconociendo que Él honraría su obediencia con bendiciones específicas.

En resumen, la revelación brindó a Emma la certeza de que estaba haciendo lo correcto al cumplir con lo que Dios le había revelado personalmente, al mismo tiempo que se apoyaba en Su amor y aprobación divinos.


El Salvador me puede “elevar de mis aflicciones”. Doctrina y Convenios 24

La idea de que el Salvador puede “elevarnos de nuestras aflicciones” está claramente reflejada en Doctrina y Convenios 24, revelación dirigida a José Smith en un momento de intensas pruebas, dificultades y persecuciones.

En particular, el versículo 1 resalta esta promesa reconfortante:

“He aquí, fuiste llamado y escogido para escribir el Libro de Mormón y para mi ministerio; y te he elevado de tus aflicciones, y te he aconsejado, por lo que has sido librado de todos tus enemigos, y has sido librado de las potestades de Satanás y de las tinieblas.” (DyC 24:1)

Esta expresión, “te he elevado de tus aflicciones”, sugiere varias verdades importantes:

  1. Cristo entiende profundamente nuestras pruebas. Él reconoce las cargas y dificultades que enfrentamos.
  2. Él tiene poder para ayudarnos. No solo observa nuestras dificultades, sino que posee la capacidad real para aliviar, sostener y elevar nuestra alma por encima de ellas.
  3. El alivio no siempre significa eliminar las pruebas, sino fortalecernos para atravesarlas con gracia, fe y perseverancia, como ocurrió con José Smith.
  4. La elevación es espiritual y emocional, permitiéndonos experimentar paz y esperanza aun en medio de circunstancias complicadas.

Cuando sientas que las aflicciones son demasiado pesadas, esta promesa recuerda que el Salvador es consciente de cada uno de tus desafíos personales. Él desea sostenerte y fortalecerte, elevándote más allá de lo que puedes soportar por ti mismo.

Así, esta revelación nos enseña que confiar en Cristo es permitirle intervenir en nuestras vidas para experimentar la paz y fortaleza que solo Él puede dar.


¿Qué te indican los siguientes pasajes de las Escrituras en cuanto a la forma en que el Salvador te ayuda en tus desafíos?

Estos pasajes, tomados en conjunto, enseñan de forma clara y poderosa cómo el Salvador nos ayuda a afrontar y sobrellevar los desafíos en la vida:

  1. Doctrina y Convenios 24:1–3.  “Te he elevado de tus aflicciones…”

Estos versículos indican que el Salvador está consciente de nuestras dificultades y es capaz de sostenernos y elevarnos por encima de ellas. Aunque José Smith seguía enfrentando oposición, el Señor prometió fortalecerlo, liberarlo del enemigo espiritual y proveerle alivio.

El Salvador te sostiene, te aconseja y te libra del poder del adversario, dándote fuerza para perseverar en tus pruebas.

  1. Doctrina y Convenios 24:8. “Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días.”

Aquí el Salvador no promete eliminar todas las dificultades, sino algo aún más valioso: su presencia constante y compañía personal en medio de ellas.

No estás solo en los desafíos; Jesús mismo está contigo permanentemente, fortaleciendo tu paciencia y resistencia.

  1. Doctrina y Convenios 121:7–8. “Paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento… si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará en lo alto…”

Estos versículos nos recuerdan la perspectiva eterna del Salvador frente a nuestros problemas temporales. Él ofrece paz interior y esperanza en medio de los momentos difíciles.

Tus dificultades actuales son temporales. Cristo te ayuda a verlas desde una perspectiva eterna y promete exaltarte si permaneces fiel y paciente.

  1. Isaías 40:28–31. “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas…”

Este hermoso pasaje enseña que al confiar en Dios recibimos renovación constante de fuerzas y vigor espiritual. El Salvador nos permite avanzar incluso cuando humanamente estamos agotados.

Al acudir al Salvador y confiar plenamente en Él, recibirás nuevas fuerzas para enfrentar tus desafíos. Él te permitirá remontarte espiritualmente y avanzar con esperanza renovada.

  1. Mosíah 24:14–15. “Y aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas… Y aconteció que tan grande era su fe y su paciencia que la voz del Señor vino a ellos otra vez, diciendo: Confortaos…”

Estos versículos enseñan claramente que, aunque a veces no elimina los desafíos, el Salvador siempre alivia el peso que sentimos al atravesarlos, haciendo que nuestras cargas sean soportables gracias a Su ayuda directa.

El Salvador aligera tus cargas cuando confías en Él con fe y paciencia. Él fortalece tu espalda para que puedas seguir avanzando a pesar de tus pruebas.

El mensaje combinado de estos pasajes es profundamente consolador:

  • El Salvador conoce tus aflicciones y las utiliza para fortalecerte espiritualmente.
  • Él promete acompañarte siempre, ofreciéndote Su compañía constante.
  • Cristo brinda perspectivas eternas, ayudándote a comprender que tus pruebas son temporales y tienen un propósito divino.
  • Él renueva tus fuerzas cuando estás cansado, brindándote la capacidad de continuar con esperanza.
  • Finalmente, Él alivia directamente tus cargas, haciendo que puedas sobrellevar incluso los desafíos más difíciles con paz y gozo interior.

Estos pasajes confirman que el Salvador no es solo un observador compasivo, sino un amigo cercano y activo que participa personalmente en tu vida, ayudándote paso a paso en tus desafíos.


Doctrina y Convenios 25 enseña claramente que cada uno de nosotros tiene una función importante que desempeñar en el Reino de Dios, ilustrado especialmente en la instrucción personal que recibió Emma Smith.

Esta sección muestra cómo el Señor asignó a Emma una tarea específica y significativa: compilar himnos para la Iglesia (DyC 25:11). Esta función, aunque aparentemente sencilla, se convirtió en una bendición duradera para toda la Iglesia y una fuente poderosa de consuelo, fortaleza y unidad espiritual.

Lo que podemos aprender:

  • Dios nos conoce individualmente.
    El Señor habló a Emma personalmente, mostrándole que la conocía, comprendía sus preocupaciones y que su papel, aunque diferente al de otros, era valioso y necesario.
  • Cada función es valiosa en el Reino.
    Emma no fue llamada a predicar públicamente como los primeros apóstoles, pero su responsabilidad era igual de importante y fue reconocida específicamente por Dios. Esto indica que cada función en la obra divina tiene gran valor.
  • Servir según nuestros dones particulares.
    El Señor nos asigna responsabilidades que se ajustan perfectamente a nuestros talentos, circunstancias y capacidades. Como Emma, cada persona tiene algo especial y único que aportar.
  • Las tareas sencillas pueden tener efectos eternos.
    Compilar himnos parecía algo simple, pero se volvió esencial para la adoración y el fortalecimiento espiritual de millones de personas.

Al igual que Emma, tú también tienes un propósito especial en el Reino de Dios. Él tiene un lugar reservado para ti y una tarea específica, basada en tus talentos y circunstancias personales, para bendecir a otros y contribuir a Su obra.

Cuando aceptas y cumples tu función, por pequeña que pueda parecer, participas activamente en la construcción del Reino de Dios, dejando un impacto eterno en la vida de muchas personas.


Doctrina y Convenios 25:5, 14 “Continúa con el espíritu de mansedumbre”. ¿Qué significa para ti la frase “el espíritu de mansedumbre”?

Para mí, la frase «el espíritu de mansedumbre» significa tener una actitud del corazón que refleja humildad, paciencia, sumisión al Señor y sensibilidad espiritual hacia los demás.

Al decirle a Emma en Doctrina y Convenios 25:5,14 que continuara con el espíritu de mansedumbre, el Señor la estaba invitando a vivir con:

  • Humildad: reconocer su dependencia del Señor y estar dispuesta a aprender, aceptar corrección y recibir guía divina.
  • Paciencia: mantener la calma y la confianza en Dios aun en medio de pruebas, desafíos, o situaciones que podrían generar frustración o desesperación.
  • Sensibilidad espiritual: ser receptiva a las impresiones del Espíritu, abierta a la voz del Señor, y lista para responder con obediencia.
  • Amabilidad y compasión: cultivar una actitud suave y misericordiosa hacia los demás, evitando la arrogancia, el orgullo y la dureza de corazón.

En resumen, tener «el espíritu de mansedumbre» implica alinear nuestro corazón y nuestra mente con Cristo, dejando de lado la tendencia natural al orgullo y la impaciencia, y optando por una vida marcada por la humildad, la compasión, la obediencia y la disposición para aprender del Señor en todas las circunstancias.


¿En qué sentido es Jesucristo un ejemplo de mansedumbre para ti? (Véase Mateo 11:28–30).

Jesucristo es el máximo ejemplo de mansedumbre, especialmente cuando meditamos en Mateo 11:28–30: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.»

Estas palabras revelan cómo el Salvador vivió y enseñó la mansedumbre. Para mí, Jesucristo es ejemplo de mansedumbre en estos aspectos específicos:

  1. Humildad Auténtica. Cristo, aun siendo divino y poderoso, vivió humildemente y sirvió a los demás sin esperar reconocimiento o recompensa. Siempre señaló hacia el Padre y nunca hacia sí mismo.
  1. Paciencia y Amabilidad. Jesús mostró paciencia constante ante las debilidades, las fallas y las dudas de sus discípulos y de quienes le rodeaban. Nunca reaccionó con irritabilidad o impaciencia, sino con ternura y comprensión.
  1. Entrega Confiada a la Voluntad del Padre. La mansedumbre de Cristo también se evidenció claramente en su sumisión a la voluntad del Padre en Getsemaní y en la cruz. A pesar del dolor y sufrimiento extremo, aceptó voluntariamente la misión que Dios le había dado.
  1. Disposición a Cargar Nuestras Cargas. La mansedumbre del Salvador no es pasiva; Él activamente nos invita a entregarle nuestras cargas. Con gentileza, ofrece ayudarnos, soportar nuestras dificultades con nosotros y darnos descanso espiritual.
  1. Un Corazón Libre de Orgullo. Jesucristo nunca buscó exaltarse a sí mismo, sino que siempre buscó elevar y salvar a otros. Su mansedumbre no busca protagonismo, sino servir y sanar.

Jesús es mi ejemplo supremo de mansedumbre porque me enseña que ser manso no significa debilidad, sino fuerza espiritual manifestada en humildad, paciencia y amor genuino. Al seguir Su ejemplo, aprendo a vivir con menos orgullo, a servir con sinceridad, y a enfrentar los desafíos con confianza en que Él comparte mis cargas, haciendo mi camino más liviano y llevadero.


“Desecharás las cosas de este mundo y buscarás las de uno mejor”. Doctrina y Convenios 25:10, 13

La frase: «Desecharás las cosas de este mundo y buscarás las de uno mejor» (Doctrina y Convenios 25:10) contiene una enseñanza muy profunda acerca de nuestras prioridades espirituales y la naturaleza de nuestro discipulado hacia Cristo.

Significado personal de esta enseñanza:

  1. Priorizar lo eterno sobre lo temporal: Desechar las cosas del mundo no significa que debamos aislarnos o ignorar nuestras necesidades cotidianas, sino colocar en primer lugar aquello que tiene valor eterno—nuestra relación con Dios, nuestro crecimiento espiritual y nuestro compromiso con Su evangelio.
  2. Renunciar a valores mundanos superficiales: El mundo a menudo ofrece satisfacción rápida y pasajera basada en popularidad, riquezas, poder o placeres temporales. La invitación del Señor es dejar de lado estos deseos superficiales para buscar un gozo más profundo y duradero en Cristo.
  3. Enfocarnos en Cristo como nuestro modelo: Buscar las cosas de un mundo mejor significa esforzarnos por imitar la vida y el carácter del Salvador, viviendo con amor, mansedumbre, pureza y humildad—valores eternos que elevan nuestra alma.
  4. Vivir con perspectiva eterna: Cuando buscamos un mundo mejor, vivimos con la conciencia constante de que nuestra vida aquí es temporal y que estamos preparándonos para algo mayor, más santo y perdurable.
  5. Experimentar mayor paz espiritual: Al renunciar a las preocupaciones y ansiedades propias de un enfoque mundano, encontramos paz al poner nuestra confianza y enfoque en las promesas del Señor.

Aplicación personal práctica:

  • Evaluar nuestras prioridades con frecuencia para asegurar que estamos poniendo primero nuestra vida espiritual.
  • Dedicar tiempo significativo a la oración, estudio de las Escrituras y servicio sincero a otros.
  • Cultivar virtudes espirituales como la mansedumbre, la humildad, la caridad y la fe.
  • Confiar en las promesas de Dios, dejando atrás el estrés o la ansiedad que surge al perseguir metas puramente temporales.

La invitación de DyC 25:10, 13 es un llamado claro a vivir una vida centrada en Cristo, elevando nuestras miras más allá de lo inmediato, hacia lo eterno y espiritual. Al aceptar esta invitación, experimentamos una transformación interior que nos acerca al Salvador y al gozo duradero de un mundo mejor.


Al leer el versículo 13, piensa en los convenios que has hecho con el Padre Celestial y Jesucristo. ¿Qué quiere decir “adherirse” a esos convenios? ¿Cómo te ayudan tus convenios a “desechar las cosas de este mundo y buscar las de uno mejor”?

La frase del versículo 13 de Doctrina y Convenios 25 que dice: «…adherirte a los convenios que has hecho…»

significa algo profundo y personal:

  1. ¿Qué significa «adherirse» a los convenios?
  • Compromiso constante: No solo recordar los convenios de vez en cuando, sino vivir diariamente apegados a ellos.
  • Lealtad fiel: Mantenerse firmemente conectados a esos convenios, aun en momentos difíciles o tentaciones.
  • Integridad espiritual: Hacer que tus convenios formen parte integral de tu carácter y acciones, determinando cómo piensas, hablas y actúas.

En resumen, adherirte significa vivir en armonía continua con lo que prometiste a Dios.

  1. ¿Cómo los convenios me ayudan a «desechar las cosas del mundo y buscar las de uno mejor»?

Mis convenios me ayudan de manera práctica y espiritual:

  • Clarifican mis prioridades:
    Al renovar mi convenio bautismal cada semana en la Santa Cena, recuerdo mi compromiso de seguir a Jesucristo. Esto me ayuda a enfocar mis energías en lo que realmente importa, dejando atrás distracciones temporales.
  • Me brindan protección espiritual:
    Mis convenios me fortalecen para resistir presiones y tentaciones mundanas. Al recordar constantemente a Cristo, recibo ayuda para alejarme de hábitos, comportamientos o pensamientos que no son dignos del Reino de Dios.
  • Incrementan mi conexión con Dios:
    Al adherirme fielmente a mis convenios, siento una relación personal más profunda con el Padre Celestial y Jesucristo. Esta conexión espiritual me ayuda a preferir cosas eternas antes que placeres pasajeros.
  • Me mantienen enfocado en la eternidad:
    Los convenios me recuerdan constantemente mi objetivo eterno: regresar a la presencia de Dios. Esto me motiva a buscar una vida mejor, un mundo mejor, y dejar atrás lo que no conduce a ese fin.
  1. Conclusión personal:

Al adherirme a mis convenios, decido vivir una vida en sintonía constante con Jesucristo. Estos convenios son un ancla que me mantiene firme en medio de los desafíos y tentaciones de este mundo, ayudándome a buscar constantemente las cosas de un mundo celestial mejor.

Mis convenios me brindan dirección, fortaleza y una perspectiva eterna que no puedo obtener de ninguna otra forma, permitiéndome experimentar paz y gozo duraderos al seguir al Salvador.


Doctrina y Convenios 25:11–12. El Señor se deleita en mi “canto del corazón”. ¿Cuáles son algunos de tus “cantos del corazón”, canciones que expresan tus sentimientos hacia el Padre Celestial o Jesucristo? Considera cantar o escuchar a algunas de ellas. ¿Qué hace que esas canciones sean especiales para ti? También podrías reflexionar sobre cómo estos himnos son como una oración. ¿Qué tienen en común la música sagrada y la oración? ¿De qué manera tus canciones sagradas han sido “contestadas con una bendición”?

Mis “cantos del corazón” son aquellos himnos o canciones que conectan profundamente mis sentimientos personales con el Padre Celestial y Jesucristo. Algunas canciones que expresan especialmente mis sentimientos son:

  • «Más cerca, Dios, de ti»
  • «Asombro me da»
  • «Yo sé que vive mi Señor»
  • «Creo en Cristo»
  • «Fuente de mis bendiciones»

¿Qué hace que estas canciones sean especiales para mí?

Estas canciones son especiales porque:

  • Transmiten con claridad mis sentimientos más profundos hacia Dios y hacia mi Salvador. Cuando las escucho o canto, siento cercanía, gratitud y amor hacia Ellos.
  • Me recuerdan experiencias espirituales significativas. Al escucharlas, recuerdo momentos en los que Dios respondió mis oraciones o me sostuvo en tiempos difíciles.
  • Fortalecen mi fe y esperanza en las promesas de Jesucristo. Me ofrecen ánimo y paz espiritual cuando enfrento desafíos.

¿Qué tienen en común la música sagrada y la oración?

La música sagrada y la oración comparten estas características:

  • Ambas son expresiones sinceras y directas del corazón hacia Dios.
  • Ambas invitan al Espíritu Santo y crean un ambiente espiritual que facilita la comunicación con Dios.
  • Ambas nos permiten expresar gratitud, arrepentimiento, adoración, súplica y esperanza.
  • Ambas requieren humildad y disposición espiritual para ser significativas y sinceras.

¿De qué manera mis canciones sagradas han sido «contestadas con una bendición»?

Mis canciones sagradas han sido respondidas con bendiciones específicas como estas:

  • He recibido consuelo emocional y espiritual cuando he cantado o escuchado himnos en momentos de tristeza o preocupación.
  • He sentido confirmación espiritual y certeza sobre decisiones importantes al meditar en el mensaje de estas canciones.
  • He recibido renovación de fuerzas y esperanza cuando canto himnos en momentos de desaliento, duda o dificultad.

En resumen, mis «cantos del corazón» han sido, como promete el Señor en DyC 25:12, oraciones musicales respondidas con bendiciones específicas: paz, fortaleza y la clara certeza del amor y cuidado personal del Padre Celestial y Jesucristo.


Doctrina y Convenios 26:2 “Todas las cosas se harán de común acuerdo en la iglesia”

Doctrina y Convenios 26:2, que dice: «Y todas las cosas se harán de común acuerdo en la iglesia, con mucha oración y fe, porque recibiréis todas las cosas por la fe. Amén.»

Este breve pero poderoso versículo fue revelado en julio de 1830, pocos meses después de la organización formal de la Iglesia. En ese tiempo, José Smith y los primeros líderes estaban estableciendo las normas y procedimientos fundamentales que guiarían la administración de la joven Iglesia. El Señor, consciente de las necesidades prácticas y espirituales del pueblo, estableció claramente el principio del «común acuerdo» como guía para la toma de decisiones.

La expresión «común acuerdo» en la Iglesia se refiere al principio de tomar decisiones mediante:

  • Apoyo mutuo y unidad:
    Implica buscar la unidad en la congregación, evitando decisiones que puedan generar división o discordia.
  • Participación activa de los miembros:
    No solo los líderes deciden, sino que toda la congregación participa, ejerciendo la fe y mostrando unidad en la aprobación o sostén de decisiones, llamamientos u ordenaciones.
  • Respeto por la inspiración divina:
    El común acuerdo no es solo un voto democrático, sino una oportunidad de reconocer y aceptar que Dios inspira y dirige la obra a través de quienes tienen autoridad.

La importancia de «mucha oración y fe»:

El Señor añade específicamente que el común acuerdo debe hacerse «con mucha oración y fe». Esto implica que:

  • Las decisiones deben buscar siempre la dirección espiritual del Señor.
  • Las decisiones no deben ser apresuradas, superficiales ni basadas en intereses personales o políticos.
  • La oración y la fe aseguran que las decisiones reflejan realmente la voluntad de Dios.

En la práctica actual de la Iglesia, el principio de «común acuerdo» se manifiesta al sostener a los líderes, aceptar llamamientos o aprobar decisiones administrativas importantes. Este acto simbólico de levantar la mano representa:

  • Sostener: apoyar activamente a líderes y miembros en sus asignaciones.
  • Compromiso personal: comprometerse a apoyar a la persona o decisión.
  • Unidad espiritual: fortalecer la unidad y armonía dentro de la congregación.

Principios eternos derivados de este versículo:

  1. Unidad espiritual y armonía:
    El Reino de Dios opera bajo principios de unidad. El común acuerdo promueve una cultura de armonía y cooperación espiritual.
  2. Participación personal:
    Cada miembro tiene el privilegio y la responsabilidad de apoyar y sostener las decisiones y líderes mediante su propia fe.
  3. Dependencia de Dios:
    La oración y la fe en Dios garantizan que no sean las opiniones personales las que prevalezcan, sino la inspiración divina y la voluntad del Señor.
  4. Confianza y humildad:
    El común acuerdo nos enseña humildad, al reconocer que ninguna persona puede actuar independientemente o sin consideración a los demás, y promueve confianza mutua.

Doctrina y Convenios 26:2 establece claramente que la Iglesia del Señor debe ser dirigida por inspiración divina, pero también en un espíritu de unidad, oración y fe compartidas. El principio del común acuerdo no solo es administrativo, sino profundamente espiritual: al sostener y apoyar decisiones tomadas en este espíritu, manifestamos nuestra fe y contribuimos activamente a edificar el Reino de Dios en armonía y amor fraternal.

Para cada miembro individual, este principio es una invitación a vivir humildemente, respetando y apoyando a quienes han sido llamados y confiando plenamente en que Dios guía Su Iglesia a través del proceso inspirado del «común acuerdo».


¿Cómo le explicarías a un visitante a una reunión de la Iglesia lo que significa cuando sostenemos a alguien?

Si estuviera explicándole a un visitante a una reunión de la Iglesia lo que significa «sostener» a alguien, lo haría de la siguiente manera:

Explicación sencilla a un visitante:

Cuando levantamos la mano para sostener a alguien en la Iglesia, estamos haciendo más que simplemente dar nuestro consentimiento o aprobación. Lo que realmente estamos diciendo es:

  • “Te apoyo”: Estoy comprometido a ayudar, animar y apoyar a esta persona en su nueva responsabilidad o llamamiento.
  • “Estoy contigo”: Reconozco que esta persona ha sido llamada por inspiración, y estoy dispuesto a seguir sus enseñanzas, consejos y liderazgo.
  • “Me comprometo”: Es una promesa personal de que ayudaré a esta persona a tener éxito en el servicio que prestará a Dios y a los demás.

Este acto simbólico y espiritual muestra unidad, confianza y amor dentro de nuestra comunidad religiosa.


¿Qué respuestas encuentras en el mensaje del presidente Henry B. Eyring titulado “El poder de la fe sustentadora”?

Lo que enseña el presidente Henry B. Eyring en su mensaje “El poder de la fe sustentadora”:

El presidente Eyring explica que al sostener a alguien estamos ejerciendo “fe sustentadora”, lo que incluye:

  1. Orar por aquellos que sostenemos:
    No solo levantamos la mano en una reunión, sino que llevamos en nuestro corazón la decisión de orar por ellos, para que sean fortalecidos y guiados.
  2. Estar dispuestos a actuar:
    El presidente Eyring enseña que sostener es también acción. Implica que hacemos algo concreto para ayudar y apoyar a esas personas en sus responsabilidades, en lugar de solo esperar a que hagan su trabajo.
  3. Fortalecer a través del amor y apoyo real:
    Menciona que nuestra fe y nuestro apoyo pueden ayudar a los líderes y a otras personas a desempeñar su servicio con más confianza y poder espiritual.
  4. Fortalecernos mutuamente:
    Al sostener a otros, no solo les ayudamos a ellos, sino que también fortalecemos nuestra propia fe y la unidad de la Iglesia en general.

En sus palabras, el presidente Eyring dice que al ejercer la fe sustentadora, “el Señor derramará Su Espíritu sobre ustedes y sobre aquellos a quienes sostienen” (Liahona, mayo 2019, pág. 59).

Al sostener a alguien en la Iglesia, nos convertimos en participantes activos en la obra de Dios. No es solo un voto o un gesto ceremonial, sino una expresión profunda y real de fe, compromiso, apoyo y unidad espiritual, permitiendo que todos crezcamos juntos en nuestro servicio y devoción al Señor.


Lo que aprendemos de Doctrina y Convenios 23–26


  1. Dios nos conoce personalmente y tiene un propósito específico para cada uno
    El Señor dio consejos individuales a Oliver Cowdery, Hyrum Smith, Samuel Smith, Joseph Smith padre y Joseph Knight padre, enseñándonos que Él conoce nuestras necesidades, fortalezas, debilidades y roles específicos en Su obra.
  2. Podemos hallar fortaleza divina en medio de las pruebas
    Al enfrentar persecuciones y dificultades, José Smith recibió el consuelo de que el Señor lo sostendría y lo elevaría por encima de sus aflicciones. Aprendemos que Dios no siempre elimina los desafíos, pero sí promete acompañarnos y fortalecernos en ellos.
  3. Cada persona tiene una función valiosa en el Reino de Dios
    La revelación personal a Emma Smith nos enseña que cada uno tiene algo único que aportar en la Iglesia. El Señor valoró su tarea especial de compilar himnos, mostrando que las responsabilidades aparentemente pequeñas tienen importancia eterna.
  4. Cultivar un espíritu de mansedumbre y humildad es esencial para nuestro crecimiento espiritual
    La mansedumbre y la humildad son características esenciales para recibir guía divina, evitar el orgullo y permanecer cerca del Salvador.
  5. Debemos priorizar las cosas eternas sobre las cosas temporales
    Emma Smith fue invitada a dejar de lado las cosas mundanas para buscar aquellas de mayor valor eterno. Este es un llamado a todos los discípulos de Cristo a colocar al Señor y Su obra por encima de los intereses materiales.
  6. La adoración mediante música sagrada es una forma poderosa de oración
    El Señor se deleita en nuestros “cantos del corazón”, enseñándonos que los himnos y canciones espirituales pueden fortalecer nuestra fe, expresar sentimientos profundos y acercarnos más a Dios, al igual que una oración sincera.
  7. La Iglesia se dirige mediante la inspiración, la fe y el común acuerdo
    Este principio enseña que la unidad, la oración, la fe y la participación de los miembros son esenciales para tomar decisiones en armonía con la voluntad del Señor. Cuando levantamos la mano para sostener decisiones o llamamientos, demostramos unidad espiritual y apoyo mutuo.

Estas secciones nos enseñan a confiar en la guía del Señor, a apoyarnos mutuamente en la Iglesia, a reconocer el valor personal que Dios da a cada miembro y a enfrentar desafíos con fe y esperanza en Cristo. Al aplicar estos principios, experimentaremos mayor fortaleza espiritual, unidad y crecimiento en nuestro camino como discípulos del Salvador.

Estas secciones reflejan profundamente la manera personal, práctica y amorosa con que el Salvador guía a Su pueblo. Al estudiar estos capítulos, quedo impresionado al ver cómo Dios toma en cuenta las circunstancias individuales de Sus hijos—sus desafíos, preocupaciones, capacidades y talentos—y les habla directamente, ofreciéndoles guía específica, ánimo, corrección suave y tareas que les permitan crecer espiritualmente y fortalecer a otros.

Me conmueve especialmente la revelación dada a Emma Smith (DyC 25), porque destaca claramente el valor único e insustituible de cada persona en el Reino de Dios. La tarea que recibió Emma podría haber parecido sencilla, pero tuvo consecuencias eternas para millones de personas que hoy siguen siendo bendecidas por esos himnos.

También me llama la atención el principio del «común acuerdo» (DyC 26:2). Este principio me enseña que el Reino de Dios se construye sobre bases espirituales firmes de unidad, humildad y cooperación. No solo somos espectadores pasivos; somos participantes activos y comprometidos que sostienen, apoyan y fortalecen a quienes Dios ha llamado a servir.

De estos capítulos aprendo y reafirmo en mi corazón que Dios me conoce personalmente, que tiene una misión especial para mí y que se interesa profundamente en mi vida cotidiana. Las pruebas y desafíos que enfrento no son accidentales; tienen un propósito divino para enseñarme humildad, paciencia y dependencia espiritual en Jesucristo.

También reconozco que mantener un espíritu de mansedumbre y humildad me permite estar más abierto a la inspiración divina, a servir con amor genuino y a encontrar gozo en mis convenios. Mis responsabilidades en el Reino, grandes o pequeñas, adquieren sentido eterno cuando reconozco que estoy colaborando directamente con el Salvador.

Finalmente, estos capítulos me invitan a reflexionar en cómo estoy aplicando el principio del «común acuerdo». ¿Estoy sosteniendo sinceramente a quienes tienen llamamientos en mi barrio o rama? ¿Estoy participando activamente, orando por ellos y fortaleciéndolos con mi apoyo sincero?

Al reflexionar en estas enseñanzas, me comprometo a fortalecer mi fe sustentadora, a cultivar un corazón más manso y humilde, y a mantener siempre mis prioridades espirituales por encima de las temporales. También procuraré recordar que Dios valora profundamente mi servicio, aunque sea pequeño o sencillo, siempre que se haga con amor y fidelidad.

Estas secciones me recuerdan que Dios no solo está interesado en mi bienestar general, sino que se preocupa personalmente por mi crecimiento espiritual y por la contribución única que puedo hacer en Su Reino. Al vivir estos principios, sé que experimentaré más paz, propósito y gozo verdadero en mi vida diaria como discípulo de Cristo.

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