
Tú eres el Cristo (Mateo 16:16)
Por la hermana Amy A. Wright
Conferencia General Abril 2025
Resumen: El discurso narra la experiencia de un hijo que, desde joven, se sintió inspirado a estudiar derecho y, a través de sus esfuerzos, llegó a ser aceptado en una universidad de derecho. En una entrevista, Eli fue cuestionado sobre su brújula moral, a lo que respondió que su guía era Jesucristo, destacando cómo sus enseñanzas, especialmente las del sermón del monte, podrían mejorar el mundo. El discurso reflexiona sobre la importancia de tener a Jesucristo como el centro de nuestra vida, no solo como un ejemplo de moralidad, sino también como la base de nuestra fe y convicciones. Habla también de la necesidad de ayudar a los niños a fortalecer su fe en Él, hacer convenios sagrados y esforzarse por llegar a ser como Él. Concluye con un llamado a testificar de Jesucristo en nuestras vidas y enseñar a las nuevas generaciones a seguir Sus principios.
Este discurso invita a reflexionar sobre cómo Jesucristo debe ser el centro de nuestras vidas, no solo en nuestras creencias, sino también en nuestras acciones diarias. El ejemplo de Eli nos muestra que, incluso en el mundo secular, los principios de Jesucristo pueden ser una guía sólida y relevante. A medida que enseñamos a los niños a seguir estos principios, los estamos preparando para ser discípulos fieles y capaces de enfrentar los desafíos de la vida con fe y confianza en Su poder redentor. La verdadera conversión a Cristo cambia todo en nosotros, desde nuestra naturaleza hasta nuestra forma de interactuar con el mundo, transformando nuestras decisiones y nuestra manera de vivir.
Palabras claves: Fe, Convenios, Jesucristo, Discipulado, Conversión
Tú eres el Cristo (Mateo 16:16)
Por la hermana Amy A. Wright
Primera Consejera en la Presidencia General de la Primaria
Queremos que nuestros hijos crean en Jesucristo, pertenezcan a Jesucristo y a Su Iglesia por medio de los convenios, y se esfuercen por llegar a ser como Jesucristo.
Cuando nuestro hijo estaba en cuarto grado, su clase organizó un gobierno simulado en el que eligieron a alguien para ser el juez de la clase. Un día, un juez titular del segundo distrito los visitó, le colocó su toga oficial a Eli y tomó juramento para su clase. Esto despertó en su joven e impresionable alma la pasión de estudiar derecho y estudiar también al legislador mismo: Jesucristo.
Después de años de esfuerzo diligente, a Eli lo invitaron a una entrevista con una de sus principales opciones para estudiar derecho. Me dijo: “Mamá, me hicieron 10 preguntas y la última fue: ‘¿De dónde proviene su brújula moral?’”. Afirmé que, durante la historia, la humanidad obtiene sus sistemas morales emulando arquetipos en la vida. El arquetipo de moralidad que intento emular en mi vida es el de Jesucristo. Dije que si toda la humanidad siguiera las enseñanzas de Jesucristo en el sermón del monte, el mundo sería un lugar mejor y más pacífico.
Así terminó la entrevista, y Eli pensó: “Adiós a mis sueños de infancia. Nadie en la academia secular quiere oír hablar de Cristo.” Dos semanas después, lo aceptaron con una beca. Antes de aceptar, visitamos el campus. La facultad de derecho parecía un castillo en lo alto de una colina, con vistas a un hermoso lago. Sorprendentemente, al caminar por la magnífica biblioteca y los majestuosos pasillos, vimos atributos del sermón del monte en los estandartes y tallados en piedra.
El sermón del monte es el discurso más notable que se ha pronunciado jamás, y fue pionero en lo que enseñaba. Ningún otro sermón nos ayuda a comprender mejor el carácter de Jesucristo, sus atributos divinos y nuestro propósito último de llegar a ser como Él. El ser discípulos de Jesucristo para toda la vida comienza en el hogar y en la primaria, a partir de los 18 meses de edad. Queremos que nuestros hijos crean en Jesucristo, que pertenezcan a Jesucristo y a su iglesia por medio de los convenios, y que se esfuercen por llegar a ser como Jesucristo. Primero que crean en Jesucristo.
Después del sermón del pan de vida, a muchos de los discípulos del Señor les resultó difícil aceptar sus enseñanzas y doctrina, y volvieron atrás y ya no andaban con Él. Entonces Jesús se volvió a los 12 e hizo una pregunta desgarradora: “También vosotros queréis iros?”. Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes las palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Tal como demostró Pedro, creer es tener fe en alguien o aceptar que algo es verdad. Y para que la fe conduzca a la salvación, debe estar centrada en el Señor Jesucristo. Ejercemos la fe en Jesucristo si tenemos la certeza de que Él existe, si comprendemos Su carácter y naturaleza verdaderos, y si sabemos que estamos esforzándonos por vivir de acuerdo con Su voluntad.
Nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, declaró: “La fe en Jesucristo es el fundamento de toda creencia y el conducto del poder divino.” ¿Cómo ayudamos a los niños a fortalecer su fe en Jesucristo y a tener acceso a Su poder divino? No hace falta mirar más allá de nuestro Salvador. El Señor habló al pueblo diciendo: “He aquí, yo soy Jesucristo. Levantaos y venid a mí.” Los de la multitud se adelantaron, metieron las manos en Su costado y palparon las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies. Y esto hicieron, yendo uno por uno, vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza y dieron testimonio de que era Él.
Mediten en cómo pueden verse esto en la vida de los niños pequeños. ¿Oyen estos testimonios de Jesucristo y Su evangelio? ¿Ven imágenes de Su ministerio y divinidad que reflejan reverencia y adoración? ¿Sienten y reconocen al Espíritu Santo que testifica de Su realidad y divinidad? ¿Conocen Su mensaje y Su misión? Segundo, que pertenezcan a Jesucristo y a Su iglesia.
El pueblo del rey Benjamín tuvo un potente cambio en el corazón, y por convenio dedicó su vida a hacer la voluntad de Dios. Por el convenio que hicieron con Dios y Jesucristo, fueron llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de Él. Como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tenemos la responsabilidad por convenio de edificar Su reino y prepararnos para Su regreso. ¿Cómo ayudamos a los niños a hacer convenios sagrados y guardarlos? En el manual Ven, sígueme, en los apéndices A y B, hay frases para iniciar conversaciones, lecciones que capacitarán a las familias y apoyarán a los maestros y líderes en su mayordomía sagrada de preparar a los niños para toda una vida en la senda de los convenios de Dios.
Tercero, que lleguen a ser como Jesucristo. En el Libro de Mormón, el Salvador exhortó a Sus discípulos recién llamados a emularlo lo más fielmente posible: “¿Qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo: Aún como Yo soy.” ¿Cómo ayudamos a los niños bautizados y confirmados a cumplir con su responsabilidad por convenio de congregarse ellos mismos y a los demás en Jesucristo? El discipulado para toda la vida requiere que seamos hacedores de la palabra y no tan solamente oidores. Cuando inviten a los discípulos más jóvenes del Señor, aprovechen cada oportunidad para guiarlos y enseñarles la senda a seguir. Consejen a estos preciosos pequeñitos cuando ellos se preparen para enseñar, testificar, orar o servir, para que tengan confianza y sientan gozo al cumplir con sus responsabilidades.
Busquen maneras inspiradas de ayudarlos a saber que esta es Su iglesia y que tienen una función vital que desempeñar en la preparación para el regreso del Salvador. A medida que Jesucristo se convierte en el centro de nuestra vida, lo que deseamos y cómo lo deseamos cambia para siempre. La conversión lo cambia todo: cambia nuestra naturaleza, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente. Cambia la forma en que usamos nuestro tiempo y nuestros recursos, y lo que leemos, vemos, escuchamos y compartimos. Cambia incluso nuestra respuesta a una entrevista distinguida y académica en la que nos jugamos nuestro futuro profesional.
Llenemos cada rincón de nuestra vida con la luz de Jesucristo. Y no estamos testificando de la veracidad de Su divinidad preterrenal, de Su misión divina y de Su resurrección, que abrió la prisión, en nuestros hogares y en cada reunión de esta iglesia. Entonces, nuestros mensajes de amor, servicio, honradez, humildad, gratitud y compasión no llegarán a ser nada más que una alegre charla motivadora sobre un estilo de vida reflexivo. Sin Jesucristo, no hay poder para cambiar, no hay propósito al que aspirar, ni conciliación de las tribulaciones de la vida.
Si nos volvemos despreocupados en nuestro discipulado de Jesucristo, eso podría resultar catastrófico para nuestros hijos. Cuando les decimos que los amamos, les estamos diciendo también que su Padre celestial y Su Salvador Jesucristo los aman. Nuestro amor podría consolar e inspirar, pero el amor de Él puede santificar, exaltar y sanar.
Este Jesús no debería ser un Jesús ficticio o un Jesús simplista, o un Jesús inmaterial, un Jesús trivial o un Jesús desconocido, sino un Jesús glorificado, omnipotente, resucitado, exaltado, venerable y poderoso, el Hijo unigénito de Dios, que es poderoso para salvar. Y tal como un niño en las Filipinas me testificó con convicción, merecemos que se nos salve en el sagrado y santo nombre de Aquel a quien Dios puso como la gran propiciación: Jesucristo. Amén.
























