Nuestro sistema de guía celestial

Nuestro sistema de guía celestial
Por el élder Sergio R. Vargas
Conferencia General Abril 2025

Resumen: El discurso del élder Sergio R. Vargas habla sobre cómo centrar nuestra vida en Jesucristo nos ayuda a encontrar el camino hacia el hogar celestial, perseverando hasta el fin con gozo. A través de la analogía del salmón, el élder destaca cómo tanto el salmón como nosotros tenemos una guía celestial para regresar a nuestro origen. Jesucristo es nuestra «luz de Cristo», el camino que nos lleva a la vida eterna. Además, menciona cómo las tentaciones y las dificultades de la vida son como anzuelos que nos desvían, pero al centrarnos en Cristo, podemos superar estos obstáculos. También se enfatiza la necesidad de nutrirnos espiritualmente con oración, estudio de las Escrituras, y asistencia al templo y a las reuniones. El élder concluye invitando a todos a que pongan a Jesucristo en el centro de sus vidas, confiando en Su guía para enfrentar los desafíos y encontrar esperanza en Él.

Este discurso nos invita a reflexionar sobre cómo las dificultades y tentaciones de la vida son inevitables, pero al igual que el salmón que regresa a su origen guiado por un sistema de navegación, nosotros también tenemos una guía celestial en Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida. Cuando centramos nuestra vida en Él, podemos superar las dificultades y encontrar paz, gozo y esperanza. La perseverancia en la fe y la constante renovación mediante las ordenanzas del evangelio, como el sacramento y el templo, nos fortaleza para llegar a casa, al hogar celestial que es nuestro destino divino.

Palabras clave: Jesucristo, Guía celestial, Perseverancia, Tentación, Esperanza


Nuestro sistema de guía celestial

Por el élder Sergio R. Vargas
De los Setenta

Al centrar nuestra vida en Jesucristo, hallaremos el camino a casa, perseverando hasta el fin y regocijándonos hasta el fin.


Jesucristo cambió mi vida cuando fui bautizado a los veintiséis años en mi amado Frutillar, Chile. En aquel entonces, mi empleo me llevaba a recorrer el océano, los ríos y los lagos de la bella Patagonia chilena. Después de mi bautismo, vi mi trabajo y mi vida de manera diferente, reconociendo en verdad que “todas las cosas indican que hay un Dios”.

En su entorno natural, el salmón nace en la cabecera de los ríos. En algún momento de su vida siente la necesidad de nadar río abajo para llegar al océano, donde halla el alimento y las condiciones necesarias para su desarrollo.

Sin embargo, el océano es también un lugar peligroso, donde acechan los depredadores y los pescadores capturan el salmón con anzuelos centelleantes que imitan su comida, pero que no lo nutren. Si el salmón logra sobrevivir a estas amenazas, estará listo para emplear su poderoso sistema de guía para nadar contracorriente en el río hasta el mismo lugar donde nació, teniendo que enfrentar algunas dificultades nuevas y otras ya conocidas. Los científicos han estudiado sus conductas migratorias durante años y han descubierto que el salmón tiene una especie de mapa magnético, parecido a un GPS, que lo guía hasta su destino final con una precisión asombrosa.

Un día, todos podremos volver al hogar celestial del que venimos y, al igual que el salmón, tenemos nuestro propio mapa magnético, o la “luz de Cristo”, para guiarnos hasta allí. Jesús enseñó a Sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”.

Al centrar nuestra vida en Jesucristo, hallaremos el camino a casa, perseverando hasta el fin y regocijándonos hasta el fin. El presidente Russell M. Nelson enseñó que “el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida”.

Nuestra naturaleza y destino divinos

En la proclamación para la familia, leemos que “cada uno [de nosotros] es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. […] En el mundo premortal, hijos e hijas, procreados como espíritus, conocieron a Dios y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por medio del cual Sus hijos podrían obtener un cuerpo físico y ganar experiencia terrenal para progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino como herederos de la vida eterna”.

Antes de Su nacimiento en esta vida, Jesucristo se apareció a Moisés y le habló en representación del Padre. Le dijo a Moisés que tenía una gran obra para él para hacer. Durante esa reunión, y en varias ocasiones, el Señor se dirigió a él llamándole “hijo mío”.

Después de aquella experiencia, Satanás se presentó para tentarlo diciendo: “Moisés, hijo de hombre, adórame”.

Moisés reaccionó ante la tentación acordándose de su naturaleza divina diciendo: “¿Quién eres tú? Porque, he aquí, yo soy un hijo de Dios”. La verdad libró a Moisés de un ataque del adversario.

Hermanos y hermanas, los anzuelos de la vida terrenal son reales; suelen ser atractivos, pero solo tienen un objetivo: sacarnos del curso del agua viva que conduce al Padre y a la vida eterna.

Yo sé qué tan reales pueden ser los anzuelos de la vida terrenal. Cierto domingo, siendo yo un converso nuevo, me hallaba enseñando una clase del sacerdocio cuando surgió una conversación muy desconcertante. Me costó terminar la lección. Me sentí ofendido y consideraba que yo era la víctima. Sin decir una palabra, me dirigí a la salida con la idea de que no regresaría a la iglesia por un tiempo.

En aquel mismo momento, un poseedor del sacerdocio que se había preocupado por mí se paró en frente de mí. Con amor, él me invitó a centrarme en Cristo y no en la situación que acabábamos de vivir en la clase. Recuerdo aquella experiencia con él; y él mencionó que había oído una voz que le dijo: “Ve tras él, él es importante para mí”.

Mis queridos amigos, todos somos importantes para Él. El presidente Nelson enseñó que “debido a nuestro convenio con Dios, Él jamás cejará en Sus esfuerzos por ayudarnos, y nunca agotaremos Su misericordiosa paciencia para con nosotros”. Nuestra naturaleza divina y nuestra relación por convenio con Dios nos facultan para recibir ayuda divina.

La necesidad de los nutrientes

Así como el salmón necesita nutrirse en el océano para crecer, también nosotros necesitamos nutrirnos espiritualmente para no morir de desnutrición espiritual. La oración, las Escrituras, el templo y la asistencia regular a las reuniones dominicales son vitales en nuestro menú espiritual.

En noviembre de 1956, Ricardo García entró en las aguas del bautismo en Chile, convirtiéndose en el primer miembro de la Iglesia en mi país. Un día antes de fallecer, él declaró ante familiares y amigos: “Hace muchos años, los misioneros me invitaron a ser feliz junto con mi familia. Soy un hombre feliz. Digan a todos en Chile que el Evangelio es felicidad”.

Después de haber sido nutrido con el Evangelio de Jesucristo, Ricardo dedicó toda su vida a servir a Dios y a su prójimo con amor. Su ejemplo de discipulado ha bendecido a muchas generaciones, incluyéndome a mí. El profeta José Smith enseñó que “un hombre lleno del amor de Dios no se conforma con bendecir solamente a su familia, sino que va por todo el mundo anheloso de bendecir a toda la raza humana”.

Regresar a nuestro hogar celestial

En lo más recóndito de nosotros abrigamos el deseo de regresar a nuestro hogar celestial y Jesucristo es nuestro sistema de guía celestial. Él es el camino. Su sacrificio expiatorio hace posible que hagamos convenios sagrados con Dios. Una vez que hagamos convenios, nos encontraremos, de vez en cuando, nadando contra la corriente. El peligro, la decepción, la tentación y la aflicción pondrán a prueba nuestra fe y nuestra fortaleza espiritual. Pidan ayuda. Jesucristo es comprensivo y siempre está dispuesto a compartir nuestras cargas.

Recuerden que a Él se le conoce como “varón de dolores y experimentado en quebranto”. El Salvador enseñó: “En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”. Su sacrificio expiatorio permite que nuestros pecados sean perdonados, hasta el punto de que Él no los recuerda más.

Tal vez no olvidemos nuestros pecados por completo como parte de nuestro aprendizaje terrenal para que, al recordarlos, no los repitamos. En su lugar, lo recordemos a Él cuando participemos de la Santa Cena cada domingo en la iglesia. Esta ordenanza es una parte esencial de la adoración y del progreso espiritual. El gozo llega cuando entendemos que este no es simplemente un día más. “El día de reposo fue hecho por causa del hombre” con la intención de que descansemos del mundo y renovemos nuestro cuerpo y espíritu.

También lo recordamos a Él cuando vamos al templo, que es la Casa del Señor. Los templos nos brindan un conocimiento más profundo de Jesucristo como el centro del convenio que nos conduce a la vida eterna, el mayor de […] los dones de Dios.

Asistir al templo me ha dado consuelo y gran esperanza sobre nuestro destino eterno. He experimentado conexiones celestiales con personas en ambos lados del velo. He visto milagros de sanación en la vida de mis jóvenes hijos, dos de los cuales padecen unas enfermedades poco comunes que requieren de cuidado diario por el resto de esta vida.

Nuestra familia se regocija cuando hablamos sobre el plan de felicidad. Los rostros de mis hijos se iluminan cuando escuchan que, gracias a Jesucristo, sus “aflicciones no serán más que por un breve momento”. Amamos a nuestros hijos profundamente y sabemos que, algún día, como enseñó el presidente Jeffrey R. Holland, ellos “se presentarán ante nosotros glorificados y grandiosos, asombrosamente perfectos en cuerpo y mente”. Nuestros convenios nos acercan más a Dios, al grado de hacer posible lo imposible, llenando cada espacio de oscuridad y duda con luz y paz.

Gracias a Jesucristo hay esperanza y razones bien fundadas para seguir amando, orando y apoyando a aquellos por quienes nos preocupamos.

Sé que Él vive. Él nos conoce y nos ama. Él es el camino, la verdad y la vida del mundo.

Invito a todos hoy a que centremos nuestra vida en Jesucristo y en Sus enseñanzas. El hacer esto evitará que mordamos los anzuelos de la tentación, la ofensa y la autocompasión. Nos elevaremos como templos: santos, firmes y constantes. Resistiremos las tormentas de la vida y llegaremos a casa, perseverando hasta el fin y regocijándonos hasta el fin. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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