La Primera Visión
Élder S. Dilworth Young
Del Primer Consejo de los Setenta
No puedo recordar un momento en el que no haya escuchado la historia, citada por el hermano Bennion, acerca de la venida del Padre y del Hijo al profeta José Smith. Estoy convencido, a medida que envejezco y me vuelvo proporcionalmente más sabio, de que si los niños y jóvenes de nuestra Iglesia mantuvieran esa historia en lo más profundo de su corazón, creyéndola, teniendo un testimonio de ella, muchos de los males de nuestra juventud que el presidente Richards describió tan gráficamente esta mañana no existirían.
Sin embargo, hay un punto que recientemente se ha llamado a mi atención en este asunto. Al parecer, está circulando en nuestras comunidades algún escrito que afirma que el profeta José Smith desarrolló su doctrina a partir de lo que pudo haber sido una visión, en la cual supuestamente dijo que vio a un ángel en lugar del Padre y el Hijo. Según esta teoría, para cuando fue inspirado a escribir el relato en 1838, ya había llegado a la conclusión de que eran dos Seres.
Esto me sorprendió bastante. No veo razón alguna por la que el Profeta, con su brillante mente, no hubiera recordado con claridad cada detalle de ese día tan trascendental. Yo puedo recordar vívidamente que en 1915 tuve un simple sueño, y aunque fue profético en su naturaleza, no fue impactante. Ya se ha cumplido hace tiempo, pero puedo recordar cada detalle tan clara y vivamente como si hubiera ocurrido ayer. ¿Cómo entonces podría alguien concebir que el Profeta, al recibir una visión como la que tuvo, no la recordaría y no la escribiría de forma clara, precisa y correcta?
También me parece que si él hubiera desarrollado tal cosa gradualmente, sus enemigos lo habrían usado en su contra. En 1838 hubo una crisis en la Iglesia. Hombres estaban apostatando. Fue en esa época cuando Oliver Cowdery se apartó. Si alguien en esta Iglesia había oído esa historia de la Primera Visión, debió haber sido Oliver Cowdery. Sin embargo, sus motivos para alejarse nunca incluyeron una supuesta evolución de la Primera Visión. Otros hombres de esa época tampoco la usaron como excusa. En 1844, cuando se tramó finalmente la conspiración para asesinar a José Smith, las razones dadas por esos hombres no tenían que ver con inconsistencias en su relato de la visión, sino con otros asuntos totalmente distintos.
Cuando José escribió el relato en 1838, hombres y mujeres que lo conocían desde que había comenzado esta obra lo tomaron con naturalidad; es decir, era conocimiento suficientemente común desde el principio como para que nadie lo objetara. Todos lo sabían; todos lo habían escuchado; tal vez no exactamente en las palabras en que lo escribió —creo que ningún hombre hablará espontáneamente de la misma manera que escribe—, pero sí en esencia. Y cuando los santos lo leyeron, simplemente confirmaron lo que ya habían oído una y otra vez.
Su madre debió saber algo al respecto. Recordarán que esa mañana él entró a su casa y le dijo que la iglesia a la que ella pertenecía no era verdadera. Según mi forma de pensar, debió contarle todo sobre la visión. Cuando ella decidió escribir la historia de la experiencia de su hijo, no la expresó con sus propias palabras. Sospecho que consideró que lo que él había escrito reflejaba tan fielmente lo que le había relatado, que prefirió citar su declaración escrita.
Todas estas cosas, me parece, constituyen evidencia irrefutable —aunque no se diga exactamente— de que José Smith, en 1838, relató correctamente su visión de 1820.
Recientemente hice una pequeña investigación —aunque no suficiente— intentando encontrar testimonios de algunos que hubieran oído a José decir estas cosas antes de 1838. No encontré mucho —no tuve tiempo para investigar más—, pero encontré uno que quisiera compartirles.
Edward Stevenson relató cómo en 1834 el Profeta llegó a Pontiac, Michigan, ciudad natal de Stevenson, y allí realizó una serie de reuniones, a las que asistió el hermano Stevenson. Stevenson escribió que el testimonio del Profeta en esa ocasión fue el siguiente:
“Soy testigo de que hay un Dios, porque lo vi a plena luz del día mientras oraba en un bosque silencioso en la primavera de 1820.”
Luego, el hermano Stevenson escribió:
“Además testificó que Dios el Padre Eterno, señalando a otro Personaje separado, con apariencia semejante a la suya, dijo: ‘Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!’”
(José Smith—Historia 1:17)
Presento este extracto como suficientemente parecido al relato escrito por el Profeta como para dar testimonio de que lo escribió con exactitud y corrección.
Soy de la quinta generación. Puedo recordar a la segunda generación. Mis nietos son de la séptima generación. Probablemente en su día recordarán no solo a mi generación, sino que también verán, antes de morir, la décima u undécima generación. Es posible que algunos de ellos tengan suficiente interés como para querer saber qué pensaba su abuelo sobre estas cosas, e investigarán los informes de conferencia. Me gustaría que encuentren en mis propias palabras lo que creo respecto a este gran acontecimiento.
Así que, ¿me permitirán hablar por un momento a mis nietos y a mis tataranietos? A Loraine, a Parkie, a Charlotte, a Annette, y a Wendy, y a todos los que puedan venir después (espero que sean muchos). Quiero que sepan que yo sé que José Smith entró a una arboleda en 1820, inspirado por el Señor para hacerlo; se arrodilló, como él dijo, entre los árboles silenciosos, elevó una oración, y allí recibió una visión en la que vio a Dios el Padre Eterno, quien, a su vez, presentó a José a su Hijo Amado. El Hijo le dijo muchas cosas que habrían de suceder, pero de las cuales no se le permitió hablar. A partir de esa visión —que nos dio el primer conocimiento desde los días del Salvador acerca de la verdadera relación de nuestro Padre y Su Hijo con nosotros— ha crecido esta Iglesia. Ese es mi solemne y humilde testimonio para los de mi casa que, en el futuro, quieran saber qué pensaba y creía yo.
Y para que no haya duda, y que ningún crítico malintencionado interprete mis palabras erróneamente, me gustaría repetir, para beneficio de ellos, lo que el Profeta dijo cuando escribió su visión:
“…vi una columna de luz exactamente encima de mi cabeza, más brillante que el sol, la cual descendía gradualmente hasta descansar sobre mí.
…cuando la luz reposó sobre mí vi a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria desafían toda descripción, de pie sobre mí en el aire. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!”
(José Smith—Historia 1:16–17)
Yo me sostengo sobre ese testimonio y añado el mío, que sé por el Espíritu del Espíritu Santo que es verdadero, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























