
El convenio entre convenios
El convenio abrahámico y la realización de convenios en la Biblia
Shon D. Hopkin
Este texto ofrece una visión profunda, estructurada y doctrinalmente rica sobre la centralidad del convenio abrahámico dentro de la historia sagrada, no solo como un episodio del Antiguo Testamento, sino como un eje doctrinal que conecta la creación, la redención en Cristo, y la restauración en los últimos días. El autor, desde una perspectiva de los Santos de los Últimos Días, muestra cómo los convenios noájico, mosaico, sacerdotal y el llamado “nuevo convenio” revelado por Jeremías no son entidades independientes ni competitivas entre sí, sino expresiones progresivas y complementarias del mismo propósito divino: traer a los hijos de Dios de regreso a Su presencia mediante relaciones sagradas de compromiso, fidelidad y transformación.
Una de las ideas más poderosas del texto es la afirmación de que el plan de Dios ha sido siempre uno solo y que los convenios, en sus distintas formas, se adaptan a la fidelidad del pueblo y a las circunstancias históricas. El convenio mosaico, por ejemplo, es presentado no como un retroceso legalista, sino como una respuesta misericordiosa a la incapacidad del pueblo para entrar en la presencia de Dios, y una preparación temporal para una relación más elevada. Esta perspectiva proporciona a los lectores Santos de los Últimos Días una clave hermenéutica distinta para leer el Antiguo Testamento: no como un preludio fallido al cristianismo, sino como parte viva y coherente del evangelio eterno.
El texto también destaca el papel central del sacrificio como parte integral del proceso de hacer convenios: desde Noé, Abraham y Moisés, hasta Cristo, y hoy en día en forma simbólica a través de la Santa Cena. Se recalca que lo que da poder al convenio no es simplemente el ritual externo, sino la disposición interna a rendirse completamente a Dios, incluso cuando ello implique dolor, pérdida o prueba, como en el caso de Abraham con Isaac.
En última instancia, el ensayo concluye afirmando que el convenio abrahámico sigue vigente y activo hoy, especialmente entre los que aceptan el evangelio restaurado. La noción del “nuevo y sempiterno convenio” como restauración de convenios antiguos confirma que la obra de Dios es continua, coherente y universal. Este mensaje resuena con fuerza en un mundo fragmentado, al ofrecer una visión de unidad doctrinal, continuidad histórica y esperanza eterna.
El convenio entre convenios
El convenio abrahámico y la realización de convenios en la Biblia
Shon D. Hopkin
Shon D. Hopkin es profesor asociado de escrituras antiguas en la BYU.
Religious Educator Vol. 23 · 2022
Como lo expresó un erudito bíblico: “Todos los estudiantes serios de la Biblia reconocen que el convenio con Abraham es una de las revelaciones más importantes y determinantes de las Escrituras. Proporciona la clave para todo el Antiguo Testamento”. Muchos cristianos creen que el convenio del Antiguo Testamento fue reemplazado con la venida de Cristo. Sin embargo, José Smith enseñó que Dios es siempre el mismo, que su plan de salvación no cambia, y que sus promesas hechas en tiempos antiguos siguen vigentes. Por lo tanto, para los Santos de los Últimos Días, la Restauración del evangelio se basa en “el nuevo y sempiterno convenio” (Doctrina y Convenios 132:6), una relación con Dios que se hace “nueva” y viva en los tiempos modernos, pero que existe “eternamente” y fue introducida en la Biblia hebrea (o Antiguo Testamento). Comprender cómo el tema del convenio atraviesa la Biblia hebrea no solo permite entender la relación de Dios con la humanidad en la antigüedad, sino que también proporciona la clave para comprender esa relación a través del Nuevo Testamento y hasta los últimos días. Este ensayo se centrará en los convenios y la realización de convenios tal como se encuentran en el Antiguo Testamento, con atención adicional a la Traducción de José Smith, aunque no abordará todos los aspectos del entendimiento que los Santos de los Últimos Días tienen sobre los convenios, tal como se encuentran en el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y las enseñanzas de los profetas de los últimos días.
El convenio en la Biblia hebrea
En la Biblia hebrea, la palabra para “convenio” —berit— describe varios tipos de acuerdos hechos entre dos partes en los que una o ambas se comprometen a cumplir ciertas estipulaciones del acuerdo. El término enfatiza la relación, conexión y obligación entre ambas partes. La palabra griega usada para traducir berit en la Septuaginta es diathēkē, lo que establece la base para el uso del término en el griego del Nuevo Testamento. En sus expresiones neotestamentarias, diathēkē a menudo se traduce como “testamento”, transmitiendo en ocasiones el matiz de un acuerdo testamentario formal o una herencia legal, algo prometido por una parte a otra. Los lectores tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento (o de los antiguos y nuevos “convenios”) deben tener presente el contexto hebreo que da significado a la comprensión del Nuevo Testamento, y también deben entender que la expresión del Nuevo Testamento a veces se inclina hacia el concepto de testamento legal o “testamento” otorgado por Dios. Para los Santos de los Últimos Días, tanto los convenios del Antiguo Testamento como los testamentos del Nuevo Testamento están centrados en Cristo y son otorgados por Dios a sus hijos. Además, los Santos de los Últimos Días enseñan que el “nuevo testamento” o convenio del que hablan los escritores del Nuevo Testamento fue una renovación de los convenios antiguos que existieron a lo largo de la historia del Antiguo Testamento.
Elementos de la realización de convenios en la Biblia
Antes de analizar convenios específicos en la Biblia hebrea, puede ser útil para los lectores Santos de los Últimos Días reconocer los elementos de la realización de convenios que han sido identificados por eruditos en la Biblia hebrea. No todos los casos bíblicos de realización de convenios incluyen todos los elementos que se listan a continuación, pero estos elementos conforman una estructura básica, tanto en la Biblia como en documentos antiguos del período bíblico.
- Identificación de Dios como el que establece el convenio e identificación del receptor del convenio. Esto a menudo incluye, especialmente en los tratados del antiguo Cercano Oriente, un prólogo que presenta la relación histórica entre las dos partes y que describe las acciones que el que establece el convenio ha realizado en el pasado a favor del receptor. En muchos contextos de convenio, esto también va precedido por un preámbulo que introduce el convenio con palabras como las que se encuentran en Génesis 9:8: “Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo…”. En el convenio con Noé, el papel de Dios como iniciador se enfatiza repetidamente, y los receptores del convenio se declaran con claridad: “Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestra descendencia después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros, … todo animal de la tierra” (Génesis 9:8–10). Desde este punto de vista, los relatos de la Creación y la Caída en Génesis sirven para preparar al lector para los convenios que siguen, ya que estos relatos presentan a Dios y sus creaciones, demostrando la necesidad humana de Dios (a causa de la Caída) que puede resolverse mediante convenios. En el relato de la Creación, Dios está mostrando a los israelitas quién es Él y lo que ha hecho por ellos; se está presentando a sí mismo. Está mostrando su relación con ellos y su necesidad de hacer convenios con Él debido a la Caída. Se presenta como su Dios Creador, que tiene el poder para crear orden y vida a partir del caos y la muerte del mundo caído, si ellos hacen convenios con Él.
2a. Realización ritual o ceremonial: juramentos o promesas del convenio. Aunque este elemento no se encuentra en todos los convenios bíblicos, una o ambas partes a menudo hacían promesas o juramentos que servían como confirmación física o ratificación del convenio. Jonatán entregó a David su armadura, armas y prendas de vestir para sellar su relación de convenio (véase 1 Samuel 18:4). En Ezequiel 17:18, Sedequías dio su mano al Señor, comprometiéndose así con Él. Los juramentos o promesas solemnes a menudo se daban como compromisos de fidelidad al convenio, como en 2 Reyes 11:4, proporcionando así un acto vocal que podía ser oído y atestiguado por otros. A veces, como en el ejemplo anterior, estos juramentos eran exigidos al receptor del convenio, y en otras ocasiones el iniciador del convenio ofrecía estos juramentos. Tanto en la reiteración del convenio mosaico por parte de Dios en Deuteronomio 29:12 y 14, como en el convenio de Dios con David (véase Salmo 89:3, 34–37, 49), Dios reafirma su compromiso con el convenio mediante un juramento al receptor. Los Santos de los Últimos Días están familiarizados con el “juramento y convenio del sacerdocio”, que se encuentra en Doctrina y Convenios 84:33–45. Al declarar sus promesas de convenio, Dios ofrece un juramento de que se cumplirán.
2b. Realización ritual o ceremonial: Señales.
Este elemento de la realización de convenios en la Biblia es similar al de los juramentos y promesas, y demuestra que la comprensión de una relación de convenio entre dos partes siempre debe expresarse o representarse mediante algún tipo de acto físico presenciado por otros. La diferencia principal entre los juramentos y las señales es que las señales son actos físicos que continúan repitiéndose en generaciones posteriores para confirmar la existencia del convenio. Un ejemplo de una señal de un convenio es el arco iris que Dios dio en Génesis 9:12–16, traducido como una “señal” (’ot) en la Versión Reina-Valera (equivalente al término token en la King James Version). La señal que Dios mandó a Abraham y a su descendencia fue la circuncisión (véase Génesis 17:9–10, 13–14), mientras que la señal del convenio mosaico fue la observancia del día de reposo (véase Éxodo 31:31; Ezequiel 20:12, 20). El texto bíblico a menudo muestra a Dios o a personas repitiendo promesas similares cuando Dios restablece el convenio con ellas. Por ejemplo, aunque Isaac y Jacob aparentemente no repiten el paso de Abraham “por entre los pedazos”, sí ofrecen sacrificios o proporcionan algún tipo de testimonio único de que obedecerán el mandamiento de Dios cuando Él reanuda con ellos el convenio abrahámico. Al igual que los juramentos y las promesas, las señales testifican del aspecto voluntario y condicional del convenio. Para los Santos de los Últimos Días, la ordenanza de la Santa Cena se ha llegado a comprender como una señal que demuestra la aceptación renovada de los convenios bautismales y el compromiso con Cristo. Antiguamente, las comidas sagradas, incluyendo la comida de la Pascua, las ofrendas de paz y otras comidas en contextos sagrados, solían ser parte del proceso de celebración o renovación del convenio.
- Estipulaciones.
El convenio con Noé en Génesis 9 demuestra que incluso cuando ciertas partes del convenio deben considerarse incondicionales —como la promesa de Dios de no destruir nuevamente la tierra con un diluvio—, otros aspectos del convenio siguen siendo condicionales (véase Génesis 9:4–7). El simple hecho de establecer requisitos en un convenio indica que el receptor tiene la capacidad de elegir si obedecerá o no dichos requisitos. En ese sentido, cuando se requieren señales por parte del receptor de un convenio, estas también pueden incluirse en la categoría de estipulaciones. Génesis 9:4–7 indica que los requisitos de Dios en relación con el convenio noájico eran: (a) fructificad, multiplicaos y llenad la tierra; (b) no comer carne con su sangre aún en ella; y (c) no derramar la sangre del ser humano. El convenio mosaico incluyó numerosas estipulaciones como señal del convenio, tales como honrar el día de reposo, seguir los demás mandamientos del decálogo y observar el Código de Santidad presentado en Levítico 18–25. Para los Santos de los Últimos Días, el convenio bautismal introduce al receptor en una relación con Dios y con la comunidad de Dios, lo cual obliga al receptor a apoyar esa comunidad, a ser testigo de Cristo y a recordarlo siempre (véase Mosíah 18:8–10; Doctrina y Convenios 20:77, 79). - Consecuencias: bendiciones y castigos.
Otra evidencia de la naturaleza condicional y bilateral de los convenios es que normalmente se especifican bendiciones o consecuencias negativas según la fidelidad o el incumplimiento del convenio. Tal es el caso del convenio con Noé, en el que las estipulaciones mencionadas anteriormente llevan consigo una pena si se desobedecen: “Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre… El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada” (Génesis 9:5–6). Las consecuencias asociadas a los convenios se declaran aún más claramente en relación con la ley mosaica, con capítulos enteros dedicados a mostrar las bendiciones o maldiciones que acompañan la obediencia o la desobediencia al convenio (véanse, por ejemplo, Deuteronomio 27–30). Bajo la dirección de Josué, los israelitas debían repetir ritualmente esas consecuencias: la mitad del pueblo debía situarse en el monte Ebal, a un lado del valle, para proclamar las maldiciones, y la otra mitad en el monte Gerizim para proclamar las bendiciones; este ritual creaba una imagen poderosa de la capacidad de los israelitas para elegir (véanse Deuteronomio 27–29). Levítico 26 también contiene una extensa lista de bendiciones y maldiciones que vendrían sobre el pueblo de Dios si obedecía o rechazaba el convenio, respectivamente, incluyendo tanto la dispersión como la posterior reunión de Israel. Los lectores modernos a menudo se sienten menos cómodos con la idea de castigos provenientes de la mano de Dios que con el concepto de bendiciones que fluyen de Él en relación con la fidelidad al convenio. Sin embargo, es importante reconocer la realidad de que la pérdida de bendiciones debido a la falta de fidelidad al convenio es, en cierto sentido, indistinguible de un castigo. - Testigos.
Una de las razones por las cuales la realización de convenios incluía actos físicos, señales o juramentos verbales era para que estos pudieran ser atestiguados por otros y para que esos testigos pudieran ser llamados a testificar sobre la validez de las promesas hechas por ambas partes. El convenio mosaico ofrece excelentes ejemplos de la importancia de los testigos para verificar la obediencia o la traición al convenio. Deuteronomio 4:26, por ejemplo, declara que si los israelitas hacen lo malo ante los ojos de Dios, entonces: “Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente.” Deuteronomio 30:19 ofrece una imagen similar: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición.” Estos ejemplos también indican que los seres celestiales y la misma tierra —como se observa en Génesis 9— son comúnmente invocados como testigos en los convenios bíblicos. Los Santos de los Últimos Días están familiarizados con la importancia de los testigos durante las ordenanzas de la Santa Cena y el bautismo, así como en las ordenanzas realizadas en el templo. Curiosamente, los tratados del antiguo Cercano Oriente casi siempre incluían largas listas de testigos del tratado, y estos testigos a menudo eran seres divinos o elementos del mundo natural que representaban las creencias de ambas partes en la relación de tratado. - Disposiciones para el mantenimiento de los términos del convenio.
Las disposiciones para que los términos del convenio fueran escritos o transmitidos oralmente a lo largo de generaciones son muy claras en los tratados del antiguo Cercano Oriente y también pueden observarse en otros ejemplos bíblicos[13]. Jeremías 32:6–13 demuestra una antigua tradición de mantener dos copias de los términos de un acuerdo: una sellada y guardada para que su texto no pudiera ser alterado, y otra abierta y públicamente accesible para que pudiera ser consultada. Deuteronomio 31:9–13 indica que Moisés escribió la ley y luego exigió que los israelitas la escucharan mientras los sacerdotes la leían en voz alta cada siete años durante la Fiesta de los Tabernáculos, mientras que Josué 8:32 describe cómo Josué escribió la ley sobre las piedras de un altar. Uno de los propósitos principales de registrar las escrituras y estudiar las escrituras es recordar al lector los convenios hechos y sus estipulaciones. Esa intención se refleja en la página de título del Libro de Mormón: “Para mostrar al remanente de la casa de Israel cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres; y para que conozcan los convenios del Señor, para que no sean desechados para siempre”. Esta breve declaración incluye la afirmación de Dios sobre quién es Él, quién es Israel y cuál ha sido su relación con ellos. La lectura de esa relación, tal como se expresa en el Libro de Mormón, prepara al lector para entrar en convenios sagrados con Él, lo que resalta la importancia de un registro que demuestre las promesas del convenio hechas por Dios.
Convenios bíblicos
Numerosas relaciones de convenio designadas por Dios se expresan a lo largo del Antiguo Testamento. Si estas relaciones deben considerarse como hilos de una relación global o como convenios separados que deben distinguirse cuidadosamente entre sí, sigue siendo un tema de debate hoy en día. Los eruditos bíblicos generalmente identifican varios convenios importantes en la Biblia: el convenio noájico, el convenio abrahámico, el convenio mosaico, el convenio sacerdotal (estrechamente vinculado al mosaico), y el nuevo convenio (mencionado por Jeremías pero más enfatizado por los eruditos cristianos). Aunque ciertamente existen diferencias entre estos convenios, también forman un testimonio unificado de la disposición de Dios de hacer convenios con su pueblo, y se construyen unos sobre otros y se interconectan. Aunque este ensayo comenzará analizando el convenio noájico, ya que representa la primera vez que la palabra “convenio” se utiliza explícitamente en el Antiguo Testamento (véase Génesis 6:18), la Traducción de José Smith confirma que el convenio noájico fue una renovación de convenios anteriores, como se demostrará más adelante.
- El convenio noájico.
Como el primero de los convenios discutidos explícitamente en la Biblia (véase Génesis 6:18, donde aparece por primera vez la palabra hebrea berit, “convenio”), el convenio noájico de Génesis 6:18 y 8:20–9:18 sirve como fundamento para entender todos los demás convenios y la realización de convenios posteriores en el Antiguo Testamento. Este convenio se describe como “eterno” (Génesis 9:16), y está destinado a durar “mientras la tierra permanezca” (Génesis 8:22). Como se analizará más adelante en esta sección, y como lo indica claramente la Traducción de José Smith, el convenio noájico que se encuentra en la Biblia fue una renovación de una relación de convenio previa con Adán y Eva y, posteriormente, con otros, como Enoc. Así, este convenio puede entenderse como “nuevo”, en el sentido de renovado. Además, utilizando la terminología de Doctrina y Convenios, el convenio de Noé puede apropiadamente llamarse un “nuevo y sempiterno convenio” (Doctrina y Convenios 132:6).
Este convenio noájico era universal, lo que significa que reflejaba una nueva relación entre Dios y todo ser viviente sobre la tierra. De hecho, Génesis 9:13 declara que el convenio es entre Dios “y la tierra”. La redacción del convenio parece reafirmar la intención creadora de Dios para la tierra, de una manera que había sido interrumpida por el diluvio, prometiendo que la capacidad de la humanidad y de la tierra para regenerarse y crear nunca más será detenida (véanse Génesis 8:22; 9:15). A Noé y a su familia se les dan las obligaciones de fructificar, multiplicarse y llenar la tierra (véanse 9:1, 3); de tener dominio sobre las creaciones de la tierra (véase 9:2); y de mostrar respeto adecuado por los seres vivos (véanse 9:4–6). Estas obligaciones repiten los mandamientos dados a Adán, Eva y a las criaturas vivientes en el momento de la Creación (véanse 1:22, 28), y también enseñan a Noé que la destrucción de la tierra que acaba de presenciar no debe interpretarse erróneamente como señal de que la vida no es valiosa.
Aunque Dios impone obligaciones a Noé y su descendencia, su fidelidad no está condicionada a la promesa de Dios de no volver a inundar la tierra. Dios ofrece esta promesa de manera unilateral, sin condiciones, en parte para enseñar a Noé y a su posteridad el tipo de ser que es Dios. El convenio noájico, entonces, tiene tanto una naturaleza unilateral como bilateral, lo que ha llevado a algunos eruditos a describirlo como una “concesión” o “carta”. En el antiguo Cercano Oriente, este tipo de acuerdos solían darse entre una deidad, emperador o rey poderoso por un lado, y por el otro, un líder subordinado (como Noé, Abraham o David en los relatos bíblicos) designado para gobernar o ejercer dominio. Las concesiones o cartas incluían la expectativa de lealtad por parte del designado y, por tanto, tenían una naturaleza bilateral implícita, pero enfatizaban principalmente los derechos del líder nombrado, obligando a la parte poderosa que otorgaba el nombramiento a cumplir ciertas estipulaciones (como no volver a inundar la tierra). Así, destacaban la benevolencia de la parte poderosa, más que detallar numerosas obligaciones que se esperaban del designado (como ocurría en los tratados de vasallaje o suzeranía).
Los elementos del proceso de celebración de convenios pueden verse en este primero de los convenios explícitos en la Biblia. Los elementos son los siguientes: una ceremonia o rito que incluye una ofrenda sacrificial, promesas de parte de Dios, expectativas o mandamientos dados a Noé, y una señal entre Dios y la humanidad (el arco iris provisto por Dios). José Smith ofreció una expansión o restauración extensa del convenio noájico en Génesis 9:21–25 de la Traducción de José Smith (TJS). Este pasaje añade un significado adicional a la señal del arco iris, indicando que también se establece para recordar a la posteridad de Noé que la ciudad de Sion de Enoc regresará en los últimos días, demostrando así que el convenio con Noé fue una renovación de una relación de convenio anterior con Enoc, como se muestra en la expansión enóquica de José Smith en Moisés 6–7.
Aunque normalmente no se incluye entre los convenios bíblicos principales, algunos eruditos bíblicos (incluso sin el beneficio de la Traducción de José Smith) han entendido el convenio noájico como la renovación de una relación de convenio instaurada por primera vez con Adán y Eva[18]. Sugieren que la forma en que se introduce el convenio en Génesis 6:18 —“Mas estableceré mi pacto contigo”— se lee como si un convenio previamente establecido (“mi pacto [el de Dios]”) ya fuera conocido y estuviera siendo renovado. Esta interpretación se refuerza por la repetición de la expectativa dada por primera vez a Adán y Eva (Génesis 1:28) de multiplicarse y llenar la tierra dentro de un contexto de convenio: “Y bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra” (Génesis 9:1). Estos eruditos suelen interpretar Génesis 1–3 como un marco general de convenio, aunque la palabra “convenio” no se utilice explícitamente.
Jeremías 33:20, 25 también es utilizado por algunos eruditos bíblicos para respaldar una lectura de Génesis 1–3 en términos de convenio. Estos versículos hacen referencia a un “pacto con el día y la noche” y han sido usados para postular un “convenio de [o con] la creación” en el relato de la Creación. Estos eruditos amplían la visión del convenio adámico para incluir a toda la creación, con Adán como cabeza, de forma semejante a como toda la tierra parece estar incluida en el convenio noájico. Esta perspectiva tiene un interés particular para los Santos de los Últimos Días, a la luz de las declaraciones en el Libro de Abraham que describen a Dios mandando a sus creaciones y esperando que ellas obedezcan (véase, por ejemplo, Abraham 4:18), una descripción que podría implicar algún tipo de relación de convenio entre Dios y sus creaciones. Así, no solo Dios está haciendo un convenio con Adán, sino que toda la tierra y todas las demás creaciones están participando en esa relación de convenio, apoyando y cumpliendo los propósitos de Dios, cada uno a su manera designada.
Para los Santos de los Últimos Días, la naturaleza de convenio de la relación de Dios con Adán y Eva, y su posterior relación de convenio con sus descendientes antes de Noé (particularmente con Enoc), se enseña con claridad en la Traducción de José Smith, tal como se encuentra en la Perla de Gran Precio (Moisés 5–7) y en Génesis 8:23–24 y 9:10–25 de la TJS. Génesis 9:23 de la TJS declara explícitamente: “Y este es mi convenio eterno, que hice con tu padre Enoc.” Gracias a estas escrituras restauradas, los Santos de los Últimos Días comprenden que Dios ha estado obrando mediante convenios desde el principio de la tierra (y antes). Que Dios hizo un convenio con Adán queda plenamente claro en la Perla de Gran Precio, en el momento del bautismo de Adán (véase Moisés 6:64–65).
Las adiciones proporcionadas por la Traducción de José Smith no solo confirman que el convenio noájico fue una renovación de convenios anteriores, sino que también proporcionan comprensión sobre la naturaleza del convenio, en particular en lo referente a la preservación de la descendencia de Noé. Dios había hecho promesas a Enoc, las cuales fueron renovadas con Noé, de que la descendencia de Noé no perecería —una preocupación importante considerando el Diluvio— y que Dios continuaría “clamando a ellos” (Moisés 7:51). Según la Traducción de José Smith para Génesis 6:18 (la primera aparición de la palabra “convenio” en el Antiguo Testamento), Dios declara: “contigo estableceré mi convenio, tal como juré a tu padre Enoc, que de tu posteridad procederán todas las naciones” (TJS Génesis 8:23–24). La obligación de estos descendientes que serán preservados es bendecir a todas las naciones de la tierra al predicar la verdad de la palabra de Dios. Esta obligación se hace evidente en Moisés 6:23, donde se describe el papel de los descendientes de Adán: “Y fueron predicadores de justicia, y hablaron y profetizaron, y clamaron a todos los hombres en todas partes que se arrepintieran; y se enseñó la fe a los hijos de los hombres.”
Las conexiones establecidas en la Traducción de José Smith entre los convenios hechos con Adán, Enoc y Noé preparan a los lectores bíblicos Santos de los Últimos Días para comprender el convenio abrahámico de manera más plena y precisa. No obstante la comprensión que el lector tenga sobre la existencia de un convenio adámico o enóquico, el lenguaje claro del convenio noájico en Génesis 8–9 allana el camino para el análisis del convenio bíblico por excelencia: el convenio hecho con Abraham.
- El convenio abrahámico.
La siguiente relación de convenio en la Biblia es el convenio abrahámico, que se encuentra principalmente en Génesis 12, 15, 17 y 22. Algunos eruditos bíblicos creen que los distintos relatos del convenio abrahámico en estos capítulos apuntan a diferentes tradiciones sobre el mismo acontecimiento que más tarde fueron compiladas en un solo relato (una idea conocida generalmente como la Hipótesis Documentaria). Otros interpretan los relatos repetidos como los esfuerzos de Dios por reforzar, renovar y hacer progresar su relación de convenio con Abraham tras eventos importantes de prueba en su vida.
En Génesis 12:1–3, Dios promete una relación de convenio con Abraham después de que este deja Ur y viaja a la tierra de Canaán. Formalmente inicia esa relación en Génesis 15, prometiéndole que llegará a ser una gran nación en la tierra que Dios le da. En Génesis 17 amplía una segunda promesa dada en Génesis 12: que la descendencia real de Abraham bendecirá a todas las naciones de la tierra. Esa promesa se confirma formalmente en Génesis 22.
Los Santos de los Últimos Días encuentran que todas estas promesas —una tierra designada divinamente y la continuidad de la relación de convenio a través de la numerosa descendencia de Abraham, quien bendecirá a todas las naciones de la tierra— se amplían en las adiciones de la Traducción de José Smith a los pasajes bíblicos mencionados, y también se hallan entretejidas en un solo texto en la Perla de Gran Precio: Abraham 2:6–12. Además, las Escrituras Santos de los Últimos Días (edificadas sobre declaraciones del Nuevo Testamento) afirman que las promesas del convenio abrahámico aún están disponibles hoy tanto para los descendientes dispersos de Abraham —muchos de los cuales han perdido la memoria de su identidad genealógica— que estén dispuestos a hacer convenios con Dios, como para los que no son descendientes y pueden ser adoptados como hijos de Abraham mediante la realización de convenios (véanse Juan 8:37–39; Romanos 8:14–15; Gálatas 3:7–9; portada del Libro de Mormón; Doctrina y Convenios 84:33–34).
Para Pablo y para los Santos de los Últimos Días, los convenios —en particular el convenio abrahámico— siempre han recibido su poder y vitalidad por medio de la fe en Dios o en Cristo, tanto en los tiempos del Antiguo Testamento (véase Génesis 15:7; Moisés 6:52), como en los del Nuevo Testamento (véase Gálatas 3:7), y también en los tiempos modernos (véase Doctrina y Convenios 20:25). El plan de Dios siempre ha sido aceptado formalmente por sus hijos mediante la celebración de convenios, lo cual les permite entrar en una relación explícita con Él. Como declaró José Smith: “El nacer de nuevo viene por el Espíritu de Dios mediante las ordenanzas [o en otras palabras, mediante convenios que se formalizan mediante el acto ritual conocido como ordenanzas]”[20]. Así, los hijos de Dios son introducidos en la relación de primogénitos con el Padre (véase Romanos 8:14–15) mediante la realización (y la fidelidad) a los convenios con Dios, y son transformados por esa relación, la cual es posible y recibe poder mediante el sacrificio expiatorio de Cristo.
Pablo conectó este proceso con el convenio abrahámico, y los Santos de los Últimos Días reconocen que el convenio abrahámico mismo refleja convenios anteriores, cósmicos y premortales. Como se mencionó en la sección sobre los convenios adámico, enóquico y noájico, aceptar este convenio incluye la obligación de bendecir a todas las naciones de la tierra al invitar a toda la humanidad al arrepentimiento (véase Moisés 6:23).
Los elementos comunes de la realización de convenios bíblicos se encuentran nuevamente y se amplían en los diversos textos bíblicos y de la Restauración que presentan el convenio abrahámico. En Génesis 15, Dios se presenta formalmente ante Abraham y le promete bendiciones específicas, ofreciendo las estrellas del cielo como una demostración visual o señal de la promesa de posteridad (véase Génesis 15:5; Abraham 2:8). Luego, Dios requiere que Abraham participe en una ceremonia o rito sacrificial conocido como “el pacto entre las partes”, un convenio de obligación con un castigo implícito: que Abraham y su familia serían desgarrados si traicionaban el convenio (véase Génesis 15:8–17), una interpretación reforzada por connotaciones similares en Jeremías 34 y en los antiguos tratados de Sefire del Cercano Oriente. Curiosamente, Dios mismo participó en la ceremonia al pasar entre los pedazos del sacrificio, indicando su propio compromiso con el convenio (desde un punto de vista cristiano, Dios posiblemente está insinuando que Él mismo estaría dispuesto a ser “desgarrado”, sufriendo las consecuencias del convenio roto). Este proceso introduce la frase “cortar un pacto”, que se volvió común en otros textos bíblicos. La frase se usaba para designar el proceso de establecer un convenio que, en este caso, incluía cortar un animal en pedazos (véase Génesis 15:8–17). En Génesis 17, la circuncisión también forma parte del proceso de convenio además del sacrificio animal, y probablemente esté incluida en el concepto de “cortar un pacto”. “Cortar un pacto” es, por tanto, participar en acciones físicas designadas por Dios que formalizan la relación de convenio.
Génesis 17 y 22 contienen otros elementos bíblicos comunes del proceso de convenio. Dios establece expectativas o mandamientos claros para Abraham. También le da un nuevo nombre —de “Abram” (“padre exaltado”) a “Abraham” (“padre de una gran multitud”)—, lo que simboliza su nueva vida e identidad bajo el convenio. La circuncisión se introduce como parte del proceso del convenio, aparentemente vinculada a la idea de matrimonio y posteridad. A Abraham se le prometió una descendencia numerosa y luego se le ordenó marcar esa parte de su cuerpo que permite la intimidad física, colocando el acto de la intimidad sexual dentro del ámbito de lo sagrado, marcando así la intimidad no solo como una experiencia física, sino como una parte de la relación de convenio con Dios, incluyendo las promesas divinas de posteridad al matrimonio. Curiosamente, no fue sino hasta que Abraham fue circuncidado que Sara pudo quedar embarazada. Que a Abraham se le requiriera proporcionar la señal o acto de la circuncisión como demostración de su lealtad al convenio también indica que este es un convenio de obligaciones, en el que Abraham debe participar fielmente, en lugar de ser un convenio de derechos en el que simplemente recibe bendiciones sin necesidad de responder.
El comportamiento ritual del sacrificio —ofrecer las propias posesiones al Señor como una señal o símbolo de lealtad (y especialmente la ofrenda sacrificial de un ser viviente para representar el establecimiento del convenio)— ya se había demostrado en relación con el convenio de Noé (véase Génesis 8:20), así como con el de Abraham (en 15:17). El propósito de los sacrificios animales ha sido debatido entre los eruditos bíblicos sin llegar a conclusiones definitivas. Algunos los han interpretado como advertencias de las consecuencias por violar el convenio. Otros han entendido el acto como la entrega a Dios de algo (una ofrenda) que no puede recuperarse (debido a la muerte del animal), lo cual forja una conexión entre la persona y Dios. Otros creen que representa la sumisión de la propia voluntad —el animal representa la disposición del individuo a entregarse completamente a la voluntad de Dios.
Cualquiera que sea el propósito (o todos los propósitos) que se hayan tenido en mente, Génesis 22 vuelve a vincular la realización de convenios con una ofrenda sacrificial, pero con un giro impactante. La historia del casi sacrificio de Isaac por parte de Abraham sirve como un ejemplo supremo del tipo de obediencia que se requiere de aquellos con quienes Dios mantendrá una relación de convenio. Aun con el sacrificio supremo de los deseos de Abraham de tener descendencia, y con la petición divina de ofrecer la vida de su hijo, Dios, al final, no requiere que Abraham ofrezca un sacrificio animal de sus propios rebaños. En este caso, la ofrenda que Dios mismo proveyó fue un carnero en lugar de Isaac. Este relato guarda cierta similitud con el “pacto entre las partes” de Génesis 15, en el que la parte más fuerte —Dios— asume el papel que normalmente se requería de la parte más débil. En el Nuevo Testamento, este momento es utilizado por Pablo como un ejemplo supremo de la fe de Abraham (véase Romanos 4:1–16).
John Taylor, al explicar que escuchó una declaración de José Smith, le dio una aplicación moderna al casi sacrificio de Isaac:
“Ustedes tendrán que pasar por toda clase de pruebas. Y es tan necesario que ustedes sean probados como lo fue Abraham y otros siervos de Dios… Dios los examinará, y tomará sus corazones y los desgarrará hasta lo más profundo, y si no pueden resistirlo, no serán dignos de una herencia en el Reino Celestial de Dios”.
En otra ocasión, basándose en la importancia bíblica del sacrificio en el establecimiento de convenios, José Smith y sus asociados declararon:
“Una religión que no requiere el sacrificio de todas las cosas nunca tendrá suficiente poder para producir la fe necesaria para la vida y la salvación”.
Aunque las ordenanzas de los Santos de los Últimos Días requieren poco en términos de sacrificio monetario al momento de su ejecución, se espera una disposición al sacrificio como un componente necesario de la relación de convenio (véase Doctrina y Convenios 97:8), lo que resalta la naturaleza y propósito del sacrificio.
Al igual que con el convenio noájico, los eruditos debaten si el convenio abrahámico debe considerarse verdaderamente bilateral o no. En otras palabras, ¿el convenio es provisto por la voluntad soberana e inmutable de Dios independientemente de las acciones del participante humano, o es la fidelidad del ser humano una parte crucial de la relación de convenio? La importancia de la participación de Abraham en la relación de convenio es clara a lo largo de Génesis 12, 15, 17 y 22, pero las promesas que se otorgan a su descendencia parecen ser dadas por Dios de forma unilateral e incondicional: las promesas permanecerán, sean o no fieles los descendientes de Abraham. Para los Santos de los Últimos Días, el Libro de Abraham confirma que las promesas permanecerán con la simiente de Abraham, pero también indica que las bendiciones prometidas deben ser aceptadas por quienes siguen el ejemplo de fe y compromiso de Abraham hacia Dios (véase Abraham 2:11). En otras palabras, Dios otorga a la posteridad de Abraham el albedrío (o libre albedrío) para aceptar o rechazar su estatus de convenio ofrecido por la voluntad de Dios y aceptado por medio de la fe en Cristo, actos que los llevan a la “obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” (Artículo de Fe 1:3). El convenio abrahámico, por tanto, es tanto unilateral como bilateral, sirviendo como otro ejemplo del antiguo “don” o “carta de concesión”, como se mencionó anteriormente respecto del convenio noájico.
Los Santos de los Últimos Días tienen un enfoque relativamente único respecto al convenio mosaico, influenciado por las escrituras de la Restauración, como Doctrina y Convenios 84:23–27. Aquí y en otros lugares, José Smith enseñó que la ley mosaica fue una renovación del estatus de convenio que había existido entre Dios y su pueblo desde el principio. Tal como lo enseñó Pablo y lo reafirmó José Smith, la ley mosaica se diferenciaba de los convenios anteriores debido al rechazo del pueblo de Moisés —conocido como “la provocación” (Hebreos 3:8, 15; Jacob 1:7; Alma 12:36)— a participar plenamente en la experiencia de celebración del convenio que estaba diseñada para llevarlos a la presencia de Dios en el monte Sinaí (véase TJS Éxodo 34:1–2). Como declaró José, describiendo además los acontecimientos de Éxodo 19 y 32–34:
“Moisés procuró llevar a los hijos de Israel a la presencia de Dios mediante el poder del sacerdocio, pero no pudo.”
Debido a esa transgresión (véase Gálatas 3:19), Dios instituyó un sistema más complejo de leyes, ofrendas y sacrificios. Dios no tenía la intención de que este sistema más complejo fuera permanente, sino que esperaba un regreso al tipo de ley que existía bajo el convenio abrahámico. Aunque para algunos esto pueda parecer un punto menor, este enfoque anima a los Santos de los Últimos Días a leer la Biblia de manera diferente que muchos otros cristianos, quienes a menudo consideran que todo el Antiguo Testamento y sus leyes (desde Adán hasta Juan el Bautista) fueron simplemente una preparación menor para el evangelio de Cristo que se instituyó con la resurrección de Jesús.
En cambio, los Santos de los Últimos Días creen que el evangelio existió y fue enseñado como parte de la relación de convenio de Dios desde el principio del Antiguo Testamento (véase Moisés 6:48–68). Aunque la ley mosaica fue un enfoque modificado de esas enseñanzas y expectativas del evangelio, los pueblos y convenios del Antiguo Testamento se consideran parte integral del plan de convenio de Dios para su pueblo en todas las épocas, y no simplemente como una preparación para lo que habría de venir. Los convenios tuvieron su poder por medio de Cristo desde el principio del mundo. La ley mosaica se cumplió con la resurrección de Cristo (en la forma del Cordero pascual inmolado desde la fundación del mundo), pero las enseñanzas de Jesús habían existido en la tierra desde el comienzo en alguna forma. El convenio mosaico fue diseñado para ayudar a la casa de Israel a ser una luz y una bendición para todas las naciones de la tierra.
3b. El convenio sacerdotal.
El convenio sacerdotal estaba estrechamente relacionado con el convenio mosaico. Era una relación de convenio establecida entre Dios y los levitas, quienes fueron dedicados al servicio y responsabilidad del sacerdocio en lugar del primogénito varón de cada familia en cada tribu. Números 25:10–13 lo designa como un “pacto de paz” y un “pacto del sacerdocio perpetuo”. Al final del Antiguo Testamento, Malaquías 2:8 se refiere al convenio sacerdotal, indicando que el pueblo había “corrompido el pacto de Leví” (la tribu designada para ejercer la autoridad sacerdotal bajo el convenio mosaico). Como en otras relaciones de convenio, esta relación se significaba mediante ceremonias sacrificiales y compromisos bilaterales entre Dios y los sacerdotes. Bajo el convenio mosaico, los sacerdotes levitas vestían ropas ceremoniales especiales para oficiar en el templo y eran consagrados u ordenados mediante ceremonias especiales que incluían lavamientos, unciones y la “llenura de la mano”.
Según el enfoque de los Santos de los Últimos Días, el convenio sacerdotal mosaico que se encuentra en el Antiguo Testamento puede entenderse como una confirmación del deseo de Dios de conferir su autoridad del sacerdocio a la humanidad. La autoridad del sacerdocio fue, y sigue siendo, dada para ayudar a preparar al pueblo de Dios para entrar en su presencia (véase Doctrina y Convenios 84:20–23). Las Escrituras de los Santos de los Últimos Días confirman que “los hijos de Leví volverán a ofrecer una ofrenda al Señor en justicia” (13:1). Así, la promesa de Dios de conferir autoridad sacerdotal a los descendientes de Leví no ha sido abrogada ni reemplazada en los últimos días, sino que ha sido confirmada.
Además, aquellos que hoy reciben el Sacerdocio Aarónico en la Iglesia restaurada son designados como “hijos de Aarón” (Doctrina y Convenios 84:31; ya que Aarón fue el descendiente de Leví que recibió el nivel más alto de autoridad sacerdotal levítica), sin importar si son descendientes físicos de Aarón y Leví. Todos los que reciben el sacerdocio en los tiempos modernos aceptan el “juramento y convenio” del sacerdocio, tal como se presenta en Doctrina y Convenios 84:33–45. En estos versículos, Dios promete a quienes aceptan su sacerdocio que serán renovados y santificados, y que aceptar el sacerdocio equivale a aceptarlo a Él. Dios jura con un juramento que todos los que acepten el convenio del sacerdocio recibirán “todo lo que el Padre tiene” (v. 38).
Además, partiendo del Salmo 110:4, Hebreos 7 razona que si Abraham fue mayor que Aarón o Leví, y si Abraham mismo pagó diezmos a Melquisedec, entonces debe haber una autoridad sacerdotal superior a la ejercida por los levitas bajo el convenio sacerdotal de la ley mosaica (véanse los vv. 1–11). Ese razonamiento señala a Cristo, pero también a Abraham y a los otros patriarcas anteriores al convenio sacerdotal, como sacerdotes según el orden de Melquisedec. Así, la mayoría de los Santos de los Últimos Días verían el convenio sacerdotal como un testimonio adicional de que Dios trabaja con su pueblo del convenio mediante autoridad del sacerdocio a lo largo de la historia, aunque ven la autoridad del sacerdocio conferida en este convenio, junto con el convenio mosaico, como subsumida dentro de la autoridad mayor del sacerdocio del convenio abrahámico.
- El nuevo convenio.
Un nuevo convenio se describe en Jeremías 31:31–34:
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá;
No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto [es decir, el convenio mosaico]; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un esposo para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su interior, y la escribiré en su corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.
Dado que el “nuevo convenio” reemplaza al convenio mosaico y describe un convenio futuro centrado más en el corazón, muchos eruditos cristianos lo han relacionado con el convenio del evangelio encontrado en Cristo. Estos eruditos afirman que el convenio del evangelio del Nuevo Testamento reemplaza a todos los demás convenios y que los demás, incluyendo el convenio abrahámico, deben ser entendidos a la luz de este nuevo convenio. En cambio, los Santos de los Últimos Días lo ven como la promesa de una restauración del convenio abrahámico que es hecho nuevo y viviente por medio de Cristo en los tiempos del Nuevo Testamento, y otra vez por medio de Cristo entre sus santos de los últimos días. Los Santos de los Últimos Días conocen este nuevo convenio como “el nuevo y sempiterno convenio” (Doctrina y Convenios 132:6). Para ellos, la profecía de Jeremías sobre el nuevo convenio se interpreta como una anticipación de todo lo que Jesucristo habría de traer.
La preeminencia del convenio abrahámico
Si los convenios noájico (el primer convenio explícito), mosaico (el que abarca la mayor parte de la Biblia hebrea) y nuevo (el que algunos consideran como reemplazando a todos los demás convenios) tienen alguna pretensión de ser el convenio central o supremo de la Biblia, ¿por qué la mayoría de los eruditos bíblicos enfatizan el convenio abrahámico? En pocas palabras, los israelitas fueron sacados de Egipto y conducidos hacia el Sinaí sobre la base del convenio abrahámico, no sobre la base del convenio mosaico que se instituiría allí. Las promesas del convenio abrahámico —y no necesariamente las del convenio mosaico, que sería quebrantado repetidamente por los israelitas— parecen ser la base de las declaraciones del Señor, repetidas frecuentemente en Deuteronomio, Isaías y otros textos, en las que se promete que el Señor reunirá a los descendientes de Israel en los últimos días.
En otras palabras, fue a causa del convenio abrahámico que el Señor decidió iniciar el convenio mosaico con los israelitas, y es el convenio abrahámico el que define los límites del convenio mosaico. El convenio noájico, con sus promesas a toda carne, no proporciona un pueblo específico y limitado con el cual Dios haría su convenio mosaico, y rara vez se menciona por nombre en el resto de la Biblia hebrea. Finalmente, aunque el nuevo convenio ciertamente podría considerarse como el convenio supremo dentro del cristianismo —y muchos teólogos cristianos interpretan todos los demás convenios a la luz de ese nuevo convenio en lugar de hacerlo a través del lente del convenio abrahámico— incluso los autores del Nuevo Testamento eligieron hablar del convenio del evangelio en términos del convenio abrahámico, y se esforzaron por explicar la conexión entre la fe en Cristo y el convenio abrahámico (véanse Gálatas 3; Romanos 4; Hebreos 7).
En Gálatas 3, por ejemplo, Pablo señala que el convenio mosaico fue un convenio menor “añadido a causa de las transgresiones” y lo describe como un “ayo para llevarnos a Cristo” (vv. 19, 24). En los mismos pasajes, Pablo refuerza la importancia del convenio abrahámico: “A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente” (v. 16); “Dios dio [la tierra] a Abraham por la promesa” (v. 18); y “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (v. 29). Así, el énfasis de los Santos de los Últimos Días en el convenio abrahámico sigue el énfasis del Nuevo Testamento. Siguiendo los antecedentes bíblicos, los Santos de los Últimos Días consideran el convenio abrahámico como la promesa de Dios a la cual ellos apuntan, y como una promesa que sigue vigente para el pueblo de Dios.
Conclusión
El propósito principal de este ensayo ha sido demostrar la naturaleza interconectada de los convenios bíblicos. Aunque los convenios noájico, abrahámico, mosaico y otros presentan características únicas, basadas en los propósitos de Dios y las necesidades del momento, también se conectan entre sí y se edifican uno sobre otro. Esa interconexión continúa a través de los textos del Nuevo Testamento y hasta el tiempo moderno en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Un propósito secundario, que fluye del principal, ha sido mostrar las características de la realización de convenios observables en el Antiguo Testamento, con el fin de ayudar a los lectores modernos a reconocer elementos similares en su propia experiencia de hacer convenios. Un propósito final ha sido enfatizar la naturaleza preeminente del convenio abrahámico en el pensamiento y las Escrituras del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y de la Restauración. El convenio abrahámico está diseñado para bendecir a todas las personas que estén dispuestas a ejercer fe en Cristo y para traer a todos los que lo deseen a una relación de convenio con Dios. Es el amor, la sabiduría y el poder misericordiosos de Dios —recibidos por la humanidad a través de la fe en Cristo— lo que da fuerza y poder a los convenios (particularmente al convenio abrahámico). Según la visión de José Smith, las bendiciones que recibimos mediante el evangelio se obtienen por la fe en Cristo y por la restauración de los convenios antiguos (contenidos en el “nuevo y sempiterno convenio” del evangelio restaurado de Cristo). El plan de Dios está diseñado para todos los habitantes de la tierra. Es un plan destinado a proporcionar su poder —mediante el amor expiatorio de Jesucristo— a sus hijos, especialmente cuando eligen entrar y mantenerse en una relación de convenio con Él mediante la fe.

























