Para Llegar Incluso a Ti

13
La importancia de las mujeres en nuestras vidas


No existe un bien mayor en todo el mundo que la maternidad. La Iglesia depende de nuestras amadas hermanas para enseñar a sus esposos, a sus hijos y a sus nietos. ¡Cuán importantes y necesarias son para la obra del Señor!

Un colega dijo una vez: “Todo lo bueno que hay en el élder Faust es gracias a su madre y a su esposa.” Reconozco que esto es verdad, pues he sido bendecido con la mejor madre y la esposa más maravillosa del mundo. Además, la especial madre de mi esposa ha tenido una gran influencia en mí. Mis amorosas y tiernas abuelas me bendijeron con su amor. También estoy agradecido más allá de las palabras por la influencia en mi vida de mis dulces hijas, nueras y nietas. Así, reconozco con gratitud que, si he hecho algo bueno en este mundo, se debe a las enseñanzas y a la influencia de estas grandes mujeres en mi vida. He sido bien instruido por las enseñanzas y el ejemplo de las mujeres especiales en mi vida. Han sido perfectas en su ejemplo para mí.

Quizás la lección más grande que he aprendido de estas grandes mujeres de mi familia ha sido su amor total hacia los demás. Creo que una buena mujer tiene una conexión directa con nuestro Padre Celestial por su capacidad de amar.

Aunque mi madre ya falleció hace algunos años, al igual que la madre de mi esposa y mis amadas abuelas, su influencia está conmigo casi en cada momento. Aunque ahora estamos separados, todavía me influyen sus enseñanzas. Las extraño. Extraño su influencia. Extraño su guía diaria.

Aprendí cuán profundamente pueden amar las abuelas cuando yo era un niño muy pequeño. Una de las niñas de mi edad en el vecindario tuvo una fiesta de cumpleaños e invitó a todos los demás niños y niñas excepto a mí. Probablemente no me invitó por algo que hice que no le agradó. No recuerdo qué fue lo que la ofendió, pero mi abuela sintió tanta pena por mí que me llevó en el tranvía a la heladería y me compró todo el helado que yo quisiera comer. Muchos años después, cuando hacía mucho tiempo que yo había olvidado el incidente, fui llamado como obispo en la Iglesia. Mi abuela estaba orgullosa y feliz. Recordaba el incidente de la fiesta de cumpleaños muchos años atrás y me dijo: “Hijo, estoy orgullosa de ti. Estoy segura de que todos tus amigos habrían querido tenerte en sus fiestas de cumpleaños.” Entonces comprendí que aquel pequeño incidente la había herido a ella mucho más profundamente de lo que me había herido a mí, porque poco después de que ocurrió, yo lo había olvidado por completo. Aunque yo estaba lejos de serlo, para mis abuelas, mis hermanos y yo éramos perfectos. Es un sentimiento maravilloso saber que, para alguien, eres perfecto.

Permíteme contarte algo acerca de mi madre. Su libro favorito en todo el mundo era el Libro de Mormón. Tenía gran fe y espiritualidad. Nunca se dejaba impresionar por las cosas del mundo. Nunca tuvo sirvienta. Nunca compró ropa costosa. No recuerdo que alguna vez sintiera que tenía suficiente dinero para ir a la peluquería. Como Gedeón: “Mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.” (Jueces 6:15). Pero mi madre sí tuvo cinco hijos, y los cinco fueron a la misión, los cinco se casaron en el templo, y cuatro de los cinco hoy son sumos sacerdotes.

Unas pocas semanas antes de que yo naciera, mi madre fue al templo de Manti, Utah. Después de aquel duro viaje, no se sentía bien, y por eso pidió una bendición al presidente del templo. En esa bendición, el presidente del templo le dijo a mi madre que el niño que llevaba en su vientre era un varón, y que sería un consuelo para ella durante toda su vida. Espero y ruego haber sido un consuelo para ella.

Ella nunca habló mal de ninguna persona, y así que si sigo su ejemplo, tampoco puedo hablar mal de nadie. Siempre nos enseñó a sostener a nuestro obispo, a nuestro presidente de estaca y a las Autoridades Generales. Decía que si no sosteníamos a nuestros líderes, no estábamos sosteniendo a nuestro Dios, porque ellos son los representantes del Señor. También nos enseñó que cuando criticamos a los líderes de la Iglesia, estamos en camino a la apostasía. He tratado de seguir las enseñanzas de mi madre en este aspecto.

También enseñó a sus hijos a ser honestos y veraces, así que si sigo el ejemplo y las enseñanzas de mi madre, debo esforzarme por ser honesto y veraz. Ella iba frecuentemente al templo, así que aprendí de su ejemplo que asistir al templo era importante. Siempre me animó a honrar mi sacerdocio.

Permíteme contarte qué gran mujer fue la madre de mi esposa. Siento que fue casi tan grande mujer como mi propia madre. Estoy sumamente agradecido a mi suegra, porque ninguna mujer tuvo mayor influencia sobre mi esposa ni estuvo más cerca de ella que su madre. Estoy agradecido por todas las excelentes enseñanzas que le dio a mi esposa, y que han sido transmitidas a mis hijos.

Cuando Ruth y yo quisimos casarnos, fui a ver a mi suegra y le dije que estábamos enamorados y que deseábamos casarnos. Yo acababa de regresar de mi misión en Brasil y estaba a punto de ser reclutado en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. No tenía dinero, y lo único que ganaría sería el sueldo de soldado. No había terminado mi educación y tenía muy poco que ofrecerle a mi esposa. Con toda honestidad le expliqué esto a la madre de Ruth. La hermana de Ruth estaba casada con nuestro presidente de estaca, William S. Erekson. El presidente Erekson es un hombre muy grande. Cuando le expliqué a la madre de Ruth lo poco que tenía para ofrecerle a su hija, me respondió: “Pienso tanto de ti como pienso de Will Erekson, mi otro yerno.”

No puedes imaginar lo que esa simple expresión de confianza ha significado para mí en mi vida. Que ella elevara mi imagen a una medida de igualdad con el presidente Erekson fue algo increíble para mí. Aún no entiendo cómo pudo tener tanta confianza en mí. Eso me hizo desear con más fuerza ser un buen esposo, ser fiel a mis convenios matrimoniales, ser fiel en guardar los mandamientos. Esa confianza ha sido una gran bendición en mi vida. Tengo a mi suegra en casi la misma alta estima y amor que tengo por mi propia madre.

Ahora permíteme hablarte de la mujer más importante en mi vida. Ella es mi Ruth. Ninguna persona ha tenido mayor influencia en mí que ella. He estado más cerca de ella en amor y espíritu que de cualquier otra persona en mi vida. No puedo amar a nadie como la amo a ella. Nunca me ha fallado. Ha sido mi aliento y mi apoyo en mi vida familiar, en mi vida profesional y en mis muchos llamamientos en la Iglesia. No ha sido fácil para ella, porque durante la mayor parte de nuestro matrimonio yo he tenido algún tipo de llamamiento en la Iglesia. Por lo tanto, la crianza de nuestros hijos recayó sobre sus hombros, ya que yo estaba atendiendo mis deberes del sacerdocio. Reconozco con gratitud que ella es la persona más preciosa en mi vida.

Deseo reconocer la importancia de la influencia de las organizaciones de la Iglesia donde las mujeres tienen grandes responsabilidades. El hogar de mi padre y el mío propio han sido más espirituales y felices gracias a la influencia de la Sociedad de Socorro. Mientras yo crecía, mi madre trabajaba en la Primaria, donde sirvió durante unos veintitrés años. Las elevadas y sublimes enseñanzas de mis maestras de la Primaria han sido una bendición especial, al igual que las enseñanzas que recibí en la Escuela Dominical.

Ahora, mis maravillosas hermanas, si desean ser verdaderamente felices, respondan a sus sentimientos naturales de amor, bondad y servicio. Sean obedientes al sacerdocio. Acepten los llamamientos que les hagan sus líderes. Aquellas de ustedes que están casadas deben colocar siempre sus responsabilidades como esposas y madres por encima de todas las demás. Algunas de nuestras hermanas aún no tienen compañero. Ellas son algunos de los espíritus más selectos que jamás hayan venido a la tierra. Hay mucho que ellas pueden hacer.

Pueden prestar servicio a sus familias, a sus amigos y a otros. Encontrarán gozo en ayudar a los hijos de otras mujeres. Si guardan los mandamientos y son fieles, ninguna bendición les será negada.

Dios bendiga a las grandes mujeres de la Iglesia. Que su influencia para el bien crezca y se expanda de generación en generación. Saludamos a las madres como la más noble creación de Dios.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario