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29 diciembre – 4 enero:
El primer testamento de Jesucristo
Introducción al Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento no es simplemente una recopilación de relatos antiguos, leyes arcaicas o profecías difíciles de comprender; es, en esencia, el primer testamento de Jesucristo. En sus páginas se revela a un Dios que establece convenios, instruye a Sus hijos y prepara al mundo para la venida de Su Hijo Unigénito. Aunque los escenarios culturales y sociales puedan parecernos distantes, las experiencias humanas que allí se describen nos resultan profundamente cercanas.
Al estudiar el Antiguo Testamento, encontramos hombres y mujeres reales que lucharon con el miedo, la fe, la obediencia y la esperanza. Personas como Abraham, Sara, Ana o Daniel no vivieron vidas idealizadas, sino trayectorias marcadas por pruebas, dudas y decisiones difíciles. Sin embargo, todos ellos compartieron una característica esencial: confiaron en las promesas de Dios, aun cuando su cumplimiento parecía lejano o improbable.
Este libro sagrado nos invita a mirar más allá de las diferencias culturales y a reconocer que el mismo Dios que obró en el pasado continúa obrando hoy. Al hacerlo, descubrimos que la palabra del Señor sigue siendo, tal como declaró el salmista, una lámpara para nuestros pies y una luz constante para nuestro camino, digna de ser amada y atesorada por todo aquel que desea seguir a Jesucristo.
- El Antiguo Testamento como testimonio de Jesucristo
El Antiguo Testamento da testimonio continuo de Jesucristo mediante profecías, símbolos, tipos y convenios.
Aunque el nombre de Jesucristo no siempre aparece explícitamente, Su presencia es constante. El Cordero pascual, el sacrificio de Isaac, el maná en el desierto, la serpiente de bronce y las promesas mesiánicas de los profetas apuntan todas a Cristo. Este testamento enseña que el plan de salvación no comenzó con el Nuevo Testamento, sino que ha sido revelado “desde el principio” (véase Moisés 1:6). Estudiar el Antiguo Testamento con esta perspectiva transforma la lectura de historias antiguas en un encuentro vivo con el Salvador. - La experiencia humana como terreno de revelación
Dios obra en la vida de personas imperfectas para cumplir Sus propósitos eternos.
El texto destaca que los personajes del Antiguo Testamento experimentaron gozo familiar, conflictos, incertidumbre y fracaso. Esta realidad doctrinal enseña que la imperfección no descalifica a una persona del trato divino. Al contrario, Dios revela Su poder precisamente en medio de la debilidad humana. Abraham dudó, Moisés temió, Elías se desanimó, pero todos fueron instrumentos del Señor. Esto confirma que el Evangelio no es solo para los perfectos, sino para los dispuestos. - Fe, arrepentimiento y convenios como patrón eterno
El mismo patrón del Evangelio —fe, arrepentimiento, convenios y perseverancia— se encuentra plenamente establecido en el Antiguo Testamento.
Las vidas de los patriarcas y profetas muestran que el camino del discipulado siempre ha requerido confianza en Dios y fidelidad a los convenios. Abraham es un ejemplo supremo de fe activa; Ana, de oración perseverante; Daniel, de lealtad al convenio aun frente a la persecución. Este patrón doctrinal enseña que los convenios no son una invención moderna, sino el eje central de la relación entre Dios y Su pueblo desde los tiempos antiguos. - La promesa constante de un Salvador
Desde el principio, Dios ha prometido la redención por medio de un Salvador.
Una de las verdades más poderosas del Antiguo Testamento es que el pueblo del convenio nunca fue abandonado sin esperanza. Aun en medio de apostasía, cautiverio o juicio, el Señor reiteró la promesa del Mesías. Esta esperanza sostenía a los antiguos santos y sostiene hoy a los discípulos modernos. La perseverancia de estos hombres y mujeres testifica que la fe en Cristo no depende de circunstancias favorables, sino de una confianza profunda en las promesas divinas. - La palabra de Dios como guía viva
La palabra revelada del Señor ilumina el camino de Sus hijos en toda época.
El pasaje del Salmo 119 citado en el texto resume el propósito doctrinal del Antiguo Testamento: la palabra de Dios no solo informa, sino que guía, corrige y santifica. Al estudiar cómo el Señor habló y actuó en el pasado, aprendemos a reconocer Su voz en el presente. Así, el Antiguo Testamento deja de ser un texto distante y se convierte en una fuente viva de dirección espiritual.
El Antiguo Testamento nos enseña que Dios es constante, fiel y misericordioso. Es el registro de un Dios que camina con Su pueblo, que hace convenios, que corrige con amor y que siempre apunta hacia Jesucristo. Al estudiarlo con fe, descubrimos que no solo aprendemos sobre antiguos profetas, sino que también aprendemos cómo Dios desea obrar en nuestra propia vida hoy.
El Antiguo Testamento testifica de Jesucristo
Una de las formas más ricas de hallar alimento espiritual en el Antiguo Testamento es aprender a ver a Jesucristo en sus símbolos, relatos y profecías. El Salvador mismo enseñó que las Escrituras dan testimonio de Él (véase Juan 5:39). Al buscar conscientemente al Pan de Vida, descubrimos que el Antiguo Testamento no solo prepara el camino para Cristo, sino que lo revela de manera profunda y constante.
El Antiguo Testamento testifica de Jesucristo.
Ejemplos que testifican de Jesucristo
- El maná. Éxodo 16:4, 11–15; Juan 6:35
Cómo vemos al Salvador:
El maná fue un don divino enviado diariamente del cielo para sostener la vida del pueblo de Israel en el desierto. No podía almacenarse para el día siguiente (excepto en el día de reposo), lo que enseñaba dependencia diaria del Señor.
Jesucristo declaró: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre” (Juan 6:35).
El maná simboliza que Cristo es el sustento espiritual diario, no ocasional. Así como Israel no podía sobrevivir sin el maná, nosotros no podemos crecer espiritualmente sin una relación constante con el Salvador. Él es suficiente, oportuno y perfectamente adecuado para nuestras necesidades.
- El cordero del sacrificio. Éxodo 12:3–5; Juan 1:29
El cordero pascual debía ser sin defecto y su sangre protegía a los israelitas de la destrucción durante la Pascua en Egipto.
Juan el Bautista testificó de Jesucristo diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Este símbolo enseña que la liberación viene por medio de la expiación de Cristo. Así como la sangre del cordero salvó físicamente a Israel, la sangre de Cristo salva espiritualmente a toda la humanidad. La Pascua señala directamente al sacrificio expiatorio del Salvador.
- La serpiente de bronce. Números 21:4–10; Juan 3:14
Cuando los israelitas fueron mordidos por serpientes ardientes, el Señor mandó a Moisés levantar una serpiente de bronce; quienes la miraban con fe vivían.
Jesús enseñó que este evento prefiguraba Su crucifixión: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3:14).
El mensaje doctrinal es claro: la sanación espiritual viene al mirar a Cristo con fe y obediencia. La salvación no requería algo complejo, sino confiar en la palabra del Señor. Del mismo modo, la fe sencilla en Cristo trae vida eterna.
- Jonás. Jonás 1:4–17; Mateo 12:38–41
Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez antes de ser librado.
Jesucristo identificó este evento como un símbolo de Su propia muerte y resurrección.
Jonás enseña que Cristo vencería la muerte y que Su resurrección sería la señal suprema de Su divinidad. También revela que el Señor es misericordioso y que Su misión redentora se extiende a todos los pueblos, no solo a Israel.
¿Qué enseñan estos ejemplos acerca de Jesucristo?
En conjunto, estos símbolos enseñan que Jesucristo es:
- El Sustentador espiritual (maná).
- El Redentor mediante el sacrificio (cordero).
- El Sanador y Salvador levantado por todos (serpiente de bronce).
- El Vencedor de la muerte y fuente de arrepentimiento (Jonás).
El Antiguo Testamento presenta a Cristo como esencial, accesible, misericordioso y central en el plan de salvación.
Otras referencias a Jesucristo en el Antiguo Testamento
Algunos ejemplos adicionales incluyen:
- Isaías 53: El Siervo Sufriente que lleva nuestros pecados.
- Génesis 22: Isaac como figura del Hijo Unigénito.
- Salmos 22: Profecías detalladas de la crucifixión.
- Deuteronomio 18:15: El profeta semejante a Moisés.
- Levítico: El sistema de sacrificios como sombra de la Expiación.
El élder Dale G. Renlund nos recordó que Jesucristo es el verdadero tesoro y nos invitó a recordarlo y centrarnos siempre en Él. Esto implica:
- Leer las Escrituras preguntando: ¿Qué me enseña esto acerca de Cristo?
- Reconocer Sus símbolos no solo en los textos sagrados, sino también en nuestras experiencias diarias.
- Hacer de Jesucristo el centro de nuestras decisiones, prioridades y esperanzas.
Buscar a Cristo en el Antiguo Testamento nos prepara para encontrarlo más plenamente en nuestra vida, pues el mismo Salvador que alimentó, salvó y sanó en la antigüedad sigue obrando hoy.
Símbolos de Jesucristo en el Antiguo Testamento
|
Símbolo o relato en el Antiguo Testamento |
Referencias (AT) |
Doctrina central |
Aplicación personal |
|
El maná del cielo |
Éxodo 16:4, 11–15 |
Cristo es el Pan de Vida que sostiene espiritualmente. |
Buscar a Cristo cada día mediante oración y Escrituras. |
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El cordero pascual |
Éxodo 12:3–5 |
Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. |
Vivir agradecidos por la Expiación. |
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La serpiente de bronce |
Números 21:4–10 |
La salvación viene al mirar a Cristo con fe. |
Volver la mirada al Salvador en tiempos de prueba. |
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Jonás en el gran pez |
Jonás 1:4–17 |
Cristo vencería la muerte y el sepulcro. |
Confiar en la liberación divina. |
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Isaac ofrecido |
Génesis 22:1–14 |
El Padre entregó a Su Hijo Unigénito. |
Aprender obediencia y confianza total. |
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El Siervo Sufriente |
Isaías 53 |
Cristo cargó nuestros dolores y pecados. |
Hallar sanación y perdón en Cristo. |
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El profeta como Moisés |
Deuteronomio 18:15 |
Cristo es el Legislador y Mediador. |
Escuchar Su voz. |
|
La roca que da agua |
Éxodo 17:5–6 |
Cristo es la Roca espiritual que da vida. |
Acudir a Cristo como fuente de fortaleza. |
|
El sumo sacerdote |
Levítico 16 |
Cristo es el Gran Sumo Sacerdote. |
Acercarse a Dios con confianza. |
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El Día de Expiación |
Levítico 16 |
Cristo realizó la Expiación perfecta. |
Arrepentirse y renovarse espiritualmente. |
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El chivo expiatorio |
Levítico 16:20–22 |
Cristo llevó nuestros pecados fuera del campamento. |
Dejar atrás el pecado mediante Cristo. |
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El tabernáculo |
Éxodo 25–30 |
Dios habitó entre Su pueblo en Cristo. |
Invitar a Cristo a morar en nuestra vida. |
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El velo del templo |
Éxodo 26:31–33 |
Cristo abrió el camino a la presencia del Padre. |
Acceder a Dios mediante Cristo. |
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La luz del candelero |
Éxodo 25:31–40 |
Cristo es la Luz del mundo. |
Caminar en Su luz. |
|
El arca del convenio |
Éxodo 25:10–22 |
Cristo es el asiento de misericordia. |
Confiar en la misericordia divina. |
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El pastor |
Salmo 23 |
Cristo es el Buen Pastor. |
Seguir Su voz. |
|
El rey davídico |
2 Samuel 7:12–16 |
Cristo es el Rey eterno del linaje de David. |
Someterse al reinado de Cristo. |
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La piedra angular |
Salmo 118:22 |
Cristo es el fundamento del Reino de Dios. |
Edificar la vida sobre Cristo. |
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El novio |
Oseas 2:19–20 |
Cristo es el Esposo del convenio. |
Permanecer fieles al convenio. |
|
El libertador |
Éxodo (Moisés) |
Cristo libera del cautiverio espiritual. |
Aceptar Su libertad. |
Cada símbolo del Antiguo Testamento es una invitación a venir a Jesucristo.
No son solo figuras literarias, sino testigos proféticos del Redentor viviente.
El Antiguo Testamento: un testimonio vivo de Jesucristo
El Antiguo Testamento se revela, en última instancia, como un testimonio continuo y sagrado de Jesucristo. Lejos de ser un registro distante o meramente histórico, es la narración de un Dios viviente que ama, llama, instruye y redime a Sus hijos mediante convenios eternos, siempre con la mirada puesta en la venida del Salvador. Cada relato, ley, profecía y símbolo apunta, de una u otra forma, a Cristo como el centro del plan de salvación.
Al contemplar las vidas de los antiguos profetas y fieles discípulos, aprendemos que el camino del discipulado nunca ha sido fácil, pero siempre ha sido posible mediante la fe en las promesas de Dios. El maná enseña dependencia diaria de Cristo; el cordero pascual testifica de Su sacrificio expiatorio; la serpiente de bronce invita a mirarlo con fe; y Jonás proclama Su victoria sobre la muerte. Junto con muchos otros símbolos, todos declaran que Jesucristo es el Sustentador, el Redentor, el Sanador y el Salvador del mundo.
Así, el Antiguo Testamento nos invita a leer las Escrituras con ojos nuevos y con un corazón centrado en Cristo, preguntándonos constantemente qué nos revelan acerca de Él y de Su obra redentora. Al hacerlo, descubrimos que el mismo Señor que obró poderosamente en la antigüedad sigue obrando hoy, guiándonos por medio de Su palabra, fortaleciendo nuestra fe y renovando nuestra esperanza.
En verdad, el Antiguo Testamento no solo prepara el camino para Jesucristo; lo proclama. Es una invitación constante a venir a Él, a confiar en Su misericordia y a permitir que Su luz ilumine nuestro sendero. Al aceptarla, hallamos que la palabra del Señor continúa siendo una lámpara a nuestros pies y una luz segura para nuestro camino, hoy y siempre.
Diálogo: El Antiguo Testamento testifica de Jesucristo
Juan: María, confieso que por muchos años me acerqué al Antiguo Testamento con cierta distancia. Lo veía como un libro difícil, lleno de leyes y relatos antiguos. Pero al estudiarlo recientemente, algo cambió.
María: Me pasó algo muy parecido, Juan. Creo que la clave fue empezar a leerlo con una pregunta distinta: ¿qué me enseña esto acerca de Jesucristo? Cuando haces eso, el texto cobra vida.
Juan: Exactamente. Por ejemplo, el relato del maná en el desierto. Antes lo veía solo como un milagro de provisión, pero ahora entiendo que es un símbolo poderoso de Cristo como el Pan de Vida.
María: Y me encanta que el maná tenía que recogerse cada día. Eso me enseña que mi relación con el Salvador no puede ser ocasional. Necesito acudir a Él diariamente, no solo cuando tengo problemas.
Juan: Eso mismo pensé. Y luego está el cordero pascual. La sangre en los dinteles de las puertas… es imposible no ver a Cristo ahí.
María: Sí. El cordero sin defecto, sacrificado para que el pueblo fuera librado, es un testimonio claro de la Expiación. Me recuerda que la liberación espiritual siempre ha venido por medio de Jesucristo, no por el esfuerzo humano únicamente.
Juan: Otro símbolo que me impactó fue la serpiente de bronce. La solución era tan sencilla: mirar y vivir. Pero muchos no lo hicieron.
María: Eso me confronta mucho. A veces buscamos respuestas complicadas cuando el Señor nos invita simplemente a mirarlo a Él con fe. Cristo no pidió algo complejo, pidió confianza.
Juan: Y Jonás… nunca había considerado seriamente que su experiencia fuera una profecía tan directa de la muerte y resurrección del Salvador.
María: Jesús mismo lo explicó. Me conmueve pensar que, aun antes de Su venida, Dios ya estaba enseñando a Su pueblo que la muerte no tendría la última palabra.
Juan: Al ver todos estos símbolos juntos, empiezo a entender por qué se dice que el Antiguo Testamento es el primer testamento de Jesucristo.
María: Así es. No es solo preparación histórica; es testimonio vivo. Los convenios, los sacrificios, el sacerdocio, todo apunta a Él.
Juan: También me anima ver que las personas del Antiguo Testamento no eran perfectas. Abraham dudó, Moisés tuvo miedo, Elías se desanimó… y aun así Dios obró en sus vidas.
María: Eso me da mucha esperanza. Me enseña que Dios no espera perfección inmediata, sino corazones dispuestos a confiar en Sus promesas y a perseverar en los convenios.
Juan: Creo que eso conecta directamente con nuestra vida hoy. El mismo Dios que obró en ellos sigue obrando en nosotros.
María: Exacto. Y como dijo el élder Renlund, si recordamos a Jesucristo y nos centramos siempre en Él, encontraremos el verdadero tesoro, no solo en las Escrituras, sino en nuestra vida diaria.
Juan: Entonces, estudiar el Antiguo Testamento no es solo aprender historia sagrada…
María: …es aprender a reconocer a Cristo, a confiar más en Él y a permitir que Su luz guíe nuestro camino hoy, tal como lo hizo con los antiguos santos.
Juan: Ahora entiendo mejor por qué el salmista dijo que la palabra del Señor es lámpara a nuestros pies. El Antiguo Testamento realmente ilumina cuando lo leemos con Cristo en el centro.
María: Así es. Y cuando lo hacemos, descubrimos que no estamos tan lejos de Abraham, de Ana o de Daniel como pensábamos. Caminamos por el mismo sendero de fe, guiados por el mismo Salvador.
Jesucristo es el Jehová del Antiguo Testamento.
Cuando Jesucristo declaró ante los líderes judíos: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, no estaba utilizando una simple expresión poética ni afirmando únicamente Su antigüedad. Estaba proclamando Su identidad divina de manera directa y consciente. Aquellas palabras resonaron con fuerza porque evocaban el nombre sagrado mediante el cual Dios se había revelado a Moisés siglos antes. Para quienes conocían profundamente las Escrituras, esa declaración equivalía a afirmar: Yo soy Jehová.
El Antiguo Testamento registra que Jehová es el Dios del convenio, el Libertador de Israel y el Ser eterno que existe por Sí mismo. Por ello, al identificarte Jesús con ese nombre divino, muchos lo consideraron una blasfemia. Sin embargo, para quienes estaban dispuestos a creer, fue una poderosa revelación: el mismo Jehová que habló desde la zarza ardiente ahora hablaba entre ellos en carne y hueso.
- “YO SOY”: el nombre sagrado de Dios
Jehová se reveló a Moisés como el “YO SOY”, el Dios eterno y autoexistente.
En Éxodo 3:13–15, Dios se presenta a Moisés con un nombre profundamente significativo: “YO SOY EL QUE SOY”. Este nombre expresa eternidad, inmutabilidad y poder divino. Para los israelitas, el nombre de Jehová no era solo un título, sino una manifestación de Su naturaleza divina. Cuando Jesús utilizó deliberadamente esa misma expresión en Juan 8:58, estaba afirmando Su identidad como el Dios que había guiado, salvado y hecho convenios con Israel desde el principio. - Jesucristo como Jehová del Antiguo Testamento
Jesucristo es Jehová, el Dios del Antiguo Testamento, que ministró a Israel antes de Su nacimiento mortal.
Éxodo 6:3–5 enseña que Jehová se dio a conocer a los patriarcas como el Dios del convenio. Comprender que Jesucristo es Jehová nos ayuda a ver la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Salvador no apareció repentinamente en Belén; Él es el mismo Ser divino que liberó a Israel de Egipto, que habló por medio de los profetas y que estableció leyes y ordenanzas. Esta verdad doctrinal fortalece nuestra comprensión de Su autoridad, Su amor constante y Su compromiso eterno con Sus hijos. - Por qué la declaración de Jesús causó tanta conmoción
Reconocer a Jesús como Jehová implica aceptar Su plena divinidad.
Para los líderes judíos, la afirmación “Antes que Abraham fuese, yo soy” equivalía a declarar igualdad con Dios. Según su entendimiento, tal afirmación solo podía provenir de Jehová mismo. Por eso intentaron apedrearlo. Este episodio muestra que el rechazo a Jesucristo no se debió solo a malentendidos doctrinales, sino a la dificultad de aceptar que Dios había descendido para morar entre los hombres. La reacción violenta subraya cuán clara y audaz fue la declaración del Salvador. - Importancia doctrinal de saber que Jesucristo es Jehová
Saber que Jesucristo es Jehová transforma nuestra fe, nuestra adoración y nuestra relación con Él.
Comprender que Jesucristo es Jehová nos permite confiar plenamente en Él como el Dios fiel que cumple Sus promesas. Él no es solo un gran maestro o un profeta inspirado; es el Dios del Antiguo Testamento que creó el mundo, liberó a Su pueblo y estableció convenios eternos. Esta verdad profundiza nuestro amor y reverencia hacia el Salvador y fortalece nuestra confianza en Su poder para redimirnos hoy. El mismo Jehová que abrió el mar Rojo es quien nos invita ahora a seguirlo, a arrepentirnos y a hallar descanso en Él.
Saber que Jesucristo es Jehová une las Escrituras en un solo testimonio y afirma que el plan de salvación ha sido dirigido por el mismo Dios desde el principio. El “YO SOY” que habló a Moisés desde la zarza ardiente es el mismo que habló con autoridad en Jerusalén y que hoy habla a nuestro corazón. Reconocer esta verdad no solo aclara una doctrina fundamental, sino que fortalece nuestra fe en un Salvador eterno, inmutable y plenamente capaz de salvar.
El Señor restauró muchas “cosas claras y preciosas” por medio de José Smith.
Desde tiempos antiguos, el Señor ha revelado Su palabra con claridad para guiar a Sus hijos hacia Jesucristo. Sin embargo, tal como el Señor mostró en visión a Nefi, con el paso del tiempo muchas “cosas claras y preciosas” serían quitadas de la Biblia, no porque el mensaje original no fuera verdadero, sino debido a la transmisión humana, las tradiciones y las limitaciones históricas. Esta pérdida tendría consecuencias doctrinales, pues oscurecería verdades esenciales sobre el plan de salvación, los convenios y la identidad de Jesucristo.
En Su misericordia, el Señor no dejó a Sus hijos sin luz. Mediante la Restauración del evangelio y el llamamiento del profeta José Smith, Dios puso en marcha un proceso divino para dar a conocer nuevamente esas verdades claras y preciosas, no reemplazando la Biblia, sino complementándola y confirmándola. El Antiguo Testamento, leído a la luz de estas revelaciones restauradas, se convierte en un testimonio aún más poderoso del plan eterno de Dios.
- La restauración de las “cosas claras y preciosas”
- Muchas verdades del evangelio fueron quitadas de la Biblia a lo largo del tiempo.
- El Señor prometió restaurarlas por medio de profetas modernos.
- La Restauración es un acto deliberado de amor y revelación divina.
Doctrinalmente, la expresión “cosas claras y preciosas” (1 Nefi 13) se refiere a verdades fundamentales del evangelio de Jesucristo que fueron enseñadas con claridad en los días antiguos, pero que con el tiempo se perdieron, se alteraron o quedaron oscurecidas. Estas verdades incluyen doctrinas sobre la naturaleza de Dios, el plan de salvación, los convenios, el sacerdocio y la misión redentora de Jesucristo.
La pérdida de estas verdades no fue un fracaso del plan divino, sino una circunstancia prevista por Dios, quien preparó de antemano el medio para su restauración. La Restauración, por lo tanto, no es un añadido opcional a la Biblia, sino el cumplimiento de un plan eterno para asegurar que el evangelio vuelva a estar disponible en su pureza y plenitud para los últimos días.
- El papel profético de José Smith en la Restauración
- José Smith fue el instrumento escogido para devolver verdades perdidas.
- La restauración no fue solo organizacional, sino doctrinal y escritural.
- Por medio de él, el Señor reveló textos que amplían y aclaran el Antiguo Testamento.
Desde una perspectiva doctrinal, José Smith no actuó como reformador religioso, sino como profeta restaurador. Su llamamiento consistió en recibir revelación directa de Dios para restablecer verdades, ordenanzas y autoridad que habían sido quitadas de la tierra.
El hecho de que la restauración incluyera nuevas escrituras subraya un principio central del evangelio: Dios sigue hablando. José Smith fue un instrumento mediante el cual el Señor reveló no solo doctrina, sino también contexto, profundidad y coherencia doctrinal que permiten comprender mejor las Escrituras antiguas. Esto confirma que la revelación no está confinada al pasado, sino que continúa según las necesidades espirituales de la humanidad.
- La visión de Nefi sobre la Biblia y la Restauración
- Nefi vio la salida a luz de la Biblia y la posterior pérdida de verdades esenciales (1 Nefi 13).
- El Señor también le mostró el plan para restaurar esas verdades mediante otros libros.
- La Restauración fue prevista y profetizada desde tiempos antiguos.
La visión de Nefi proporciona un marco doctrinal para entender la historia de las Escrituras. Nefi vio la salida a luz de la Biblia como un testimonio verdadero de Jesucristo, pero también vio cómo muchas verdades serían quitadas “por el grande y abominable iglesia” (1 Nefi 13:26–29), lo cual produciría confusión doctrinal y tropiezos espirituales.
Doctrinalmente, esta visión enseña que Dios permite la agencia humana incluso cuando conduce a la corrupción de verdades sagradas, pero nunca abandona a Sus hijos. En la misma visión, el Señor revela Su plan para contrarrestar esa pérdida mediante la restauración de escrituras adicionales que volverían a “dar a conocer las cosas claras y preciosas”. Esto reafirma la soberanía divina sobre la historia religiosa del mundo.
- La relación complementaria entre la Biblia y el Libro de Mormón
- La Biblia y el Libro de Mormón se apoyan y confirman mutuamente (2 Nefi 3:12).
- Juntos dan testimonio de Jesucristo.
- El Libro de Mormón ayuda a aclarar doctrinas que quedaron incompletas o distorsionadas en la Biblia.
Según 2 Nefi 3:12, la Biblia y el Libro de Mormón están destinados a crecer “juntos” para confundir falsas doctrinas y establecer la paz. Doctrinalmente, esto enseña que Dios utiliza múltiples testigos para confirmar Su verdad, conforme al principio bíblico de que “en boca de dos o tres testigos” se establecerá toda palabra.
El Libro de Mormón no reemplaza a la Biblia ni la contradice; más bien, la explica, la confirma y la amplía. Juntos, estos libros proporcionan una base doctrinal más completa y equilibrada, especialmente en temas como la Expiación, la fe, el arrepentimiento, los convenios y la vida eterna. Esta complementariedad es una evidencia de la coherencia divina del plan de salvación.
- La revelación continua mediante “otros libros”
- El Señor continúa revelando escritura según la necesidad de Sus hijos.
- Los “otros libros” vistos por Nefi incluyen:
- El libro de Moisés
- El libro de Abraham
- La Traducción de José Smith de la Biblia
- La revelación no está cerrada ni limitada a un solo volumen.
El concepto de “otros libros” revela un principio doctrinal clave: Dios no limita Su palabra a un solo canon cuando Sus hijos necesitan mayor luz. El libro de Moisés, el libro de Abraham y la Traducción de José Smith restauran verdades que estaban ausentes o solo implícitas en el texto bíblico tradicional.
Estas revelaciones enseñan doctrinas profundas como la preexistencia, el propósito de la creación, la naturaleza de Satanás, la exaltación y el papel eterno de la familia. Doctrinalmente, esto confirma que el Señor revela conocimiento “línea por línea, precepto por precepto”, y que la plenitud del evangelio se manifiesta progresivamente a través de la revelación continua.
- La restauración de relatos doctrinales fundamentales del Antiguo Testamento
- La ciudad de Sion de Enoc: una sociedad transformada por la rectitud.
- El concilio de los cielos: la preexistencia y el plan de salvación.
- El ministerio de Melquisedec: el sacerdocio y su poder redentor.
- Estos relatos profundizan la comprensión del plan de Dios.
Los relatos restaurados por medio de José Smith no son meramente históricos, sino profundamente doctrinales. La ciudad de Sion de Enoc enseña que una sociedad puede ser santificada colectivamente por medio de convenios y obediencia. La visión de Abraham del concilio de los cielos revela la preexistencia y la participación consciente de los hijos de Dios en el plan de salvación. El ministerio de Melquisedec aclara el poder y el propósito del sacerdocio para llevar a las personas a Cristo.
Estos relatos son “claros y preciosos” porque conectan la historia sagrada con doctrinas eternas que explican quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sin ellos, el panorama doctrinal del Antiguo Testamento quedaría incompleto.
- El valor personal y espiritual de las verdades restauradas
- Las verdades restauradas fortalecen la fe y el testimonio personal.
- Aclaran la identidad divina del ser humano y su propósito eterno.
- Invitan a una relación más profunda y consciente con Dios.
Doctrinalmente, la restauración de verdades no tiene como único fin informar, sino transformar. Las verdades claras y preciosas restauradas ayudan a los creyentes a comprender su identidad divina, su relación por convenio con Dios y su potencial eterno.
Estas doctrinas fortalecen la fe en Jesucristo, profundizan el entendimiento del plan de salvación y proporcionan esperanza frente a las pruebas de la vida. Al aplicar estas verdades, el discípulo no solo adquiere conocimiento, sino que experimenta una conversión más profunda y una relación más consciente con el Padre Celestial.
Conclusión: La restauración de las “cosas claras y preciosas” por medio de José Smith es una manifestación del amor continuo de Dios por Sus hijos y de Su compromiso de revelar la plenitud de Su evangelio en los últimos días. A través de la Biblia, el Libro de Mormón y las revelaciones modernas, el Señor ha establecido múltiples testigos de Jesucristo y ha devuelto verdades esenciales que iluminan el plan de salvación con mayor claridad.
Estas verdades restauradas no solo corrigen errores doctrinales del pasado, sino que invitan a cada persona a entrar en una relación más profunda por convenio con Dios. Al estudiar el Antiguo Testamento a la luz de la Restauración, el lector descubre que la obra de Dios es una obra de continuidad, revelación y redención, dirigida siempre a conducir a Sus hijos de regreso a Su presencia.
El Antiguo Testamento me ayuda a entender mi relación por convenio con Dios.
El Antiguo Testamento no es solo la historia de un pueblo antiguo, sino el relato sagrado de cómo Dios busca establecer una relación por convenio con Sus hijos. Desde el monte Sinaí hasta las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob, vemos a un Dios que no actúa de manera distante, sino que invita amorosamente a Sus hijos a llegar a ser Su “especial tesoro”. Esta relación no se basa únicamente en mandamientos, sino en convenios sagrados que unen al hombre con Dios mediante promesas eternas.
Al estudiar el Antiguo Testamento, aprendemos que los convenios han sido siempre el medio por el cual el Señor bendice, protege, instruye y redime a Su pueblo. Prepararnos para este estudio implica comprender el convenio sempiterno, el mismo convenio que Dios ofreció a los patriarcas y que hoy continúa vigente. Al hacerlo, comenzamos a ver el Antiguo Testamento no solo como historia sagrada, sino como una guía personal que nos enseña quiénes somos ante Dios y cuál es nuestra relación con Él.
- Dios busca un pueblo por convenio
Dios invita a Sus hijos a entrar en una relación especial con Él mediante convenios sagrados.
Éxodo 19:5 declara que Israel sería el “especial tesoro” del Señor si guardaba Su convenio. Esta expresión no implica favoritismo arbitrario, sino una relación basada en promesas mutuas. Dios se compromete a bendecir, guiar y santificar a Su pueblo, y el pueblo se compromete a obedecer y confiar en Él. El Antiguo Testamento muestra repetidamente que la identidad del pueblo de Dios no se define por su linaje solamente, sino por su disposición a guardar convenios. - El convenio sempiterno: el mismo ayer, hoy y siempre
El convenio sempiterno es el mismo convenio que Dios ha ofrecido en todas las dispensaciones.
Tal como enseñó el presidente Russell M. Nelson, el convenio sempiterno no es algo nuevo; es el plan eterno de Dios para exaltar a Sus hijos. Este convenio fue revelado a Abraham, Isaac y Jacob, y se transmitió a su posteridad. Incluye promesas relacionadas con la familia, la tierra, el sacerdocio y, sobre todo, la redención por medio de Jesucristo. Comprender esto nos ayuda a ver que los convenios que hacemos hoy son parte del mismo plan eterno que se revela en el Antiguo Testamento. - ¿Por qué los convenios son importantes para mí?
Los convenios conectan nuestra vida personal con el plan eterno de Dios.
Los convenios son importantes porque nos brindan acceso al poder de Dios. A través de ellos, recibimos dirección, protección espiritual y una identidad divina como hijos del convenio. El Antiguo Testamento muestra que cuando el pueblo guardaba sus convenios, prosperaba espiritualmente; cuando los quebrantaba, perdía claridad y protección. Esto enseña que los convenios no limitan la libertad, sino que canalizan el amor y el poder de Dios hacia nuestra vida. - El amor y la misericordia especiales que provienen del convenio
Quienes guardan convenios reciben un tipo especial de amor y misericordia de Dios.
El “tipo especial de amor y misericordia” que Dios extiende a Su pueblo por convenio se manifiesta en Su paciencia, Su perdón y Su disposición constante a restaurar. Aun cuando Israel fallaba, el Señor no abandonaba Sus promesas. Los profetas, como Jeremías, testificaron que Dios haría un “nuevo convenio” escrito no solo en tablas de piedra, sino en el corazón (Jeremías 31:31–34). Esto enseña que la relación por convenio es profundamente personal y transformadora. - El Antiguo Testamento como maestro de la relación por convenio
El Antiguo Testamento enseña cómo vivir y fortalecer una relación por convenio con Dios.
Al leer el Antiguo Testamento con esta perspectiva, comenzamos a notar que cada relato, ley y profecía busca enseñar al pueblo cómo confiar en Dios, arrepentirse, renovar convenios y volver a Él. Las experiencias de los patriarcas, los jueces y los profetas reflejan nuestro propio caminar espiritual. Dios utiliza el convenio como el medio para formar un pueblo fiel y preparar corazones para la venida de Jesucristo.
Conclusión: El Antiguo Testamento nos ayuda a comprender que nuestra relación con Dios no es casual ni temporal, sino una relación sagrada por convenio. El mismo Dios que invitó a Abraham a caminar con Él nos extiende hoy esa misma invitación. Al estudiar este libro sagrado, aprendemos que guardar convenios nos convierte en el “especial tesoro” del Señor y nos permite experimentar Su amor, Su misericordia y Su poder de una manera más plena. Así, el Antiguo Testamento se convierte en un testimonio vivo de que Dios sigue obrando para llevar a Sus hijos de regreso a Su presencia por medio de convenios eternos.























