Antiguo Testamento 2025 (Ven, sígueme)

Religion and Science

Ven, sígueme

5 – 11 enero: “Ésta es mi obra y mi gloria”

Moisés 1Abraham 3


El Antiguo Testamento comienza con el majestuoso relato de la Creación, pero deja sin responder algunas de las preguntas más profundas del alma humana: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿por qué existe la vida terrenal? Por medio de la Restauración del evangelio y del profeta José Smith, el Señor proporcionó respuestas claras a estas interrogantes fundamentales. En Moisés 1 y Abraham 3, Dios revela verdades eternas que amplían y enriquecen el relato bíblico, situando la Creación dentro de un marco eterno y lleno de propósito.

En estas Escrituras restauradas, Moisés aprende acerca de la naturaleza y la obra de Dios, así como de la identidad divina del ser humano. Abraham, por su parte, contempla la existencia premortal y el orden divino mediante el cual Dios gobierna Sus creaciones. Juntos, estos capítulos enseñan que la vida no comienza en la mortalidad ni termina con la muerte, sino que forma parte de un plan eterno diseñado para llevar a los hijos de Dios a la inmortalidad y la vida eterna.

Como introducción al estudio del Antiguo Testamento, Moisés 1 y Abraham 3 ofrecen una perspectiva doctrinal esencial: la historia sagrada no es solo el relato de la creación del mundo, sino la historia del amor, el propósito y la obra redentora de Dios en favor de Sus hijos. Estas revelaciones invitan al lector a estudiar Génesis y el resto del Antiguo Testamento con una comprensión más profunda de su identidad eterna y de su lugar en la obra y la gloria de Dios.

1. La obra y la gloria de Dios

  • Dios revela que Su obra y Su gloria consisten en llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del ser humano.
  • La Creación se entiende como parte de un propósito divino mayor, centrado en Sus hijos.

La declaración “Ésta es mi obra y mi gloria” (Moisés 1:39) establece el eje doctrinal de todas las Escrituras restauradas. Dios no crea de manera impersonal ni por simple demostración de poder; Su obra está centrada en el progreso eterno de Sus hijos. La inmortalidad se logra por medio de la Resurrección, hecha posible por Jesucristo, y la vida eterna se recibe mediante la obediencia a los convenios del evangelio. Toda la Creación, incluyendo la caída y la redención, existe para cumplir este propósito.

2. La existencia premortal

  • Abraham ve que los seres humanos existían como espíritus antes de la Creación del mundo.
  • Se enseña la doctrina de la vida premortal y la elección divina previa a la vida terrenal (Abraham 3:22–28).

Abraham 3 enseña que los espíritus humanos existían antes de la vida terrenal y que eran conocidos individualmente por Dios. Esta doctrina afirma que la vida no comienza en la mortalidad, sino que es una continuación de una identidad eterna. El concepto de “los nobles y grandes” no implica favoritismo arbitrario, sino mayordomía basada en la fidelidad premortal. Esta verdad aporta significado al albedrío, a la responsabilidad personal y a la diversidad de llamamientos en la obra del Señor.

3. Revelación restaurada por medio de José Smith

  • El Señor aclara verdades fundamentales que no están explícitas en la Biblia actual.
  • El libro de Moisés y el libro de Abraham restauran conocimiento perdido o no registrado en Génesis.

El libro de Moisés y el libro de Abraham confirman que Dios continúa revelando verdades necesarias para la salvación. La Restauración no solo devolvió autoridad, sino también conocimiento doctrinal que aclara pasajes incompletos o ausentes en la Biblia actual. Estas revelaciones amplían la comprensión de Génesis, mostrando que el plan de Dios es coherente, eterno y centrado en Cristo, desde antes de la fundación del mundo.

4. El contexto eterno de la Creación

  • La Creación no comienza simplemente con “el principio”, sino dentro de un marco eterno.
  • El relato de Moisés aporta un contexto previo que ayuda a comprender mejor el propósito de la Creación.

Moisés 1 enseña que la Creación debe entenderse desde una perspectiva eterna. Antes de “el principio”, existían Dios, Sus hijos espirituales y Su plan. La tierra no es un evento aislado, sino un escenario preparado con un propósito divino. Este contexto corrige interpretaciones reduccionistas de la Creación y reafirma que todo lo creado tiene un fin espiritual y redentor.

5. La identidad y naturaleza de Dios

  • Dios se revela como un Ser personal, consciente y misericordioso.
  • Se enfatiza Su relación directa con Sus profetas y con la humanidad.

Dios se revela como un Ser glorificado, personal y accesible, que habla con Sus profetas “cara a cara” (Moisés 1:2). No es una fuerza abstracta, sino un Padre amoroso que conoce y ama a Sus hijos. Su poder creativo está unido a Su misericordia y a Su deseo de instruir. Esta revelación establece una relación de confianza entre Dios y el ser humano, fundamento de la fe y la obediencia.

6. La identidad divina del ser humano

  • Los seres humanos son hijos espirituales de Dios.
  • Nuestra identidad y valor están anclados en nuestra relación eterna con Él.

Moisés aprende que el hombre es creación divina y que su valor proviene de su filiación eterna con Dios (Moisés 1:4). El ser humano no es un accidente cósmico, sino un hijo o hija de Dios con potencial divino. Esta doctrina fundamenta la dignidad humana, el propósito personal y la esperanza de exaltación. Comprender quiénes somos ayuda a entender por qué Dios obra tan diligentemente por nuestra salvación.

7. El propósito de la vida terrenal

  • La vida en la tierra es parte de un plan divino previamente establecido.
  • Cada persona tiene un lugar y una función dentro de la obra de Dios.

La vida mortal es un período probatorio diseñado para el crecimiento espiritual, el ejercicio del albedrío y la preparación para la vida eterna. La tierra es el lugar donde los hijos de Dios reciben un cuerpo físico y son probados en su fidelidad. Desde esta perspectiva, las pruebas y dificultades adquieren significado redentor y formativo dentro del plan eterno de Dios.

8. La revelación como respuesta a preguntas sinceras

  • Dios responde a las preguntas profundas de Sus siervos, como la súplica de Moisés.
  • El conocimiento revelado satisface inquietudes fundamentales sobre la tierra, los cielos y la humanidad.

La experiencia de Moisés muestra que Dios responde a las preguntas hechas con humildad y fe (Moisés 1:36). La revelación no es solo informativa, sino transformadora; fortalece la identidad espiritual del profeta y lo capacita para resistir la oposición de Satanás. Este principio doctrinal afirma que el conocimiento divino se recibe conforme a la disposición espiritual del buscador.

9. Introducción doctrinal al Antiguo Testamento

  • Moisés 1 y Abraham 3 sirven como fundamento doctrinal para el estudio del Antiguo Testamento.
  • Preparan al lector para entender Génesis desde una perspectiva eterna y restaurada.

Moisés 1 y Abraham 3 preparan doctrinalmente al lector para el estudio del Antiguo Testamento. Proveen un marco eterno para comprender relatos como la Creación, la Caída y los convenios patriarcales. Sin esta revelación restaurada, muchos pasajes pueden parecer incompletos; con ella, el Antiguo Testamento se convierte en un testimonio coherente del plan de salvación.

Conclusión: Moisés 1 y Abraham 3 revelan que la historia de la humanidad no comienza en Génesis 1:1, sino en la eternidad pasada. Dios es un Padre glorificado que conoce a Sus hijos desde antes de la fundación del mundo y ha preparado la tierra como parte de un plan redentor centrado en Jesucristo. La obra y la gloria de Dios consisten en guiar a Sus hijos a través de la experiencia mortal hacia la vida eterna. Al comenzar el estudio del Antiguo Testamento desde esta perspectiva restaurada, el lector no solo aprende historia sagrada, sino que también descubre su propia identidad, propósito y lugar en la obra eterna de Dios.


Moisés 1
Tengo un destino divino como hijo o hija de Dios.


Moisés 1 abre el canon de las revelaciones modernas con una verdad fundamental que da forma a toda la experiencia humana: la identidad divina del ser humano como hijo o hija de Dios. En este capítulo, el Señor se revela a Moisés no solo como el Dios Todopoderoso, sino como un Padre que declara con claridad quién es Moisés y cuál es su destino eterno. Antes de encomendarle una misión, Dios se asegura de que Moisés comprenda su verdadera identidad, pues el conocimiento de quiénes somos ante Dios es la base de toda obediencia, fe y propósito.

En marcado contraste, Moisés 1 también presenta la estrategia de Satanás, quien intenta confundir, imitar y distorsionar esa identidad divina. Mientras Dios afirma y eleva, Satanás cuestiona y degrada. Esta oposición deja en claro que la gran batalla espiritual no comienza con acciones externas, sino con la comprensión —o confusión— de quiénes somos realmente.

El mensaje de Moisés 1 es profundamente personal y relevante: la manera en que entendemos nuestra identidad influye directamente en las decisiones que tomamos, las prioridades que establecemos y la forma en que enfrentamos la tentación y la adversidad. Al estudiar este capítulo, somos invitados a evaluar qué etiquetas han tenido mayor peso en nuestra vida y a permitir que nuestra identidad como hijos e hijas de Dios sea el fundamento de nuestras elecciones diarias.

Moisés 1 no solo enseña doctrina; también extiende una invitación: recordar quiénes somos, rechazar las voces que buscan disminuir nuestro valor eterno y vivir conforme a nuestro destino divino.

Moisés 1

1. La identidad divina del ser humano (Moisés 1:4, 6–7)
Moisés es declarado hijo de Dios. El Señor declara a Moisés que es Su hijo, enseñando que conocer nuestra verdadera identidad como hijos e hijas de Dios es fundamental para nuestra vida espiritual.

El primer acto del Señor al hablar con Moisés no es asignarle una tarea, sino declarar su identidad. Al llamarlo “mi hijo”, Dios establece una relación de filiación divina que precede a toda misión. Doctrinalmente, esto enseña que nuestra valía y propósito no dependen de logros, títulos o circunstancias, sino de nuestra relación eterna con Dios. Satanás jamás puede otorgar identidad; solo puede cuestionarla o falsificarla.

2. El destino eterno y el propósito divino (Moisés 1:39)
Dios revela Su obra y gloria. Dios revela a Moisés que fue creado con un propósito y que participa en una obra eterna: “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.

La declaración de la obra y gloria de Dios revela que el destino del ser humano es eterno. La inmortalidad y la vida eterna no son conceptos abstractos, sino el objetivo central del plan divino. Este versículo ancla toda la revelación moderna y enseña que cada mandamiento, convenio y ordenanza existe para llevar al ser humano de regreso a la presencia de Dios, transformado y exaltado.

3. La diferencia entre Dios y Satanás (Moisés 1:4–6, 12–13)
Dios afirma; Satanás imita y confunde. Dios habla con amor, verdad y autoridad divina, mientras que Satanás imita, confunde y busca degradar la identidad del ser humano.

El contraste es intencional y doctrinalmente instructivo. Dios habla con claridad, amor y autoridad; Satanás exige adoración, imita la voz divina y busca generar confusión. Mientras Dios declara identidad, Satanás la niega. Este patrón enseña que el origen de un mensaje puede discernirse por sus frutos: Dios eleva, Satanás degrada.

4. La batalla por la identidad espiritual (Moisés 1:12–16)
Satanás intenta que Moisés dude de quién es y de quién es Dios. Satanás intenta que Moisés dude de quién es y de quién es Dios, mostrando que una de sus principales estrategias es confundir la identidad divina.

La confrontación con Satanás ocurre inmediatamente después de una experiencia espiritual sublime. Esto enseña que la identidad divina es un blanco prioritario del adversario. Satanás no intenta primero hacer pecar a Moisés, sino hacerlo dudar de quién es. Doctrinalmente, esto confirma que la fe comienza con el conocimiento de nuestra relación con Dios.

5. El poder de la revelación personal (Moisés 1:2–3, 9–11)
La experiencia directa con Dios da discernimiento espiritual. Moisés recibe conocimiento directo de Dios, lo que le permite discernir la verdad y rechazar el engaño.

Moisés puede discernir el engaño porque ha recibido revelación directa. Aunque la presencia visible de Dios ya no está con él, el recuerdo espiritual de esa experiencia lo fortalece. Esto enseña que la revelación personal no solo instruye, sino que protege, dando discernimiento incluso en momentos de oscuridad espiritual.

6. La autoridad del sacerdocio y el poder del nombre de Jesucristo (Moisés 1:17–21)
Satanás es vencido mediante el nombre del Hijo Unigénito. Moisés vence a Satanás al invocar el nombre del Hijo Unigénito, mostrando que el poder espiritual proviene de Cristo.

Moisés vence a Satanás no con su propia fuerza, sino al invocar el nombre del Hijo Unigénito. Esto revela una verdad doctrinal central: el poder para resistir al mal proviene únicamente de Jesucristo. El sacerdocio no es una autoridad personal, sino delegada, y opera únicamente en armonía con Cristo.

7. La humildad como base del poder espiritual (Moisés 1:10)
Moisés reconoce su dependencia total de Dios. Moisés reconoce su propia nada ante Dios, lo cual le permite depender completamente del poder divino.

Cuando Moisés declara que “el hombre no es nada”, no se degrada; se ubica correctamente ante Dios. La humildad doctrinal no disminuye al ser humano, sino que reconoce su dependencia total del poder divino. Paradójicamente, esta actitud es la que permite que el poder de Dios repose sobre él.

8. El valor infinito del alma humana (Moisés 1:39)
Cada alma es central en la obra de Dios. Dios enseña que cada persona es preciosa y que Su obra está centrada en la salvación de Sus hijos.

La obra de Dios se centra en las personas, no en sistemas ni instituciones. Cada alma tiene un valor eterno porque es hija de Dios y porque Cristo pagó el precio infinito por ella. Este principio da sentido a la obediencia, al arrepentimiento y al servicio desinteresado.

9. La oposición como parte del plan de Dios (Moisés 1:12–22)
La tentación confirma la realidad del bien y del mal.La presencia de Satanás y la tentación confirman que existe oposición necesaria para el crecimiento espiritual.

La presencia de Satanás confirma la realidad del plan de salvación. La oposición no es una interrupción del plan, sino una condición necesaria para el crecimiento espiritual. Moisés no es abandonado; es preparado. Doctrinalmente, esto enseña que las pruebas pueden ser evidencia de progreso espiritual.

10. La centralidad de Jesucristo en el plan de salvación (Moisés 1:6, 17, 21, 39)
El Hijo Unigénito es el mediador del poder divino. Todo el poder para resistir al mal y cumplir el propósito divino proviene del Hijo Unigénito.

Cristo está presente implícita y explícitamente en todo el capítulo. Él es el Hijo Unigénito, el mediador del poder divino y el centro del propósito eterno de Dios. Sin Cristo, la identidad divina carece de redención y el destino eterno no podría alcanzarse.


Moisés 1:12–26
Con la ayuda del Señor, puedo resistir a Satanás.


Moisés 1:12–26 enseña una verdad esencial para la vida espiritual: las experiencias sagradas no nos eximen de la tentación, pero sí pueden prepararnos para resistirla. Después de haber hablado cara a cara con Dios, Moisés enfrenta un intenso ataque de Satanás, quien intenta confundirlo, desacreditar su testimonio y apartarlo de la verdad. Esta secuencia revela que uno de los momentos en que somos más vulnerables espiritualmente puede ser precisamente después de haber recibido luz y revelación.

En este pasaje, aprendemos que Satanás no siempre se presenta de manera evidente; con frecuencia imita la verdad y el poder de Dios, buscando engañar y generar duda. Frente a estas falsas imitaciones, Moisés no confía en su propia fortaleza, sino que se apoya en lo que ya sabe: su identidad como hijo de Dios, el testimonio que ha recibido y, finalmente, el poder del nombre de Jesucristo.

El relato demuestra que resistir a Satanás es posible, no por mérito humano, sino mediante la ayuda divina. El Señor fortalece a Moisés cuando este persevera, ora y permanece fiel a la verdad que ya ha recibido. Al estudiar estos versículos, somos invitados a reconocer las tácticas del adversario, a discernir entre lo verdadero y lo falso, y a confiar en que el Señor nos dará poder para vencer cuando acudimos a Él con fe.

1. Las tentaciones pueden seguir a grandes experiencias espirituales
Moisés 1:12
Satanás aparece después de que Moisés ha recibido revelación y poder espiritual.

Después de una revelación sublime, Moisés enfrenta inmediatamente al adversario. Esto enseña que el crecimiento espiritual no elimina la tentación; por el contrario, a menudo la intensifica. Doctrinalmente, Satanás procura atacar cuando una persona ha recibido luz, porque la verdad recién recibida representa una amenaza directa a su influencia.

2. Satanás intenta confundir la identidad divina
Moisés 1:12–13
Moisés afirma: “Yo soy hijo de Dios”, mientras Satanás lo contradice.

La primera estrategia del adversario no es provocar un pecado, sino sembrar duda sobre la identidad. Satanás niega la filiación divina de Moisés, mientras Moisés la afirma con convicción. Esto revela que la identidad como hijo de Dios es un ancla doctrinal; cuando esta identidad está clara, la tentación pierde poder.

3. Satanás exige adoración sin autoridad divina
Moisés 1:12
El adversario busca usurpar la adoración que solo pertenece a Dios.

Satanás busca ser adorado, pero no puede otorgar vida, identidad ni salvación. Este acto revela su naturaleza usurpadora. Doctrinalmente, enseña que cualquier poder que se reclame sin la autoridad de Dios es falso, aun cuando pretenda grandeza o gloria.

4. El discernimiento proviene de la revelación recibida previamente
Moisés 1:13–14
Moisés reconoce a Satanás como impostor porque ha visto a Dios.

Moisés reconoce el engaño porque ha visto a Dios y conoce Su gloria. La revelación pasada se convierte en defensa presente. Esto enseña que recordar experiencias espirituales previas fortalece el discernimiento en momentos de duda o confusión.

5. Las falsas imitaciones del poder y la gloria de Dios
Moisés 1:14–15
Satanás intenta imitar la gloria divina, pero no puede engañar a Moisés.

Satanás intenta imitar la gloria divina, pero su imitación carece de luz verdadera. Doctrinalmente, esto enseña que el adversario no crea; solo imita y distorsiona. La verdad genuina produce paz, claridad y humildad, mientras que la falsificación produce confusión y orgullo

6. La humildad y la dependencia del Señor fortalecen al creyente
Moisés 1:10, 18–19
Moisés reconoce su debilidad y depende del poder de Dios.

Moisés reconoce su propia debilidad y se humilla ante Dios. Esta actitud no lo debilita espiritualmente, sino que lo prepara para recibir poder divino. Doctrinalmente, la humildad abre el canal por el cual fluye la fortaleza del Señor.

7. La perseverancia en la fe en medio de la prueba
Moisés 1:18–21
Moisés continúa resistiendo aun cuando se siente débil.

Aunque Moisés se siente agotado y vulnerable, no abandona su confianza en Dios. Esto enseña que la fe perseverante, incluso cuando no se siente fortaleza inmediata, es una forma de resistencia espiritual que el Señor honra.

8. El poder del nombre de Jesucristo para vencer al adversario
Moisés 1:17, 21
Moisés manda a Satanás que se vaya en el nombre del Hijo Unigénito.

Moisés vence a Satanás al invocar el nombre del Hijo Unigénito. Doctrinalmente, esto enseña que el poder para resistir al mal no proviene de la voluntad humana, sino de la autoridad y el poder redentor de Jesucristo.

9. La oración sincera atrae el poder y la liberación divina
Moisés 1:24–25
Moisés clama a Dios y recibe fuerza.

Cuando Moisés clama a Dios, el cielo responde. La oración no es solo una expresión de fe, sino un medio real por el cual se recibe poder espiritual. Doctrinalmente, la oración conecta la debilidad humana con la omnipotencia divina.

10. El auxilio inmediato del Señor a quienes permanecen fieles
Moisés 1:25–26
Dios responde y libera a Moisés del poder de Satanás.

El Señor no abandona a Moisés en el momento de prueba. Satanás es reprendido y expulsado. Esto enseña que Dios actúa con poder cuando Sus hijos confían en Él, y que la fidelidad constante conduce a la liberación espiritual.

Conclusión: Moisés 1:12–26 enseña que resistir a Satanás no depende de la fortaleza personal, sino de conocer nuestra identidad divina, recordar la revelación recibida y confiar plenamente en Jesucristo. El relato muestra que la tentación puede ser intensa y prolongada, pero nunca supera el poder del Señor. Cuando permanecemos humildes, perseverantes y fieles al testimonio que ya hemos recibido, el Señor interviene y nos fortalece.

Este pasaje testifica que la victoria espiritual es posible para todo hijo o hija de Dios que elige apoyarse en el poder del Salvador.

¿Qué aprendo que me ayuda a mantenerme fiel al testimonio que he recibido?

  1. Recordar lo que ya sé por revelación
    Moisés no discute con Satanás desde la duda, sino desde la verdad que ya había recibido: había visto a Dios y conocía Su gloria (Moisés 1:13–14). Esto enseña que, cuando llegan la confusión o la tentación, no debemos negar experiencias espirituales pasadas, sino aferrarnos a ellas.
  2. Afirmar mi identidad como hijo o hija de Dios
    Moisés declara con firmeza: “Yo soy un hijo de Dios” (Moisés 1:13). Mantenerse fiel al testimonio implica recordar quiénes somos ante Dios, incluso cuando otras voces intentan redefinirnos o disminuirnos.
  3. Reconocer que Satanás imita, pero no posee poder verdadero
    Moisés discierne que Satanás intenta imitar la gloria divina, pero carece de ella (Moisés 1:14–15). Esto enseña que no todo lo que parece poderoso o convincente proviene de Dios. El testimonio se preserva cuando aprendemos a distinguir la verdad de sus falsificaciones.
  4. Persistir aun cuando me sienta débil espiritualmente
    Moisés se siente agotado y vulnerable, pero no abandona su fe (Moisés 1:18–20). El testimonio no se mantiene solo en momentos de fortaleza, sino en la perseverancia fiel durante la debilidad.

¿Qué fue lo que finalmente ayudó a Moisés a vencer a Satanás?

  1. Invocar el nombre de Jesucristo
    Moisés vence al adversario al mandar que se vaya “en el nombre del Hijo Unigénito” (Moisés 1:17, 21). Esto enseña que el poder para vencer a Satanás no proviene de la fuerza humana, sino del poder redentor de Jesucristo.
  2. La oración sincera y el clamor al Señor
    Cuando Moisés clama a Dios, el Señor responde con poder (Moisés 1:24–25). La oración abre el camino para que el poder divino actúe cuando nuestras fuerzas se han agotado.
  3. La intervención directa del Señor
    Finalmente, el Señor reprende a Satanás y lo expulsa (Moisés 1:25–26). Esto confirma que la victoria espiritual es posible porque Dios actúa en favor de Sus hijos cuando confían en Él.

¿Qué aprendes en Moisés 1:13–18 para reconocer y rechazar lo falso?

  1. Lo verdadero confirma la identidad divina. Moisés 1:13
    Moisés declara: “Yo soy un hijo de Dios”.
    Las falsificaciones de Satanás tienden a confundir o negar nuestra identidad divina. Lo que nos aleja de esa verdad es falso.
  2. Lo verdadero tiene gloria y luz reales. Moisés 1:14–15
    Moisés había visto la gloria de Dios y reconoció que Satanás no la poseía.
    Lo verdadero ilumina, aclara y edifica; lo falso puede impresionar, pero no ilumina espiritualmente.
  3. Lo verdadero proviene de Dios y produce humildad. Moisés 1:16–18
    La experiencia con Dios lleva a Moisés a la humildad y dependencia del Señor.
    Las imitaciones de Satanás suelen fomentar orgullo, autosuficiencia o exaltación del yo.
  4. Lo falso no puede sostenerse ante la verdad. Moisés 1:16
    Cuando Moisés se mantiene firme, Satanás pierde poder.
    Las falsificaciones espirituales se debilitan cuando se les confronta con la verdad revelada.

Diálogo: “Tengo un destino divino como hijo o hija de Dios” (Moisés 1)

Marta: Juan, mientras leía Moisés 1, me llamó mucho la atención que Dios, antes de darle cualquier misión a Moisés, lo primero que hace es decirle quién es: “mi hijo”. No empieza con mandamientos ni tareas.

Juan: Sí, eso es muy significativo. Parece que el Señor quiere que Moisés tenga su identidad bien clara antes de enfrentar cualquier desafío. Me hace pensar que, si no sabemos quiénes somos ante Dios, es fácil perder el rumbo.

Marta: Exacto. Y doctrinalmente es poderoso, porque enseña que nuestro valor no depende de lo que hacemos, sino de quiénes somos. Moisés no es valioso porque vaya a liberar a Israel; es valioso porque es hijo de Dios.

Juan: Y eso contrasta totalmente con Satanás. Él aparece después y lo primero que hace no es tentar a Moisés a pecar, sino a dudar de su identidad. Le dice, en esencia: “No eres hijo de Dios”.

Marta: Eso me impacta mucho. Satanás no empieza atacando el comportamiento, sino la identidad. Porque si logra confundir quién soy, después puede influir fácilmente en lo que hago.

Juan: Es una lección muy actual. Hoy en día hay muchas voces que intentan definirnos por el éxito, el fracaso, los errores del pasado o incluso por etiquetas sociales. Moisés 1 nos recuerda que nuestra identidad principal es eterna, no circunstancial.

Marta: También me impresiona Moisés 1:39, cuando Dios declara Su obra y gloria. Saber que el propósito de Dios es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del ser humano cambia completamente cómo vemos la vida.

Juan: Sí, porque eso nos incluye directamente. No es un plan abstracto. Cada mandamiento, cada convenio, cada experiencia —incluso las pruebas— tiene sentido dentro de ese propósito eterno.

Marta: Hablando de pruebas, me parece muy realista que Moisés enfrente a Satanás justo después de una experiencia espiritual tan poderosa. A veces pensamos que después de sentir el Espíritu ya estamos “a salvo”.

Juan: Y Moisés 1 enseña lo contrario. Las experiencias espirituales no eliminan la tentación, pero sí nos preparan para resistirla. Moisés no vence porque sea fuerte, sino porque recuerda lo que ya sabe.

Marta: Eso se nota cuando dice: “Yo soy hijo de Dios”. No discute con Satanás desde la duda, sino desde la revelación que ya había recibido.

Juan: Y además discierne que Satanás solo imita. No tiene gloria verdadera. Eso me ayuda mucho, porque hoy hay muchas cosas que parecen atractivas o poderosas, pero no producen luz ni paz duraderas.

Marta: Otra cosa que me enseñó este capítulo es la importancia de la humildad. Cuando Moisés dice que “el hombre no es nada”, no se está menospreciando, sino reconociendo su dependencia total de Dios.

Juan: Sí, y esa humildad es lo que permite que el poder del Señor actúe. Moisés se siente débil, incluso exhausto, pero no deja de confiar. Persevera.

Marta: Y finalmente, lo que marca la diferencia es cuando invoca el nombre del Hijo Unigénito. Ahí Satanás pierde todo poder.

Juan: Eso testifica que el poder para vencer al adversario no es nuestro; es de Jesucristo. Nosotros solo accedemos a ese poder mediante la fe, la oración y la autoridad divina.

Marta: Para mí, el mensaje final de Moisés 1 es muy esperanzador: no importa cuán intensa sea la tentación, nunca es más fuerte que el poder del Señor cuando recordamos quiénes somos y acudimos a Él.

Juan:mTotalmente de acuerdo. Este capítulo no solo nos enseña doctrina; nos invita a vivir desde nuestra identidad divina y a confiar en que nuestro destino eterno está seguro en Cristo.

Marta: Y quizá esa sea la pregunta clave para nosotros hoy: ¿desde qué identidad estoy tomando mis decisiones diarias?

Juan: Si respondemos esa pregunta como lo hizo Moisés, con fe y humildad, el Señor también nos dará poder para vencer.


Moisés 1:27–39; Abraham 3
La obra y la gloria de Dios es ayudarme a lograr la vida eterna


Después de contemplar la inmensidad de las creaciones de Dios, Moisés formula una pregunta profundamente humana y doctrinal: “¿Por qué son estas cosas así…?” (Moisés 1:30). La respuesta del Señor no se centra en los detalles científicos de la Creación, sino en Su propósito eterno. Dios revela que todo cuanto ha hecho —mundos, creaciones y leyes— tiene una finalidad clara y amorosa: “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). De este modo, el Señor dirige la mirada de Moisés —y la nuestra— desde el asombro por la Creación hacia el plan de salvación.

En estos versículos se nos invita a distinguir entre inmortalidad y vida eterna. La inmortalidad es el don de vivir para siempre con un cuerpo resucitado, concedido a toda la humanidad por medio de la Resurrección de Jesucristo. La vida eterna, en cambio, es una forma de vida: vivir para siempre en la presencia de Dios, con la capacidad de llegar a ser como Él. Ambas bendiciones son posibles únicamente gracias a Jesucristo, quien mediante Su Expiación vence tanto la muerte física como la muerte espiritual.

El libro de Abraham amplía esta perspectiva. En Abraham 3, especialmente en los versículos 24–26, se presenta el concilio premortal, donde se explica que la vida terrenal forma parte de una prueba divina. Allí aprendemos que los hijos de Dios fueron enviados a la tierra para ser probados, ejercer su albedrío y demostrar si harían “todo lo que el Señor su Dios les mandare”. Esta visión responde de manera directa a la inquietud de Moisés: la Creación y la vida mortal existen porque Dios desea que Sus hijos progresen, aprendan y, finalmente, hereden la vida eterna.

En conjunto, Moisés 1 y Abraham 3 enseñan que no somos producto del azar ni espectadores insignificantes de un universo vasto. Somos participantes activos en el plan de un Padre Celestial amoroso. Comprender que la obra y la gloria de Dios están directamente ligadas a nuestro destino eterno da propósito a nuestra vida, esperanza a nuestras pruebas y significado a nuestra obediencia a Jesucristo.

1. Dios revela Su propósito eterno
Moisés 1:31
Dios enseña a Moisés que Sus obras no son aleatorias ni carentes de sentido. Aunque el ser humano no siempre comprende de inmediato el “por qué” de las cosas, el Señor actúa conforme a un plan eterno perfectamente diseñado. Esta verdad invita a confiar en Dios aun cuando nuestra comprensión sea limitada, recordándonos que Su sabiduría trasciende la nuestra.

2. El enfoque de Dios no es la creación material, sino Sus hijos
Moisés 1:32–33
A pesar de haber creado innumerables mundos, Dios dirige la atención de Moisés hacia la humanidad. Esto revela que el valor supremo no reside en la vastedad del universo, sino en los hijos de Dios que lo habitan. La Creación es el escenario del plan de salvación, pero las personas son el propósito central de ese plan.

3. La omnipotencia y omnisciencia de Dios
Moisés 1:33, 35
Dios conoce todas Sus creaciones y ejerce poder absoluto sobre ellas. Este conocimiento perfecto asegura que nada ocurre fuera de Su control o propósito redentor. Para el creyente, esta doctrina brinda consuelo: nuestra vida no está sujeta al azar, sino al cuidado consciente de un Dios todopoderoso y amoroso.

4. El amor personal de Dios por Sus hijos
Moisés 1:34–35
El Señor afirma que conoce cada una de Sus obras, lo cual incluye a cada uno de Sus hijos. Esta enseñanza corrige la idea de un Dios distante o impersonal. Aunque gobierna mundos sin número, Dios se interesa profundamente por cada persona, escucha oraciones individuales y se involucra en nuestra vida diaria.

5. La obra y la gloria de Dios
Moisés 1:39
Este versículo es una de las declaraciones doctrinales más importantes del evangelio restaurado. Dios declara que Su obra y Su gloria consisten en llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. La inmortalidad es un don universal mediante la Resurrección de Jesucristo; la vida eterna es la exaltación, recibida por quienes aceptan y siguen a Cristo. Todo el plan de salvación se organiza en torno a este objetivo.

6. La organización ordenada del universo
Abraham 3:1–9
Abraham aprende que el universo opera conforme a leyes divinas, con un orden establecido y una jerarquía de cuerpos celestes. Este orden refleja la naturaleza de Dios: Él es un Dios de orden, no de confusión. De la misma manera, Su plan para Sus hijos sigue principios eternos que conducen al progreso y a la exaltación.

7. La jerarquía de inteligencias
Abraham 3:18–19
Dios revela que existen diferentes grados de inteligencia y gloria, y que Él es mayor que todos. Esta doctrina enseña que el progreso es real y posible. Las diferencias no implican favoritismo injusto, sino oportunidades para aprender, servir y crecer. Dios honra el desarrollo espiritual y la fidelidad.

8. La existencia premortal del ser humano
Abraham 3:22–23
Estos versículos confirman que los seres humanos existían como inteligencias antes de nacer en la tierra. En esa vida premortal, éramos hijos espirituales de Dios, conocidos y amados por Él. Esta verdad otorga identidad y dignidad divina al ser humano y explica por qué la vida terrenal no es el comienzo, sino una continuación de nuestra existencia eterna.

9. El concilio premortal y el propósito de la vida terrenal
Abraham 3:24–25
Dios declara que la vida mortal es una prueba, diseñada para permitir a Sus hijos ejercer el albedrío y demostrar su disposición a obedecer Sus mandamientos. Las pruebas no son castigos, sino oportunidades de crecimiento. Este conocimiento ayuda a comprender el sufrimiento y los desafíos como parte esencial del plan de salvación.

10. La posibilidad de progreso y vida eterna
Abraham 3:26
Quienes guardan su primer estado y son fieles en la vida terrenal reciben “gloria añadida”. Esto enseña que el progreso espiritual continúa y que la fidelidad es recompensada con vida eterna. Dios desea compartir Su gloria con Sus hijos, invitándolos a llegar a ser como Él mediante Jesucristo.

Conclusión: Los relatos de Moisés y Abraham convergen en una verdad central y profundamente consoladora: la vida tiene un propósito divino. Frente a la inmensidad del universo y a las preguntas naturales del corazón humano —¿por qué existimos?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿hacia dónde vamos?— el Señor responde con claridad y amor. Todo cuanto Él ha creado apunta a un solo objetivo: ayudar a Sus hijos a alcanzar la inmortalidad y, si así lo eligen, la vida eterna.

Estos pasajes enseñan que no somos accidentales ni insignificantes. Existimos desde antes de esta vida como hijos espirituales de Dios, fuimos enviados a la tierra con un propósito específico, y estamos rodeados por un plan perfectamente ordenado que respeta nuestro albedrío. La vida mortal, con sus pruebas y desafíos, no es un error ni un castigo, sino una etapa esencial de aprendizaje, crecimiento y demostración de fidelidad.

Al mismo tiempo, Moisés 1 y Abraham 3 colocan a Jesucristo en el centro del plan de salvación. Gracias a Él, la inmortalidad es un don asegurado para toda la humanidad, y la vida eterna se convierte en una posibilidad real para quienes deciden seguirle. Así, la obediencia, la fe y el arrepentimiento dejan de ser simples mandamientos y se revelan como oportunidades sagradas para llegar a ser como nuestro Padre Celestial.

Comprender que la obra y la gloria de Dios están directamente ligadas a nuestro destino eterno transforma la manera en que vemos nuestra vida diaria. Da sentido a nuestras decisiones, esperanza en medio de las pruebas y motivación para perseverar. En última instancia, estos textos nos invitan a vivir con propósito, gratitud y confianza, sabiendo que participamos activamente en el amoroso plan de un Padre Celestial que desea compartir con nosotros Su propia gloria y vida eterna.


Abraham 3:22–28
Viví como espíritu antes de nacer en la tierra


Uno de los aspectos más distintivos y esperanzadores del evangelio restaurado es la doctrina de la existencia premortal. Aunque las Escrituras revelan relativamente poco sobre nuestra vida antes de nacer, los versículos de Abraham 3:22–28 nos ofrecen una de las visiones más claras y profundas sobre ese período sagrado de nuestra existencia. En esta revelación, Abraham contempla a las inteligencias que existían antes de la creación del mundo y aprende que todas ellas eran conocidas por Dios y organizadas conforme a Su sabiduría.

Estos versículos enseñan que vivimos como espíritus antes de venir a la tierra, que éramos hijos de Dios con identidad, capacidad y potencial, y que participamos —de alguna manera— en los preparativos del plan divino. También aprendemos que Jesucristo fue escogido desde el principio para cumplir el papel central en ese plan, y que otros espíritus nobles y grandes fueron preparados para responsabilidades específicas en la vida terrenal.

Al estudiar Abraham 3:22–28, se nos invita a hacer algo más que adquirir conocimiento doctrinal. El pasaje nos anima a reconocernos a nosotros mismos en esa escena premortal: como seres conocidos por Dios, dotados de albedrío y llamados a progresar. Comprender estas verdades puede cambiar la manera en que vemos nuestra identidad, nuestras pruebas y nuestro propósito en la vida.

Reflexionar sobre lo que este texto enseña acerca de nosotros mismos y de Jesucristo nos ayuda a responder preguntas fundamentales: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? Al hacerlo, descubrimos que estas verdades no solo informan nuestra mente, sino que también pueden dar dirección, esperanza y significado a nuestras decisiones diarias y a nuestra fe en Jesucristo.

1. La existencia premortal de las inteligencias – Abraham 3:22
Este versículo afirma que nuestra existencia no comenzó con el nacimiento terrenal. Antes de venir a la tierra, existíamos como inteligencias ante Dios. Esta doctrina establece que la vida es eterna en su naturaleza y que nuestra identidad personal precede a la mortalidad. Comprender esto eleva el valor de la vida humana y da continuidad a nuestra existencia eterna.

2. Dios conocía a Sus hijos antes de que nacieran – Abraham 3:23
Dios no solo creó a Sus hijos espirituales, sino que los conocía individualmente. Este conocimiento divino implica amor, propósito y una relación personal previa. Saber que Dios nos conocía antes de nacer fortalece nuestra identidad como hijos de Dios y confirma que nuestra vida no es anónima ni accidental.

3. Espíritus “nobles y grandes” – Abraham 3:22–23
Algunos espíritus fueron identificados como “nobles y grandes”, lo que indica que el progreso y el desarrollo espiritual ya estaban en marcha en la vida premortal. Esta enseñanza no promueve orgullo ni comparación, sino responsabilidad. Los dones y capacidades que poseemos en la vida terrenal son oportunidades para servir y bendecir a otros conforme al plan de Dios.

4. Jesucristo fue escogido en la vida premortal – Abraham 3:24
Jesucristo fue elegido desde el principio para cumplir la misión central del plan de salvación. Su elección no fue casual, sino resultado de Su obediencia, fidelidad y amor perfecto al Padre. Este versículo afirma la preeminencia de Cristo y Su papel indispensable como Salvador y Redentor.

5. El concilio premortal – Abraham 3:24–25
El concilio premortal muestra que Dios obra con orden, comunicación y propósito. El plan de salvación fue presentado a Sus hijos, lo que indica que no fuimos enviados a la tierra sin comprensión ni consentimiento. Esta doctrina resalta el respeto divino por el albedrío y la participación consciente de Sus hijos en Su plan eterno.

6. El propósito de la vida terrenal – Abraham 3:25
La vida mortal es una prueba divina, no para que Dios aprenda algo nuevo, sino para que Sus hijos desarrollen fe, obediencia y carácter. Las pruebas, decisiones y experiencias de la vida terrenal tienen un propósito formativo. Esta perspectiva ayuda a ver los desafíos como oportunidades de crecimiento eterno.

7. El albedrío en el plan de Dios – Abraham 3:25, 27–28
El plan de Dios siempre ha respetado el albedrío. Cada espíritu tuvo la capacidad de elegir aceptar o rechazar el plan presentado. El albedrío es esencial para el progreso eterno; sin él, no habría verdadero crecimiento ni amor genuino. Esta verdad subraya nuestra responsabilidad personal en cada etapa de la existencia.

8. Jesucristo se ofrece voluntariamente – Abraham 3:27
Cuando Jesucristo declara: “Heme aquí, envíame”, manifiesta Su perfecta sumisión al Padre y Su amor por toda la humanidad. Su disposición contrasta con la coerción y revela que la salvación se basa en el sacrificio voluntario. Este acto premortal anticipa Su expiación y Su constante obediencia.

9. La oposición y la rebelión en la vida premortal – Abraham 3:28
Algunos espíritus rechazaron el plan de Dios y se rebelaron contra Él. Esta rebelión demuestra que la oposición es una realidad eterna y que el mal surge del mal uso del albedrío. La caída de estos espíritus subraya la importancia de la humildad, la obediencia y la lealtad a Dios.

10. Las consecuencias de las decisiones premortales – Abraham 3:26, 28
Las decisiones tomadas en la vida premortal tuvieron consecuencias eternas. Aquellos que guardaron su primer estado recibieron la oportunidad de venir a la tierra y progresar. Esta enseñanza confirma que las decisiones importan y que la fidelidad siempre trae mayor luz, conocimiento y gloria.

Conclusión — Viví como espíritu antes de nacer en la tierra

Abraham 3:22–28 nos ofrece una de las revelaciones más elevadas y consoladoras del plan de salvación: nuestra vida no comenzó en la tierra, ni termina con la muerte. Estos versículos confirman que existimos como espíritus antes de nacer, que éramos conocidos individualmente por Dios y que participamos —con albedrío real— en un concilio sagrado donde se presentó el plan divino para nuestra progresión eterna.

Doctrinalmente, este pasaje establece que la identidad humana es eterna. No somos creaciones accidentales ni seres sin propósito, sino hijos espirituales de un Padre Celestial que nos conoce, nos ama y confía en nuestro potencial. La mención de espíritus “nobles y grandes” no introduce una jerarquía de valor, sino una verdad de responsabilidad: los dones y capacidades espirituales existen para bendecir y servir conforme a la voluntad de Dios.

En el centro de esta revelación se encuentra Jesucristo, escogido desde el principio como el Salvador del mundo. Su declaración “Heme aquí, envíame” revela el fundamento del plan de salvación: la obediencia voluntaria, el amor perfecto y el respeto absoluto por el albedrío. En contraste, la rebelión de Lucifer y de quienes lo siguieron demuestra que el progreso eterno siempre ha dependido de decisiones reales, con consecuencias eternas.

Finalmente, Abraham 3 enseña que la vida terrenal es una continuación del camino eterno, una etapa necesaria para poner en práctica lo que se aceptó en la vida premortal. Las pruebas, los desafíos y las decisiones morales no son obstáculos al plan de Dios, sino el medio por el cual Sus hijos pueden crecer, demostrar fidelidad y recibir “gloria añadida”.

Comprender estas verdades transforma la manera en que vemos nuestra vida, nuestras pruebas y nuestras decisiones. Saber que vivimos antes, que elegimos venir, que Cristo fue preparado para salvarnos y que nuestro Padre Celestial desea nuestro progreso eterno, da profundidad a nuestra fe, dignidad a nuestra identidad y esperanza firme en el destino que Dios ha preparado para todos los que deciden seguir a Jesucristo.


Diálogo:
La obra y la gloria de Dios es ayudarme a lograr la vida eterna


Juan: Al leer Moisés 1, algo que siempre me llama la atención es la pregunta de Moisés: “¿Por qué son estas cosas así?” Me parece una pregunta muy humana.

Marco: Sí, totalmente. Moisés acaba de ver la inmensidad de las creaciones de Dios y, en lugar de preguntar cómo se hicieron, pregunta por qué. Eso cambia todo el enfoque del relato.

Juan: Y la respuesta del Señor es sorprendente. No entra en detalles científicos, sino que va directo al propósito eterno: “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.

Marco: Eso me enseña que, para Dios, la creación no es el fin, sino el medio. Los mundos existen, pero el centro de Su obra somos nosotros, Sus hijos.

Juan: Algo que me ayudó fue distinguir entre inmortalidad y vida eterna. Antes pensaba que eran lo mismo.

Marco: A mí me pasaba igual. Pero Moisés 1:39 lo aclara muy bien. La inmortalidad es vivir para siempre con un cuerpo resucitado, y eso es un don universal gracias a Jesucristo.

Juan: Mientras que la vida eterna implica vivir en la presencia de Dios y llegar a ser como Él. Es una bendición que requiere elegir seguir a Cristo.

Marco: Exacto. Ambas vienen por Jesucristo, pero la vida eterna está directamente relacionada con nuestras decisiones y nuestra fidelidad.

Juan: Ahí es donde Abraham 3 complementa tan bien el mensaje. Nos muestra que este plan no empezó en la tierra.

Marco: Sí, Abraham 3:22–23 enseña que existíamos como espíritus antes de nacer y que Dios nos conocía individualmente. Eso cambia la forma en que uno se ve a sí mismo.

Juan: Da mucha dignidad saber que no somos producto del azar. Que Dios nos conocía, confiaba en nosotros y nos permitió venir a la tierra como parte de Su plan.

Marco: También me impacta el concilio premortal en Abraham 3:24–25. La vida terrenal no es improvisada; es una prueba aceptada con albedrío.

Juan: Y Jesucristo ocupa el centro desde el principio. Cuando Él dice: “Heme aquí, envíame”, demuestra que el plan de salvación se basa en obediencia voluntaria y amor.

Marco: En contraste con la rebelión de Lucifer, que quiso imponer un camino sin albedrío. Eso nos enseña que el progreso eterno siempre requiere elección.

Juan: Entonces, cuando uno junta Moisés 1 y Abraham 3, queda claro que la vida tiene propósito, incluso en medio de las pruebas.

Marco: Exacto. Las dificultades no son castigos, sino oportunidades para demostrar lo que ya aceptamos antes de venir a la tierra.

Juan: Me gusta pensar que cada decisión diaria está conectada con ese plan eterno. Nada es pequeño cuando se ve desde esa perspectiva.

Marco: Al final, entender que la obra y la gloria de Dios están ligadas a nuestra vida eterna cambia la manera de vivir.

Juan: Sí. Da esperanza, da sentido a la obediencia y fortalece la fe en Jesucristo.

Marco: Y nos recuerda que no solo estamos viviendo una vida… estamos continuando un camino eterno con un Padre Celestial que desea compartir con nosotros Su gloria.

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