
Acercándose a la Santidad Explorando la Historia y las Enseñanzas del Antiguo Testamento
Krystal V. L. Pierce y David Rolph Seely
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El Matrimonio de Adán y Eva
Elementos Rituales y Literarios
RoseAnn Benson
RoseAnn Benson es una ex profesora adjunta de escritura antigua e historia
y doctrina de la Iglesia en la Universidad Brigham Young.
El matrimonio entre hombre y mujer se encuentra en el corazón de la tradición familiar judeocristiana, cuyas raíces se hallan en la historia bíblica hebrea de Adán y Eva. Los elementos rituales en el matrimonio de Adán y Eva apuntan a su naturaleza como un convenio. La siguiente representación legendaria del primer matrimonio proporciona un punto de partida para discutir el matrimonio de Adán y Eva al ilustrar varios elementos clave.
La boda de la primera pareja se celebró con una pompa nunca repetida en toda la historia. Dios mismo, antes de presentarla a Adán, vistió y adornó a Eva como una novia. Sí, Él apeló a los ángeles, diciendo: “Venid, hagamos servicios de amistad por Adán y su compañera, pues el mundo se sostiene en los servicios amistosos, y estos son más agradables a Mis ojos que los sacrificios que Israel ofrecerá sobre el altar”. Los ángeles rodearon el dosel nupcial, y Dios pronunció las bendiciones sobre la pareja nupcial… Los ángeles luego danzaron y tocaron instrumentos musicales ante Adán y Eva en sus diez cámaras nupciales de oro, perlas y piedras preciosas, que Dios había preparado para ellos.
Esta leyenda judía destaca elementos rituales en este evento. Representa a Dios, testificado por ángeles, en un lugar especialmente preparado, presidiendo y realizando la boda de Adán y Eva. La ubicación sagrada de la boda y la presencia de testigos sugieren que este evento siguió aspectos rituales. El relato escritural y la revelación de los últimos días contienen patrones rituales y literarios que indican que el matrimonio es una relación de convenio.
INVESTIGACIÓN PREVIA
La idea de que el matrimonio de Adán y Eva está vinculado a un convenio y se realizó en recintos sagrados resuena con los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; sin embargo, este no es el caso con algunos académicos prominentes como Jacob Milgrom y Moshe Greenberg. Los principales argumentos en contra de un matrimonio basado en un convenio se centran en (1) la ausencia de términos hebreos para juramentos y convenios en las descripciones del matrimonio de Adán y Eva, y (2) el debate sobre si los pasajes bíblicos que se refieren al matrimonio son metafóricos o literales. Estos académicos afirman que la declaración de juramento y los términos de convenio que sí existen son simbólicos de la relación de Israel con Jehová y no representan un matrimonio real o la relación entre esposo y esposa. Concluyen que estos términos no se relacionan con Adán y Eva.
Milgrom argumenta que ninguno de los contratos matrimoniales y leyes existentes del antiguo Cercano Oriente estipulaba un juramento, sin el cual el matrimonio no alcanzaría el nivel de un convenio. Por ejemplo, el juramento y convenio entre Jacob y Labán, que a veces se cita como un ejemplo de convenio, se refiere a la promesa de Jacob de no tomar otras esposas (ver Génesis 31:44-50). Además, Milgrom sostiene que el término “כרת ברית” (krt bryt), que literalmente significa “cortar un convenio”, en otros pasajes que se refieren al matrimonio es una metáfora literaria y no tenía un efecto legal. Hace esta afirmación porque el juramento fue tomado por el novio en lugar de la novia. Greenberg apoya a Milgrom, explicando que este juramento es parte del convenio abrahámico, prometiendo la tierra de Canaán a los patriarcas y sus descendientes, y es “la declaración solemne de la obligación mutua conectada con el Éxodo y el convenio con el pueblo”, en lugar de un reflejo de la práctica matrimonial. Así, Milgrom y Greenberg afirman que el “juramento” y el “convenio” encontrados en Ezequiel 16 son metafóricos en lugar de literales.
El texto de Malaquías, el pilar principal de la identificación tradicional del matrimonio como un convenio en la Biblia hebrea, es otra área de debate para la cuestión del matrimonio literal o metafórico. ¿El texto se refiere a un “matrimonio literal o a un matrimonio simbólico (ya sea con Dios, con el convenio o con el sacerdocio)”? Malaquías 2:14 testimonia contra la infidelidad de los sacerdotes levitas hacia la “esposa de su juventud”. Milgrom afirma que “es la novia, no el esposo, quien está sujeta a las leyes de adulterio”, haciendo que esta referencia en Malaquías también sea metafórica en lugar de literal. Proverbios 2:17 describe a la adúltera “que abandona al compañero de su juventud y olvida el pacto de su Dios”. Aunque algunos académicos citan este pasaje para identificar explícitamente el matrimonio como un convenio, otros creen que el convenio en cuestión es con Israel y su Dios, no un convenio individual de matrimonio. Los académicos también objetan describir la relación de Adán y Eva como una relación de convenio porque la palabra convenio no aparece en los pasajes relacionados con su matrimonio.
Las afirmaciones de estos académicos pueden ser contrarrestadas, primero, reconociendo que la ausencia de palabras específicas en hebreo como krt bryt no excluye un convenio. En este sentido, George Mendenhall escribió: “Hay numerosas referencias a convenios y relaciones de convenio donde este término no aparece”. El Decálogo define sin lugar a dudas la relación de convenio entre Jehová y la casa de Israel, pero carece del término legal “krt bryt”. En segundo lugar, el simbolismo sin un referente concreto no tiene significado. Aunque la metáfora de la novia y el novio en los escritos de Oseas, Isaías, Jeremías y Ezequiel simboliza el convenio entre Dios y la casa de Israel, esta metáfora no sería comprensible ni tendría el poder de transmitir un mensaje de fidelidad al convenio si la metáfora no correspondiera con la relación matrimonial literal. Así, P. A. Kruger observa que “el uso de una imagen específica en una sociedad particular exige un cierto entorno cultural en el que esta imagen pueda funcionar de manera significativa”. La posición de que este convenio simboliza el matrimonio de Dios con la casa de Israel no es más válida que la de que el matrimonio simboliza el convenio de Dios con un hombre y una mujer. Dios desea que sus hijos comprendan la idea de fidelidad a su convenio con él, por lo que utilizó una relación con la que todos están familiarizados: el matrimonio.
CONVENIOS EN EL ANTIGUO CERCANO ORIENTE
El convenio, en su sentido más amplio, puede referirse a cualquier acuerdo entre partes, incluso si no va acompañado de una expresión verbal o un símbolo externo. Así, por ejemplo, “un apretón de manos o una comida en común pueden constituir un convenio”. Una relación de hecho podría considerarse un matrimonio legal en algunas culturas, aunque las personas no hayan participado en un acto público simbólico, ritualista o legal. Sin embargo, en el uso y comprensión bíblica hebrea del convenio, existen ciertos elementos esenciales.
En el antiguo Cercano Oriente, un convenio era una relación entre partes que involucraba obligaciones en ambos lados y se establecía a través de un juramento y, a menudo, una acción. La mayoría de los académicos están de acuerdo en que el juramento, una promesa respaldada por una maldición o penalidad, impresionaba tanto al dador como al receptor con la obligación de veracidad y confiabilidad y era esencial para el convenio. Por lo general, el juramento va seguido de una invocación de testigos o una fórmula de maldición: una apelación a la deidad o al rey que podría ejecutar la penalidad si el convenio se rompiera. Dios es el testigo último y ejecutor de todos los juramentos. Así, un convenio, tal como se usa en la Biblia hebrea, es mucho más que un acuerdo o contrato. Es una promesa y un compromiso personal para cumplir con la obligación del acuerdo. Es el juramento lo que vincula a las partes del convenio con las obligaciones estipuladas.
Con frecuencia, se encuentran juramentos y convenios como expresiones emparejadas. El término “convenio” a menudo se empareja con “juramento”, y la frase “hacer [cortar] un convenio” con “jurar”. Por ejemplo: “Haya ahora un juramento entre nosotros, entre nosotros y tú, y hagamos [cortemos] un convenio contigo” (Génesis 26:28; énfasis añadido), y “Te juré y entré en pacto contigo” (Ezequiel 16:8; énfasis añadido). El emparejamiento de estos términos indica que pueden considerarse elementos de la formación de convenios. Así, en el paradigma del convenio, los elementos “jurar juramentos” y “cortar convenios”, es decir, el corte ritual de animales para fines sacrificiales, son indicaciones de una obligación mutuamente vinculante y a menudo van juntos. Sin embargo, aunque la palabra para convenio no se menciona específicamente en el matrimonio de Adán y Eva, los elementos rituales y literarios indican que era una relación de convenio.
PATRONES RITUALES Y LITERARIOS DE LA FORMACIÓN DE CONVENIOS
A medida que se descubrieron documentos del antiguo Cercano Oriente, Elias Bickerman hizo una observación fascinante: los elementos estructurales comunes a estos tratados también se encontraban en los convenios bíblicos hebreos. Los elementos comunes tanto al tratado como al convenio identificados por Bickerman son la introducción del hablante, el prólogo histórico, las estipulaciones, el documento, la invocación de dioses o Dios como testigos, y el pronunciamiento de bendiciones y maldiciones. Dennis McCarthy notó un patrón de rituales o ritos comunes al proceso de formación de convenios: negociaciones basadas en relaciones existentes; una definición más clara de la relación; afirmación simbólica; aviso de la formación del convenio; y asociación con un santuario. Aunque puede haber diferencias en el orden de los elementos, los patrones son generalmente consistentes.
Un paradigma de convenio más completo para examinar el matrimonio de Adán y Eva se formula combinando los elementos superpuestos de los patrones literarios de tratados/convenios y los rituales de convenios. Los convenios se basan en la historia pasada o la relación entre las partes del convenio. Las condiciones del convenio son el segundo elemento. El tercer elemento enumera las consecuencias prometidas—buenas y malas—dependiendo del cumplimiento de las condiciones. El cuarto elemento requiere testigos de la formación del convenio. El último elemento incluye rituales que señalan la aceptación, así como la documentación que indica legitimidad y renovación.
El siguiente esquema proporciona una mayor descripción de los patrones identificados y sitúa el matrimonio de Adán y Eva dentro de los elementos.
Prólogo histórico y relación. El prólogo histórico es la historia antecedente y presenta un breve resumen de la relación entre las partes, proporcionando un contexto para nuevas negociaciones y aclaración de un convenio. Una relación previa y “general” es la base inicial para un tratado o convenio y puede ser una mera formalidad con expresiones de cortesía o un tipo de negociación de “dar y recibir”. En este preámbulo, se introduce al hablante—quién es el que otorga el convenio y por qué tiene derecho a hacerlo—lo que establece un vínculo entre las partes. Esta historia tiene la intención de proporcionar el precedente legal para el convenio y definir la relación de las partes, explicando por qué una parte es el soberano y la otra el vasallo. El hablante es el creador del convenio porque él es el soberano, o el que tiene el poder. Por ejemplo, en el preámbulo del Decálogo, el hablante y su soberanía se declaran de manera sucinta: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2). Así, Dios es el hablante, y al relatar su liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, declara su historia con ellos y afirma su derecho de soberanía.
El relato de Génesis 1 declara: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” y “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:1, 27). No cabe duda de que Dios, el Creador, fue el poder que trajo el mundo a la existencia. Él declara sus derechos de soberanía, como organizador de todos los elementos, animados e inanimados, para los habitantes previstos de la tierra, Adán y Eva. Al final de cada período creativo, pronuncia que sus obras de creación son buenas.
Después de la creación de Adán, Dios lo coloca en el Jardín del Edén, instruyéndolo para que “lo labre y lo guarde” (Génesis 2:15). Además, Dios trae los animales a Adán para que les ponga nombre. Adán recibe mandamientos respecto a sus responsabilidades con los reinos vegetal y animal como mayordomo de todas las creaciones de Dios. El hombre y la mujer, la creación culminante de Dios, son mandados a “fructificad y multiplicaos”, a “llenar la tierra y sojuzgarla” ejerciendo dominio sobre todos los seres vivos (Génesis 1:27-28). Al concluir el período de creación, Dios anuncia que “todo lo que había hecho… era muy bueno” (Génesis 1:31). Cada creación era buena, pero la creación cumbre es el hombre y la mujer, a quienes Dios mandó poner en marcha sus propósitos y planes para toda la creación.
En Génesis 2, se declara el origen del parentesco entre el hombre y la mujer cuando se crea el cuerpo físico de Eva del costado de Adán (ver Génesis 2:21-22). Aunque muchos comentaristas ven la historia de la costilla como figurativa, esta imagen, ya sea leída de manera literal o figurativa, indica que Adán y Eva tenían una relación muy cercana. Adán reconoce que Eva es como él en más que solo un sentido “general”. A diferencia de otras creaciones del reino animal que tienen brazos y piernas pero también pelaje, escamas o algún otro tipo de cobertura, la mujer tiene el mismo tipo de carne y huesos que el hombre. Adán identifica esta similitud cuando dice: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Adán subraya su origen cercano al anunciar: “Esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:23). La creación de la mujer por parte de Dios “del hombre” enfatiza la similitud de la pareja entre sí y su singularidad con respecto a sus creaciones anteriores. Adán, por lo tanto, concluye acertadamente que Eva tenía una relación más cercana con él que con cualquier otra creación. Sellando su parentesco, Dios los coloca a ambos en el Jardín del Edén como compañeros: Dios “le diste a ella para que estuviera con él” y, en palabras de Adán, “mandaste que ella se quedara conmigo” (Génesis 3:12; Moisés 4:18).
El verbo hebreo נתן (nathan), “dar”, tiene el significado de dar ya sea bienes muebles (propiedad o esclavo) o una doncella. Por ejemplo, en el siguiente pasaje, Saúl da a su hija mayor Merab a Adriel “por esposa”, lo que indica que el verbo hebreo nathan es a menudo sinónimo de matrimonio (ver 1 Samuel 18:19). Así, las frases “la diste para que estuviera con él” y “mandaste que ella se quedara con él” indican que Dios está casando a Adán con Eva y estipulando que su relación es vinculante.
El mandamiento de Dios “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” y la referencia del narrador al “hombre y su esposa” (Génesis 2:24-25) definen aún más la relación de Adán y Eva. Jesús, al responder a preguntas de los fariseos sobre el divorcio, reitera esta frase y añade: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6). Cuando los fariseos continúan presionando, Jesús enseña que Dios pretendía que esta relación fuera vinculante; sin embargo, “Moisés, por la dureza de vuestros corazones, os permitió repudiar a vuestras esposas; pero al principio no fue así” (Mateo 19:8). Haciendo eco de las enseñanzas de Jesús contra el divorcio, el apóstol Pablo declara que el Señor mandó: “La mujer no se separe de su marido… y el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10-11). A lo largo de este capítulo de 1 Corintios, Pablo establece “un tema constante de lealtad hacia el compañero de matrimonio una vez que se ha establecido esa relación”. La definición de la relación entre esposo y esposa se pretende que sea permanente.
Desde el principio, Dios estableció que él era el Señor del cielo y la tierra, y de todo lo que había en ellos. Al otorgar responsabilidades y mandamientos, estableció la soberanía en su relación con sus hijos. Dios fue el dador benévolo de la vida y el convenio, y Adán y Eva fueron sus agradecidos vasallos receptores.
Estipulaciones. Las estipulaciones son declaraciones de requisitos y obligaciones que definen la relación de convenio en términos de imperativos positivos y negativos. La primera parte de las estipulaciones contiene las condiciones o expectativas del convenio. La segunda parte de las estipulaciones es la aceptación o confirmación del convenio mediante un juramento u otra acción simbólica.
Primero, Dios, como soberano, establece las estipulaciones que se espera que sus vasallos obedezcan. Dios mandó a Adán y Eva que fueran obedientes a sus estipulaciones: multiplicarse, llenar y sojuzgar la tierra, y tener dominio sobre todas las creaciones vivientes (ver Génesis 1:28); “amarle y servirle, al único Dios viviente y verdadero, y que él fuera el único ser a quien debían adorar” (Doctrina y Convenios 20:19); no comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal” si deseaban permanecer en el jardín, pero en esta situación, Dios les permite elegir (ver Génesis 2:17; 3:2-3; Moisés 3:17); permanecer juntos (ver Génesis 3:12; Moisés 4:18); y que Eva fuera una ayuda idónea para Adán (ver Génesis 2:20). El cumplimiento completo de las estipulaciones establecidas por Dios requería que Adán y Eva las obedecieran juntos.
Estipulaciones de Dios a Adán y Eva
- Multiplicarse, llenar y sojuzgar la tierra, y tener dominio sobre todas las cosas vivientes.
- Amar, servir y adorar solo a Dios.
- No comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal”.
- Adán y Eva deben permanecer juntos.
- Eva debe ser una ayuda idónea para Adán.
Adán, al responder por qué participó del fruto prohibido, dijo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12). Como se desarrolló anteriormente, el verbo hebreo nathan, que significa “dar”, indica matrimonio. Que esta fuera una relación vinculante o de convenio se hace más claro por la interjección de una frase adicional de la Traducción de José Smith: “y mandaste que ella se quedara conmigo [Adán]” (Moisés 4:18). Dios creó una mujer, la dio a Adán en matrimonio y les mandó que permanecieran juntos. La importancia de esta estipulación era clara para Adán. Pablo enseña que Adán no fue engañado (ver 1 Timoteo 2:14). Él participó del fruto prohibido voluntariamente para permanecer con Eva. Adán ya sabía lo que era estar solo y sin una ayuda idónea (ver Génesis 2:18-20). Dejó la presencia de Dios y el Edén para permanecer con Eva; así, Adán pasó del paraíso al mundo telestial para permanecer con la mujer que Dios le había dado. En algún momento, Adán y Eva reconocen que para cumplir con la estipulación de multiplicarse, deben salir del jardín (ver Moisés 5:11; 2 Nefi 2:22-23).
En segundo lugar, algún acto externo o expresión solemne indica la aceptación de las estipulaciones por las partes. Hugenberger sugiere que Adán pronunció verba solemnia (palabras solemnes) ante Dios: “Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Jolene Rockwood identifica esta frase como una promesa ritual. Según Rockwood, el hueso en hebreo simboliza poder, mientras que la carne simboliza debilidad. Adán, al declarar a Eva “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, jura ritualmente estar unido a ella en la fortaleza y la debilidad, similar a la promesa matrimonial de permanecer juntos “en la enfermedad y en la salud”, lo que significa que estas palabras indican un convenio matrimonial.
Una declaración similar se hizo en el convenio con David para ser rey de Israel. Los líderes de las tribus del norte de Israel vinieron ante David en Hebrón y afirmaron su reinado, proclamando: “He aquí, nosotros somos hueso tuyo y carne tuya”, palabras vinculantes de compromiso con la entidad política de Israel y su líder (2 Samuel 5:1; 1 Crónicas 11:1). El matrimonio de Adán y Eva fue un compromiso vinculante, tanto a sus ojos, con Adán participando del fruto para poder permanecer con Eva, como a los ojos de Dios, quien reitera su mandato después de la Caída para que permanezcan juntos.
Maldiciones y bendiciones. Las maldiciones pronuncian las consecuencias por las obligaciones incumplidas. Las bendiciones se consideran la norma y cada parte del convenio reconoce su presencia. En resumen, las maldiciones son penalidades por no respetar las estipulaciones del convenio, y las bendiciones son incentivos para cumplir con las estipulaciones. Aunque no hay un registro existente de que Adán o Eva solemnizaran su matrimonio con bendiciones y maldiciones, el género de bendición y maldición se encuentra en las declaraciones de Dios. Dios declara sus responsabilidades matrimoniales y les da mandamientos cuando los coloca en el jardín. Reitera estos mandamientos y amplía la comprensión de Adán y Eva sobre ellos cuando caen de su estado edénico a la mortalidad para traer hijos al mundo (ver Génesis 2:17; 3:14-19; 2 Nefi 2:22-25).
En su matrimonio, Dios bendice e instruye a Adán y Eva para “fructificad y multiplicaos”, para “llenar la tierra y sojuzgarla” al tener dominio sobre todas las cosas vivientes (Génesis 1:28). Dios coloca al hombre en el Jardín del Edén e instruye sobre el fruto de los árboles, diciendo que coman libremente de todos excepto de uno en particular, “el árbol del conocimiento del bien y del mal”, porque es el árbol de la mortalidad (Génesis 2:16-17). Tanto Adán como Eva transgreden esta estipulación. Después de su confesión de desobediencia al participar del fruto prohibido, Dios pronuncia las consecuencias específicas de su desobediencia. Las consecuencias afectan tanto su relación matrimonial como su relación con Dios. Ellos habían sido advertidos de que morirían si participaban del fruto prohibido y eran conscientes de esta penalidad de antemano. Después de su desobediencia, Dios explica en mayor detalle cuáles serían las consecuencias de la mortalidad, llamada “muerte” en Génesis. Él informa a Eva que “multiplicaré en gran manera [una y otra vez] tus dolores y tus preñeces; con dolor [pena o angustia] darás a luz hijos; y tu deseo [anhelo] será para tu marido, y él se enseñoreará [presidirá] de ti” (Génesis 3:16). Dios aconseja a Adán que la maldición de la tierra trae consigo la bendición del trabajo arduo que solo terminaría con la muerte (ver Génesis 3:17-19). En este punto, Dios hace “túnicas de pieles” como ropa para Adán y Eva, quizás ritualizando sus pronunciamientos. Además, Adán y Eva, como pareja, deben abandonar la presencia de Dios en el Jardín del Edén (ver Génesis 3:24). Las consecuencias de su desobediencia, aunque diferentes para cada uno de ellos y pronunciadas individualmente, les afectan a ambos, ya que están casados y se les ordenó permanecer juntos.
Testigos. La invocación de dioses como testigos para validar el convenio se encuentra en los tratados del antiguo Cercano Oriente. Estos dioses representan el poder del soberano para bendecir o penalizar al vasallo según la obediencia a las estipulaciones. En la Biblia hebrea, el cielo y la tierra, seres mortales e inmortales, objetos animados e inanimados son invocados como testigos de los convenios (ver Deuteronomio 27:1-8; 30:19; 31:26; 32:1-43; Josué 24:27; 1 Enoc 100), y también, como declara la leyenda judía, los ángeles. En el caso de un convenio entre Dios y sus hijos, independientemente del testigo simbólico, Dios es tanto una parte como el garante del convenio. Dado que Dios dio a Eva a Adán y le ordenó que permaneciera con él, Dios es el creador de su relación y el testigo último. Von Rad describe esta participación de la siguiente manera: “Dios mismo, como un padre de la novia, lleva a la mujer al hombre”. Así, Dios, tanto en su papel divino como paterno, estuvo presente para presenciar y juzgar la aceptación y obediencia de Adán y Eva a las estipulaciones que él había establecido.
Afirmación, documento, anuncio, espacio sagrado. A menudo, una afirmación simbólica, señal o ritual ratificaba o conmemoraba un convenio en la cultura del antiguo Cercano Oriente. Por ejemplo, la circuncisión fue la señal o símbolo que acompañó la formación de un convenio con Abraham. En el matrimonio, עדי (yāda´), que significa “conocer”, o la unión sexual, fue la señal o símbolo que acompañó la formación del convenio.
Gordon Hugenberger ha examinado Malaquías 2 y otros pasajes de la Biblia hebrea en busca de evidencias de un convenio en el matrimonio. Señala la presencia de verba solemnia y la unión sexual como las señales ratificadoras del convenio matrimonial. Comentando sobre una frase en Malaquías 2:14, “la esposa de tu juventud… tu compañera, y la esposa de tu convenio”, Ze’ev Falk señala que el uso sinónimo del sustantivo femenino hebreo חברת (chabereth), que significa “esposa” o “compañera”, con la palabra “convenio”. La forma verbal de esta palabra, חבר (chaber), tiene significados que incluyen “unir, juntar y, en general, crear una asociación corporal y, por lo tanto, puede usarse en el sentido de relaciones sexuales”. El élder Jeffrey R. Holland describió el significado sagrado y simbólico de la intimidad sexual como una señal vinculante del convenio matrimonial. “Una unión total y virtualmente inquebrantable, un compromiso tan inquebrantable entre un hombre y una mujer, solo puede darse con la proximidad y permanencia que ofrece un convenio matrimonial… El símbolo externo de esa unión, la manifestación física de lo que es una unión espiritual y metafísica mucho más profunda, es la mezcla física que forma parte—de hecho, una expresión más hermosa y gratificante—de esa unión mayor y más completa de propósito y promesa eterna.”
Herbert Huffmon comenta que yāda´ tiene un significado legal en tratados y convenios bíblicos. En un tratado del antiguo Cercano Oriente, el soberano requería que sus vasallos “conocieran”, es decir, reconocieran legalmente al soberano o enfrentaran la amenaza de invasión y otras consecuencias por reconocer a cualquier otro gobernante fuera de la familia soberana. Quizás este intercambio entre Dios e Israel sea el mejor paralelo a algunos de los tratados del antiguo Cercano Oriente que ilustran una relación de convenio exclusiva: “Yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto; no conocerás otro Dios fuera de mí, ni otro Salvador sino a mí. Yo te conocí en el desierto, en tierra seca” (Oseas 13:4-5; énfasis añadido). En este ejemplo, Jehová, el “soberano”, le dice a Israel, su “vasallo”, que no reconozca a ningún otro Dios, porque él no reconoce a otro pueblo como estipulado en el convenio sinaítico. Así, yāda´ puede ser un término legal que indica “reconocimiento legal mutuo” de un convenio de tratado.
Adán conociendo a Eva (ver Génesis 4:1) también puede significar “reconocimiento legal mutuo” de un convenio matrimonial. En este ejemplo, “conocer” es una referencia oblicua a la unión sexual y es el indicador formal “para la consumación del matrimonio tanto en el Antiguo Testamento como en otros lugares del antiguo Cercano Oriente… porque se veía como un signo de juramento”. Hugenberger afirma que la unión sexual consensuada se entendía como el acto matrimonial y su señal ratificadora del juramento de convenio.
Un ejemplo de la unión sexual como la señal de la consumación del matrimonio se encuentra en los comentarios de Jacob a Labán sobre Raquel: “Dame mi esposa, porque mi tiempo se ha cumplido, para que me llegue a ella” (Génesis 29:21). Este pasaje ilustra que las relaciones sexuales caracterizan el final del período de compromiso y el comienzo del matrimonio. Como Labán engañó a Jacob dándole a Lea, Jacob se queja del engaño, pero no cuestiona la validez de su matrimonio con Lea porque había consumado el matrimonio (ver Génesis 29:23). En contraste con las relaciones sexuales lícitas, la historia de Siquem y Dina demuestra que en los tiempos bíblicos, las relaciones sexuales prematrimoniales deshonraban a una mujer, independientemente de si el acto fue consensuado o no (ver Génesis 34). El Documento de Damasco ofrece una visión aún más estricta. En las leyes de seducción (ver Éxodo 22:16) y violación (ver Deuteronomio 22:25-29), “cualquier relación sexual entre un hombre y una mujer soltera creaba un vínculo matrimonial, independientemente de si esa era la intención de la pareja”. La razón detrás de esta interpretación es que resulta un vínculo inquebrantable al convertirse en “una sola carne”.
Según la ley hebrea, las relaciones sexuales prematrimoniales podían legitimarse mediante el matrimonio formal; sin embargo, el padre tenía el derecho de negarse a dar a su hija a un hombre que la había violado o seducido (ver Éxodo 22:16-17). En la cultura social hebrea, la consumación del matrimonio era de tal importancia que un nuevo esposo estaba exento de la batalla (ver Deuteronomio 20:5-7; 24:5).
Hugenberger también sostiene que el énfasis en la unidad que a menudo acompaña a la formación de convenios, como comer juntos y darse la mano, es evidente en el mandamiento de Dios a Adán y Eva de que “sean una sola carne” (Génesis 2:24). La unión sexual cumple literalmente el aspecto físico de esta orden divina. “Dado que las relaciones sexuales son características del matrimonio… que una pareja participe voluntariamente en relaciones sexuales puede implicar simultáneamente el reconocimiento del otro como esposo y esposa.” Así, la declaración “Adán conoció a Eva, su esposa” (Génesis 4:1) es la señal o símbolo que indica oficialmente que se ha hecho un convenio.
Adán y Eva afirman su relación de “vasallos” del convenio con Dios en varios pasajes. Adán acepta el regalo de Eva y la abraza (ver Génesis 2:23-24). Eva verbaliza la estipulación de Dios de no comer del árbol del conocimiento (ver Génesis 3:3). Adán y Eva responden a las preguntas de Dios en términos de su obediencia personal a sus estipulaciones (ver Génesis 3:9-13). Después de su expulsión del jardín, comienzan a tener hijos en obediencia al mandamiento de multiplicarse (ver Génesis 4:1-2; Moisés 5:2). Su obediencia a la estipulación de ejercer dominio sobre todas las creaciones vivientes se implica en su capacidad de hacer sacrificios de rebaños y frutos (ver Génesis 4:2-4; Moisés 5:1, 5). Después de la Caída, Dios reafirma su relación matrimonial: a Eva recordándole que sus deseos serían para su marido, quien presidiría (Génesis 3:16; Moisés 4:22), y a Adán refiriéndose a Eva como su esposa (ver Génesis 3:17). Adán también reafirma su matrimonio con Eva dándole un nombre, הוח (Chavvah), un título que significa vida o viviente, y declara que ella es la “madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20).
Un documento escrito, generalmente siguiendo un “esquema legal”, a menudo se crea para formalizar un convenio. El documento perpetúa el convenio mediante los actos de registro y lectura anual para su renovación. Hay numerosos ejemplos de documentos matrimoniales del antiguo Cercano Oriente, asirios, babilónicos y egipcios. Sin embargo, no hay tales documentos registrados en la Biblia hebrea. Según Gene M. Tucker, esto no es sorprendente, ya que “principalmente el Antiguo Testamento solo conserva narrativas sobre convenios y ceremonias de convenio, no textos de convenio en sí”. Falk afirma que “en el caso de un divorcio, era necesario un documento que testificara la liberación de los derechos del esposo sobre su exesposa (Deuteronomio 24:1; Isaías 50:1), pero no parece haber sido necesario un documento correspondiente para la celebración del matrimonio… Se puede suponer que el matrimonio bíblico fue, por lo tanto, una transacción oral”. No se ha encontrado ningún documento que registre el convenio matrimonial de Adán y Eva. La ausencia de registros simplemente indica que si se hizo un registro, o no lo hemos encontrado o no sobrevivió. Incluso sin un documento escrito, las declaraciones de Dios, Adán y Eva confirman que se había celebrado un matrimonio que estructuraba su relación.
Los rituales de formación de convenios a menudo ocurren en un santuario o templo. Los rituales divinos de formación de convenios crean un espacio sagrado debido a la interacción con Dios. La presencia de Dios en el Edén mientras hablaba con Adán y Eva convierte el jardín en un espacio sagrado. Eliade identifica el Jardín del Edén como el prototipo del templo celestial. Además, el Edén se identifica en los Pseudepígrafos como el “Lugar Santísimo, y la morada del Señor” (Jubileos 3:19). Ezequiel llamó al Edén “el jardín de Dios” y su “monte santo” (Ezequiel 28:13, 14), el “monte de la casa del Señor”, una referencia bien conocida al templo (ver Isaías 2:2). Así, Adán y Eva se casaron en la versión edénica de un “Lugar Santísimo”: el jardín del templo del monte santo de Dios.
PERSPECTIVAS ADICIONALES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
Las escrituras y revelaciones de los últimos días añaden perspectivas al matrimonio de convenio que se dividen en dos categorías amplias: los propósitos de Dios y la importancia de las ordenanzas asociadas con los convenios.
Propósitos de Dios. Desde un punto de vista de los Santos de los Últimos Días, se presume que el matrimonio de Adán y Eva fue preordenado en el reino premortal. Por lo tanto, la decisión de ser esposo y esposa ya se había tomado, y Dios simplemente trajo a Eva a Adán y se la dio, como se había arreglado previamente. Las “maldiciones” o consecuencias de caer de la presencia de Dios fueron en realidad bendiciones tanto para Adán como para Eva. Cada uno debía experimentar dificultades en sus respectivas responsabilidades dadas por Dios: el trabajo y el parto, ambos esenciales para sustentar la vida. Y de esto aprenderían a experimentar la alegría en los frutos de su trabajo. La consecuencia de las penalidades de Dios fue la vida mortal, que ofreció la oportunidad de bendiciones temporales y eternas. El matrimonio de Adán con Eva y su caída a la mortalidad formaron parte del plan eterno de Dios.
Ordenanzas y convenios. Después de su caída, Adán y Eva renovaron su relación de convenio con Dios a través de rituales, como adorar a Dios mediante el sacrificio (ver Moisés 5:5). Aunque las escrituras solo registran que Adán recibió el bautismo, el don del Espíritu Santo y la autoridad del sacerdocio (ver Moisés 5:59; 6:64-68), Eva es llamada más tarde “gloriosa” y parte de la congregación de grandes y poderosos que esperaban la visita de Cristo al mundo de los espíritus; por lo tanto, podemos suponer que ella también recibió las ordenanzas esenciales (ver Doctrina y Convenios 138:38-39). Aunque no hay un registro existente del matrimonio de Adán y Eva, la Traducción de José Smith de Génesis informa que Adán mantuvo un libro de memorias, tal vez incluyendo un registro de su matrimonio, así como otras ordenanzas y convenios (ver Moisés 6:5, 8, 46).
José Smith reveló que el Señor llama al matrimonio una relación de convenio (Doctrina y Convenios 132:4, 15). Sin embargo, el Señor diferencia entre casarse “en el mundo” y “el nuevo y sempiterno convenio”, aunque ambos tipos de matrimonios se llaman convenios. En esta revelación, el Señor revela que todas las interacciones, como “convenios, contratos, bonos, obligaciones, juramentos, votos, performances, conexiones, asociaciones o expectativas”, para que tengan vigencia después de la resurrección deben ser “ingresadas y selladas por el Espíritu Santo de promesa” (Doctrina y Convenios 132:7). Casarse “en el mundo” dura “mientras él esté en el mundo y ella con él… su convenio y matrimonio no tienen vigencia cuando están muertos” (Doctrina y Convenios 132:15). A partir de esta revelación, queda claro que Dios ve todos los matrimonios como convenios, aunque algunos son “semiternos” y otros son solo “en el mundo”. El Señor también revela los elementos clave del matrimonio eterno: el matrimonio debe ser según su palabra o ley, por el nuevo y sempiterno convenio, debe ser sellado por el Espíritu Santo de la Promesa, y el matrimonio debe ser realizado por alguien que posea las llaves del sacerdocio del sellamiento (ver Doctrina y Convenios 132:19). Matthew Cowley describió el matrimonio como un triángulo sagrado: los participantes son esposo, esposa y Dios.
CONCLUSIÓN
Los profetas de los últimos días han proclamado que el matrimonio es ordenado por Dios y que es central para cumplir con el plan de Dios para la familia humana. El matrimonio es la organización de la familia, la unidad básica de la sociedad. El matrimonio como convenio, en lugar de una relación menos vinculante, enfatiza la seriedad y permanencia de la relación entre esposo y esposa. Los rituales y elementos literarios asociados con la formación de convenios en el antiguo Cercano Oriente son evidentes en las escrituras, y la revelación de los últimos días confirma que el matrimonio, ya sea por las leyes del mundo o por el nuevo y sempiterno convenio, está destinado a ser un convenio.
























