Adán el Hombre

Adán el Hombre
Larry E. Dahl
Editado por Joseph Fielding McConkie y Robert L. Millet

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El Libro de Adán en el Judaísmo
y en la Primera Cristiandad

Stephen E. Robinson


La figura de Adán tuvo una importante relevancia en la literatura del judaísmo y en la primera cristiandad, y la fuente de dicho poder fue la naturaleza paradigmática del rol de Adán. Él era ha’adam, el ser humano: el arquetipo, prototipo y modelo de los seres humanos subsiguientes. M. Eliade, entre otros, ha demostrado —a partir de la evidencia ofrecida por diversas culturas— cuán poderosa es la figura del ancestro original.

En la mente de los judíos y de los cristianos del primer siglo, Adán era como nosotros. En lo que Adán podría convertirse, podríamos convertirnos nosotros. Por lo tanto, si uno pudiera alterar el modo en que Adán era considerado en la mente popular, se podría cambiar la opinión contemporánea sobre la naturaleza y la función del ser humano. Como lo señala E. Pagels: “Puesto que todos estaban de acuerdo en que la historia de Adán y Eva ofrecía un paradigma básico para el orden de la sociedad humana, el argumento sobre el rol del gobierno, por lo general, tomaba la forma de conflictos acerca de dicha historia.”

Pagels demuestra cómo la Iglesia del siglo V modificó su comprensión de la historia de Adán y Eva, pasando de una afirmación del libre albedrío y de la necesidad de la elección voluntaria, a una afirmación de la incapacidad del hombre para gobernarse a sí mismo. Mientras que los cristianos de los primeros siglos habían luchado por el libre albedrío del ser humano y por la necesidad del autogobierno individual, basándose en los principios del Evangelio, los cristianos de la época de Agustín rechazaron tanto la doctrina del libre albedrío como la posibilidad del autogobierno individual. En consecuencia, buscaron que la Iglesia o el gobierno civil controlaran a la humanidad, escogieran por ella las opciones adecuadas y las hicieran cumplir.

Este es un ejemplo de cómo, en la primera era canónica, en las sociedades religiosas o en aquellas donde la religión estaba a cargo del Estado, el control del paradigma de Adán implicaba también un control teológico y social.

Tal era el poder de dicho paradigma que ambos sectores de una controversia recurrían con frecuencia a él, así como ambos lados de una comunidad religiosa de la actualidad apelan a la misma Biblia para sostener opiniones contradictorias. Por ejemplo, el autor de 4 Ezra, un determinista, consideraba que la falla humana se debía al pecado de Adán, quien había sido creado con un defecto:
“Adán, el primero, encendido con un corazón vil, transgredió y fue vencido, así como lo fueron también todos los que de él descendieron. Así, la enfermedad se volvió permanente; la ley estaba en el corazón de las personas, al igual que la raíz de la maldad, pero lo bueno desapareció y lo malo permaneció… ¡Ah, Adán! ¿Qué has hecho? Porque tú fuiste el que pecó, la caída no fue solo tuya, sino también nuestra, de quienes somos tus descendientes.”

Así, en la opinión pesimista de 4 Ezra, fue el “corazón vil” con el cual Adán fue “encendido” por su Creador la causa de todos los pecados humanos.

Sin embargo, el autor de 2 Baruc insiste en que cada uno de nosotros es libre de tomar sus propias decisiones, libre de la carga del pecado de Adán:
“Porque, si bien Adán pecó primero y trajo consigo la muerte a todos los que no vivieron en su época, aun así, cada uno de ellos que ha nacido de su progenie se ha preparado para el tormento por venir. Y además, cada uno de ellos ha escogido por sí la gloria venidera… Por lo tanto, Adán no es el causante de su propia desgracia, sino que cada uno de nosotros se ha vuelto su propio Adán”.

Stephen E. Robinson es profesor adjunto de Escrituras Antiguas y director de investigación sobre la Perla de Gran Precio en el Centro de Estudios Religiosos de la Universidad Brigham Young.

Jesús también utilizó el paradigma adánico para justificar su ruptura con las tradiciones de los mayores sobre la permisibilidad del divorcio. Si bien la ley de Moisés permitía específicamente el divorcio, Jesús argumentó: “Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mateo 19:8). En otras palabras, la condición original en el Edén sentó un precedente de mayor fuerza en la mente de Jesús que la subsiguiente legislación del Sinaí. Lo que ocurrió en el caso de nuestros primeros padres es normativo.

El poder normativo del paradigma adánico también se manifiesta en las epístolas pastorales: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, y después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2:12–14). Nuevamente se invoca el modelo fijado por el paradigma adánico para justificar la práctica de la Iglesia contemporánea. Al igual que en la Iglesia moderna, el ejemplo de Adán y Eva es de fundamental importancia para la comprensión de los Santos de los Últimos Días respecto a la relación entre esposos, y a la naturaleza y el objetivo de la vida.

La sociedad secular moderna tiene dificultades para comprender cuán poderoso era el paradigma adánico en otros tiempos y lugares, pero eso se debe a que dicha sociedad ya no cree en Adán y Eva. La experiencia de los primeros padres ha perdido relevancia para la sociedad moderna, porque esta ya no cree que ellos hayan sido los primeros padres.

Hemos elegido otros paradigmas menos exigentes (“el hombre es un bípedo sin plumas”, que es el modelo puramente científico), o bien hemos intentado abandonar por completo los paradigmas (“la existencia precede a la esencia”, el modelo existencialista). No obstante, el poder normativo del paradigma adánico en la antigüedad era tal, que se generó una enorme cantidad de bibliografía —tanto entre judíos como entre cristianos— en el intento de redefinir la naturaleza de la humanidad, dándole otro enfoque a la figura del primer hombre, Adán.

El Libro de Adán

Según la traducción de la Biblia realizada por José Smith, Adán escribió un libro de memorias en el que registró la genealogía de los hijos de Dios y también las cosas que él mismo escribió bajo la influencia del Espíritu de Dios (véanse Moisés 6:5, 46; 1:40–41). Doctrina y Convenios relata que Adán convocó a toda su posteridad en Adán-ondi-Ahmán para bendecirlos y para que él, “lleno del Espíritu Santo, predijera todo cuanto habría de sobrevenir a su posteridad hasta la última generación” (DyC 107:56). La información revelada a Adán estaría a disposición de su posteridad en el libro de Enoc (DyC 107:57).

Esto también se expresa en 2 Enoc, donde Enoc sería el encargado de preservar los escritos de Adán y de Set, así como también los suyos propios en el libro que lleva su nombre:

“Y entrégales los libros escritos por ti, de hijo a hijo, de pariente a pariente, de raza a raza, como intermediario, Enoc, de mi general Miguel, porque tus escritos y los escritos de tus padres Adán y Set no se destruirán hasta el fin de los tiempos.”

En la bibliografía antigua encontramos testimonios de la profecía de Adán acerca del futuro del mundo y del libro que dejó a su posteridad.

Comenzando por la bibliografía rabínica, encontramos varias referencias al Libro de Adán en el Midrash Rabbah:

“Mientras Adán tendió una masa informe ante Él, por cuyo decreto el mundo se creó, Él le mostró todas las generaciones y sus sabios, todas las generaciones y sus jueces, escribas, intérpretes y conductores. Él me dijo: ‘Tus ojos vieron substancia informe; las substancias informes [a saber, tus posibles descendientes] que tus ojos han visto ya han sido escritas en el Libro de Adán: a saber, ESTE ES EL LIBRO DE LAS GENERACIONES DE ADÁN’.”

Cabe advertir la interesante afirmación de que Adán, al igual que Moisés en la Perla de Gran Precio, fue testigo de la primitiva creación a partir de substancia informe (o “materia desorganizada”).

Lo que sigue también pertenece a los midrashim:

“No obstante, Dios no le dijo a Moisés a quién debía designar, por lo que Moisés preguntó: ‘¿A quién debo hablarle?’ Dios le respondió: ‘Yo te lo indicaré’. Entonces, ¿qué hizo el Muy Santo, bendito sea Él? Le trajo el Libro de Adán y le mostró todas las generaciones que surgirían desde la Creación hasta la Resurrección, cada generación y sus reyes, sus líderes y sus profetas, diciéndole: ‘He designado a todos estos [en cuanto a sus destinos] desde ese momento [la Creación], y a Bezalel también lo he designado desde ese momento’.”

Nuevamente estamos frente a la clara creencia de que Adán tenía conocimiento de toda la historia del mundo desde la Creación hasta el fin, y que la información se conservaba en el Libro de Adán. Además, a Moisés se le permitió tener la misma visión que originariamente le fuera dada a Adán.

El Talmud de Babilonia contiene al menos dos referencias respecto del Libro de Adán:

“¿Acaso no dijo Resh Lakish: cuál es el significado del versículo ‘Este es el libro de las generaciones de Adán’? ¿Adán escribía un libro? Lo que esto significa es que el Muy Santo, bendito sea Él, le mostró a Adán todas las generaciones [por venir] con sus expositores, cada generación con sus sabios, cada generación con sus conductores.”

Samuel Yarhina’ah era el médico del Rabino. Ahora bien, habiendo el Rabino contraído una enfermedad en un ojo, Samuel le ofreció lavarlo con una loción, pero él dijo: “No puedo soportarlo”. “Entonces le aplicaré un ungüento”, dijo. “Tampoco lo puedo soportar”, objetó. Entonces colocó un frasco con medicinas debajo de su almohada, y fue curado. El Rabino deseaba profundamente ordenarlo, pero faltaba la oportunidad. “No te lamentes”, dijo; “he visto el Libro de Adán, en el cual está escrito: ‘Samuel Yarhina’ah (86a) será llamado Sabio, y no Rabino, y la curación del Rabino provendrá de él’.”

Cabe advertir que el elemento en común de las tradiciones rabínicas es que el Libro de Adán registró sus predicciones de la historia futura hasta el fin del mundo, o en otras palabras: “todo cuanto habría de sobrevenir a su posteridad hasta la última generación” (DyC 107:56).

También deberíamos mencionar aquí al Libro de Raziel, puesto que se ocupa de los mismos temas que el Libro de Adán. El libro en sí es una recopilación de fines del Medioevo sobre enseñanzas judías mágicas y místicas, algunas de las cuales se remontan a los tiempos talmúdicos (800 era cristiana). La parte de la recopilación llamada Sefer ha-Razina (Libro de los Secretos) relata que, luego de la Caída, Dios envió al ángel Raziel —cuyo nombre significa “secretos de Dios”— frente a Adán con un libro que le narraba el futuro del mundo hasta su fin. Raziel le leyó pasajes del libro a Adán, hasta que este último se arrodilló con temor. Pero el mensajero celestial lo levantó, diciéndole: “¡Levántate, Adán!”, y le entregó el libro, que luego pasó a la posteridad de los justos descendientes de Adán. Como veremos más adelante, el mensajero que ayuda a Adán a levantarse y que le revela el futuro o el conocimiento necesario para la redención es un tema que se repite en muchos libros antiguos sobre Adán.

Respecto de las fuentes cristianas, las Constituciones Apostólicas mencionan un Libro de Adán, que era considerado “pernicioso y repugnante a la luz de la verdad”, si bien fue escrito por “los antiguos”. También se menciona un Libro de Adán como uno de los libros apócrifos del Viejo Testamento, en la lista de cánones del siglo VIII, denominada Los Sesenta Libros. En el siglo XIII, Mechitar de Ayrivank recopiló una lista de cánones entre los cuales figuraba un Libro de Adán, que él conocía y que formaba parte de “los libros que los judíos mantienen en secreto”. Sin embargo, si bien en las fuentes pueden observarse menciones de un antiguo Libro de Adán, ningún texto real con ese nombre ha sobrevivido a los tiempos modernos. No obstante, otros libros atribuidos a, o relacionados con, Adán han llegado a nuestras manos.

Si bien hasta ahora nos hemos referido a testimonios específicos de un Libro de Adán, la bibliografía rabínica cuenta con otros elementos de gran interés acerca del primer hombre. Por ejemplo, los rabinos interpretaron que Génesis 1:27 (“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”) significaba que Adán y Eva fueron originariamente una creación perfecta, que contenía tanto las características masculinas como las femeninas. Cuando la mujer, Eva, fue creada a partir del hombre, Adán, las dos partes eran menos que perfectas, a no ser —y hasta tanto— pudieran unirse nuevamente.

El Zohar nos relata que Eva no fue la primera mujer de Adán, sino que él ya había estado casado anteriormente con Lilith. Puesto que Lilith fue creada del polvo, al igual que Adán, no le obedecería, sino que lo abandonaría y se convertiría en el espíritu maligno que ocasiona la muerte de los bebés en la cuna. Dios corrigió el error, creando a Eva a partir de la propia carne y huesos de Adán, de modo que fuera obediente a su fuente.

Según Abodá Zará 8a, Adán fue el primer hombre en ofrecer un sacrificio a Dios.

Los primeros rabinos también aceptaban la preexistencia de las almas, ya que creían que todas ellas habían sido creadas dentro del alma de Adán en la creación, si bien fueron depositadas en los cielos hasta que fueran creados sus cuerpos individuales. La creación de Adán era considerada como un microcosmos para la creación del mundo. El cabello de Adán era como los bosques; sus lágrimas, como los ríos, etc.

Una forma ampliada de esta idea aparece en la Edad Media en la doctrina cabalística de Adán Kadmon (hombre primordial). De acuerdo con este punto de vista, Adán, creación en sí misma, procede de y se modela a partir de un Adán previo, el divino Adán Kadmon, como lo explica Gershom Scholem:

“En contraste con el Primer Hombre Adán, a este hombre espiritual se lo denomina en el Zohar como el adam kadma’ah ila’ah (‘hombre supremo primordial’), y en el Tikkunei Zohar se lo denomina Adán Kadmon (‘hombre primordial’) o Adán Kadmon le-khol ha-kedumim (‘prototipo del hombre primordial’)… Este Adán Kadmon es la manifestación más sublime de la Deidad que, hasta cierto punto, resulta accesible para la reflexión humana.”

Respecto de esta doctrina de Adán Kadmon, el mismo escritor observó:

“La tendencia de interpretar la vida y el comportamiento humanos como símbolos de una vida más profunda, la concepción del hombre como un microcosmos y del Dios viviente como un macroanthropos, nunca ha sido expresada tan claramente ni llevada hasta sus máximas consecuencias.”

El anciano mandaean, cuyos descendientes aún residen en la zona del acueducto Shatt al-Arab, entre Irán e Iraq, también creía en la existencia de dos Adanes: “El Adán terrenal o corporal y sus hijos, los adamitas, eran, de acuerdo con esta mitología, solo imágenes del Adán celestial, denominado Addam Raba o Adakas (proveniente de adam kasya, ‘Adán oculto’). El Adán terrenal tenía una esposa, llamada Eva (Hawwa), y también existía el Adán celestial, cuya esposa era llamada la ‘nube de luz’“.

Filón de Alejandría compartía con los cabalistas, los gnósticos y los mandeos la creencia en la existencia de dos Adanes: el hombre celestial, espiritual, y el hombre terrenal, carnal. Filón interpretó los dos relatos de la creación del hombre (Génesis 1:27 y 2:7), describiendo dos creaciones separadas de dos Adanes diferentes:

“¿Quién es el hombre ‘moldeado’? ¿Y en qué se diferencia del que fue hecho ‘a la imagen de Dios’? El hombre moldeado es el hombre perceptible a los sentidos y semejante al tipo inteligible. Pero el hombre creado según la forma de Dios es inteligible e inmaterial, y semejante al arquetipo, hasta tanto sea visible. Y él es una copia del sello original. Y ese es el Logos de Dios, el primer principio, la idea arquetípica, el mensurador previo de todas las cosas.”

Filón interpretó la historia de Adán y Eva en términos totalmente alegóricos, de acuerdo con las líneas filosóficas platónicas. Como un judío cabalmente helenizado, interpretó la historia como si fuera una lección de filosofía platónica. Para Filón, Adán simbolizaba el nous (“mente”, en griego), y representaba todos los aspectos más elevados, nobles y racionales de la personalidad humana. Por otro lado, Eva simbolizaba la aisthesis (“sensación”, en griego), y representaba todas las cualidades inferiores, físicas y emocionales de los humanos, incluyendo los apetitos y las pasiones.

Por supuesto, la opinión de Filón representa un híbrido entre el lenguaje heredado de los conceptos filosóficos y las Escrituras que adoptó del mundo helénico. Si bien su filosofía, que incorporaba las Escrituras, tuvo una gran influencia sobre la posterior teología cristiana, no representa una opinión religiosa difundida entre los judíos de su siglo.

La naturaleza cósmica o universal de Adán se revela en otra tradición: el hecho de que el nombre Adán representa los cuatro puntos cardinales. En griego, los cuatro puntos son: Anatolé (Este), Dysis (Oeste), Arktos (Norte) y Mesembría (Sur). Así, el nombre Adán podría interpretarse como un acrónimo de los cuatro puntos cardinales. Esto fue apoyado por la creencia de que el polvo utilizado en la creación de Adán se tomó de los cuatro rincones de la tierra.

D. Cerbelaud cree que el simbolismo toma al cuerpo de Adán como un templo y que, por lo tanto, debía estar orientado cósmicamente hacia los cuatro puntos cardinales. También sugiere que, puesto que el nombre de Adán equivale al número cuarenta y seis en la guematria judía, la declaración de Jesús respecto de destruir y levantar el templo (ver Juan 2:19–22) debiera interpretarse simbólicamente como referida a la nueva ubicación del templo representado por el cuerpo del primer Adán, y el templo representado por el cuerpo de Cristo, el segundo Adán.

Otro tema que generó grandes comentarios entre los rabinos es el de “las vestimentas de piel” que se entregaron a Adán y Eva en el Jardín de Edén. Una interpretación sugiere que las vestimentas de piel correspondían al cuerpo físico. Otra, que los primeros padres estaban cubiertos con la piel de la serpiente Leviatán, el gran monstruo marino. Puesto que en hebreo la palabra “piel” es casi idéntica a la palabra “luz”, algunos sugirieron que el término debía leerse como “vestimentas de luz”. Otros han insistido en que las vestimentas eran de lana o de lino. En la Pseudoepigrafía, frecuentemente se las identifica con las vestimentas que los justos reciben en el más allá. Generalmente, se consideraba que las vestimentas de piel que vestía Adán tenían cualidades místicas y se las consideraba como vestiduras sacerdotales que Adán traspasó, junto con el sacerdocio, a su posteridad.

Los rabinos tenían opiniones divididas respecto de si Adán fue creado mortal o inmortal. Había tres puntos de vista básicos:

  1. El primero indicaba que Adán fue creado inmortal en el jardín, pero que fue castigado con la muerte, que luego heredó su posteridad.
  2. La segunda opinión era que Adán fue creado inmortal, pero que su castigo fue personal, no hereditario. Es decir, que los hombres mueren a causa de sus propios pecados y no por el pecado de Adán. Así, si un hombre viviera sin pecado, sería inmortal. De hecho, los rabinos señalaban a Enoc y a otros individuos transportados como ejemplos de este tipo de hombre.
  3. El tercer punto de vista era que Adán fue creado mortal y que su muerte era inevitable; no obstante, su pecado trajo aparejada la muerte violenta, penosa y prematura. Si él no hubiera pecado, la muerte habría sido, luego de una vida feliz y prolongada, una hermosa transición entre esta vida y la próxima.

Otros teólogos de fechas más recientes han señalado que Adán no puede ser considerado “inmortal” en su creación, al menos no en el sentido estricto del término, puesto que contaba con la capacidad de morir en el momento de cometer su pecado. En este sentido, el estado del primer Adán se compara con el estado del segundo Adán, es decir, Cristo. En sus jardines respectivos —Edén y Getsemaní— cada uno de ellos contó con la posibilidad de morir si así lo escogía, pero ninguno de los dos tenía la necesidad de hacerlo.

EL APOCALIPSIS (REVELACIÓN) DE ADÁN

Si bien en las fuentes judías existentes no se hace mención alguna a un libro titulado El Apocalipsis de Adán, Epifanio de Salamina declara que más de un ejemplar de dicha obra circulaba entre los cristianos gnósticos en el siglo IV. En 1945 se halló una colección de escritos gnósticos en Nag Hammadi, en el Alto Egipto, que data de aproximadamente el cuarto siglo de la era cristiana. Entre ellos se encontró un Apocalipsis de Adán (CG V,5).

En el apocalipsis de Nag Hammadi, Adán, en el último año de su vida, revela a Set los secretos de la creación y la historia futura del mundo, incluyendo la promesa de la llegada de un Salvador. Bentley Layton sostiene que el Apocalipsis se basa en alguna forma independiente del mito de Adán conocido por los gnósticos y no en el relato del Génesis. Esto resulta particularmente intrigante para los Santos de los Últimos Días, puesto que nuestra comprensión de Adán está altamente determinada por una tradición independiente.

En el Apocalipsis, Adán es abordado por tres mensajeros celestiales que lo despiertan de su sueño. Diciéndole “¡Levántate, Adán!”, le revelan su verdadera identidad y origen. Nuevamente, vemos el tema común del levantamiento de Adán por parte de mensajeros celestiales. Por lo general, estos mensajeros revelan el futuro del mundo, el conocimiento esotérico necesario para la salvación y/o la llegada de un futuro Salvador desde los altísimos cielos en épocas posteriores. En el Apocalipsis de Adán, la información y las promesas dadas a Adán por los mensajeros celestiales se transmiten a su posteridad por medio de Set, y no por una convocación general de la descendencia de Adán.

George MacRae, entre otros, ha argumentado que el tema del Salvador prometido que figura en el Apocalipsis de Adán debe ser precristiano, puesto que no encuentra evidencia alguna de la cristiandad en el documento.³³ Otros académicos rechazan la idea de que podría haber habido algún “mito redentor” antes de la aparición del cristianismo en el siglo I. Incluso entre los mandeos, que son extremadamente hostiles a la identificación de Jesús como el Mesías, se dice que un mensajero celestial llamado Manda d’Hayye —que significa “el conocimiento de la vida”— le enseñó a Adán los misterios del cosmos y los rituales de salvación, después de la Caída. Para los mandeos, el Mesías prometido no era Jesús, sino Juan el Bautista.

En el Apocalipsis de Adán y en otros textos gnósticos, no se atribuye la Caída a la ingestión del fruto prohibido, sino específicamente a la separación de los aspectos masculinos y femeninos existentes dentro de Adán. Esta podría ser la razón por la cual varios textos gnósticos definen la salvación como una reunión eterna de los principios masculino y femenino dentro de una única entidad.

Por último, el Apocalipsis de Adán de Nag Hammadi no era el único documento que circulaba en la antigüedad con ese título. La Epístola de Bernabé y los escritores cristianos Ireneo y Clemente de Alejandría comparten un pasaje idéntico que el manuscrito de Constantinopla de Bernabé define como proveniente de un Apocalipsis de Adán:

“Una fragancia suave para el Señor es un corazón que glorifica al que lo creó.”
Puesto que este pasaje no forma parte del Apocalipsis de Adán de Nag Hammadi, debe haberse tomado de otro Apocalipsis de Adán que no ha sobrevivido.

Por lo general, en las fuentes gnósticas —si bien la generalización es a veces difícil—, a Adán se lo percibe como el primer humano, al igual que en el judaísmo y en el cristianismo; pero su cuerpo físico es creado por seres menores, los arcones, mientras que su espíritu proviene del reino del Padre Eterno. Puesto que muchas fuentes gnósticas equiparan al Creador (Jehová) con Satanás, la verdadera religión para Adán consiste en aprender a evitar el engaño del dios de este mundo (Jehová/Satanás/Ialdabaoth), y en recibir mensajeros del Padre Celestial que le enseñen la gnosis, es decir, el conocimiento esotérico necesario para ascender más allá de los arcones interpuestos en su camino e ingresar en la salvación.

El Adán gnóstico ha sido creado a imagen del Hombre Celestial. De hecho, al Hombre Celestial —el modelo divino para la creación del Adán terrenal— a veces se lo denomina Geradamas o Pigeradamas, que significa “el Adán diferente” o “el Adán proveniente de otro lado”. Así, figura en estas fuentes, como también en el judaísmo y el mandeísmo, un Adán anciano, perfectamente celestial, y un Adán joven, el primer prototipo o copia terrenal.

Según H. Jackson, los gnósticos “acunaron el nombre Geradamas con la intención de diferenciar al Adán celestial, quien —al igual que ellos— era un extranjero en este mundo, del Adán terrenal, corpóreo, creado por y en alianza con los poderes cósmicos.”

La idea expresada en 2 Enoc 32 podría estar relacionada con lo anterior. F. Andersen comenta sobre dicho pasaje:

“La curiosa exégesis de Génesis 3:19”, advierte, “parece ser única. Implica que Adán, creado en un Paraíso celestial con materiales traídos de la tierra, es enviado a su elemento natural para residir en él.”

LA VIDA DE ADÁN Y EVA

(Apocalipsis de Moisés)

Uno de los libros más importantes sobre Adán sería una obra judía del primer siglo de la era cristiana titulada La vida de Adán y Eva. Este libro presenta dos versiones bastante similares que, desafortunadamente, tienen títulos muy diferentes. La versión en latín de La vida de Adán y Eva es conocida como la Vita Adae et Evae, mientras que la versión en griego se titula El Apocalipsis de Moisés. La versión en latín, a diferencia de la versión griega, contiene el relato de cómo Satanás fue arrojado del cielo, del arrepentimiento de Adán y Eva, y del nacimiento de Caín. La versión en griego, que no incluye estos elementos, contiene la historia de la Caída narrada por Eva y un relato de la muerte y del entierro de Adán. La vida de Adán y Eva es un documento judío escrito aproximadamente cien años a. C., probablemente en hebreo.

Los conocidos temas de la profecía de Adán acerca del futuro y, específicamente, de la llegada de Cristo se encuentran en Vita 25–30 y 42.2, respectivamente. La convocación de su posteridad (Adán-ondi-Ahmán) está descripta en 30.1–3. Un factor interesante en este documento es la aparición de Satanás como un ángel de luz para engañar a Adán y Eva, y la importancia del lavarse y ungirse. En la primera oportunidad en que Adán y Eva son expulsados del jardín, se sumergen hasta el cuello en los ríos Jordán y Tigris, respectivamente, con la intención de expiar su culpa. Pero cuando aparece Satanás, disfrazado como un ángel de luz, Eva vuelve a ser engañada y el intento de lavar su culpa fracasa. No obstante, en la versión eslava, Adán advierte a Eva:

“Cuídate mucho. A no ser que me veas y que veas todos mis rasgos salir del agua, no confíes en las palabras que se te digan; si no, volverás a caer en la trampa.”

Así, adecuadamente equipada, Eva no sucumbe a Satanás por segunda vez, de acuerdo con la versión eslava.

En su profecía sobre el futuro, Adán describe la purificación mediante el agua, que solo podrá realizarse con la llegada del Mesías (Vita 29.14). Cuando Adán agoniza, envía a Set a buscar el aceite de la misericordia del árbol de la vida en el jardín, con el que probablemente se untaba para evitar el dolor y la muerte. Pero Set vuelve con la promesa de que Adán recibirá el aceite de la misericordia en los últimos días, a través de Cristo. Luego de su muerte, Adán es llevado por ángeles y lavado tres veces ante la presencia de Dios en el lago Aquerusiano.

En este documento hay un cambio interesante respecto del tema del mensajero celestial que le dice: “¡Levántate, Adán!”. En este caso, es Eva quien grita:

“Adán, Adán, ¿dónde estás? ¡Levántate! Ven a mí y te develaré un gran secreto.”

Esta imagen de Eva como motivadora y reveladora fue recogida y ampliada por el gnosticismo, hasta el punto tal en que ella misma se convierte en la mensajera celestial. En otros tiempos, a Eva se la identificaba, o al menos se la relacionaba, con la serpiente: como poseedora de la sabiduría, por un lado; o como herramienta de Satanás en la seducción de Adán, por el otro.

En los primeros años del judaísmo, se desarrolló la idea de que Adán fue salvado por la sabiduría de Dios. Por ejemplo, leemos en Sabiduría de Salomón 10:12:

“La sabiduría protegió al primer padre del mundo, cuando solamente él había sido creado. Ella lo rescató de la transgresión y le dio la fuerza para gobernar todas las cosas.”

En otras fuentes judías, la sabiduría de Dios se identifica con la Torá, la ley de Moisés. Pero para el gnosticismo, puesto que la palabra griega para sabiduría es sophia, la sabiduría de Dios era Sofía, la mujer celestial. Poca distancia habría entre esta figura y Eva, al asociar a Sofía celestial con la Eva terrenal, en particular porque la sabiduría (sophia) que salva a Adán podría identificarse tan fácilmente con el conocimiento (gnosis) que Eva le alcanzó a Adán a través del fruto prohibido.

La asociación de Eva con la serpiente fue sustentada por una desafortunada similitud en muchos idiomas semíticos entre el nombre Eva y la palabra “serpiente”: hawwah y hiwya en hebreo, hayyat/hauyat en árabe, hawah/hawyah en siríaco.

De acuerdo con La vida de Adán y Eva —y con las obras posteriores que surgieron de ella— el cuerpo de Abel no pudo ser enterrado en la tierra hasta que se enterrara el cuerpo de Adán. Caín intentó enterrar a su hermano asesinado, pero no lo logró. Solo después de que quien fuera tomado de la tierra —Adán— fue enterrado, la tierra pudo recibir el cuerpo del asesinado Abel.

Después del entierro de Adán, Eva da instrucciones a Set para que escriba acerca de la vida y de las enseñanzas de Adán y Eva. Se dice que la muerte de Eva se produjo seis días después que la de Adán, cuando se le devolvió su “costilla”.

JUBILEOS

El Libro de los Jubileos ha sido denominado el “Pequeño Génesis”, y en realidad relata la historia de Adán y Eva. Escrito en el siglo II antes de Cristo, su objetivo era sostener la legislación de la ley de Moisés frente a la progresiva helenización del judaísmo. Así, vuelven a narrarse las historias de Adán y los patriarcas desde la perspectiva de un judío jasídico observante de la Torá, junto con una preocupación anacrónica por los detalles de la ley de Moisés.

Es poco lo que se agrega a la tradición respecto de Adán, pero el autor sí sugiere una solución al problema de que “el día que de él comieres, de seguro morirás”, señalando que cuando Adán murió le faltaban “setenta días de mil, ya que mil años son un día en el testimonio del cielo, y por lo tanto se escribió respecto del árbol de la ciencia: ‘El día que de él comieres, de seguro morirás’. Por lo tanto, no completó los años de ese día, porque murió durante él [es decir, en el mismo período de mil años]”.

EL TESTAMENTO DE ADÁN

Adán era una figura tan poderosa en los primeros años del cristianismo como lo era en el judaísmo, y varios libros cristianos pertenecen al ciclo de Adán. En algún momento de fines del siglo III o a principios del siglo IV de la era cristiana, un autor cristiano utilizó antiguas tradiciones judías acerca de Adán para crear el Testamento de Adán. Este documento fue muy popular en la Iglesia cristiana, y se han encontrado versiones en seis idiomas diferentes, habiendo sido el siríaco su idioma original.

El Testamento de Adán comprende una descripción de quiénes y cómo alababan a Dios, en qué momento del día y de la noche, la profecía de Adán sobre el futuro del mundo, y una descripción de las nueve clases de ángeles y sus diferentes funciones. Al igual que La vida de Adán y Eva, el Testamento de Adán agrega muchos detalles midrásicos acerca de nuestros primeros padres y su caída. Por ejemplo, se nos dice que el fruto prohibido era el higo y que Caín, en realidad, asesinó a Abel por celos respecto de su hermana Lebuda.

Adán le dice a Set que, antes de que él cayera, solía escuchar los sonidos de los ángeles alabando a Dios en sus posiciones, en sus horas determinadas, y que pudo oír el rugido de poderosas olas provenientes del océano ubicado más allá del cielo. En 2 Enoc 31:2 se encuentra una ampliación de esto: allí Enoc declara que en el Paraíso los cielos estaban abiertos, y que Adán veía y escuchaba todo lo que allí ocurría.

Por supuesto, el tema común de la profecía de Adán constituye toda la substancia de la segunda parte del Testamento de Adán, y nuevamente la información se traspasa por escrito a través de Set. La información específica de la profecía se centra en la Inundación y en la llegada de Cristo al mundo.

Es de gran significado teológico que en este documento a Adán se le prometa que se convertirá en dios por los méritos del Mesías prometido. Le dice a su hijo, Set:

“Él [Dios] me habló acerca de esto en el Paraíso luego de que yo tomara parte del fruto donde se ocultaba la muerte: ‘Adán, Adán, no temas. Querías ser un dios; yo te convertiré en un dios, no en este preciso momento, sino dentro de un lapso de muchos años… Y luego de tres días, al encontrarme en la tumba, levantaré el cuerpo que recibí de ti. Y te colocaré a la diestra de mi divinidad, y te convertiré en un dios, como tú lo deseabas’.”

El Testamento de Adán también divide la historia en un esquema de setecientos años: cien años desde la Creación hasta la Inundación, y seiscientos años desde esta última hasta el final.

LA PENITENCIA DE ADÁN

En el Decreto Gelasiano, se menciona un libro denominado La Penitencia de Adán (siglo VI de la era cristiana) como apócrifo. Al final del siglo XII, Samuel de Ani menciona La Penitencia de Adán como uno de los libros que los cristianos nestorianos habían traído a Armenia desde Siria. En 1896, S. Josepheanz publicó La Penitencia Armenia de Cristo.

La Penitencia Armenia se asemeja mucho a La vida de Adán y Eva. Tanto en uno como en otro, Satanás revela que su animosidad contra Adán se originó en la preexistencia, cuando ambos se encontraban ante la presencia de Dios. Aquí también, como tantas otras veces se menciona en la bibliografía adánica, a Adán se le promete que será redimido cuando Cristo venga al mundo.

Otros libros del ciclo de Adán que se encuentran en la tradición armenia son: una versión armenia de La vida de Adán y Eva y seis documentos cortos:

  • La historia de la creación y de la transgresión de Adán
  • La historia de la expulsión de Adán del jardín
  • La historia de Caín y Abel
  • La promesa de Set
  • Las palabras de Adán a Set
  • La muerte de Adán

LA CAVERNA DE LOS TESOROS

Otra obra de la cristiandad temprana que trata sobre Adán es el libro del siglo IV denominado La Caverna de los Tesoros. Habiendo tenido una amplia distribución en su época, nos llega básicamente como parte de una obra posterior denominada El Libro de los Rollos.

El verdadero protagonista de La Caverna de los Tesoros no es Adán, sino Cristo, y el documento es una prolongada reinterpretación del Génesis desde un punto de vista cristiano limitado y, desafortunadamente, antijudío: al sacramento del pan y del vino se lo vuelve a reinterpretar en el relato del Génesis como la práctica del sacrificio; se afirma que Jesús no era judío y que nunca fue circuncidado, etc. Más allá del material del Génesis, el libro resulta bastante prosaico, ya que dedica demasiado tiempo a cronologías, genealogías y a la cantidad de generaciones existentes entre eventos bíblicos.

No obstante, se pueden rescatar algunos elementos: se dice que Adán fue creado en Jerusalén; la caída de Adán y Eva, al igual que la caída de Satanás del cielo, se llevó a cabo quitándoles sus vestiduras celestiales; al Edén se lo interpreta como una montaña, con paralelismos simbólicos con el último templo, la montaña de la casa del Señor. Además, según La Caverna de los Tesoros, Cristo fue crucificado en el punto exacto en el cual se enterró a Adán, y sobre los mismos postes utilizados para trasladar el arca de la alianza. Al igual que El Testamento de Adán, este documento también divide la historia del mundo en períodos de setecientos años.

EL CONFLICTO DE ADÁN Y EVA CON SATANÁS

Una obra cristiana posterior titulada El Conflicto de Adán y Eva con Satanás se basa en La Vida de Adán y Eva, La Penitencia de Adán y La Caverna de los Tesoros. Originariamente hallada en una versión etíope, se divide en tres partes, de las cuales la primera se ocupa primordialmente de Adán y Eva. Allí se describen las luchas que Adán y Eva emprendieron contra Satanás después de su expulsión del Jardín de Edén. La segunda parte trata sobre la historia de los patriarcas, desde Adán hasta Melquisedec, y la tercera refiere la historia de Israel desde Moisés hasta el nacimiento de Cristo.

LA HOMILÍA DE ADÁN DESDE HADES A LÁZARO

Una obra del fin de la Edad Media, escrita en antiguo eslavo y titulada La Homilía de Adán desde Hades a Lázaro, describe un mensaje enviado por Adán al Cristo mortal por medio del vivificado Lázaro. De acuerdo con esta obra, cuando Jesús le devolvió la vida a Lázaro, este último le narró la súplica de Adán desde el Hades para que no permitiera que el patriarca y su noble posteridad siguieran sufriendo. La teología y la concepción del Hades reflejadas en este documento son profundamente “ortodoxas”.

CONCLUSIÓN

En el antiguo judaísmo y en el cristianismo temprano existía una rica tradición en torno a la bibliografía de Adán. El interés en Adán y el enfoque puesto en sus experiencias, tanto antes como después de la Caída, fueron mucho más intensos durante dichos períodos de la historia que en el mundo moderno, donde, por lo general, la figura del primer ancestro ha perdido su carácter normativo. Probablemente como resultado de dicha pérdida de interés, muchos de los libros antiguos atribuidos a o relacionados con Adán no sobrevivieron, entre ellos: El Libro de Adán, El Libro de las Generaciones de Adán, El Testamento de los Protoplastas, El otro Apocalipsis de Adán y El Libro de las Hijas de Adán.

Sin embargo, entre los Santos de los Últimos Días, la figura de Adán siempre ha conservado su carácter normativo. En este sentido, los Santos de los Últimos Días se encuentran más próximos al mundo antiguo y a la primera Iglesia que la mayoría de nuestros contemporáneos. De hecho, la fundación del templo de los Santos de los Últimos Días podría ser, en algún sentido, nuestro propio “Libro de Adán y Eva”, y funciona en la Iglesia de los Últimos Días del mismo modo en que la bibliografía extracanónica de Adán funcionaba en el antiguo judaísmo o en la temprana cristiandad.

También cabe señalar que José Smith pudo reconstruir los puntos fundamentales de la bibliografía antigua extracanónica sobre Adán sin contar con el conocimiento de la Pseudoepigrafía conocida por nosotros en el siglo XX. Entre los temas no canónicos que figuran en los escritos de José Smith —temas que han sido confirmados en su antigüedad a la luz de la bibliografía descubierta después de su muerte— se encuentran:

  • Los mensajeros celestiales
  • El levantamiento de Adán
  • La detección por parte de Adán de Satanás disfrazado como un ángel de luz (un mensajero falso)
  • La promesa hecha a Adán de la llegada de un Salvador
  • El encuentro de la posteridad justa de Adán para recibir su bendición final
  • La predicción de Adán sobre la futura historia del mundo

Además, la doctrina de los dos Adanes —el Adán divino, celestial, y el Adán creado, terrenal— encontrada en muchas de las antiguas tradiciones, pero desconocida para la mayoría de los eruditos hasta fines del siglo XX, puede tener alguna aplicación a determinadas declaraciones crípticas de Brigham Young sobre el tema de nuestro primer ancestro.