28
LEAL, SERVICIAL, AMIGABLE . . .
Para mí, el presidente Monson es como sería el Salvador si estuviera aquí. Su ministerio, su sensibilidad hacia cada persona es increíble, y también lo son sus percepciones. Yo sé que él sabe lo que pienso y lo que siento cuando estoy en su presencia. Es entemecedor apreciar su naturaleza de “vidente”.
Elaine S. Dalton Presidenta General de las Mujeres Jóvenes
El presidente ezra taft benson fue sostenido como Presidente de la Iglesia en el ocaso de su vida, a los ochenta y seis años. Otros también han llevado el manto a una edad avanzada, y los miembros de la Iglesia los han sostenido y apoyado con devoción. Cuando el presidente Benson sufrió una serie de leves derrames cerebrales y se le sometió a una cirugía, sus consejeros comprendieron que su función era llevar la obra adelante por él.
En la conferencia general, el presidente Monson y el presidente Hinckley leían los discursos del presidente Benson en su lugar y hablaban por él, relatando incidentes de la vida del presidente que enseñaban verdades del Evangelio, empleando algunos de sus pasajes predilectos de las Escrituras. El presidente Monson lo vio como “una buena solución para una situación en la que la Iglesia se está dando plena cuenta de que el presidente Benson simplemente no está en condiciones físicas de hablar o dar un mensaje debido a su edad avanzada”1.
Cuando el presidente Benson asistía a la conferencia, “parecía estar complacido” con lo que se decía. “Su espíritu es vigoroso”, comentó el presidente Monson. “Descansaba su mano sobre la mía y sonreía con afecto. Cuando le decía que había muchos niños en la congregación que realmente lo amaban, se le llenaban los ojos de lágrimas”2.
Cuando el presidente Benson no estaba presente, su silla parecía “más que vacía”. Una de las anotaciones del presidente Monson en su diario sobre el anciano presidente resultó conmovedora: “No se le ve tan bien como hace un año”3.
Se presentaron muchos momentos angustiosos al tener que llevar al presidente Benson al hospital para después, al recuperarse, ser llevado de vuelta a casa. La familia Benson se reunió en el hospital el 15 de octubre de 1990, temiendo que su padre, a quien recién habían operado, no se recuperara. El presidente Hinckley y el presidente Monson fueron a dar una bendición del sacerdocio a su profeta líder. El presidente Hinckley le pidió al presidente Monson que sellara la unción. Al hacerlo, se sintió “inspirado a prometerle al presidente Benson que no dejaría esta vida mortal ni un día antes de lo que el Señor quisiera y que se le daría el don de sanidad para que disfrutara la vida hasta que llegara el momento de su partida. En la sala se sintió un dulce espíritu de paz”4.
Estaba programado que el presidente Monson asistiera a una conferencia de área en Alemania, la primera de tales reuniones que congregaría a los santos del este y del oeste ahora que los dos gobiernos habían vuelto a unirse. El quería estar presente, pero no se sentía cómodo con la idea de dejar al presidente Benson en su condición de salud tan precaria. Francés escuchó mientras él sopesaba las opciones y lo apoyó al decidir que no iría.
No obstante, tras la bendición que recibió en el hospital, el presidente Benson comenzó a mejorar, salió de la unidad de cuidados intensivos y regresó a casa. Entonces el presidente Monson tomó el primer vuelo que pudo encontrar con destino a Alemania, llegando a tiempo para participar en la que sería una de las más “significativas reuniones en la historia de la Iglesia en Alemania”. A la sesión del sábado 20 de octubre de 1990, asistieron líderes del sacerdocio de las estacas de Berlín, Leipzig y Dresde. El presidente Monson escribió con enorme gratitud: “El Espíritu era de la más alta calidad inspiradora. El sólo pensar que a hermanos del Este que no habían tenido la oportunidad de reunirse con sus amigos y familiares del Oeste ahora se les permitía hacerlo después de treinta años, da la pauta de la magnitud de lo alcanzado”5.
El presidente Benson trataba a su segundo consejero como a un hijo. Parte de esa conexión provenía del amor que compartían por el escultismo. Cuando el presidente Benson se había retirado de la Mesa Ejecutiva Nacional de la Organización Scout de los Estados Unidos en 1969, la Primera Presidencia le había pedido al presidente Monson que ocupara su lugar. El presidente Benson había reemplazado al presidente George Albert Smith en dicho cuerpo. Los tres compartían un gran afecto hacia la organización y un total compromiso para con su lugar en el programa de los jóvenes de la Iglesia. Durante más de cuarenta años, el presidente Monson ha asistido a las reuniones regulares de la mesa, a eventos nacionales e internacionales, convenciones anuales y cortes de honor y ha sido consejero de especialidades. Su entusiasmo hacia el programa scout nunca ha tenido que ver con atar nudos, sino con cambiar vidas. Para él, se trata de “edificar muchachos”6, lo cual ha promovido como deber en muchas naciones.
El martes 8 de junio de 1982, el élder y la hermana Monson hicieron una gira por la famosa Abadía de Westminster, de Londres, Inglaterra, visitando los monumentos y las tumbas de grandes y destacados personajes, deteniéndose por último ante el indicador que habían ido a ver:
Robert Badén Powell, 1857-1941 Fundador de los Boy Scouts
AMIGO DE TODO EL MUNDO
El presidente Monson reconoció en Badén Powell un alma gemela. “A diferencia de otras figuras inmortalizadas dentro de las paredes de la Abadía de Westminster, Badén Powell no había navegado los tempestuosos mares de la gloria, conquistado ejércitos enemigos ni fundado imperios de riquezas mundanas. Más bien, él era un forjador de muchachos, a quienes les enseñó a correr y a ganar la carrera de la vida”7. La descripción exige la pregunta: ¿Las vidas de cuántos muchachos se han bendecido—y hasta salvado—debido al movimiento scout fundado por Badén Powell? Por cierto que Thomas Monson incluiría la suya.
La Iglesia adoptó el programa scout en Estados Unidos en 1913, acogiendo los conceptos de “hacer una buena acción diaria” y estar “siempre listo”. Sin duda que ambos describen a Tomrny Monson en su juventud y al presidente Monson como adulto. A menudo cita: “El mayor obsequio que un hombre puede darle a un muchacho es estar dispuesto a compartir una parte de su vida con él”8. Así lo cree, así lo enseña, y así lo practica.
Al mirar atrás en su vida, puede ver a personas como John Burt y Paul Childs y hasta al corpulento maestro scout que llevó a la Tropa 60 al cañón Brighton, al este de Salt Lake City, a un campamento de verano. Tras llegar al lugar le preguntó a Tommy—el más responsable del grupo—si había llevado la caña de pescar, y le encomendó que pescara truchas para el desayuno para cada uno de los muchachos para los dos días que iban a estar allí. Entonces, después de decirle que los recogería el sábado para llevarlos a casa, se marchó en su auto. Tommy cumplió con su “deber scout” y nadie pasó hambre9.
El presidente Monson ha trabajado estrechamente con líderes de la organización general de los Hombres Jóvenes como Jack Goaslind, Marión D. Hanks, Robert L. Backman, Vaughn J. Featherstone, Robert K. Dellenbach, F. Melvin Hammond, Charles Dahlquist y David L. Beck, cada uno de los cuales también ha trabajado incansablemente en el programa scout, tanto en la Iglesia como a nivel nacional. Esos han sido y son hombres que veían lo que el presidente Monson veía “en esa gran causa”. Él ha servido con algunos de los hombres de más alto calibre de la nación, quienes han llegado a conocerlo a él y a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días a la cual representa.
“Nadie puede alejarlo de los Boy Scouts”, declara el élder L. Tom Perry, quien ha participado en un buen número de eventos scout. “Él es el escultismo. Asiste a todo campamento que puede. Si uno quiere verlo bien animado, lo único que tiene que hacer tras asistir a una de esas actividades scout es dar un informe en el templo”10.
El presidente Monson ha participado en eventos scout alrededor del mundo. Cuando tiene la oportunidad, da una bendición apostólica a los scouts, tal como la que pronunció en Las Vegas en 2006: “a fin de que tengan gozo en esta vida y que haya paz en sus hogares”11.
Él ha sido un verdadero paladín de la preservación de las tradiciones del escultismo. A lo largo de los años, han surgido desafíos en el programa que cambiarían la naturaleza misma de la dinámica de los jóvenes. Él ha adoptado una postura firme cuando se han hecho esfuerzos por desechar componentes básicos como la promesa scout y el premio “Mi Deber a Dios”, cuando se intentó la incorporación de jovencitas en las tropas, cuando homosexuales exigieron la oportunidad de ser líderes de scouts. No se dejó intimidar por las confrontaciones ni dio marcha atrás cuando la polémica llegó a la prensa y a la opinión pública. Su firmeza ha mantenido el tema enfocado en los principios y el propósito del escultismo. Siempre que ha visto la más mínima vacilación de parte de los administradores, ha respondido de inmediato, declarando contundentemente su posición personal y la de la Iglesia. El presidente Monson reconoce que el escultismo es “más caro que otros programas” pero que “bien vale lo que cuesta”12.
En 1971, el presidente Monson recibió el Premio Búfalo de Plata, el más alto honor ofrecido por la organización nacional scout de los Estados Unidos, y estuvo en buena compañía. Ese año, Jimmy Cárter, el trigésimo noveno Presidente de los Estados Unidos, recibió ese mismo premio. El presidente Monson se siente honrado de integrar tan selecto grupo, el cual incluye al aviador Charles A. Lindbergh, al artista Norman Rockwell, al cinematógrafo Walt Disney, y al famoso jugador de béisbol Hank Aaron.
En 1993, en una reunión general de sacerdocio, el presidente Monson recibió el Lobo de Bronce, el reconocimiento más alto otorgado por la organización mundial. “El presidente Monson es uno de los amigos más distinguidos de la Asociación Nacional de Boy Scouts”, declaró durante la presentación Jere B. Ratcliffe, Jefe Ejecutivo Scout. “Prácticamente ha dedicado su vida a defender y vivir las enseñanzas de la Iglesia y la misión de la organización scout, una misión de enseñar valores que lleguen a durar toda la vida”13.
Recostado en una de las esquinas de su despacho se ve un bastón de madera de más de un metro de largo en el cual está esmeradamente tallado el emblema de cada una de las especialidades de los scouts. El programa le ha proporcionado un denominador común al reunirse con líderes en todo el mundo. En presencia del rey de Suecia en los jardines del Templo de Estocolmo, los dos hablaron de sus experiencias en el escultismo, habiendo recibido ambos el premio Lobo de Bronce.
Por décadas, el presidente Monson ha ocupado fielmente su lugar en encuentros scout llevados a cabo en Nueva Orleans, Chicago, Washington, Nueva York, Dallas y hasta en Teherán. Como principal orador en las reuniones nacionales de la organización en 1992, se refirió con preocupación a la difícil situación de la sociedad: “A lo largo y ancho de nuestra nación hemos estado reclamando cada vez con más ímpetu las cosas que no podremos llevar con nosotros, y prestando cada vez menos atención a la verdadera fuente de la felicidad. Hemos estado midiendo a nuestro prójimo más por sus caudales que por sus normas morales. Nos concentramos tanto en nuestra capacidad de generar fortunas que hemos sido negligentes en la manera de forjar nuestro carácter. Tal vez ésta sea una característica de la época en que vivimos: días de valores y principios comprometidos, días en que se ve el pecado como un simple error, en que lo moral es relativo y el materialismo recalca el oportunismo y menoscaba la responsabilidad personal. Bien podría un muchacho confundido clamar usando las palabras de Felipe en el Nuevo Testamento: ‘¿Cómo podré [hallar el camino] si alguno no me enseña?’”14.
Cuando era un joven scout, la primera vez que Tommy estuvo fuera de su casa fue cuando su tropa fue a uno de los campamentos en un cañón cerca de Salt Lake City. Era invierno y hacía mucho frío. Al recordar la experiencia, dice que fue “el peor momento para realizar esa actividad”15. El parador contaba con una destartalada estufa para calentar el helado ambiente. Los muchachos tiritaban y estaban empapados tras haber pasado la primera media hora después de su llegada lanzándose bolas de nieve. Aunque no lo admitirían, ellos también echaban de menos su casa. Al día siguiente, la madre y el padre de Tommy llegaron al lugar con una sorpresa para la tropa, una nevera llena de helado. “Estábamos congelándonos”, recuerda; “mejor tendrían que habernos llevado un guiso caliente. Pero sus intenciones eran buenas”16.
Cuando los scouts fueron a acostarse esa noche, Tommy y los demás observaron cómo el líder scout de su barrio, Cari, se quitaba su pierna ortopédica y la colocaba junto a su saco de dormir. Durante la noche, uno de los muchachos se escurrió desde su bolsa de dormir, “tomó la pierna postiza de Cari y la escondió debajo de su propia litera”.
Cuando Cari despertó y descubrió que su pierna no estaba allí, ni siquiera preguntó quién la había tomado. Tras anunciar que debía salir de la cabaña por un momento, fue brincando en una pierna. “Todos nos sentimos avergonzados”, recuerda el presidente Monson. Cuando Cari volvió a entrar, su pierna estaba en el mismo lugar donde la había dejado la noche anterior. “No sé cómo fue que no la vi”, dijo, “pero me alegro que esté aquí”. Su calma reacción a la broma de los muchachos les enseñó mucho más que si los hubiera acusado y regañado17.
En una ocasión, una destreza que aprendió con los scouts salvó una vida en la propia familia del presidente Monson. Recuerda: “El hijo de mi sobrino, Craig Dearden, de once años, completó con éxito los requisitos para la especialidad de natación. Su padre se veía radiante de orgullo, mientras que su madre le dio un tierno beso en la mejilla. Los presentes en aquella corte de honor no llegaban a imaginar siquiera las consecuencias que tendría ese reconocimiento. Más tarde ese mismo día, Craig divisó un objeto oscuro en el fondo de la parte honda de la piscina. Sin ningún temor, el muchacho se lanzó al agua para ver de qué se trataba y sacó a la superficie a su propio hermanito, ya con el cuerpecito morado e inánime. Recordando lo que había aprendido y practicado, Craig y otros hicieron lo que todo buen scout haría. De pronto se oyó un leve llanto, seguido de respiración, movimiento, vida. ¿Tiene validez el ser un scout? Pregúntenle a una madre, a un padre, a una familia que saben que una destreza scout salvó la vida de un hijo y hermano”18.
“De vital importancia para nuestro éxito”, ha recalcado el presidente Monson a los líderes del programa scout, “es aprender a ganar la confianza y el respeto de esos muchachos a quienes queremos formar. Para ello, se requiere amor. Ustedes que aman y guían a nuestra preciada juventud, tal vez nunca conquisten heroicamente una ciudad o nación, pero sí llegarán a conquistar el corazón de un muchacho”19.
El presidente Monson ve en el escultismo “un programa espiritual que forja hombres”. El ha declarado: “Si hubo alguna vez un momento en el que se necesitaran en extremo los principios del escultismo, ese momento es ahora. Si hubiera alguna vez una generación que se beneficiaría por permanecer físicamente fuerte, mentalmente alerta y moralmente limpia, esa generación es la actual”20.
Entre el escultismo y todas las demás tareas que requerían su atención, al presidente Monson casi le pasó desapercibido, a fines de noviembre de 1993, un intenso dolor en un dedo del pie. Aunque es diabético, generalmente ha gozado de buena salud, así que pensó que el problema se debía a sus zapatos, y empezó a usar otro par. Trataba de mantener el pie elevado durante sus reuniones y caminar lo menos posible, lo cual, dado su agitado programa de trabajo, era muy difícil. El dolor continuó, pero él siguió adelante. Viajó a Vernal para visitar el tabernáculo que pensaban en convertir en un templo; fue a la Catedral de la Madeleine a dar un mensaje en el día de acción de gracias; fue a una parroquia local a rendir tributo a un cura católico; viajó a una conferencia en San Bernardino, California; asistió a reuniones en el templo, a funerales y al hospital a visitar a personas enfermas.
Al prepararse el 3 de diciembre de 1993 para salir de viaje en una asignación, Francés le vio el pie e insistió en que fuera a ver al médico. Más tarde esa mañana, pudo consultar al médico, quien de inmediato lo internó en el hospital para que le trataran una “severa infección” en el pie izquierdo, el cual los médicos no estaban seguros de poder salvar.
Era la primera vez que se ponía una bata de hospital desde que tenía cuatro años y lo operaron de las amígdalas. Esa vez su estadía no fue ambulatoria.
Dos días después, el domingo, se le excusó de asistir al Devocional de Navidad de la Primera Presidencia, aunque por un momento pensó en ponerse el traje e ir al Tabernáculo a cumplir con su deber. Su frustración resultaba obvia: “Esta es la primera vez que recuerdo haber estado ausente en una reunión en la que se me había asignado hablar”21.
El 20 de diciembre de 1993 escribió en su diario: “Sigo en el hospital. No pude asistir a la reunión del Consejo de Disposición de Diezmos, a la asignación para hablarles a los obreros del Templo de Manti, al almuerzo del personal de la oficina de la Primera Presidencia, a la fiesta de Navidad de la compañía de seguros Beneficial Life ni a la recepción del Key Bank de Utah”22. Afortunadamente, las fiestas interrumpieron gran parte del trabajo que él por lo general habría realizado.
Quienes sufren de diabetes corren grandes riesgos de contraer infecciones en los pies y daño en los nervios debido a la deficiente circulación de sangre. La infección del presidente Monson fue grave, pero cuando salió del hospital tres semanas después, su condición había mejorado enormemente.
Los médicos le dieron el alta el 22 de diciembre con la orden de regresar cada dos días para recibir tratamientos en una pila de hidromasaje y para que le cambiaran el vendaje. Francés era su enfermera y, por cierto, muy eficaz.
El día de vísperas de Navidad reconoció con gratitud “el amor y las oraciones que muchos conocidos habían ofrecido en su favor”23. Dos de sus médicos le habían dado una bendición cuando fue internado en el hospital y el presidente Hinckley le había dado otra cuando lo visitó pocos días después. El presidente Hinckley y el élder Wirthlin le dieron en otra ocasión una tercera bendición. El presidente Monson tenía una fe incuestionable de que sanaría.
“Nos alegra enterarnos de que se está curando”, le escribió el élder Hugh W. Pinnock. “Es reconfortante saber que miles de personas han estado orando por usted debido a la innumerable cantidad de veces que usted ha enfocado sus propias oraciones en los demás”24.
Regresó a su oficina el 5 de enero de 1994, desplazándose en una silla de ruedas y con el pie elevado. Extendió llamamientos a presidentes de misión (ese año efectuó cincuenta y dos), y, aunque el pasar por puertas y maniobrar en corredores, ascensores y salones le resultaba un poco complicado, asistió a reuniones, entre ellas la del templo.
El 23 de enero, seis semanas después de que se le hospitalizara, participó en una transmisión general de la Primaria vía satélite, “Mirad a vuestros pequeñitos”. Hasta la semana antes de la transmisión, no estaba seguro de que fuera a poder mantenerse de pie durante veinte minutos para dar su mensaje. Había practicado una vez, poniendo todo su peso sobre el pie derecho y usando el izquierdo sólo para conservar el equilibrio. Con la ayuda de un calzado deportivo que le proporcionó el departamento de fisioterapia del hospital, le fue posible presentar su mensaje, el primero desde que le habían tratado la enfermedad el 3 de diciembre.
Al cabo de seis meses, los médicos informaron que todo se iba desenvolviendo favorablemente y que su recuperación había sido milagrosa. Le dijeron que solamente uno de cada cincuenta pacientes con una infección tan avanzada lograba evitar que le amputaran un dedo o el pie entero. “Creo que usted nunca dudó de que le sanara el pie y de que no tendría que sometérsele a una amputación”, le dijo uno de los médicos cuando su dura prueba ya casi había quedado atrás. “Usted es un hombre de enorme fe”. El presidente Monson respondió: “Estoy agradecido a nuestro Padre Celestial y a diestros cirujanos”25.
El Dr. Gary Hunter y el Dr. Greg Anderson llegaron a ser sus amigos queridos. Las consultas regulares que el presidente Monson tiene con ellos “son tanto reuniones sociales como un examen” de los pies. No obstante, ambos son “muy meticulosos” y se aseguran de que todo esté en orden26.
Durante una de sus estadías en el hospital, uno de los médicos preguntó al presidente Monson: “Si logro salvarle el pie, ¿estaría usted dispuesto a entregarle a mi hijo su premio de Scout Águila?”. Cuando el presidente Monson mencionó el “trato” en la ocasión de hacer entrega del premio, dijo con una sonrisa: “Los dos salimos ganando”.
Con el pie enyesado, pasó el día de Año Nuevo en casa, viendo fútbol americano por televisión. “Puedo empezar a ver un juego siendo totalmente imparcial”, explica, “pero a los pocos minutos, elijo cuál de los dos equipos quiero que gane y me vuelvo partidario de ese equipo”27.
Si está jugando el equipo de la Universidad de Michigan, no hay duda de quién quiere que gane, ya que ha sido un fanático de Michigan por mucho tiempo. Todo se remonta a la época en la que un renombrado entrenador dirigió a Michigan desde 1969 a 1989 e hizo comentarios muy favorables en cuanto a la Iglesia. Cuando ve a Michigan jugar, el presidente Monson asume el papel de un verdadero fanático. En su diario tiene anotados los resultados de los partidos que se jugaron en los días de Año Nuevo, especialmente si se trata de Michigan.
En tales casos, la tradición es invitar a sus nietos a ver el juego con él. En una ceremonia especial le obsequia a cada uno de ellos una gorra con los colores de Michigan—azul y amarillo—mientras escuchan la marcha de la universidad. Si en el primer tiempo el equipo está jugando mal, como cábala se cambia su gorra amarilla con vivos azules por una azul con vivos amarillos. Por años, cuando su equipo iba ganando, llamaba a su amigo John Burt y le hacía oír la marcha por el teléfono—John no era partidario de Michigan—y si ganaba el partido, lo volvía a llamar para celebrar el triunfo.
Pero la legendaria lealtad del presidente Monson no la extiende tanto a equipos, sino a personas. La lista de funerales en los que ha hablado tiene la apariencia de un directorio telefónico: Lucy Gertsch Thompson, a quien calificó como “la mejor maestra” que jamás conoció; Donald Dean Balmforth, amigo de toda la vida y consejero en el obispado del Barrio Sexto-Séptimo; Isabel Moon, una viuda cuyo funeral tuvo lugar un día jueves, pero “milagrosamente” la reunión en el templo terminó temprano y el presidente Monson llegó a los servicios a tiempo para hacer uso de la palabra; el élder Franklin D. Richards, “uno de los grandes misioneros de nuestra época”; su primo Alton “Alce” Carman; un tío, Myron Bangerter; el élder Jeffrey Brent Ball, un misionero a quien mataron en La Paz, Bolivia; Marian Clark Sharp, hija del presidente J. Reuben Clark; Phillip Jacobsen, capataz de encuadernación en la Imprenta Deseret; el élder Theodore M. Burton; Arthur J. Kirk, quien le compraba lombrices al industrioso Tommy en Vivian Park, en la década de 1930; O. Preston Robinson, mentor en la Universidad de Utah y en la Editorial Deseret News; el élder Joseph Anderson, Autoridad General emérita; D. Arthur Haycock, secretario de cinco presidentes de la Iglesia; John Fife, criador de palomas; Huston Johnson, un minusválido que vivía en el Barrio Sexto-Séptimo y que trabajó toda su vida como lavaplatos en un café del centro de Salt Lake. El presidente Monson representó a la Iglesia en el funeral del ex Presidente de los Estados Unidos Richard M. Nixon; habló en el funeral católico del líder cívico Frank Granato, con una vela a cada lado del púlpito. Esos son unos pocos de los cientos de funerales a los que asistió, y en la mayoría de los cuales también habló28.
Su participación en el ámbito nacional incluyó estar presente junto al presidente Ezra Taft Benson en la ceremonia de toma de mando del presidente de los Estados Unidos George H. W. Bush el 20 de enero de 1989. Para el presidente Benson era como volver a casa, ya que había servido como ministro de agricultura en el gabinete del presidente Eisenhower. El Coro del Tabernáculo Mormón desfiló en la última carroza y cantó “Himno de batalla de la República” al pasar frente al palco oficial. El presidente Monson recibió el agradecimiento del presidente Bush por asistir, precediendo la firma de la nota: “Con respeto”.
Durante un desayuno de oración de la Asociación Nacional de Boy Scouts en la Casa Blanca el 4 de mayo de 1989, se sentó a la mesa junto al presidente Bush y los dos descubrieron rápidamente que compartían un interés común por valores familiares y un gran cariño por los perros spaniel ingleses. Después de la reunión, el presidente Bush invitó al presidente Monson a ir a ver la nueva camada de su perrita Millie. “¿Cuál elegiría usted si fuera a quedarse sólo con una de las crías?”, preguntó el presidente Bush. Los dos se refirieron a los méritos de la raza, tras lo cual el presidente Monson señaló a un cachorrito de patas fuertes, cuerpo proporcionado y cabeza firme con suficiente lugar para un cerebro activo. Le dijo: “Si tiene buenas manchas, además de esos atributos, sería el mejor”. El presidente Bush le puso de nombre Ranger y cuando viajó a Salt Lake City y visitó a los dos consejeros de la Primera Presidencia el 17 de julio de 1992, le dijo al presidente Monson: “le traigo un informe de ‘nuestro’ perro29.
La Primera Presidencia y otros líderes de la Iglesia se enfrentaron a una multitud de problemas en las décadas de 1980 y 1990 que reflejaban el creciente estilo “auto absorto” de la sociedad. Emitieron una declaración sobre el cada vez más serio problema del SIDA: “Nos unimos a la esperanza colectiva de que los descubrimientos científicos hagan posible tanto la prevención como la cura de tan terrible aflicción. Pero más allá de esos descubrimientos, la observancia de una regla clara y divina lograría más en la lucha contra esa epidemia: la castidad antes del matrimonio y la total fidelidad en él”30.
La postura de la Iglesia en el sentido de que la institución matrimonial se reserva para un hombre y una mujer estaba siendo bombardeada. Muchos atacaron a la Iglesia, exigiendo que se redefiniera el matrimonio para que incluyera la relación entre personas del mismo sexo. El tema se hizo cada vez más polémico.
El 30 de mayo de 1994, el presidente Ezra Taft Benson fallecía a la edad de noventa y cuatro años. El 3 de junio, unas 20.000 personas desfilaron junto a su ataúd. “La mayoría lo hizo en silencio”, observó el presidente Monson, “pero se veían muchas lágrimas y prevalecía una dulce y reverente gratitud”31. En el funeral, el presidente Monson describió al presidente Benson como “un gigante entre los hombres”. Los servicios se transmitieron por tres estaciones de televisión32.
Al irse los apóstoles del estrado, formaron una guardia de honor a ambos lados del féretro mientras lo retiraban del Tabernáculo. Los Monson integraron la procesión fúnebre hasta Whitney, Idaho, donde el presidente Benson sería sepultado junto a su esposa, Flora, quien había fallecido dos años antes. El presidente Benson le había dicho a su consejero tiempo antes:
“No importa lo que otros opinen, hermano Monson, quiero ser sepultado en Whitney, Idaho”33.
El 4 de junio de 1994, Howard W. Hunter, el apóstol de más antigüedad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, fue unánimemente aprobado por los miembros del Quorum de los Doce para ser Presidente de la Iglesia.
























