“Conversaciones
esenciales con tu adolescente”
Heather Nelson
Este discurso fue pronunciado en mayo de 2023
en la Conferencia de Mujeres de BYU
Hermanas, estoy muy emocionada de estar aquí —en persona, con todas ustedes. Me encanta participar en la Conferencia de Mujeres y es una oportunidad maravillosa para compartir algunos de mis pensamientos y sentimientos. Me apasiona el tema de cómo tener conversaciones esenciales con nuestros adolescentes.
Mi esposo, Jason, y yo tenemos tres hijos—el menor se gradúa de la secundaria este mes. También tenemos un hermoso nieto que cumple dos años el sábado y otro nietecito en camino para el próximo mes. Nos encanta la cercanía y conexión que tenemos con nuestros hijos.
Cuando era una joven misionera en Guatemala, me di cuenta de que tengo una pasión por ayudar a las personas a aprender, crecer y convertirse en la mejor versión de sí mismas. A lo largo de más de veintitrés años en mi carrera como trabajadora social clínica, he descubierto que realmente disfruto ayudar a los adolescentes y a sus familias. Me gusta ayudarlos a descubrir quiénes son, a desarrollar sus fortalezas y a lanzarse hacia una adultez exitosa.
También he visto los dolores y las luchas que experimentan las personas y mi corazón sufre por ellas, pero también me siento muy agradecida por la confianza que depositan en mí al compartir sus historias, y me alegra poder darles herramientas que los ayuden a encontrar gozo en su travesía. Así que hoy quiero compartir algunas de las ideas que he adquirido a través de mis experiencias.
Hoy he decidido comenzar compartiendo una cita de Julie B. Beck, de octubre de 2007, que resume nuestro don divino y nuestra responsabilidad como madres hoy en día. Ella declaró: “¿Quién preparará a esta generación justa de hijos e hijas? Las mujeres Santos de los Últimos Días lo harán —mujeres que conocen y aman al Señor y dan testimonio de Él, mujeres que son fuertes e inamovibles y que no se rinden durante tiempos difíciles y desalentadores. Somos guiadas por un profeta inspirado de Dios que ha llamado a las mujeres de la Iglesia a ‘permanecer firmes e inamovibles en cuanto a lo que es correcto y apropiado según el plan del Señor’. Él nos ha pedido que ‘comencemos en [nuestros] propios hogares’ a enseñar a los niños los caminos de la verdad. Las mujeres Santos de los Últimos Días deben ser las mejores del mundo en sostener, nutrir y proteger a las familias. Tengo plena confianza en que nuestras mujeres lo harán y llegarán a ser conocidas como madres que ‘sabían’.”
No sé ustedes, pero como madre, frecuentemente me siento inspirada y abrumada al mismo tiempo. Recuerdo cuando mis hijos eran pequeños y me ponía muy nerviosa al imaginar sus años de adolescencia. ¿Qué te viene a la mente cuando piensas en los adolescentes? En mi caso, pensaba en rebeldía, descaro, poner a prueba los límites, amigos, presión de grupo, cambios de humor y comparaciones, solo por nombrar algunos. Con los años, he descubierto que esas cosas son esperadas y necesarias como parte de su desarrollo saludable. Si le dices a un adolescente “detente ahí”, su tarea, desde el punto de vista del desarrollo, es ver qué pasa si sobrepasan ese límite.
También descubrí que, además de desafiar los límites, ellos son perspicaces, capaces, resilientes, talentosos y más fuertes de lo que jamás imaginé. El Padre Celestial los creó así mientras encuentran su propia identidad, habilidades y talentos.
Cuando nuestros hijos son pequeños, casi son una extensión de nosotros—les proveemos todo. Pero a medida que se desarrollan en la adolescencia, necesitan probar límites, sentirse exitosos y tener una conexión emocional para convertirse en los adultos responsables que deseamos que sean. Lo veo como un embudo. En la parte inferior, tenemos control total: proveemos su comida, refugio, ropa, consuelo, todo. Y a medida que el niño crece, subimos por el embudo; tenemos menos control y nos convertimos en un apoyo mientras ellos aprenden a ser más independientes y capaces.
Cuando tu adolescente comienza a tomar decisiones con las que no estás de acuerdo, o comete errores, surge la tentación de invertir la dirección del embudo y ejercer más control. Naturalmente, tu adolescente se resistirá porque, desde el punto de vista del desarrollo, están buscando autonomía e independencia. He visto este ciclo muchas veces: el padre intenta controlar y el adolescente se resiste aún más, lo que crea desconexión y conflicto.
Al reflexionar sobre este tema y lo que podría compartir, me di cuenta de que, para tener conversaciones esenciales con nuestros adolescentes y estar preparados para escuchar y entender sin sermonear, así como para reconocer los momentos importantes de enseñanza diaria, necesito enfocarme en el proceso, no en el contenido de esas conversaciones.
El contenido puede ser cualquier tema: deberes del hogar, ropa, dinero, la hora de llegada, etc. Estos temas cambian cientos de veces. Pero el proceso es la forma en que tenemos esas conversaciones. Así que hoy me enfocaré en lo que podemos hacer para crear un apego o relación más fuerte que nos permita tener esas conversaciones.
Según la Teoría del Apego, existe un patrón o ciclo que crea un apego seguro: surge una necesidad, el bebé pide ayuda (llora), el padre lo nota, luego responde (lo carga), el niño se calma y se desarrolla la confianza. Ese ciclo se repite una y otra vez, cientos y miles de veces a lo largo de la vida del niño.
En otras palabras, el niño aprende que su padre o cuidador es seguro, confiable y responde a sus necesidades, por lo que se siente seguro en esa relación. Cuando un niño se siente seguro en una relación, sabe que puede acudir a su padre o madre en busca de ayuda, y que, más a menudo que no, el padre responderá de una manera compasiva y afectuosa.
El apego seguro genera muchas cualidades positivas necesarias para un desarrollo infantil saludable. Nunca es demasiado tarde para desarrollar un apego seguro. Con cada etapa del desarrollo, usamos las mismas estrategias, pero la aplicación se ve diferente en cada una.
Las tres cosas necesarias para crear un espacio seguro donde tener esas conversaciones críticas son: autonomía, competencia y conexión.
El problema es que, durante la adolescencia, la mayoría de los padres se enfocan en la obediencia, lo que implica control y desconexión. El control y la desconexión no promueven un apego saludable ni el desarrollo y crecimiento.
Por eso, en lugar de enfocarnos en el control, queremos centrarnos en lo que sí crea un apego y desarrollo saludable: autonomía, competencia y conexión.
Autonomía
La autonomía consiste en permitir que tu adolescente tenga la libertad y la confianza para tomar sus propias decisiones, dentro de límites seguros. La comunicación es clave para dar al adolescente la oportunidad de compartir sus preocupaciones, inquietudes o logros. Desde el punto de vista del desarrollo, durante la adolescencia es normal y una parte importante del crecimiento que los jóvenes ejerzan su albedrío.
Nuestro Padre Celestial demuestra este tipo de crianza basada en la autonomía al darnos guía y asistencia, pero en última instancia nos permite usar nuestro albedrío. Me encanta la nueva guía Para la Fortaleza de la Juventud: Una guía para tomar decisiones. El élder Dieter F. Uchtdorf, en octubre de 2022, presentó la nueva versión de Para la Fortaleza de la Juventud diciendo:
“En el centro del plan de Dios para tu felicidad está tu poder para elegir. Por supuesto, tu Padre Celestial quiere que elijas la alegría eterna con Él, y te ayudará a lograrlo, pero nunca te obligaría a hacerlo… Para ser muy claro, la mejor guía que puedes tener para tomar decisiones es Jesucristo. Jesucristo es la fortaleza de la juventud. Así que, el propósito de Para la Fortaleza de la Juventud es señalarte hacia Él. Te enseña verdades eternas de Su evangelio restaurado—verdades sobre quién eres tú, quién es Él, y lo que puedes lograr con Su fortaleza. Te enseña cómo tomar decisiones correctas basadas en esas verdades eternas. También es importante saber lo que Para la Fortaleza de la Juventud no hace. No toma decisiones por ti. No te da un ‘sí’ o un ‘no’ para cada decisión que podrías enfrentar. Para la Fortaleza de la Juventud se enfoca en el fundamento de tus decisiones. Se enfoca en valores, principios y doctrina en lugar de cada conducta específica.”
Estaba escuchando un pódcast llamado Follow Him de John Bytheway y Hank Smith, correspondiente a la semana del 13 al 19 de marzo, y su invitado fue el Dr. John Hilton III (puedes encontrar las transcripciones del pódcast en http://www.followhim.co). Él hablaba sobre los escribas y fariseos, y cómo se enfocaban tanto en las reglas estrictas que perdían de vista las verdades eternas. Llamó a esas reglas estrictas leyes de cerco. Compartió una analogía de un acantilado con una vista hermosa, pero como no quieres que la gente se caiga, construyes cercas alrededor; sin embargo, las cercas se hacen tan altas que bloquean la vista. En esta analogía, el acantilado representa el pecado, y las cercas son las reglas que nos mantienen alejados del pecado.
Como tenía esta presentación en mente, escuché ese pódcast desde la perspectiva de la crianza. Empecé a pensar en cómo nosotros, como padres, creamos límites y normas para nuestros adolescentes—que a menudo son importantes y necesarios—pero nos enfocamos únicamente en la regla y en el cumplimiento de la regla, y se nos olvida compartir el por qué detrás de ella.
Los adolescentes se motivan mucho más internamente cuando entienden el motivo de hacer algo. El ejemplo que se me vino a la mente fue la hora de llegada. ¿Les compartimos por qué queremos que estén en casa a cierta hora? ¿Es flexible? ¿Se negocia? ¿O se percibe como una forma de control? ¿Nuestros hijos entienden por qué sentimos que es importante que lleguen a casa a una hora específica? Las horas de llegada no son malas—muchas veces son necesarias—pero es más fácil cumplir con algo como “llegar a casa a las 10” si entendemos por qué es importante.
Tengo un ejemplo relacionado con las pijamadas. Cuando nuestra hija mayor era una preadolescente, vivíamos en Twin Falls, Idaho. La invitaban a muchas fiestas de cumpleaños con pijamadas. Nosotros simplemente decíamos que no, que no podía quedarse a dormir. No dábamos más explicaciones ni abríamos la conversación, más allá de que no queríamos que lo hiciera. Eso siempre entristecía a nuestra hija, y ella realmente quería participar y disfrutar con sus amigas—y por supuesto, nosotros también queríamos eso para ella.
Esto nos incomodaba tanto a mi esposo como a mí, así que hablamos sobre por qué no queríamos que ella asistiera a esas pijamadas. Tuvimos que reflexionar profundamente sobre nuestro razonamiento. Ambos somos terapeutas de salud mental, y yo trato a muchos niños que han sido abusados sexualmente, así que nos dimos cuenta de que nuestra respuesta estaba basada en el temor de que pudiera ocurrir algún abuso si permitíamos que ella durmiera fuera de casa.
Decidimos que necesitábamos hablar con ella sobre nuestras razones y ayudarla a tomar decisiones, en lugar de simplemente dar respuestas en blanco y negro—un “sí” o un “no” sin explicación.
Así que nos sentamos con ella y hablamos sobre nuestros temores e inquietudes respecto a las pijamadas. Su respuesta fue una revelación para mí. Ella dijo: “¿Por eso no quieren que vaya a pijamadas? Yo pensé que creían que no era capaz de dormir fuera de casa”. Nunca volvió a preguntar, y nunca más fue un problema. Ella estaba motivada a obedecer y escuchar porque entendía la razón detrás de la decisión.
Volviendo a la analogía del Dr. Hilton, nuestra regla de no permitir pijamadas era una cerca destinada a protegerla del acantilado, pero nos habíamos enfocado tanto en la cerca que ella no podía ver el acantilado ni la vista. Hablar con nuestros hijos y ayudarlos a entender el por qué de las cosas les ayuda a ser autónomos y tomar buenas decisiones por sí mismos.
Los padres que practican la crianza con apoyo a la autonomía pueden descubrir que, en realidad, son más estrictos, ya que han negociado con sus adolescentes sobre privilegios y consecuencias. Los padres pueden ser coherentes al guiar a sus hijos y ayudar al adolescente a tomar decisiones, en lugar de tratar de controlarlos y acabar desconectados debido al conflicto. Los adolescentes pueden interiorizar las normas y valores de sus padres, lo que resulta en una motivación más alta.
Gracias a esta mayor “aceptación”, el apoyo a la autonomía es más exitoso que el control para producir los comportamientos deseados.
Craig Hart, en un artículo de Y Magazine de 2003, dijo: “La investigación respalda la necesidad de permitir a los niños cierto margen. Los niños que experimentan una cantidad adecuada de autonomía tienden a ser mejores al compartir poder y comprender los puntos de vista de los demás. Tienen menos disputas con sus padres y son más respetuosos con los adultos en general. Manejan mejor sus actividades. Y en sus relaciones con sus pares, ponen más énfasis en la persuasión y la negociación para conseguir lo que quieren.”
Es importante que permitamos a nuestros adolescentes experimentar las consecuencias de sus decisiones. Necesitamos dar un paso atrás y hacerles saber que, si fallan, somos un lugar seguro para ellos.
Si los adolescentes no tienen un apego saludable, y fracasan, o solo ven a sus padres como figuras autoritarias, sentirán vergüenza, se aislarán y nunca compartirán sus luchas y pruebas con ellos. Veo adolescentes todo el tiempo que sienten que no pueden hablar con sus padres porque temen ser juzgados o criticados. Tienen miedo de cometer errores y miedo de que sus padres se enteren si los cometen.
Sé que los padres muchas veces están confundidos y no entienden por qué su hijo no quiere hablar con ellos. El otro día hojeaba un libro que me llamó la atención por su título gracioso—50 cosas peligrosas que deberías dejar que tus hijos hagan, de Gever Tulley. Me hizo reír, y el libro se refiere a cosas como trepar un árbol o quemar algo con una lupa.
Lo que saqué de eso es que los niños necesitan la oportunidad de intentar cosas, experimentar autonomía y fomentar la creatividad. Nuestros adolescentes necesitan vivir experiencias para sentirse exitosos.
Competencia
La competencia anima a tu adolescente a usar sus talentos y dones espirituales para construir su autoconfianza. Es efectividad y dominio. Consiste en enseñar a nuestros adolescentes a tener una mentalidad flexible, a ver los errores como oportunidades de aprendizaje.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a reconocer y usar sus dones y talentos divinos, así como la Expiación, mientras continúan progresando en esta vida para llegar a ser como nuestro Salvador.
Recuerdo cuando el presidente Nelson habló con los jóvenes en junio de 2018. El título de su discurso es La esperanza de Israel, y dijo: “Nuestro Padre Celestial ha reservado a muchos de Sus espíritus más nobles —quizá podría decir, Su mejor equipo— para esta fase final. ¡Esos espíritus nobles, esos mejores jugadores, esos héroes, son ustedes! Mis amados hermanos y hermanas jóvenes, ustedes están entre lo mejor que el Señor ha enviado jamás a este mundo. ¡Tienen la capacidad de ser más inteligentes, más sabios y de tener un impacto mayor en el mundo que cualquier generación anterior!”
Si nuestros adolescentes abrazaran quiénes son realmente, ¿cómo pensarían, sentirían y actuarían? Nosotros, como padres, tenemos un papel tan importante en la crianza y guía de nuestros hijos. Ellos son, verdaderamente, espíritus asombrosos y hermosos, y se nos ha dado la mayordomía de ser sus madres y padres. Cada uno ha recibido talentos y dones espirituales para ayudarles en esta existencia mortal, y nosotros podemos ayudarles a reconocer y nutrir esos dones.
A menudo, me encuentro en mi práctica con personas que tienen miedo de probar cosas nuevas porque temen profundamente cometer errores. Creo que, con demasiada frecuencia, en nuestra cultura perfeccionista creemos que debemos ser perfectos para tener valor o dignidad. Esas creencias pueden crear fácilmente una mala interpretación de la escritura: “sed, pues, vosotros perfectos” (Mateo 5:48).
Con esa mentalidad rígida, puede surgir una ansiedad paralizante y una gran angustia al sentir que podríamos no alcanzar la perfección. En esos momentos, olvidamos enfocarnos en el Salvador y Sus enseñanzas. Me encanta la enseñanza del Salvador sobre los talentos y Su expectativa de que los multipliquemos y los usemos para bendecir a los demás. Se nos enseña que si escondemos nuestros talentos, nos serán quitados.
Esta es una oportunidad para desafiar a nuestros hijos a descubrir sus talentos y dones, y a usarlos. Podemos animarlos a probar diferentes cosas, a encontrar lo que encaje con ellos y a reconocer que tienen dones y fortalezas únicos, diferentes de sus hermanos o incluso de sus amigos. Ayudamos a nuestros hijos siendo sus animadores y su apoyo, alentándolos sin juicio ni crítica.
Cuando nos mudamos de regreso a Utah en 2012, nuestro hijo realmente quería aprender a pescar con mosca. Dijo que trabajaría todo el verano cortando el césped si le comprábamos una caña de pescar con mosca. Nosotros, como padres, no sabíamos cómo hacerlo, pero a él siempre le ha encantado pescar y era algo por lo que estaba dispuesto a esforzarse. Su papá le compró la caña, pero ninguno de los dos era muy bueno ni sabía cómo usarla. Así que también los inscribió a ambos en una clase comunitaria de pesca con mosca.
Realmente la disfrutaron y aprendieron todo sobre lanzar, leer el río, qué moscas usar e incluso cómo atar sus propias moscas. Nuestro hijo trabajó duro para seguir practicando y mejorar. Hoy en día, todavía le encanta la pesca con mosca, e incluso utiliza esas habilidades para ayudarse cuando está estresado o molesto. Cuando mi esposo se interesó en lo que nuestro hijo quería hacer y fue más allá del aliento para participar con él, no solo ayudó a nuestro hijo a sentirse exitoso, sino que también creó un vínculo aún más fuerte entre ellos.
La forma en que nos comunicamos con nuestros adolescentes es esencial para desarrollar su resiliencia y flexibilidad. Enseñar a nuestros hijos a tener una mentalidad flexible significa que los errores son oportunidades de aprendizaje, y que no hay vergüenza asociada con cometer errores.
¿Puedes imaginar si tu hijo recibiera una prueba de matemáticas toda llena de correcciones en rojo, y que la compartiera contigo sin pena, y que ambos pudieran decir que ahora saben en qué cosas necesita trabajar? Sin juicio ni crítica, sino con esperanza y comprensión.
Este tipo de comunicación con nuestros jóvenes sobre los errores crea un entorno seguro para conversar, resolver problemas y brindar aliento. Ellos no temerán acudir a ti con errores o preguntas si saben que tú también ves los errores como oportunidades para aprender.
Cada uno de nosotros peca y comete errores. Es parte de nuestra travesía mortal. El Salvador expió nuestros pecados, y el arrepentimiento debería ser un proceso diario. Cuando venimos a la tierra, sabíamos que cometeríamos errores, y que mediante el arrepentimiento mejoraríamos, seríamos limpiados y llegaríamos a ser más semejantes a Jesucristo. Ese es el plan A. El plan B sería no cometer errores nunca, lo cual es imposible en esta vida. Casi todos los días veo personas intentando vivir el plan B y salvarse a sí mismas. Ese nunca fue el plan del Padre Celestial. El Salvador compensa nuestras deficiencias. Nunca tuvo la intención de que logremos la perfección en esta vida. Nos perfeccionamos a través de Él. Con eso en mente, podemos enseñar a nuestros adolescentes a sentirse más competentes y dispuestos a intentarlo.
En abril de 2020, el presidente Nelson dijo: “Cuando Dios quiso dar los Diez Mandamientos a Moisés, ¿a dónde le dijo que fuera? A la cima de una montaña, a la cima del monte Sinaí. Así que Moisés tuvo que subir todo el camino hasta la cima de esa montaña para recibir los Diez Mandamientos. Ahora bien, el Padre Celestial pudo haber dicho: ‘Moisés, tú comienza allá y Yo desde aquí, y nos encontramos a la mitad del camino’. No. Al Señor le encanta el esfuerzo, porque el esfuerzo trae recompensas que no pueden obtenerse de otra manera.”
Podemos enseñar a nuestros adolescentes que nosotros también valoramos el esfuerzo, y que estamos disponibles para ayudarlos cuando caigan.
Conexión
La conexión ayuda a nuestros adolescentes a sentirse amados y aceptados. La relación entre padres e hijos puede ser complicada o difícil de manejar durante la adolescencia. Necesitamos construir relaciones basadas en la apertura y el amor. A medida que nuestros hijos se convierten en adolescentes, más que nunca antes, anhelan nuestra aprobación y aceptación. Nacimos necesitando apego y conexión. Si podemos ver más allá de algunas de sus conductas negativas durante la adolescencia, podemos darnos cuenta de que las emociones son una oportunidad para conectar.
Muchas veces, al aconsejar a los padres, traen a sus adolescentes por problemas de manejo de la ira respecto a alguna situación en casa. A medida que los padres aprenden a sintonizar con sus hijos y a construir una conexión con ellos, llegan a comprender y ver el dolor, las heridas o los sentimientos de impotencia que experimentan en sus vidas. La ira es una emoción que fácilmente oculta muchas otras, como el dolor, el miedo, la tristeza, la soledad o el rechazo. Si tomamos la ira al pie de la letra, podríamos reaccionar con ira también. Si hacemos eso, perdemos completamente lo que realmente está ocurriendo con nuestros adolescentes.
En 1 Samuel 16:7, el Señor le enseña a Samuel cómo Él nos ve y cómo deberíamos vernos unos a otros: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”
Si tomamos esta escritura y aplicamos el principio de mirar más allá del comportamiento de nuestros adolescentes para ver realmente quiénes son, podremos conectar emocionalmente con ellos. Siempre he sentido una fuerte responsabilidad de ver a mis hijos como nuestro Padre Celestial los ve y de no olvidar que son hijos e hijas de Dios.
Me encantó la guía que recibimos en la conferencia general del mes pasado. El élder Dieter F. Uchtdorf dio un discurso titulado “Jesucristo es la fortaleza de los padres”. Les animo a todos a leerlo nuevamente. Tiene mucho conocimiento para nosotros mientras nos esforzamos por criar a nuestros hermosos hijos. Él dijo:
“Si oran con sinceridad y son sensibles al Espíritu, Él les advertirá sobre peligros ocultos. Él les revelará los dones, las fortalezas y las preocupaciones no expresadas de sus hijos. Dios les ayudará a ver a sus hijos como Él los ve, más allá de su apariencia externa y en lo más profundo de su corazón. Con la ayuda de Dios, ustedes pueden llegar a conocer a sus hijos de una manera pura y celestial. Los invito a aceptar la oferta de Dios de guiar a su familia mediante la revelación personal. Busquen Su guía en sus oraciones.”
Para conectar mejor con nuestros adolescentes, debemos buscar las pequeñas cosas que hacen bien. Nuestra mente se enfoca en aquello a lo que le damos atención. A veces los padres me dicen que no pueden elogiar a sus adolescentes porque no hay nada que elogiar. Eso no puede ser cierto, porque siempre hay algo bueno si estamos buscando, ¡a veces solo hay que buscar con más empeño!
John Gottman, a quien considero un experto en relaciones, dijo que existe una proporción mágica de 5:1. Por cada declaración crítica, deben haber cinco declaraciones positivas para mantener una relación saludable. A mí me gusta pensar en ello como una alcancía. Si constantemente estás depositando dinero en el banco, cuando hagas un retiro, todavía tendrás fondos.
Con nuestros adolescentes, si hay una interacción negativa o una consecuencia, si estamos elogiando y conectando de forma continua, seguimos teniendo una relación positiva y saludable con ellos.
Otra forma de conectar es escuchar a nuestros hijos. Si vemos la emoción como una oportunidad para conectar, no necesitamos tener miedo de las emociones de nuestros adolescentes. A veces pensamos que conocemos los hechos, y nuestras propias emociones se apoderan de nosotros. Eso nos pasa a todos. Sin embargo, en esos momentos, cuando realmente nos detenemos y los escuchamos, podemos ver su perspectiva y lo que está ocurriendo en su vida.
Un ejemplo de esto fue hace varios años, cuando mis hijas estaban discutiendo y muy molestas la una con la otra. Realmente no me gusta el conflicto, así que me frustré y simplemente les grité que se detuvieran. Ambas estaban muy enojadas, pero me detuve por un minuto y las miré a los ojos. Tuve que ver más allá de su enojo y frustración mutua, y darme cuenta de que en realidad estaban tristes y heridas por otras cosas que estaban ocurriendo. Cuando las abracé y les dije que lamentaba que estuvieran sufriendo, dejaron de discutir y simplemente lloraron. Necesitaban que realmente las viera y escuchara lo que estaban viviendo. Ese fue un momento especial que no olvidaré, porque nos permitió conectar en un nivel más profundo de amor y comprensión. La emoción es una oportunidad para conectar.
Sé por experiencia propia que nunca me siento motivada por alguien que me amenaza o me manipula para que haga lo que quiere. Sin embargo, sí me siento motivada por personas que me aman, me comprenden y ven mi potencial. Lo mismo ocurre con nuestros adolescentes. A veces confundimos motivación con manipulación, y consecuencias con castigo. Eso no funciona, y a menudo causa más daño que bien. Amar verdaderamente a nuestros adolescentes nos ayuda a conectarnos con ellos, lo cual les ayuda a motivarse internamente y esforzarse por ser una mejor versión de sí mismos. Logramos eso mediante la caridad.
En Moroni 7:47–48, Moroni cita a su padre Mormón mientras nos enseña cómo obtener la vida eterna. Él dijo:
“Mas la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, bien le irá. Por tanto, amados hermanos míos, orad al Padre con toda la energía de vuestro corazón, para que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo.”
Somos hijos de nuestro Padre Celestial, y Él puede ver nuestro potencial. Ha establecido el modelo que debemos seguir para ayudar a Sus hijos a alcanzar ese potencial.
Como padres, podemos orar para ver a nuestros adolescentes como el Salvador nos ve a cada uno de nosotros. Jesucristo nos ama y ve nuestro corazón e intención. De igual forma, nosotros amamos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos, y mientras nos esforzamos por verlos como el Señor los ve, podemos mirar más allá de su comportamiento y tener caridad y amor puro por nuestros hijos.
La Expiación es necesaria para todos nosotros. El Plan de Felicidad existe para que aprendamos, cometamos errores y nos arrepintamos. Nuestros hijos se benefician al aprender ese patrón. No les robemos esa oportunidad.
Hermanas, si están teniendo dificultades para ver a sus adolescentes de manera positiva, las invito a orar para ser llenas de caridad, para que puedan verlos como el Salvador los ve.
Mi escritura favorita es 2 Nefi 25:26, donde Nefi nos exhorta a enseñar a nuestros hijos sobre el poder habilitador de Jesucristo. He amado esta escritura desde que tengo memoria. Nos recuerda que Cristo debe estar en el centro de todo lo que hacemos, y especialmente en nuestra crianza:
“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo, y escribimos conforme a nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados.”
Podemos usar Su ejemplo perfecto como modelo para criar a nuestros hijos, permitiendo que nuestros adolescentes ejerzan su albedrío, descubran y usen sus dones y talentos divinos, y nutran relaciones amorosas mediante la caridad.
En el nombre de Jesucristo. Amén.


























