“Tomarse el tiempo para conversar:
la comunicación en el matrimonio”

David J. Torres
Este discurso fue pronunciado el viernes 1 de mayo de 2020.
Cuando conocí por primera vez a María Luisa, estaba seguro de que era alguien a quien quería conocer mejor. Así que, ¿qué hice? Bueno, decidí que debía hacer todo lo posible para aprender todo lo que pudiera sobre ella.
Había servido una misión de dos años y podía ver que vivir con una mujer tenía que ser mejor que vivir con un hombre. Eso significaba que saldría con ella todos los fines de semana. No solo una vez, sino los tres días: viernes, sábado y domingo; y entre semana la llamaría para hablar con ella. Todo esto porque necesitaba conocerla bien. Necesitaba conversar con ella. Quería aprender todo lo que pudiera sobre ella.
Pues bien, no pasó mucho tiempo antes de saber que ella era la indicada para mí. Tres semanas después le pedí que se casara conmigo y, sorprendentemente, aceptó. Eso fue en junio y nos casamos tres meses después, el 6 de septiembre, hace cuarenta y cinco años, en el Templo de Los Ángeles. En muchos sentidos, parece que hubiera sido ayer, pero ambos aprendimos que aún necesitábamos —y que todavía necesitamos— conocernos y aprender el uno del otro.
Sin embargo, aunque los dos éramos miembros de la Iglesia de Jesucristo y habíamos servido misiones y proveníamos de orígenes hispanos, eso no significaba que no habría diferencias. Eso es algo que se debe esperar en todas las parejas. Debemos reconocer que el Padre Celestial sabía que esto sucedería y que tenía que suceder. Esto nos permite crecer.
Recuerden que, después de que Adán fue formado, “los Dioses dijeron: Hagamos una ayuda idónea para el hombre, porque no es bueno que el hombre esté solo; por lo tanto, haremos una ayuda idónea para él… Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Abraham 5:14, 18).
Podemos ver cuán importante fue y es esto para nosotros. Realmente necesitamos tener a nuestros compañeros. Yo sigo aprendiendo cosas que he necesitado aprender de mi compañera eterna, María.
Me gustaría compartir algunas de las cosas que he aprendido sobre la importancia de la comunicación en el matrimonio. Al hacerlo, espero que ustedes puedan ver la perspectiva general tal como yo la he visto: que al aprender a comunicarme con mi amada, también he aprendido a comunicarme mejor con mi Padre Celestial.
Primero, es fundamental que ambos estemos dispuestos a edificar un cimiento sólido en el Evangelio de Jesucristo. Esto requiere renovación constante, estudio y compartir. De todos los puntos, este debe ser constante durante toda nuestra vida. Como enseñó el apóstol Juan: “El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).
Si ambos tenemos un testimonio del Salvador Jesucristo, entonces estaremos esforzándonos por edificar el espíritu de revelación y de profecía en nuestra vida. Esto significa que ambos estaremos procurando “hablar cuando se nos impulse por el Espíritu”, y que “lo que habléis cuando seáis inspirados por el Espíritu Santo será escritura, será la voluntad del Señor, su mente, su palabra, su voz y el poder de Dios para salvación” (DyC 68:3–4). ¡Qué hermoso pensamiento, que haya dos personas —un esposo y una esposa— recibiendo revelación en cada hogar!
En segundo lugar, siempre debemos expresar gratitud tanto por las cosas grandes como por las pequeñas. Permítanme ilustrar esto con una experiencia personal. Cuando nos casamos, yo sabía que no quería ser el cocinero de la familia, así que decidí que siempre estaría contento con lo que mi querida esposa María preparara para mí. Así que, después de cada comida, siempre he procurado darle las gracias y decirle qué comida tan maravillosa y deliciosa habíamos tenido. Por supuesto, durante la comida me aseguraba de comer todo y mostrar que estaba disfrutando del platillo. Y eso nunca fue fingido, porque siempre he disfrutado cada una de mis comidas. Si alguna vez se me ha olvidado, ella me pregunta si me gustó la comida, y por supuesto mi respuesta siempre es: “Sí, estuvo deliciosa”. Eso nunca ha sido una mentira.
Ella, a su vez, me agradece por cualquier cosa que yo haga. Puede decir: “Me gusta cómo quedó el césped” o “Me gusta cómo quedaron las luces”. Sus cumplidos siempre son sinceros y pueden incluir una variedad de cosas como cortar y recortar el césped, pintar, hacer reparaciones en la casa, cuidar el auto, lo que sea.
Permítanme compartir un secreto especial de la familia Torres: en los proyectos grandes, ella siempre está a mi lado ayudándome, y por supuesto yo la ayudo en sus proyectos. Durante nuestras actividades de trabajo siempre estamos conversando; al fin y al cabo, seguimos siendo recién casados y siempre hay algo especial de qué hablar.
Estos simples reconocimientos son maneras de demostrar amor. Martín Lutero escribió: “El matrimonio es la escuela del amor” (Favorite Quotations from the Collection of Thomas S. Monson, Deseret Book Company, 1985, pág. 15), y el presidente Monson enseñó: “A menudo vivimos lado a lado, pero no corazón a corazón” (ídem, pág. 202). Espero que aprendamos a mostrar más gratitud y amor el uno al otro.
Si sus esposos estuvieran aquí, yo les diría que les lleven flores a casa. Recuerdo que cuando estábamos en Guatemala, había un lugar justo frente a la casa de la misión; yo iba allí y recogía flores que nunca antes había visto para mi verdadero amor. Cada vez que lo hacía, ella se ponía tan feliz… ¡podía verlo hasta en sus ojos! ¿Verdad que sí, hermanas? ¡Claro que sí!
Incluso el Salvador debió de haberse sentido complacido al escuchar cumplidos de Su Padre. ¿Recuerdan cómo en Su bautismo y en otras ocasiones, cuando el Padre Celestial presentaba a Su Hijo, decía: “Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco”? (Mateo 3:17; 17:5; 3 Nefi 17:7). Creo que hay algo especial en esa pequeña comunicación entre un Padre y Su Hijo.
En tercer lugar, la resolución de problemas. Todos tendremos —y me gusta decir que necesitamos tener— problemas o inquietudes, sean menores o mayores, que llegarán y que necesitaremos conversar y resolver para aprender a hacerlo como pareja. Sin embargo, esto no puede funcionar a menos que ambos estén de acuerdo en participar plenamente, y debemos acordar no molestarnos por algo que pueda parecer molesto. Recuerden que se aman, y que este es un proceso necesario en nuestro desarrollo eterno.
Recuerden siempre que tanto el esposo como la esposa tienen “el testimonio de Jesús” y la promesa de recibir revelación. Por favor, comprendan que todas las decisiones deben tomarse de manera unánime. Así como se enseña en Doctrina y Convenios 107:27, que “todo miembro de cada quórum debe estar de acuerdo con sus decisiones”. Ahora bien, si eso no sucede en un matrimonio, significa que o no es lo correcto, o es algo que debe esperar otro momento, o simplemente aún no hemos descubierto la solución correcta; pero si hacemos nuestra parte, la solución llegará.
Uno de los problemas que María y yo vimos que debíamos manejar era el uso de las tarjetas de crédito. Aunque las pagábamos a principios de cada mes, nunca parecíamos tener una idea clara de cuánto habíamos gastado hasta que llegaban los estados de cuenta al final del mes. Siempre estábamos por encima de nuestro presupuesto de gastos.
Permítanme añadir aquí que mi amada siempre ha sabido hacer que un dólar rinda de dos a cinco veces su valor. Siempre me ha asombrado cómo ha podido lograrlo. Esto ha sido de gran ayuda en nuestro hogar.
Así que comenzamos a estudiar el problema y nos dimos cuenta de que podíamos resolverlo, pero requeriría un trabajo importante para cambiar la manera en que hacíamos las cosas. Pronto entendimos que este era un tema que habían tratado tanto profetas antiguos como modernos, así como otras personas. Era un problema que ambos queríamos resolver y en el que deseábamos trabajar juntos.
Nos tomó algo de tiempo encontrar la solución, pero una vez que vimos lo que debíamos hacer y llevamos a cabo el plan acordado, esto solidificó nuestro matrimonio y nos dio mayor felicidad como pareja, así como individualmente. Y esto porque de nuestras conversaciones surgió una estrategia mensual viable, un fondo de emergencia y una increíble sensación de gozo y felicidad por haberlo resuelto juntos.
He comprobado que la resolución de problemas nos ayuda a acercarnos más. Por supuesto, hay desacuerdos y asuntos que deben tratarse, pero el resultado final siempre es maravilloso.
Para resolver problemas, debemos escuchar, practicar la paciencia, expresar nuestros sentimientos sin ser groseros ni negativos, y lo más importante: estar dispuestos a trabajar juntos. Todo esto requiere perspicacia y comunicación, y puedo asegurarles que se puede lograr. Se puede lograr porque nos amamos.
Como nos amamos y respetamos, estamos dispuestos a aprender el uno del otro. Tenemos que hacerlo, porque planeamos pasar la eternidad juntos, y nuestra eternidad se construye aquí mismo, en esta tierra.
La vida eterna es la vida de Dios, y yo no sería feliz sin mi María, y ella no sería feliz sin mí. Pregúntenle si eso no es verdad.
Estoy seguro de que tengo razón al decir que pensé que amaba a María hace cuarenta y cinco años, pero eso no es nada en comparación con lo que siento hoy, y estoy seguro de que lo que siento hoy no es nada comparado con lo que sentiré dentro de 20, 50 o 100 años.
Me alegro por ustedes, porque sé lo que les espera.
Quiero que sepan que sé que las cosas que he compartido son posibles y son principios verdaderos. Comparto este testimonio humildemente en el sagrado nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien amo. Amén.
























