La obediencia: Una clave de la libertad

Al contrario de lo que muchos creen, la obediencia no es la antítesis de la libertad, sino su fundamento. Charles Kingsley distinguió entre la perspectiva de la libertad mantenida por el mundo y la del Señor: «Hay dos libertades, la falsa en la que se es libre de hacer lo que se desee, y la verdadera, en la que se es libre de hacer lo que se debe».9 Lehi se refería a la segun­da cuando aconsejaba a sus hijos, Lamán y Lemuel: «[escuchad] sus grandes mandamientos» (2 Nefi 2:28). El patriarca les dijo que si lo hacían el diablo no tendría poder «reinar sobre [ellos]» (2 Nefi 2:29). De Doctrina y Convenios afirman otro tanto: «la ley [o podríamos decir los mandamientos] también os hace libres» (DyC 98:8). Jacob le dijo a su pueblo: «sois libres para obrar por vosotros mismos» (2 Nefi 10:23). Y entonces les ense­ñó los medios, no solo para mantener su libertad, sino para au­mentarla: «reconciliaos con la voluntad de Dios» (2 Nefi 10:24). El Señor anunció que había hecho a Adán «su propio agente» y a continuación compartió la segunda parte divina en lo que al mantenimiento y el desarrollo de dicho albedrío se refiere: «y le di mandamientos» (DyC 29:35). Dicho de otro modo, sin man­damientos ni obediencia a ellos, el hombre no tardaría en haber visto menguar irreversiblemente su albedrío recién adquirido.

Los mandamientos son tan restrictivos para el hombre espi­ritual como las señales de tráfico para un conductor en su auto. Ninguno de los dos impone prohibiciones a nuestro progreso; al contrario, lo mejoran al servir de postes indicadores o señales de dirección que nos ayudan a encontrar nuestro destino y llegar a él. El Señor le mencionó al profeta José de un «un mandamiento nuevo», y añadió acto seguido: «o en otras palabras, os doy instrucciones en cuanto a la manera de conduciros delante de mí, a fin de que se torne para vuestra salvación» (DyC 82:8—9; énfasis añadido). El gran productor de cine, Cecil B. De Mille, famoso por la película Los diez mandamientos, entendía la diferencia en­tre la ley y la libertad:

La Bendición de la Libertad