Capítulo 5
Pecados Contra El Convenio Matrimonial
EL DIVORCIO Y LOS HOGARES DESTRUIDOS
LA TRAGEDIA DE LOS HOGARES DESTRUIDOS. Por todo nuestro país vemos la tragedia de los hogares destruidos, padres y madres separados, hijos a quienes se niega el afecto natural. Los hijos tienen derecho a las bendiciones provenientes de esta sagrada unión, merecen el amor y los cuidados de unos padres fieles, y la felicidad y devoción resultantes de una reverencia verdadera.
Cuando se pierden estas bendiciones, sufre toda la comunidad y se debilita la integridad del gobierno. Es una vergüenza y una desgracia que tantos perjuicio provenga de los hogares arruinados, y esto sucede principalmente porque hemos olvidado a Dios y nuestro compromiso de servirle y honrarle. Ciertamente, tenemos mucho de qué arrepentimos para retornar a la sencilla adoración de la verdadera cristiandad.
EL DIVORCIO NO FORMA PARTE DEL PLAN DEL EVANGELIO. El divorcio sería desconocido si toda la humanidad viviera en estricta obediencia al evangelio, y en ese amor engendrado por el Espíritu del Señor que convierte a todos los matrimonios en eternos. El divorcio no forma parte del plan del evangelio y ha sido introducido debido a que la gente ha endurecido su corazón y se ha vuelto incrédula.
Cuando los fariseos tentaron a Cristo al decirle: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” El les respondió: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará madre y padre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”
Entonces cuando preguntaron por qué Moisés permitía el divorcio, el Señor les respondió: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.” Por otra parte, lo que Dios junta es eterno, mas por desgracia, la mayoría de los matrimonios que se realizan no son por la voluntad de Dios, sino por la del hombre. Los matrimonios entre los Santos de los Ultimos Días son matrimonios eternos, si se realizan en la debida forma, porque el Padre Eterno dio este convenio del matrimonio para todos aquellos que vayan al templo a recibir sobre sí esta bendición.
LA SALVACIÓN SE PIERDE POR CAUSA DEL DIVORCIO. Nunca habría un divorcio en esta Iglesia si el esposo y la esposa guardaran los mandamientos de Dios.
Durante la semana, me llamó la atención el caso de un hombre y una mujer, casados en el templo por el tiempo y eternidad , que se habían cansado uno del otro. Habían criado una familia y ahora él quería seguir su propio camino, y ella el suyo. ¡Pero además, aún quieren seguir siendo amigos! No hay resentimientos entre ellos, es solamente que se han cansado uno del otro, y desean un cambio.
¿Tienen ellos el espíritu del evangelio en su corazón? Os digo que no, o no se habrían cansado uno del otro; eso no podría haber sucedido. Se cansaron de vivir los principios de verdad eternos. Un hombre no se cansaría de su esposa si tuviera el amor de Dios en su corazón. Una mujer no se cansaría de su esposo si tuviera en su corazón el amor de Dios, el primero de todos los mandamientos. ¡No, no lo hubieran podido hacer!
Y luego pensemos en los hijos. Estamos hablando de un hogar destruido. Estas personas obtienen el divorcio, y quizás después quieran anular su sellamiento porque desean casarse con alguna otra persona; he ahí un hogar destruido. ¿Qué va a ser de los padres? ¿Qué va a pasar con los hijos? ¿Acaso ellos no tienen derechos?
Los padres se han separado. y cada uno sigue un camino diferente, ¡pero quieren seguir siendo amigos! ¡Y además esperan casarse nuevamente por tiempo y eternidad y entrar en el reino celestial de Dios para recibir todas las bendiciones de la exaltación! ¿Tienen derecho a ello? No, según yo leo en las Escrituras, ellos no tienen derecho.
ALGUNOS DIVORCIOS ESTÁN JUSTIFICADOS. Por supuesto, tenemos algunos otros casos peores que ese. Tal vez haya casos en los que la mujer esté justificada en buscar alivio, y deba separarse de un esposo brutal que vive sólo por el deseo de la carne, y cuya incontinencia sea tal que le haga a ella la vida insoportable; y ambos no estén guardando los mandamientos que les fueron dados cuando se casaron en el templo por tiempo y eternidad, donde se espera que él ame, respete y cuide de su esposa con toda humildad, fe, y comprensión del evangelio de Jesucristo. Y el evangelio de Jesucristo no es carnal.
LA DESOBEDIENCIA TRAE CONSIGO EL DIVORCIO. Cuando el divorcio llega a los que están casados en el templo, lo hace porque éstos han violado los convenios y compromisos que han tomado sobre sí mismos de ser fieles uno al otro, fieles a Dios, fieles a la Iglesia. Si continúan viviendo en esa fidelidad, si se aman, respetando sus mutuos derechos y no tratan de aprovecharse indebidamente uno del otro, tratándose con la debida consideración no habrá fracasos.
LOS HIJOS TIENEN DERECHO A UNA UNIÓN FAMILIAR PERMANENTE. Cuando un hombre y una mujer se casan en el templo por tiempo y eternidad y luego buscan en los tribunales una separación, y quizá se dirijan al Presidente de la Iglesia para conseguir una cancelación, ¿qué es lo que han hecho? Probablemente hayan tenido hijos, y estos hijos pertenecen a Dios; son sus hijos, enviados a ese hogar con todos los derechos a recibir protección y guía del padre y la madre, de ser edificados y fortalecidos en la fe, y de ir a los cielos, al reino celestial con el padre y la madre para sentarse con ellos en la exaltación y la gloria.
Pero, frecuentemente, un hombre y una mujer no pueden vivir juntos, muchas veces debido a una causa trivial que surge entre ellos, por lo que se separan. ¿Qué es lo que le han hecho a esos hijos? Han destruido sus derechos dados por Dios, se los han quitado y los han destruido. Y en esas condiciones, ¿cómo podrán entrar en las eternidades y enfrentarse con su Hacedor?
Comprendo que hay algunos casos en que una esposa necesita una separación, o quizás un esposo deba separarse, pero siempre a causa de una violación, una grave violación de los convenios que han sido hechos.
Mas aquí tenéis un hogar arruinado, hijos que han quedado sin uno de los padres o quizás sin ambos, para tal vez ser entregados a alguna otra familia fiel mediante la misericordia del Todopoderoso, o para ser adoptados por esa familia y pertenecerles por toda la eternidad.
Los que violan este sagrado y solemne convenio van a lamentarlo, si son culpables, cuando comparezcan ante el tribunal de Dios, pues han roto los lazos de una unión eterna y perdido su promesa de exaltación en el reino de Dios.
EL CASTIGO DEL SEÑOR PARA LOS QUE SE DIVORCIAN. Si deseáis saber cuán grave es buscar el divorcio, deseo que leáis lo que dice el Señor en el Sermón del Monte, que se repite en el Libro de Mormón en un sermón similar dado a los nefitas. Si entendierais, si comprendierais lo que el Señor dice ahí, os quiero decir que las personas tendrían miedo de buscar una separación por causas triviales; tendríais más cuidado.
El matrimonio de acuerdo con la ley de la Iglesia, es la ordenanza más santa y sagrada. Traerá a los esposos, si permanecen en sus convenios, la plenitud de la exaltación en el reino de Dios. Si se quebranta este convenio, le traerá consigo una eterna aflicción a la parte culpable, pues todos tendremos que responder por nuestros hechos realizados durante esta vida mortal. Es una ordenanza con la que no se puede jugar, y los convenios hechos en el templo no pueden ser quebrantados sin que el culpable reciba un horrendo castigo.
LA PERFECCIÓN SE LOGRA MEDIANTE EL MATRIMONIO. Cuando una pareja se casa en el templo debe tratar de vivir en paz y armonía, y si ambos son miembros fieles de la Iglesia, esto no les será difícil. Las personas jóvenes deben tratar de ser tolerantes con las debilidades que tienen cada uno y vencerlas. Si viven dignos de exaltación, entrarán en el reino celestial sin las flaquezas y debilidades de la vida mortal; y serán perfectos.
EL PODER PARA DESATAR EN LOS CIELOS. El Señor da al Presidente de la Iglesia las llaves del reino; con el derecho de que todo lo que ligare en la tierra, sea ligado en los cielos; lo que desatare en la tierra, sea desatado en los cielos. Si las circunstancias lo justifican, él puede cancelar el sellamiento y el Señor lo ratificará. Mas con relación a los asuntos triviales, nunca debería haber un divorcio.
LA VIOLACIÓN DEL CONVENIO MATRIMONIAL DESTRUYE A LAS NACIONES. La violación de esta ordenanza ha sido la causa primordial de la ruina de las naciones. Cuando se pierde lo sagrado del convenio matrimonial, y se quebrantan los votos, la destrucción es inevitable. No se puede recibir este principio con espíritu desdeñoso e indiferente. Ha sido ordenado para ser más, mucho más, que sólo un contrato civil.
Ninguna nación puede sobrevivir a la violación de este principio. Roma, Grecia, Babilonia, Egipto y muchas otras naciones deben su decadencia a la violación de este sagrado convenio. La ira de un Dios justo se encendió contra ellos a causa de su inmoralidad. Los restos de las civilizaciones muertas constituyen una callada y convincente evidencia de que fue la falta de castidad y el desprecio de este sagrado convenio lo que los llevó a su ruina final.
CONTROL DE LA NATALIDAD
LAS BENDICIONES POR VENIR A LA VIDA MORTAL. Nada puede ser tenido como más sagrado y honroso que el convenio mediante el cual los espíritus de los hombres —el linaje espiritual de Dios— tienen el privilegio de venir a este mundo para tomar cuerpos mortales. Es mediante este principio que se hace posible la bendición de la gloria inmortal. El castigo más grande que jamás se haya impuesto fue promulgado contra Lucifer y sus ángeles. La maldición más grande de todas, fue negarles para siempre el privilegio de poseer cuerpos mortales. ¡Estos espíritus no pueden tener progreso, ni esperanza de resurrección y vida eterna! ¡Debido a su rebelión están condenados a la aflicción eterna!
¡Y pensar que no sólo somos privilegiados, sino que también se nos manda ayudar a nuestro Padre en la gran obra de la redención dando a sus hijos, así como nosotros mismos hemos obtenido estas bendiciones, el derecho a vivir y continuar, aun hasta la perfección! Ningún alma inocente debe ser condenada a venir a este mundo con el estigma de la ilegitimidad. ¡Toda criatura tiene el derecho de ser bien nacida! Toda persona que le niegue ese derecho es culpable de pecado mortal.
La importancia de estos cuerpos mortales se hace manifiesta debido al conocimiento que tenemos de la vida eterna. Los espíritus no pueden ser perfeccionados sin cuerpos de carne y hueso. Mediante la resurrección, el cuerpo y su espíritu son traídos a la inmortalidad y a las bendiciones de la salvación. Después de la resurrección no puede haber nuevamente separación; espíritu y elemento están inseparablemente unidos para que el hombre reciba una plenitud de gozo. De ninguna otra manera que no sea por el nacimiento a esta vida y la resurrección, pueden los espíritus llegar a ser como nuestro Padre Eterno.
SE LE ORDENA AL HOMBRE SER FRUCTIFERO Y MULTIPLICARSE. Los compromisos que las parejas casadas toman sobre sí deben ajustarse en todo sentido a los mandamientos dados por el Señor.
En el principio, cuando el Señor dio a Eva como compañera de Adán les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla.” Esta tierra fue creada expresamente para que los hijos espirituales de nuestro Padre tuvieran el privilegio de la existencia temporal, y recibieran cuerpos de carne y hueso como tabernáculos para los espíritus que los ocuparan, y luego, mediante la expiación de Jesucristo, recibieran la resurrección, en la cual el espíritu y el cuerpo quedan inseparablemente unidos para que el hombre pueda vivir nuevamente.
El matrimonio es un convenio eterno que no tiene que terminar, como generalmente se enseña en el mundo, cuando los contrayentes mueren, sino que debe perdurar eternamente. El verdadero fin de la vida es que los espíritus de los hombres revestidos con cuerpos de carne y hueso, puedan, mediante la obediencia al evangelio, volver a la presencia del Padre y del Hijo y recibir la plenitud de la exaltación.
El Señor ha revelado que cuando un hombre y una mujer se casan de acuerdo con esta ley, los hijos que les nazcan serán de ellos por toda la eternidad.
El convenio dado a Adán para que se multiplicara fue renovado después del diluvio con Noé, y con sus hijos después de él. El Señor le dijo a Noé: “Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella. Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros.”
Este convenio sigue teniendo validez, aunque la humanidad se haya apartado del camino a la vida eterna y haya rechazado el convenio del matrimonio que el Señor ha revelado.
EL CONTROL DE LA NATALIDAD ES UNA ABOMINACIÓN. La violación de este convenio ha sido la causa primordial de la ruina de las naciones. Cuando se rompen los sagrados votos del matrimonio y se viola su verdadera finalidad, como vemos que prevalece hoy día en el mundo, entonces es inevitable la destrucción.
Ninguna nación puede perdurar largo tiempo si se violan los convenios matrimoniales y son tratados con desprecio. La ira del Todopoderoso se encendió contra las naciones de la antigüedad a causa de su iniquidad. No hay nada que deba ser tratado con mayor respeto que este convenio mediante el cual los espíritus de los hombres son revestidos con cuerpos mortales.
Cuando un hombre y una mujer están casados y se ponen de acuerdo, o convienen en limitar su descendencia a dos o tres hijos, y llevan a cabo prácticas inicuas para conseguir este propósito, son culpables de iniquidad la que, finalmente, será castigada. Desgraciadamente, es enseñada esta doctrina maligna como si fuera una virtud, por muchas personas que se consideran a sí mismas como cultas y bien educadas. Aun entre los miembros de la Iglesia se ha insinuado esta doctrina, y creo yo también, que ha sido enseñada en algunas de las clases que se imparten en ella.
De una vez por todas, se debe comprender que este tipo de doctrina no sólo no es apoyada por las autoridades de la Iglesia, sino que también es condenada por ellas como una abominación a la vista del Señor.
El presidente Joseph F. Smith ha dicho en relación con este asunto: “Los que toman sobre sí la responsabilidad del matrimonio deben tener cuidado de no abusar del curso de la naturaleza, de no destruir el principio de la vida dentro de ellos ni violar ninguno de los mandamientos de Dios. El mandamiento de multiplicar y llenar la tierra que El dio en el principio, aún está en vigor para con los hijos de los hombres. Posiblemente no hay mayor pecado que puedan cometer aquellos que han aceptado este evangelio, que el impedir o destruir la vida en la manera indicada. Nacemos en el mundo para que tengamos vida, y vivimos para que logremos la plenitud de gozo; y si queremos obtener la plenitud de gozo, debemos obedecer la ley de nuestra creación y la ley mediante la cual podremos lograr la consumación de nuestras rectas esperanzas y deseos: la vida eterna.”
LOS ESPIRITUS DESEAN NACER DENTRO DE FAMILIAS VIRTUOSAS. El presidente Brigham Young dijo lo siguiente acerca del control de la natalidad; una abominación practicada por las llamadas naciones civilizadas, las cuales han olvidado el verdadero camino de la vida:
“Hay multitud de espíritus puros y santos esperando poseer un cuerpo; ahora bien, ¿cuál es nuestro deber? Preparar tabernáculos para ellos; observar una conducta tal que impida que esos espíritus se vean forzados a nacer dentro de familias inicuas, donde serán educados para la iniquidad, inmoralidad y toda suerte de delitos. Es el deber de todo hombre y mujer justos preparar cuerpos para todos los espíritus que ellos puedan traer.”
Si estas prácticas inicuas encuentran lugar en nuestro corazón y somos culpables, entonces, cuando lleguemos al otro lado, y descubramos que nos hemos privado de las bendiciones eternas y somos acusados por los que fueron asignados a venir a nosotros, debido a que, como ha dicho el presidente Brigham Young, fueron forzados a tomar cuerpos en familias inicuas, ¿cómo no sentiremos? Por otra parte, ¿no perderemos acaso nuestra propia salvación sí violamos esta ley divina?
EL CONTROL DE LA NATALIDAD CONDUCE A LA CONDENACIÓN. Al instruir a las madres de la Iglesia, el presidente Joseph F. Smith dijo en junio de 1917: “Lamento, y creo que es un mal atroz, que exista entre los miembros de la Iglesia cierto sentimiento u opinión que los induzca a restringir el nacimiento de sus hijos. Creo que dondequiera que esto ocurra es un delito, si los esposos son poseedores de salud y vigor y están libres de impurezas que puedan ser transmitidas a su posteridad. Creo que donde las personas se propongan restringir o impedir el nacimiento de sus hijos cosecharán luego desengaños. No me cabe la menor duda al decir que esta práctica maligna constituye hoy en día uno de los mayores delitos del mundo.”
Cuando los jóvenes se casan y se rehusan a cumplir con este mandamiento dado en el principio del mundo, y que hoy día está tan en vigencia como entonces, se privan a sí mismos de la bendición eterna más grande. Si el amor del mundo y las prácticas inicuas del mundo significan más para un hombre y una mujer que el guardar los mandamientos del Señor a este respecto, entonces se excluyen a sí mismos de la bendición eterna de la progenie. Los que voluntaria y maliciosamente se proponen violar este importante mandamiento serán condenados. No pueden recibir el Espíritu del Señor.
Hoy en día, es costumbre tener familias pequeñas. Los esposos se rehusan a tomar a su cargo las responsabilidades de la vida familiar. Muchos de ellos no tienen interés en preocuparse por sus hijos. Sin embargo, este mandamiento dado a Adán nunca ha sido revocado o dejado a un lado. Si nos rehusamos a vivir con los convenios que hacemos, especialmente en la casa del Señor, entonces no podremos recibir las bendiciones de esos convenios en la eternidad. Si aquí eludimos voluntariamente las responsabilidades de la paternidad y la maternidad, ¿cómo puede entonces el Señor conferir sobre los culpables las bendiciones del aumento eterno? Esto no puede ser.
PECADOS DE LOS HEREDEROS DEL CONVENIO
LAS BENDICIONES DEL NACIMIENTO EN EL CONVENIO. La muerte no separa a los padres justos que están unidos por decreto y autoridad del Padre, ni tampoco quita sus hijos a estos padres justos, pues ellos han nacido en el convenio y, por lo tanto, sus padres tienen derecho sobre ellos para siempre.
El presidente Brigham Young ha dicho: “Cuando un hombre y una mujer han recibido sus investiduras y sellamientos, y después de ello les nacieron hijos, estos son herederos legales del reino y de todas sus bendiciones y promesas, y son los únicos que tienen ese derecho en la tierra” Esto es realmente cierto; ¿cómo pueden ser herederos de ese reino los hijos cuyos padres no han sido casados con la autoridad divina?
Quizá podrá preguntarse, ¿cuál es la ventaja que reciben los que nacen en el convenio? El ser herederos les da derechos superiores sobre las bendiciones del evangelio, en comparación con los que tienen derecho a recibir los que no han nacido así. Ellos pueden recibir mayor guía, mayor protección, mayor inspiración del Espíritu del Señor; y además no hay poder alguno que los pueda separar de sus padres. Por otra parte, los hijos nacidos de padres que se casaron hasta que la muerte los separe, no tienen derecho sobre tales padres, y esos padres no tienen derecho sobre los hijos después de la resurrección de los muertos.
CÓMO RECLAMAR A LOS HIJOS NACIDOS EN EL CONVENIO. Los nacidos en el convenio, por toda la eternidad, son hijos de sus padres. Nada, excepto el pecado imperdonable o el pecado de muerte, puede romper este vínculo. Si los hijos no pecan como dice Juan, “de muerte”, los padres pueden esperar tenerlos y finalmente traerlos de nuevo a su lado.
Acerca de esto el presidente Brigham Young ha dicho: “Dejad que el padre y la madre, que sean miembros de esta Iglesia y reino, sigan un camino recto, y se esfuercen con todo su poder en nunca hacer el mal, sino hacer el bien toda su vida; si tienen uno o cien hijos, si se comportan con ellos como es debido, ligándolos al Señor por su fe y oraciones, no importa dónde vayan éstos; están ligados a sus padres por un vínculo eterno, y ningún poder en la tierra o en el infierno podrá separarlos de sus padres en la eternidad; ellos volverán a la fuente de donde nacieron.”
EL DERECHO DE LOS PADRES SOBRE LOS HIJOS NACIDOS EN EL CONVENIO. Todos los hijos nacidos en el convenio pertenecen a sus padres en la eternidad, pero eso no quiere decir que ellos, a causa de ese derecho de nacimiento, hereden la gloria celestial. La fe y la fidelidad de los padres y las madres no salvarán a los hijos desobedientes.
La salvación es un asunto personal, y si una persona nacida en el convenio se rebela y niega al Señor, perderá las bendiciones de la exaltación. Toda alma será juzgada de acuerdo con sus obras y los inicuos no podrán heredar la vida eterna. No podemos imponer la salvación sobre aquellos que no la desean.
Todos los hijos de nuestro Padre tuvieron su libre albedrío antes de esta vida, aunque una tercera parte de ellos se rebeló.
Es la obligación de los padres enseñar a sus hijos de manera tal que anden rectamente y obtengan así las bendiciones que por derecho de nacimiento les corresponden.
Pero los hijos nacidos en el convenio que andan errantes y sin rumbo, aún son los hijos de sus padres; y los padres tienen derecho a ellos; y silos hijos no han perdido todos sus derechos por haber pecado, los padres podrán, mediante el arrepentimiento, traerlos al reino celestial, mas no para recibir la exaltación. Por supuesto, que si los hijos pecan muy seriamente tendrán que entrar en el reino telestial, y aun podrán convertirse en hijos de perdición. Cuando un hombre y una mujer se casan en el templo por tiempo y eternidad y luego se separan, los hijos irán con cualquiera de tos padres que haya sido justo y haya guardado los convenios. Si ninguno de ellos los hubo guardado, los hijos les pueden ser quitados y dados a algún otro, en virtud de haber nacido en el convenio.
Un hijo, cuando ha nacido en el convenio, no puede ser sellado por segunda vez, pero en virtud de ese derecho de nacimiento puede ser transferido.
FALTA DE CASTIDAD
LA GRAVEDAD DEL PECADO SEXUAL. Toda alma tiene derecho de venir a este mundo de una manera legítima, de la manera que el Padre ha querido que las almas vengan. Cualquiera que siga un camino contrario a este, es culpable de un crimen casi irreparable.
¿Puede resultar extraño entonces que el Señor coloque a la violación de este convenio del matrimonio y la pérdida de la virtud como el más abominable de todos los pecados, salvo derramar sangre inocente? ¿No hay entonces razón suficiente para la severidad del castigo prometido a los que violan esta ley eterna? Por otra parte, ¿no hemos olvidado en gran medida la enormidad del crimen de la falta de castidad y de faltar a los votos matrimoniales? ¿Creen, los que son culpables, que la gravedad de la ofensa de corromper maliciosa e inicuamente las leyes de la vida será pasada por alto por un Dios justo? ¿Creen que sólo unos cuantos correazos, si es que reciben algún castigo, enmendará esta ley quebrantada?
La Iglesia exige por igual la pureza personal tanto a los hombres como a las mujeres. No existe una norma ambigua de juicio. “Si se pasa por alto la pureza de la vida —dijo una vez el presidente Joseph F. Smith—, todos los demás peligros nos anegan, como los ríos de aguas al abrirse las compuertas.” La impureza sexual es un pecado sumamente mortal. Así era considerado en la antigüedad, y de acuerdo con la ley de Dios, los que eran culpables corrían el peligro de ser ajusticiados.
LOS QUE NO SEAN VIRTUOSOS SERÁN CONDENADOS. El presidente Brigham Young también fue muy categórico en la denuncia de este mal, y siento que no es ninguna exageración el denunciarlo. Es un mal muy generalizado y universal. Debido a ello el mundo va rápidamente a su destrucción. “Aprended la voluntad del Señor —dijo el presidente Young—, guardad sus mandamientos y haced su voluntad, y seréis una persona virtuosa.”
¡Cuán maravillosa es la paz y el gozo que llenan el alma de la persona virtuosa! ¡Cuán terribles son los tormentos de los que no lo son! No tendrán cabida en la primera resurrección. Cuando llegue el juicio final, ellos son los que aún permanecerán inmundos. No podrán entrar en la Ciudad Santa, ellos son “los perros, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira”, los que son echados fuera.
EL ADULTERIO Y EL ARREPENTIMIENTO. ¿Cuán severo es el juicio sobre el hombre que ha cometido adulterio, aunque aparentemente esté arrepentido? En Doctrinas y Convenios, 42:24-26, el Señor nos ha dado la clave para esta situación. Si una persona comete adulterio, y luego se arrepiente de todo corazón, puede ser perdonada. Mas si repitiere la ofensa, no será perdonado, sino que será expulsado. Según leo, el Señor no ha estipulado que, bajo esas circunstancias, pueda volver.
Ahora bien, esta revelación fue dada antes de que se diera a conocer la investidura. Desde entonces cuando un hombre se casa en el templo, hace un solemne convenio, delante de Dios, de ángeles y de testigos, de que observará la ley de castidad. Entonces, si viola ese convenio no le será fácil recibir el perdón. Llamo vuestra atención sobre esta declaración del profeta José Smith: “Si un hombre comete adulterio, no puede recibir el reino celestial de Dios. Aunque fuera salvo en cualquier reino, no lo podría ser en el reino celestial.”
Por supuesto, un hombre puede, según Doctrinas y Convenios 132:26, recibir el perdón. Si está dispuesto a pagar la pena por tal crimen: es decir, que “será destruido en la carne y entregado a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención”, que es el tiempo de la resurrección. No nos podemos destruir en la carne, y lo que el Señor requiera en lugar de eso, no lo sé. Antiguamente, cuando la Iglesia era un poder teocrático con autoridad sobre todas las cosas, esta ley se cumplía. “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.
Se nos ha enseñado que el adulterio es un crimen sólo superado por el derramamiento de sangre inocente. No lo podemos tratar a la ligera. El que un hombre destruya el hogar de otro hombre es una ofensa demasiado grave para ser perdonada fácilmente. No se debe permitir que tal hombre vuelva a la Iglesia, bajo ninguna circunstancia, por lo menos hasta que hayan pasado varios años. Debe ser sometido a probación durante ese lapso para ver si puede permanecer limpio. Aun así confieso que no sé lo que el Señor dispondrá con él. Permitirle volver al poco tiempo después, tiene un efecto pernicioso sobre los demás miembros de la Iglesia, quienes comienzan a pensar que este enorme crimen no es tan grave después de todo.
SELLAMIENTO POR EL SANTO ESPÍRITU DE LA PROMESA
NATURALEZA DEL SELLAMIENTO POR EL ESPÍIRITU. Daré una explicación de la expresión: “Sellado por el Santo Espíritu de la Promesa.” Esto no hace sólo referencia al matrimonio por tiempo y eternidad, sino a toda ordenanza y bendición del evangelio. El bautismo en la Iglesia es sellado por este Espíritu, así como la confirmación, ordenación, y todas las ordenanzas, incluyendo el matrimonio por tiempo y eternidad.
El significado de esta expresión es este: Todo convenio, contrato, vínculo, compromiso, juramento, voto y efectuación, que el hombre reciba mediante los convenios y bendiciones del evangelio, es sellado por el Espíritu Santo con una promesa. La promesa es que se obtendrá la bendición, silos que la buscan son justos y fieles hasta el fin. Si no son fieles, entonces el Espíritu Santo quitará la bendición, y la promesa no se cumple.
Los VERSICULOS AISLADOS DAN UNA FALSA IMPRESIÓN. El versículo 26, de la sección 132, es el pasaje más mal interpretado de las Escrituras. El Señor nunca ha prometido a ningún alma que será llevada a la exaltación sin el espíritu de arrepentimiento. A pesar de que el arrepentimiento no se menciona en este pasaje, aun así, está, y debe estar sobrentendido. Me extraña que todos conozcan el versículo 26, pero me parece que nunca han leído o escuchado Mateo 12:31-32, donde el Señor nos dice en substancia la misma cosa que encontramos en el versículo 26 de la sección 132.
Está mal tomar un pasaje de las Escrituras y aislarlo de todas las demás enseñanzas que tratan el mismo asunto. Debemos reunir todo lo que autorizadamente se ha dicho sobre esto. Si fuéramos a tomar una fotografía, sería preciso que todos los rayos de luz estuvieran apropiadamente enfocados sobre el sujeto. Si no se hiciera así, el resultado sería una fotografía borrosa. Esto sucede cuando tratamos de obtener un retrato mental, cuando sólo tenemos una parte de los hechos relacionados con el tema que estamos considerando. Por lo tanto debemos buscar todo lo que se ha dicho acerca de la salvación.
NADIE SE PODRÁ SALVAR SIN EL ARREPENTIMIENTO. El Señor dijo de su propia boca: “Y aquel que no persevera hasta el fin, éste es el que también es cortado y echado en el fuego, de donde nunca más puede volver, por motivo de la justicia del Padre. Y ésta es la palabra que él ha dado a los hijos de los hombres; y por esta razón él cumple las palabras que ha dado; y no miente, sino que cumple todas sus palabras. Y nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.”
Así que debemos deducir que aquellos de quienes se habla en el versículo 26 son los que, habiendo pecado, se han arrepentido completamente y están dispuestos a pagar el precio de sus pecados, de otro modo no tendrían las bendiciones de la exaltación. Es absolutamente necesario el arrepentimiento para obtener el perdón, y la persona que haya pecado debe ser limpiada.
Juan dijo: “Hay pecado de muerte.” “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.
El Señor, en el versículo 27, ha señalado algunos pecados de muerte por los que no hay perdón. No hará ningún bien pedir por vuestro hermano para que sea perdonado por tal pecado. Todos los otros pecados, incluyendo la blasfemia contra el hijo de Dios, les serán perdonados a los hombres si se arrepienten sinceramente; si no se arrepienten —no importa cuál sea el pecado del convenio violado—, ¡él o los culpables no entrarán jamás en el reino de Dios!
TREMENDO CASTICO PARA CIERTOS PECADOS. He aquí algo que han pasado por alto los que afirman que el Señor ha otorgado a algunos la inmunidad de sus pecados, si es que ellos han recibido ciertos sellamientos mediante el Santo Espíritu de la Promesa. Quisiera atraer vuestra atención sobre estas dos cosas. Si se violan los convenios y se cometen pecados atroces, mas no de muerte, hay ciertos castigos que serán impuestos. La sola confesión no es suficiente; los pecadores serán: 1°. “destruidos en la carne”; y 2°. “entregados a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención”.
¿Quién en el mundo es tan tonto como para querer pecar y contar con la esperanza de ser perdonado, si tal castigo le será impuesto? ¡Solamente un necio! Ser “destruido en la carne” significa exactamente eso. No podemos destruir a los hombres en la carne, porque no tenemos control sobre sus vidas y no poseemos el poder de dictar sentencias que incluyan la pena de muerte. Este decreto estaba en vigor en los días en que existía una teocracia sobre la tierra. Lo que el Señor hará en lugar de esto, puesto que no podemos destruir en la carne, no puedo decirlo, pero deberá ser algo más o menos similar.
Debe ser algo horrible ser entregado a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención, que es la resurrección. ¿Quién desea soportar tal tormento? ¡Solamente un necio! He visto sus angustias, he escuchado sus súplicas pidiendo ayuda y sus lastimosos clamores al no poder soportar el tormento. Esto sucede en esta vida. Agregad a eso, el tormento en el mundo de los espíritus antes de que llegue la redención; todo esto, advertidlo, ¡después que se ha tenido un serio y humilde arrepentimiento!
EL PERDÓN A VECES REQUIERE ARREPENTIMIENTO Y CASTIGO. Algunos entre nosotros tienen la idea de que todo lo que se demanda al arrepentido es confesar sus pecados y apartarse de ellos. Esto no es siempre así. Es nuestro deber perdonar, pero el Señor puede requerir una severa pena después de este humilde arrepentimiento. David se arrepintió penosamente; leed algunos de sus salmos y daos cuenta cómo clamó angustiado por ayuda; empero entendemos que hasta este día está pagando el precio, y lo hará hasta que el Hijo de Dios venga a perdonarlo.
Dije que cuando el Señor reinaba en una teocracia, la pena de muerte era el decreto por ciertos crímenes. He aquí un ejemplo:
“Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.” Había también otros crímenes a los que se imponía esta pena.
No, el Señor no hace acepción de personas. El no le ha dado privilegios a algunos porque se hayan casado por tiempo y la eternidad y los hayan sellado por el “Santo Espíritu de la Promesa”. A nadie ha conferido el privilegio de injuriar su nombre, de pecar, y luego recibir la exaltación. Debemos estar todos agradecidos por el maravilloso principio del arrepentimiento; todos lo precisamos, pero no debemos perder de vista el hecho de que el reino celestial está reservado para los que son santificados y para ningún otro.
Recordad también que los que pecan deben arrepentirse en esta vida; si mueren en sus pecados sin arrepentirse, entonces no importa qué bendiciones hayan recibido, no serán redimidos.
EL ESPÍRITU SANTO CONFIRMA O DESCONOCE LOS SELLAMIENTOS. Cuando un hombre y una mujer sinceramente entran en un convenio matrimonial por tiempo y eternidad (y después que “vencen por la fe”, y son “justos y fieles”), el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la promesa, registra o confirma ese sellamiento. En otras palabras, El sella sobre ellos las promesas pertenecientes a este convenio del matrimonio.
El Señor ha dicho: “Pero existe la posibilidad de que el hombre caiga de la gracia y se aleje del Dios viviente; por lo tanto, cuídese la iglesia y ore siempre, no sea que caiga en tentación. Sí, y cuídense aun los que son santificados”.
Si una o ambas personas rompen el convenio mediante el cual fueron sellados por el Santo Espíritu de la Promesa, entonces el Espíritu retira el sellamiento, y él o los culpables permanecen como si no hubiera habido sellamiento o promesa dada. Todos los convenios son sellados en base a la fidelidad.
Si una persona trata de recibir, mediante engaños, la bendición del sellamiento, ésta no es sellada, a pesar de la integridad y autoridad de la persona que está oficiando. En vez de una bendición recibirán una maldición, la más grave de todas. Por tanto, una persona que pueda engañar al obispo o cualquier otro oficial, estará condenada delante del Señor, pues El no puede ser engañado y la justicia al fin recaerá sobre ellos.
LOS IMPUROS SERÁN CONDENADOS. Si un hombre piensa que el Señor ha puesto un sello sobre él mediante el cual queda libre de sus transgresiones y está destinado a heredar la vida eterna, no importa lo que haga, mientras no cometa asesinato, derrame sangre inocente o niegue al Espíritu Santo, él está en la hiel de la amargura, como hubiera dicho un profeta nefita.
A ningún hombre que no esté limpio de todos sus pecados se le promete la salvación, y si un hombre peca deliberadamente, pensando que está libre, ¡será condenado!
“Pues he aquí, la justicia ejerce todos sus derechos, y también la misericordia reclama cuanto le pertenece; y así, nadie se salva sino el que verdaderamente se arrepiente. ¿Acaso crees que la misericordia puede robar a la justicia? Te digo que no; ni un ápice. Si fuera así, Dios dejaría de ser Dios.”
























