Capítulo 9
Patriarcas, Bendiciones Y Unciones
LA LEY DEL LINAJE PATRIARCAL
HAY DOS OFICIOS HEREDITARIOS DE LA IGLESIA. El oficio de Patriarca de la Iglesia es tino de los dos oficios hereditarios en la Iglesia. El otro es el de Obispado Presidente. En el caso del Obispado Presidente, sin embargo, el Señor no ha revelado la línea de descendencia, y en vista de que uno que posee el oficio de sumo sacerdote puede actuar, se ha seguido esta manera de proceder desde el principio en esta dispensación… En el caso del oficio patriarcal, el Señor ha designado la línea de descendencia. Por revelación y mandamiento José Smith, padre, fue llamado y ordenado para obrar en ese oficio.
Desde los días de Adán, el oficio de patriarca ha descendido de padre a hijo. Adán es el gran Patriarca de la familia humana y presidirá a su posteridad para siempre.
EL ORDEN PATRIARCAL: DE ADÁN A MOISÉS. El orden de este sacerdocio que se estableció en el principio era patriarcal. La autoridad descendía de padre a hijo, y aquellos que la poseían eran sumos sacerdotes. Este orden de descendencia de Adán a Noé, se da en Doctrinas y Convenios. Noé, que sigue a Adán en cuanto a autoridad, preservó este sacerdocio durante el diluvio, y continuó de generación en generación. Abraham, el décimo desde Noé, recibió bendiciones especiales del Señor, y el sacerdocio continuó por conducto de él y su linaje, con la promesa de que todos aquellos que recibieran el evangelio serían contados como linaje de Abraham y participarían de sus bendiciones.
La autoridad patriarcal ha descendido desde Abraham, por conducto de Isaac, Jacob, José y Efraín. La razón por la que Manasés, hijo mayor de José, no fue elegido, no la sabemos. Si tuviéramos la historia completa, indudablemente se aclararía este asunto. Durante todos los siglos, desde el principio hasta los días de Moisés, prevaleció el sacerdocio patriarcal. Aquellos que poseían esta autoridad eran sumos sacerdotes.
EL ORDEN PATRIARCAL LE FUE QUITADO A ISRAEL ANTIGUO. Cuando los hijos de Israel, es decir los descendientes de Jacob (nieto de Abraham), se hallaban en el desierto, después de su liberación de Egipto, el Señor les ofreció, con la condición de que le sirvieran, la plenitud de este sacerdocio con todas sus bendiciones; y habrían llegado a ser una nación de sacerdotes bajó este orden patriarcal.
Sin embargo, los hijos de Israel se rebelaron; se mostraron indignos de este gran honor, y el Señor en su ira les negó esta plenitud del sacerdocio con todos los ritos que los habrían preparado para la exaltación en su presencia. Cuando Moisés subió al monte y permaneció 40 días, el Señor le dio dos tablas de piedra en las cuales se hallaban grabados sus santos mandamientos, con la promesa a Israel de bendiciones, de acuerdo con su fidelidad, que les permitirían “entrar en su reposo”.
Cuando volvió Moisés y encontró al pueblo adorando al becerro de oro, el dios de los egipcios, lleno de ira arrojó las tablas al suelo y las hizo pedazos. Luego, más tarde, habiéndoselo mandado el Señor, volvió al monte y recibió otras tablas, también escritas por el dedo de Dios; pero éstas no contenían los mismos mandamientos con todos los pormenores que había en los primeros. El Señor había suprimido todo aquello que correspondía a las bendiciones mayores.
LA PRIMOGENITURA EN ISRAEL ANTIGUO. En esta dispensación le fue hecho saber a José Smith que el derecho de poseer las llaves de este oficio patriarcal, pertenecían a su padre, José Smith, padre. Esta autoridad se confirió a José Smith, padre de! Profeta, por el derecho que le correspondía al ser “el hombre de mayor edad de la sangre de José, o de la descendencia de Abraham.”
Los Santos de los Ultimos Días comprenden bien que la primogenitura (que usualmente se confiere al hijo mayor de la familia) pasó de Rubén, e! hijo primogénito de Jacob, por motivo de su transgresión, y se colocó sobre la cabeza de José por revelación divina. José era el hijo mayor de Raquel y era en sumo grado el hijo más digno de Jacob. Por motivo de su dignidad y su integridad y, tal vez, por el hecho de que era el primogénito de Raquel, José fue elegido para ocupar esta posición exaltada entre los hijos de Israel.
Sin embargo, por razones que no comprendemos, debido a que la historia de estos acontecimientos es sumamente breve, esta autoridad descendió por medio del linaje de Efraín, el segundo hijo de José. Fue Efraín a quien se llamó para ocupar el puesto que tenía su padre, y las Escrituras lo llaman el primogénito en Israel. Desde ese día la historia de la descendencia del poder patriarcal es sumamente escasa.
LINAJE PATRIARCAL DE LOS ULTIMOS DIAS
JOSÉ SMITH, PADRE, EL PRIMER PATRIARCA DE LOS ÚLTIMOS DIAS. Bástenos saber que en esta época el Señor declaró por revelación que era el derecho de José Smith, padre del Profeta, ocupar este oficio importante, como el patriarca que posee las llaves de este ministerio. El fue, como ya hemos dicho, el primer hombre llamado para ocupar este cargo en esta dispensación. Lo ordenó a este cargo, su ilustre y distinguido hijo José, el 18 de diciembre de 1833, y ocupó este cargo con honor y con la inspiración del Señor sobre él hasta que murió, el 14 de septiembre de 1840, a la edad de 69 años. La persecución y el populacho acortaron los días de su vida.
LA BENDICIÓN DEL PROFETA SOBRE SU PADRE. En la bendición que pronunció sobre la cabeza de su padre, el día 18 de diciembre de 1833, el Profeta dijo:
“Tres años antes de su muerte, Adán llamó a Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc y Matusalén, todos ellos sumos sacerdotes, junto con el resto de los de su posteridad que eran justos, al valle de Adán-ondi-Ahman, y allí les confirió su última bendición. Y el Señor se les apareció, y se levantaron y bendijeron a Adán, y lo llamaron Miguel, el príncipe, el arcángel. Y el Señor suministró consuelo a Adán y le dijo: Te he puesto para estar a la cabeza; multitud de naciones saldrán de ti y tú les serás por príncipe para siempre.”
“Así será con mi padre. Será llamado el príncipe de su posteridad, poseedor de las llaves del Sacerdocio Patriarcal en el reino de Dios en la tierra, sí, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, y se sentará en la asamblea general de los patriarcas, sí, en concilio con el Anciano de Días, cuando se siente con todos los patriarcas, para disfrutar de su derecho y autoridad bajo la dirección del Anciano de Días.
Y además, bendito es mi padre, porque la mano del Señor lo cobijará, y será lleno del Espíritu Santo… He aquí, las bendiciones de José por mano de su progenitor, descenderán sobre la cabeza de mi padre y de su posteridad después de él, hasta la última generación.”
NATURALEZA HEREDITARIA DEL OFICIO PATRIARCAL. Siempre se ha entendido, y así lo declaran las revelaciones, que este oficio es hereditario. En una revelación dirigida a Hyrum Smith, a los pocos días de la organización de la Iglesia, el Señor anunció con las siguientes palabras, la venida de este sacerdocio que descendería sobre la cabeza de Hyrum Smith, y dio a entender que sería un oficio que pertenecería a su familia:
“He aquí, Hyrum, te hablo estas pocas palabras; porque tú tampoco estás bajo condenación, y abierto está tu corazón y desatada tu lengua; y tu llamamiento es exhortar y fortalecer a la iglesia de continuo. Por tanto, tu deber es para con la iglesia perpetuamente, y esto a causa de tu familia.”
Esta declaración de que el deber de Hyrum Smith iba a ser para con la Iglesia para siempre, a causa de su familia, evidentemente encierra el concepto de que llegaría a ocupar el oficio de patriarca, y que continuaría en su posteridad hasta el fin del tiempo, pues seguramente tendría que continuar de esta manera, a fin de poder permanecer para siempre en la Iglesia sobre la tierra entre los mortales. Además, la bendición pronunciada sobre la cabeza del padre de Hyrum Smith fue que este llamamiento descendería sobre su cabeza y “su posteridad después de él, hasta la última generación”. Así que, en el curso de la historia de la Iglesia, se ha reconocido esta doctrina.
LAS LLAVES DEL SACERDOCIO PATRIARCAL FUERON DADAS A HYRUM SMITH. A José Smith, padre, le sucedió en este oficio su fiel hijo, Hyrum, que fue ordenado a este cargo el 24 de enero de 1841. En el llamamiento que vino por revelación a Hyrum Smith, el Señor dijo:
“Además, de cierto os digo, sea nombrado, ordenado y ungido mi siervo William [Law] como consejero de mi siervo José, en lugar de mi siervo Hyrum, para que mi siervo Hyrum pueda ocupar el oficio de Sacerdocio y Patriarca que le señaló su padre por bendición y también por derecho; para que desde ahora en adelante tenga las llaves de las bendiciones patriarcales sobre la cabeza de todo su pueblo; para que cualquiera que él bendiga sea bendecido, y cualquiera que él maldiga sea maldecido; para que lo que atare en la tierra sea atado en los cielos, y lo que desatare en la tierra sea desatado en los cielos.”
Esta bendición pertenece al oficio y llamamiento del hombre que posee las llaves del Sacerdocio Patriarcal.
TAMBIÉN SE LE DIERON A HYRUM LAS LLAVES DEL REINO. El Señor confirió a Hyrum Smith, sin embargo, otro honor importante y especial al constituirlo a él, así como a José Smith, en poseedor de las llaves de autoridad en esta Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. Estas son las palabras de ese nombramiento: “Y desde ahora en adelante, lo nombro profeta, vidente y revelador de mi iglesia, así como mi siervo José.”
Fue una bendición especial dada a Hyrum Smith, y al aceptarla tomó el lugar de Oliverio Cowdery a quien se habían conferido estas llaves previamente. Téngase presente que en toda ocasión en que el Señor revelaba el sacerdocio y las llaves del sacerdocio desde los cielos, Oliverio Cowdery se hallaba al lado de José Smith en la presencia de los mensajeros celestiales, y fue recipiente, así como José Smith, de toda esta autoridad. La poseyeron conjuntamente, José Smith como el primer élder, y Oliverio Cowdery como el segundo élder de la Iglesia.
HYRUM SMITH: TESTIGO DE LA RESTAURACIÓN. De manera que la ley concerniente a testigos se estableció en forma completa, porque hubo dos testigos, con la autoridad, llaves y presidencia, a la cabeza de esta dispensación, la mayor de todas. Cuando Oliverio Cowdery, debido a transgresión, perdió esta maravillosa y alta bendición, Hyrum Smith fue llamado por revelación del Señor para que tomara su lugar, llamamiento que le dio con estas palabras:
“A fin de que también obre [Hyrum Smith] de común acuerdo con mi siervo José, y de él reciba consejo, y mi siervo José le mostrará las llaves mediante las cuales puede pedir y recibir, y ser coronado con igual bendición, gloría, honra, sacerdocio y dones del sacerdocio que en un tiempo se confirieron al que fue mi siervo, Oliverio Cowdery; para que mi siervo Hyrum testifique de las cosas que le mostraré, a fin de que su nombre se guarde en memoria honorable, de generación en generación para siempre jamás.”
Y así, de acuerdo con la promesa, el Señor abrió la visión de Hyrum Smith y le mostró las cosas que eran necesarias para capacitarlo para este llamamiento exaltado, y José Smith le confirió todas las llaves y autoridades mediante las cuales él, Hyrum Smith, pudo obrar de común acuerdo con su hermano menor como profeta, vidente y revelador, y presidente de la Iglesia, “así como mi siervo José”.
El profeta José Smith bendijo a Hyrum en esta manera: “Bendito del Señor es mi hermano Hyrum por la integridad de su corazón… Seguirá los pasos de su padre y será contado entre aquellos que tendrán el derecho de recibir el Sacerdocio Patriarcal, sí, el Sacerdocio del Evangelista, y recibirá poder.”
WILLIAM SMITH NUNCA FUE SOSTENIDO EN EL OFICIO PATRIARCAL. Al tiempo del martirio de Hyrum Smith, su hijo mayor, John, era un jovencito de apenas once años de edad y, por consiguiente, demasiado joven para obrar en este llamamiento. El presidente Brigham Young dijo que Samuel, hermano de Hyrum, habría tenido el derecho de recibir este oficio, pero Samuel murió en el año 1844, poco después del martirio.
De manera que William Smith quedó como el único hermano sobreviviente de Hyrum Smith, y el presidente Young y los apóstoles dijeron que William tenía el derecho, por lo que lo ordenaron a este oficio en el verano de 1845, pero en la conferencia de octubre de 1845, los miembros lo rechazaron. De modo que William Smith nunca quedó instalado legalmente en este cargo.
REBELIÓN Y EXCOMUNIÓN DE WILLIAM SMITH. Han surgido algunas preguntas referentes al número de hombres que han ocupado este cargo de Patriarca de la Iglesia, y se han cometido algunos errores al hacer una lista de los mismos. En la conferencia general realizada en octubre de 1844, el presidente Brigham Young dijo que a William le correspondía el derecho de ser ordenado al oficio de Patriarca de la Iglesia. Sin embargo, por motivo de la actitud inestable de William, no se dio ningún paso en ésta ni en la siguiente conferencia efectuada en abril de 1845, aunque en cada una de estas conferencias, William fue sostenido en su llamamiento como apóstol.
En tina reunión del Consejo de los Apóstoles verificada en Nauvoo, el 24 de mayo de 1845, tras una larga consulta con William, en la cual él aparentemente se humilló y fielmente prometió apoyar a los apóstoles, William Smith fue ordenado a este oficio de Patriarca de la Iglesia. Sin embargo, sólo habían pasado unos cuantos días, o sea el 29 de mayo, cuando los hermanos se vieron bajo la necesidad de reprender severamente a William Smith por su espíritu rebelde, y desde esa ocasión hasta el tiempo de la conferencia de octubre, él continuó manifestando un espíritu descontento y una disposición de pasar por alto los consejos del sacerdocio.
El resultado fue que en la conferencia de octubre de 1845, se le rechazó como miembro del Consejo de los Apóstoles y como Patriarca, por “voto unánime”. Por lo tanto, William Smith jamás fue sostenido en este cargo por el voto de los miembros. El presidente Joseph F. Smith sostenía con suma firmeza que, por tal motivo, William Smith no debería figurar entre los patriarcas que ocuparon este alto puesto, y por esta razón, al hablar de los Patriarcas de la Iglesia, no se ha incluido a William Smith.
Hyrum Smith ocupó los cargos de Patriarca y Presidente Auxiliar hasta el martirio. El oficio de Patriarca en ese entonces fue ofrecido a William Smith, el único hermano sobreviviente del Profeta, y el presidente Brigham Young declaró que era suyo por derecho. William Smith confirmó la palabra del Señor de que “muchos son llamados, pero poco son escogidos”, porque no magnificó este llamamiento, se volvió en contra de sus hermanos y fue excomulgado. Nunca fue sostenido por el voto de los miembros y, por tanto, jamás obró legalmente; fue llamado, pero no fue escogido.
ASAEL SMITH NO FUE PATRIARCA DE LA IGLESIA. También se ha dicho que Asael Smith, hermano del primer patriarca, fue ordenado a este oficio, pero no es tal el caso. Fue ordenado patriarca, pero jamás fue llamado al cargo de Patriarca de la Iglesia, y murió en el intervalo entre el rechazamiento de William Smith y la ordenación de John Smith, el hermano menor de Asad.
DESCENDENCIA DEL OFICIO PATRIARCAL. John Smith, tío del profeta José, y hermano del primer patriarca, fue ordenado a este cargo el día primero de enero de 1849. Falleció en Salt Lake City, el 23 de mayo de 1854.
Después de su muerte, el oficio volvió a la familia de Hyrum Smith, y su hijo mayor, John, fue ordenado el 18 de febrero de 1855. Era un joven sin experiencia de 22 años de edad al tiempo de su ordenación, y después que fue ordenado, el presidente Brigham Young lo envió a una misión para que lograra experiencia. Falleció en Salt Lake City el 6 de noviembre de 1911, después de ocupar el cargo por más de 56 años.
El quinto patriarca fue Hyrum Gibbs Smith, nieto de John Smith y bisnieto de Hyrum Smith. Fue ordenado por mano del presidente Joseph F. Smith, el 9 de mayo de 1912. Falleció el 4 de febrero de 1932, en Salt Lake City. Durante los 19 años de su ministerio dio 21,590 bendiciones que quedaron anotadas, o sea 931 más que las que dio su abuelo.
EL OFICIO Y LAS BENDICIONES PATRIARCALES
EL PATRIARCA DE LA IGLESIA ES COMO PADRE A ISRAEL. Hyrum Gibbs Smith fue una persona muy amable, de temperamento tranquilo, semejante a un padre en sus consejos e instrucciones, bien informado en cuanto a los principios del evangelio y admirablemente capacitado para su alto y santo llamamiento. Estaba consagrado a su obra en la Iglesia. Su corazón estaba lleno de tierna misericordia para con sus semejantes y el espíritu de bendición, que él tenía el derecho de poseer, era una de las manifestaciones más potentes de su noble carácter.
Fue llamado para ocupar uno de los llamamientos más grandes de honor y confianza que se pueden conferir al hombre.
Este llamamiento vino a él por derecho divino de acuerdo con el decreto de nuestro Padre Eterno, y fue como padre a Israel, en virtud de que poseía las llaves del Sacerdocio Patriarcal y bendición, con el derecho de declarar por revelación el linaje de cada miembro de la Iglesia, y sellar sobre la cabeza de cada uno, mediante su fidelidad, una bendición con el poder de salir en la mañana de la resurrección para entrar a la gloria en la presencia del Señor.
LOS PATRIARCAS DE LA IGLESIA SON DESIGNADOS POR LINAJE Y MÉRITO. Esto no significa que todo hombre que es ordenado patriarca recibe un oficio que debe descender a su hijo después de él, sino que el llamamiento del hombre que posee las llaves de este ministerio y sacerdocio, si todas las demás cosas están en orden, descenderá a su posteridad después de él por derecho legal y divino. Siempre se debe tener presente que el mérito es uno de los requisitos esenciales sobre el cual se basa el derecho a este oficio. Sólo por medio de la obediencia a las verdades del evangelio, y si se es digno en toda acción, tiene un hombre que es del linaje legítimo el derecho de ser el sucesor en este llamamiento exaltado.
Un patriarca es un sumo sacerdote. El primer gobierno dado al hombre sobre esta tierra fue patriarcal, y tenemos razón para creer que ese orden continuó por todas las generaciones hasta los días de Moisés, cuando el Señor privó a Israel de las bendiciones del Evangelio, así como del ejercicio en forma general del Sacerdocio de Melquisedec, y dejó al pueblo sujeto a la ley de Moisés, y bajo la dirección de los sacerdotes del orden Aarónico.
NATURALEZA Y PROPÓSITO DE LAS BENDICIONES PATRIARCALES. El Patriarca de la Iglesia posee las llaves de bendiciones para los miembros de la Iglesia. El tiene la autoridad para sellar bendiciones sobre la cabeza de los miembros en todas partes de la Iglesia, a fin de que puedan disfrutar, si manifiestan su fidelidad, de cuanto se declare sobre su cabeza y salir en la resurrección para obtener la vida eterna. A fin de lograr estas bendiciones, sin embargo, ellos deben recibir todas las ordenanzas y convenios que corresponden al evangelio y a la exaltación.
La bendición dada por un patriarca tiene por objeto indicar el camino que debe seguir el que la recibe. Se debe dar por el espíritu de revelación, y debe ser un gran consuelo y estímulo a quien la recibe, para que continúe con fidelidad hasta el fin. El patriarca también posee la llave mediante la cual se puede declarar el linaje de aquellos a quienes bendice. Es un llamamiento muy importante y sumamente santo y sagrado.
PREPARACIÓN PARA DAR BENDICIONES PATRIARCALES. Se debe ejercer el mayor cuidado al dar bendiciones patriarcales. Se deben dar únicamente con el espíritu de oración y humildad. Los patriarcas se deben sentar con los que soliciten la bendición y conversar con ellos en cuanto a sus vidas, lo que han hecho en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Deben sentir el espíritu de los que vienen a ellos, enterarse si han sido activos o inactivos en la Iglesia, aprender cuanto puedan acerca de ellos; luego, confiando en el Espíritu del Señor, los patriarcas deben darles bendiciones moderadas.
NATURALEZA CONDICIONAL DEL PODER DEL PATRIARCA PARA SELLAR. Se nos ha informado que algunos patriarcas están bendiciendo a los miembros de la Iglesia en estos términos: “Te bendigo y te sello para que salgas a tu exaltación con el mundo venidero.” Esto es un error. El patriarca tiene el derecho de sellar a un miembro para que salga en la mañana de la primera resurrección, de acuerdo con la fidelidad de él o de ella, y eso es todo.
EL PODER DE LOS PATRIARCAS PARA DECLARAR EL LINAJE. El patriarca que está dando una bendición tiene el derecho de la inspiración para declarar la descendencia literal de la persona que está recibiendo la bendición; no tiene la autoridad para designar a esa persona a tal o cual tribu. Mediante las aguas del bautismo y el sacerdocio, los miembros de la Iglesia llegan a ser herederos de Abraham, con todos los derechos que corresponden a los hijos de Abraham mediante su fidelidad.
Si un patriarca da tina bendición y no se da el linaje, ¿se considera como una bendición patriarcal? Sí. Sin embargo, un patriarca tiene el derecho de discernimiento para designar el linaje.
Si el linaje no se da en una bendición, la persona puede ir al patriarca y pedirle esa información, y si el patriarca se siente inspirado, se lo puede declarar y añadir a la bendición. Si el patriarca ha fallecido, otro patriarca podría agregar esa parte a la bendición.
NATURALEZA SAGRADA DE LAS BENDICIONES PATRIARCALES. No se deben enviar grupos a los patriarcas, ni clases en las organizaciones auxiliares, en los seminarios y otras agrupaciones. Los miembros deben ir individualmente. Las bendiciones patriarcales son bendiciones individuales, sagradas para aquellos que las reciben. No se tiene por objetivo que las bendiciones patriarcales lleguen a ser bienes públicos.
No hay ningún límite preciso en cuanto a la edad para dar las bendiciones, pero aconsejamos que no se den estas bendiciones a los que no tienen la edad suficiente para comprender el objetivo de la bendición. Deben por lo menos tener la edad suficiente para ser diáconos, y hermanos de edad comparable. La persona debe ser miembro de la Iglesia por lo menos un año antes de solicitar una bendición.
LOS NEGROS Y LAS BENDICIONES PATRIARCALES. Un hombre que tiene la sangre de Caín, si verdaderamente se arrepiente, puede ser bautizado y entrar en la Iglesia, y recibir una bendición patriarcal. Varios de los negros que son miembros de la Iglesia han recibido bendiciones patriarcales.
LOS PADRES PUEDEN DAR BENDICIONES PATRIARCALES. Un padre fiel que posee el Sacerdocio de Melquisedec puede bendecir a sus propios hijos, y esto constituiría una bendición patriarcal (paternal). Tal bendición podría anotarse en los registros o historia de la familia, mas no se preservaría en los archivos de la Iglesia. Todo padre que es fiel a este sacerdocio es el patriarca de su propia casa. Además, los hijos pueden recibir una bendición de un patriarca ordenado. Un padre que bendijera a su propio hijo, podría, en caso de que recibiera la inspiración para hacerlo, declarar el linaje del hijo.
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
LA ORDENANZA DE LA UNCIÓN EN DISPENSACIONES ANTERIORES. La unción de los enfermos ha sido una ordenanza del evangelio que se ha practicado desde el principio, cuando ha estado sobre la tierra la autoridad del sacerdocio.
El modo acostumbrado de proceder es el que declara Santiago: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.”
Leemos en el Nuevo Testamento cómo Jesús ponía sus manos sobre ciertas personas y las sanaba. En ocasiones, por motivo de la abundante fe de la persona afligida, el Salvador la sanaba sólo con una palabra, pero su mandamiento a sus discípulos fue que debían poner las manos sobre los enfermos. Esta ordenanza no fue una que se introdujo por primera vez en la Dispensación del Meridiano de los Tiempos, porque en el Antiguo Testamento hallamos varios casos de curación. Tenemos dos casos muy interesantes en la resurrección del hijo de la viuda por Elías, y la restauración semejante del hijo fallecido de la mujer sunamita.
Este gran don se manifestó después de la resurrección de Jesús durante el tiempo que sus apóstoles permanecieron sobre la tierra. Tras la muerte de ellos cesaron los dones espirituales, y la unción con aceite y la bendición de los enfermos llegó a su fin; no porque estos dones ya no se necesitaran, sino porque la fe había dejado de existir en el alma de los hombres y el sacerdocio había sido llevado de la tierra. De allí en adelante se ha oído el clamor de que estos dones tenían por objeto existir únicamente en los días de los apóstoles, y ya no se necesitan. No obstante, ha habido muchas ocasiones en que personas sinceras y devotas, que se han esforzado por observar los mandamientos del Señor hasta donde su conocimiento se los permite, han sido bendecidas y sanadas mediante la oración de fe. Las oraciones de almas honradas que sinceramente buscan la bendición del Señor a menudo son contestadas, y el Señor acepta su fe.
SE RESTAURA LA ORDENANZA DE LA UNCIÓN. En esta dispensación, el Señor ha hablado y dado mandamiento con respecto a la unción de los enfermos, en estas palabras: “Y los que de entre vosotros estén enfermos, y no tengan fe para ser sanados, pero creyeren, serán nutridos con toda ternura, con hierbas y alimento sencillo, y esto no por la mano de un enemigo. Y los élderes de la iglesia, dos o más, serán llamados, y orarán por ellos y les impondrán las manos en mi nombre; y si murieren, morirán para mí; y si vivieren, vivirán para mí.”
Se debe llamar a dos o más élderes para el objeto. Un élder debe derramar aceite sobre la corona de la cabeza de la persona enferma directamente de la botella que contenga aceite puro de oliva, el cual haya sido consagrado. (No es propio el uso de un gotero, ni se debe derramar el aceite con una cuchara.) El hermano que unge no debe sellar la unción, sino que debe dejar esto en manos del segundo élder, el cual ofrece la oración de administración. Se debe llamar a la persona por su nombre en la unción, y se debe hacer en el nombre de Jesucristo y por la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec, según la revelación, y para el fin de que la persona enferma sea sanada.
Efectuada la ordenanza de la unción, los élderes presentes, dos o más, incluso el que ungió, pondrán sus manos sobre la cabeza de la persona enferma y ofrecerán una oración con fe en el nombre de Jesucristo, y sellarán la unción en virtud del sacerdocio que poseen. Si así se lo indica el Espíritu del Señor, el hermano que esté orando puede reprender la enfermedad y bendecir con vida y salud. No es necesario que sean muy extensas las oraciones y bendiciones a favor de los enfermos. Se debe expresar lo que es esencial y entonces terminar la oración en el nombre de Jesucristo. Después de administrarse la unción, es prudente que los élderes que oficiaron no prolonguen su visita sino que se retiren con buen ánimo.
INSTRUCCIONES SOBRE LA MANERA DE UNGIR Y SELLAR. Lo siguiente se ha tomado del Manual de la AMM de 1902-3 págs. 58 y 59:
“La ordenanza de bendecir a los enfermos solamente consta de dos partes: la unción y la oración de fe. La primera usualmente la efectúa uno de los élderes. Para sellar la unción, todos los élderes participan, reuniéndose en torno de la persona y colocando sus manos sobre él o ella, y uno de ellos ofrece la oración. No se han prescrito las palabras que se han de usar. En esta unción es necesario usar el nombre del Mesías e invocar el poder del sacerdocio, declarando que se hace la unción con el fin de sanar. Al sellar la unción, se deben usar el mismo nombre y autoridad, y se debe declarar que se está sellando la unción para el alivio de la persona enferma, se reprende la enfermedad y se promete la bendición de salud. Cualquier adición, condiciones o promesas que dicte la inspiración del Señor, desde luego, se deben expresar en la oración. Los que estén oficiando deben ejercer la fe lo más fuerte posible para el restablecimiento de la salud del enfermo, y deben estar completamente bajo la influencia del Espíritu del Señor, porque en tales casos mucho depende de la fe de los élderes y del espíritu que los acompaña. La fe para sanar a los enfermos es uno de los dones más deseables del evangelio, y todos los élderes deben procurarlo; y deben estar preparados para ejercer este poder en cualquier momento a favor de los desafortunados.”
“Y no haréis estas cosas a menos que os lo pidan aquellos que lo deseen, a fin de que se cumplan las escrituras; porque obraréis conforme a lo que está escrito.”
MANERA CORRECTA DE PROCEDER EN LAS UNCIONES. Si un hombre se encontrase a solas con una persona enferma, ¿deberá ungir con aceite y dar la bendición y sellarla él mismo? Si un élder se encuentra solo, y no hay ayuda disponible, y es llamado para ungir a un enfermo, él tiene la autoridad completa tanto para ungir como para sellar la unción.
¿Es propio ungir las partes afligidas del cuerpo? No. La unción debe ser sobre la corona de la cabeza. (Podría ser cuestión de falta de decoro ungir las partes afligidas del cuerpo.)
¿Se permite administrar el aceite internamente? No. El tomar el aceite internamente no es parte de la unción. Si las personas que se hallan enfermas desean ingerir el aceite, no se les prohibe, pero hay muchas enfermedades que no mejorarán con aceite en el estómago.
¿Es propio que un élder lleve consigo a un hermano que posee el Sacerdocio de Aarón para que le ayude a ungir a los enfermos? La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce han contestado esta pregunta de la manera siguiente:
“Fue el sentir del Consejo… que la práctica [de ungir] fuese limitada a los élderes; pero en un caso de necesidad absoluta, es decir, cuando un élder se encuentra en situación tal que no puede disponer de la ayuda de otro élder, él puede, si la oportunidad lo permite, valerse de la ayuda de un miembro del Sacerdocio Aarónico, o aun de un miembro que no posee el sacerdocio, pero con el único propósito de contar con el apoyo de la fe de tal miembro o miembros, y solamente el élder ha de oficiaren la ordenanza de la unción; o el élder puede administrar la unción él solo, sin tal ayuda de un miembro sin el sacerdocio o de uno que posea el Sacerdocio Aarónico.”
LA IMPOSICIÓN DE MANOS POR PARTE DE LAS MUJERES EN LAS UNCIONES. Si un hombre y su esposa estuviesen solos con una persona enferma, ¿podría él ungir con el aceite y luego sellar la unción con la ayuda de su esposa en virtud del sacerdocio que ella posee conjuntamente con su marido? El presidente Joseph F. Smith contestó esta pregunta de la siguiente manera:
“¿Posee la esposa el sacerdocio con su marido, y puede ella autorizadamente imponer las manos sobre los enfermos con él?
Una esposa no posee el sacerdocio con su marido, pero ella disfruta con él de los beneficios del mismo; y si se le pide que ponga las manos sobre la persona enferma, ya sea con él, o con cualquier otro oficial que posea el Sacerdocio de Melquisedec, ella puede hacerlo con perfecta procedencia. No es cosa infrecuente que un hombre y su esposa unidamente administren la unción a sus hijos.”
Cuando esto se hace, la esposa está añadiendo su fe a la unción efectuada por su marido. Ella pondría sus manos, como lo haría un miembro del Sacerdocio Aarónico, o un hermano fiel sin el sacerdocio, y de esta manera estaría apoyando con su fe la ordenanza efectuada por su esposo. El profeta José Smith dijo que “con respecto a las bendiciones que administraban las hermanas para sanar a los enfermos… no podía haber mal en ello, si Dios daba su aprobación efectuando la curación; que no podía haber más pecado en que una hermana pusiese sus manos sobre los enfermos y orase por ellos, que el bañarles la cara con agua; no es pecado que sea dada una bendición por uno que tiene fe, o que los enfermos tengan la fe para ser sanados por medio de aquella bendición.” Tal bendición no sería en virtud del sacerdocio, sino una manifestación de fe.
LA UNCIÓN Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS. Santiago dice que cuando un hombre unge a una persona enferma, él tiene el poder para redimirle sus pecados; ¿cómo recibe el élder el poder para redimir pecados?
No es el élder el que redime o perdona los pecados del enfermo, sino el Señor. Sí por el poder de la fe y mediante la unción de los élderes el hombre sana, es evidencia que sus pecados han sido perdonados. Es casi irrazonable pensar que el Señor perdonará los pecados de un hombre que es sanado si éste no se ha arrepentido. Naturalmente se arrepentiría de sus pecados, si va a solicitar la bendición de los élderes.
LAS MUJERES Y EL SACERDOCIO. No hay nada en las enseñanzas del evangelio que declare que los hombres son superiores a las mujeres. El Señor ha dado a los varones el poder del sacerdocio y los ha enviado a obrar en su servicio. El llamamiento de una mujer sigue una dirección distinta. El llamamiento más noble y ensalzador de todos es el que se ha dado a las mujeres como madres de los hombres. Las mujeres no poseen el sacerdocio, pero si son fieles y leales, llegarán a ser sacerdotisas y reinas en el reino de Dios, y esto supone que les será dada autoridad. Las mujeres no poseen el sacerdocio con sus maridos, pero sí reciben los beneficios que provienen de ese sacerdocio.
LAS MUJERES NO DEBEN UNGIR NI SELLAR LAS BENDICIONES. Las Autoridades Generales no consideran necesario ni prudente que las mujeres de la Sociedad de Socorro laven y unjan a las mujeres que están enfermas. El Señor nos ha dado instrucciones en cuanto a asuntos de esta naturaleza; debemos llamar a los élderes y ellos ungirán con aceite la cabeza y bendecirán mediante la imposición de manos.
La Iglesia enseña que una mujer puede poner sus manos sobre la cabeza de un niño enfermo y pedirle al Señor que lo bendiga, en caso de que aquellos que poseen el sacerdocio no puedan estar presentes. En tales condiciones, un hombre podría invitar a su esposa a que impusiera las manos con él para bendecir a su niño enfermo. Esto sería meramente para ejercer su fe, y no por razón de derecho inherente alguno para imponer las manos. Una mujer no tendría ninguna autoridad para ungir ni para sellar una bendición, y donde hubiera élderes disponibles a quienes se pudiera llamar, esa sería la manera correcta de hacer que se efectuara la ordenanza.
NO SON NECESARIAS LAS UNCIONES REPETIDAS. Si una persona enferma ha sido ungida y al día siguiente solicita otra bendición, no es necesario ungir con aceite por segunda vez. El presidente Joseph F. Smith nos ha dejado este consejo: “En cuanto al asunto de ungir a los enfermos, de acuerdo con el orden y práctica establecidos en la Iglesia, se debe tener cuidado de evitar repeticiones injustificadas. Cuando se administra una unción y se ha recibido la bendición pronunciada sobre el doliente, la ordenanza no se debe repetir, sino más bien dedíquese el tiempo a la oración y acción de gracias por la manifestación de poder divino ya concedido y efectuado. No se debe ni se puede poner límite al ofrecimiento de la oración, ni a la expresión de alabanzas al Dador de lo Bueno, porque se nos dice especialmente que oremos sin cesar, y no es esencial tener autoridad especial del sacerdocio ni posición alguna en la Iglesia para el ofrecimiento de la oración; pero la unción misma con aceite y por la imposición de manos de aquellos que poseen el oficio correspondiente del sacerdocio es una ordenanza autorizada, demasiado sagrada en cuanto a su naturaleza para efectuarse livianamente o repetirse sin reflexión cuando ya se ha logrado la bendición.”
NO SE ENCOMIENDA A LOS ENFERMOS AL SEÑOR. Los élderes deben bendecir y consolar a los enfermos y reconocer la mano del Señor en todas las cosas; pero no deben encomendar a una persona al Señor. Con respecto a lo de encomendar al Señor a los que se hallan gravemente enfermos, o los que padecen, cuando son ungidos (con lo cual presuntamente son entregados a la muerte), así como a la conveniencia de esta costumbre, tenemos esta información definitiva de la Primera Presidencia:
“La costumbre que se está extendiendo en la Iglesia de encomendar al Señor a aquellos que parecen no poder aliviarse, no tiene lugar entre las ordenanzas de la Iglesia. El Señor nos ha instruido que donde haya personas enfermas, llamemos a los élderes, dos o más, los cuales deben orar por ellos e imponerles las manos en el nombre del Señor; ‘y si murieren, —dice el Señor— morirán para mí; y si vivieren, vivirán para mí’. Ninguna ventaja posible puede resultar de encomendar a los fieles miembros de la Iglesia al Señor antes de su muerte. El ser miembros de la Iglesia, su devoción a la fe que han abrazado, son garantía suficiente en lo que concierne a su futuro bienestar.
“La administración de las ordenanzas del evangelio a los enfermos es con el objeto de sanarlos, a fin de que puedan continuar llevando una vida de utilidad hasta que el Señor los llame de aquí. No hemos de ir más allá. Si nos guiamos estrictamente por lo que el Señor ha revelado en cuanto a este asunto, no se cometerá ningún error.”
EL USO DE ACEITE CONSAGRADO
EL ACEITE DE OLIVA ES UN EMBLEMA DE PUREZA Y PAZ. ¿Por qué se usa el aceite de oliva, en lugar de cualquier otra clase de aceite, al ungir a los enfermos? ¿Cuándo se instituyó esta práctica por primera vez? ¿Mediante qué autoridad fue instituida?
El aceite que se usa en la unción de los enfermos y para otros propósitos santos, incluso la unción en la casa del Señor, debe ser aceite puro, libre de cualquier condición indeseable y elementos impuros. Por esta razón se hace patente que no puede usarse el aceite producido de cuerpos animales. Los aceites más puros vienen de las formas más elevadas de vida vegetal, y entre éstas, el olivo es preeminente.
Desde las épocas más remotas, el olivo ha sido el emblema de paz y de pureza. Los escritores inspirados de todas las épocas, por medio de quienes hemos recibido la palabra del Señor, lo han considerado casi sagrado, más que cualquier otro árbol o forma de vegetación. En las parábolas contenidas en las Escrituras, la casa de Israel, o los pueblos que han hecho convenio con el Señor, han sido comparados al olivo.
Aun en estos días modernos, cuando las cosas andan al revés, nosotros nos referimos a la rama del olivo como el emblema de paz, y usualmente se representa como que la lleva en el pico la paloma de paz. Cuando el profeta José Smith envió a los miembros en Misurí una copia de la sección 88 de Doctrinas y Convenios, una de las revelaciones más importantes que se han dado al hombre, él dijo: “Os envío la hoja de olivo que hemos cortado del Arbol del Paraíso”.
EL USO DEL ACEITE DE OLIVA EN DÍAS ANTIGUOS PARA PROPÓSITOS SANTOS. No sabemos precisamente cuándo se usó el aceite de oliva por primera vez para ungir, porque las Escrituras nada dicen en cuanto al uso original del aceite para este propósito; pero sí tenemos la palabra del Señor dada a Israel por conducto de Moisés unos 1500 años antes del nacimiento de nuestro Señor, en la cual se manda que se use el aceite de diva para propósitos santos, como se verá por lo siguiente:
“Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas.”
“De casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas, un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa.”
“Hizo asimismo el aceite santo de la unción, y el incienso puro, aromático, según el arte del perfumador.”
Zacarías también escribió: “Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos, a la derecha del candelabro y a la izquierda? Hablé aún de nuevo y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro? Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: Señor mío, no. Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra.”
De estas citas de las Escrituras nos enteramos que se mandó el uso del aceite puro de oliva en las lámparas dentro del Templo o Tabernáculo en el desierto, mientras Israel esperaba para poder entrar en la tierra prometida, y que también se debería usar para unciones santas. Esta práctica se continuó en el Templo de Salomón.
SE LE NEGÓ A ISRAEL REBELDE EL USO DEL ACEITE DE LA UNCIÓN. Es bien sabido que el óleo de alegría, o aceite de la unción, del cual se habla en los Salmos y en otras partes de las Escrituras, y con el cual se ungía a los reyes y profetas, era el aceite puro de los olivos que crecían abundantemente en Palestina.
Una de las maldiciones que Moisés predijo que descenderían sobre Israel, silos hijos de Israel se apartaban de los mandamientos del Señor, fue que tendrían olivos en todo su territorio, pero que no se ungirían con el aceite, porque sus olivos perderían su fruta.
En una época posterior cuando Israel se había apartado del Señor, Miqueas de nuevo amonestó al pueblo de Israel, y dijo:
“Sembrarás, mas no segarás; pisarás aceitunas, mas no te ungirás con el aceite; y mosto, mas no beberás el vino.” Esto iba a sobrevenirles como castigo por causa de sus transgresiones.
UNCIÓN CON ACEITE EN EL MERIDIANO DE LOS TIEMPOS. El uso de aceite de oliva para ungir a los enfermos era común en la Iglesia de Jesucristo de días anteriores. Santiago dice en su epístola:
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.”
BENDICIONES DEL SACERDOCIO SIN EL USO DEL ACEITE. La misma práctica se instituyó en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días en el principio y ha continuado hasta ahora, y continuará como ordenanza mientras perduren las condiciones actuales.
Ha habido casos, y da pena decirlo, en que los élderes de la Iglesia, debido a la falta de comprensión, se han negado a ungir a los enfermos en situaciones en que no se disponía de aceite. Es el privilegio y deber de los élderes bendecir a los enfermos por la imposición de manos. Si tienen aceite puro de oliva que ha sido consagrado para este propósito, uno de ellos debe usarlo para ungir a los enfermos, y luego, por la imposición de manos deben confirmar la unción. Si no hay aceite disponible, entonces deben bendecir mediante la imposición de manos con el poder del sacerdocio y con la oración de fe, a fin de que la bendición solicitada pueda venir por el poder del Espíritu del Señor. Esto concuerda con el divino plan inaugurado en el principio.
























