Doctrina de Salvación Tomo 3

Capítulo 15

Apóstatas en El Reino de los Últimos Días


APOSTASÍA DENTRO DE LA IGLESIA

LA IGLESIA ESTA RODEADA DE INFLUENCIAS APÓSTA­TAS. Por motivo del amor de las cosas del mundo y la influencia incitante de los poderes de las tinieblas, nosotros, (refiriéndome a la gente cristiana en general) nos hemos apartado del camino recto que conduce a la vida, del cual nuestro Señor ha dicho que son muy pocos los que lo hallan, porque aman las tinieblas más que la luz, ya que sus obras son malas. Hemos permitido que la filosofía de los hombres que niegan la divinidad de Jesucristo y se mofan de las ordenanzas sagradas del evangelio, se metan en nuestras escuelas, nuestros negocios y nuestros hogares, cosa que ha debilitado nuestra fe y nuestra reverencia por nuestro Creador. Nos hemos olvidado de que el hombre fue creado a la imagen de Dios, que las Escrituras declaran que somos su pro­genie y que se nos manda que busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia.

Nosotros, los Santos de los Ultimos Días, hemos recibido el evangelio restaurado y hemos hecho un convenio con el Señor de que lo serviremos y lo aceptaremos como el Dios de esta tierra. No obstante, deseo llamar vuestra atención al hecho de que las maneras del mundo se han insinuado entre nosotros, y están estableciéndose en medio del pueblo de Sión. Aquí mismo en esta ciudad (Salt Lake City), que en un tiempo efectivamente fue una ciudad de los santos, pero que ya no lo es, se puede encontrar todo género de abominación e iniquidad. Las ideas, teorías, las modas, e impiedad del mundo, sus pecados y prácticas inicuas se pueden bailar dentro de los límites de nuestras ciudades.

LOS SANTOS DEBEN ESTAR PREVENIDOS CONTRA LAS INFLUENCIAS MUNDANAS. A menos que estemos apercibidos, nos hallamos en peligro constante. Los pecados y abominaciones mundanas de esta generación amenazan a este pueblo, el cual se halla bajo solemnes convenios de guardar los mandamientos del Señor, y muchos de nosotros estamos expuestos a ser descarriados, a menos que vigilemos cuidadosamente y nos protejamos con todo medio de que podamos disponer. Hemos sido llamados del mundo al reino de Dios, y aun cuando todavía estamos en el mundo, no somos del mundo en el sentido de que tengamos necesidad de participar de sus inicuas costumbres y modas, sus necedades, falsas doctrinas y teorías, todo lo cual está en pugna con el espíritu de la verdad.

Hoy es domingo, el día de reposo, y sin embargo, en esta ciudad los teatros, cines y centros de diversión siguen operando hasta más no poder, como lo hacen en todo día de reposo durante el año, por motivo del egoísmo de los hombres y su desprecio del mandamiento del Señor de obedecer su ley y santificar su día. No sólo se nos imponen estas tentaciones, sino que vienen a nosotros en muchas otras formas; y si no estamos apercibidos, hay peligro de que perdamos el Espíritu del Señor y caigamos en transgresión, cediendo a tentaciones que no nos parezcan ser de mucha consecuencia.

Mas las cosas pequeñas conducen a las mayores, y paso por paso se nos va apartando de lo que es recto y justo, y gradualmente quedamos ciegos en cuanto a la verdad. El Señor nos ha mandado que seamos un pueblo de pensamientos serios, no entregándonos a la mucha risa, frivolidad y levedad, sino que consideremos meditativa y minuciosamente las cosas de su reino, a fin de que estemos preparados en todas las cosas para comprender las gloriosas verdades del evangelio y quedemos dispuestos para bendiciones venideras.

LAS CONDICIONES CONTEMPORÁNEAS IMPULSAN A LA INJUSTICIA. A mí me parece, al reflexionar sobre estas cosas, que tal vez hoy sea un poco más difícil que un hombre sea justo que en algunos otros períodos de la historia del mundo. Creo esto se debe a las condiciones contemporáneas con todas las tentaciones y maldades que hoy nos confrontan por todas partes. Si tal es el caso, entonces los Santos de los Ultimos Días deben ser un poco más devotos, un poco más diligentes y buscar al Señor un poco más de cerca, a fin de que se nos conserve libres de todas las cosas malas que hoy prevalecen. El hecho de que nos hemos bautizado y nos hallamos gozando de buena reputación en la Iglesia no nos asegura nuestra salvación. Pueden sobrevenirnos las maldades, porque el Señor ha dicho, por vía de amonestación: “Por lo tanto, cuídese la Iglesia y ore siempre, no sea que caiga en tentación.”

EL SEÑOR ES OLVIDADO EN LA ÉPOCA DE PROSPERIDAD. En los días de nuestra prosperidad, cuando estamos en paz, cuando tenemos los lujos, así como las cosas necesarias de la vida, puede haber una tendencia por parte nuestra de olvidarnos del Señor. Esto parece ser tino de los defectos de la humanidad.. Se nos enseña esta lección, en el transcurso de las edades, en lo que al pueblo del Señor atañe, al leer de ellos en las santas Escrituras. En Palestina, así como en este continente, cuando los del pueblo prosperaban se olvidaban del Señor. Se apartaban de El y se dejaban llevar por la autosuficiencia, en lugar de sentir el espíritu de humildad, y depositar su fe en el Señor, y darle las gracias por sus bendiciones.

El crimen de la ingratitud es uno de los que más prevalecen, y al mismo tiempo yo podría decir que es uno de los que más afligen al género humano. Cuanto más nos bendice el Señor, tanto menos lo amamos. Esa es la manera en que los hombres manifiestan su agradecimiento al Señor por su misericordia y sus bendiciones a ellos.

SIGAMOS A LA IGLESIA, NO AL MUNDO. Un gran número de los miembros de la Iglesia evidentemente no comprenden la importancia de las bendiciones que recibimos en los templos del Señor. Cómo deseo que amáramos el evangelio al grado de que estuviéramos dispuestos a hacer cualquier cosa que el Señor nos pidiera, pese a lo que el mundo piense o haga. ¿Por qué no pueden los Santos de los Ultimos Días sostener las normas y los reglamentos de la Iglesia mediante un esfuerzo unido, a pesar de lo que el mundo pueda hacer o pensar? Entre algunos de nosotros prevalece la costumbre de obrar en forma muy semejante a como el mundo obra. Nos vestimos como viste el mundo. Buscamos sus placeres; seguimos sus costumbres; y no hay duda en mi mente de que estas cosas hasta cierto punto nos ponen en conflicto con lo que el Señor nos ha enseñado y mandado que hagamos.

HAY CREENCIAS ABSURDAS AÚN EN LA IGLESIA. Debemos sentir un poco de conmiseración por las personas a quienes se instruye según los caprichos y locas tradiciones del mundo, cuando descu­brimos cuán tenazmente los miembros de la Iglesia se aferran a conceptos absurdos, a pesar de todo lo que está escrito.

LA APOSTASÍA ATA CON CADENAS DE TINIEBLAS ESPIRITUALES. El hombre que recibe la luz de la verdad y luego se aparta, pierde la luz que tenía, y si continúa por ese camino, finalmente se verá atado con las cadenas de tinieblas espirituales. La obscuridad reemplazará a la verdad, a medida que ésta se va opacando gradualmente, hasta que pierde todo conocimiento de las cosas espirituales. Aquel que anda en la luz de la verdad, recibe más verdad hasta que es purificado en la verdad divina, la verdad que salva.

CALUMNIAS EN CONTRA DE LOS UNGIDOS DEL SEÑOR

LOS HOMBRES IMPÍOS DIFAMAN A LAS AUTORIDADES DE LA IGLESIA. Es cosa seria que miembro alguno de esta Iglesia levante su voz contra el sacerdocio o le manifieste irrespetuosidad. El Señor no los tendrá por inocentes; así lo ha prometido, y lo cumplirá.

Parece ser herencia de los impíos, de los fanáticos, de aquellos que aman la iniquidad, sentarse para juzgar y colocarse como dictadores, diciendo lo que han de hacer y lo que han de decir las autoridades de la Iglesia. Acusan a estos hermanos de todo género de iniquidad, disimulo, falsedad, e intentan ocasionar una división entre ellos y aquellos a quienes presiden. Toman para sí la prerrogativa de decir cuál será y cuál no será la doctrina de la Iglesia, cuál será y cuál no será el gobierno de la Iglesia, cuando esto nada les incumbe.

UN JUICIO PESA SOBRE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA QUE CRITICAN A LAS AUTORIDADES. Pero no es a los de esta clase que deseo referirme particularmente, sino a aquellos miembros de la Iglesia que han entrado en las aguas del bautismo y han hecho convenio ante el Señor de que observarán sus leyes y respetarán su sacerdocio, que han sido persuadidos, o que están en peligro de ser persuadidos por los anteriores.

Ocasionalmente, cuando un hombre ha cometido pecados y perdido el espíritu del evangelio, él levanta su voz contra los hechos de las autoridades que presiden a la Iglesia; los impugna, los juzga y los condena. Quisiera dirigir la voz de amonestación a todos estos que son miembros de la Iglesia, y decirles que más vale que se arrepientan y se vuelvan al Señor, no sea que sus juicios desciendan sobre ellos, no sea que pierdan la fe y sean apartados de la verdad.

Es cosa grave que un hombre que sea miembro de esta Iglesia diga en su corazón o públicamente, que estos hombres que poseen las llaves del reino han pecado, cuando no han pecado, y con ello cause disensión entre sus hermanos, si está en su poder hacerlo. Los juicios del Señor le sobrevendrán. Se le hará comparecer ante el Señor, y será echado fuera y hallará su lugar entre los incrédulos; y aquellos que lo halagaron y lo impulsaron a que alzara su calcañar contra sus hermanos, se apartarán de él y lo abandonarán con su vergüenza.

SABIA ORIENTACIÓN DE LAS AUTORIDADES. Deseo testificar que Dios ha llamado a estos hombres, que Ellos ha nombrado, que El les ha comunicado las revelaciones de su mente y voluntad, que ellos tienen la inspiración de su Espíritu, y que están enseñando y dirigiendo a este pueblo en la verdad. Tal es la convicción de todo Santo de los Ultimos Días que con su corazón estima el evangelio.

¿En qué ocasión, desde la organización de la Iglesia, han enseñado cualesquiera de las autoridades, inspirados por el Espíritu del Señor, algo que fuese falso a este pueblo? ¿En qué ocasión os han dicho que debéis hacer lo que no es recto, lo que no os hará mejores ciudadanos o mejores miembros del reino de Dios?

Vosotros no podéis, ni puede hombre alguno, indicar con justicia la ocasión en que cualquiera de ellos haya intencionalmente declarado algo que fuese contrario a los principios de la rectitud, o que no tuviese por objeto mejorar al pueblo en todo aspecto, que no los haya edificado en su salvación, tanto temporal corno espiritualmente.

EL ABUSO Y LA MALA CRITICA NO SON DE Dios. No seáis engañados por esos falsificadores, esos hombres cuyos corazones están llenos de maldad, y quienes dicen que las autoridades han pecado, cuando no han pecado, que ellos mismos son los que se encuentran en la esclavitud de la iniquidad y están tratando de destruir esta obra. En lo que concierne a esos hombres que intentan derribar y destruir, no predican lo que ellos mismos creen. No enseñan al pueblo lo que es verdadero, ni tratan de indicarles un camino mejor, por el contrario, colman de injurias la cabeza de las autoridades de los Santos de los Ultimos Días.

Siempre que encontréis a un hombre que pasa su tiempo ultrajando a sus vecinos, tratando de rebajar a otros, podéis dar por sentado que tal hombre no posee el Espíritu del Señor. Mas cuando un hombre trata de edificar, cuando procura indicaros una manera mejor, aun cuando se le haya engañado, podéis saber que es honrado; pero nunca es así con el hombre que intenta haceros pedazos, que intenta destruir sin ofreceros algo mejor en su lugar. Tal hombre jamás es honrado.

ENSEÑAD A LOS NIÑOS A SOSTENER A LAS AUTORIDA­DES. ¿Hablamos en nuestros hogares delante de nuestros hijos y criticamos al obispo del barrio, o al presidente de la estaca o a una de las Autoridades Generales? ¿Expresamos cosas en su presencia que no deberíamos decir? ¿Ridiculizamos a los principios del evangelio? Si hacemos esto, no estarnos criando a nuestros hijos en la luz y la verdad. ¿Somos culpables de estas pequeñas ofensas en el hogar, y hemos estado tratando de enseñar a nuestros hijos a que hagan algo que nosotros mismos no hacernos? Si es así, estamos fracasando en este punto.

En otras palabras, hablando con franqueza, ¿enseñáis a vuestros niños a que no deben beber té o café, y luego vosotros mismos lo hacéis? ¿Usan tabaco los padres, y luego tratan de enseñar a sus hijos a que no lo usen? No da resultado; no podéis enseñarles una cosa y hacer otra. El ejemplo es la manera mediante la cual enseñamos el evangelio.

LA MALDAD DEL PENSAMIENTO LIBERAL

EL PENSAMIENTO LIBERAL PUEDE CONDUCIR A LA APOSTASÍA. Quisiera por unos momentos ofrecer un corto número de observaciones con respecto al asunto de la tolerancia y el pensamiento liberal. Es tanto lo que oímos en estos días acerca de ser tolerantes y de pensamientos liberales. Supongo que el mundo jamás sabrá cuántos crímenes se han cometido debido a la falsa inter­pretación y falta de comprensión de esos términos. Satanás es muy liberal en sus pensamientos, extremadamente liberal en tanto que pueda conseguir que la gente haga lo malo y evite la verdad. Enseñará cualquier clase de teoría, principio, o doctrina, si no concuerda con las cosas fundamentales de la vida, a saber, el evangelio de Jesucristo. Está dispuesto hasta a enseñar algunas verdades, si puede mezclar esa verdad con el error, y al enseñar el error con la verdad desviar a los hombres. Hasta tal grado llega su libertad de pensamiento, y así fue como ocurrió la apostasía en la Iglesia primitiva.

LA TOLERANCIA DE LA MENTIRA CONDUCE A LA APOSTASÍA. La tolerancia no es indulgencia. A veces pienso que se han confundido los términos. No debemos llegar a ser tan liberales en nuestros pensamientos que desecharíamos las cosas fundamentales del evangelio de Jesucristo. Supe de un hombre —y me parece que había cumplido una misión— que declaró, según lo que se me informó, que en esta edad de alumbramiento la Iglesia de Jesucristo debía apartarse de la estrecha idea de que el bautismo para la remisión de pecados en el agua es esencial para la salvación, y que deberíamos tener un concepto más amplio que ese.

Otro hombre, con opiniones similares, declaró, según me dijeron, que tenemos que cesar de creer en el Dios antropomórfico; debemos dejar de pensar en que Dios es según la forma en que el hombre es hecho. Se burló de la idea diciendo: “¿Podemos adorar a un Dios que tiene que comer, que tiene que dormir, que tiene que bañarse?”

Desde luego, al formarnos el concepto de Dios, como una persona a cuya imagen somos creados, no necesariamente tenemos que pensar que El tiene que regirse por todas las condiciones de la existencia terrenal, a las cuales nosotros, en las situaciones actuales, nos vemos obligados a sujetarnos. Sin embargo, ¿Hay algo malo en pensar en un Dios que come? El verdaderamente comió y ha prometido volver a comer. ¿Qué hay de malo en ello? El se baña, por lo menos en fuego, porque así nos lo dice. Nosotros somos su progenie, y nos ha dado mandamientos de que le sirvamos en el nombre de su Hijo Unigénito.

LA SALVACIÓN Y LAS BENDICIONES VIENEN POR OBEDECER LA LEY. Además, sabemos, porque así se ha revelado, que a todo reino se ha dado una ley, y en esto se incluye al reino de Dios. No es algo que se distingue de todos los demás reinos en ese asunto, y El mismo ha dicho: “A cada reino se ha dado una ley; y para cada ley también hay ciertos límites y condiciones. Todos los seres que no se sujetan a esas condiciones no son justificados.”

El Señor es sumamente tolerante, y sin embargo, declara que estamos sujetos a la ley, y que si violamos la ley no somos justificados y debemos permanecer sucios aún. Bien podría uno tratar de destruir la ley de la gravedad, o decir que es inútil, que ya ha cumplido con su propósito y no se usa más, como decir que el bautismo no es esencial para la salvación. Yo creo en ser tolerante, pero creo que la tolerancia me enseñará a observar y guardar la ley y permanecer constantemente en ella, y no disculpar mis malos hechos diciendo que soy de pensamientos liberales.

Estoy satisfecho, y sé que el reino de Dios se gobierna por una ley precisa, fija, que no se puede controvertir. No podemos cambiarla sólo porque tal vez nos volvemos modernos y decimos que somos de pensamientos liberales, como algunas personas interpretan la liberalidad de pensamiento y la tolerancia. No cambia en lo más mínimo el hecho de que, si queremos recibir el reino de Dios y entrar en su exaltación, debemos cumplir con las verdades fundamentales, las leyes sobre las cuales ese reino está establecido. Nosotros las tenemos; somos los promotores de estos principios; están a cargo nuestro.

Pero válgame, el mundo entero debería venir a nosotros con un canto de gozo sempiterno, cantando sus hosannas para aceptar la verdad; pero a veces me pregunto si no estamos recalcando un poco más de lo que debíamos, el hecho de que hoy nos están recibiendo con bondad. No nos felicitemos demasiado porque encontramos muy poca oposición. Yo veo un peligro en ello; pero sigamos guardando los mandamientos del Señor con humildad y verdad, y enseñando al pueblo los principios correctos, trayéndolos a nosotros mediante nuestra manera de vivir así como por medio de nuestros preceptos.

DIVERSIONES Y BAILES

LOS PELIGROS DE LOS SALONES PÚBLICOS DE BAILE. Creo que es necesario que los miembros tengan diversiones, pero deben ser de la clase correcta. No creo que el Señor tenga por objeto ni desea que andemos con semblantes tristes y miradas mojigatas e insinceras. Creo que El espera que nosotros seamos personas felices y de semblante alegre, pero no espera que nos entreguemos a una conducta bulliciosa e impropia ni que vayamos en pos de las cosas vanas y locas que divierten y entretienen al mundo. Nos ha mandado todo lo contrario para nuestro propio bien y nuestro bienestar eterno.

Lamento el hecho de que estos bailes modernos, algunos de los cuales se originaron en sitios deshonrosos, hayan venido entre nosotros. Me pesan en extremo los bailes públicos, los cuales en mi opinión, por lo que toca a sus resultados nocivos, tales como la destrucción de buenas costumbres morales y la virtud, van casi a la par de la cantina. Esta maldad va creciendo y se está arraigando en las estacas de Sión, en las comunidades de los Santos de los Ultimos Días.

Existe actualmente un exceso en cuanto a los bailes, uno o dos bailes por semana en algunas comunidades, cosa que no es buena, pese a lo inocente que el baile pueda ser. En estos salones de bailes públicos que funcionan para ganar dinero, sus dueños en algunos sitios, sin consideración al carácter o reputación del individuo permiten que cualquiera entre, sin poner reparo, si paga el precio de entrada. Esta es una costumbre abominable, y los miembros de la Iglesia no deben tolerarla en las comunidades que pueden controlar.

LA VIDA MODERNA ALIENTA EL RECREO INDEBIDO. El mundo se está dejando llevar por la corriente. Yo no creo, no puedo sentir, al leer las señales de los tiempos y al meditar en las cosas que llegan a mí para darles consideración, que este mundo va mejorando; no lo creo ni por un momento. Creo que nos estamos dejando llevar por la corriente. Hoy se toleran muchas cosas que hace veinte años no se habrían tolerado ni por un momento. Han surgido nuevos problemas con los cuales ahora tenemos que luchar, de los cuales ni siquiera soñábamos en los días de mi juventud. Tenemos en el mundo iniquidades que hoy estamos combatiendo, tales como el cinematógrafo, los paseos en automóviles y los medios rápidos de transporte de un lugar a otro como medios de buscar los placeres durante las horas del día así como de la noche.

La cinematografía debería ser del mayor valor en la educación e instrucción del pueblo, y podría enseñarnos historia, geografía y ciencia con las mayores ventajas, si se presentaran debidamente; pero es todo lo contrario, se halla principalmente en manos de hombres sin escrúpulos que presentan al público un diluvio de cosas despreciables que despiertan sus pasiones y estimulan la parte más ruin del hombre.

LOS PADRES DEBEN SUPERVISAR LAS DIVERSIONES DE SUS HIJOS. Creo que los padres en Israel deben proteger a sus hijos; deben ejercer un poco más de vigilancia en cuanto a ellos. Deben prestarles un poco más de atención e instruirlos un poco más cuidadosamente en cuanto a los principios del evangelio, tanto por el precepto como el ejemplo. No debe permitirse a los hijos que vayan sin protección y sin la debida custodia a los centros de diversión, no importa donde se hallen ni cuán inofensiva sea la diversión.

Será necesario enseñar a nuestros hijos a discernir el bien del mal; de lo contrario, en muchos aspectos, no podrán comprender por qué no se les permite tomar parte en cosas que son tan comunes entre sus vecinos. A menos que se les instruya en la doctrina de la Iglesia, tal vez no entiendan por qué hay daño en el concierto de música en domingo, ir al teatro, al cine, al juego de pelota o algo semejante el día domingo, cuando sus compañeros de juego sin restricción y con aprobación hacen esas cosas que el Señor ha prohibido en su día santo.

Los padres son los responsables de la instrucción debida de sus hijos; el Señor condenará a los padres si sus hijos se crían fuera de la influencia de los principios del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Yo deseo ver que la rectitud prevalezca por toda Sión. No creo que sea necesario que nosotros participemos ni en grado mínimo de todas las ideas y costumbres del mundo. Debemos enfocar nuestra atención un poco más cuidadosamente en las cosas del reino de Dios. Estamos viviendo en los últimos días, cuando, según se ha predicho, han de venir tiempos peligrosos. Estos tiempos peligrosos están aquí, cosa que debería ser motivo en nosotros de seria reflexión.

EL EVANGELIO PERMITE LA RISA Y LA ALEGRIA. No debemos formarnos el concepto, según este pasaje, que el Señor se disgusta con nosotros cuando reímos, cuando sentimos alegría, si se hace en las ocasiones apropiadas. El ha dicho, sin embargo, que en nuestras asambleas solemnes tales cosas como frivolidad, risa y regocijo son importunas. Debemos cesar toda conversación vana, risas y malos pensamientos y deseos, dejar todas las cosas que menoscaben las enseñanzas y la influencia del Espíritu del Señor.

LAS MALDADES DE LOS JUEGOS DE NAIPES

LA IGLESIA CONDENA OFICIALMENTE LOS JUEGOS DE NAIPES. Se nos ha enseñado todos los días de nuestra vida que los juegos de naipes no son buenos, y son contrarios al orden y disciplina de la Iglesia. Las autoridades han exhortado a los miembros, y se publica en nuestras revistas, que se refrenen de esta mala práctica. No obstante todo esto, se hallan entre nosotros algunos que consideran los juegos de naipes como un pasatiempo sumamente inofensivo. No es inofensivo, sino muy perjudicial. Indica falta de obediencia a los consejos del Señor por parte de los miembros que participan en esta maldad, y si ninguna otra cosa más se pudiera decir al respecto, no deja de ser una pérdida sumamente perniciosa de tiempo que se podría emplear en alguna ocupación más útil.

Yo creo en los deportes físicos, creo en las actividades recreativas y diversiones de la clase que son benéficas para el cuerpo y la mente del hombre, y que los juegos de una clase apropiada son buenos y se debe participar en ellos en ocasiones, especialmente por parte de aquellos cuyo trabajo es tal que no reciben el ejercicio físico que sus cuerpos requieren. Yo no creo en despreciar tiempo útil en la práctica de cosa alguna que condenan las autoridades de la Iglesia, cuando nos comunican el consejo que viene a ellos por medio de la inspiración del Espíritu del Señor. Los Santos de los Ultimos Días deben poner su confianza en sus directores y seguir las enseñanzas de las autoridades de la Iglesia, porque éstos les hablan con la voz de profecía y de inspiración.

LOS JUEGOS DE AZAR SON UNA ENFERMEDAD NOCIVA. Nada bueno proviene de los juegos de naipes o los juegos de azar. Hay numerosas maneras en que podemos obtener diversión y recreo sanos, que son de beneficio tanto para el cuerpo como para la mente. En los juegos de naipes, usualmente se juega por “puntos” y se hacen apuestas. Alguien cobra las apuestas, pero en realidad nadie gana, porque el que gana las apuestas ha perdido parte de su calidad de hombre que es difícil recuperar.

Parece haber un afán en la naturaleza humana que conduce a muchos hombres y mujeres a que procuren obtener algo sin que les cueste nada, y muchos han arriesgado sobre el altar de la suerte su sostén ganado a duras penas, esperando lograr una fortuna que no han ganado. Hay una atracción en todos los juegos de azar que Satanás coloca delante de ellos, y en su codicia o egoísta deseo de obtener lucro, éstos se dejan llevar por el dudoso señuelo, mas no con la inocencia del pez que muerde el anzuelo del pescador.

Los naipes ordinarios se usan en los juegos de apuestas. Se encuentran en centros de dudosa reputación y en casas de juegos. Los jóvenes que han aprendido a jugar en su propia casa o en clubes de naipes con fines inocentes, son atraídos con demasiada frecuencia a sitios sospechosos donde prevalecen los juegos de apuestas. Estos juegos de azar a menudo se relacionan con los cigarrillos y la cerveza, y los que se entregan a los juegos de naipes también se sujetan a las maldades del tabaco y de las bebidas alcohólicas.

Los juegos de naipes se convierten en vicios tales como el fumar y beber. Recuerdo a un vecino mío que en su juventud se envició en los juegos de azar. Posteriormente se arrepintió y se unió a la Iglesia. Un día, ante un grupo del cual yo era miembro, él enfáticamente recalcó en nuestras mentes el hecho de que el jugar por dinero es una enfermedad que se prende tan tenazmente en aquellos que se entregan a esta práctica, que raras veces se libran de ella. Su influencia sobre el carácter de una persona es la misma que la del uso del tabaco y las bebidas alcohólicas. Aconsejó a todos a que evitaran los juegos de naipes y los juegos de azar, no fuese que el hábito los destruyera.

BRIGHAM YOUNG ACONSEJÓ EN CONTRA DE LOS JUEGOS DE NAIPES. Deben evitarse los juegos de naipes y todo otro juego de azar, como se evitaría la puerta de la destrucción. Las autoridades de la Iglesia han desaprobado todo este género de prácticas desde el principio de nuestra historia. Cuando fue llamado el Batallón Mormón al servicio de la nación, el presidente Brigham Young se dirigió a los voluntarios, y les dijo que él deseaba que demostraran ser los mejores soldados al servicio de los Estados Unidos. Amonestó a los capitanes a que fueran padres para con los hombres en sus compañías, y que dirigieran a los oficiales y a los hombres por el poder del sacerdocio. Deberían conservarse puros, enseñar la castidad y la gentileza. No deberían proferir blasfemias y ningún hombre debería ser insultado. Deberían evitar contiendas con los de Misurí, sus enemigos, y con toda otra persona. Deberían llevar su Biblia y ejemplares del Libro de Mormón consigo y estudiarlos, pero sin imponer sus creencias sobre otros. Deberían evitar los juegos de naipes, y si llevaban naipes consigo deberían quemarlos. Si se guiaban por esta instrucción, les prometió que no les sería requerido derramar la sangre de sus semejantes.

JOSEPH F. SMITH CONDENA LOS JUEGOS DE NAIPES. El presidente Joseph F. Smith ha dado este útil consejo: “Aun cuando un juego sencillo de naipes puede ser inofensivo en sí mismo, es un hecho que, tras la repetición inmoderada, acaba en un apasionamiento por proyectos azarosos, en el hábito del exceso, en la pérdida de tiempo precioso, en ofuscar y entorpecer la mente y en la completa destrucción de los sentimientos religiosos. Estos son resultados graves, maldades que los Santos de los Ultimos Días deberían y deben evitar. Hay, además, un grave peligro que acecha a los que juegan habitualmente a los naipes, el cual engendra el espíritu del juego, de la especulación y despierta el peligroso deseo de obtener algo sin que cueste nada.”

También: “El juego de la baraja es un placer excesivo. Es un intoxicante y, por lo tanto, es como un vicio. Generalmente va acompañado del cigarrillo y del vaso de vino, y estas cosas conducen a la sala de billares y a las casas de juego. Son pocos los hombres y mujeres que se recrean con el peligroso pasatiempo de los naipes sin poner en peligro sus negocios y las responsabilidades mayores de la vida. Indicadme las diversiones que más os complacen, y si éstas han llegado a ser la pasión dominante de vuestras vidas, podré deciros lo que sois. Son muy pocos los que juegan frecuentemente a los naipes, sin que ello se convierta en la pasión dominante de su vida.”

EL HOMBRE RESPONDERÁ AL SEÑOR POR PALABRAS Y ACTOS OCIOSOS. El Señor dijo: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Silo anterior es cierto en cuanto a las palabras ociosas, ¿no podríamos decir que los hechos ociosos, dedicados a prácticas malas merecerán el mismo castigo?

Esto no significa que el Señor censura la diversión inocente ni el tiempo que se pasa en juegos sanos. El cuerpo humano necesita desahogo, y esto puede obtenerse en una manera legítima. Para este propósito, en parte, se han organizado las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo, en las cuales se pueden enseñar maneras propias de diversión y entretenimiento, y por ese medio se puede fortalecer el cuerpo y vivificar y desarrollar la mente.

SE IMPULSA EL RECREO PROPIO Y SANO. En una de las horas más tenebrosas de la historia de la Iglesia, cuando los miembros desfallecidos cruzaban los llanos, después de haber sido echados de sus hogares, el Señor, por conducto del presidente Brigham Young, les dijo: “Si te sientes alegre, alaba al Señor con cantos, con música, con bailes y con oración de alabanza y acción de gracias. Si estás triste, dama al Señor tu Dios con súplicas, a fin de que tu alma se regocije.”

El profeta José Smith participó en muchos deportes varoniles en las pocas ocasiones que se le presentaron. El presidente Brigham Young y sus hermanos edificaron el Teatro de Salt Lake y el Salón Social. Se presentaron obras teatrales, el baile y otras formas de entretenimiento a los miembros de la Iglesia, y por este medio fueron edificados y fortalecidos; todas estas diversiones se comenzaban y se terminaban con una oración. Las organizaciones auxiliares impulsan la competencia atlética y los deportes bajo la debida supervisión y reglamentos. Se alienta a nuestros miembros, no se les restringe, a participaren todo género de recreo y diversión necesarias; pero se desaprueban todas las cosas que el mundo busca, que conducen a cosas malas, tales como los juegos de naipes, las rifas y las máquinas en que se juega por dinero, ya que destruyen la moral y la fe permanente en lo que es justo y verdadero.

EL DESTINO DE LOS APOSTATAS

HAY MUCHOS GRADOS DE CONVERSIÓN Y FIDELIDAD. Si un miembro de la Iglesia apostatara o se desviara, y rechazara sus convenios, ¿a cuál de los grados de gloria sería consignado?

Es imposible declarar el grado de galardón o castigo que se impondrá en cada caso individual de transgresión o apostasía. No todos reciben la misma luz y conocimiento cuando entran en la Iglesia, porque algunos son más diligentes y fieles que otros en el cumplimiento de los mandamientos. Nuestro Salvador nos ha dado una ilustración excelente al respecto en la parábola del sembrador. Algunos hombres reciben un amplio conocimiento y testimonio de la verdad por medio de su fiel diligencia y obediencia al evangelio. El Espíritu del Señor descansa sobre ellos y verdaderamente pueden decir que saben que Jesús es el Cristo y el Redentor del mundo. Otros no reciben tan gran luz y testimonio, porque son menos diligentes. Creen que Jesús es el Hijo de Dios y aceptan la verdad, pero no tienen un entendi­miento perfecto.

También es posible que algunos hayan entrado en la Iglesia porque estiman que la doctrina es lógica y congruente, mas nunca se esfuerzan por recibir el Espíritu del Señor. Otros han entrado en la Iglesia por conveniencia, y éstos jamás comprenden la luz y raras veces permanecen, porque es seguro que vendrá la desilusión al no lograr sus propósitos, y se vuelven al camino extraviado.

El Señor declara en una de las revelaciones: “A algunos el Espíritu Santo da a saber que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que fue crucificado por los pecados del mundo; a otros les es dado creer en las palabras de aquéllos, para que también tengan vida eterna, si continúan fieles.”

LA IMPENITENCIA SIEMPRE CAUSA QUE EL ESPÍRITU SE APARTE. Casi sin excepción, cuando una persona se aparta de la Iglesia, se debe a la transgresión. El Espíritu del Señor no mora en cuerpos impuros, y cuando el Espíritu se aparta, las tinieblas reemplazan la luz y sigue la apostasía. Esta es una de las evidencias mayores de la divinidad de esta obra de los últimos días. En otras organizaciones, los hombres pueden cometer todo género de pecado, y aun así pueden seguir siendo miembros porque no tienen ninguna asociación con el Espíritu Santo que perder; pero en la Iglesia, cuando un hombre peca y continúa sin arrepentirse, el Espíritu se aparta, y cuando queda a solas, el adversario se posesiona de su mente y el hombre niega la fe.

Es posible que un hombre que ha recibido una comprensión perfecta de la verdad y ha andado en la luz del Espíritu Santo se desvíe por motivo de la transgresión. Pero cuando él se aparta, aún sabe que en un tiempo tuvo la luz. El Señor ha dicho al respecto: “Todos los que conocen mi poder: y del cual han participado, y a causa del poder del diablo se dejaron vencer, y niegan la verdad y desafían mi poder. Estos son los hijos de perdición, de quienes digo que mejor hubiera sido para ellos no haber nacido.”

LOS TRANSGRESORES SON JUZGADOS SEGÚN SUS OBRAS. Difícilmente esperaríamos que el Señor impartiera este mismo castigo al hombre que se aparta de la Iglesia por motivo de alguna ofensa supuesta o falta de compresión, cuando tal hombre jamás tuvo testimonio del evangelio y nunca lo dirigió el espíritu de verdad. Sin embargo, tal hombre se excluye a sí mismo a menos que se arrepienta, del reino celestial, según la palabra del Señor. Tuvo su oportunidad y rechazó el don que le fue presentado, de modo que el galardón de los fieles no será su porción. “El que no es capaz de soportar la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial. Y el que no puede soportar ley de un reino terrestre, no puede soportar una gloria terrestre. Y el que no puede soportar la ley de un reino telestial, no puede soportar una gloria telestial, por tanto, no es digno de un reino de gloria. Por consiguiente, deberá soportar un reino que no es de gloria.” Todas las cosas son gobernadas por la ley, y todo aquel que no pueda o que no esté dispuesto a sujetarse a la ley de cualquiera de estos reinos, no puede ser santificado por la ley que los gobierna, “ni por la misericordia, la justicia o el juicio”.

LA SEVERIDAD DEL JUICIO SOBRE LOS APÓSTATAS. El Señor juzgará cada caso en forma individual y asignará a los transgresores a ese grado que cada cual merezca según sus obras. Si un hombre sólo merece un lugar en lo telestial, esa será su recompensa; si fuere lo terrestre, será admitido en ese reino. Para poder entrar en lo celestial, el hombre debe ser leal y fiel hasta el fin, observando todas las cosas que el Señor ha mandado; de lo contrario, será asignado a algún otro reino, o a las tinieblas de afuera si sus pecados lo merecen.

Téngase presente, sin embargo, que el castigo del apóstata pese a quien sea o al grado de conocimiento que haya logrado, será sumamente severo. “Escuchad y dad oído, oh pueblo mío, dice el Señor y vuestro Dios, vosotros que me oís, y a quienes me agrada bendecir con las mayores de todas las bendiciones; y a vosotros que habéis profesado mi nombre y no me oís, maldeciré con la más grave de todas las maldiciones.”

En relación con este tema, convendría leer lo siguiente: Lucas 12: 9, 10; 2 Pedro 2: 19-22; Hebreos 5:4-8; Mosíah 3:24-27; Alma 34: 32-35.

LA GENEALOGÍA DE LOS APÓSTATAS NO SE HA DE GUARDAR. En noviembre de 1832, el Señor les dijo: “Es el deber del secretario del Señor, a quien él ha nombrado, llevar una historia y un registro general en la iglesia de todas las cosas que acontecen en Sión, y de todos los que consagran bienes y reciben legalmente herencias del obispo; así como su manera de vivir, su fe y obras; y también de los apóstatas que se apartan después de recibir sus herencias.

“Es contrario a la voluntad y mandamiento de Dios que estén inscritos con los del pueblo de Dios los nombres de aquellos que no reciban su herencia por consagración, conforme a su ley que él ha dado, para que pueda diezmar a su pueblo, a fin de prepararlo para el día de la venganza y el fuego. Ni tampoco se guardará su genealogía, ni ha de hallarse en ninguno de los registros o historia de la Iglesia. Ni sus nombres, ni los nombres de sus padres, ni los de sus hijos se hallarán escritos en el libro de la ley de Dios, dice el Señor de las Huestes.”

Aquellos que hayan recibido la verdad y se hayan apartado de ella, y la hayan rechazado y negado, se lamentarán. Sin embargo, menciono esto de paso porque constantemente están viniendo personas para hacer obra en los templos por esta clase de individuos, a pesar de todo lo que el Señor ha dicho. Esto merece vuestra consideración.

LAS PERSONAS EXCOMULGADAS PIERDEN TODAS LAS BENDICIONES. ¿Cuál será la condición de una persona que nace en el convenio y es excomulgada de la Iglesia?

Cuando una persona es excomulgada de la Iglesia, toda bendición es retirada y se pierde, y tal persona queda tal como si jamás se hubiera efectuado ordenanza alguna. Si tal persona se arrepintiera más adelante, y fuera considerada digna de volver a la Iglesia, entonces se le pueden restaurar todas las bendiciones, con la aprobación y autorización del hombre que posee las llaves, a saber, el Presidente de la Iglesia. Debemos recordar que todas las bendiciones se basan sobre la fidelidad, y que la salvación es asunto individual. Recibimos de acuerdo con nuestras obras. Los miembros de la Iglesia no se salvan colectivamente.