Doctrina de Salvación Tomo 3

Capítulo 7

Llaves Y Convenio del Sacerdocio


RESTAURACIÓN DE LAS LLAVES DEL SACERDOCIO

LLAVES INCLUIDAS EN LA RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS. Estamos viviendo en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. En esta dispensación, según nos han informado los profetas de la antigüedad, han de ser restauradas todas las cosas, “así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”; todas las cosas van a ser reunidas en Jesucristo. El propio Salvador declaró, al descender del monte con Pedro, Santiago y Juan, que llegaría la ocasión en que Elías sería enviado para restaurar todas las cosas. Pedro anunció a los judíos que todos los profetas desde el principio del mundo habían hablado de esta restauración. Nosotros estamos viviendo en esa época.

Las llaves del sacerdocio tuvieron que ser restauradas. No fue suficiente con que viniera Juan el Bautista con las llaves del Sacerdocio Aarónico, y Pedro, Santiago y Juan con las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, en virtud de las cuales se organizó la Iglesia, sino que debería haber una manifestación de los cielos y una restauración de las llaves que poseyeron todos los profetas que han estado al frente de dispensaciones, desde los días de Adán hasta los días de Pedro, Santiago y Juan. Estos profetas vinieron cada cual a su vez, y cada uno de ellos confirió la autoridad que él poseía…

RESTAURACIÓN COMPLETA DE TODAS LAS LLAVES. Todas las llaves de todas las dispensaciones tuvieron que ser traídas a fin de cumplir las palabras de. los profetas y los propósitos del Señor en la efectuación de una restauración completa de todas las cosas. Por tanto el padre de la familia humana, el primer hombre sobre la tierra, Adán, tenía que venir y vino con su poder. Vino Moisés, y vinieron otros; todos los que habían poseído llaves, vinieron y confirieron su autoridad. Nuestras revelaciones no nos dicen precisamente cuando. No tenemos las fechas en que se manifestaron algunas de estas autoridades, pero el profeta José Smith, al escribir a los miembros en Nauvoo concerniente a la salvación de los muertos, declaró, cual lo tenemos anotado en la sección 128 de Doctrinas y Convenios, que todos estos profetas vinieron con sus llaves en la dispensación en que nosotros vivimos.

Hermanos y hermanas, ésta es una dispensación gloriosa. Todas las otras dispensaciones fluyen en ella. Todas las autoridades, todos los poderes están centrados en esta dispensación en que vivimos. Tenemos el privilegio de participar de estas bendiciones por medio de nuestra fidelidad.

MOISÉS, ELÍAS Y ELÍAS EL PROFETA RESTAURARON LAS LLAVES. Entre las llaves de autoridad y poder que fueron conferidas, no hay otras de mayor trascendencia o mayor significado que las llaves de autoridad conferidas por Elías el Profeta. Fue en el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836, que el Señor envió a algunos de los antiguos profetas con sus llaves al profeta José Smith y a Oliverio Cowdery. Cuántos vinieron, es cosa que no sabemos. Se nos ha dado el relato de la venida de Moisés, con las llaves del recogimiento de Israel y la restauración de las diez tribus; la venida de Elías, que vivió en la época de Abraham, con la restauración de los convenios y autoridades otorgados a Abraham en sus días; y la venida de Elías el Profeta, del cual habló Malaquías, que tenía la autoridad para restaurar el poder de volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus padres. Esto iba a acontecer antes del grande y terrible día del Señor, y para salvar a la tierra de ser herida con una maldición.

ELÍAS RESTAURÓ EL PODER DEL EVANGELIO DE LA ÉPOCA DE ABRAHAM. Elías vino, después que Moisés hubo conferido sus llaves, y trajo el evangelio de la dispensación en la cual vivió Abraham. Todo lo que corresponde a esa dispensación, las bendiciones conferidas sobre Abraham, las promesas dadas a su posteridad, todo esto tenía que ser restaurado, y vino Elías, el cual poseía las llaves de esa dispensación.

Este Elías fue un profeta que vivió en los días de Abraham, y el que poseía las llaves de esa dispensación. Vino y confirió los dones y bendiciones que se pronunciaron sobre la cabeza de Abraham, tanto para él como para su posteridad.

Este Elías restauró todo lo que correspondía a esa dispensación, porque en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, en la cual vivimos, tenían que ser reveladas todas las dispensaciones, todas las llaves tenían que ser restauradas; y por lo tanto, los profetas de la antigüedad que tenían las llaves de su dispensación tuvieron que venir y declarar sus honores, su autoridad, el poder de su sacerdocio.

ELÍAS EL PROFETA POSEÍA LAS LLAVES DEL REINO. El Señor dio a Elías el Profeta las llaves de la presidencia en sus días, las llaves del reino, las llaves del poder para sellar; y es ese poder para sellar lo que le dio el derecho y la autoridad para oficiar. El Señor le dijo: “Lo que atares en la tierra, será atado en los cielos.” Tal era la magnitud de su poder, y ese día Elías el Profeta se levantó y ofició por el pueblo con el poder para sellar.

Desde que se confirieron estas llaves en los últimos días, se ha proclamado la obra de la salvación por los muertos, y se ha hecho sentir en el corazón de los hijos de los hombres, tanto en la Iglesia como fuera de ella. Hay millares que están trabajando en el recogimiento de los datos de los muertos, sin saber por qué lo hacen.

Le pregunté a un hombre en la ciudad de Salem, Massachusetts, en el año 1902, por qué estaba recogiendo los datos de los muertos. Estaba llevando a efecto una obra maravillosa. Me contestó: “No sé, pero empecé, y ahora no puedo dejarla de hacer.” Yo sé por qué.

JOSÉ SMITH POSEE LAS LLAVES TEMPORALES Y ETER­NAS. El Profeta posee las llaves de esta dispensación por tiempo y por toda la eternidad. Moisés posee las llaves de su dispensación y tres mil años después de su muerte, vino y confirió esas llaves al profeta José Smith para esta dispensación. Elías el Profeta vino más de 2,500 años después de su partida, y confirió las llaves de su autoridad, y en igual manera lo hicieron todos los profetas que iniciaron dispensaciones; pero esto no los privó de ninguna de su autoridad, y aun poseen las llaves que les fueron dadas, y las cuales confirieron a José Smith y a los que con él se asociaron.

El Profeta no está al frente de dispensaciones anteriores, sino de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. El presidente Brigham Young y otros presidentes subsiguientes de la Iglesia poseyeron las llaves y autoridades mientras vivieron, mas las llaves que poseyó el Profeta, como poseedor de las llaves de esta dispensación por tiempo y por la eternidad, jamás pasaron a otro y él las posee aún.

LAS LLAVES DEL PODER PARA SELLAR

¿POR QUÉ RESTAURÓ ELÍAS EL PROFETA, LAS LLAVES PARA SELLAR? El profeta José Smith dijo: “Elías fue el último profeta que tuvo las llaves del sacerdocio, y antes de la última dispensación será él quien restituirá la autoridad y entregará las llaves del sacerdocio, a fin de que se hagan todas las ordenanzas en justicia. Es verdad que el Salvador tuvo la autoridad y el poder para conferir esta bendición; pero había en los hijos de Leví mucho prejuicio. ‘Yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terrible’, etc. ¿Por qué enviar a Elías? Porque él tiene las llaves de la autoridad para administrar todas las ordenanzas del sacerdocio; y si no fuese dada la autoridad, no se podrían administrar las ordenanzas en justicia.”

Ningún hombre tiene —sino al grado que reciba la autoridad para hacerlo, de uno que posea las llaves— el derecho de efectuar las ordenanzas más altas, las bendiciones mayores que son esenciales para la exaltación en el reino de Dios, y las cuales se pueden obtener únicamente en ciertos lugares. No importa cuán importante sea el cargo que tengáis, o cuál sea la posición que ocupéis en la Iglesia, no podéis oficiar a menos que las llaves, el poder de sellar, estén allí para respaldarlo. Eso es lo que cuenta, y por esto es que vino el profeta Elías; por esto es que vino Moisés, pues él también poseía las llaves del sacerdocio; por esto es que ellos, (Moisés y Elías el Profeta) confirieron sobre la cabeza de Pedro, Santiago y Juan, en esa dispensación, estos privilegios, o estos poderes, estas llaves, a fin de que pudieran salir y efectuar esta obra; y por esto es que ellos (Moisés y Elías el Profeta) vinieron al profeta José Smith.

NATURALEZA DEL PODER PARA SELLAR. Elías el Profeta restauró a esta Iglesia y, si lo quisiera recibir, al mundo, las llaves del poder para sellar; y este poder para sellar fija el sello de aprobación sobre toda ordenanza que se efectúa en esta Iglesia y, más particularmente, aquellas que se efectúan en los templos del Señor. Mediante esa restauración, cada uno de vosotros, mis hermanos, tenéis el privilegio de entrar en esta casa o en alguno de los otros templos (me parece que la mayor parte de vosotros lo habéis hecho) para que os sea sellada vuestra esposa a vosotros por tiempo y por toda la eternidad, y también sellar vuestros niños a vosotros o, mejor aún, hacer que nazcan en ese convenio. ¡Qué privilegio tan glorioso es saber que la organización familiar permanecerá intacta! No es destruida; no alcanza a tener fin cuando hemos cumplido la ley divina, en virtud de las llaves que posee el Presidente de la Iglesia.

EL PODER PARA SELLAR INCLUYE A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS. Elías, el último de los profetas que tuvo las llaves del poder para sellar en Israel antiguo, vino y confirió ese poder, el poder para sellar. Algunos miembros de la Iglesia se han confundido con pensar que Elías vino con las llaves del bautismo por los muertos, o de la salvación para los muertos. Las llaves que trajo Elías el profeta eran de mayor trascendencia. Eran las llaves para sellar, y esas llaves para sellar pertenecen a los vivos e incluyen a los muertos que estén dispuestos a arrepentirse.

En ocasiones me parece que consideramos esta obra para la salvación de los muertos desde un punto de vista algo estrecho. Es un concepto errado considerar a aquellos por quienes estamos haciendo la obra en el templo del Señor como personas muertas. Debemos considerarlos como seres vivientes; y la persona viva que hace las veces de ellos no hace más que representarlos al recibir las bendiciones que debieron haber recibido, y habrían recibido en esta vida, si hubiesen estado viviendo en una de las dispensaciones del evangelio. Por tanto, a cada persona muerta a favor de quien se hace la obra en el templo, se le considera como ser viviente en el momento en que se confiere la ordenanza; y esas llaves y bendiciones que se confieren sobre los muertos vicariamente, se dan a los vivos que representan a los muertos en las ordenanzas que corresponden al evangelio de Jesucristo en esta vida terrenal.

De manera que vino Elías el Profeta, con las llaves para sellar, y se nos ha dado el poder mediante el cual podemos obrar por los muertos. Este poder para sellar comprende a aquellos que ya han fallecido, que estén dispuestos a arrepentirse y a recibir el evangelio, que murieron sin ese conocimiento, así como se extiende hacia aquellos que se arrepienten y que están vivos. Esta es la obra de Elías el Profeta.

LA PLENITUD DEL SACERDOCIO

CÓMO LOGRÓ CRISTO LA PLENITUD DEL SACERDOCIO. José Smith dijo: “Sí un hombre ha de recibir la plenitud del sacerdocio de Dios, debe obtenerla de la misma manera que Jesucristo la alcanzó, que fue por guardar todos los mandamientos y obedecer todas las ordenanzas de la casa del Señor.”

Espero que comprendamos esto. Si queremos recibir la plenitud del sacerdocio de Dios, debemos recibir la plenitud de las ordenanzas de la casa del Señor y guardar sus mandamientos. Este concepto de que por motivo de algunas debilidades de la carne podemos postergar nuestra salvación hasta el fin, y luego nuestros hijos irán y harán esta obra por nosotros en el templo del Señor cuando hayamos muerto, de nada nos servirá. La salvación para los muertos es para aquellos que murieron sin un conocimiento del evangelio, en lo que concierne a la gloria celestial. Y aquellos que hayan rechazado la verdad y la hayan combatido, que no quisieron recibirla, no están señalados para recibir la gloria celestial. Bien, es el Señor quien lo dice; no es declaración mía, me complace decir, aunque yo la creo de todo corazón.

LA PLENITUD DEL SACERDOCIO NO DEPENDE DEL OFICIO QUE SE POSEE. Permítaseme expresarlo de un modo un poco diferente. No importa cuál sea el oficio que ocupéis en esta Iglesia — podéis ser un apóstol, podéis ser un patriarca, un sumo sacerdote, o cualquier otra cosa— no podéis recibir la plenitud del sacerdocio a menos que vayáis al templo del Señor y recibáis estas ordenanzas de las cuales habla el Profeta. Ningún hombre puede obtener la plenitud del sacerdocio fuera del templo del Señor. Hubo un tiempo en que se pudo hacer, porque el Señor bien puede conferir estas cosas en las cumbres de las montañas —indudablemente allí fue donde Moisés la recibió, y fue donde sin duda Elías la recibió— y el Señor dijo que en los días de pobreza, cuando no se haya dispuesto una casa para recibir estas cosas, se pueden recibir en las cumbres de las montañas.

Mas ahora tenemos templos, y no podéis obtener estas bendiciones en las cumbres de las montañas; tendréis que entrar en la casa del Señor, y no podréis recibir la plenitud del sacerdocio a menos que vayáis allí. No penséis que porque alguien tiene un cargo más alto en esta Iglesia que el que vosotros tenéis, quedáis excluidos de las bendiciones, porque podéis entrar en el templo del Señor y recibir todas las bendiciones que se han revelado, si sois fieles: se os pueden sellar sobre vosotros como élderes en esta Iglesia, y entonces tenéis todo lo que cualquier hombre puede obtener. Debe haber oficios en la Iglesia, y no todos somos llamados al mismo nombramiento, pero vosotros podéis obtener la plenitud del sacerdocio en el templo del Señor, obedeciendo esto que os he leído. Quiero recalcar esto.

LA EXALTACIÓN REQUIERE LA PLENITUD DEL SACERDOCIO. No hay exaltación en el reino de Dios sin la plenitud del sacerdocio. ¿Cómo podría un hombre ser heredero en ese reino sin el sacerdocio? Aun cuando las hermanas no poseen el sacerdocio, ellas comparten la plenitud de sus bendiciones en el reino celestial con sus maridos. Estas bendiciones se obtienen mediante la obediencia a las ordenanzas y convenios de la casa del Señor.

Para obtener la plenitud del sacerdocio no es necesario que un hombre llegue a ser Presidente de la Iglesia. Todo hombre que es fiel y está dispuesto a recibir estas ordenanzas y bendiciones obtiene una plenitud del sacerdocio, y el Señor ha dicho que El “los hace iguales en poder, en fuerza y en dominio”. Sólo un hombre a la vez posee las llaves del sacerdocio sobre la tierra; sólo un hombre a la vez tiene el poder para recibir revelaciones para toda la Iglesia; pero el Señor ha dispuesto que todo varón en esta Iglesia, por medio de su obediencia, reciba la plenitud del sacerdocio mediante las ordenanzas del templo del Señor. Esto no se puede recibir en ningún otro lugar.

LA PLENITUD DEL SACERDOCIO PARA LOS VIVOS Y LOS MUERTOS. Unicamente en el templo del Señor se puede recibir la plenitud del sacerdocio. Ahora que hay templos sobre la tierra, no hay ningún otro lugar donde se pueda dar la investidura y el poder para sellar por toda la eternidad. Ningún hombre puede recibir las llaves de la exaltación en ningún otro lugar.

José Smith ha dicho que “es poco el tiempo de que disponen los santos para salvar y redimir a sus muertos, y reunir a sus parientes vivos, para que también éstos puedan salvarse, antes que sea herida la tierra y descienda sobre el mundo la consumación decretada”. Cuando llegue ese día, aquellos que hayan profesado creer en la obra de los últimos días, y hayan rechazado la doctrina de la construcción de templos y las investiduras ceremoniales dadas en ellos, se encontrarán excluidos del reino de Dios. Este tema estuvo en la mente del profeta José Smith por varios años antes de su muerte, porque el Señor le reveló todas las cosas pertenecientes a la obra en los templos, y él las reveló a otros para que pudiera continuar la obra.

En los templos, los miembros están efectuando las ordenanzas que asegurarán, por medio de la fidelidad, la plenitud de las bendiciones del reino de Dios. Durante el último siglo la Iglesia ha sido fiel a este llamamiento, y la expectativa para lo futuro es buena. Esta obra continuará durante el Milenio, hasta que venga la redención a todos aquellos que sean dignos de recibirla. En las palabras del Profeta: “¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al Rey Emmanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión; porque los presos quedarán libres!”

LA PLENITUD DEL SACERDOCIO ESTÁ EN EL PODER PARA SELLAR QUE TUVO ELIAS EL PROFETA. Mas ahora tenemos la plenitud del poder del sacerdocio. El Señor ha restaurado las llaves y autoridades de todas las dispensaciones y ha hecho posible, por el poder de Elías el Profeta, que todo acto efectuado con autoridad esté en vigor cuando hayan muerto los hombres o estén fuera del mundo. Recordemos que todo contrato, vínculo, juramento o efectuación que no se concierte por la autoridad de este poder para sellar, ninguna eficacia o virtud tienen después que mueren los hombres. La casa del Señor es una casa de orden, y todo cuanto en ella hay se rige por la ley divina.

Cuando un hombre asume autoridad que no posee y se convierte en ley para sí mismo, según la palabra del Señor, no tiene justificación y debe permanecer sucio aún. Reflexione cuidadosamente estas cosas todo miembro de la Iglesia, y afánese él o ella por estar de perfecto acuerdo con aquello que el Señor ha revelado, y recibir todas las ordenanzas bajo la mano de aquellos que son llamados oficialmente e investidos con poder de lo alto.

LAS LLAVES DEL SACERDOCIO SE CONCENTRAN EN UN HOMBRE

SE COMPARAN LAS LLAVES Y EL SACERDOCIO. El presidente Joseph F. Smith ha dicho: “En general, el sacerdocio es la autoridad dada al hombre para obrar por Dios. Dicha autoridad se delega a todo aquel a quien se confiere cualquier grado del sacerdocio. Pero es necesario que todo acto efectuado bajo esta autoridad se haga en el momento y lugar apropiados, en la manera debida, y de acuerdo con el orden correcto. El poder de dirigir estas obras constituye las llaves del sacerdocio. Sólo una persona a la vez, el profeta y presidente de la Iglesia, posee estas llaves en su plenitud. Puede delegar cualquier porción de este poder a otro, y en tal caso dicha persona posee las llaves de esa obra particular.”

El presidente de un quórum posee las llaves, o el derecho de dirigir, en ese quórum del sacerdocio. El obispo posee las llaves de autoridad en su barrio. El presidente de una estaca posee las llaves de autoridad en su estaca. Los apóstoles poseen las llaves de autoridad para predicar el evangelio en todo el mundo y hacer que se predique por autoridad. El Presidente de la Iglesia posee las llaves sobre toda la Iglesia. En él está concentrado el poder del sacerdocio. El posee todas las llaves de cualquier naturaleza, correspondientes a la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. En él están depositadas todas las llaves de dispensaciones anteriores que se hayan revelado.

Se nos enseña que en el nuevo y sempiterno convenio del evangelio está comprendida la plenitud del evangelio —todo convenio, contrato, vínculo, obligación, juramento, autoridad— y que el Presidente de la Iglesia, que es el presidente del sumo sacerdocio, posee las llaves de esa autoridad; “y nunca hay más de una persona a la vez sobre la tierra a quien se confieren este poder y las llaves de este sacerdocio”.

LAS LLAVES ESTÁN CONCENTRADAS EN EL PRESIDENTE DE LA IGLESIA. Es mi deseo que pudiéramos establecer firmemente en nuestra mente que sólo un hombre sobre la faz de la tierra, a la vez, posee en su plenitud los poderes, las llaves, las autoridades de este glorioso sacerdocio. El hombre que posee estas llaves en virtud de su derecho, ese derecho con el cual Dios mismo lo ha investido, tiene la facultad para delegar autoridad y retirar autoridad según él lo estime conveniente y reciba la inspiración para hacer tal cosa.

Ningún hombre, no importa quién sea o cuánto sacerdocio posea, tiene derecho alguno de oficiar en cualquiera de las ordenanzas de este evangelio en bien de cualquier alma contrario a la autorización y aprobación del hombre que posee las llaves de la autoridad en esta Iglesia. El Señor nos ha dicho esto.

El sacerdocio está concentrado, centralizado diría yo, en un hombre; y de él irradia, en lo que concierne a la Iglesia sobre la faz de la tierra, tal como irradia de Jesucristo a él. El tiene el derecho en virtud del sacerdocio, de hablar, de dar consejos, de decir lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer, y aquel que proceda en sentido contrario a tal consejo se halla bajo condenación a la vista de

SIN LAS LLAVES NO SE PUEDE USAR EL SACERDOCIO. Yo no tengo ningún derecho, no hay hombre sobre la faz de esta tierra que tenga el derecho de salir y oficiar en cualquiera de las ordenanzas de este evangelio, a menos que lo apruebe el Presidente de la Iglesia, que es el que posee las llaves. El nos ha dado la autoridad; él ha puesto el poder para sellar en nuestro sacerdocio, porque él posee esas llaves; y si el Presidente de la Iglesia nos dijera: “No bautizaréis en este lugar o en aquél, ni en este país”, cualquier hombre que procediera a bautizar en contravención de ese mandamiento, tal hombre estaría violando un mandamiento de Dios y oponiéndose a la autoridad y poder; y lo que él hiciera no sería sellado. ¡Oh, cómo deseo que pudiéramos entender esto! No tendríamos a quienes anduvieran afirmando, como los ha habido en el pasado, que tienen la autoridad para hacer ciertas cosas, cuando ninguna autoridad tienen. No comprenden esto.

El hombre que posee las llaves puede conferir y puede retirar; puede dar el poder y puede volverlo a tomar; y silo retira, con eso termina nuestro derecho de oficiar. Tal cosa se ha hecho, y se puede hacer de nuevo.

Recordad que hay solamente uno sobre la faz de la tierra que posee el poder sellador del sacerdocio, y él puede delegar ese poder a otros a fin de que puedan obrar, y puedan sellar sobre la tierra, y esto es válido, está en vigor, mientras él lo apruebe; si él lo retira, ningún hombre puede ejercer ese poder.

LAS ORDENANZAS EFECTUADAS SIN AUTORIDAD CARECEN DE VALIDEZ. Ningún derecho tengo yo, no obstante que pertenezco al Consejo de los Doce, de bautizar a uno de mis propios hijos sin que primero vaya al obispo del barrio donde vivo y obtenga su consentimiento, porque él posee las llaves correspondientes a ese barrio al cual pertenezco como miembro. Jamás he bautizado a alguno de mis hijos —y he bautizado a casi todos ellos hasta donde he podido, y en el día de su cumpleaños también, al llegar a los ocho años de edad— sin que haya ido al obispo y recibido su aprobación para efectuar esa ordenanza y para confirmarlos miembros de la Iglesia.

Ningún derecho tengo yo de ir a una estaca de Sión y ordenar élder a un hombre, sin que llegue a mí la autorización de la presidencia de la estaca, después que el hombre que va a ser ordenado haya sido aprobado por el voto de aquellos que tienen el derecho de sostenerlo en esa estaca. Si un hombre va a una estaca a efectuar una ordenanza y no es enviado, si no es llamado, está violando la autoridad y está haciendo algo que ningún derecho tiene de hacer, y no es válido.

Toda esta autoridad procede del Presidente de la Iglesia. El Presidente de esta Iglesia podría decir, si el Señor así lo inspirara, que ya no debernos predicar más el evangelio en los estados de Nueva Inglaterra, o en los Estados Unidos, o en Europa, y no habría ningún élder en esta Iglesia que tuviera la autoridad, pese a su sacerdocio, de ir a cualquier lugar donde se le hubiese prohibido ir, si el Presidente de la Iglesia retirara la autoridad.

LOS MATRIMONIOS CELESTIALES SON VÁLIDOS ÚNICA­MENTE CUANDO SON AUTORIZADOS. Ningún hombre en esta Iglesia tiene el derecho de efectuar un matrimonio por tiempo y por la eternidad, a menos que sea designado o apartado por el Presidente de la Iglesia. Ningún presidente de una estaca, ningún obispo, ningún hombre tiene esa autoridad, a menos que la reciba del Presidente de la Iglesia, tal como se dice en esta revelación.

Yo no tengo ninguna autoridad para efectuar un matrimonio por persona alguna en esta Iglesia, o fuera de ella, que no sea en los templos del Señor, porque el Presidente de la Iglesia me ha dicho que no debo efectuar matrimonios fuera de los templos; pero tengo toda la autoridad en el mundo para efectuar esos matrimonios por tiempo y por eternidad en los templos del Señor, porque he recibido esa autoridad del Presidente de la Iglesia.

Los obispos y los presidentes de estaca tienen la autoridad para efectuar matrimonios por tiempo únicamente fuera de los templos, mas no tienen la autoridad para entrar en los templos y efectuar esas ordenanzas por tiempo y por la eternidad, a menos que se les haya designado especialmente para hacerlo. Y así es con los demás hombres que obran en la casa del Señor, tienen que ser escogidos y apartados para dicha obra.

EL PODER DEI PRESIDENTE PARA RETIRAR EL PODER PARA SELLAR. De manera que el poder y la autoridad que poseía Elías el Profeta consiste en las ordenanzas de sellar, y más particularmente las que corresponden al santo templo. Sólo un hombre a la vez posee las llaves de este poder para sellar sobre la tierra. Según la revelación, “todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, efectuaciones, uniones, asociaciones o aspiraciones” correspondientes a la exaltación, se deben concertar y efectuar con la sanción y aprobación de la autoridad para sellar de aquel que posee las llaves del sacerdocio en la Iglesia. Tal persona es siempre el Presidente de la Iglesia, el cual es el presidente del sumo sacerdocio. El puede delegar y delega a otros la autoridad para sellar, a fin de que puedan oficiar en los templos en todas las ordenanzas pertenecientes a la exaltación en el reino celestial; pero ninguno puede tomar para sí esta honra.

El Presidente puede, en cualquier momento que él lo disponga, revocar el privilegio y poner fin a la autoridad de cualquier individuo que sea llamado y apartado para efectuar estas sagradas ordenanzas. Cualquier hombre que se atribuye la autoridad para efectuar estas ordenanzas de sellar que pertenecen a la casa del Señor, cuando no le ha sido dada por aquel que posee las llaves y autoridad, es un impostor y un embustero. Es cosa asombrosa que, en vista de lo que el Señor ha revelado, haya quienes se presentan de cuando en cuando afirmando que tienen la autoridad y que nadie se la puede quitar. La Iglesia es de orden.

DEBIDO A LAS LLAVES, LAS ORDENANZAS SE SELLAN EN EL CIELO. Aun cuando la mayoría de los miembros varones poseen el sacerdocio, y se les llama a oficiar en forma general en las ordenanzas del evangelio, nosotros, uno y todos, debemos comprender que es el poder conferido al Presidente de la Iglesia en virtud de las llaves que él posee, que provienen de Elías el Profeta en particular, y de otros profetas de días antiguos en general, lo que da validez a la autoridad que nosotros poseemos. Sin esa autoridad central con sus llaves regentes y el privilegio concedido a los hombres que poseen el sacerdocio por esta persona que preside, los actos de aquellos a quienes se confiere el sacerdocio no se podrían administrar en justicia.

Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec, del cual proceden todos los oficios; pero las ordenanzas del evangelio que se efectúan en virtud de ese sumo sacerdocio reciben su final sanción y aprobación en virtud de las llaves de autoridad. En otras palabras, son selladas en el cielo así como en la tierra en virtud del poder para sellar.

 EL JURAMENTO Y CONVENIO DEL SACERDOCIO

SE PROMETE LA EXALTACIÓN EN EL CONVENIO DEL SACERDOCIO. En la sección 84 de Doctrinas y Convenios, el Señor dice lo siguiente: “Porque quienes son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de que he hablado, y magnifican su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos. Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón y la descendencia de Abraham, y la iglesia y el reino y los elegidos de Dios. Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor.”

Y si nosotros recibimos al Señor, seguramente el Señor nos recibe a nosotros, y estamos en hermandad con El, “porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre”.

Ahora sigue la gran bendición, que en mi parecer muchos de nosotros liemos pasado por alto, y especialmente estos jóvenes cuando son llamados y sostenidos para ser ordenados con el oficio de élder: “Y el que recibe a mi Padre, —y por supuesto recibimos al Padre mediante nuestra fidelidad y nuestra obediencia— recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado”.

¿Os viene al pensamiento una bendición mayor que el Señor pudiera ofrecer a cualquier hombre que posee el sacerdocio? Mas esto se basa en la fidelidad y en magnificar el llamamiento recibido.

En otras revelaciones, como sabéis, el Señor dice; “Y son quienes vencen por la fe, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa… Son aquellos en cuyas manos el Padre ha entregado todas las cosas… son dioses, sí, los hijos de Dios.”

“Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio. Así que, todos los que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre, que él no puede quebrantar, y que tampoco puede ser traspasado.”

Aquí tenemos una afirmación definitiva y positiva de que todo hombre que recibe el sacerdocio lo recibe con un juramento y convenio de que magnificará su llamamiento, de que será fiel y leal, y su recompensa consistirá en llegar a ser hijo de Dios y coheredero con Jesucristo al recibir la plenitud del reino del Padre. No podría ofrecerse bendición mayor.

Y luego, el Señor ha dicho: “Así que, todos los que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre, que él no puede quebrantar, y que tampoco puede ser traspasado.”

EL CASTIGO POR VIOLAR EL CONVENIO DEL SACERDO­CIO. Bien, estas promesas no son solamente para los sumos sacerdotes, sino para todos los que reciben el sacerdocio. Y luego el Señor nos está prometiendo todo lo que El tiene, si somos fieles. ¿No es justo que el castigo por violar este convenio y por hollar ese sacerdocio bajo nuestros pies, sea un castigo tan severo por una parte, como el galardón lo será glorioso por la otra parte? Así es que el Señor dice: “El que violare este convenio, después de haberlo recibido, y lo abandonare totalmente, no recibirá perdón de los pecados en este mundo ni en el venidero.”

¡Oh, si tan solo pudiéramos grabar esto en la mente de todo hombre cuando es llamado a recibir el sacerdocio! Así pues, únicamente aquellos que magnifiquen su llamamiento serán escogidos.

Por tanto, cuando un hombre es ordenado con el Sacerdocio de Melquisedec, él lo recibe con un juramento y convenio de que magnificará su llamamiento y será fiel delante del Señor. Este no es el caso en cuanto al Sacerdocio Aarónico, según lo que el Profeta nos dice. Aquellos que son fieles en recibir estos dos sacerdocios llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón, y los elegidos de Dios, en lo que concierne al Sacerdocio de Melquisedec.

Ahora, si un hombre hiciera convenio de que recibirá el sacerdocio y lo magnificará, y luego violare ese convenio, “y lo abandonare totalmente” —y hay oportunidad para que se arrepienta si no se aparta de él por completo— entonces no hay “perdón de los pecados en este mundo ni en el venidero”. Esto no quiere decir que el hombre va a llegar a ser un hijo de perdición, pero significa que nunca jamás volverá a tener la oportunidad de ejercer el sacerdocio y alcanzar la exaltación. Allí es donde termina su perdón. No se le volverá a conferir el sacerdocio, porque lo ha hollado bajo sus pies; pero en lo que a otras cosas concierne, puede ser perdonado.

SACERDOCIO: LA LLAVE AL CONOCIMIENTO DE DIOS

NO HAY CONOCIMIENTO DE DIOS SIN EL SACERDOCIO. hablando del sacerdocio y del poder del sacerdocio y de las ordenanzas de la Iglesia que hemos recibido por medio del sacerdocio, el Señor dijo lo siguiente: “Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, , la llave del conocimiento de Dios.”

Así que, si no hay sacerdocio, no hay conocimiento de Dios. Y por eso es que el mundo se halla en las tinieblas en la actualidad, porque no tiene sacerdocio. Ha perdido el conocimiento de Dios. De manera que se ha estado enseñando todo género de tradiciones, todo género de doctrinas falsas, todo género de filosofías de los hombres, con relación a Dios y los principios de verdad correspondientes a la salvación del hombre. Estos principios únicamente se pueden recibir mediante el poder del sacerdocio, porque es por ese poder que se obtienen las llaves del conocimiento de Dios.

Permítaseme leer esto de nuevo: “Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios. Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de Dios. Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de Dios no se manifiesta a los hombres en la carne; porque sin esto, ningún hombre puede ver la faz de Dios, sí, el Padre, y vivir”.

Cuando leemos cosas de esta naturaleza, debería causar que se regocijara todo hombre entre nosotros que posee el sacerdocio, al pensar que tenemos esa gran autoridad mediante la cual podemos conocer a Dios. No sólo conocen esa gran verdad los varones que poseen el sacerdocio, sino que por motivo de ese sacerdocio y sus ordenanzas, todo miembro de la Iglesia, hombres así como mujeres, pueden conocer a Dios.