Doctrina y Convenios Sección 14

Doctrina y Convenios
Sección 14


Contexto historico

La Sección 14 de Doctrina y Convenios se da en un contexto histórico significativo en la historia de la Restauración. En junio de 1829, la obra de la traducción del Libro de Mormón estaba en una etapa crucial. José Smith, el Profeta, y Oliver Cowdery, su escriba principal, se trasladaron a Fayette, Nueva York, para completar la traducción. Este traslado fue facilitado por la familia Whitmer, especialmente por David Whitmer, quien ofreció su hogar como un lugar seguro y tranquilo para concluir el trabajo.

La familia Whitmer se había mostrado profundamente interesada en el Libro de Mormón y en el mensaje de José Smith. Este interés nació, en parte, debido a las experiencias espirituales y testimonios compartidos por Oliver Cowdery y otros sobre la obra en curso. Su hogar se convirtió en un punto de apoyo clave para la culminación de la traducción.

David Whitmer, como uno de los hijos de Peter Whitmer Sr., deseaba saber cuál era su papel en la obra de la Restauración. Motivado por su fe y la inspiración que sentía, pidió al Profeta que consultara al Señor para obtener guía sobre su deber específico. La revelación fue recibida por medio del Urim y Tumim, un instrumento sagrado que José Smith utilizaba en su llamado profético.

David Whitmer no solo ofreció su apoyo logístico al permitir que la obra se llevara a cabo en su hogar, sino que más adelante se convirtió en uno de los Tres Testigos del Libro de Mormón. Esta designación fue parte de un evento posterior en el cual David, junto con Oliver Cowdery y Martin Harris, vio las planchas de oro y escuchó la voz de Dios testificando de su autenticidad. Este evento subraya la importancia de su fe y disposición para ayudar.

La revelación no solo responde a las preguntas de David Whitmer, sino que también lo llama a participar activamente en la obra del Señor. Contiene un llamado urgente a la acción, subrayando la inminencia de una “obra grande y maravillosa” y describiendo al campo ya “blanco para la siega”. Este lenguaje, familiar en otras escrituras de la Restauración, refuerza la necesidad de obreros fieles en el reino de Dios.

El mensaje también subraya la vida eterna como el mayor de los dones de Dios y la necesidad de perseverar hasta el fin guardando los mandamientos. Este énfasis refleja una enseñanza fundamental de la Restauración: el propósito de la vida terrenal es trabajar con diligencia para obtener las bendiciones eternas.

En 1829, la región de Fayette, Nueva York, estaba en medio de un ambiente de fervor religioso y búsqueda espiritual. La Segunda Gran Despertar, un movimiento de avivamiento religioso, había influido en la población, generando un interés generalizado en la salvación y las escrituras. Este entorno facilitó el interés y la disposición de familias como los Whitmer para apoyar a José Smith y participar en la obra de la Restauración.

El apoyo de los Whitmer fue crucial para completar la traducción del Libro de Mormón, una escritura central en la Restauración.

David Whitmer desempeñó un papel importante como testigo del Libro de Mormón, contribuyendo a la difusión de su autenticidad.

La revelación destaca el llamado individual en la obra de Dios, una característica que definiría el desarrollo de la Iglesia Restaurada.

En resumen, la Sección 14 refleja la conexión entre el esfuerzo humano y la guía divina en el avance de la obra del Señor, llamando a individuos específicos a cumplir con su papel en el plan eterno.


― Doctrina y Convenios 14:1. “Una obra grande y maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres.” Este versículo establece el contexto profético de la Restauración, anunciando la inminencia de la obra del Señor. Es un recordatorio de la magnitud del evangelio restaurado y el impacto que tendría en la humanidad.

La declaración en Doctrina y Convenios 14:1 no solo profetiza el impacto de la Restauración, sino que también invita a cada persona a reconocer su papel en la obra de Dios. Al igual que los primeros seguidores como David Whitmer, quienes respondieron al llamado divino, cada miembro de la Iglesia está invitado a participar en esta “obra grande y maravillosa”. Este mensaje resuena hoy, recordándonos que la Restauración es un evento continuo que requiere fe, acción y compromiso para llevar las bendiciones del evangelio a todas las naciones.

“Una obra grande y maravillosa”. Esta frase se refiere al inicio de la obra de la Restauración del Evangelio de Jesucristo. Incluye la restauración del sacerdocio, la organización de la Iglesia, la traducción del Libro de Mormón y la revelación continua de verdades eternas.

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Esta es, verdaderamente, una obra maravillosa y un prodigio, que crece y se expande como el grano de mostaza mencionado por el Salvador.” (Conferencia General, octubre de 2000).

La “obra grande y maravillosa” no solo abarca eventos pasados, como la Primera Visión o la traducción del Libro de Mormón, sino que continúa desarrollándose a través de la proclamación mundial del evangelio y el crecimiento de la Iglesia.

“está a punto de aparecer”. Esta frase indica la inminencia de la obra en el contexto de 1829. A nivel personal, también resalta que Dios siempre está preparando eventos y oportunidades para cumplir sus propósitos en Su tiempo.

El élder Neal A. Maxwell expresó: “Dios está en los detalles, y nada ocurre sin su conocimiento y planificación perfecta.” (Even As I Am, 1982).

En 1829, esta declaración profética anunciaba la cercanía de la restauración del evangelio y la organización de la Iglesia en 1830. En un sentido más amplio, sugiere que el Señor prepara constantemente Su obra en beneficio de Sus hijos.

“entre los hijos de los hombres”. Este enfoque universal subraya que la Restauración es para todos los hijos de Dios, no solo para un grupo particular. Resalta la inclusión y el alcance global del plan de salvación.

El presidente Russell M. Nelson declaró: “El evangelio restaurado de Jesucristo no es solo para los miembros de esta Iglesia. Es para toda persona en la tierra.” (Conferencia General, octubre de 2020). Esta frase nos recuerda la misión universal del evangelio restaurado, que busca bendecir a toda la humanidad, cumpliendo con la promesa de que “todas las naciones de la tierra” serían bendecidas a través de la posteridad de Abraham.

La frase completa “Una obra grande y maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres” encapsula la naturaleza profética de la Restauración del Evangelio en los últimos días. En 1829, este anuncio preparó a los participantes iniciales para involucrarse en la traducción del Libro de Mormón, la restauración del sacerdocio y la organización de la Iglesia. Hoy, continúa siendo una declaración que inspira a los Santos a participar activamente en la obra del Señor.

José Smith: “El estandarte de la verdad ha sido erigido; ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra.” (Historia de José Smith 1:39). Élder Jeffrey R. Holland: “Esta es la gran causa de Cristo, una obra gloriosa que no tiene igual.” (Conferencia General, abril de 2012).


― Doctrina y Convenios 14:3. “He aquí, el campo blanco está ya para la siega; por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza y siegue mientras dure el día, a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios.” Este llamado urgente a la acción resalta la oportunidad presente de participar en la obra del Señor. Es una metáfora poderosa que se repite en otras revelaciones, motivando a los creyentes a trabajar diligentemente en la obra de la salvación.

Esta revelación nos llama a reflexionar sobre nuestro compromiso personal con la obra del Señor. ¿Estamos usando nuestras “hoces” espirituales con toda nuestra fuerza? ¿Aprovechamos cada día para servir, enseñar y testificar del evangelio?

El tiempo es breve y precioso, y nuestras acciones en esta vida determinarán tanto nuestro progreso personal como el impacto que tengamos en los demás. Como enseñó el Salvador en Juan 4:35: “Levantad vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.”

Esta invitación a participar en la obra de Dios nos desafía a poner nuestra fe en acción y a recordar que al ayudar en la salvación de los demás, aseguramos nuestro propio lugar en el reino eterno de Dios.

“He aquí, el campo blanco está ya para la siega”. Esta metáfora del campo blanco lista para la siega se refiere a la preparación de las almas de los hijos de Dios para recibir el evangelio. El Señor siempre está trabajando para preparar corazones, y esta frase indica que el tiempo para actuar es ahora.

El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Hay corazones preparados para recibir el mensaje del evangelio, y nosotros somos los instrumentos en las manos del Señor para llevarlo a ellos.” (Conferencia General, abril de 2003). Este versículo subraya la urgencia del trabajo misional y el papel de los miembros en responder al llamado para predicar el evangelio.

“por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza”. Esta frase llama a los discípulos a involucrarse activamente en la obra del Señor con dedicación y esfuerzo. La hoz representa las herramientas espirituales necesarias para participar en la cosecha: fe, testimonio y acción.

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando participamos en la obra de salvación con toda nuestra energía, encontramos gozo y propósito en nuestra vida.” (Conferencia General, octubre de 2021). Participar en la obra requiere esfuerzo consciente y una disposición de servir plenamente. La fuerza con la que actuamos refleja nuestra fe y compromiso con el Señor.

“y siegue mientras dure el día”. El “día” simboliza el tiempo de nuestra vida terrenal y la ventana de oportunidad que tenemos para cumplir con el trabajo del Señor. La frase destaca la importancia de actuar sin demora, ya que el tiempo es limitado.

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “No pospongamos las cosas importantes. El tiempo para actuar es ahora.” (Conferencia General, abril de 2010). Este llamado a la acción nos invita a no procrastinar en nuestra participación en la obra del Señor, reconociendo que nuestras oportunidades pueden ser efímeras.

“a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”. El propósito final de la cosecha es la salvación, no solo para quienes reciben el evangelio, sino también para quienes lo comparten. Nuestro servicio en la obra del Señor refina nuestra alma y nos prepara para la vida eterna.

El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Cuando salvamos almas, también salvamos la nuestra.” (Conferencia General, abril de 2001).La salvación es un tesoro eterno, y este versículo nos recuerda que la obra misional y el servicio nos benefician tanto espiritual como eternamente.

Este pasaje nos invita a ser obreros diligentes en el campo del Señor, reconociendo que el tiempo para actuar es ahora. La metáfora de la siega resalta la oportunidad y la responsabilidad de llevar el evangelio a los demás. Al participar en esta obra con energía y dedicación, no solo bendecimos a otros, sino que también aseguramos nuestra propia salvación y crecimiento espiritual.

La frase también refleja la naturaleza inclusiva y misericordiosa del evangelio restaurado: todos tienen un papel que desempeñar en el plan de Dios, ya sea como misioneros, líderes, o simplemente como miembros fieles que comparten su testimonio con amor.


― Doctrina y Convenios 14: 6. “Procura sacar a luz y establecer mi Sion. Guarda mis mandamientos en todas las cosas.” Este mandato subraya la responsabilidad de construir Sion, una comunidad basada en principios justos. También destaca la obediencia como un requisito esencial para participar en la obra del Señor.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra contribución personal a la obra del Señor. ¿Estamos haciendo todo lo posible por “sacar a luz y establecer” Sion en nuestras vidas y en nuestro entorno? ¿Cumplimos con los mandamientos de manera plena o parcial?

Establecer Sion comienza en el corazón de cada individuo y se extiende a los hogares, comunidades y, finalmente, al mundo. Como enseñó el élder D. Todd Christofferson: “Sion es el resultado de la pureza personal y del sacrificio voluntario de los santos para construir el reino de Dios.” (Conferencia General, octubre de 2008).

La obediencia a los mandamientos es el camino hacia la santificación personal y colectiva, que es esencial para cumplir con esta elevada meta. El llamado a construir Sion es tanto una responsabilidad como una bendición, ya que al hacerlo, experimentamos la paz y las promesas del Señor en nuestras vidas.

“He aquí, el campo blanco está ya para la siega”. Esta metáfora del campo blanco lista para la siega se refiere a la preparación de las almas de los hijos de Dios para recibir el evangelio. El Señor siempre está trabajando para preparar corazones, y esta frase indica que el tiempo para actuar es ahora.

El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Hay corazones preparados para recibir el mensaje del evangelio, y nosotros somos los instrumentos en las manos del Señor para llevarlo a ellos.” (Conferencia General, abril de 2003). Este versículo subraya la urgencia del trabajo misional y el papel de los miembros en responder al llamado para predicar el evangelio.

“por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza”. Esta frase llama a los discípulos a involucrarse activamente en la obra del Señor con dedicación y esfuerzo. La hoz representa las herramientas espirituales necesarias para participar en la cosecha: fe, testimonio y acción.

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando participamos en la obra de salvación con toda nuestra energía, encontramos gozo y propósito en nuestra vida.” (Conferencia General, octubre de 2021). Participar en la obra requiere esfuerzo consciente y una disposición de servir plenamente. La fuerza con la que actuamos refleja nuestra fe y compromiso con el Señor.

“y siegue mientras dure el día”. El “día” simboliza el tiempo de nuestra vida terrenal y la ventana de oportunidad que tenemos para cumplir con el trabajo del Señor. La frase destaca la importancia de actuar sin demora, ya que el tiempo es limitado.

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “No pospongamos las cosas importantes. El tiempo para actuar es ahora.” (Conferencia General, abril de 2010). Este llamado a la acción nos invita a no procrastinar en nuestra participación en la obra del Señor, reconociendo que nuestras oportunidades pueden ser efímeras.

“a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”. El propósito final de la cosecha es la salvación, no solo para quienes reciben el evangelio, sino también para quienes lo comparten. Nuestro servicio en la obra del Señor refina nuestra alma y nos prepara para la vida eterna.

El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Cuando salvamos almas, también salvamos la nuestra.” (Conferencia General, abril de 2001). La salvación es un tesoro eterno, y este versículo nos recuerda que la obra misional y el servicio nos benefician tanto espiritual como eternamente.

Este pasaje nos invita a ser obreros diligentes en el campo del Señor, reconociendo que el tiempo para actuar es ahora. La metáfora de la siega resalta la oportunidad y la responsabilidad de llevar el evangelio a los demás. Al participar en esta obra con energía y dedicación, no solo bendecimos a otros, sino que también aseguramos nuestra propia salvación y crecimiento espiritual.

La frase también refleja la naturaleza inclusiva y misericordiosa del evangelio restaurado: todos tienen un papel que desempeñar en el plan de Dios, ya sea como misioneros, líderes, o simplemente como miembros fieles que comparten su testimonio con amor.


― Doctrina y Convenios 14:7. “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios.” Este versículo enfatiza la vida eterna como el propósito final de la obra de la Restauración y el mayor don que Dios ofrece. Es una declaración inspiradora que resalta la importancia de la obediencia y la perseverancia.

Esta revelación nos llama a reflexionar sobre nuestro compromiso personal con la obra del Señor. ¿Estamos usando nuestras “hoces” espirituales con toda nuestra fuerza? ¿Aprovechamos cada día para servir, enseñar y testificar del evangelio?

El tiempo es breve y precioso, y nuestras acciones en esta vida determinarán tanto nuestro progreso personal como el impacto que tengamos en los demás. Como enseñó el Salvador en Juan 4:35: “Levantad vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.”

Esta invitación a participar en la obra de Dios nos desafía a poner nuestra fe en acción y a recordar que al ayudar en la salvación de los demás, aseguramos nuestro propio lugar en el reino eterno de Dios.

“He aquí, el campo blanco está ya para la siega”. Esta metáfora del campo blanco lista para la siega se refiere a la preparación de las almas de los hijos de Dios para recibir el evangelio. El Señor siempre está trabajando para preparar corazones, y esta frase indica que el tiempo para actuar es ahora.

El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Hay corazones preparados para recibir el mensaje del evangelio, y nosotros somos los instrumentos en las manos del Señor para llevarlo a ellos.” (Conferencia General, abril de 2003). Este versículo subraya la urgencia del trabajo misional y el papel de los miembros en responder al llamado para predicar el evangelio.

“por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza”. Esta frase llama a los discípulos a involucrarse activamente en la obra del Señor con dedicación y esfuerzo. La hoz representa las herramientas espirituales necesarias para participar en la cosecha: fe, testimonio y acción.

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando participamos en la obra de salvación con toda nuestra energía, encontramos gozo y propósito en nuestra vida.” (Conferencia General, octubre de 2021). Participar en la obra requiere esfuerzo consciente y una disposición de servir plenamente. La fuerza con la que actuamos refleja nuestra fe y compromiso con el Señor.

“y siegue mientras dure el día”. El “día” simboliza el tiempo de nuestra vida terrenal y la ventana de oportunidad que tenemos para cumplir con el trabajo del Señor. La frase destaca la importancia de actuar sin demora, ya que el tiempo es limitado.

El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “No pospongamos las cosas importantes. El tiempo para actuar es ahora.” (Conferencia General, abril de 2010). Este llamado a la acción nos invita a no procrastinar en nuestra participación en la obra del Señor, reconociendo que nuestras oportunidades pueden ser efímeras.

“a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”. El propósito final de la cosecha es la salvación, no solo para quienes reciben el evangelio, sino también para quienes lo comparten. Nuestro servicio en la obra del Señor refina nuestra alma y nos prepara para la vida eterna.

El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Cuando salvamos almas, también salvamos la nuestra.” (Conferencia General, abril de 2001). La salvación es un tesoro eterno, y este versículo nos recuerda que la obra misional y el servicio nos benefician tanto espiritual como eternamente.

Este pasaje nos invita a ser obreros diligentes en el campo del Señor, reconociendo que el tiempo para actuar es ahora. La metáfora de la siega resalta la oportunidad y la responsabilidad de llevar el evangelio a los demás. Al participar en esta obra con energía y dedicación, no solo bendecimos a otros, sino que también aseguramos nuestra propia salvación y crecimiento espiritual.

La frase también refleja la naturaleza inclusiva y misericordiosa del evangelio restaurado: todos tienen un papel que desempeñar en el plan de Dios, ya sea como misioneros, líderes, o simplemente como miembros fieles que comparten su testimonio con amor.


El mayor don que podríamos recibir es la recompensa de un profeta (Mateo 10:41), es decir, la vida eterna en el reino de Dios. La vida eterna es la calidad de vida que disfrutan nuestro Padre Celestial y el Salvador; es tener su gozo eterno y felicidad perpetua; es vivir para siempre como familias en la presencia de Dios (véase DyC 132:19–20, 24, 55).

El élder L. Tom Perry dijo:
“Creo que si pudiéramos crear en nuestra mente una imagen clara y verdadera de la vida eterna, empezaríamos a comportarnos de manera diferente. No necesitaríamos que se nos impulsara a hacer muchas de las cosas que implican perseverar hasta el fin, como hacer la obra misional en el hogar o las visitas de maestras visitantes, asistir a nuestras reuniones, ir al templo, vivir vidas morales, orar o leer las Escrituras. Querríamos hacer todas esas cosas y más, porque entenderíamos que nos preparan para ir a un lugar al que anhelamos llegar” (Liahona, mayo de 2008, pág. 44).


― Doctrina y Convenios 14: 8. “Y acontecerá que si pides al Padre en mi nombre, con fe, creyendo, recibirás el Espíritu Santo, el cual inspira a hablar, para que seas testigo de las cosas que oirás y verás, y también para que declares el arrepentimiento a los de esta generación.” Este versículo describe cómo los individuos pueden recibir guía divina mediante el Espíritu Santo. También destaca el deber de ser testigos de Cristo y proclamar el arrepentimiento, una tarea central para los primeros líderes y misioneros de la Restauración.

Este pasaje nos invita a examinar cómo utilizamos el don del Espíritu Santo en nuestras vidas. ¿Buscamos Su guía mediante la oración sincera y la fe activa? ¿Somos testigos de lo que sabemos y sentimos, compartiéndolo con amor y humildad?

Como enseñó el presidente Boyd K. Packer: “El Espíritu Santo es el guía divino que nos muestra el camino y nos da valor para caminarlo.” (Conferencia General, octubre de 1989). Al vivir conforme a este principio, nos convertimos en instrumentos en las manos del Señor, declarando Su mensaje con poder espiritual. Este llamado no solo bendice a quienes lo reciben, sino que también fortalece nuestra fe, nos llena de gozo y nos acerca más a la vida eterna.

“Y acontecerá que si pides al Padre en mi nombre”.  Esta frase resalta la importancia de la oración, específicamente en el nombre de Jesucristo, como medio para acceder al poder y la guía divinos. El Salvador actúa como mediador entre nosotros y el Padre.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El acceso al poder divino se encuentra a través de la oración sincera, ofrecida en el nombre de Jesucristo.”
(Conferencia General, abril de 2017). Orar en el nombre de Cristo no es una mera formalidad, sino un acto de fe que reconoce Su papel como Redentor y Abogado ante el Padre. Es la forma en que alineamos nuestras peticiones con la voluntad divina.

“con fe, creyendo, recibirás el Espíritu Santo”. La fe es un requisito indispensable para recibir respuestas y la influencia del Espíritu Santo. Creer implica confiar en que Dios escuchará y responderá conforme a Su sabiduría.

El élder David A. Bednar declaró: “El Espíritu Santo no puede habitar en nosotros sin nuestra fe y disposición para recibirlo.” (Conferencia General, abril de 2006). Este principio nos recuerda que la influencia del Espíritu Santo no es automática; requiere preparación espiritual, fe y confianza activa en Dios.

“el cual inspira a hablar, para que seas testigo de las cosas que oirás y verás”. El Espíritu Santo actúa como guía, maestro y testigo. Nos ayuda a comunicar verdades espirituales y a testificar de lo que hemos aprendido o experimentado.

El élder Jeffrey R. Holland expresó: “El Espíritu Santo es el don prometido que nos enseña todas las cosas y nos ayuda a testificar de Cristo.”
(Conferencia General, abril de 2000). Este pasaje enfatiza el papel del Espíritu en empoderar a los santos para compartir su testimonio, guiados por el conocimiento y la certeza que solo el Espíritu puede proporcionar.

“y también para que declares el arrepentimiento a los de esta generación”. El arrepentimiento es un mensaje central del evangelio, y la obra de los discípulos de Cristo incluye invitar a otros a cambiar y alinearse con los principios del evangelio.

El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Declarar el arrepentimiento no es condenar; es un acto de amor que invita a las personas a recibir las bendiciones de la expiación.” (Conferencia General, octubre de 2019). El mandato de declarar el arrepentimiento subraya la necesidad de valentía espiritual y amor genuino al invitar a otros a volver al Señor. Esto no se hace de forma acusatoria, sino con la humildad que el Espíritu Santo inspira.

Este versículo encapsula principios esenciales del evangelio: la oración, la fe, el poder del Espíritu Santo, el testimonio y el arrepentimiento. Nos enseña que el acceso al Espíritu Santo depende de nuestra fe y disposición para actuar como testigos de Cristo. A través de Su Espíritu, somos guiados a testificar de lo que hemos experimentado y a invitar a otros a arrepentirse, cumpliendo así con el propósito de la obra misional.

El mensaje también nos recuerda que el arrepentimiento no es un mensaje de condenación, sino de esperanza y redención. Los que son llamados a proclamar este mensaje lo hacen con el respaldo del Espíritu Santo, quien no solo les da las palabras, sino también la autoridad moral y espiritual para declararlas.


― Doctrina y Convenios 14: 9. “He aquí, soy Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, el que hice los cielos y la tierra, una luz que no se puede esconder en las tinieblas.” Este versículo reafirma la centralidad de Jesucristo en la obra de la Restauración. Resalta su papel como Creador y como la luz que guía a los creyentes.

La declaración “He aquí, soy Jesucristo” no solo es una presentación divina, sino también una invitación. Nos invita a reconocer Su poder, a confiar en Su luz y a acercarnos a Él. Al reflexionar sobre este versículo, podemos preguntarnos: ¿Estamos permitiendo que Su luz brille en nuestras vidas? ¿Estamos esforzándonos por reflejar Su luz al mundo?

Como dijo el presidente Howard W. Hunter: “Concentremos nuestra vida completamente en Jesucristo. Si lo hacemos, veremos Su luz y seremos guiados hacia la felicidad eterna.” (Conferencia General, octubre de 1993). Jesucristo es la constante luz que disipa las tinieblas y nos conduce hacia la vida eterna. Nuestra tarea es seguir Su ejemplo, reflejar Su amor y vivir de manera que otros puedan sentir Su influencia a través de nuestras acciones.

“He aquí, soy Jesucristo”. Esta afirmación enfatiza la identidad divina de Jesucristo como el Salvador y Redentor del mundo. Él se presenta como el centro de la obra de salvación y restauración.

El presidente Russell M. Nelson declaró: “Jesucristo es la piedra angular de nuestra religión, la base sobre la cual se construye nuestra fe.”
(Conferencia General, abril de 2021). Este versículo nos recuerda que el Evangelio restaurado gira en torno a Cristo. Él no solo es el mensajero, sino el mensaje mismo, el camino hacia la salvación.

“el Hijo del Dios viviente”. Esta frase reafirma el papel único de Jesucristo como el Hijo unigénito del Padre en la carne, enviado para cumplir Su plan divino. Destaca Su relación especial con el Padre Celestial y Su misión divina.

El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Jesucristo es literalmente el Hijo del Dios viviente. Su misión fue redimir al hombre del pecado y la muerte.”
(Conferencia General, abril de 2002). Esta declaración subraya Su divinidad, Su amor y Su disposición para hacer la voluntad del Padre, algo que da fundamento a nuestra fe en Él como Salvador.

“el que hice los cielos y la tierra”. Jesucristo es el Creador del universo bajo la dirección del Padre. Esta frase reconoce Su papel en la Creación, vinculándolo no solo como Salvador, sino también como el Arquitecto divino del mundo físico.

El élder Neal A. Maxwell explicó: “El universo es testigo silencioso del poder creador de Cristo, quien organiza mundos y galaxias bajo la dirección del Padre.” (Conferencia General, abril de 1981). La Creación nos invita a reconocer Su poder y gloria, así como a ser mayordomos responsables de este mundo que Él organizó para nuestro beneficio y progreso.

“una luz que no se puede esconder en las tinieblas”. Jesucristo es la luz del mundo (Juan 8:12). Su luz ilumina el camino hacia Dios, disipa la oscuridad del pecado y ofrece esperanza y dirección en un mundo lleno de desafíos.

El élder Jeffrey R. Holland dijo: “La luz de Cristo nunca puede ser extinguida; siempre está disponible para quienes la busquen con un corazón sincero.” (Conferencia General, abril de 2011). Su luz es constante y no depende de las circunstancias externas. Nos invita a acercarnos a Él y reflejar Su luz en nuestras vidas al vivir el evangelio.

Este versículo encapsula verdades fundamentales sobre la identidad y misión de Jesucristo. Como Hijo del Dios viviente, Creador de todas las cosas y luz del mundo, Él es central en el plan de salvación. Cada frase reafirma Su papel como nuestro Salvador, nuestro guía y nuestra esperanza.

Su afirmación como luz inextinguible destaca la seguridad y paz que encontramos en Él, incluso en los momentos más oscuros. Este conocimiento nos llama a buscar Su guía constantemente y a compartir Su luz con los demás.


― Doctrina y Convenios 14:11. “Y he aquí, tú eres David, y eres llamado para ayudar; cosa que si haces, y eres fiel, serás bendecido espiritual así como temporalmente, y grande será tu galardón. Amén.” Este versículo personaliza el llamado divino para David Whitmer, mostrando que cada persona tiene un papel único en el plan del Señor. También destaca las bendiciones tanto espirituales como temporales que resultan de la fidelidad.

Este versículo invita a reflexionar sobre cómo estamos respondiendo a los llamados divinos en nuestra vida. ¿Reconocemos nuestras responsabilidades en el reino de Dios? ¿Actuamos con fidelidad y constancia en el servicio al Señor?

Como enseñó el presidente Gordon B. Hinckley: “La mayor satisfacción que podemos encontrar en esta vida es responder al llamado del Señor con amor y dedicación.”(Conferencia General, octubre de 1995).

El llamado de Dios es un privilegio que nos conecta con Su plan eterno. Al ser fieles y servir con todo nuestro corazón, recibiremos bendiciones tanto en esta vida como en la eternidad. Este versículo nos invita a actuar con fe, confianza y gratitud al aceptar los llamados del Señor.

Estos versículos son clave porque resumen los principios fundamentales de la revelación: el llamado a participar en la obra del Señor, la importancia de la obediencia, las bendiciones de la vida eterna y el papel de Cristo como líder de la obra restaurada.

La sección destaca principios como la obra misional, la obediencia, la perseverancia, la influencia del Espíritu Santo y el reconocimiento de Cristo como el centro del evangelio. También subraya que Dios llama a Sus hijos individualmente para cumplir Su propósito y promete bendiciones a quienes son fieles.

El Señor brinda esta revelación para guiar a David Whitmer, fortalecer su fe y motivarlo a cumplir con su papel en la Restauración del evangelio. Además, ilustra la disposición de Dios para guiar a cada individuo que busca Su dirección.


Organización por temas


1. La Gran Obra del Señor en los Últimos Días


Versículos: 1–2
Dios declara que una «obra grande y maravillosa» está a punto de manifestarse, lo que se refiere claramente a la Restauración del Evangelio y la publicación del Libro de Mormón. Luego, el Señor enfatiza la autoridad y el poder de Su palabra, comparándola con una espada de dos filos, lo que implica que es penetrante y capaz de discernir la verdad con precisión.
Este mensaje se repite en varias secciones de Doctrina y Convenios (por ejemplo, en las secciones 4 y 12), mostrando la importancia de la Restauración. La «obra grande y maravillosa» simboliza el inicio de un nuevo período en la historia del Evangelio, donde la verdad será revelada nuevamente a la humanidad. Para nosotros, esto es un recordatorio de que Dios sigue guiando Su obra y que debemos prestar atención a Su palabra, que es viva y poderosa.


2. La Urgencia de la Siega Espiritual


Versículos: 3–4
Dios usa la metáfora de la siega para ilustrar la urgencia de la obra misional. Declara que el campo está «blanco para la siega», lo que indica que hay muchas personas listas para recibir el Evangelio. Se exhorta a los que deseen participar en la obra a hacerlo con diligencia, porque su recompensa será la salvación eterna.
Este llamado a la obra misional es un recordatorio de que cada generación tiene la responsabilidad de compartir el Evangelio con aquellos que están preparados para recibirlo. La imagen de la siega nos enseña que el tiempo es limitado y que la obra del Señor debe hacerse con urgencia y dedicación. También nos recuerda que quienes trabajan en la obra son llamados por Dios, lo que implica una gran responsabilidad.


3. La Promesa de la Revelación Personal


Versículos: 5–6
Dios promete que aquellos que pidan recibirán, y que quienes llamen, se les abrirá. Luego, el Señor instruye a David Whitmer a trabajar en el establecimiento de Sion y a guardar los mandamientos en todas las cosas.
Este principio es clave en la vida espiritual. Dios está dispuesto a guiar a Sus hijos, pero espera que ellos tomen la iniciativa de buscar Su ayuda mediante la oración y la obediencia. También es importante notar que el mandamiento de establecer Sion no es solo una instrucción específica para David Whitmer, sino un llamado general a todos los discípulos de Cristo para construir un mundo basado en los principios del Evangelio.


4. La Vida Eterna como el Mayor Don de Dios


Versículos: 7–8
Dios promete a David Whitmer que si guarda los mandamientos y persevera hasta el fin, recibirá la vida eterna, que es el mayor de los dones de Dios. También le promete que si pide con fe, recibirá el Espíritu Santo, el cual lo inspirará a testificar y predicar el arrepentimiento.
La vida eterna es el objetivo final del Evangelio. No se trata solo de la inmortalidad, sino de la exaltación y la oportunidad de vivir con Dios. Este pasaje también resalta la importancia del Espíritu Santo en la obra misional, ya que es el que inspira a los siervos del Señor a enseñar y testificar con poder. Es un recordatorio de que nuestra capacidad de servir eficazmente en la obra del Señor depende de nuestra conexión con el Espíritu.


5. Cristo como el Creador y la Luz del Mundo


Versículos: 9–10
Cristo se presenta a Sí mismo como el Hijo del Dios viviente y el creador de los cielos y la tierra. También declara que es «una luz que no se puede esconder en las tinieblas» y que llevará la plenitud de Su Evangelio de los gentiles a la casa de Israel.
Este pasaje enfatiza la divinidad y el papel central de Jesucristo en la obra de la Restauración. La metáfora de la luz sugiere que Su Evangelio no puede ser ocultado ni suprimido, y que iluminará a quienes estén dispuestos a recibirlo. Además, la referencia a la casa de Israel resalta la importancia de la obra de recogimiento y la conexión entre la Restauración y el cumplimiento de las profecías bíblicas.


6. El Llamado y la Promesa de Bendiciones


Versículo: 11
Dios le dice a David Whitmer que ha sido llamado a ayudar en la obra. Si es fiel en su deber, será bendecido tanto espiritual como temporalmente, y su recompensa será grande.
Este versículo ilustra que el servicio en la obra del Señor trae bendiciones tanto en esta vida como en la venidera. Es un recordatorio de que Dios recompensa la fidelidad y que cada uno de nosotros tiene un papel en Su plan. También nos enseña que la verdadera grandeza no viene de los logros mundanos, sino de la disposición de servir en el reino de Dios.


Conclusión General

La Sección 14 es una revelación que contiene principios fundamentales del Evangelio: la importancia de la obra misional, la promesa de la vida eterna, el poder del Espíritu Santo, y el papel de Jesucristo como la luz y el creador del mundo. También destaca el principio de la revelación personal y la promesa de bendiciones para aquellos que sirven fielmente en la obra del Señor. Al igual que David Whitmer, cada uno de nosotros tiene una misión en la obra del Señor y la oportunidad de recibir grandes bendiciones si somos fieles a Su llamado.


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