Doctrina y Convenios Sección 32

Doctrina y Convenios
Sección 32


Contexto histórico

Esta revelación fue recibida en octubre de 1830, durante los primeros meses de la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que había sido oficialmente establecida el 6 de abril de ese año. La Iglesia, aún en sus comienzos, estaba compuesta por un número relativamente pequeño de miembros. Sin embargo, el entusiasmo y el compromiso por llevar el mensaje del Evangelio restaurado a todas las personas eran evidentes.

Uno de los puntos clave de esta revelación fue el interés específico en los lamanitas, un grupo identificado en el Libro de Mormón como descendientes de Lehi, cuya historia constituía un eje central del registro. El Libro de Mormón enseñaba que los lamanitas recibirían grandes bendiciones en los últimos días, incluyendo la oportunidad de conocer el Evangelio restaurado. Este interés en los lamanitas no era únicamente teológico, sino que también se enmarcaba en el contexto de las enseñanzas de José Smith sobre la importancia de la obra misional.

En este periodo, había un enfoque significativo en las tierras del oeste de los Estados Unidos, donde se encontraban algunas de las tribus indígenas americanas. Los miembros de la Iglesia interpretaron estas referencias en el Libro de Mormón como una indicación de que debían predicar a estas tribus, ya que se les consideraba entre los descendientes de los lamanitas.

En septiembre de 1830, Oliver Cowdery, uno de los testigos especiales del Libro de Mormón, había recibido un llamado para llevar el Evangelio a los lamanitas (Sección 28). Esta nueva revelación, recibida solo un mes después, amplió la misión al incluir a Parley P. Pratt y Ziba Peterson como compañeros de Oliver Cowdery y Peter Whitmer, hijo, para este esfuerzo misional.

Un converso reciente que se había unido a la Iglesia después de leer el Libro de Mormón. Era conocido por su gran entusiasmo y habilidades como predicador. Un miembro de la Iglesia también dispuesto a participar en esta misión pionera.

La misión tenía como destino las regiones occidentales de los Estados Unidos, específicamente a las tribus indígenas en los territorios de Misuri y más allá. Este era un viaje arduo y lleno de desafíos, ya que implicaba recorrer largas distancias con recursos limitados y enfrentarse a barreras culturales y lingüísticas. Sin embargo, los misioneros tenían la confianza de que el Señor los acompañaría, tal como se menciona en el versículo 3: “Nada prevalecerá en contra de ellos”.

El periodo de los años 1830 en los Estados Unidos estuvo marcado por la expansión hacia el oeste y por políticas gubernamentales que impactaron profundamente a las tribus indígenas, como la Ley de Remoción de Indios de 1830, que llevó al desplazamiento forzado de muchas tribus. Esto creó un contexto difícil para las relaciones entre los colonos y las comunidades indígenas, lo que aumentó los desafíos para los misioneros al intentar acercarse a las tribus con un mensaje espiritual.

La sección subraya la importancia de: La oración y el estudio de las Escrituras (versículos 4–5), como medio para recibir inspiración y guía divina. La humildad y mansedumbre del corazón (versículo 1), cualidades esenciales para cumplir con éxito la misión.

La misión a los lamanitas, aunque enfrentó muchos desafíos y no tuvo un impacto inmediato entre las tribus indígenas, marcó un hito importante en la historia de la Iglesia: En el camino hacia el oeste, los misioneros predicaron en Kirtland, Ohio, donde convirtieron a un gran número de personas, incluyendo a Sidney Rigdon y a miembros de su congregación. Este fue uno de los primeros esfuerzos organizados de obra misional en la Iglesia, estableciendo un precedente para misiones posteriores.

La Sección 32, entonces, no solo refleja la fe y disposición de los primeros misioneros, sino que también subraya el compromiso de la Iglesia de alcanzar a todas las personas, incluyendo a aquellos considerados descendientes de los lamanitas.


― Doctrina y Convenios 32:1. “Y ahora, concerniente a mi siervo Parley P. Pratt, he aquí, le digo: Vivo yo, que es mi voluntad que declare mi evangelio y aprenda de mí, y sea manso y humilde de corazón.”
Este versículo destaca el llamado específico a Parley P. Pratt para predicar el Evangelio. Es un recordatorio de que el Señor llama a Sus siervos por nombre, reconociendo sus talentos y capacidades individuales. Se enfatiza la necesidad de ser manso y humilde de corazón, cualidades esenciales en un siervo del Señor. Estas virtudes son fundamentales para recibir guía divina y enseñar con el Espíritu. Este principio sigue siendo aplicable en la obra misional y en cualquier llamado de servicio. El aprender de Cristo con humildad y disposición es clave para ser un instrumento eficaz en Sus manos.

“Y ahora, concerniente a mi siervo Parley P. Pratt”
El Señor llama a Sus siervos de manera individual y específica, mostrando que conoce sus talentos, debilidades y capacidades únicas. El uso del nombre propio enfatiza la relación personal entre el Señor y aquellos a quienes llama.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El Señor da a cada uno de nosotros responsabilidades personales. Él conoce nuestros nombres y necesidades, y nos guía de acuerdo con nuestro potencial individual.” (Conferencia General, abril 2008). Esta frase subraya que el servicio en la Iglesia no es una tarea genérica, sino un llamado divino adaptado a las circunstancias y habilidades de cada persona.

“He aquí, le digo: Vivo yo”
Este testimonio directo del Señor reafirma Su naturaleza viviente y Su papel activo en la obra de salvación. Es un recordatorio de que Cristo está al frente de Su Iglesia y guía personalmente sus asuntos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Jesucristo vive. Él dirige esta Iglesia. Él es el Hijo del Dios viviente y nuestro Salvador.” (Conferencia General, abril 2020). Esta declaración infunde confianza en los siervos del Señor al recordarles que no están solos en su labor. Es también un poderoso testimonio de la realidad de la expiación y la resurrección.

“Que es mi voluntad que declare mi evangelio”
El Señor llama a Sus siervos a declarar Su evangelio, subrayando que esta es Su obra y Su gloria (Moisés 1:39). Al hacerlo, ellos cumplen con Su plan eterno de redención.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Compartir el Evangelio es una responsabilidad sagrada y una expresión de amor por Dios y nuestros semejantes.” (Conferencia General, octubre 2019). Este mandato no solo es una invitación, sino una responsabilidad que implica el uso de los dones y recursos dados por Dios para invitar a otros a venir a Cristo.

“Y aprenda de mí”
La invitación a aprender de Cristo refleja la importancia del discipulado constante. Aprender de Él incluye estudiar Su vida, Sus enseñanzas y seguir Su ejemplo.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Debemos buscar aprender de Él y parecernos a Él.” (Conferencia General, abril 2015). Este aprendizaje no es académico, sino espiritual y práctico. Implica moldear nuestra vida según las enseñanzas de Cristo y buscar revelación personal para fortalecer nuestro entendimiento.

“Y sea manso y humilde de corazón”
La mansedumbre y la humildad son atributos esenciales para quienes sirven en el reino de Dios. La mansedumbre implica paciencia, gentileza y disposición para someterse a la voluntad de Dios. La humildad nos permite reconocer nuestra dependencia del Señor.
El élder Ulisses Soares enseñó: “La mansedumbre es la llave para recibir revelación personal y un espíritu apacible.” (Conferencia General, abril 2018). Este atributo es crucial para predicar el Evangelio con el Espíritu, ya que evita el orgullo y promueve una actitud de servicio genuino y amoroso.


Este versículo encapsula principios fundamentales del servicio en el Evangelio: el llamado personal, el testimonio de Cristo, el mandato de predicar, el aprendizaje continuo y la importancia de las virtudes cristianas. Refleja que el Señor está íntimamente involucrado en Su obra y que cada uno de Sus siervos es parte de Su plan divino.

El llamado de Parley P. Pratt es un ejemplo de cómo el Señor guía personalmente a Sus siervos para que cumplan Su obra. Cada frase del versículo invita a reflexionar sobre cómo podemos aplicar estos principios en nuestra vida personal: aceptar con humildad los llamados que recibimos, testificar de la divinidad de Cristo, esforzarnos por aprender de Él y cultivar mansedumbre y humildad. Este versículo también inspira confianza al recordarnos que servimos a un Salvador viviente que conoce nuestros esfuerzos y nos fortalece en nuestra labor. “¿Estoy viviendo de manera que pueda aprender de Cristo y reflejar Su mansedumbre y humildad en mi vida?”


― Doctrina y Convenios 32:2. “Y le he señalado que vaya con mis siervos Oliver Cowdery y Peter Whitmer, hijo, al desierto entre los lamanitas.”
Este versículo deja claro que el llamado tiene un propósito específico: predicar entre los lamanitas. El término “desierto” no solo se refiere al entorno físico, sino también al simbolismo de llevar luz a quienes aún no han recibido el Evangelio. Se observa que Parley P. Pratt no está solo; trabajará junto a otros siervos llamados. Esto refleja la importancia del apoyo mutuo en la obra del Señor. En los esfuerzos misionales y en cualquier proyecto del Evangelio, el trabajo en equipo y la asignación de roles claros son esenciales para el éxito.

“Y le he señalado que vaya”
Este pasaje refleja el principio del llamamiento divino. El Señor designa y dirige a Sus siervos para llevar a cabo Su obra, subrayando que los llamados provienen de Él y no de la voluntad humana.
En Doctrina y Convenios 18:26-27, el Señor habla de la designación específica de misioneros. El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cuando el Señor llama a alguien, Él capacita a esa persona para cumplir con Su propósito.” Este principio subraya que los siervos del Señor no necesitan depender solo de sus propias habilidades, sino confiar en Su poder.

“Con mis siervos Oliver Cowdery y Peter Whitmer, hijo”
El trabajo misional se realiza en equipo, enfatizando la importancia de la unidad y el apoyo mutuo en la obra del Señor. También muestra que el Señor conoce a Sus siervos por nombre y les asigna tareas específicas.
En Doctrina y Convenios 42:6, el Señor manda a los misioneros salir de dos en dos para predicar el Evangelio. El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “La fuerza de la obra misional reside en la unión y el apoyo entre los compañeros, quienes comparten una visión común y trabajan en armonía.” Esta asignación en equipo fomenta la fe, la fortaleza y la responsabilidad compartida.

“Al desierto entre los lamanitas”
El “desierto” simboliza tanto un lugar físico como una condición espiritual. Los lamanitas eran un grupo identificado en el Libro de Mormón que había sido apartado del Evangelio durante generaciones. Este llamado muestra el deseo del Señor de extender la oportunidad de redención a todos Sus hijos, independientemente de sus circunstancias.
En Doctrina y Convenios 49:24, se habla de los lamanitas como una parte clave del recogimiento de Israel. El élder LeGrand Richards explicó: “El recogimiento de Israel incluye llevar el Evangelio a los descendientes de Lehi, cumpliendo así con las promesas hechas a sus antepasados.” Este esfuerzo demuestra el amor universal de Dios y Su compromiso con el cumplimiento de Sus convenios.

Este versículo subraya principios importantes como el llamamiento divino, la unidad en la obra misional y el compromiso del Señor con la redención de todos Sus hijos. Los esfuerzos misionales hacia los lamanitas representan una parte integral del cumplimiento del recogimiento de Israel y de las profecías del Libro de Mormón. También muestra que el Señor guía Su obra de manera directa, designando a personas específicas para tareas específicas.

Este pasaje invita a reflexionar sobre cómo el Señor llama a Sus siervos y les asigna tareas sagradas. También destaca que la obra del Señor no tiene fronteras y que Su amor y propósito abarcan a toda la humanidad. ¿Estamos dispuestos a aceptar los llamados que recibimos y a trabajar con dedicación en cualquier tarea que se nos asigne?

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando aceptamos nuestros llamados y cumplimos con nuestra misión, estamos contribuyendo al plan eterno de Dios.” Este versículo nos inspira a actuar con fe y disposición, sabiendo que somos instrumentos en las manos del Señor para llevar Su luz y amor a todos, incluso a aquellos en circunstancias difíciles o aparentemente alejados del Evangelio.


― Doctrina y Convenios 32:3. “Y también irá con ellos Ziba Peterson; y yo mismo los acompañaré y estaré entre ellos; y soy su intercesor ante el Padre, y nada prevalecerá en contra de ellos.”
Este versículo es profundamente alentador. El Señor asegura a los misioneros que Su presencia estará con ellos, lo que proporciona confianza y seguridad. Al identificarse como el intercesor ante el Padre, Cristo reafirma Su papel en la salvación de la humanidad y Su compromiso con aquellos que trabajan en Su obra. La promesa de que “nada prevalecerá en contra de ellos” no implica ausencia de dificultades, sino que las metas del Señor serán cumplidas a pesar de los obstáculos. Este principio sigue siendo un consuelo para quienes enfrentan desafíos en el servicio al Señor. La presencia de Cristo brinda fuerza y propósito.

“Y también irá con ellos Ziba Peterson”
Este llamado refleja el patrón del Señor de organizar Su obra a través de equipos o compañerismos. Nadie lleva a cabo la obra del Señor en aislamiento; la unidad y la colaboración son fundamentales.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El trabajo en compañerismo es un principio divino. Refleja la necesidad de ayudarnos mutuamente mientras cumplimos con nuestras responsabilidades.” (Conferencia General, abril 1995). El llamado de Ziba Peterson subraya que cada individuo tiene un papel único en el plan de Dios, incluso si su contribución no es tan visible como la de otros. La obra requiere la participación conjunta de todos los involucrados.

“Y yo mismo los acompañaré y estaré entre ellos”
Este es un poderoso recordatorio de que el Señor no solo guía a Sus siervos, sino que camina con ellos. Su presencia brinda consuelo, fuerza y dirección.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Con Dios a nuestro lado, nunca estamos solos en nuestras pruebas ni en nuestros esfuerzos por servirle.” (Conferencia General, octubre 2011). Este versículo resalta que la obra misional y cualquier esfuerzo en el Evangelio no depende únicamente de las habilidades humanas, sino del poder divino. La promesa de Su presencia asegura que los siervos del Señor pueden superar cualquier desafío.

“Y soy su intercesor ante el Padre”
Cristo es nuestro abogado e intercesor. En este rol, Él presenta nuestros esfuerzos y necesidades al Padre, basándose en Su sacrificio expiatorio.
En Doctrina y Convenios 45:3-5, Cristo se presenta como el “Abogado con el Padre”.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “La intercesión de Cristo asegura que nuestras imperfecciones pueden ser cubiertas por Su gracia mientras hacemos nuestra parte.” (Conferencia General, octubre 2015). Este principio inspira confianza y gratitud en el Salvador. Nos recuerda que, aunque imperfectos, nuestras acciones justas son aceptadas por Dios gracias a la intercesión de Cristo.

“Y nada prevalecerá en contra de ellos”
La protección divina no significa la ausencia de pruebas, sino la seguridad de que los propósitos del Señor serán cumplidos a pesar de las dificultades.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Cuando seguimos al Señor, Su poder protector nos guía y fortalece.” (Conferencia General, abril 2020). Este versículo garantiza que, si permanecemos fieles, ninguna fuerza externa puede impedirnos cumplir con nuestra misión divina. Es un llamado a confiar en el Señor y Su poder.


Este versículo es un testimonio de la cercanía de Cristo en la obra de Su Evangelio. Cada frase resalta aspectos clave de Su apoyo divino: la organización de Su obra a través de los llamados individuales, Su promesa de acompañamiento, Su papel como intercesor y la seguridad de Su protección. Esta promesa no solo es relevante para los misioneros del pasado, sino para todos los que hoy participan en Su obra.

La promesa de que Cristo estará con nosotros y será nuestro intercesor debe llenar nuestros corazones de esperanza y confianza. A menudo podemos sentirnos inadecuados para cumplir con los llamados del Señor, pero este versículo nos recuerda que no dependemos solo de nuestras propias fuerzas. Al seguir al Salvador, Él nos fortalecerá, caminará con nosotros y asegurará que nuestras debilidades no sean obstáculos para cumplir Su propósito. “¿Estoy confiando en el poder de Cristo para superar los desafíos en mi servicio al Señor?”


― Doctrina y Convenios 32:4. “Y observarán lo que está escrito y no dirán que han recibido ninguna otra revelación; y orarán siempre para que yo lo aclare a su entendimiento.”
Se enfatiza la importancia de basar sus enseñanzas en lo que está escrito. Esto asegura que el mensaje esté en armonía con la revelación previamente dada. Este principio subraya la necesidad de buscar la guía del Espíritu para comprender las Escrituras. Esto no solo es importante para los misioneros, sino para todos los miembros de la Iglesia. La instrucción de no declarar revelaciones adicionales protege la pureza del mensaje y evita malentendidos o desviaciones. Este versículo resalta la centralidad de las Escrituras en la enseñanza y la importancia de orar para obtener iluminación espiritual.

“Y observarán lo que está escrito”
Este principio subraya la importancia de las Escrituras como fuente primordial de revelación y guía divina. Las Escrituras contienen la voluntad de Dios y las instrucciones necesarias para nuestra salvación.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La palabra escrita de Dios nos sirve de ancla espiritual. Ella nos enseña Su voluntad y nos da dirección en nuestras vidas.” (Conferencia General, abril 2010). Observar las Escrituras implica no solo leerlas, sino estudiarlas, aplicarlas y obedecer sus enseñanzas. Este enfoque ayuda a evitar confusiones doctrinales y promueve una fe basada en principios eternos.

“Y no dirán que han recibido ninguna otra revelación”
Este mandato protege la unidad doctrinal y previene el peligro de introducir falsas enseñanzas o confusiones. Las revelaciones deben estar en armonía con lo que el Señor ya ha revelado y deben ser autorizadas por Su profeta.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “El Señor nunca permitirá que Su profeta conduzca a la Iglesia por un camino errado. Las revelaciones se alinean con las verdades eternas ya establecidas.” (Conferencia General, octubre 2018). Este consejo resalta la importancia de seguir el orden establecido por el Señor, donde las revelaciones dirigidas a la Iglesia son recibidas a través de Sus profetas, evitando así posibles divisiones o malentendidos.

“Y orarán siempre para que yo lo aclare a su entendimiento”
La oración es esencial para comprender las Escrituras y recibir revelación personal. Aunque las Escrituras son claras, su aplicación y significado en nuestras vidas pueden requerir la guía del Espíritu Santo.
El élder Richard G. Scott dijo: “La oración sincera trae claridad y comprensión al estudiar las Escrituras.” (Conferencia General, octubre 2012). Este principio destaca la relación entre el estudio de las Escrituras y la oración. Es a través de la comunión con Dios que el Espíritu Santo nos ilumina y nos guía hacia una comprensión más profunda de Su palabra.


Este versículo establece un marco claro para el estudio y la enseñanza del Evangelio. Subraya la centralidad de las Escrituras como la norma establecida por el Señor, la necesidad de mantener la unidad doctrinal mediante el respeto al orden revelador, y el poder de la oración como medio para recibir entendimiento espiritual. Estos principios no solo son aplicables a los misioneros del pasado, sino también a todos los miembros de la Iglesia que deseen profundizar en su conocimiento y testimonio del Evangelio.

La instrucción de observar las Escrituras, evitar declaraciones no autorizadas y orar constantemente tiene una poderosa aplicación personal. Nos invita a reflexionar sobre cómo usamos las Escrituras en nuestras vidas y si confiamos en el Espíritu Santo para guiarnos. Al seguir este consejo, podemos fortalecer nuestra fe, evitar errores doctrinales y acercarnos más a Dios. “¿Estoy orando lo suficiente para entender las Escrituras y aplicarlas en mi vida de la manera que el Señor desea?”


― Doctrina y Convenios 32:5. “Y darán oído a estas palabras, sin liviandad, y yo los bendeciré. Amén.”
El Señor llama a los misioneros a tomar estas palabras con seriedad, no con liviandad. Esto implica una actitud reverente y comprometida. La obediencia y la actitud correcta resultan en bendiciones. Este principio demuestra la reciprocidad en la relación con el Señor: cuando actuamos con fidelidad, Él nos bendice abundantemente. Este consejo es aplicable a todos los aspectos del discipulado. Tomar las palabras del Señor con seriedad fortalece nuestra relación con Él y nos permite recibir Sus bendiciones.

“Y darán oído a estas palabras”
Este mandato subraya la importancia de escuchar y obedecer la palabra del Señor. “Dar oído” implica más que escuchar; incluye aplicar y actuar de acuerdo con lo que se ha recibido.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Escuchar a Cristo significa buscar Su guía y actuar conforme a Su voluntad.” (Conferencia General, abril 2020). Esta frase nos recuerda que la obediencia comienza con escuchar atentamente y discernir la voz del Señor, ya sea a través de las Escrituras, los profetas o la guía personal del Espíritu Santo.

“Sin liviandad”
La liviandad implica descuido, desdén o falta de seriedad en el trato de los asuntos sagrados. Este principio enfatiza la necesidad de tratar las palabras del Señor con reverencia y compromiso total.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Debemos tomar en serio nuestro discipulado y tratar los asuntos espirituales con la debida reverencia.” (Conferencia General, octubre 2004). Este consejo nos insta a evitar actitudes casuales o indiferentes hacia las instrucciones divinas. Las palabras del Señor requieren reflexión, dedicación y acción.

“Y yo los bendeciré”
La obediencia trae bendiciones. Este es un principio fundamental del Evangelio: cuando seguimos la voluntad de Dios, Él derrama Su gracia y bendiciones sobre nosotros.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “El Señor promete bendecirnos cuando seguimos Su palabra. Cada mandamiento lleva consigo una bendición.” (Conferencia General, abril 2013). Este pasaje ofrece una garantía divina de que el esfuerzo por obedecer y respetar las palabras del Señor no será en vano. Las bendiciones prometidas pueden ser tanto temporales como eternas.

Este versículo encapsula tres principios fundamentales del Evangelio: escuchar atentamente la palabra del Señor, tratarla con seriedad y reverencia, y confiar en que la obediencia trae bendiciones. Estos principios no solo se aplican a los misioneros llamados en la revelación, sino también a todos los que buscan seguir a Cristo en sus vidas. El equilibrio entre escuchar, actuar y recibir bendiciones forma un ciclo continuo de crecimiento espiritual y fortaleza en el discipulado.

La instrucción de dar oído “sin liviandad” nos desafía a evaluar cómo respondemos a las palabras del Señor. ¿Las tomamos con la seriedad y devoción que merecen, o las tratamos con indiferencia? Este versículo nos invita a ser más conscientes en nuestro discipulado, recordándonos que la obediencia fiel abre las puertas a las bendiciones prometidas por el Señor. “¿Estoy tratando las palabras del Señor con la reverencia y la acción que reflejen mi amor por Él y mi deseo de recibir Sus bendiciones?”


Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.”  En Deja un comentario


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