Doctrina y Convenios
Sección 34
La Sección 34 de Doctrina y Convenios tiene un contexto histórico significativo dentro de los primeros años de la Restauración de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esta revelación fue dada a Orson Pratt, un joven de 19 años, poco después de su conversión al Evangelio. A continuación, se detalla el contexto histórico y las circunstancias relevantes:
La revelación se recibió el 4 de noviembre de 1830 en Fayette, Nueva York, en el hogar de Peter Whitmer, padre, que sirvió como un lugar importante para las primeras reuniones y actividades de la Iglesia. Fayette fue el lugar donde se organizó formalmente la Iglesia en abril de 1830, y continuaba siendo un centro de revelación y predicación en esos primeros meses.
Orson Pratt había sido bautizado solo seis semanas antes por su hermano mayor, Parley P. Pratt, quien ya era un misionero activo del Evangelio restaurado. Parley había conocido a José Smith poco tiempo antes y se había unido a la Iglesia en el otoño de 1830. Inspirado por las enseñanzas de su hermano, Orson también aceptó el mensaje del Evangelio y se convirtió rápidamente en un miembro fiel.
Orson Pratt es reconocido como una figura destacada en la historia de la Iglesia. En el momento de esta revelación, su compromiso y fe como nuevo converso fueron evidentes. Dios lo llama “hijo mío”, señalando la relación especial que los conversos pueden tener con Él a través de la fe en Jesucristo y la aceptación de la Expiación.
Esta revelación marca el inicio del ministerio formal de Orson Pratt, asignándole el rol de predicar el Evangelio y preparar el camino para la Segunda Venida de Jesucristo. Orson eventualmente se convertiría en un miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, un defensor ferviente de la Restauración y un contribuyente significativo en la publicación y difusión de las escrituras y enseñanzas de la Iglesia.
El otoño de 1830 fue un período crítico para la Iglesia: Aunque la Iglesia tenía pocos meses de existencia, ya estaba creciendo rápidamente. La predicación misionera comenzaba a expandirse fuera de Nueva York. En ese mismo momento, Parley P. Pratt, junto con otros misioneros, estaba llevando a cabo una misión histórica a los lamanitas (nativos americanos), lo que marcó un punto importante en la expansión geográfica de la Iglesia. José Smith continuaba recibiendo revelaciones que fortalecían a los conversos y establecían doctrinas esenciales. Estas revelaciones, incluidas las dirigidas a individuos como Orson Pratt, subrayaban el papel de los santos como heraldos del Evangelio restaurado.
La revelación contiene mensajes clave que reflejan el enfoque de la Iglesia en esa época: Orson es llamado “hijo mío”, una promesa vinculada a la aceptación de la Expiación y el bautismo. La misión de predicar el Evangelio no solo era para salvar almas, sino también para preparar al mundo para el regreso de Cristo. Se enfatiza que la capacidad de profetizar y predicar proviene del Espíritu, un tema recurrente en las primeras revelaciones de la Restauración.
Esta revelación fue el inicio de la participación activa de Orson Pratt en la obra del Señor. Durante su vida, Orson se destacó por su erudición, su habilidad para defender la fe y su dedicación al Evangelio. También jugó un papel clave en la compilación y publicación de Doctrina y Convenios y otras escrituras. Su ministerio refleja los principios que Dios le reveló en esta sección: fidelidad, predicación con poder y una firme esperanza en la Segunda Venida.
La Sección 34 representa un momento inspirador en los primeros días de la Iglesia, donde los nuevos conversos, como Orson Pratt, eran llamados a desempeñar roles importantes en la obra del Señor. Refleja la fe y el entusiasmo de una generación joven de santos que dedicaron sus vidas a proclamar el mensaje de la Restauración, mientras preparaban al mundo para la Segunda Venida de Jesucristo. Este texto sigue siendo un recordatorio del potencial espiritual que cada individuo tiene cuando responde al llamado del Señor con fe y acción.
― Doctrina y Convenios 34:3. “El que de tal manera amó al mundo que dio su propia vida, para que cuantos crean lleguen a ser hijos de Dios. Por tanto, eres mi hijo;”
Este versículo resalta la esencia del Evangelio: el amor infinito de Jesucristo, manifestado a través de Su sacrificio expiatorio. La declaración de que quienes creen en Él “llegan a ser hijos de Dios” subraya una doctrina fundamental: mediante la fe y los convenios, los seres humanos no solo son creados por Dios, sino que llegan a ser espiritualmente adoptados en Su familia. La frase “Por tanto, eres mi hijo” es profundamente personal, dirigiéndose a Orson Pratt con amor y reconocimiento divino.
Este versículo invita a la reflexión personal sobre nuestra identidad divina y cómo podemos acercarnos más a Dios a través de la fe en Jesucristo y Su sacrificio.
“El que de tal manera amó al mundo que dio su propia vida”
Esta frase describe el amor infinito y sacrificial de Jesucristo, quien ofreció Su vida para expiar los pecados del mundo. Este amor, conocido como caridad, es el atributo supremo de Cristo y el motor de la Expiación. En Juan 3:16, se declara: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”, una escritura que coincide directamente con este principio.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El sacrificio expiatorio de Cristo fue la expresión suprema de amor, que tiene el poder de transformar vidas y otorgar la posibilidad de redención a toda la humanidad” (Conferencia General, abril de 2009). El sacrificio de Cristo no solo redimió al mundo, sino que también mostró el modelo supremo de amor que los seguidores deben imitar. Este amor abarca tanto el sacrificio personal como el servicio desinteresado.
“Para que cuantos crean lleguen a ser hijos de Dios”
Este concepto enseña la doctrina de la adopción espiritual. Aunque todos son hijos espirituales de Dios por creación, el proceso de convertirse en “hijos de Dios” en este contexto requiere fe en Cristo, arrepentimiento y la realización de convenios sagrados como el bautismo. En Mosíah 5:7, el rey Benjamín declara: “Por este convenio sois hechos libres, y también sois hijos e hijas de Cristo”, indicando la relación renovada que se obtiene al aceptar la Expiación.
El presidente Russell M. Nelson expresó: “Cuando somos bautizados y guardamos nuestros convenios, nos convertimos en los hijos e hijas del Señor Jesucristo, herederos de las promesas divinas” (Conferencia General, abril de 2021). Este versículo enseña que ser hijos de Dios implica más que solo descendencia espiritual; es el resultado de una transformación que ocurre al aceptar a Cristo y alinear nuestras vidas con Su voluntad.
“Por tanto, eres mi hijo;”
Aquí, Dios se dirige personalmente a Orson Pratt, asegurándole que, por su fe y obediencia, ha alcanzado este estado bendito de ser llamado “hijo” de Dios. Este título implica una relación íntima y personal con el Padre y el Hijo, además de un reconocimiento de su valor eterno. En Doctrina y Convenios 76:24, se nos recuerda que “los que son hijos e hijas de Dios son hechos herederos del reino celestial”.
El élder D. Todd Christofferson afirmó: “El ser llamado hijos de Dios es tanto un reconocimiento de nuestra relación divina como un recordatorio de nuestra capacidad de vivir de acuerdo con ese linaje celestial” (Conferencia General, octubre de 2015). El reconocimiento de Dios hacia Orson Pratt como Su hijo resalta que esta relación no es automática, sino el resultado de un proceso de conversión y fidelidad. Este título viene acompañado de promesas y responsabilidades.
Esta declaración encapsula el núcleo del Evangelio: el amor infinito de Jesucristo, el poder de la fe en Él y la posibilidad de ser adoptados espiritualmente como hijos de Dios. Este versículo no solo enseña doctrinas profundas, sino que también personaliza estas verdades al aplicarlas a Orson Pratt, y por extensión, a cada individuo que busca al Señor con sinceridad.
El sacrificio de Cristo demuestra que Su amor no es abstracto ni distante, sino personal y tangible. La frase “eres mi hijo” también demuestra la cercanía de Dios con Sus hijos fieles, reforzando la relación única que se establece al aceptar y vivir el Evangelio.
Para los lectores modernos, este pasaje es un recordatorio de que somos amados profundamente por nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador. Nos llama a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y cómo podemos fortalecerla. Ser “hijos de Dios” no es solo un estatus, sino un compromiso de vivir de acuerdo con Su ejemplo y Sus enseñanzas.
Esta escritura inspira esperanza, ya que nos asegura que, a pesar de nuestras imperfecciones, podemos ser acogidos como hijos e hijas del Altísimo si demostramos fe en Jesucristo y seguimos Sus mandamientos. Nos invita a preguntarnos: ¿Estamos viviendo como hijos de Dios, reflejando Su amor y Su luz en nuestras acciones diarias?
― Doctrina y Convenios 34:5. “Y más bendito eres, porque te he llamado a predicar mi evangelio.”
El llamado a predicar el Evangelio es presentado como una gran bendición. Este versículo destaca que el servicio en la obra de Dios trae bendiciones adicionales, especialmente cuando se realiza con fe y dedicación. En el caso de Orson Pratt, su llamado era significativo tanto para él como para el crecimiento de la Iglesia en ese momento inicial.
Para los lectores modernos, este versículo nos recuerda que el servicio misionero y el compartir el Evangelio no solo bendicen a los demás, sino que también transforman a quienes aceptan el llamado con humildad.
“Y más bendito eres”
Esta frase resalta que, además de ser bendecido por su fe y conversión, Orson Pratt recibe bendiciones adicionales por su disposición a servir en la obra del Señor. Las escrituras enseñan que el servicio en el reino de Dios es una fuente de grandes bendiciones. En Mosíah 2:17, el rey Benjamín declaró: “Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.” Servir en la obra del Evangelio no solo trae bendiciones materiales, sino también espirituales, como mayor fe, paz y gozo.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “En el servicio al Señor encontramos gozo, propósito y la realización de las promesas que Él nos ha hecho. Las bendiciones del servicio trascienden nuestras expectativas y superan nuestras limitaciones.” (Conferencia General, abril de 2009). Esta frase indica que el llamado a predicar no es solo una asignación, sino una bendición mayor que eleva a quienes lo aceptan con fe. El servicio dedicado permite a los hijos de Dios participar en Su obra y recibir Su gracia en mayor medida.
“Porque te he llamado”
El llamado del Señor es una muestra de Su confianza y amor hacia aquellos que están dispuestos a cumplir Su voluntad. Este llamado no depende de la capacidad humana, sino de la disposición para actuar según el poder y guía del Espíritu Santo. En Doctrina y Convenios 4:3, se afirma: “Por tanto, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra.” Este llamado también subraya la importancia de que todo servicio en el reino es dirigido por revelación divina.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Cuando el Señor llama a alguien, lo capacita. Él no exige perfección al principio, pero espera dedicación y progreso constante.” (Conferencia General, abril de 1995). Dios elige a Sus siervos no por sus habilidades naturales, sino por su disposición a responder a Su voz. Esto nos anima a confiar en el poder divino para cumplir los llamados, sin importar nuestras debilidades.
“A predicar mi evangelio.”
El Evangelio de Jesucristo es el mensaje central de salvación que todos están llamados a compartir. Este llamado a predicar refleja el mandato de Cristo a Sus discípulos en Mateo 28:19-20: “Id, y haced discípulos a todas las naciones.” La predicación del Evangelio incluye invitar a otros al arrepentimiento, bautismo y a seguir a Cristo para recibir la vida eterna. En el contexto de Orson Pratt, su llamado era particularmente significativo en los primeros días de la Restauración, cuando el Evangelio restaurado estaba comenzando a difundirse.
El élder David A. Bednar expresó: “Predicar el Evangelio no es solo una acción, es una expresión de nuestro amor por Dios y por nuestros semejantes. Es una forma de reflejar la luz de Cristo en el mundo.” (Conferencia General, octubre de 2014). La frase enfatiza que predicar el Evangelio no solo beneficia a quienes escuchan el mensaje, sino que también transforma a quienes lo proclaman. Al compartir el Evangelio, los siervos de Dios se acercan más a Él y comprenden mejor Su plan divino.
Este versículo refleja la interconexión entre la fe, el servicio y las bendiciones. Orson Pratt no solo fue llamado a predicar, sino que su disposición a aceptar este llamado lo hizo “más bendito”. La obra misional y el servicio en el reino de Dios no solo benefician a quienes son enseñados, sino que santifican y transforman a quienes sirven. Este llamado es un recordatorio de que el servicio en el Evangelio es una expresión de amor por Dios y por Sus hijos.
Para nosotros, este pasaje nos invita a considerar cómo respondemos a los llamados del Señor. Ser “más bendito” al predicar el Evangelio implica reconocer que el servicio trae consigo crecimiento espiritual, aumento de fe y un mayor entendimiento del plan divino. Nos recuerda que todos podemos participar en la obra del Señor, ya sea como misioneros de tiempo completo, maestros, líderes o simplemente como discípulos dispuestos a compartir Su luz.
La pregunta clave para reflexionar sería: ¿Estoy respondiendo al llamado del Señor con fe y disposición, confiando en Su poder para capacitarme? Al hacerlo, podemos experimentar las bendiciones prometidas y cumplir con nuestro propósito divino.
― Doctrina y Convenios 34:6. “A alzar tu voz como con voz de trompeta, larga y fuertemente, y a proclamar el arrepentimiento a una corrupta y perversa generación, preparando la vía del Señor para su segunda venida.”
La metáfora de alzar la voz “como con voz de trompeta” enfatiza la necesidad de predicar con claridad, valentía y urgencia. Orson Pratt fue llamado a proclamar el arrepentimiento a un mundo necesitado de cambio, preparando el camino para la Segunda Venida de Cristo. Este versículo refleja el carácter apremiante del mensaje restaurado y la responsabilidad de los santos en proclamarlo.
Hoy, este versículo nos recuerda la importancia de ser testigos activos del Evangelio y de prepararnos, y ayudar a otros a prepararse, para los acontecimientos profetizados.
“A alzar tu voz como con voz de trompeta”
La trompeta es un símbolo recurrente en las escrituras, utilizado para llamar la atención, advertir o proclamar un mensaje importante. En este contexto, alzar la voz como una trompeta implica predicar con claridad, valentía y urgencia, asegurándose de que el mensaje sea escuchado. En Ezequiel 33:3-6, se describe al atalaya que toca la trompeta para advertir al pueblo del peligro inminente, un rol similar al de quienes predican el Evangelio.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Nuestra voz debe ser clara y nuestro mensaje inequívoco, llamando a todos a venir a Cristo y ser perfeccionados en Él.” (Conferencia General, abril de 2010). La metáfora de la trompeta insta a quienes predican el Evangelio a ser decididos y firmes, asegurándose de que su mensaje no sea ambiguo ni débil, sino poderoso y lleno de convicción.
“Larga y fuertemente”
La frase sugiere la constancia y el esfuerzo continuo en la proclamación del Evangelio. No basta con predicar de manera esporádica o con poca dedicación; se requiere persistencia y pasión. En Doctrina y Convenios 24:12, el Señor manda: “Habla pensamientos que yo pondré en tu corazón, y no serás confundido delante de los hombres.” Esto enfatiza que la obra misional debe ser constante y valiente.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La obra misional no es algo que hacemos ocasionalmente, es un esfuerzo constante para llevar almas a Cristo.” (Conferencia General, octubre de 2018). Este llamado nos recuerda que el mensaje del Evangelio debe ser proclamado con energía y perseverancia, sin vacilaciones ni interrupciones, reflejando la urgencia de la obra del Señor.
“Y a proclamar el arrepentimiento a una corrupta y perversa generación”
Proclamar el arrepentimiento es uno de los temas centrales de las escrituras y del Evangelio de Jesucristo. El arrepentimiento es el medio por el cual los hijos de Dios pueden reconciliarse con Él, alejándose del pecado y acercándose a la santidad. En Doctrina y Convenios 19:13, el Señor declara: “Arrepentíos, para que no sufra yo cuando venga en justicia.” La descripción de una generación corrupta y perversa enfatiza la necesidad de este llamado, destacando que el mundo está alejado de la rectitud.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “El arrepentimiento no es un castigo, sino un privilegio. Es el camino hacia la paz, el alivio y la reconciliación con Dios.” (Conferencia General, octubre de 2011).
Este mandato resalta la importancia de invitar al arrepentimiento con amor y firmeza, reconociendo que es el camino esencial para regresar a Dios y prepararse para los acontecimientos venideros.
“Preparando la vía del Señor para su segunda venida”
Este llamado está directamente relacionado con el propósito misional de preparar al mundo para el regreso de Jesucristo. En Doctrina y Convenios 45:39, el Señor afirma: “La venida del Hijo del Hombre será repentina, y nadie la conocerá.” La preparación incluye predicar el Evangelio, fortalecer a los santos y advertir al mundo sobre la importancia de estar espiritualmente listos.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “La preparación para la Segunda Venida debe ser un esfuerzo continuo en nuestras vidas, no solo un evento aislado en nuestro futuro.” (Conferencia General, abril de 1975). Este llamado subraya la responsabilidad de los discípulos de Cristo de ser instrumentos en la preparación del mundo para Su regreso, llevando esperanza a través de un mensaje de redención.
El llamado a “alzar tu voz como con voz de trompeta” es una invitación a todos los discípulos de Cristo a proclamar el Evangelio con valentía, constancia y claridad. Este versículo encapsula la urgencia de compartir el mensaje de arrepentimiento y salvación en un mundo que, como en tiempos de Orson Pratt, enfrenta desafíos espirituales significativos. Al hacerlo, los siervos del Señor no solo invitan a otros a arrepentirse, sino que también preparan el mundo para la Segunda Venida de Cristo.
Para nosotros, este pasaje es un recordatorio de nuestra responsabilidad como seguidores de Jesucristo. Al igual que Orson Pratt, se nos invita a proclamar el Evangelio con convicción y amor, entendiendo que el mundo necesita el mensaje redentor de Cristo ahora más que nunca. Este llamado nos desafía a evaluar nuestras propias acciones: ¿Estamos alzando nuestras voces como trompetas, llevando el mensaje del arrepentimiento y la esperanza a quienes nos rodean?
Al reflexionar sobre este versículo, debemos recordar que nuestro esfuerzo por preparar la vía del Señor no solo ayuda a los demás, sino que también fortalece nuestra propia fe y nos acerca más a Dios.
― Doctrina y Convenios 34:7. “Porque he aquí, de cierto, de cierto te digo, que está próxima la hora en que vendré en una nube con poder y gran gloria.”
Este versículo reafirma la Segunda Venida de Jesucristo como un evento central en la doctrina del Evangelio restaurado. La imagen de Cristo viniendo “en una nube con poder y gran gloria” es una poderosa promesa de esperanza y justicia. Para Orson Pratt, esta visión era un recordatorio de la naturaleza sagrada y urgente de su misión.
El versículo nos llama a vivir con esperanza y preparación, conscientes de que el regreso de Cristo es tanto una promesa como un llamado a la acción.
“Porque he aquí, de cierto, de cierto te digo”
La frase “de cierto, de cierto te digo” se utiliza en las escrituras para enfatizar la veracidad y la importancia de lo que sigue. Es una fórmula que indica una declaración solemne y segura, lo que en este caso subraya la realidad de la Segunda Venida de Jesucristo. En Doctrina y Convenios 1:38, el Señor declara: “Lo que yo el Señor he dicho, lo he dicho… ya sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo.”
El élder David A. Bednar enseñó: “Cuando el Señor habla, Su palabra es segura, confiable y digna de confianza. Podemos construir nuestra fe sobre Su promesa.” (Conferencia General, octubre de 2015). Este prefacio enfatiza la certeza de la promesa divina y nos invita a prestar especial atención a las palabras que siguen, considerando que provienen directamente del Señor.
“Que está próxima la hora en que vendré”
La cercanía de la Segunda Venida ha sido un tema recurrente desde los primeros días de la Restauración. Aunque “próxima” en el tiempo del Señor puede no coincidir con nuestra percepción humana, esta frase enfatiza la necesidad de vivir preparados en todo momento. En Mateo 24:44, se dice: “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.”
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Debemos vivir cada día como si el regreso de Cristo estuviera a la vuelta de la esquina, no por miedo, sino con una fe firme y un propósito renovado.” (Conferencia General, abril de 2019). Esta declaración es un llamado a actuar con diligencia y urgencia espiritual, sabiendo que los tiempos finales no son para especulación, sino para preparación.
“En una nube con poder y gran gloria”
La venida de Jesucristo “en una nube con poder y gran gloria” simboliza Su majestad y autoridad divina. Este lenguaje se encuentra en varias escrituras, como en Hechos 1:11, donde los ángeles proclaman que Jesús regresará de la misma manera en que ascendió al cielo. Las nubes representan la presencia de Dios y el cumplimiento de las promesas proféticas. Su venida gloriosa será visible y reconocible para todo el mundo, diferenciándola de Su primera venida humilde en Belén.
El élder Neal A. Maxwell explicó: “La Segunda Venida será un evento mundial e inconfundible. Será el cumplimiento glorioso del plan de Dios para Sus hijos.” (Conferencia General, abril de 1983). Este aspecto de la profecía enfatiza el contraste entre la humildad de la primera venida de Cristo y la magnificencia de Su regreso, marcando la culminación de la obra de redención y juicio.
Este versículo encapsula una de las doctrinas más esperanzadoras y solemnes del Evangelio: la Segunda Venida de Jesucristo. Su certeza (“de cierto, de cierto te digo”), su proximidad (“está próxima la hora”) y su majestad (“en una nube con poder y gran gloria”) nos llaman a vivir con un sentido de propósito y preparación constante. Este evento no solo marca el cumplimiento de todas las profecías, sino que también trae justicia, paz y el reinado de Cristo sobre la tierra.
Para los creyentes, este versículo es un recordatorio de la importancia de la preparación espiritual y del gozo que debe acompañar a la expectativa del regreso de Cristo. Aunque no sabemos el momento exacto de Su venida, se nos llama a vivir como si estuviera a punto de suceder, manteniéndonos firmes en nuestra fe y cumpliendo con nuestras responsabilidades en Su obra.
Reflexionar sobre esta escritura puede inspirarnos a hacer un balance de nuestras vidas y preguntarnos: ¿Estamos preparados para Su regreso? ¿Estamos ayudando a otros a conocerle y seguirle? Vivir en esta expectativa no debe generar miedo, sino esperanza y propósito, sabiendo que el regreso de Cristo traerá redención y paz al mundo.
― Doctrina y Convenios 34:10. “Por tanto, alza tu voz sin cesar, porque ha hablado Dios el Señor; profetiza, pues, y te será dado por el poder del Espíritu Santo.”
Este versículo subraya la fuente divina de la profecía y el poder del Espíritu Santo para guiar en el ministerio. Orson Pratt fue instruido a predicar continuamente, confiando en que las palabras y la inspiración vendrían de Dios. Esto pone de relieve que los llamados en la obra de Dios no dependen de las habilidades humanas, sino de la disposición para ser guiados por el Espíritu.
Para los lectores modernos, este versículo es una invitación a confiar en el poder del Espíritu en todas nuestras responsabilidades y esfuerzos por servir al Señor.
“Por tanto, alza tu voz sin cesar”
Esta frase llama a la constancia en proclamar el mensaje del Evangelio, recordando que el servicio misional y el compartir la verdad no deben ser esporádicos, sino un esfuerzo continuo. Alzar la voz implica valentía y determinación para declarar las verdades de Dios en cualquier circunstancia. En Doctrina y Convenios 24:12, el Señor dice: “Levanta tu voz en advertencia, exhortación y palabra de consuelo.”
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Las oportunidades para compartir el Evangelio son constantes si estamos preparados y dispuestos a alzar nuestra voz con amor y claridad.” (Conferencia General, octubre de 2008). El llamado a alzar la voz “sin cesar” enfatiza la importancia de ser un testigo continuo de Cristo, no solo en palabras, sino también en acciones.
“Porque ha hablado Dios el Señor”
El fundamento de la autoridad para predicar y profetizar proviene de Dios mismo. Esto resalta que el mensaje no es humano, sino divino. En Amós 3:7, se afirma: “Ciertamente no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.” Este principio garantiza que aquellos que hablan en nombre del Señor tienen la autoridad y el respaldo divinos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El Señor continúa guiando a Su Iglesia mediante revelación a Sus profetas, videntes y reveladores. Su palabra sigue siendo la guía segura para el mundo.” (Conferencia General, abril de 2018). Este pasaje nos recuerda que la obra de predicar el Evangelio tiene un origen celestial, y quienes participan en ella actúan como instrumentos de Dios.
“Profetiza, pues, y te será dado por el poder del Espíritu Santo”
El mandato de profetizar implica declarar las palabras de Dios según se revelen por el Espíritu Santo. Esto no es una tarea independiente ni basada en habilidades humanas; depende completamente del poder y la guía del Espíritu. En 2 Nefi 32:5, se enseña: “Si entráis por el camino y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer.”
El élder David A. Bednar dijo: “El Espíritu Santo es el verdadero maestro y guía en todos los aspectos de nuestra vida. Es mediante Su poder que podemos declarar verdades eternas y servir eficazmente en el reino de Dios.” (Conferencia General, octubre de 2010). Este mandato muestra que el poder para profetizar y predicar proviene de una fuente divina, no de habilidades humanas, y que la guía del Espíritu Santo es esencial para llevar a cabo la obra del Señor.
Este versículo resalta el privilegio y la responsabilidad de proclamar el Evangelio y declarar las palabras de Dios con constancia, valentía y bajo la dirección del Espíritu Santo. La frase “porque ha hablado Dios el Señor” establece que el mensaje no proviene de una persona, sino del propio Creador, lo que otorga autoridad divina al llamado. Además, enfatiza que el poder para cumplir con este mandato no está en las capacidades humanas, sino en la guía y fortaleza proporcionadas por el Espíritu Santo.
Para los creyentes, este versículo es un recordatorio de que todos tenemos la capacidad de ser instrumentos en las manos del Señor si actuamos bajo la influencia del Espíritu Santo. Nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición a “alzar nuestra voz sin cesar” y compartir el mensaje del Evangelio con quienes nos rodean.
La frase también nos desafía a buscar constantemente la guía del Espíritu Santo en nuestras palabras y acciones. Reflexionemos: ¿Estamos escuchando y respondiendo a las invitaciones del Espíritu para ser testigos de Cristo? ¿Estamos permitiendo que el poder del Espíritu nos capacite para cumplir nuestra misión? Este versículo nos inspira a confiar en Dios y a ser constantes en proclamar Su verdad con amor y valor.
― Doctrina y Convenios 34:12. “Y de cierto, de cierto te digo, vengo pronto. Soy tu Señor y Redentor. Así sea. Amén.”
Este versículo finaliza la revelación con una afirmación directa y personal de la Segunda Venida. La frase “vengo pronto” refleja no solo el cumplimiento de las promesas de Cristo, sino también un llamado a mantenernos firmes en la fe. Al identificar a Jesucristo como el “Señor y Redentor”, se establece Su autoridad divina y Su papel central en la salvación.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Cristo y a vivir con la esperanza y la certeza de Su retorno.
“Y de cierto, de cierto te digo”
La repetición de “de cierto, de cierto” enfatiza la seguridad y solemnidad del mensaje. Es una manera de subrayar que lo que sigue es una declaración divina e inmutable. Esta expresión aparece en múltiples ocasiones en las escrituras cuando el Señor quiere que Sus palabras sean tomadas con absoluta seriedad. En Doctrina y Convenios 1:38, Él dice: “Lo que yo el Señor he dicho, lo he dicho… ya sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo.”
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “Cuando el Señor usa lenguaje enfático, nos está invitando a prestar atención especial a Su mensaje. Sus promesas y advertencias no son meras palabras, sino garantías de Su divino propósito.” (Conferencia General, abril de 2006). Este prefacio establece que lo que sigue es un mensaje crucial, diseñado para inspirar confianza y expectativa en las promesas del Salvador.
“Vengo pronto”
Esta frase señala la inminencia de la Segunda Venida de Jesucristo. Aunque “pronto” en el tiempo de Dios puede diferir de la percepción humana, esta declaración está diseñada para motivar la preparación constante y el enfoque espiritual. En Apocalipsis 22:20, Cristo reitera: “Ciertamente vengo en breve.” La frase invita a los fieles a vivir con propósito, vigilantes y preparados.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “La Segunda Venida es tanto un evento futuro como un llamado presente a estar preparados. No debemos esperar señales antes de arrepentirnos y acercarnos a Dios.” (Conferencia General, abril de 2004). El mensaje de que Cristo “viene pronto” nos impulsa a vivir con expectativa y esperanza, recordándonos que la preparación espiritual no debe posponerse.
“Soy tu Señor y Redentor”
En esta frase, el Señor reafirma Su autoridad divina y Su papel como el Salvador de toda la humanidad. “Señor” indica Su soberanía, y “Redentor” subraya Su sacrificio expiatorio, que hace posible la salvación. En Moisés 1:39, Él declara Su propósito eterno: “Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.”
El élder Dieter F. Uchtdorf dijo: “El Señor y Redentor no solo nos salva del pecado, sino que también nos guía y fortalece en nuestras pruebas y desafíos diarios.” (Conferencia General, octubre de 2008). Cristo se presenta no solo como una figura de autoridad, sino como un Salvador personal, que redime y guía a cada individuo. Esta afirmación nos invita a confiar en Él completamente.
Este versículo combina un mensaje de esperanza con un llamado a la preparación. La frase “vengo pronto” refuerza que la Segunda Venida de Jesucristo es tanto una promesa divina como una invitación a vivir con propósito. Además, al identificarse como “tu Señor y Redentor,” Cristo no solo afirma Su autoridad universal, sino que también establece una relación íntima y personal con cada uno de Sus discípulos.
El pasaje destaca la importancia de reconocer a Cristo como nuestra fuente de salvación y guía. Nos recuerda que Su regreso es seguro y que debemos prepararnos para recibirlo con gozo.
Para nosotros, este versículo es una invitación a reflexionar sobre nuestra relación personal con Cristo. ¿Reconocemos Su autoridad como Señor y Su amor como Redentor? ¿Estamos viviendo de manera que refleje nuestra fe en Su promesa de regresar?
Este mensaje nos inspira a vivir con esperanza y propósito, confiando en que el Salvador está en control y que Su regreso traerá justicia, redención y paz. Nos invita a estar siempre preparados, no solo para el evento futuro de Su venida, sino para experimentar Su guía y redención en nuestra vida diaria.
Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.” En Deja un comentario
























