Doctrina y Convenios Sección 35

Doctrina y Convenios
Sección 35


La Sección 35 se recibe el 7 de diciembre de 1830 en Fayette, Nueva York, en un momento crítico para la joven Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Este periodo marcó un rápido crecimiento, desafíos y el comienzo de una obra más formalizada de traducción y administración revelada.

En junio de 1830, José Smith comenzó la traducción de la Biblia, también conocida como la Traducción de José Smith (TJS). Durante este proceso, Oliver Cowdery y John Whitmer habían servido como escribientes. Sin embargo, para fines de 1830, ambos estaban ocupados en otros deberes de la Iglesia. Por consiguiente, Sidney Rigdon, recién convertido y proveniente de Ohio, fue llamado por nombramiento divino para asumir este rol (versículo 20).

Sidney Rigdon, un influyente predicador del movimiento de Restauración en Kirtland, Ohio, se había unido a la Iglesia tras el testimonio de misioneros que llevaban el Libro de Mormón al oeste. Vino a consultar al Señor y buscar guía en cuanto a su nuevo papel en la Iglesia. Edward Partridge, otro converso prominente, llegó junto a él y también fue mencionado en las revelaciones posteriores como el primer obispo de la Iglesia.

En este tiempo, la Iglesia todavía era pequeña y se centraba principalmente en el este de los Estados Unidos. La llegada de Rigdon marcó una conexión clave con los conversos de Ohio, donde ya se estaban uniendo docenas de miembros. Esto indicó una expansión significativa en términos geográficos y de influencia.

Sidney Rigdon ya había predicado sobre el arrepentimiento y el bautismo antes de unirse a la Iglesia, pero se le da un mandato mayor: bautizar y conferir el Espíritu Santo por la imposición de manos, restaurando prácticas apostólicas descritas en el Nuevo Testamento (versículo 6). Se compara su misión con la de Juan el Bautista, un mensajero que prepara el camino para algo más grande (versículo 4).

La revelación reafirma el llamado profético de José Smith y le otorga las llaves para revelar los misterios de Dios (versículos 17–18). En este momento, estas llaves incluían la traducción de las Escrituras y la administración de la Iglesia, preparando el camino para la restauración de principios doctrinales y la organización formal de Sión.

Se promete que la Iglesia, aunque pequeña (“pequeña grey”, versículo 27), será preservada, y que milagros, señales y maravillas acompañarán la fe (versículos 8–10). Sin embargo, se advierte contra la incredulidad y la apostasía.

La revelación también contiene referencias al cumplimiento de profecías, la redención de Israel y la preparación para la Segunda Venida de Cristo (versículos 24–27). Estos temas reflejan la centralidad del milenio y el establecimiento de Sión en las enseñanzas de los primeros Santos de los Últimos Días.

En diciembre de 1830, los Santos enfrentaban oposición social y religiosa significativa. La llegada de nuevos conversos como Rigdon y Partridge fortaleció tanto la fe como la organización de la Iglesia, especialmente en un momento en que la obra misional y la traducción de Escrituras estaban en auge.

Esta revelación destaca no solo la importancia de Sidney Rigdon como colaborador en la traducción y como predicador, sino también el papel continuo de José Smith como profeta y líder en la obra de restauración. En conjunto, la Sección 35 refuerza el sentido de misión divina y propósito colectivo para los Santos de esa época.


― Doctrina y Convenios 35:3. “He aquí, de cierto, de cierto le digo a mi siervo Sidney: He puesto mis ojos en ti y en tus obras. He oído tus oraciones y te he preparado para una obra mayor.”
Este versículo subraya el patrón divino de preparación. Sidney Rigdon, como predicador reformador, ya había trabajado en la viña del Señor antes de unirse a la Iglesia. Ahora, el Señor revela que su experiencia previa era parte de una preparación para un llamamiento más significativo. Esto resalta cómo el Señor utiliza las experiencias y habilidades previas de las personas para sus propósitos, y cómo Él conoce el corazón y las intenciones de cada uno.

“He aquí, de cierto, de cierto le digo a mi siervo Sidney”
La doble afirmación “de cierto, de cierto” es un recurso que enfatiza la solemnidad y verdad absoluta del mensaje divino. Al dirigirse a Sidney Rigdon como “mi siervo”, el Señor lo reconoce como alguien consagrado a Su obra. Este título resalta la relación de obediencia y disposición entre el Señor y aquellos llamados a servirle (véase Moisés 1:39).
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El Señor llama a quienes están dispuestos a ser instrumentos en Sus manos. Su designación como ‘siervo’ es tanto un honor como una responsabilidad” (Ensign, mayo de 1999). Este llamado específico refleja que Sidney Rigdon es conocido por el Señor y tiene un papel designado en la obra de la Restauración, recordando a todos los Santos que el Señor dirige Su obra personalmente.

“He puesto mis ojos en ti y en tus obras”.
Dios, siendo omnisciente, ve no solo las acciones externas, sino también las intenciones y el corazón del hombre (véase 1 Samuel 16:7). Este versículo subraya que nuestras obras, ya sean visibles o privadas, son observadas y valoradas por el Señor. La frase también implica que el Señor se complace en los esfuerzos sinceros de Sidney.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “El Señor nos conoce individualmente. Él conoce nuestras circunstancias y nuestras intenciones. Al cumplir con fidelidad nuestras responsabilidades, Su mano guía nuestras vidas” (Ensign, noviembre de 2017). Sidney Rigdon, quien ya había trabajado como predicador cristiano, estaba siendo reconocido por sus esfuerzos previos, mostrando que el Señor utiliza nuestras experiencias pasadas como preparación para Su obra.

“He oído tus oraciones”
Este pasaje reafirma que Dios escucha y responde a las oraciones sinceras de Sus hijos (véase Mateo 7:7). La oración es un medio fundamental para buscar guía divina, y aquí se muestra que las peticiones de Sidney fueron tomadas en cuenta en el plan del Señor.
El élder David A. Bednar enseñó: “Dios siempre escucha nuestras oraciones, pero Sus respuestas llegan en Su tiempo y según Su sabiduría infinita” (Ensign, mayo de 2008). Este detalle destaca la importancia de la oración como un acto de fe y dependencia en el Señor, y cómo puede preparar el camino para nuestras responsabilidades futuras en Su reino.

“Te he preparado para una obra mayor”.
Dios prepara a Sus hijos para cumplir roles específicos en Su plan. La frase refleja el principio de preparación divina, donde las experiencias previas, incluso las dificultades, moldean a las personas para cumplir con misiones importantes (véase Éter 12:27). Sidney, como predicador reformador, fue preparado por medio de sus experiencias para desempeñar un papel clave en la Restauración.
El presidente Dieter F. Uchtdorf explicó: “El Señor utiliza nuestras debilidades y nuestras fortalezas para llevar a cabo Su obra. Él ve en nosotros un potencial que ni siquiera imaginamos” (Ensign, noviembre de 2009). La “obra mayor” para Sidney incluía no solo ayudar a José Smith en la traducción de las Escrituras, sino también fortalecer a la Iglesia naciente mediante su influencia, talentos y testimonio.


Este versículo refleja el amor, el conocimiento perfecto y el propósito divino que el Señor tiene para cada uno de Sus hijos. Al dirigirse a Sidney Rigdon, el Señor le confirma que sus esfuerzos pasados no fueron en vano y que Él tiene un plan mayor en mente para su vida. La interacción personal entre el Señor y Sidney demuestra que la obra de la Restauración no era solo un evento colectivo, sino una experiencia profundamente individual para aquellos que participaron en ella.

Sidney es un ejemplo de cómo Dios puede tomar a alguien con habilidades y experiencias específicas y colocarlo en un papel donde esas capacidades se magnifiquen. Este principio también se aplica a todos los Santos: nuestras vidas tienen un propósito divino, incluso si no siempre comprendemos completamente cómo nuestras experiencias encajan en el plan eterno.

Este versículo nos invita a considerar nuestra propia preparación y disposición para aceptar los llamados del Señor. Al igual que Sidney Rigdon, somos conocidos por Dios, y nuestras oraciones y esfuerzos sinceros no pasan desapercibidos. También nos recuerda que incluso nuestras experiencias aparentemente mundanas o difíciles pueden ser parte de la preparación divina para una misión mayor.

La invitación es a confiar en el plan del Señor y esforzarnos por ser dignos de Su confianza, sabiendo que Él nos ve y nos llama según nuestras capacidades y disposición. Al responder con fe y humildad, podemos magnificar nuestras responsabilidades y contribuir al establecimiento del reino de Dios en la tierra.


― Doctrina y Convenios 35:6. “Pero ahora te doy el mandamiento de bautizar en agua, y recibirán el Espíritu Santo por la imposición de manos, como lo hacían los antiguos apóstoles.”
Aquí se reafirma la restauración del bautismo y la confirmación por la imposición de manos como parte de la obra de la Iglesia. Sidney Rigdon, aunque ya predicaba el bautismo, ahora es llamado a hacerlo con la autoridad del sacerdocio restaurado, lo que incluye conferir el Espíritu Santo. Esto enfatiza la continuidad entre la Iglesia restaurada y la Iglesia primitiva de Cristo, mostrando que la autoridad es esencial para las ordenanzas sagradas.

“Pero ahora te doy el mandamiento de bautizar en agua”
El bautismo en agua es una ordenanza esencial del evangelio restaurado, tal como fue establecido por Jesucristo (véase Juan 3:5). Esta frase resalta que Sidney Rigdon, aunque ya predicaba y bautizaba en su ministerio anterior, ahora es autorizado por el Señor a realizar esta ordenanza bajo la autoridad del sacerdocio restaurado.
El bautismo simboliza el arrepentimiento, la purificación y la entrada en el convenio con Dios.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “El bautismo es mucho más que un rito de iniciación. Es un convenio sagrado con Dios para seguir a Su Hijo Jesucristo y guardar Sus mandamientos” (Ensign, mayo de 2016). Este mandato no solo confirma la importancia del bautismo, sino que subraya que la autoridad divina es esencial para que la ordenanza sea válida y aceptada por el Señor.

“Y recibirán el Espíritu Santo por la imposición de manos”
La recepción del Espíritu Santo es el segundo principio y ordenanza del evangelio. Esta frase destaca la conexión entre el bautismo y la confirmación como un proceso completo de renacimiento espiritual. La imposición de manos, realizada por aquellos con la autoridad del sacerdocio, es el medio por el cual se confiere este don (véase Hechos 8:17).
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El don del Espíritu Santo es una de las mayores bendiciones que un miembro puede recibir. Este don lo distingue de cualquier otra experiencia espiritual, porque ofrece guía constante” (Ensign, mayo de 2009). Este mandato recalca que las ordenanzas del evangelio funcionan como un sistema interconectado. El bautismo limpia, pero es el Espíritu Santo quien guía, consuela y fortalece al individuo en su vida de discipulado.

“Como lo hacían los antiguos apóstoles”
Esta frase enfatiza que la Iglesia restaurada es una continuación directa de la Iglesia primitiva de Cristo. Las prácticas y ordenanzas actuales no son inventos modernos, sino que reflejan los mismos principios y procedimientos establecidos por el Salvador y llevados a cabo por Sus apóstoles. Esto subraya la doctrina de la restauración del evangelio, donde se recupera la autoridad y las prácticas originales.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “La Restauración trajo nuevamente las prácticas, ordenanzas y doctrinas de la Iglesia primitiva. La misma autoridad que los apóstoles poseían se ha restaurado en estos últimos días” (Ensign, mayo de 2004). Al comparar la práctica de la Iglesia moderna con la de los antiguos apóstoles, el Señor asegura la continuidad y autenticidad de Su evangelio, fortaleciendo la fe de los Santos en la validez de las ordenanzas y convenios.


Este versículo reafirma principios fundamentales del evangelio de Jesucristo: el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Resalta la importancia de que estas ordenanzas se realicen bajo la autoridad del sacerdocio restaurado y de acuerdo con el patrón establecido por el Salvador en Su ministerio terrenal. La conexión explícita con los antiguos apóstoles enfatiza que la Iglesia restaurada no es una nueva religión, sino una restauración completa de la Iglesia de Cristo.

El mandato de realizar estas ordenanzas de manera correcta y autorizada demuestra la seriedad con la que Dios dirige Su obra. También resalta la centralidad del Espíritu Santo en la vida de los Santos, como guía y protector continuo después del bautismo.

Este versículo nos invita a reflexionar sobre el valor eterno de las ordenanzas y convenios del evangelio. Nos recuerda que el bautismo no es un fin en sí mismo, sino el comienzo de una vida de discipulado guiada por el Espíritu Santo. También subraya que el poder y la autoridad de Dios están presentes en Su Iglesia, lo que nos motiva a valorar y participar plenamente en estas ordenanzas sagradas.

Finalmente, nos inspira a seguir el ejemplo de los antiguos apóstoles, quienes con fe y dedicación cumplieron con su ministerio. Esto nos invita a actuar con la misma fidelidad, sabiendo que somos parte de la obra de Dios en estos últimos días.


― Doctrina y Convenios 35:8. “Porque yo soy Dios, y mi brazo no se ha acortado; y mostraré milagros, señales y maravillas a todos los que crean en mi nombre.”
Este versículo es una promesa poderosa de que el Señor sigue actuando en el mundo. La frase “mi brazo no se ha acortado” indica que el poder de Dios es tan activo hoy como lo fue en el pasado. Los milagros no son solo un evento del pasado bíblico; se realizan según la fe de los creyentes. Esto anima a los miembros a cultivar una fe activa y confiar en el poder del Señor para bendecir y guiar sus vidas.

«Porque yo soy Dios»
Esta frase establece la identidad y autoridad divina del Señor. Dios es eterno, omnipotente y constante en Su propósito de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (véase Moisés 1:39). Este principio enfatiza Su soberanía y Su capacidad para cumplir Sus promesas, sin importar las circunstancias terrenales.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “El Dios a quien servimos es el mismo ayer, hoy y siempre. Él es el Dios de los milagros y el Dios de la salvación” (Ensign, noviembre de 2008). Reconocer a Dios como la fuente de poder y autoridad nos invita a confiar plenamente en Su capacidad para bendecir nuestras vidas y cumplir Sus propósitos.

«Y mi brazo no se ha acortado»
Esta metáfora del «brazo de Dios» simboliza Su poder y disposición para salvar, bendecir e intervenir en la vida de Sus hijos. La frase asegura que Su poder no ha disminuido con el tiempo, y que Él sigue siendo el Dios que obró milagros en el pasado y puede hacerlo ahora (véase Isaías 59:1).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El poder de Dios no tiene límites. Él puede bendecirnos hoy tal como lo hizo con Sus hijos en la antigüedad” (Ensign, noviembre de 2020). Esta afirmación nos da esperanza y confianza de que el poder divino sigue activo en el mundo actual, y que Dios está dispuesto a extender Su mano para ayudarnos cuando actuamos con fe.

«Y mostraré milagros, señales y maravillas»
Los milagros son manifestaciones del poder divino, diseñados para fortalecer la fe, bendecir a los fieles y testificar del evangelio de Jesucristo. Las señales y maravillas son parte del testimonio del evangelio restaurado y son una expresión de la presencia de Dios entre Su pueblo (véase Mormón 9:19–20).
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Los milagros no son cosas del pasado. Siguen ocurriendo en nuestras vidas cuando buscamos al Señor con fe y humildad” (Ensign, noviembre de 1979). Esta frase reafirma que los milagros son reales y accesibles a través de la fe, sirviendo como testigos del amor y el poder de Dios para bendecir a Sus hijos.

«A todos los que crean en mi nombre»
La fe es el principio de acción y poder en el evangelio de Jesucristo. Esta frase subraya que los milagros y las bendiciones están condicionados a nuestra fe en el Salvador y nuestra disposición para actuar en Su nombre. «Creer en Su nombre» implica no solo tener fe en Su poder, sino también aceptar Su voluntad y obedecer Sus mandamientos (véase Éter 12:12).
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La fe en el Señor Jesucristo nos lleva a confiar en Su poder y a actuar en Su nombre para recibir Sus bendiciones” (Ensign, mayo de 2012). Esta frase nos recuerda que la fe no es solo un sentimiento, sino una disposición activa para confiar en el Salvador y obedecer Su palabra, lo cual abre las puertas para los milagros.


Este versículo es un testimonio poderoso de la naturaleza constante y milagrosa de Dios. Afirma que el Señor sigue siendo un Dios de poder, capaz de bendecir a Sus hijos con milagros y maravillas cuando estos ejercen fe en Su nombre. También nos enseña que los milagros no son eventos aleatorios, sino el resultado de la fe y la disposición de los fieles para aceptar Su voluntad.

Además, la promesa de que Su «brazo no se ha acortado» nos asegura que el poder de Dios sigue siendo tan accesible hoy como lo fue en tiempos antiguos. Esta verdad nos invita a depender completamente del Señor en nuestras pruebas y a buscar Su intervención divina en nuestras vidas.

Este versículo nos llama a evaluar nuestra fe y confianza en el Señor. ¿Estamos buscando los milagros con la fe suficiente para verlos? También nos motiva a reflexionar sobre nuestra relación con Dios: ¿creemos plenamente en Su capacidad y disposición para bendecirnos y guiarnos? Finalmente, este pasaje nos inspira a vivir de una manera que demuestre nuestra fe activa en Su nombre. Al hacerlo, podemos no solo recibir bendiciones personales, sino también convertirnos en testigos del poder de Dios, fortaleciendo la fe de quienes nos rodean.


― Doctrina y Convenios 35:13. “Por tanto, llamo a lo débil del mundo, a aquellos que son indoctos y despreciados, para trillar a las naciones por el poder de mi Espíritu.”
Este versículo subraya un principio clave del evangelio: el Señor a menudo elige a los humildes y los débiles para cumplir sus propósitos. Este patrón se ve en toda la Escritura, desde Moisés hasta los apóstoles de Cristo. En el contexto de la restauración, José Smith y Sidney Rigdon no eran hombres prominentes o influyentes según los estándares mundanos, pero fueron instrumentos poderosos en manos de Dios. Este principio es una invitación a todos los Santos a confiar en que Dios puede magnificar sus esfuerzos, sin importar sus limitaciones.

“Porque yo soy Dios”
Esta afirmación inicial establece la autoridad y la identidad divina del Señor. Él es el Dios eterno, inmutable y omnipotente, el mismo que creó el universo y que tiene el poder de intervenir en la vida de Sus hijos (véase Moisés 1:39). Este recordatorio reafirma que las promesas que siguen están ancladas en Su naturaleza divina, lo que garantiza su cumplimiento.
El presidente Russell M. Nelson expresó: “Nuestro Padre Celestial es Dios Todopoderoso. Él conoce perfectamente el fin desde el principio y puede hacer cosas maravillosas para sus hijos” (Ensign, noviembre de 2021). Reconocer que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre nos da confianza en Su capacidad y disposición para cumplir Sus promesas y dirigir nuestra vida.

“Y mi brazo no se ha acortado”
La metáfora del “brazo de Dios” simboliza Su poder y disposición para salvar, guiar y bendecir. Al afirmar que Su brazo “no se ha acortado”, el Señor asegura que Su poder no ha disminuido con el tiempo. Los milagros y bendiciones que realizó en el pasado son posibles también hoy, para quienes confían en Él (véase Isaías 59:1).
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El poder de Dios para socorrernos no tiene límites. Él sigue obrando maravillas en nuestras vidas cuando confiamos plenamente en Él” (Ensign, mayo de 2016). Esta frase refuta cualquier idea de que los milagros son cosa del pasado. Nos recuerda que el mismo Dios que dividió el Mar Rojo y resucitó a Lázaro sigue siendo activo en nuestras vidas.

“Y mostraré milagros, señales y maravillas”
Los milagros son manifestaciones del poder de Dios, diseñados para fortalecer la fe, bendecir a Sus hijos y testificar de Su obra. Las señales y maravillas son evidencias de Su intervención divina. El Señor promete que estas manifestaciones continuarán para aquellos que se acerquen a Él con fe (véase Mormón 9:19–20).
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Dios todavía obra milagros. Estos milagros no son meros eventos fortuitos; son pruebas del amor y el poder de Dios para bendecir nuestras vidas” (Ensign, mayo de 2001). Este versículo desafía la duda y nos invita a buscar y reconocer los milagros en nuestra vida diaria. A través de la fe, nos convertimos en testigos de Su poder.

“A todos los que crean en mi nombre”
La fe es el principio de acción y poder en el evangelio. Los milagros no ocurren al azar, sino como respuesta a la fe sincera y activa de los creyentes (véase Éter 12:12). La frase “en mi nombre” también implica que estos milagros se realizan conforme a la voluntad y propósito del Salvador, no como respuesta a deseos egoístas.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La fe en el nombre de Jesucristo nos permite acceder a Su poder redentor y milagroso. Es a través de esa fe que ocurren los milagros” (Ensign, noviembre de 2015). Esta frase nos llama a desarrollar una fe genuina y a buscar la voluntad de Dios en nuestras peticiones. Los milagros son una muestra del poder del Señor, pero también un testimonio de la fe del individuo.


Este versículo subraya la naturaleza inmutable de Dios y Su poder continuo para bendecir a Sus hijos. Los milagros no son meros eventos del pasado; son una realidad presente para aquellos que ejercen fe en Su nombre. La declaración de que Su “brazo no se ha acortado” es una invitación a confiar plenamente en Su poder, sin importar las circunstancias que enfrentemos.

La promesa de “milagros, señales y maravillas” es tanto un consuelo como un desafío. Nos consuela saber que Dios sigue obrando en nuestras vidas, pero también nos desafía a vivir con una fe activa y confiar en Su voluntad divina.

Este versículo nos invita a examinar nuestra relación con el Señor y nuestra capacidad para reconocer Su mano en nuestras vidas. ¿Estamos buscando los milagros con fe y confianza? ¿Estamos dispuestos a aceptar Su tiempo y Su voluntad?

También nos anima a no subestimar el poder de Dios para bendecirnos y guiarnos. Incluso en tiempos de incertidumbre, podemos confiar en que Su brazo es lo suficientemente fuerte como para levantarnos, sostenernos y llevarnos a través de cualquier desafío. Al vivir con fe en Su nombre, nos abrimos a experimentar Su amor y poder de maneras que transforman nuestras vidas.


― Doctrina y Convenios 35:17. “Y he enviado la plenitud de mi evangelio por conducto de mi siervo José; y en debilidad lo he bendecido.”
El Señor reafirma el papel único de José Smith como el profeta de la restauración. La frase “en debilidad lo he bendecido” refleja que la fuerza de José no provenía de su habilidad natural, sino del poder de Dios. Este versículo recuerda a los Santos que el evangelio restaurado es un regalo divino, no un esfuerzo humano, y que incluso en nuestra debilidad podemos ser instrumentos en manos del Señor.

“Y un mandamiento te doy, que escribas por él”
Este mandato dado a Sidney Rigdon resalta la importancia de los escribas en la obra de revelación divina. A lo largo de la historia, los escribas han sido esenciales para preservar y registrar la palabra de Dios. Este mandato también subraya que la escritura de las revelaciones no es un esfuerzo humano aislado, sino una labor inspirada que requiere fidelidad y precisión (véase Éxodo 24:4 y Jeremías 36:4).
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Cuando las palabras de Dios son registradas y preservadas, Su poder puede tocar generaciones de vidas” (Ensign, noviembre de 2018). Sidney Rigdon fue llamado a ser un instrumento en la transmisión de las revelaciones, demostrando que el trabajo en la obra del Señor, aunque pueda parecer “técnico” o “secundario”, es vital para la edificación del reino.

“Y se darán las Escrituras”
Las Escrituras son el medio por el cual Dios revela Su voluntad y guía a Su pueblo. Esta frase indica que las revelaciones dadas a través de José Smith se convertirían en Escrituras, que no solo serían aplicables a su época, sino también a todas las generaciones. Este proceso de escritura y preservación reafirma el principio de que el Señor continúa hablando a través de Sus profetas (véase 2 Nefi 29:10-12).
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Las Escrituras son una constante fuente de revelación para el pueblo de Dios. Son una voz constante y segura que guía nuestras vidas” (Ensign, noviembre de 1994). Este mandato refleja que las revelaciones modernas no solo eran temporales, sino que formarían parte del canon sagrado para bendecir a las generaciones futuras.

“Tal como se hallan en mi propio seno”
Esta frase revela que las Escrituras son una expresión de la voluntad de Dios, transmitida con fidelidad desde Su “seno”, o Su conocimiento perfecto y eterno. No son meras palabras humanas, sino una revelación pura, dada con exactitud divina (véase D. y C. 1:37-38). Esto también destaca la doctrina de la inspiración: los profetas reciben conocimiento directamente de Dios, no de su propia imaginación o sabiduría.
El presidente Harold B. Lee dijo: “Las Escrituras son la voz de Dios a Sus hijos en todas las dispensaciones. Son una extensión de Su mente y voluntad” (Ensign, diciembre de 1973). Este principio refuerza la confianza en que las Escrituras contienen las enseñanzas puras de Dios, destinadas a iluminar y guiar a Su pueblo.

“Para la salvación de mis escogidos”
El propósito de las Escrituras es conducir a los hijos de Dios a la salvación mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio. Los “escogidos” no se refiere a un grupo predestinado, sino a aquellos que eligen seguir a Cristo y guardar Sus mandamientos (véase Mateo 22:14).
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Las Escrituras contienen el camino a la vida eterna. Al estudiar y aplicar sus enseñanzas, somos guiados hacia la salvación” (Ensign, mayo de 2010). Este propósito eleva la importancia de las Escrituras como algo más que un libro histórico o literario; son la guía divina para el arrepentimiento, el progreso y la exaltación.


Este versículo encapsula el proceso por el cual las revelaciones modernas se convierten en Escrituras, un proceso esencial para la salvación y edificación del pueblo del Señor. Al llamar a Sidney Rigdon como escriba, el Señor destaca la colaboración entre Sus profetas y siervos para registrar Su voluntad de manera exacta. Las Escrituras, “tal como se hallan en mi propio seno”, son un testimonio de Su conocimiento perfecto y eterno, y son dadas con el propósito de llevar a Sus hijos a la salvación.

El versículo también nos enseña que las Escrituras no son estáticas ni exclusivas de una época pasada; son vivas, relevantes y diseñadas para guiar a los “escogidos” de todas las generaciones.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el papel que las Escrituras desempeñan en nuestra vida. ¿Están ocupando un lugar central en nuestro discipulado diario? También nos llama a reconocer que el estudio de las Escrituras es más que un hábito; es un acto de fe que nos acerca al conocimiento y propósito divino.

Asimismo, nos recuerda que el Señor trabaja a través de Sus siervos para llevar Su palabra al mundo. Al igual que Sidney Rigdon, podemos ser instrumentos en Su obra, ya sea mediante el servicio, la enseñanza o la escritura. Al valorar y aplicar las Escrituras, podemos recibir guía divina y asegurarnos de que estamos en el camino hacia la salvación.


― Doctrina y Convenios 35:20. “Y un mandamiento te doy, que escribas por él; y se darán las Escrituras, tal como se hallan en mi propio seno, para la salvación de mis escogidos.”
Aquí se revela el propósito principal del llamamiento de Sidney Rigdon: servir como escribiente de José Smith en la traducción de la Biblia. Este trabajo sería una herramienta crucial para la revelación continua y la expansión del evangelio restaurado. Este versículo también enfatiza que las Escrituras son dadas por Dios con un propósito claro: guiar a Su pueblo hacia la salvación.

“Y un mandamiento te doy, que escribas por él”
El Señor ordena a Sidney Rigdon actuar como escriba de José Smith, enfatizando que la escritura de las revelaciones es un acto sagrado y ordenado por Dios. Este mandato resalta que el proceso de registrar la palabra del Señor no es casual, sino dirigido por la autoridad divina y necesario para preservar Su voluntad para todas las generaciones.
Las Escrituras han sido transmitidas mediante profetas y escribas inspirados, siguiendo el patrón establecido desde los tiempos de Moisés (véase Éxodo 24:4).
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Los escribas y traductores han desempeñado un papel esencial en la preservación de la palabra de Dios, permitiendo que Su verdad llegue a Sus hijos” (Ensign, mayo de 1977). Este mandato también subraya que Sidney Rigdon no actuaba por su propia voluntad, sino como un instrumento en las manos de Dios para registrar las revelaciones con fidelidad.

“Y se darán las Escrituras”
La frase indica que las revelaciones dadas a José Smith no eran solo para la Iglesia de su tiempo, sino que se convertirían en Escrituras sagradas, con relevancia eterna. Las Escrituras son un testimonio escrito de la palabra de Dios, diseñado para instruir y guiar a los creyentes (véase 2 Timoteo 3:16–17).
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “El Señor ha dicho que las Escrituras son una clave esencial para nuestra salvación. Ellas nos dan luz, conocimiento y la guía que necesitamos” (Ensign, noviembre de 1986). Este pasaje demuestra que las Escrituras modernas, como las antiguas, son el medio por el cual Dios continúa instruyendo a Su pueblo, adaptando Su palabra a las necesidades de nuestra época.

“Tal como se hallan en mi propio seno”
La frase asegura que las Escrituras reflejan la verdad perfecta y eterna de Dios, directamente de Su conocimiento divino. No son interpretaciones humanas, sino revelaciones puras, inspiradas por el Espíritu Santo. Este principio enfatiza que las Escrituras son infalibles en su propósito de guiar a los hijos de Dios hacia la verdad (véase Doctrina y Convenios 1:37–38).
El élder Neal A. Maxwell dijo: “El Señor, en Su misericordia, nos ha dado las Escrituras, que contienen Su mente y voluntad. Ellas son un reflejo de Su divinidad” (Ensign, mayo de 1990). Las Escrituras no solo contienen principios eternos, sino que son una extensión directa del amor y sabiduría de Dios, diseñadas para dirigirnos hacia la exaltación.

“Para la salvación de mis escogidos”
El propósito de las Escrituras es llevar a los hijos de Dios a la salvación. Los “escogidos” son aquellos que eligen seguir a Cristo, arrepentirse y guardar Sus mandamientos. Este concepto reafirma que la salvación no es forzada, sino ofrecida a todos los que la busquen con fe y obediencia (véase Mateo 22:14).
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Las Escrituras contienen las respuestas a las grandes preguntas de la vida. Nos enseñan el camino hacia la salvación y nos guían en nuestra jornada eterna” (Ensign, mayo de 2012). Este propósito otorga a las Escrituras un significado eterno y práctico, sirviendo como un mapa divino para navegar las complejidades de la vida mortal y alcanzar la exaltación.


Este versículo ilustra el proceso sagrado por el cual las revelaciones modernas se convierten en Escrituras. Resalta que este proceso no es arbitrario ni humano, sino dirigido por Dios para bendecir a Su pueblo. La conexión entre las Escrituras y la salvación muestra que el estudio, la comprensión y la aplicación de las enseñanzas contenidas en ellas son esenciales para el progreso espiritual.

El llamado a Sidney Rigdon como escriba resalta que cada contribución en la obra del Señor, por pequeña que parezca, es crucial para Su plan eterno. La frase “tal como se hallan en mi propio seno” asegura que las Escrituras contienen la plenitud de la verdad divina, diseñada para guiar y salvar.

Este versículo invita a cada uno de nosotros a valorar las Escrituras como algo más que palabras en una página: son la voz viva de Dios para Sus hijos. Nos motiva a estudiar y aplicar sus principios con diligencia, sabiendo que contienen la clave para nuestra salvación.

También nos recuerda que todos tenemos un papel en la obra del Señor, ya sea escribiendo, enseñando o viviendo según los principios del evangelio. Al igual que Sidney Rigdon, podemos ser instrumentos para ayudar a otros a acceder a la palabra de Dios y a acercarse a Su amor y salvación.


― Doctrina y Convenios 35:24. “Guardad todos los mandamientos y convenios que os ligan; y haré estremecer los cielos para vuestro beneficio, y Satanás temblará, y Sion se regocijará sobre los collados y florecerá;”

Este versículo encapsula un principio esencial: la obediencia trae poder y bendiciones. Al guardar los mandamientos y convenios, los Santos se alinean con los propósitos divinos y se convierten en recipientes de las promesas de Dios. La mención de que “Satanás temblará” también resalta que la fidelidad personal y colectiva no solo fortalece a Sión, sino que también debilita al adversario. La prosperidad de Sión no se refiere únicamente a un bienestar físico o material, sino a una comunidad espiritual fuerte y unida que refleja la gloria de Dios. Este florecimiento es el resultado directo de una vida consagrada al Señor, en la que los mandamientos y convenios se toman en serio.

“Guardad todos los mandamientos y convenios que os ligan”
Este mandato subraya la importancia de la obediencia a los mandamientos y la fidelidad a los convenios sagrados que los Santos han hecho con Dios. La obediencia es la prueba principal de nuestra devoción y amor hacia Él (véase Juan 14:15). Los convenios nos conectan directamente con el poder de Dios y nos permiten recibir Su guía y bendiciones.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Los convenios nos unen a Dios y a Su poder. Guardar esos convenios es una demostración de nuestra lealtad y fe en Él” (Ensign, mayo de 2006). Este llamado a guardar los mandamientos y convenios nos recuerda que nuestra obediencia no solo es una manifestación de amor a Dios, sino también la base para obtener Sus bendiciones prometidas.

“Y haré estremecer los cielos para vuestro beneficio”
Este versículo refleja el poder y disposición de Dios para intervenir a favor de Sus hijos obedientes. La frase “estremecer los cielos” indica la magnitud de las bendiciones y milagros que el Señor está dispuesto a realizar cuando somos fieles (véase Doctrina y Convenios 121:33). Esto implica que la obediencia puede desencadenar la ayuda divina en momentos de necesidad.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando hacemos convenios con Dios y los guardamos, Él promete bendecirnos más allá de nuestra capacidad de comprender” (Ensign, noviembre de 2019). Este poder celestial está reservado para aquellos que, a través de su obediencia, demuestran confianza en el Señor. Es una garantía de Su disposición para intervenir en nuestras vidas.

“Y Satanás temblará”
La fidelidad de los Santos tiene un efecto directo en la obra del adversario. Cuando guardamos los mandamientos y convenios, neutralizamos la influencia de Satanás, quien pierde poder sobre aquellos que permanecen firmes en la fe (véase Doctrina y Convenios 10:5).
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Satanás teme a los que son fieles a los convenios porque sabe que no tiene poder sobre ellos cuando están firmemente anclados en Cristo” (Ensign, mayo de 1987). Este versículo nos da confianza en que la obediencia al evangelio no solo nos protege, sino que también debilita la influencia del adversario en el mundo.

“Y Sion se regocijará sobre los collados y florecerá”
La obediencia de los Santos no solo trae bendiciones individuales, sino que también contribuye al crecimiento y prosperidad de Sion, la comunidad del convenio. El florecimiento de Sion simboliza la paz, prosperidad y gozo que provienen de vivir de acuerdo con los principios del evangelio (véase Moisés 7:18).
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Sion florecerá cuando vivamos los principios del evangelio y actuemos con amor y unidad” (Ensign, noviembre de 1995). Este pasaje nos recuerda que nuestra obediencia individual contribuye al fortalecimiento colectivo de Sion, y que el Señor bendice a Su pueblo con prosperidad espiritual y temporal.


Este versículo establece una relación directa entre nuestra obediencia y las bendiciones que recibimos tanto a nivel individual como colectivo. Guardar los mandamientos y convenios no solo asegura nuestra protección y crecimiento personal, sino que también fortalece la comunidad de Sion y debilita la influencia del adversario en el mundo. La promesa de “estremecer los cielos” y el florecimiento de Sion son garantías divinas de que el Señor está al mando de Su obra y recompensará abundantemente a Sus hijos fieles.

La idea de que Satanás “temblará” es una poderosa afirmación del impacto de nuestra fidelidad en la lucha contra el mal. Nos da confianza en que, aunque enfrentemos oposición, nuestra obediencia y dedicación fortalecen nuestra posición en el reino de Dios.

Este versículo nos invita a reflexionar sobre la seriedad con la que estamos viviendo nuestros convenios. ¿Estamos siendo diligentes en nuestra obediencia? También nos llama a considerar cómo nuestras acciones individuales afectan a Sion en su conjunto. ¿Estamos contribuyendo al florecimiento de la comunidad del Señor?

Finalmente, nos asegura que nuestras acciones tienen un impacto eterno. Cuando somos fieles a nuestros convenios, no solo recibimos bendiciones personales, sino que también contribuimos al avance de la obra de Dios en la tierra. Al guardar los mandamientos, podemos confiar en que el Señor “estremecerá los cielos” en nuestro favor, trayendo gozo y prosperidad a nuestras vidas y a Sion.


― Doctrina y Convenios 35:25. “E Israel será salvo en mi propio y debido tiempo; y será conducido por las llaves que he dado, para nunca más ser confundido.”
Este versículo reafirma el compromiso de Dios con Su pueblo del convenio, Israel. Aunque el cumplimiento final de esta promesa estaba aún en el futuro, este versículo daba esperanza a los Santos de los Últimos Días de que la obra que estaban realizando era parte de un plan divino mayor. También resalta la importancia de las llaves del sacerdocio en la dirección de la obra del Señor.

“E Israel será salvo en mi propio y debido tiempo”
Esta frase reafirma el pacto eterno de Dios con Israel. La salvación de Israel incluye tanto la redención espiritual como el cumplimiento de las promesas de restauración física y espiritual a las tribus de Israel dispersas. El “debido tiempo” indica que el Señor opera según Su plan perfecto, alineado con Su sabiduría y Su cronología divina, no la del hombre (véase Isaías 55:8-9).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El recogimiento de Israel es el cumplimiento de un pacto antiguo, una señal de que Dios cumple Su palabra y obra en nuestro tiempo” (Ensign, noviembre de 2006). Este versículo nos recuerda que el Señor está al mando de la historia, y que, aunque Sus promesas puedan parecer retrasarse según los estándares humanos, se cumplirán en el momento adecuado.

“Y será conducido por las llaves que he dado”
Las llaves del sacerdocio son el poder y la autoridad dados a los profetas y apóstoles para dirigir la obra de Dios en la tierra. Estas llaves son esenciales para guiar al pueblo del Señor, incluyendo el recogimiento de Israel y la administración de las ordenanzas sagradas necesarias para la exaltación (véase Doctrina y Convenios 110:11-16).
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Las llaves del sacerdocio son esenciales para el gobierno de la Iglesia y para la realización de la obra del Señor en la tierra” (Ensign, mayo de 1994). El recogimiento de Israel y su conducción dependen de las llaves del sacerdocio, reafirmando que esta obra sagrada está dirigida bajo la autoridad de Dios.

“Para nunca más ser confundido”
La confusión espiritual y doctrinal ha sido una de las características de la apostasía. Este versículo promete que, bajo la dirección de las llaves del sacerdocio y la restauración del evangelio, Israel será guiado a la verdad plena y ya no será víctima de errores o desviaciones doctrinales (véase Efesios 4:11-14).
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El evangelio restaurado elimina la confusión y la incertidumbre, al ofrecer una doctrina clara, autoritativa y eterna” (Ensign, noviembre de 2007). Este pasaje promete que, en el evangelio restaurado, Israel encontrará la guía y dirección necesarias para mantenerse firme en la verdad.


Este versículo encapsula el plan divino para la redención y el recogimiento de Israel, un tema central en el evangelio restaurado. Dios asegura que el recogimiento de Israel será dirigido por aquellos que poseen las llaves del sacerdocio, garantizando que esta obra sagrada se realice bajo Su dirección y con Su autoridad. La promesa de que Israel “nunca más será confundido” refleja la estabilidad y claridad que provienen del evangelio restaurado y las ordenanzas administradas bajo las llaves del sacerdocio.

Este versículo también subraya el carácter perfecto del tiempo de Dios. Aunque los humanos puedan desear respuestas inmediatas, el cumplimiento de Sus promesas se lleva a cabo en el momento óptimo, de acuerdo con Su plan eterno.

Este versículo invita a confiar en el plan y el tiempo del Señor, recordándonos que Él es fiel a Sus pactos y que Su obra se lleva a cabo con orden y autoridad. También nos motiva a participar activamente en el recogimiento de Israel, una responsabilidad que recae sobre cada miembro de la Iglesia restaurada.

Como hijos de Dios, podemos reflexionar sobre cómo estamos contribuyendo a la obra de recoger a Israel, tanto al compartir el evangelio como al vivir los principios del convenio. Finalmente, esta promesa nos da paz y esperanza: en el debido tiempo del Señor, todo se cumplirá y Su pueblo encontrará la guía y la salvación que Él ha prometido.


― Doctrina y Convenios 35:27. “No temáis, pequeña grey, el reino es vuestro hasta que yo venga. He aquí, vengo pronto. Así sea. Amén.”
Este versículo ofrece consuelo y esperanza. Aunque la Iglesia era pequeña en número y enfrentaba oposición, el Señor asegura que el reino es suyo. La promesa de Su regreso inminente sirve como motivación para perseverar y mantener la fe, incluso en tiempos difíciles.

“No temáis, pequeña grey”
Esta frase refleja la compasión y cuidado del Salvador hacia Su pueblo. “Pequeña grey” se refiere al grupo relativamente reducido de seguidores fieles que permanecen comprometidos con Él, especialmente en medio de pruebas y desafíos. El mandato “no temáis” es un llamado a la confianza en el Señor y Su poder para proteger y guiar a Sus discípulos, incluso en circunstancias difíciles (véase Lucas 12:32).
El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo: “El Salvador siempre está consciente de nuestras luchas. Él nos anima a confiar en Él, incluso cuando nuestras fuerzas parezcan pequeñas” (Ensign, mayo de 2013). Este mensaje es especialmente relevante para los Santos de los Últimos Días, que pueden enfrentar oposición o sentirse superados. A través de estas palabras, el Salvador asegura que no importa cuán pequeño o insignificante pueda parecer el grupo, Él está con ellos.

“El reino es vuestro hasta que yo venga”
El “reino” se refiere a la Iglesia y el evangelio restaurado, el cual es un anticipo del reino eterno de Dios. Esta frase asegura que el Señor ha confiado Su obra a Sus seguidores y les promete que, mientras sean fieles, el reino será suyo, tanto en esta vida como en la eternidad (véase Doctrina y Convenios 29:7).
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Somos parte de un reino que no será destruido. Debemos mantenernos firmes en nuestra fe y en nuestro compromiso con el Señor” (Ensign, mayo de 1998). Este versículo refuerza la confianza en la promesa del Señor de que Su reino prevalecerá. Es una invitación a permanecer firmes en el evangelio y a participar activamente en la obra de edificar Su reino en la tierra.

“He aquí, vengo pronto”
Esta declaración es una promesa de la Segunda Venida del Salvador. Aunque “pronto” puede interpretarse desde una perspectiva divina, recordando que el tiempo de Dios no es como el nuestro (véase 2 Pedro 3:8), este mensaje está destinado a mantenernos espiritualmente preparados. Es un recordatorio de que debemos vivir en un estado constante de arrepentimiento y obediencia.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La promesa del regreso del Salvador no es solo un evento futuro, sino una invitación a prepararnos y vivir de una manera que refleje Su evangelio” (Ensign, noviembre de 2008). La promesa de Su venida no es solo un motivo de esperanza, sino también una llamada a la acción. Nos anima a mantenernos espiritualmente alertas y a participar en la edificación de Su reino.


Este pasaje refleja tanto el amor como las promesas del Salvador hacia Su pueblo. Reconoce que Su “pequeña grey” puede enfrentar desafíos y sentirse débil, pero les asegura que no tienen razón para temer mientras confíen en Él. El mensaje de que el “reino es vuestro” da esperanza a los fieles, recordándoles su posición en el plan eterno de Dios y Su promesa de regresar.

La frase “He aquí, vengo pronto” es un recordatorio de que la obra del Señor tiene un propósito eterno, y que Su regreso es una promesa segura. Aunque la espera puede parecer larga, este versículo invita a los Santos a mantenerse preparados y confiados.

Este versículo nos llama a reflexionar sobre nuestra confianza en el Señor y nuestra preparación espiritual para Su venida. ¿Estamos viviendo de una manera que refleja nuestra fe en Sus promesas? ¿Estamos participando activamente en la edificación de Su reino?

También nos recuerda que, aunque podamos sentirnos pequeños o débiles frente a los desafíos del mundo, no estamos solos. Como miembros de Su “pequeña grey”, tenemos la seguridad de que el Salvador guía Su obra y que Su promesa de regresar se cumplirá. Al confiar en Él y permanecer fieles, podemos regocijarnos en la esperanza de Su reino eterno y en la certeza de Su amor por nosotros.

Obediencia a los Mandamientos y Convenios


Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.”  En Deja un comentario


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