Doctrina y Convenios Sección 43

Doctrina y Convenios
Sección 43


La Sección 43 de Doctrina y Convenios tiene un contexto histórico importante que refleja los desafíos y dinámicas dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en sus primeros años, específicamente en febrero de 1831, en Kirtland, Ohio. A continuación, se describe el contexto:

En 1831, la Iglesia estaba en un período de rápido crecimiento. Muchos conversos provenientes de diversas tradiciones religiosas se unían, trayendo consigo diferentes ideas y expectativas sobre la revelación y el liderazgo espiritual. Durante esta etapa, algunos individuos comenzaron a afirmar falsamente que estaban recibiendo revelaciones divinas, lo que causó confusión entre los miembros de la Iglesia. Esto amenazaba la unidad de la Iglesia y la autoridad de José Smith como profeta.

Esta revelación fue dada en respuesta a las declaraciones de personas que pretendían recibir revelaciones para la Iglesia. El Señor dejó claro que las revelaciones para guiar a toda la Iglesia solo podían llegar por medio de José Smith, quien había sido llamado y designado como profeta, vidente y revelador.

La revelación reafirma la estructura organizativa de la Iglesia, estableciendo que solo aquellos ordenados y llamados por Dios podían dirigir y enseñar a los miembros.

Los versículos 1–14 enfatizan la necesidad de que las revelaciones y mandamientos provengan del profeta, el único autorizado por Dios para dirigir a la Iglesia. Esto también incluye la importancia de apoyar al profeta y proporcionar lo necesario para su bienestar.

Los versículos 15–35 llaman a los élderes a proclamar el arrepentimiento, prepararse para el gran día del Señor y recordar que Dios habla tanto por revelación directa como a través de la naturaleza y los eventos mundiales.

La revelación reafirma el papel exclusivo del profeta en recibir guía divina para toda la Iglesia.

Se enfatiza la importancia de que los miembros se santifiquen, se arrepientan y vivan con rectitud. Se menciona el Milenio, el juicio final y la segunda venida de Cristo, temas que buscaban inspirar a los miembros a mantenerse fieles y dedicados.

Este período estuvo marcado por un ambiente de fervor religioso en Estados Unidos conocido como el “Segundo Gran Despertar”. Muchas personas estaban interesadas en la revelación divina, lo que facilitó que algunos individuos hicieran afirmaciones espirituales falsas. La joven Iglesia enfrentaba desafíos internos por la diversidad de trasfondos de sus miembros y la falta de entendimiento completo sobre la estructura del liderazgo.

La Sección 43 ayudó a fortalecer la autoridad de José Smith como el único profeta de la Iglesia y a establecer un modelo de orden y gobierno eclesiástico que sigue vigente. Además, motivó a los miembros a centrarse en la santificación personal y la preparación para el regreso de Cristo, temas centrales en la doctrina de los Santos de los Últimos Días.


1. Autoridad Profética


Versículos 2–4:  Estos versículos establecen que el liderazgo espiritual de la Iglesia y la recepción de revelaciones son responsabilidades exclusivas del profeta llamado por Dios. Esto asegura un canal ordenado de comunicación divina y protege contra el caos doctrinal causado por falsas afirmaciones.

Versículo 2: “Que habéis recibido un mandamiento que será por ley a mi iglesia, por conducto de aquel a quien os he nombrado para recibir mandamientos y revelaciones de mi mano.”

“Que habéis recibido un mandamiento que será por ley a mi iglesia”
Esta parte subraya que los mandamientos dados por el Señor son leyes divinas vinculantes para Su Iglesia. Estas leyes no están sujetas a debate ni reinterpretación, ya que provienen de una fuente perfecta y eterna: Dios mismo. Además, enfatiza que las leyes establecidas son universales, aplicándose a toda la Iglesia en todas las épocas.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Los mandamientos de Dios no son restricciones; son las leyes del amor divino que nos conducen a la felicidad eterna y la paz duradera.” (Conferencia General, abril de 2019).
El élder D. Todd Christofferson agregó: “Una de las funciones esenciales de la Iglesia es enseñar las leyes de Dios como guía segura para una vida justa y para nuestra salvación.” (Conferencia General, octubre de 2010).

“Por conducto de aquel a quien os he nombrado”
Esta frase resalta el principio de la autoridad delegada. En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el profeta es el único autorizado por Dios para recibir revelaciones que gobiernen y guíen a toda la Iglesia. Este principio de orden asegura que la Iglesia funcione de manera unificada y dirigida divinamente.
El presidente Harold B. Lee dijo: “La Iglesia está organizada de acuerdo con un plan divino. El profeta del Señor tiene la autoridad final para dirigirla bajo la guía del Espíritu Santo.” (Conferencia General, octubre de 1972).
El élder Neal A. Maxwell señaló: “La revelación continua a través del profeta es evidencia de que Dios sigue dirigiendo Su Iglesia y que los cielos están abiertos.” (Conferencia General, abril de 1981).

“Para recibir mandamientos y revelaciones de mi mano”
Esta declaración aclara que las revelaciones y mandamientos no son ideas humanas ni invenciones personales del profeta. Provienen directamente de Dios, quien revela Su voluntad “de Su mano”, usando al profeta como Su portavoz. Este principio enfatiza que la Iglesia es dirigida por revelación continua, no por decisiones humanas o mayorías.
El presidente Gordon B. Hinckley afirmó: “El profeta no habla de su propia cuenta. Habla como representante del Señor, transmitiendo los mandamientos y revelaciones que el Señor desea que recibamos.” (Conferencia General, octubre de 1992).
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “Cada profeta ha sido un instrumento en las manos del Señor, declarando no su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que los llamó y los ordenó.” (Conferencia General, abril de 2008).


Los mandamientos son leyes universales que guían a los santos en justicia y los preparan para la exaltación. Solo el profeta designado recibe revelaciones para toda la Iglesia, garantizando unidad y protección contra doctrinas falsas. La dirección de la Iglesia proviene directamente de Dios, lo que refuerza su carácter divino y su propósito eterno.

Estos principios son fundamentales para comprender cómo el Señor dirige a Su Iglesia y protege a Sus miembros. La confianza en el profeta y en el sistema de revelación asegura que la Iglesia permanezca anclada en la verdad divina.

Esta frase nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la autoridad profética y nuestra disposición a seguir los mandamientos. En un mundo lleno de confusión y voces discordantes, la revelación continua es un don precioso que ofrece claridad y seguridad. Como miembros de la Iglesia, somos llamados a confiar en el profeta como el portavoz del Señor y a vivir las leyes divinas con fe y obediencia.

El presidente Russell M. Nelson expresó esta idea bellamente: “Nuestro Salvador y Redentor dirige Su Iglesia mediante profetas vivientes. Su consejo nos ayudará a enfrentar las tormentas de la vida y a alcanzar la paz duradera que solo Él puede ofrecer.”
(Conferencia General, octubre de 2020).


Versículo 3: “Esto sabréis con certeza, que no se os ha nombrado a ningún otro para que reciba mandamientos y revelaciones, hasta que él sea llevado, si persevera en mí.”

“Esto sabréis con certeza”
El Señor reafirma la necesidad de claridad y confianza en el canal autorizado para recibir revelaciones. La frase enfatiza que no hay ambigüedad en el llamado del profeta. Dios desea que los miembros de la Iglesia estén plenamente seguros de la autoridad profética como el único medio legítimo para recibir revelaciones para toda la Iglesia.
El presidente Boyd K. Packer declaró: “La seguridad en el liderazgo profético es esencial para que los miembros sepan dónde encontrar guía divina en un mundo lleno de confusión.” (Conferencia General, abril de 1980).
El presidente Harold B. Lee enseñó: “El Señor nunca dejará a Su pueblo en duda sobre quién es el profeta llamado para guiarles. Su palabra será clara y su autoridad será evidente.” (Conferencia General, octubre de 1972).

“Que no se os ha nombrado a ningún otro para que reciba mandamientos y revelaciones”
El Señor establece con firmeza que solo una persona es designada para recibir mandamientos y revelaciones para toda la Iglesia: el profeta. Esto protege contra la confusión y las afirmaciones de autoridad falsa que podrían surgir de otras personas.
El presidente Russell M. Nelson dijo:
“En Su sabiduría, el Señor ha organizado Su Iglesia de manera que siempre haya un profeta que reciba revelaciones en Su nombre. No hay duplicidad ni competencia en esta autoridad.” (Conferencia General, abril de 2018).
El élder David A. Bednar enseñó: “El patrón de revelación a través de un profeta viviente asegura que la dirección divina sea clara y aplicable a las necesidades de la Iglesia en cada generación.” (Conferencia General, octubre de 2010).

“Hasta que él sea llevado, si persevera en mí”
El llamado profético está condicionado a la fidelidad del profeta hacia el Señor. Esta frase subraya que el profeta debe continuar perseverando en rectitud para mantener su llamado. Si no lo hiciera, el Señor tiene un plan para nombrar a otro que lo reemplace. Esto demuestra que la autoridad divina es sagrada y está sujeta a estándares espirituales elevados.
El élder Neal A. Maxwell explicó: “El Señor no fuerza la voluntad de ningún siervo, ni siquiera de Sus profetas. Aquellos que son llamados deben perseverar en rectitud para cumplir con su sagrada comisión.” (Conferencia General, octubre de 1992).
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “El Señor sostiene a Sus profetas mientras ellos Le sean fieles. Su llamado es un testimonio continuo de que los cielos están abiertos.” (Conferencia General, abril de 1977).


Dios desea que los miembros tengan plena confianza en que el profeta es Su portavoz. Solo el profeta tiene la autoridad para recibir mandamientos y revelaciones para la Iglesia, lo que asegura unidad y claridad doctrinal. Aunque el llamado del profeta es divino, su mantenimiento requiere fidelidad y perseverancia.

Estos principios fortalecen la confianza en el sistema de revelación continua de la Iglesia y resaltan el carácter sagrado de la autoridad profética.

Esta declaración es un recordatorio de que Dios gobierna Su Iglesia con orden y propósito. La exclusividad del llamamiento profético no solo asegura claridad, sino que también demuestra el cuidado del Señor por proteger a Sus hijos de falsas doctrinas y liderazgos no autorizados.

Como miembros, esta frase nos invita a sostener al profeta con fe y humildad, reconociendo su papel como el canal por el cual Dios guía Su obra en la tierra. También nos recuerda que debemos buscar revelación personal para fortalecer nuestra conexión con el cielo, siempre en armonía con las enseñanzas del profeta.

El presidente Gordon B. Hinckley resumió este principio al decir: “El profeta del Señor es un faro que guía nuestras vidas hacia la seguridad espiritual. Sostenerlo es sostener al Salvador mismo, pues él habla en Su nombre.” (Conferencia General, octubre de 1995).


Versículo 4:”Ningún otro será nombrado a este don sino por medio de él; porque si le fuere quitado, no tendrá poder sino para nombrar a otro en su lugar.”

“Ningún otro será nombrado a este don sino por medio de él”
Este pasaje establece que el llamamiento de un profeta y su sucesión son determinados por un patrón divino. El Señor delega esta responsabilidad para garantizar la continuidad de Su obra en la tierra. El término “don” se refiere a la autoridad divina otorgada al profeta como vidente, revelador y portavoz de Dios.
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “El Señor ha establecido un orden en Su Iglesia, y ese orden incluye la forma en que los profetas son llamados y suceden en su cargo. No hay confusión, porque el Señor lo guía.” (Doctrines of Salvation, vol. 1, p. 242).
El presidente Russell M. Nelson explicó: “La sucesión en la Primera Presidencia y en el Quórum de los Doce está dirigida por el Salvador mismo. Es un testimonio del orden y la revelación continua en Su Iglesia.” (Conferencia General, abril de 2018).

“Porque si le fuere quitado, no tendrá poder sino para nombrar a otro en su lugar”
El llamamiento del profeta no es eterno en el sentido terrenal; está sujeto a la voluntad del Señor. Si el profeta fallece o se le retira el llamamiento, no queda un vacío en la autoridad, ya que el Señor ha preparado un sistema para la transferencia de esa responsabilidad sagrada. Este proceso asegura la continuidad en el liderazgo divinamente autorizado.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Cuando un profeta muere, no hay interrupción en la dirección de la Iglesia. La autoridad pasa al Quórum de los Doce Apóstoles hasta que un nuevo profeta sea ordenado bajo la dirección del Señor.” (Conferencia General, octubre de 1994).
El élder David B. Haight explicó: “La sucesión en el liderazgo profético es una de las manifestaciones más claras de que esta es la Iglesia de Jesucristo. No hay confusión ni desorden, sino un patrón divino que refleja el orden del reino de Dios.” (Conferencia General, abril de 1986).

El Señor ha establecido un sistema claro y organizado para asegurar que siempre haya un profeta que dirija Su Iglesia. El don del profeta no es inherente a la persona, sino un poder delegado por Dios que puede ser retirado si el Señor lo dispone. La obra del Señor nunca se detiene ni queda en manos de hombres sin Su dirección. El sistema de sucesión garantiza que la Iglesia esté siempre guiada por revelación.

La frase subraya que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es guiada por un orden divino que refleja el carácter de un Dios de paz y organización. El Señor asegura que Su obra continúe sin interrupciones, fortaleciendo la confianza de los miembros en Su liderazgo constante.
El presidente Harold B. Lee resumió este principio al decir: “El Señor tiene todo bajo control. No hay azar en la sucesión profética, solo Su dirección divina para garantizar que Su pueblo nunca quede sin un líder inspirado.” (Conferencia General, abril de 1970).

Este principio no solo fortalece la fe de los miembros, sino que también testifica de la naturaleza divina y organizada de la Iglesia, proporcionando seguridad espiritual en un mundo cambiante.


2. Santificación y Obra en la Iglesia


Versículos 8–10: Aquí se enfatiza la importancia de la preparación espiritual de los miembros. Santificarse significa vivir en rectitud, evitando la iniquidad y trabajando unidos como un cuerpo de creyentes. Este consejo fomenta el crecimiento personal y comunitario.

Versículo 8: “Al estar reunidos os instruyáis y os edifiquéis unos a otros, para que sepáis cómo conduciros, y cómo dirigir mi iglesia.”

“Al estar reunidos os instruyáis y os edifiquéis unos a otros”
Este pasaje resalta la importancia de la reunión como un principio esencial para el fortalecimiento mutuo de los miembros de la Iglesia. Las reuniones proporcionan un espacio donde se comparte conocimiento, se enseña la doctrina y se fortalecen los lazos espirituales. La edificación mutua implica que todos tienen algo que aportar en el proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El reunirse en consejo y compartir el entendimiento individual permite que el Espíritu del Señor guíe nuestras decisiones y nos edifique mutuamente.” (Conferencia General, abril de 2021).
El élder David A. Bednar agregó: “En cada reunión de la Iglesia, grande o pequeña, se nos da la oportunidad de ser edificados unos por otros y de sentir la influencia del Espíritu Santo mientras compartimos y aprendemos.” (Conferencia General, octubre de 2009).

“Para que sepáis cómo conduciros”
Este fragmento subraya la necesidad de recibir instrucción espiritual para saber cómo vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo. Esto incluye tanto la conducta personal como la manera en que los miembros contribuyen al bienestar de la comunidad de la Iglesia. La instrucción se convierte en una guía para la vida diaria y el servicio en el reino de Dios.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El conocimiento espiritual adquirido en las reuniones de la Iglesia nos ayuda a vivir de acuerdo con el evangelio y a conducirnos con rectitud en todas nuestras relaciones.” (Conferencia General, octubre de 2010).
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El discipulado requiere aprender constantemente cómo conducirnos como ciudadanos del reino de Dios, con fe y acción correcta.” (Conferencia General, octubre de 1992).

“Y cómo dirigir mi iglesia”
Este pasaje resalta la importancia del aprendizaje continuo para aquellos que tienen responsabilidades de liderazgo en la Iglesia. Dirigir la Iglesia requiere inspiración y conocimiento sobre los principios del evangelio, los procedimientos de la Iglesia y la dirección del Espíritu Santo. Esta instrucción asegura que la obra del Señor se lleve a cabo de manera ordenada y eficaz.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Los líderes de la Iglesia deben ser guiados por principios correctos y por el Espíritu Santo, y este aprendizaje continuo es esencial para dirigir con eficacia y rectitud.”
(Conferencia General, octubre de 1995).
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El liderazgo en la Iglesia no es una posición de mando, sino una oportunidad de aprender, servir y guiar a los demás en la luz de Cristo.” (Conferencia General, abril de 2008).


Las reuniones proporcionan un entorno sagrado donde los miembros pueden aprender, compartir y ser edificados mutuamente. El conocimiento adquirido en estas reuniones no solo edifica espiritualmente, sino que también ofrece dirección para la vida diaria y para cumplir con las responsabilidades dentro de la Iglesia. La instrucción asegura que aquellos con responsabilidades en la Iglesia estén capacitados para guiar a los demás según los principios del evangelio.

Esta frase subraya que el progreso espiritual no es un esfuerzo individual aislado, sino un proceso colectivo donde los miembros de la Iglesia aprenden, enseñan y edifican mutuamente. También enfatiza que el liderazgo en la Iglesia debe basarse en la instrucción divina y en el aprendizaje continuo, lo que garantiza que la obra del Señor avance con orden y propósito.

El presidente Russell M. Nelson lo expresó claramente: “En el plan del Señor, aprender juntos y edificarnos mutuamente es esencial para avanzar en el camino del convenio. Estas reuniones fortalecen nuestra fe, nuestra unidad y nuestra capacidad para servir.” (Conferencia General, octubre de 2018).

Este principio invita a los miembros a valorar más las reuniones de la Iglesia, no solo como oportunidades de instrucción, sino como momentos sagrados para fortalecer lazos espirituales y construir juntos el reino de Dios.


Versículo 9: “Seréis santificados por lo que habéis recibido, y os obligaréis a obrar con toda santidad ante mí.”

“Seréis santificados por lo que habéis recibido”
La santificación es el proceso de ser purificados y transformados espiritualmente mediante la obediencia a las enseñanzas y mandamientos del Señor. Aquí se enfatiza que las bendiciones y mandamientos que los santos han recibido son instrumentos de santificación, siempre que se vivan y se aprecien con rectitud.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “La santificación se logra mediante el poder expiatorio de Jesucristo. Recibimos ese poder al vivir en armonía con los convenios y mandamientos que hemos aceptado.” (Conferencia General, abril de 2004).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “A medida que aceptamos las enseñanzas del Salvador y las vivimos plenamente, nuestras vidas son transformadas y nos volvemos más semejantes a Él. Este es el poder santificador de Su evangelio.” (Conferencia General, abril de 2020).

“Y os obligaréis a obrar con toda santidad ante mí”
Esta frase subraya que la santificación no es un evento pasivo, sino un compromiso activo. Obrar con santidad implica vivir de manera digna y consagrada ante el Señor, reflejando Su carácter en nuestras acciones diarias. Este compromiso es parte integral del discipulado y del cumplimiento de los convenios.
El presidente Boyd K. Packer dijo: “La verdadera santidad no es simplemente evitar el pecado, sino consagrar nuestras vidas a la obra del Señor, comprometiéndonos plenamente a vivir en rectitud.” (Conferencia General, abril de 1980).
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El llamado del discipulado es un llamado a la santidad, a apartarnos de todo lo mundano y a consagrar nuestros pensamientos, palabras y acciones al Señor.” (Conferencia General, octubre de 2000).


Los mandamientos, las ordenanzas y las enseñanzas del evangelio no solo instruyen, sino que transforman espiritualmente a los fieles. Obrar con santidad requiere dedicación constante y esfuerzo para vivir conforme a los principios del evangelio. Este pasaje enfatiza que cada individuo tiene la obligación de aplicar las enseñanzas recibidas en su vida diaria, haciendo de la santidad un esfuerzo continuo y personal.

Esta frase enseña que la santificación no es solo un don que recibimos, sino un camino que seguimos activamente al obedecer los mandamientos y actuar con rectitud. La santidad es tanto un estado de ser como una forma de vivir. El Señor promete que seremos santificados al honrar lo que hemos recibido, pero esto requiere un compromiso diario de actuar de manera digna de Su presencia.

El mensaje de esta frase es profundamente transformador: al recibir las enseñanzas y bendiciones del Señor, se nos da el poder para cambiar, crecer y santificarnos. Sin embargo, este don requiere que hagamos nuestra parte mediante un compromiso sincero y constante de vivir con santidad.

El presidente Russell M. Nelson resumió este principio al decir: “La santificación no es solo un objetivo futuro, sino un proceso presente. Es el resultado de vivir los principios del evangelio con dedicación y fe.” (Conferencia General, abril de 2018).

Esta enseñanza nos invita a reflexionar sobre cómo estamos aplicando lo que hemos recibido y cómo podemos renovar nuestro compromiso de obrar con toda santidad, transformando nuestras vidas en preparación para la eternidad.


Versículo 10: “A fin de que, si hacéis esto, se añada gloria al reino que habéis recibido. Si no lo hacéis, os será quitado aun lo que habéis recibido.”

“A fin de que, si hacéis esto, se añada gloria al reino que habéis recibido”
El Señor promete que la obediencia y el esfuerzo continuo en vivir los principios del evangelio no solo preservan las bendiciones recibidas, sino que las aumentan. Este concepto se basa en el principio de que la fe y las obras justas conducen a un crecimiento espiritual constante y a una mayor capacidad para recibir la gloria de Dios.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Nuestro progreso en el reino celestial depende de nuestra obediencia y dedicación para vivir los principios del evangelio. A medida que obedecemos, nuestras capacidades espirituales crecen, y también lo hacen las bendiciones que el Señor está dispuesto a concedernos.” (Conferencia General, octubre de 2000).
El élder Neal A. Maxwell explicó: “El Señor amplía nuestra capacidad y aumenta nuestras bendiciones a medida que usamos fielmente lo que hemos recibido en Su servicio. Este es el crecimiento espiritual que Él desea para nosotros.” (Conferencia General, abril de 1995).

“Si no lo hacéis, os será quitado aun lo que habéis recibido”
Esta frase enfatiza un principio espiritual importante: las bendiciones no son permanentes si no se valoran y se utilizan correctamente. El Señor espera que los dones recibidos se usen para el crecimiento personal y el beneficio del reino de Dios. Si no los utilizamos, no solo dejamos de progresar, sino que podemos perder lo que ya se nos ha concedido.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor espera que utilicemos nuestros talentos y bendiciones para Su gloria. Si descuidamos este deber, no podemos esperar retener lo que ya se nos ha dado.” (Conferencia General, abril de 2019).
El élder David A. Bednar dijo: “Las oportunidades espirituales y las bendiciones que no se aprecian ni se aprovechan plenamente pueden ser retiradas, no como un castigo, sino como una consecuencia natural de nuestra falta de diligencia.” (Conferencia General, octubre de 2014).


Los fieles que aplican los principios del evangelio y trabajan para vivir con rectitud recibirán mayor luz, conocimiento y gloria. Somos responsables de usar lo que hemos recibido para progresar y edificar el reino de Dios. Si no cumplimos con este deber, podemos perder las bendiciones obtenidas. El Señor da línea sobre línea y precepto sobre precepto. Aquellos que sean fieles recibirán mayores dones, mientras que los negligentes pueden ver cómo disminuyen las bendiciones disponibles para ellos.

Esta frase refuerza la idea de que el evangelio es dinámico y progresivo. No basta con recibir bendiciones y dones espirituales; debemos usarlos activamente para nuestro crecimiento personal y el beneficio de otros. El Señor promete mayor gloria y bendiciones a los que viven con fidelidad, pero también advierte que la negligencia puede llevar a la pérdida de lo que ya se ha otorgado.

El mensaje de esta frase nos invita a reflexionar sobre nuestra fidelidad en usar lo que hemos recibido. Las bendiciones del evangelio no son automáticas ni permanentes; requieren esfuerzo, gratitud y dedicación. Al honrar nuestras responsabilidades espirituales, podemos recibir más luz y conocimiento, acercándonos cada vez más al Señor.

El presidente Gordon B. Hinckley expresó este principio claramente: “El evangelio es un evangelio de progreso. Al actuar en obediencia a los mandamientos del Señor, nuestras bendiciones no solo se preservan, sino que se multiplican. Pero si somos descuidados o indiferentes, corremos el riesgo de perder lo que ya hemos recibido.” (Conferencia General, abril de 1998).

Esta enseñanza nos recuerda la importancia de valorar y magnificar nuestras bendiciones, asegurándonos de que estamos progresando espiritualmente y contribuyendo al reino de Dios con gratitud y propósito.


3. Apoyo al Profeta


Versículo 13: El apoyo temporal al profeta asegura que pueda dedicarse plenamente a su llamamiento. Esto refleja un principio eterno: la comunidad de la Iglesia comparte la carga y las bendiciones de la obra del Señor.

“Si deseáis los misterios del reino, proporcionadle alimento, ropa y cualquiera otra cosa que necesite para cumplir la obra que le he mandado.”

“Si deseáis los misterios del reino”
El Señor invita a los santos a buscar los “misterios del reino”, que se refieren a las verdades profundas del evangelio que se revelan a quienes son dignos, obedientes y fieles. Sin embargo, esta búsqueda está condicionada al cumplimiento de sus deberes hacia aquellos llamados a liderar y enseñar, como el profeta.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Los misterios del reino no son secretos ocultos, sino verdades espirituales que el Señor revela a Sus siervos y que pueden ser entendidas por quienes estén espiritualmente preparados.”</em (Conferencia General, abril de 1985). El presidente Russell M. Nelson explicó: “El conocimiento de los misterios del reino viene por revelación personal y mediante la guía de aquellos que han sido llamados a enseñar y liderar en la Iglesia del Señor.” (Conferencia General, abril de 2018).

“Proporcionadle alimento, ropa y cualquiera otra cosa que necesite”
El Señor establece la responsabilidad de los miembros de cuidar temporalmente a los líderes de la Iglesia, particularmente al profeta, para que puedan dedicarse completamente a la obra divina. Esto refleja el principio de consagración, donde los recursos temporales se usan para apoyar el crecimiento del reino de Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El Señor espera que cuidemos de aquellos que dedican sus vidas a Su servicio. Proveer para sus necesidades es una manifestación de nuestra fe y gratitud por la obra que realizan.” (Conferencia General, octubre de 1991).
El presidente Brigham Young enseñó: “El Señor ha establecido el principio de cuidar a Sus siervos para que puedan concentrarse en la obra del ministerio sin las distracciones de las preocupaciones temporales.” (Journal of Discourses, vol. 2, p. 110).

“Para cumplir la obra que le he mandado”
El profeta es llamado por Dios para cumplir una obra sagrada que requiere su completa dedicación. Al liberar al profeta de preocupaciones temporales, los miembros permiten que se concentre plenamente en recibir revelaciones, enseñar y guiar a la Iglesia. Este principio también enfatiza que la obra del Señor se lleva a cabo colectivamente, con el apoyo de todos los miembros.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “El profeta no puede hacer la obra del Señor solo. Requiere el apoyo de todos los miembros, no solo en oración, sino también mediante sus esfuerzos y recursos.” (Conferencia General, abril de 1977).
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El sostener a los líderes de la Iglesia incluye proporcionarles el apoyo necesario para que puedan cumplir sus llamamientos divinos de manera efectiva y con total concentración en la obra del Señor.” (Conferencia General, octubre de 2006).


El acceso a los “misterios del reino” no es solo una cuestión de fe personal, sino también de contribuir al bienestar de aquellos que lideran la Iglesia. Los miembros son responsables de usar sus recursos para apoyar la obra del Señor, incluyendo el cuidado de sus siervos. La obra del Señor avanza mediante la cooperación entre los miembros y los líderes, con cada uno contribuyendo según su capacidad y responsabilidad.

Esta frase enseña que la búsqueda de conocimiento espiritual profundo (los misterios del reino) está directamente relacionada con nuestra disposición a apoyar a aquellos que lideran y enseñan en la Iglesia. Este apoyo no solo incluye la oración y el sostén espiritual, sino también el cuidado temporal para liberar a los líderes de preocupaciones terrenales.

La frase subraya la interdependencia en la Iglesia: mientras los líderes se dedican a recibir revelación y guiar a los santos, los miembros tienen la responsabilidad de sostenerlos y apoyarlos en sus necesidades temporales. Este principio refleja un modelo de servicio y consagración que fortalece la obra del Señor.

El presidente Russell M. Nelson lo expresó así: “En el reino de Dios, cada uno tiene un papel que desempeñar. Cuando trabajamos juntos para apoyar a nuestros líderes y edificar el reino, el Señor nos bendice con mayores conocimientos y una mayor medida de Su espíritu.” (Conferencia General, abril de 2018).

Este principio nos invita a evaluar cómo estamos apoyando la obra del Señor en nuestras propias esferas, reconociendo que nuestras contribuciones materiales y espirituales son esenciales para el crecimiento del reino y nuestro propio progreso espiritual.


4. Preparación para el Día del Señor


Versículo 20: El llamado al arrepentimiento es central en este versículo. Prepararse para el regreso de Cristo no solo implica un cambio individual, sino también compartir el mensaje con los demás. Es un recordatorio de que la obra misional es urgente.

“Levantad vuestras voces sin cesar. Llamad a las naciones a que se arrepientan, tanto ancianos como jóvenes, ora esclavos o libres, diciendo: Preparaos para el gran día del Señor.”

“Levantad vuestras voces sin cesar”
El Señor exhorta a los santos a compartir Su mensaje de manera constante y sin vacilaciones. Este mandato refleja el carácter continuo de la obra misional y la responsabilidad de proclamar el evangelio con valentía y persistencia.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “Nunca debemos temer levantar nuestras voces para compartir el evangelio. Cada palabra de testimonio puede sembrar la semilla de la fe en otro.” (Conferencia General, abril de 2008).
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Cuando levantamos nuestras voces con amor y convicción, permitimos que otros escuchen la verdad eterna del evangelio restaurado.” (Conferencia General, octubre de 2014).

“Llamad a las naciones a que se arrepientan”
El llamado al arrepentimiento es central en el evangelio de Jesucristo. Es un acto de amor invitar a otros a volver al Señor mediante el arrepentimiento, lo cual permite que experimenten la redención y el gozo de la vida eterna.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El arrepentimiento no es solo un principio del evangelio; es la invitación amorosa del Salvador para cambiar, crecer y regresar a Él.” (Conferencia General, abril de 2019).
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “Nuestra misión es proclamar el arrepentimiento como un don divino que abre la puerta a la paz, el perdón y la esperanza.” (Conferencia General, abril de 2007).

“Tanto ancianos como jóvenes, ora esclavos o libres”
El mensaje del evangelio es universal, aplicable a todas las personas sin importar su edad, condición social o circunstancia. Esto resalta la naturaleza inclusiva del plan de salvación y el amor de Dios por todos Sus hijos.
El presidente Howard W. Hunter enseñó: “El evangelio de Jesucristo no conoce fronteras ni distinciones; es un mensaje de esperanza y salvación para todos los hijos de Dios.” (Conferencia General, abril de 1990).
El élder Dallin H. Oaks explicó: “El llamado al arrepentimiento y la invitación a seguir a Cristo son universales y eternos. Ninguna persona está excluida del amor de Dios.” (Conferencia General, octubre de 2006).

“Diciendo: Preparaos para el gran día del Señor”
El llamado a prepararse para la Segunda Venida de Cristo es un recordatorio de la urgencia de vivir con rectitud. Prepararse significa arrepentirse, guardar los convenios y trabajar en la edificación del reino de Dios.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “La preparación para el día del Señor es el propósito central de nuestras vidas. Todo lo que hacemos debe ayudarnos a estar listos para Su venida.” (Conferencia General, abril de 1975).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Prepararse para el regreso de Cristo requiere dedicación diaria a Sus mandamientos y un compromiso total con Sus enseñanzas.” (Conferencia General, abril de 2020).


Los santos tienen la responsabilidad de compartir el evangelio en todo momento y lugar. Es un mensaje de esperanza y cambio que invita a todos a regresar a Cristo. Su mensaje incluye a todas las personas, sin importar su edad, condición o estatus. Vivir con rectitud y guardar los convenios es fundamental para estar listos para el regreso del Salvador.

Esta frase encapsula la misión de la Iglesia: proclamar el arrepentimiento, invitar a todos a seguir a Cristo y prepararse para Su Segunda Venida. Es un llamado urgente y universal que recuerda a los santos su deber de ser ejemplos de fe, compartir el evangelio y vivir con propósito y rectitud.

El mandato de “levantar nuestras voces” subraya la importancia de ser constantes y valientes al proclamar el evangelio. El llamado al arrepentimiento y la preparación no solo es para los demás, sino también para nosotros mismos. Como miembros de la Iglesia, debemos evaluar si estamos viviendo de manera que refleje esta invitación y si estamos haciendo nuestra parte para preparar el mundo para el regreso de Cristo.

El presidente Russell M. Nelson resumió esta enseñanza al decir: “El tiempo para prepararse es ahora. No hay mayor prioridad que ayudar a preparar el mundo para el regreso de Su Hijo.” (Conferencia General, octubre de 2021).

Este versículo nos inspira a ser más diligentes, más amorosos y más comprometidos en nuestra labor de edificar el reino de Dios en la tierra mientras nos preparamos para la eternidad.


5. El Poder de Dios en la Naturaleza


Versículo 25: Dios utiliza tanto medios espirituales como naturales para llamar la atención de la humanidad. Este versículo resalta que incluso los eventos naturales pueden ser mensajes divinos que invitan al arrepentimiento y la reflexión.

“¡Cuántas veces os he llamado por boca de mis siervos y por la ministración de ángeles, y por mi propia voz y por la de los truenos y la de los relámpagos y la de las tempestades!”

“¡Cuántas veces os he llamado por boca de mis siervos!”
El Señor utiliza a Sus siervos, los profetas y líderes autorizados, para comunicar Su voluntad al mundo. Estos siervos son llamados y apartados para actuar como portavoces, ofreciendo advertencias, enseñanzas y guía divina. Este llamado muestra el amor del Señor al enviar mensajeros humanos que enseñen y exhorten al arrepentimiento.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor guía Su obra a través de profetas vivientes. Escuchar y seguir sus enseñanzas es fundamental para nuestra salvación.” (Conferencia General, abril de 2018).
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “La voz de los siervos del Señor es Su voz. Su mensaje es un recordatorio constante de que los cielos están abiertos y que Dios está consciente de nuestras necesidades.” (Conferencia General, octubre de 2006).

“Y por la ministración de ángeles”
El Señor también envía ángeles para ministrar, guiar y fortalecer a Sus hijos en momentos clave. La ministración de ángeles es una muestra del cuidado personal de Dios por Sus hijos y de Su voluntad de intervenir directamente en sus vidas.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Creemos en la ministración de ángeles como una manifestación del amor de Dios hacia nosotros, especialmente en tiempos de necesidad y angustia.” (Conferencia General, octubre de 1994).
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “Los ángeles son enviados por el Señor como mensajeros para llevar consuelo, protección y guía divina a Su pueblo.” (Conferencia General, abril de 1998).

“Y por mi propia voz”
El Señor habla a Sus hijos de manera directa, ya sea por medio de revelaciones personales o a través de experiencias espirituales profundas. Este contacto directo subraya la cercanía de Dios y Su deseo de comunicarse con cada individuo.
El élder Richard G. Scott explicó: “El Señor desea hablarnos mediante el Espíritu Santo. Cuando cultivamos la revelación personal, podemos oír Su voz y sentir Su guía directamente.” (Conferencia General, octubre de 2009).
El presidente Harold B. Lee declaró: “El Señor no está lejos de nosotros. Si escuchamos, podemos oír Su voz en los momentos más importantes de nuestras vidas.” (Conferencia General, octubre de 1973).

“Y por la de los truenos y la de los relámpagos y la de las tempestades”
El Señor usa las fuerzas de la naturaleza para recordar a la humanidad Su poder y Su presencia. Estos fenómenos pueden ser advertencias para llamar al arrepentimiento, recordatorios de Su soberanía o símbolos de Su mano en los asuntos de los hombres.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “A veces, el Señor utiliza las fuerzas de la naturaleza para enseñar lecciones espirituales y llamar nuestra atención hacia lo que realmente importa.” (Conferencia General, abril de 1977).
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “La creación misma testifica de Dios y de Su poder. Los eventos naturales, cuando son observados con ojos espirituales, pueden ser mensajes divinos para la humanidad.” (Conferencia General, octubre de 1980).


El Señor utiliza múltiples medios para llegar a Sus hijos, desde profetas y ángeles hasta Su propia voz y la naturaleza. Estos llamados reflejan el profundo amor y paciencia de Dios, quien busca que Sus hijos vuelvan a Él. Cuando el Señor llama, sea cual sea el medio, la humanidad tiene la responsabilidad de escuchar, reflexionar y actuar en consecuencia.

Esta frase resalta la amplitud y diversidad de los métodos que el Señor utiliza para comunicarse con Sus hijos. No deja a nadie sin oportunidades para oír Su mensaje y arrepentirse. Desde los profetas hasta los ángeles y las fuerzas naturales, cada llamado es una muestra de Su preocupación por la salvación de la humanidad.

El mensaje de esta frase es un recordatorio poderoso de que el Señor siempre está tratando de alcanzarnos, utilizando medios que nos son familiares y otros que captan nuestra atención. La pregunta clave es: ¿estamos escuchando? La paciencia de Dios es infinita, pero nuestra respuesta a Su llamado determinará nuestro progreso espiritual.

El presidente Russell M. Nelson resumió este principio al decir:
“El Señor nunca deja de buscarnos ni de llamarnos al arrepentimiento. Él utiliza todos los medios posibles para asegurarse de que escuchemos Su voz.” (Conferencia General, octubre de 2021).

Este versículo nos invita a abrir nuestros corazones y oídos espirituales para reconocer la voz del Señor en nuestra vida, ya sea a través de Sus profetas, Sus ángeles, Su voz personal o las manifestaciones de Su poder en el mundo natural.


6. El Milenio y la Redención Final


Versículo 29: Este versículo asegura a los fieles que el Señor cumplirá sus promesas. El Milenio será un tiempo de paz y justicia, donde Cristo reinará y los fieles recibirán su recompensa.

“Porque en mi propio y debido tiempo vendré sobre la tierra en juicio, y mi pueblo será redimido y reinará conmigo sobre la tierra.”

“Porque en mi propio y debido tiempo”
El Señor declara que Su regreso está planificado en Su tiempo perfecto, según Su sabiduría y propósito eterno. Esta frase subraya la confianza que los santos deben tener en el tiempo de Dios, aun cuando no se revele el día exacto de Su venida.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La paciencia en el tiempo del Señor es un acto de fe. Confía en que Él sabe lo que es mejor y que Su plan se cumplirá en el momento oportuno.” (Conferencia General, abril de 2011).
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La segunda venida del Salvador ocurrirá en Su tiempo debido, no en el nuestro. Lo importante es estar siempre preparados.” (Conferencia General, abril de 2020).

“Vendré sobre la tierra en juicio”
El regreso de Cristo marcará un momento de juicio para toda la humanidad. Este juicio será justo y perfecto, basado en las obras, la fe y el arrepentimiento de cada individuo. El Salvador vendrá como Rey y Juez, separando a los justos de los inicuos.
El presidente Boyd K. Packer dijo: “El juicio del Señor será perfecto porque Él conoce el corazón y las intenciones de cada persona. No habrá errores en Su justicia ni en Su misericordia.” (Conferencia General, abril de 1985).
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “El día del juicio será un momento de gran consuelo para los fieles y de arrepentimiento tardío para quienes rechazaron Su invitación.” (Conferencia General, octubre de 2004).

“Y mi pueblo será redimido”
La redención prometida a los justos incluye la salvación y la exaltación. Esta redención es posible gracias a la expiación de Jesucristo y se concede a aquellos que permanecen fieles a Sus mandamientos y convenios.
El presidente Howard W. Hunter enseñó: “La redención de Su pueblo es el propósito central de la obra del Salvador. Él vino, vivió y murió para garantizar que todos pudieran ser redimidos si Lo aceptan y Lo siguen.” (Conferencia General, abril de 1994).
El élder Dieter F. Uchtdorf declaró: “La redención es una promesa segura para aquellos que confían en el Salvador y perseveran hasta el fin.” (Conferencia General, abril de 2015).

“Y reinará conmigo sobre la tierra”
Durante el Milenio, Cristo reinará en la tierra junto a los fieles, estableciendo un gobierno de justicia y paz. Los justos participarán en la edificación del reino de Dios, disfrutando de la plenitud de Su gloria.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Milenio será un tiempo de paz y rectitud, cuando Cristo reine personalmente sobre la tierra y los justos compartan Su gloria.” (Conferencia General, abril de 2019).
El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “El gobierno de Cristo en el Milenio será perfecto en justicia y en misericordia, y los fieles se regocijarán al ser parte de Su reino.” (Conferencia General, octubre de 1998).


Su regreso ocurrirá según Su voluntad y propósito eterno, no según las expectativas humanas. Cristo vendrá como Juez, separando a los justos de los inicuos según Sus leyes perfectas. Los que sigan al Salvador recibirán las bendiciones prometidas de salvación y exaltación. Los justos reinarán con Cristo en paz y justicia.

Esta frase encapsula la promesa central del evangelio: que Cristo regresará para juzgar, redimir y gobernar. Su venida será un día de esperanza para los fieles y un recordatorio de Su amor, justicia y poder. Los santos deben prepararse espiritualmente, confiando en Su tiempo perfecto y viviendo de manera que puedan participar en Su reino.

La promesa del regreso de Cristo es una fuente de consuelo y motivación para vivir rectamente. Aunque no conocemos el momento exacto de Su venida, sabemos que será un día de gran importancia para toda la humanidad. Este conocimiento nos invita a vivir con propósito, arrepentimiento constante y una fe firme en Su plan.

El presidente Russell M. Nelson resumió esta verdad al decir: “Preparen sus corazones y sus hogares. Vivan de tal manera que, cuando Él venga, lo reciban con gozo, paz y una confianza inquebrantable en Su amor.” (Conferencia General, octubre de 2021).

Esta frase nos recuerda que la obra del Salvador es completa y perfecta, y que Sus promesas de redención y gloria están al alcance de todos los que Le sigan con fe y dedicación.


7. Satanás Atado y el Fin de la Tierra


Versículos 31–32: La promesa de que Satanás será atado simboliza un tiempo de pureza y justicia en la tierra. Este versículo también describe la transformación de los justos en la resurrección, fortaleciendo la esperanza en la vida eterna.

Versículos 31. “Porque Satanás será atado; y cuando de nuevo quede libre, reinará solamente una corta temporada, y entonces vendrá el fin de la tierra.”

“Porque Satanás será atado”
La atadura de Satanás durante el Milenio simboliza la limitación de su influencia sobre los hijos de Dios. Esto no implica que pierda su existencia, sino que su capacidad para tentar será restringida debido a la rectitud de las personas y el poder de Cristo que gobernará sobre la tierra.
El élder Bruce R. McConkie explicó: “Satanás será atado por el poder del sacerdocio y la rectitud de los justos. En un mundo lleno de santidad, no tendrá lugar ni influencia.” (Mormon Doctrine, 2da edición, p. 699).
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Cuando vivamos en rectitud y sigamos a Cristo, Satanás no tendrá poder sobre nosotros. Este principio se magnifica en el Milenio, cuando su influencia será completamente restringida.” (Conferencia General, octubre de 1979).

“Cuando de nuevo quede libre, reinará solamente una corta temporada”
Al final del Milenio, Satanás será liberado brevemente para probar a los hijos de Dios una última vez. Esta breve liberación permite una separación definitiva entre los justos y los inicuos antes del juicio final. Es un recordatorio de que el albedrío siempre estará presente, incluso en las condiciones más perfectas.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Incluso al final de todas las cosas, el Señor permitirá una prueba final, mostrando Su respeto eterno por el albedrío y la justicia.” (Conferencia General, abril de 1985).
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “La liberación de Satanás será breve porque los justos estarán preparados y el tiempo para la obra de Satanás habrá llegado a su fin.” (Doctrines of Salvation, vol. 3, p. 315).

“Y entonces vendrá el fin de la tierra”
El fin de la tierra se refiere al cierre de su propósito mortal y su transformación en un estado celestial. Esto marca el cumplimiento del plan de Dios para Sus hijos y la culminación de la obra redentora de Cristo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El fin de la tierra no es el fin de la existencia, sino el principio de una gloria mayor. Es el momento en que todo será renovado y Cristo reinará en plenitud.” (Conferencia General, octubre de 2020).
El élder D. Todd Christofferson declaró: “El propósito de la tierra será cumplido cuando se convierta en el lugar celestial donde los fieles habitarán con Dios eternamente.” (Conferencia General, abril de 2015).


Su influencia se restringirá por la rectitud y el poder de Dios durante el Milenio. La breve liberación de Satanás al final del Milenio demuestra la justicia y el respeto de Dios por el albedrío. Marca la transición de la tierra a su estado celestial, cumpliendo su propósito divino.

Esta frase muestra el control soberano de Dios sobre el destino de la tierra y de Sus hijos. La atadura de Satanás durante el Milenio es una promesa de paz y justicia, mientras que su breve liberación al final demuestra el compromiso divino con el albedrío y la justicia. Finalmente, el fin de la tierra subraya el cumplimiento del plan eterno de salvación.

El mensaje central de esta frase es de esperanza y confianza en el plan de Dios. Satanás, aunque poderoso, no puede prevalecer contra el Señor ni contra Sus propósitos. La obra de Cristo culminará en un triunfo glorioso que transformará la tierra y exaltará a los justos.

El presidente Gordon B. Hinckley expresó: “El propósito eterno de la tierra y de la humanidad se cumplirá con la glorificación final de la creación de Dios. Hasta entonces, nuestra tarea es prepararnos y ayudar a otros a hacerlo.” (Conferencia General, abril de 1995).

Esta enseñanza invita a los santos a vivir con rectitud, prepararse para el Milenio y mantener una fe inquebrantable en la promesa de redención y gloria que el Salvador traerá.

Versículo32. “Y el que viviere en rectitud será cambiado en un abrir y cerrar de ojos, y la tierra pasará como si fuera por fuego.”

“El que viviere en rectitud será cambiado en un abrir y cerrar de ojos”
Esta frase describe la transformación de los justos en el momento de la Segunda Venida de Cristo. Aquellos que estén vivos y vivan en rectitud no pasarán por la muerte como normalmente se entiende, sino que serán transformados instantáneamente en un estado glorificado y resucitado, listo para habitar en la presencia del Señor.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “Los justos que estén vivos en la venida de Cristo serán transformados instantáneamente, sin pasar por el proceso de la muerte, para recibir un cuerpo glorificado.” (Doctrines of Salvation, vol. 2, p. 296).
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “En la resurrección y transformación final, los justos serán llevados a un estado glorioso y eterno, preparados para habitar con Dios.” (Conferencia General, abril de 2000).

“La tierra pasará como si fuera por fuego”
El fuego aquí simboliza la purificación y transformación de la tierra. Este proceso no es una destrucción completa, sino una renovación que elimina toda iniquidad, preparándola para convertirse en un estado celestial donde puedan habitar los justos.
El presidente Brigham Young enseñó: “El fuego que purifica la tierra es un acto de limpieza divina, necesario para preparar el mundo para el reinado de Cristo y Su gloria eterna.” (Journal of Discourses, vol. 8, p. 123).
El élder Neal A. Maxwell dijo: “La tierra será renovada y recibirá su gloria paradisiaca, convirtiéndose en un lugar de paz y santidad para los fieles del Señor.” (Conferencia General, abril de 1984).


Aquellos que vivan en rectitud al regreso de Cristo experimentarán una transformación gloriosa e instantánea. El fuego purificador eliminará todo rastro de maldad, renovando la tierra para cumplir su propósito eterno. Tanto los justos como la tierra misma serán preparados para habitar en la presencia de Dios.

Esta frase enseña que la rectitud no solo prepara a los individuos para la vida eterna, sino que también los hace partícipes de un evento glorioso y transformador en la Segunda Venida de Cristo. La purificación de la tierra simboliza la culminación del plan de redención, donde todo será renovado para reflejar la santidad de Dios.

La promesa de ser transformados “en un abrir y cerrar de ojos” es un recordatorio de la necesidad de vivir en rectitud y estar siempre preparados para la venida del Salvador. La purificación de la tierra también nos llama a reflexionar sobre nuestra responsabilidad de contribuir a la edificación de un mundo más justo y santo.

El presidente Russell M. Nelson lo resumió así: “El vivir en rectitud no solo nos prepara para el encuentro con nuestro Salvador, sino que también nos asegura que participaremos en Su gloria y Su reino eterno.” (Conferencia General, abril de 2021).

Esta enseñanza nos inspira a vivir con fe y diligencia, sabiendo que la recompensa de la rectitud es más gloriosa de lo que podemos imaginar, y que el Señor está preparando tanto a Su pueblo como a Su creación para un destino eterno y perfecto.


8. Obediencia y Sobriedad Espiritual


Versículo 34: Jesucristo insta a los fieles a mantener una perspectiva eterna. Reflexionar sobre la eternidad ayuda a vivir con propósito y sobriedad, recordando que cada acción tiene consecuencias eternas.

“Escuchad estas palabras. He aquí, soy Jesucristo, el Salvador del mundo. Atesorad estas cosas en vuestro corazón, y reposen en vuestra mente las solemnidades de la eternidad.”

“Escuchad estas palabras. He aquí, soy Jesucristo, el Salvador del mundo”
El Salvador se presenta a sí mismo como la fuente de autoridad de las palabras reveladas. Este llamado a “escuchar” subraya la importancia de recibir Sus enseñanzas con reverencia y fe. La declaración de ser “el Salvador del mundo” recuerda que Su expiación es central en el plan de salvación y en la vida de los creyentes.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Jesucristo es el centro de todo lo que hacemos en Su Iglesia. Al escuchar Sus palabras, nos alineamos con Su propósito eterno de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Conferencia General, abril de 2017).
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “Escuchar la voz de Cristo es más que oír. Es obedecer, actuar y confiar plenamente en Él como nuestro Salvador y Redentor.” (Conferencia General, octubre de 2006).

“Atesorad estas cosas en vuestro corazón”
Atesorar las palabras del Salvador en el corazón implica valorarlas, recordarlas y permitir que guíen nuestras acciones. Esto no es solo un acto de memoria, sino un compromiso emocional y espiritual de vivir de acuerdo con Su evangelio.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cuando atesoramos las palabras del Señor en nuestro corazón, se convierten en una fuente de fortaleza y guía en los momentos de dificultad.” (Conferencia General, abril de 2009).
El élder David A. Bednar declaró: “Atesorar significa más que estudiar; implica internalizar las verdades divinas y permitir que transformen nuestra vida.” (Conferencia General, octubre de 2009).

“Reposen en vuestra mente las solemnidades de la eternidad”
La frase “solemnidades de la eternidad” invita a reflexionar sobre las verdades profundas del plan de salvación y las realidades eternas, como la inmortalidad, la vida eterna y nuestra relación con Dios. Tener estas cosas en la mente fomenta una perspectiva eterna que influye en las decisiones diarias.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Pensar constantemente en la eternidad nos ayuda a priorizar lo que realmente importa y a evitar las distracciones del mundo.” (Conferencia General, octubre de 1976).


El presidente Dieter F. Uchtdorf explicó: “La perspectiva eterna nos ayuda a enfrentar los desafíos terrenales con fe y esperanza, sabiendo que todo lo que hacemos tiene un propósito eterno.” (Conferencia General, abril de 2014).

Él es el Salvador y Su voz debe ser escuchada y obedecida. Valorar y guardar las enseñanzas del Salvador en el corazón nos guía en rectitud. Reflexionar sobre las verdades eternas nos ayuda a vivir con propósito y significado en la vida terrenal.

Esta frase combina una invitación a la acción inmediata (“escuchad estas palabras”) con un llamado a una transformación profunda y duradera. Escuchar a Cristo, guardar Sus enseñanzas en el corazón y reflexionar sobre las realidades eternas nos alinea con Su propósito y nos prepara para la vida eterna.

El mensaje de esta frase nos recuerda que nuestra relación con el Salvador debe ser central en nuestra vida. Escuchar Sus palabras, atesorarlas y reflexionar sobre el plan eterno de Dios nos brinda dirección, fortaleza y esperanza.

El presidente Russell M. Nelson resumió esta verdad al decir: “Al escuchar al Salvador y permitir que Su evangelio guíe nuestras vidas, no solo encontramos paz en esta vida, sino también el camino seguro hacia la vida eterna.” (Conferencia General, abril de 2021).

Esta enseñanza nos invita a dedicar tiempo y esfuerzo a escuchar al Salvador, meditar en Su plan y vivir de acuerdo con las verdades eternas que Él nos ha revelado. Esto nos prepara no solo para los desafíos de la vida, sino también para la eternidad con Él.

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