Doctrina y Convenios Sección 5

Doctrina y Convenios
Sección 5


Contexto Histórico

En marzo de 1829, José Smith vivía en Harmony, Pensilvania, dedicado a la traducción del Libro de Mormón con la ayuda divina. En ese tiempo, Martin Harris, un amigo y primer colaborador en la obra, estaba lidiando con dudas sobre el trabajo de José y deseaba una confirmación tangible de la autenticidad de las planchas de oro. Martín había perdido la confianza de José debido a un incidente previo: la pérdida de las 116 páginas del manuscrito traducido, por lo que ahora buscaba recuperar su posición de confianza y fe.

En respuesta a las peticiones de Martín, José buscó al Señor en oración y recibió la revelación conocida hoy como la Sección 5 de Doctrina y Convenios. El mensaje fue una combinación de amonestación, instrucción y promesa. El Señor dejó claro que esta generación recibiría Su palabra únicamente por medio de José Smith, y no por demostraciones físicas de las planchas o sus contenidos. Sin embargo, el Señor también reveló que habría tres testigos especiales que serían llamados a ver las planchas y dar testimonio de su existencia.

El Señor describió las condiciones necesarias para que Martin Harris pudiera ser uno de esos tres testigos. Esto incluía humildad, arrepentimiento, ferviente oración y fe sincera. Sin embargo, también se le advirtió que, si no cumplía estas condiciones, no recibiría la manifestación que deseaba, y se le ordenó no continuar pidiendo pruebas adicionales. Por otro lado, el Señor reiteró Su confianza en José Smith, pero también le recordó la necesidad de no ceder a las presiones de los hombres y ser firme en guardar Sus mandamientos.

Esta revelación sirvió para reafirmar el papel profético de José Smith y el propósito sagrado de la obra de traducción. También introdujo el concepto de los tres testigos que más tarde jugarían un papel crucial en la autenticidad y el testimonio del Libro de Mormón: Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris.

La Sección 5 no solo fortaleció la relación entre José Smith y Martin Harris, sino que también proporcionó un marco para comprender cómo Dios elige revelar Sus verdades: a través de la fe, la obediencia y un corazón humilde, más allá de las pruebas físicas. Esta revelación marcó un momento clave en la preparación para la publicación del Libro de Mormón y el establecimiento de la Iglesia.

La Sección 5 de Doctrina y Convenios enseña principios clave sobre la fe, la humildad, el arrepentimiento y la importancia de los testigos en la obra del Señor. Estos versículos destacan cómo Dios utiliza Su poder y guía para edificar Su reino, mientras requiere de Sus siervos fe, obediencia y un corazón dispuesto. Las lecciones aquí son relevantes para todos los que buscan ser parte activa en la obra del evangelio y desarrollar una relación más cercana con el Señor.


1. El papel de José Smith como profeta


Versículo 10: “Pero esta generación recibirá mi palabra por medio de ti;”
Este versículo establece el papel único de José Smith como el profeta escogido para restaurar el evangelio. La revelación y las enseñanzas vendrían a través de él como el portavoz de Dios. Esto enfatiza la importancia de aceptar y respetar a los profetas como instrumentos divinos.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “El profeta es la voz del Señor para nuestra época. A través de él recibimos guía divina.” (“¿Por qué necesitamos profetas vivientes?”, Conferencia General, octubre de 1992).

“Pero esta generación recibirá mi palabra”
Este fragmento establece que el Señor está ofreciendo una oportunidad única a esta generación para escuchar y aceptar Su palabra. Dios desea que Sus hijos reciban revelación directa y vivan de acuerdo con Su voluntad. La expresión “mi palabra” incluye las escrituras, las revelaciones modernas y las enseñanzas proféticas que guían a la humanidad hacia la salvación.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El Señor continúa hablando a Su pueblo en estos días. Las palabras de Sus profetas son tan relevantes ahora como lo fueron en los tiempos antiguos.” (“Escucha al profeta viviente”, Conferencia General, abril de 2021).
Este principio subraya la importancia de estar atentos y receptivos a las palabras del Señor, especialmente cuando son pronunciadas por profetas vivientes.

“Por medio de ti;”
Dios confió en José Smith como el instrumento a través del cual Su palabra sería restaurada y comunicada. Este llamado destaca el patrón divino de trabajar a través de profetas para guiar a Su pueblo. Aunque el Señor podría hablar directamente con cada persona, Su obra se realiza mediante representantes escogidos y ordenados.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Los profetas son la voz del Señor para cada generación. A través de ellos, el Señor revela Su voluntad para Sus hijos.” (“¿Por qué necesitamos profetas vivientes?”, Conferencia General, octubre de 1992).
Este pasaje resalta la importancia de reconocer y sostener a los profetas como portavoces de Dios, cuya autoridad viene directamente del cielo.

Este versículo enfatiza la restauración del evangelio por medio de José Smith como el profeta escogido para esta dispensación. Nos enseña que Dios trabaja a través de profetas para revelar Su voluntad y guiar a Sus hijos en el camino de la salvación. Las enseñanzas modernas refuerzan la necesidad de escuchar y seguir a los profetas vivientes, quienes actúan como instrumentos en las manos de Dios. Este mensaje nos recuerda que la revelación continúa y que debemos valorarla y actuar de acuerdo con ella para recibir las bendiciones prometidas.


2. El testimonio de los tres testigos


Versículo 11: “Y además de tu testimonio, el testimonio de tres de mis siervos que llamaré y ordenaré, y a quienes mostraré estas cosas;”
Este versículo anuncia la promesa de tres testigos especiales del Libro de Mormón, quienes confirmarían su autenticidad por medio de una manifestación divina. Este testimonio fortalecería la credibilidad del libro y ayudaría a convencer a otros de su verdad.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “El testimonio de los tres testigos es un apoyo adicional al testimonio de José Smith, estableciendo dos o tres testigos como la ley lo requiere.” (“La restauración del evangelio”, Conferencia General, abril de 1997).

“Y además de tu testimonio,”
El Señor establece que el testimonio de José Smith será el fundamento de la veracidad del Libro de Mormón, pero no estará solo. La importancia de múltiples testigos refleja el patrón divino de establecer verdades por medio de “dos o tres testigos” (2 Corintios 13:1). Este principio asegura que el mensaje sea creíble y aceptable para más personas.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El Señor proporciona evidencia adicional para fortalecer nuestra fe. José Smith no fue el único testigo; otros compartieron su testimonio.” (“Testigos del Libro de Mormón”, Conferencia General, octubre de 1999).
Esto subraya la importancia de que el testimonio de la restauración no se base en una sola voz, sino en múltiples testigos, lo que refuerza su credibilidad.

“El testimonio de tres de mis siervos que llamaré y ordenaré,”
El Señor declara que tres hombres serán escogidos y ordenados para recibir una manifestación divina que les permitirá testificar de la autenticidad del Libro de Mormón. Esta promesa de testigos adicionales fortalece la verdad de la restauración al proporcionar testimonio adicional. La ordenación implica que estos testigos actuarán bajo la autoridad divina.
El élder Dallin H. Oaks dijo: “El testimonio de los tres testigos es una evidencia poderosa de la divinidad del Libro de Mormón. Su testimonio fortalece el nuestro.” (“El Libro de Mormón: Testigo de Cristo”, Conferencia General, abril de 1999).
Este principio resalta cómo Dios usa a individuos específicos para cumplir Sus propósitos y garantizar que Su palabra sea confirmada por múltiples fuentes.

“Y a quienes mostraré estas cosas;”
El Señor promete una manifestación divina a los tres testigos, permitiéndoles ver las planchas de oro y testificar de su existencia y autenticidad. Este acto refuerza que las cosas espirituales se disciernen espiritualmente y que las revelaciones sagradas se otorgan a quienes están preparados y llamados.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “El Señor otorga Su Espíritu y Sus manifestaciones a quienes están dispuestos a recibirlas con fe y humildad.” (“Testigos especiales de Cristo”, Conferencia General, octubre de 2008).
Este pasaje resalta que las revelaciones y manifestaciones divinas no son arbitrarias, sino que se conceden a aquellos que cumplen con las condiciones del Señor y son llamados a un propósito específico.

Este versículo resalta el plan de Dios de proporcionar múltiples testigos de la autenticidad del Libro de Mormón. Al llamar y ordenar a tres testigos, el Señor asegura que Su obra se confirme con evidencia adicional, fortaleciendo la fe de los creyentes y proporcionando una base para que otros acepten el evangelio restaurado. Las enseñanzas modernas subrayan la importancia de estos testigos y cómo su testimonio complementa el de José Smith, ofreciendo un ejemplo poderoso del patrón divino de establecer la verdad por medio de múltiples fuentes confiables. Este principio nos invita a valorar y compartir nuestro propio testimonio como parte de la obra de Dios.


3. La importancia de la fe y la humildad


Versículo 24: “Mas si se postra ante mí, y se humilla con ferviente oración y fe, con sinceridad de corazón, entonces le concederé que mire las cosas que desea ver.”
Aquí se enseña que recibir revelación o testimonio espiritual requiere humildad, fe sincera y oración ferviente. Este principio aplica no solo a Martin Harris, sino a todos los que buscan un testimonio de las verdades del evangelio.
El élder Richard G. Scott declaró: “El testimonio se recibe mediante la fe, la oración y la acción recta. No llega de forma casual.” (“Fortalecer la fe y el testimonio”, Conferencia General, octubre de 2013).

“Mas si se postra ante mí,”
Postrarse es un acto físico y simbólico de reverencia y sumisión ante Dios. Representa reconocer Su soberanía y nuestra dependencia de Él. En el contexto doctrinal, postrarse ante Dios implica no solo un acto externo, sino también una disposición interna de humildad y devoción.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “La reverencia es una señal de respeto a nuestro Padre Celestial y nos prepara para recibir Sus bendiciones.” (“La pureza del corazón”, Conferencia General, abril de 1986).
Este acto inicial demuestra que el acercamiento a Dios debe ser desde una actitud de respeto y reconocimiento de Su divinidad.

“Y se humilla con ferviente oración y fe,”
La humildad y la oración ferviente son requisitos fundamentales para recibir revelaciones divinas. La fe es el motor que nos impulsa a buscar y confiar en las respuestas de Dios, mientras que la oración ferviente refleja sinceridad y una conexión espiritual profunda.
El élder Richard G. Scott dijo: “La oración ferviente combinada con fe genuina abre las ventanas de los cielos y permite recibir respuestas divinas.” (“Cómo orar y recibir respuestas”, Conferencia General, octubre de 2001).
Esta frase enfatiza que las bendiciones espirituales se obtienen a través de un corazón contrito y una comunicación sincera con el Padre Celestial.

“Con sinceridad de corazón,”
La sinceridad de corazón implica acercarse a Dios con intenciones puras, sin hipocresía ni agendas personales. Es un requisito para que nuestras oraciones sean escuchadas y nuestras peticiones sean respondidas de acuerdo con la voluntad de Dios.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El Señor busca corazones sinceros y dispuestos, no actos de fingimiento.” (“El amor de Dios”, Conferencia General, octubre de 2009).
Este principio subraya la importancia de examinar nuestras motivaciones al acercarnos a Dios, asegurándonos de que sean puras y alineadas con Su propósito.

“Entonces le concederé que mire las cosas que desea ver.”
Dios promete conceder manifestaciones espirituales a quienes cumplen con los requisitos de fe, humildad y sinceridad. Este principio ilustra que las revelaciones y bendiciones son otorgadas bajo condiciones específicas, asegurando que se reciban de manera apropiada y para el beneficio del receptor.
El élder David A. Bednar explicó: “Las revelaciones se conceden para edificar, guiar y fortalecer la fe de quienes las reciben.” (“Recibir la palabra de Dios”, Conferencia General, abril de 2010).
Este fragmento nos recuerda que las bendiciones espirituales no se obtienen automáticamente, sino que requieren preparación y obediencia a los mandamientos de Dios.

Este versículo enseña los principios clave necesarios para recibir revelaciones y bendiciones divinas: humildad, oración ferviente, fe y sinceridad. Subraya que Dios está dispuesto a revelar Su voluntad y conceder manifestaciones espirituales, pero estas se otorgan bajo condiciones de dignidad y disposición espiritual. Las enseñanzas modernas refuerzan que estas cualidades son esenciales para fortalecer nuestra relación con Dios y recibir Sus bendiciones de manera significativa. Este mensaje es una invitación a acercarnos a Dios con pureza de intención y confianza en Su amor y poder.


4. La obediencia y la fortaleza frente a las presiones externas


Versículo 21: “Y ahora, mi siervo José, te mando que te arrepientas y camines más rectamente ante mí, y no cedas más a las persuasiones de los hombres;”
Este versículo recuerda la necesidad de ser firme en guardar los mandamientos del Señor y no dejarse influir por las opiniones humanas. José Smith fue advertido de mantenerse fiel a su llamado y confiar en el Señor.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “El valor para hacer lo correcto, incluso cuando sea impopular, es esencial para todos los seguidores de Cristo.” (“Tened valor moral”, Conferencia General, octubre de 2011).

“Y ahora, mi siervo José, te mando que te arrepientas”
El Señor recuerda a José Smith que incluso los profetas necesitan arrepentirse y buscar constantemente alinear su vida con la voluntad divina. El arrepentimiento no es solo para quienes han cometido graves transgresiones, sino para todos, como una forma de mejorar y ser más semejantes a Cristo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El arrepentimiento es un don precioso. Es el camino que lleva a la paz, la alegría y la redención.” (“El poder del arrepentimiento diario”, Conferencia General, abril de 2019).
Este llamado al arrepentimiento destaca que nadie está exento de la necesidad de reflexionar sobre su vida y buscar ser mejor a través de la gracia de Cristo.

“Y camines más rectamente ante mí,”
Dios exhorta a José Smith a vivir de manera más estricta y alineada con Sus mandamientos. Caminar rectamente ante el Señor implica integridad, obediencia y un esfuerzo constante por seguir Sus caminos. Este principio se aplica a todos los discípulos de Cristo.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “Caminar rectamente ante Dios significa mantenernos en el sendero del discipulado, con un compromiso constante hacia la obediencia.” (“La bondad y la verdad eternas”, Conferencia General, abril de 2015).
Este mandato enfatiza la necesidad de progresar espiritualmente y buscar siempre estar en armonía con los principios del evangelio.

“Y no cedas más a las persuasiones de los hombres;”
El Señor advierte a José sobre el peligro de permitir que las opiniones humanas influyan en las decisiones divinamente guiadas. Este consejo subraya la importancia de depender exclusivamente de la guía de Dios, especialmente cuando se enfrenta a presiones externas.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Tened el valor de seguir vuestra conciencia y los mandamientos de Dios, incluso cuando sean impopulares.” (“Tened valor moral”, Conferencia General, octubre de 2011).
Este principio invita a todos los creyentes a resistir las influencias externas que puedan desviarles de los mandamientos de Dios y a permanecer firmes en Su palabra.

Este versículo subraya la importancia del arrepentimiento, la obediencia y la fidelidad a los mandamientos divinos por encima de las influencias humanas. Aunque dirigido a José Smith, el mensaje tiene aplicaciones universales, recordándonos que debemos esforzarnos continuamente por caminar en rectitud, sin permitir que las opiniones del mundo nos desvíen de nuestra misión divina. Las enseñanzas modernas confirman que al seguir la guía del Señor y no las persuasiones de los hombres, nos acercamos más a Él y cumplimos Su propósito en nuestra vida. Este mensaje es una invitación a ser valientes, humildes y comprometidos en nuestro discipulado.


5. El poder de la palabra y la advertencia a los incrédulos


Versículo 7: “He aquí, si no quieren creer mis palabras, no te creerían a ti, mi siervo José, aunque te fuese posible mostrarles todas estas cosas que te he encomendado.”
Este versículo enfatiza que la fe y el testimonio espiritual son esenciales para aceptar las verdades del evangelio. Las evidencias físicas no convencerán a quienes no estén dispuestos a creer en el poder de Dios.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El testimonio no proviene de la evidencia física, sino de la confirmación del Espíritu Santo.” (“El testimonio”, Conferencia General, octubre de 1981).

“He aquí, si no quieren creer mis palabras,”
El Señor señala que la aceptación de Su palabra depende de la disposición personal de creer. La fe es un principio fundamental que abre la puerta al entendimiento espiritual. Sin fe, incluso las pruebas tangibles carecen de poder para convencer a quienes están endurecidos espiritualmente.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La fe es más que un simple deseo; es el poder que nos permite actuar sobre lo que creemos.” (“El poder de la fe”, Conferencia General, octubre de 2019).
Este principio destaca que la verdadera conversión comienza con el deseo de creer y aceptar las verdades divinas.

“No te creerían a ti, mi siervo José,”
La incredulidad hacia los profetas es una señal de la dureza del corazón y la falta de disposición para aceptar la guía divina. Los profetas son los portavoces de Dios, y rechazarlos es, en esencia, rechazar al Señor mismo.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Rechazar al profeta es rechazar a Dios, quien lo llamó y lo guió.” (“Obediencia trae bendiciones”, Conferencia General, abril de 2013).
Este mensaje nos recuerda que la aceptación de los profetas es una muestra de nuestra fe en Dios y nuestra disposición a seguir Su voluntad.

“Aunque te fuese posible mostrarles todas estas cosas que te he encomendado.”
El Señor enseña que incluso las pruebas físicas no convencen a quienes no están espiritualmente preparados. Las cosas de Dios se comprenden espiritualmente, y la falta de fe impide a las personas reconocer la verdad, independientemente de las evidencias tangibles.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “La revelación y el entendimiento espiritual requieren un corazón abierto y una disposición para actuar sobre la verdad recibida.” (“La voz de advertencia del evangelio”, Conferencia General, abril de 2017).
Esto subraya que la fe es el fundamento para recibir y aceptar las cosas espirituales, incluso cuando están acompañadas de evidencia física.

Este versículo nos recuerda que la fe es esencial para aceptar las palabras de Dios y las enseñanzas de Sus profetas. Rechazar Su palabra refleja una falta de preparación espiritual y cierra la puerta a bendiciones y entendimientos mayores. Las enseñanzas modernas enfatizan que las pruebas tangibles no reemplazan la fe; más bien, esta última nos permite reconocer y aceptar las verdades divinas. Este mensaje nos invita a desarrollar nuestra fe y a buscar comprender las cosas de Dios con un corazón abierto y humilde, confiando en Su guía y en los instrumentos que Él elige para revelarse a nosotros.


6. El poder del arrepentimiento


Versículo 28: “A menos que se humille y confiese ante mí las cosas malas que ha hecho, y haga convenio conmigo de que guardará mis mandamientos, y ejerza la fe en mí, he aquí, le digo que no recibirá tal manifestación.”
Este versículo subraya que el arrepentimiento y la fe son requisitos para recibir bendiciones espirituales. Martin Harris, y todos los discípulos, necesitan alinearse con la voluntad de Dios para ser dignos de Su ayuda y guía.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El arrepentimiento es el proceso continuo de ajustar nuestra vida para alinearla con Dios.” (“El don del arrepentimiento”, Conferencia General, octubre de 2007).

“A menos que se humille”
La humildad es esencial para acercarnos a Dios. Este principio enseña que reconocer nuestra dependencia del Señor y nuestra necesidad de Su guía es el primer paso hacia la redención y el progreso espiritual. La falta de humildad crea una barrera entre nosotros y el Espíritu Santo.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “La humildad es el reconocimiento de nuestra total dependencia de Dios y de nuestra disposición para someternos a Su voluntad.” (“Cuidado con el orgullo”, Conferencia General, abril de 1989).
Este paso inicial destaca la importancia de un corazón contrito y dispuesto para recibir las bendiciones del Señor.

“Y confiese ante mí las cosas malas que ha hecho,”
Confesar nuestros pecados ante Dios es un requisito para el arrepentimiento verdadero. Este acto no solo implica un reconocimiento de nuestras transgresiones, sino también una voluntad de abandonarlas y buscar la redención por medio de Cristo.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “La confesión es una parte esencial del arrepentimiento y demuestra nuestra sinceridad en el proceso de volvernos al Señor.” (“El don del arrepentimiento”, Conferencia General, octubre de 2011).
La confesión sincera nos libera del peso del pecado y nos prepara para recibir la guía y el perdón de Dios.

“Y haga convenio conmigo de que guardará mis mandamientos,”
Hacer convenios con Dios implica un compromiso sagrado de vivir según Sus mandamientos. Estos convenios nos conectan directamente con el poder de Cristo y Su expiación, y nos permiten recibir Sus bendiciones prometidas.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Hacer y guardar convenios con Dios nos protege del pecado y nos guía hacia la vida eterna.” (“El poder de los convenios”, Conferencia General, abril de 2011).
Este compromiso no solo refleja nuestra intención de mejorar, sino que también nos conecta con el poder transformador del evangelio.

“Y ejerza la fe en mí,”
La fe es el principio de acción y poder en el evangelio. Ejercer la fe implica actuar de acuerdo con nuestra confianza en Dios y en Su voluntad, sabiendo que Él cumple Sus promesas.
El élder David A. Bednar declaró: “La fe en Cristo nos lleva a actuar y a confiar en Su poder redentor.” (“Buscar conocimiento por la fe”, Conferencia General, abril de 2010).
La fe activa es esencial para recibir revelaciones y bendiciones espirituales.

“He aquí, le digo que no recibirá tal manifestación.”
El Señor establece una condición clara: las manifestaciones espirituales se otorgan a quienes cumplen con Sus requisitos de arrepentimiento, humildad, fe y obediencia. Sin esta preparación espiritual, no estamos en condiciones de recibir o comprender las bendiciones divinas.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Señor concede revelación y bendiciones espirituales a quienes están espiritualmente preparados para recibirlas.” (“El Espíritu Santo: Una guía para la vida”, Conferencia General, octubre de 2006).
Este principio nos recuerda que las bendiciones espirituales no son automáticas, sino que requieren preparación y dignidad.

Este versículo subraya los pasos fundamentales para recibir manifestaciones y bendiciones divinas: humildad, confesión, compromiso con los mandamientos y fe en el Señor. Nos enseña que Dios desea bendecirnos, pero estas bendiciones se otorgan bajo condiciones justas y espiritualmente edificantes. Las enseñanzas modernas enfatizan que el arrepentimiento sincero y el cumplimiento de los convenios nos permiten acceder a la guía divina y al poder redentor de Cristo. Este mensaje nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición espiritual y a actuar en armonía con los principios del evangelio para acercarnos más a Dios y recibir Sus bendiciones prometidas.


Organización por temas


Versículos 1–10
Esta generación recibirá la palabra del Señor por medio de ti


En estos versículos el Señor responde a la petición de Martín Harris, quien deseaba una confirmación divina de que José Smith realmente poseía las planchas de oro. El Señor establece desde el inicio una verdad fundamental: no es el hombre quien valida la obra de Dios, sino el mismo Dios quien la confirma. Por eso, declara con poder: “Yo, el Señor, soy Dios”, y afirma que Él mismo entregó las planchas a José. Esto deja en claro que la autoridad de José Smith no proviene de su propia iniciativa ni de la validación humana, sino directamente del cielo.

El Señor también recuerda a José el convenio sagrado que había hecho: no mostrar las planchas sino a quienes Él designara. En esto se subraya la obediencia absoluta a la voluntad divina, pues el poder y la autoridad de José no descansaban en su capacidad personal, sino en la confianza y los dones que el Señor le otorgaba. El primer don concedido fue el de traducir las planchas, y se le ordena concentrarse en esa misión antes de recibir otras responsabilidades o dones. Aquí aprendemos que Dios obra por etapas, revelando y otorgando dones conforme Su propósito eterno lo requiere.

El Señor advierte de las consecuencias para los habitantes de la tierra si no escuchan Su palabra. José sería ordenado y saldría a proclamar los mensajes divinos, pero la incredulidad de muchos impediría que aceptaran. Incluso si José mostrara las planchas, no creerían, porque la raíz de la incredulidad no es la falta de pruebas, sino la dureza de corazón. De esta manera, Dios denuncia la obstinación de la generación de José y afirma que Su enojo está encendido contra la incredulidad.

Finalmente, el Señor da una visión de futuro: las cosas confiadas a José están reservadas para un “sabio propósito” que se revelará más adelante. Mientras tanto, esta generación tendría acceso a la palabra de Dios únicamente por medio del profeta José Smith. Así, se establece una doctrina central: la palabra de Dios llega a los hombres a través de los profetas escogidos, y el rechazo a ellos es en realidad rechazo a Dios mismo.

Estos versículos muestran con claridad la naturaleza de la obra de José Smith: no era un proyecto humano, sino un encargo divino. El Señor le dio dones, le impuso límites, y le recordó que el poder y la autoridad siempre dependen de Él. También enseñan que la fe no nace de ver evidencias materiales, sino de recibir el testimonio del Espíritu Santo. Dios puede mostrar grandes maravillas, pero quienes no tienen un corazón dispuesto seguirán sin creer.

En resumen, esta revelación subraya tres principios doctrinales:

  1. La obra del Señor se lleva a cabo bajo Su dirección y en Sus tiempos.
  2. Los dones espirituales son dados con un propósito divino y no para satisfacer la curiosidad humana.
  3. La verdadera fe no depende de evidencias físicas, sino de aceptar y obedecer la palabra revelada por medio de los profetas.

Versículos 11–18
Tres testigos darán testimonio del Libro de Mormón


En esta parte de la revelación, el Señor expande la promesa hecha a José Smith respecto al testimonio de las planchas. Declara que además del testimonio de José, llamará a tres testigos especiales que verán las planchas y serán testigos oculares de la obra. Este detalle es fundamental porque manifiesta el patrón divino de establecer toda palabra “por boca de dos o tres testigos” (véase 2 Corintios 13:1). Así, el Señor asegura que el Libro de Mormón no sería sustentado por la voz de un solo hombre, sino confirmado por múltiples testigos escogidos y ordenados.

El Señor garantiza que estos tres hombres “sabrán con certeza” que las planchas y la obra son verdaderas, porque Él mismo lo declarará desde el cielo. No se trata solo de ver físicamente las planchas, sino de recibir una confirmación espiritual innegable. Aquí se establece un principio eterno: la certeza espiritual viene por revelación divina, más allá de lo que los ojos puedan contemplar.

El versículo 14 resalta que este privilegio será único. Ningún otro fuera de los tres testigos tendría ese poder en esa generación. Esto muestra que Dios dirige Su obra con orden y límites, escogiendo a quién revela ciertas cosas para cumplir Su plan. Además, el Señor relaciona este acontecimiento con el surgimiento de Su Iglesia: una obra que estaba emergiendo de la apostasía (el “desierto”), que sería clara, resplandeciente e imponente en poder espiritual, comparada a un ejército con pendones. El testimonio de los tres se convierte en parte del cimiento visible de esta nueva dispensación.

Dios afirma que enviará ese testimonio como parte de Su palabra, pero también señala otra verdad trascendental: aquellos que crean en Sus palabras recibirán un testimonio personal mediante la manifestación del Espíritu Santo. Serán “nacidos de Dios”, del agua (bautismo) y del Espíritu (confirmación). De este modo, la obra no se sostiene solo en tres hombres, sino en millones que, al recibir la misma confirmación espiritual, pasan a ser testigos vivos de la veracidad del evangelio restaurado.

Finalmente, el Señor advierte que ese testimonio no solo será para edificación, sino también para condenación de quienes lo rechacen. Si una generación se resiste a la voz de los testigos escogidos y al testimonio del Espíritu, su incredulidad será sin excusa.

Estos versículos destacan la misericordia y la justicia de Dios. Por un lado, Él concede testigos adicionales que fortalecen la fe y confirman Su obra con claridad y poder. Por otro, da a cada creyente la oportunidad de recibir su propio testimonio mediante el Espíritu Santo, de modo que la fe no se base solo en los hombres, sino en una experiencia espiritual personal.

El Señor muestra que Su Iglesia no surgió débilmente, sino con poder, luz y testimonio. Los tres testigos se convirtieron en un símbolo tangible de la veracidad del Libro de Mormón, mientras que la manifestación del Espíritu sigue siendo el testimonio interno que cambia corazones y transforma vidas.

En conclusión, la enseñanza principal es que Dios establece Su verdad con múltiples testigos: profetas, revelación celestial, testigos especiales y la confirmación del Espíritu Santo. Así, el hombre no queda sin evidencia, y la responsabilidad de creer o rechazar descansa finalmente en cada alma.


Versículos 19–20
La palabra del Señor se verificará como en épocas anteriores


La palabra del Señor se verificará como en épocas anteriores;

En estos versículos, el Señor lleva la revelación a una advertencia solemne de carácter profético. Habla de una plaga asoladora que se derramará sobre los habitantes de la tierra si no se arrepienten. Este lenguaje refleja un patrón divino: cuando la humanidad persiste en la incredulidad y la rebelión, el Señor permite que vengan juicios y calamidades como consecuencia natural de su alejamiento de la verdad. La plaga no es solo un castigo arbitrario, sino una señal de que el pecado trae destrucción y que la única protección real se encuentra en volverse a Dios.

El texto indica que estas plagas no serían un evento único, sino que vendrían “de cuando en cuando”, como advertencias repetidas para que los hombres tengan oportunidades de arrepentirse antes de la destrucción final. Esto refleja la paciencia del Señor, que prolonga Su misericordia, pero también la inevitabilidad de Su justicia si los hombres persisten en rechazar Su palabra.

El versículo 19 culmina con una visión poderosa del futuro: el día en que Cristo vuelva con gloria. En esa ocasión, los impíos no podrán resistir el resplandor de Su venida. El contraste es total: lo que para los justos será luz, gloria y redención, para los inicuos será fuego consumidor y destrucción. De este modo, se enseña que la venida del Señor no será igual para todos: la preparación espiritual marcará la diferencia entre salvación y condenación.

En el versículo 20, el Señor refuerza la certeza de Su palabra al recordar un antecedente histórico: la destrucción de Jerusalén. Tal como en el pasado se cumplieron Sus advertencias, también se cumplirán en los últimos días. Este paralelo muestra que la historia sagrada es un testimonio vivo: los juicios pasados son evidencia de que los juicios futuros también acontecerán. Dios es consistente; Su palabra no falla.

Estos versículos enseñan una verdad solemne: el rechazo de la palabra de Dios acarrea destrucción, mientras que la obediencia trae protección y vida. El Señor advierte a la generación de José Smith, y por extensión a la nuestra, que no debemos ignorar las advertencias divinas. Las plagas, calamidades y convulsiones del mundo son recordatorios de que la única seguridad verdadera está en Cristo.

Además, la referencia a Jerusalén nos muestra que Dios siempre cumple lo que declara, ya sea en bendiciones o en juicios. Así como la incredulidad llevó a la ruina a una gran ciudad escogida en la antigüedad, la incredulidad hoy puede llevar al mundo a sufrir las consecuencias de su rebelión.

En conclusión, este pasaje nos invita a ver la voz profética no como amenaza vacía, sino como llamado urgente al arrepentimiento. Quien se acoge a Cristo, se prepara para Su venida y recibe Su luz, no tendrá temor del resplandor que consumirá a los inicuos, porque para él esa misma gloria será fuente de gozo eterno.


Versículos 21–35
Martin Harris podrá arrepentirse y ser uno de los testigos.


El Señor dirige un consejo directo y personal a Su profeta, José Smith. Lo primero que le manda es arrepentirse y caminar más rectamente delante de Él, sin ceder a las persuasiones de los hombres (v. 21). Esto nos muestra que incluso un profeta escogido necesitaba corrección y humildad para mantenerse en el camino señalado por el Señor. El llamado al arrepentimiento no es solo para los débiles, sino también para quienes llevan grandes responsabilidades, porque el estándar divino es elevado.

El Señor le promete a José que si permanece firme en guardar los mandamientos, recibirá la vida eterna, aun si le quitaran la vida mortal (v. 22). Aquí se establece una verdad poderosa: el verdadero triunfo no es evitar la muerte física, sino asegurar la vida eterna mediante la fidelidad a Dios.

Luego, el Señor habla de Martín Harris, el hombre que anhelaba un testimonio tangible de las planchas. Se le reprende por ensalzarse y no humillarse lo suficiente. El principio es claro: los dones espirituales no se conceden por curiosidad ni orgullo, sino mediante humildad, oración ferviente, fe sincera y corazón íntegro (v. 24). Solo bajo esas condiciones, Martín podría llegar a ver lo que deseaba, y su testimonio sería simple y directo: “Las he visto, y me han sido mostradas por el poder de Dios” (v. 26). El Señor no permite adornos ni razonamientos humanos; solo un testimonio puro y claro que apunta al poder divino.

Dios también advierte que si Martín negara lo visto, quebrantaría el convenio hecho con Él y sería condenado (v. 27). Por tanto, el privilegio de recibir un testimonio visible trae consigo una responsabilidad mayor. En cambio, si no se humillaba ni se arrepentía, el Señor no le permitiría ver nada (vv. 28–29). Así, se refuerza el principio de que la revelación es un don condicionado a la disposición espiritual del individuo.

Al mismo tiempo, el Señor instruye a José a detener la traducción después de algunas páginas, hasta que Él mismo lo mande de nuevo (vv. 30–31). Este mandamiento tenía un propósito protector, pues Dios preveía las asechanzas de los enemigos que buscaban destruir al joven profeta y su obra (vv. 32–33). El retraso en la traducción no era una pausa sin sentido, sino parte de un plan divino para preservar la vida de José y asegurar que el Libro de Mormón se llevara a cabo en el tiempo correcto.

Finalmente, el Señor cierra con una promesa gloriosa: si José permanecía fiel en guardar los mandamientos, sería enaltecido en el día postrero (v. 35). Aquí se enlaza el principio de obediencia con la recompensa eterna, mostrando que la exaltación viene como consecuencia de perseverar en fidelidad.

Este pasaje nos enseña varias verdades de profundo valor doctrinal:

  1. El arrepentimiento constante es necesario incluso para los escogidos de Dios. Nadie está exento de la necesidad de ser corregido y caminar rectamente.
  2. Los dones espirituales se conceden bajo condiciones de humildad, fe y sinceridad. Dios no se somete a la curiosidad humana ni a la presión social; Él revela Sus tesoros sagrados solo a quienes están espiritualmente preparados.
  3. El testimonio debe ser sencillo y centrado en el poder de Dios. No se trata de convencer con palabras humanas, sino de declarar lo que el Señor ha mostrado.
  4. Dios protege y dirige Su obra en Sus tiempos. La pausa en la traducción muestra que el Señor controla el ritmo de la Restauración, cuidando tanto al profeta como al cumplimiento de Su plan.
  5. La fidelidad conduce al enaltecimiento eterno. Aun frente a peligros, oposiciones o muerte, la verdadera victoria está en recibir la vida eterna.

En conclusión, estos versículos son una lección de confianza y dependencia total en el Señor. Nos muestran que la obra de Dios no se mueve por el orgullo humano ni por la presión externa, sino por humildad, obediencia y paciencia en los tiempos de Dios. El camino recto, aunque lleno de pruebas, siempre conduce a la promesa segura de la vida eterna.

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