Doctrina y Convenios Sección 74

Doctrina y Convenios
Sección 74


Contexto Histórico

En los primeros años del cristianismo, cuando la Iglesia apenas comenzaba a establecerse, surgieron tensiones entre las tradiciones judías y las nuevas enseñanzas de Cristo. Para los judíos conversos al cristianismo, la ley de Moisés, con sus ritos y costumbres, como la circuncisión, seguía siendo una parte esencial de su identidad espiritual. Sin embargo, el apóstol Pablo, uno de los principales defensores de la libertad en Cristo, enseñaba que estas prácticas ya no eran necesarias, ya que Cristo había cumplido la ley. Este conflicto llegó incluso a los hogares: cuando uno de los cónyuges no era creyente, solía insistir en que los hijos fueran circuncidados y criados bajo las tradiciones antiguas, lo que generaba división y desviaba a los niños del evangelio.

Pablo, escribiendo a los corintios, abordó este tema en 1 Corintios 7:14. Su mensaje era claro: los hijos de un creyente no necesitaban circuncisión ni otros rituales mosaicos para ser santos. Su santidad provenía de la fe y la expiación de Cristo, no de las tradiciones humanas. Este consejo también incluía una exhortación a que los creyentes consideraran cuidadosamente el matrimonio, evitando uniones desiguales con incrédulos que pudieran traer conflictos espirituales.

Siglos después, en el año 1830, en el pequeño condado de Wayne, Nueva York, surgió una nueva pregunta doctrinal. Mientras José Smith lideraba los inicios de la restauración del evangelio, las prácticas religiosas de las iglesias de la época, como el bautismo infantil, eran motivo de debate. Muchas denominaciones cristianas bautizaban a los niños pequeños para “purificarlos” del pecado original, basándose en pasajes como 1 Corintios 7:14. Esta enseñanza preocupaba a algunos que buscaban comprender mejor las doctrinas del evangelio restaurado.

José Smith, buscando dirección divina, recibió una revelación que aclaraba el significado de este versículo y proporcionaba una explicación poderosa sobre la pureza inherente de los niños. Esta revelación, ahora conocida como la Sección 74, no solo abordaba el contexto histórico del pasaje de Pablo, sino que también corregía los malentendidos acumulados con el tiempo.

La revelación explica que, en los días de los apóstoles, el conflicto sobre la circuncisión era una manifestación del choque entre la ley de Moisés y el evangelio de Cristo. Algunos padres incrédulos insistían en que sus hijos siguieran las tradiciones mosaicas, pero esto los alejaba de las enseñanzas de Cristo y perpetuaba creencias que Pablo deseaba erradicar. Por esta razón, Pablo aconsejó que los creyentes no se unieran con incrédulos, especialmente si eso significaba que los hijos serían criados bajo prácticas que ya no eran necesarias.

La revelación también hace énfasis en una verdad fundamental: los niños pequeños son santos por la expiación de Jesucristo. Esta santidad no depende de ritos o tradiciones humanas, sino del poder redentor de Cristo. Con esta enseñanza, quedó claro que el bautismo infantil no era necesario, ya que los niños no eran impuros ni necesitaban purificación.

Esta revelación no solo resolvió las inquietudes doctrinales del momento, sino que también reafirmó principios esenciales del evangelio restaurado: la suficiencia de la expiación, la santidad de los niños y la importancia de eliminar las tradiciones que oscurecen las verdades eternas. Así, la Sección 74 se convirtió en un faro de claridad para los Santos de los Últimos Días, destacando la profunda conexión entre las Escrituras antiguas y las revelaciones modernas.


1. La Ley de Moisés y la Circuncisión


Versículo 2: “En los días de los apóstoles se observaba la ley de la circuncisión entre todos los judíos que no creían en el evangelio de Jesucristo.”
Este versículo establece el contexto histórico y cultural en el que Pablo escribió sus epístolas. En la época de los apóstoles, muchos judíos seguían aferrándose a la ley de Moisés, en especial a la circuncisión, como un símbolo de su relación con Dios. Sin embargo, Pablo enseña que estas prácticas fueron cumplidas y ya no eran necesarias en Cristo. Este versículo subraya el desafío de separar las tradiciones culturales de las verdades espirituales eternas.

“En los días de los apóstoles”
Esta frase ubica el contexto histórico en la era de los apóstoles, aproximadamente en el primer siglo después de Cristo. Durante este período, los apóstoles enfrentaban el desafío de expandir el evangelio a un mundo dividido entre judíos, gentiles y diversas creencias. Para los judíos conversos al cristianismo, la transición de la ley de Moisés al evangelio de Cristo era un punto crítico de ajuste.
El élder Bruce R. McConkie explicó que la época de los apóstoles fue un tiempo de transición en el que la ley de Moisés fue reemplazada por el evangelio de Cristo: “El propósito de la ley de Moisés fue preparar a los hijos de Israel para recibir a Cristo. Pero una vez que Cristo cumplió la ley, se terminó, y se introdujo un nuevo y más alto nivel de vida”. (Mormon Doctrine, 2nd ed., pág. 455)

“se observaba la ley de la circuncisión”
La circuncisión era uno de los pilares fundamentales de la ley de Moisés, establecida como un símbolo del convenio entre Dios y Abraham (Génesis 17:10). En los tiempos del Nuevo Testamento, este rito se había convertido en una tradición profundamente arraigada que muchos consideraban esencial para la salvación, incluso entre los cristianos judíos.
Pablo enseñó que la circuncisión era un símbolo temporal que señalaba al pacto eterno, pero con la venida de Cristo, ya no era necesaria. En Romanos 2:28–29, Pablo aclara que la verdadera circuncisión es la del corazón, realizada por el Espíritu, no por la letra de la ley.
El presidente Russell M. Nelson subrayó esta transición: “El Salvador cumplió cada jota y tilde de la ley de Moisés. Pero su sacrificio infinito eliminó la necesidad de los ritos y ceremonias de esa ley”. (La Expiación: un evento glorioso, Conferencia General, abril de 1996)

“entre todos los judíos que no creían en el evangelio de Jesucristo”
Este segmento identifica a los judíos no conversos como los principales adherentes a la circuncisión en los días de los apóstoles. Para ellos, la observancia de la ley de Moisés era una señal de fidelidad a Dios y una forma de vida establecida durante generaciones. Al no aceptar a Cristo como el Mesías, continuaron apegados a estas prácticas como un medio de justificar su relación con Dios.
El élder D. Todd Christofferson explicó que al no reconocer a Cristo como el cumplimiento de la ley, muchos judíos permanecieron sujetos a una ley caduca: “Cuando Jesucristo cumplió la ley, su propósito cesó. No obstante, para quienes no lo aceptaron, la ley continuó como un sistema de creencias sin su poder redentor”. (El poder de la expiación de Jesucristo, Conferencia General, abril de 2019)

Este versículo ilumina la transición crucial entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. La circuncisión, como parte de la ley de Moisés, simbolizaba la antigua relación de Israel con Dios. Sin embargo, el sacrificio expiatorio de Jesucristo inauguró una nueva era de convenios basados en la fe y el arrepentimiento, no en rituales físicos. Al observar cómo algunos judíos rechazaron esta transición, aprendemos sobre la resistencia humana al cambio espiritual y la tendencia a aferrarse a tradiciones, incluso cuando estas han sido superadas.

El mensaje de este versículo tiene una aplicación contemporánea: Cristo y su evangelio deben estar por encima de cualquier tradición cultural o costumbre que ya no se alinee con la plenitud del evangelio restaurado. Como dijo el presidente Nelson:
“Cuando miramos hacia adelante con fe, podemos dejar atrás tradiciones y costumbres que ya no tienen un propósito eterno” (Decisiones para la eternidad, Conferencia General, octubre de 2013).


2. Los Conflictos en el Hogar por la Fe


Versículo 3: “Y aconteció que surgió una contienda grande entre el pueblo concerniente a la ley de la circuncisión, porque el marido incrédulo deseaba que sus hijos fuesen circuncidados y se sujetasen a la ley de Moisés, la cual había sido cumplida.”
Este versículo pone en evidencia cómo las diferencias religiosas dentro de un matrimonio podían generar tensiones familiares. El esposo incrédulo insistía en que los hijos siguieran tradiciones antiguas, lo que dificultaba su crianza bajo el evangelio de Cristo. Este tema sigue siendo relevante hoy en día, recordándonos la importancia de la unidad espiritual en las relaciones familiares.

“Y aconteció que surgió una contienda grande entre el pueblo concerniente a la ley de la circuncisión”
Este segmento refleja las tensiones doctrinales y culturales que surgieron en los días de los apóstoles. La circuncisión, establecida en el pacto abrahámico (Génesis 17:10–12), fue un símbolo central de fidelidad a la ley de Moisés. Sin embargo, con la venida de Cristo, esta ley fue cumplida, lo que provocó desacuerdos entre los creyentes judíos y gentiles.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “El Salvador cumplió cada jota y tilde de la ley de Moisés. Con su sacrificio infinito, eliminó la necesidad de los ritos externos, incluido el de la circuncisión, al establecer un convenio superior basado en la fe y el amor” (La Expiación: Un Evento Glorioso, Conferencia General, abril de 1996). El élder Bruce R. McConkie señaló: “Las disputas en torno a la ley de Moisés, como la circuncisión, reflejan la resistencia humana al cambio espiritual, aun cuando el evangelio ofrece un convenio superior” (Mormon Doctrine, pág. 455).

“porque el marido incrédulo deseaba que sus hijos fuesen circuncidados”
Este fragmento resalta cómo las creencias personales de un padre incrédulo podían influir en la crianza de sus hijos, imponiendo prácticas de la ley de Moisés que ya no eran necesarias. En este caso, el marido priorizaba la tradición cultural sobre las enseñanzas de Cristo, generando conflicto en el hogar.

El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “La influencia espiritual en un hogar es poderosa, pero requiere unidad y fe centrada en Cristo. Cuando los padres tienen creencias diferentes, las tradiciones humanas a menudo compiten con las verdades del evangelio” (El Evangelio y la Familia, Conferencia General, abril de 1997). El élder Dallin H. Oaks explicó: “Criar a los hijos en la verdad requiere que dejemos de lado prácticas culturales o familiares que no estén alineadas con el evangelio restaurado” (Padres y Niños: Una Perspectiva Eterna, Conferencia General, octubre de 2018).

“y se sujetasen a la ley de Moisés”
El marido incrédulo insistía en que sus hijos fueran circuncidados y se sujetaran a la ley de Moisés, ignorando que esta ya había sido cumplida en Cristo. Este acto ilustra cómo las tradiciones pueden perpetuarse incluso después de que su propósito divino haya sido cumplido.
El presidente Gordon B. Hinckley comentó: “El cumplimiento de la ley de Moisés nos enseña que todas las cosas señalan a Cristo, quien es la fuente de toda salvación. Aferrarnos a prácticas superadas nos impide aceptar plenamente su evangelio” (Testimonio de Jesucristo, Conferencia General, octubre de 1999). El élder D. Todd Christofferson añadió: “El evangelio de Jesucristo trasciende las tradiciones humanas. Nos llama a un nivel superior de fe y compromiso, dejando atrás las sombras de la ley antigua” (El Poder de la Expiación de Jesucristo, Conferencia General, abril de 2019).

“la cual había sido cumplida”
Este segmento subraya el cumplimiento de la ley de Moisés en Cristo. Ya no había necesidad de circuncisión ni de otros rituales, pues el Salvador había traído el convenio superior basado en su sacrificio expiatorio.
El Salvador mismo declaró: “No he venido para abrogar la ley o los profetas, sino para cumplirlos” (Mateo 5:17). En 3 Nefi 15:5, Jesús afirmó: “He aquí, os digo que la ley se ha cumplido en mí”. El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El cumplimiento de la ley de Moisés marcó el comienzo de una nueva dispensación en la que los hombres y mujeres serían guiados por la luz de Cristo y la plenitud de su evangelio”
(Plenitud de la Expiación, Conferencia General, octubre de 1981).

Este versículo aborda varios temas doctrinales relevantes: el desafío de abandonar las tradiciones culturales, la importancia de la unidad en las familias y el cumplimiento de la ley de Moisés en Cristo. Resalta cómo la transición entre la antigua ley y el nuevo convenio fue una fuente de contienda en la época de los apóstoles y sigue siendo un recordatorio de la necesidad de priorizar las verdades eternas sobre las costumbres terrenales.

Como enseñó el presidente Russell M. Nelson:
“Debemos evaluar nuestras tradiciones y costumbres personales y familiares a la luz del evangelio restaurado, dejando atrás cualquier cosa que no nos acerque al Salvador” (El Amor y la Ley, Conferencia General, octubre de 2021). Este versículo nos invita a centrarnos en Cristo, quien es la fuente de toda salvación y el cumplimiento perfecto de la ley.


3. La Influencia de las Tradiciones en los Hijos


Versículo 4: “Y aconteció que los hijos, habiéndose criado bajo la sujeción de la ley de Moisés, se guiaban por las tradiciones de sus padres y no creían en el evangelio de Cristo, de manera que llegaron a ser impuros.”
Este versículo destaca cómo las tradiciones familiares y culturales pueden influir profundamente en las creencias de los hijos. Si estas tradiciones no están alineadas con el evangelio, pueden llevarlos a rechazar las enseñanzas de Cristo. Es un recordatorio para los padres de la importancia de inculcar principios correctos y centrados en Cristo desde una edad temprana.

“Y aconteció que los hijos, habiéndose criado bajo la sujeción de la ley de Moisés”
La crianza bajo la ley de Moisés simboliza un enfoque en las tradiciones y rituales que fueron necesarios durante un tiempo, pero que fueron cumplidos y superados por el evangelio de Jesucristo. La sujeción a estas leyes significaba adherirse a una estructura religiosa que ya no tenía vigencia después de la expiación de Cristo.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “La ley de Moisés tuvo un propósito divino: preparar a las personas para recibir al Salvador. Pero una vez cumplida, su vigencia terminó, y la plenitud del evangelio de Cristo la reemplazó”
(La Expiación: Un Evento Glorioso, Conferencia General, abril de 1996). En el Libro de Mormón, Cristo mismo declara: “He aquí, os digo que la ley se ha cumplido en mí; porque he venido para cumplir la ley” (3 Nefi 15:5).

“se guiaban por las tradiciones de sus padres”
Este segmento subraya el impacto de las tradiciones familiares y culturales en la fe de la siguiente generación. Aunque la ley de Moisés fue cumplida en Cristo, los padres que no aceptaron esta transición continuaron enseñando las tradiciones antiguas, perpetuando una fe incompleta y desviada.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “No todas las tradiciones son malas, pero cuando las tradiciones humanas reemplazan o contradicen las verdades del evangelio, debemos dejarlas atrás para abrazar completamente la luz de Cristo”
(En el servicio a Dios y a los demás, Conferencia General, octubre de 2002). El presidente David O. McKay comentó: “La mayor influencia en la vida de un niño es el ejemplo de sus padres. Las tradiciones transmitidas pueden elevarlo espiritualmente o limitar su progreso eterno” (Conference Report, abril de 1967).

“y no creían en el evangelio de Cristo”
Los hijos, al ser criados bajo una fe centrada en la ley antigua y no en Cristo, desarrollaron una falta de creencia en el evangelio. Esto refleja cómo las tradiciones pueden convertirse en obstáculos para aceptar la verdad plena y redentora de Cristo.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El evangelio de Cristo exige que dejemos de lado cualquier cosa que nos impida recibir su luz, incluso aquellas tradiciones que una vez consideramos sagradas pero que ahora han sido reemplazadas por la plenitud de la verdad” (Venid a mí y os sanaré, Conferencia General, octubre de 2006). El presidente Gordon B. Hinckley enfatizó: “La verdadera fe se basa en Jesucristo y su expiación. Cuando las creencias no están fundamentadas en Él, no pueden proporcionar la salvación prometida” (Testimonio de Jesucristo, Conferencia General, octubre de 1999).

“de manera que llegaron a ser impuros”
La impureza mencionada aquí no es física, sino espiritual. Los hijos, al rechazar el evangelio de Cristo y continuar aferrándose a las tradiciones de sus padres, se alejaron de la santificación que viene únicamente a través de la expiación y la obediencia al evangelio.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “La pureza espiritual se logra al aceptar el evangelio de Cristo, que limpia y purifica a todos los que se arrepienten y lo siguen. Aferrarse a viejas tradiciones nos impide experimentar esa purificación”
(La obra redentora de Cristo, Conferencia General, abril de 2003). En el Libro de Mormón, el profeta Moroni declara: “Porque ningún hombre puede ser salvo si no es limpio; sí, ningún hombre puede entrar en el reino de Dios si no ha lavado sus vestiduras en la sangre de Cristo” (Mormón 9:6).

Este versículo enfatiza la importancia de la transición espiritual entre la antigua ley y el evangelio de Cristo, especialmente en la crianza de la próxima generación. Subraya cómo las tradiciones que han perdido su propósito divino pueden convertirse en barreras para aceptar la verdad restaurada. El mensaje es claro: los padres tienen la responsabilidad de enseñar y modelar la verdad del evangelio, no tradiciones que contradicen la expiación de Cristo.

Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Cuando enseñamos a nuestros hijos, debemos centrarnos en Cristo y en los principios eternos de su evangelio, dejando de lado cualquier costumbre que no contribuya a su progreso eterno” (Enseñar a una nueva generación, Conferencia General, octubre de 1991).

Este versículo nos recuerda la importancia de aceptar plenamente el evangelio de Cristo y asegurarnos de que nuestras enseñanzas y tradiciones guíen a nuestros hijos hacia la santificación, no hacia la confusión espiritual.


4. Los Niños Pequeños Son Santos por la Expiación


Versículo 7: “Mas los niños pequeños son santos, porque son santificados por la expiación de Jesucristo; y esto es lo que significan las Escrituras.”
Este es el versículo más poderoso y doctrinalmente significativo de la sección. Declara de manera inequívoca que los niños pequeños son santos por la expiación de Cristo y no necesitan ningún rito, como la circuncisión o el bautismo infantil, para ser purificados. Este principio no solo elimina las tradiciones humanas innecesarias, sino que también resalta la pureza y el amor de Cristo hacia los niños.

“Mas los niños pequeños son santos”
Esta frase declara la pureza inherente de los niños pequeños, un principio que corrige la doctrina del “pecado original” promovida en otras tradiciones cristianas. En la restauración del evangelio, se enseña que los niños no tienen necesidad de bautismo, ya que son santos por naturaleza.
El presidente Joseph F. Smith enseñó: “Los niños pequeños no son culpables de pecado. Son inocentes, y el sacrificio expiatorio de Cristo los cubre plenamente sin que se requiera bautismo alguno”
(Doctrina del Evangelio, pág. 57). El presidente Russell M. Nelson dijo: “La santidad de los niños pequeños refleja su pureza espiritual y su estado de inocencia ante Dios” (El amor puro de Cristo, Conferencia General, abril de 2003).

“porque son santificados por la expiación de Jesucristo”
La expiación de Cristo no solo cubre los pecados de quienes son responsables de sus actos, sino que también santifica a los inocentes, como los niños pequeños. Este principio refuerza la doctrina de que la expiación es infinita y abarca todas las circunstancias de la vida.
El élder Bruce R. McConkie explicó: “Los niños pequeños son redimidos completamente por la sangre de Cristo, porque no tienen la capacidad de pecar ni la responsabilidad de hacerlo”
(Mormon Doctrine, pág. 462). El élder Dallin H. Oaks enseñó: “La expiación de Cristo no solo nos limpia del pecado, sino que asegura la salvación de aquellos que son incapaces de pecar, como los niños pequeños y aquellos sin responsabilidad moral” (El Poder de la Expiación, Conferencia General, abril de 2012).

“y esto es lo que significan las Escrituras”
Esta frase confirma que la doctrina de la santidad de los niños pequeños es consistente con las Escrituras, tanto antiguas como modernas. Jesús mismo enseñó que los niños pequeños son un ejemplo de pureza y santidad, dignos de imitación por los creyentes.

En Doctrina y Convenios 137:10, se afirma: “Todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad son salvos en el reino celestial de Dios.” El Salvador dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de ellos es el reino de Dios” (Lucas 18:16). El presidente Boyd K. Packer declaró: “El Señor considera a los niños pequeños como poseedores de una santidad divina, asegurada por su sacrificio expiatorio” (La obra redentora de Cristo, Conferencia General, abril de 2003).

Este versículo reafirma la doctrina fundamental de que los niños pequeños son santos e inocentes ante Dios. La santificación proviene de la expiación infinita de Jesucristo, que cubre no solo a los que pecan y se arrepienten, sino también a los que nunca han tenido la capacidad de pecar. Este principio es una de las enseñanzas más consoladoras del evangelio restaurado, proporcionando esperanza a los padres que han perdido hijos pequeños. Como enseñó el presidente Gordon B. Hinckley: “No hay mayor consuelo para una familia que saber que los niños pequeños están en los brazos amorosos de Dios, santificados y asegurados por la expiación de Jesucristo” (Testimonio de Jesucristo, Conferencia General, octubre de 1999).

Este versículo nos recuerda la infinita capacidad de la expiación de Cristo para redimir, consolar y asegurar la salvación de los más inocentes entre nosotros.


5. Consejo sobre el Matrimonio y la Fe


Versículo 5: “Fue, pues, por esta causa que el apóstol escribió a los de la iglesia, dándoles un mandamiento, no del Señor, sino de sí mismo, de que el creyente no se uniera al incrédulo, a menos que se abrogara la ley de Moisés entre ellos.”
Pablo aconseja que los creyentes no se unan con incrédulos, especialmente si esto puede llevar a conflictos doctrinales en el hogar. Este consejo refleja la importancia de la compatibilidad espiritual en el matrimonio, pero también deja espacio para que cada pareja evalúe su situación única. La unidad en la fe fortalece a la familia y permite criar a los hijos en un entorno centrado en Cristo.

“Fue, pues, por esta causa que el apóstol escribió a los de la iglesia”
Esta frase indica que Pablo se dirigió específicamente a los miembros de la Iglesia primitiva, aconsejándolos sobre un desafío particular de su tiempo: las diferencias entre las tradiciones de la ley de Moisés y el evangelio de Cristo. Su consejo era una respuesta a las tensiones culturales y doctrinales que enfrentaban los nuevos conversos.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “Los líderes inspirados, como los apóstoles, reciben revelación para guiar a la Iglesia en tiempos y circunstancias específicos. Sus enseñanzas están basadas en principios eternos, pero adaptadas a las necesidades de la época” (El evangelio eterno, Conferencia General, abril de 1996).

“dándoles un mandamiento, no del Señor, sino de sí mismo”
Pablo aclara que este consejo no es un mandamiento directo del Señor, sino una instrucción basada en su sabiduría y experiencia como apóstol. Esto refleja cómo los líderes inspirados pueden proporcionar dirección basada en principios del evangelio para resolver situaciones prácticas.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Aunque no todas las enseñanzas de los profetas son revelaciones directas, son inspiradas por el Espíritu para ayudarnos a vivir según los principios de la verdad”
(Standing for Something, pág. 132). El élder Dallin H. Oaks comentó: “El Señor otorga a sus líderes la inspiración para dar guía basada en las circunstancias que enfrentan los miembros de la Iglesia en diferentes momentos” (El papel del Espíritu Santo en la revelación, Conferencia General, octubre de 1996).

“de que el creyente no se uniera al incrédulo”
Este consejo resalta la importancia de la unidad espiritual en el matrimonio. Pablo advertía que las diferencias de fe podían generar conflictos, especialmente en la crianza de los hijos y la observancia de las leyes de Dios. Aunque no se prohíbe el matrimonio con incrédulos, se subraya la dificultad que puede surgir al intentar armonizar valores y creencias tan distintas.
El élder David A. Bednar enseñó: “La unidad espiritual en el matrimonio es esencial para establecer un hogar donde prevalezca el evangelio de Jesucristo” (El matrimonio y la familia: Una perspectiva eterna, Conferencia General, octubre de 2006). El presidente Spencer W. Kimball advirtió: “Los matrimonios en los que no hay unidad en la fe a menudo enfrentan desafíos significativos. La seguridad y la fortaleza de una familia se encuentran en compartir creencias y valores espirituales” (The Miracle of Forgiveness, pág. 239).

“a menos que se abrogara la ley de Moisés entre ellos”
Pablo introduce una excepción: la unión entre creyentes e incrédulos sería menos problemática si la ley de Moisés no fuera un factor divisivo. Esto señala la importancia de eliminar las tradiciones que pueden interferir con la práctica plena del evangelio de Cristo.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “Cuando las viejas tradiciones o prácticas impiden aceptar la plenitud del evangelio, deben ser dejadas de lado. El evangelio exige nuestra lealtad completa y sin reservas” (Venid a mí y os sanaré, Conferencia General, octubre de 2006). El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cristo cumplió la ley de Moisés, abrogándola y estableciendo un convenio superior basado en la fe, el arrepentimiento y el amor eterno” (La expiación y el nuevo convenio, Conferencia General, abril de 1997).

Este versículo subraya principios importantes para los Santos de los Últimos Días: La armonía en la fe fortalece el hogar y facilita la enseñanza de los principios del evangelio. Los líderes pueden proporcionar consejo inspirado basado en circunstancias específicas, aunque no siempre sea revelación directa. Las tradiciones que interfieren con la práctica plena del evangelio deben ser abandonadas en favor de las verdades eternas.

Como dijo el presidente Dallin H. Oaks: “La dirección que recibimos de los líderes inspirados de la Iglesia siempre debe ser evaluada a la luz de los principios eternos, buscando el Espíritu para comprender cómo aplicarla en nuestras vidas personales”
(El papel del consejo inspirado, Conferencia General, octubre de 2017).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestras decisiones espirituales y familiares, asegurándonos de que cada elección esté alineada con el evangelio de Jesucristo.


Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.”  En Deja un comentario


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