Doctrina y Convenios Sección 91

Doctrina y Convenios
Sección 91


Contexto Histórico

A finales de la década de 1820 se dio un acalorado debate entre los miembros de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Algunos miembros defendían que la Sociedad debía incluir en sus Biblias el Apócrifo—“la docena de libros que no se hallaban en el canon hebreo pero que sí estaban incluidos en la versión griega del Antiguo Testamento.” Otros miembros de la Sociedad pensaban que estaban “adulterando las Escrituras, al circular junto con las palabras de vida eterna las mentiras y fábulas del Apócrifo.” Ese debate llevaba siglos discutiéndose entre los cristianos. José no sabía cuál argumento era el más correcto.

La versión de la Biblia del Rey Santiago (King James Bible) que tenía José incluía el Apócrifo. La sección 90, revelada el 8 de marzo de 1833, instruyó a José terminar su revisión del Antiguo Testamento antes de pasar a otras tareas urgentes. Al día siguiente preguntó al Señor si debía leer el Apócrifo y revisarlo junto con el resto del Antiguo Testamento. Su historia dice: “Habiendo llegado a esa porción de los escritos antiguos llamada el Apócrifo, recibí la siguiente” revelación.

El Señor le dice a José que no necesita traducir el Apócrifo, y le explica por qué. Gran parte es verdadera y ya está traducida correctamente. Otra parte no es verdadera, carece de inspiración y contiene añadiduras posteriores. La revelación se centra en el “por tanto” que comienza el versículo 4. Debido a que hay mucho de verdad y también mucho de lo contrario en el Apócrifo, debe entenderse por medio del Espíritu, el cual testifica de la verdad. Esa es la forma de obtener el mayor provecho del Apócrifo.

La sección 91 nos ayuda a comprender la naturaleza de las Escrituras y de la revelación. Ha habido muchas disputas históricas y posturas dogmáticas en torno al Apócrifo. La respuesta revelada quizá sea la menos dogmática. En lugar de declarar absolutamente verdaderos o falsos los libros tan variados del Apócrifo, el Señor se enfoca en la verdad y el error dentro de los textos. Tampoco parece preocupado por los errores en las Escrituras ni por su suficiencia, un término que los Santos de los Últimos Días ni siquiera utilizan. En su lugar, otorga un principio infalible que puede aplicarse a todos los textos y a todos los temas: el principio de que al buscar la verdad a la luz del Espíritu Santo, las personas podrán discernir la verdad del error dondequiera que se halle.

Contexto adicional  por Casey Paul Griffiths

En la primavera de 1833, José Smith continuaba su proyecto de traducir la Biblia. Un mes antes, José había anotado en su libro de actas: “Este día completé la traducción y la revisión del Nuevo Testamento y lo sellé para no abrirse más hasta que vaya a Sion.” Parece que después de concluir su labor con el Nuevo Testamento, José volvió a su traducción del Antiguo Testamento. El día antes de recibir Doctrina y Convenios 91, José Smith había recibido otra revelación que delineaba varias responsabilidades a llevar a cabo “cuando termines la traducción de los profetas” (DyC 90:13). Al parecer, después de recibir este mandamiento, José deseaba saber si los libros conocidos popularmente como “el Apócrifo” debían traducirse también.

Incluso mientras se imprimía el Libro de Mormón, José Smith y sus asociados ya habían comenzado a planear una traducción de la Biblia. Su intención era corregir muchos de los errores que se habían introducido en el texto y restaurar muchas de las verdades claras y preciosas que se habían perdido. El 8 de octubre de 1829, Oliver Cowdery compró una Biblia del Rey Santiago grande en la imprenta Grandin, donde se imprimía el Libro de Mormón. Esta Biblia, actualmente en custodia de la Comunidad de Cristo, resulta útil para comprender por qué José y sus asociados tenían preguntas sobre el Apócrifo. La Biblia que compró Cowdery era una edición grande, estilo púlpito, que contenía el Antiguo y el Nuevo Testamento junto con el Apócrifo. Medía nueve pulgadas de ancho, once de largo, dos y media de grosor, y pesaba casi cinco libras. En la portada interior, con la gran caligrafía de José Smith, se lee la inscripción: “El Libro de los Judíos y propiedad de José Smith Junior y Oliver Cowdery, comprado el 3 de octubre de 1829 en la Librería de Egbert B. Grandin, Palmyra, Condado de Wayne, Nueva York. Precio $3.75. Santidad al Señor.” Se cree que esta Biblia sirvió como el texto principal de estudio para la traducción inspirada de la Biblia por parte de José Smith.

El Apócrifo consiste en una colección de libros que no se encontraban en las colecciones hebreas de escritos sagrados pero que sí estaban incluidos en la versión griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta. Los cristianos católicos romanos y ortodoxos orientales incluyen el Apócrifo en su Antiguo Testamento y lo consideran inspirado por Dios. Cuando Martín Lutero tradujo la Biblia en 1534, colocó los libros del Apócrifo al final del Antiguo Testamento, escribiendo que “no se los considera iguales a las Sagradas Escrituras, y sin embargo son provechosos y buenos para leer.” La mayoría de los cristianos protestantes siguieron la postura de Lutero y en general excluyeron el Apócrifo de su Antiguo Testamento.

Al comenzar su traducción de la Biblia, José Smith mostró mayor disposición a aceptar libros como el Apócrifo dentro del canon escritural. La aparición del Libro de Mormón demostró que podía haber Escritura fuera del canon cristiano tradicional. Reflexionando más tarde sobre su proyecto de traducir la Biblia, José escribió: “A menudo se suscitaban muchas conjeturas y conversaciones entre los santos, acerca de los libros mencionados y referidos en varios lugares del Antiguo y el Nuevo Testamento, los cuales ya no se hallaban en ninguna parte. El comentario común era: ‘son libros perdidos’; pero parece que las iglesias apostólicas tenían algunos de estos escritos, pues Judas menciona o cita la profecía de Enoc, el séptimo desde Adán.”

Dada su apertura al concepto de Escritura adicional, era natural que José Smith preguntara sobre el Apócrifo y si debía traducirse. En su propia historia, el Profeta escribió sencillamente: “Habiendo llegado a esa porción de los escritos antiguos llamada el Apócrifo recibí lo siguiente [Doctrina y Convenios 91].”

Ver “Historical Introduction,” Revelation, 9 March 1833 [D&C 91]


Versículos 1–3
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)


La Biblia que José Smith usó para su proyecto de traducción contenía una sección designada como “Apócrifo”, la cual incluía 1 y 2 de Esdras, Tobías, Judit, la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Jesús hijo de Sirac, Baruc, el Cántico de los Tres Jóvenes, Susana, Bel y el Dragón, la Oración de Manasés, y 1 y 2 de Macabeos. El nombre Apócrifo proviene de un término griego que significa “oculto” o “escondido.” Debe distinguirse del término apócrifo (con minúscula), que a menudo se usa para describir otras obras de origen antiguo, como los Rollos del Mar Muerto, la biblioteca de Nag Hammadi o los libros apócrifos del Nuevo Testamento. La revelación en la sección 91 solo se refiere a los libros específicos hallados en la Septuaginta griega que no están en la Biblia hebrea, es decir, el Apócrifo con mayúscula, que es aceptado por los cristianos católicos pero, en general, no por los cristianos protestantes.

En términos generales, el Señor habla de manera positiva sobre el Apócrifo en el versículo 1, diciendo que “hay muchas cosas en él que son verdaderas, y en su mayor parte está traducido correctamente.” Sin embargo, no era necesario que el Profeta lo tradujera (DyC 91:3). Las instrucciones dadas en Doctrina y Convenios 91 no deben aplicarse a todos los escritos apócrifos, los cuales varían enormemente en sus pretensiones de autenticidad y utilidad. Esta revelación es útil para advertir a los Santos de los Últimos Días que no deben depositar demasiada confianza en libros fuera del canon escritural establecido por los siervos autorizados del Señor. Estos libros pueden ser útiles e iluminadores, pero no tienen el mismo peso que los libros canónicos.

Las verdades del Apócrifo deben medirse contra el canon escritural de la Iglesia antes de ser aceptadas. La palabra canon en sí misma es de origen griego y denota “una vara para probar la rectitud.” Las “obras estándar” son lo que debemos usar para poner a prueba la verdad de otros escritos, en particular de aquellos que afirman también tener un origen antiguo.


Versículo 1: “De cierto, así dice el Señor concerniente a los libros apócrifos: Contienen muchas cosas verdaderas, y en su mayoría se han traducido correctamente.”
Este versículo destaca que los apócrifos no deben ser descartados por completo. Contienen enseñanzas valiosas y partes de verdad divina. Sin embargo, su valor radica en su capacidad de ser una fuente complementaria de conocimiento espiritual, y no en su canonicidad absoluta.

“De cierto, así dice el Señor concerniente a los libros apócrifos”
El Señor, a través de José Smith, establece una declaración divina sobre un tema controversial en el cristianismo de su época: los libros apócrifos. Esta introducción señala que Dios tiene interés en proporcionar claridad sobre estos textos. Refleja un principio fundamental del evangelio restaurado: la revelación continua para resolver dudas doctrinales.
Joseph Fielding Smith: “Dios no dejará a sus hijos en confusión. Siempre que haya incertidumbre o necesidad de conocimiento adicional, Él proporcionará luz a través de los profetas” (Doctrinas de Salvación, tomo 1). Dios no es un Dios de confusión (1 Corintios 14:33). Él proporciona respuestas claras a preguntas importantes, incluso sobre escrituras antiguas.

“Contienen muchas cosas verdaderas”
Esta afirmación reconoce que los apócrifos no son totalmente falsos ni carecen de valor espiritual. Aunque no son canonizados, contienen verdades que pueden enriquecer el entendimiento del evangelio, si son abordados correctamente. Este principio subraya la noción de que la verdad puede encontrarse en múltiples fuentes, pero siempre debe ser discernida por el Espíritu.
Brigham Young: “Todo principio verdadero, donde sea que se encuentre, proviene de Dios. El deber de los Santos de los Últimos Días es buscar la verdad y aceptarla” (Journal of Discourses, 7:283). En 1978, en la Declaración sobre la verdad religiosa, la Primera Presidencia afirmó que “la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días abarca toda verdad, venga de donde venga.”

“Y en su mayoría se han traducido correctamente”
El Señor confirma que, a diferencia de otros textos, los apócrifos no han sufrido una traducción radicalmente corrupta. Sin embargo, esto no implica perfección. Esta frase sugiere que los problemas en los apócrifos no se deben tanto a errores de traducción, sino a interpolaciones y modificaciones humanas en su contenido.
José Smith: “La Biblia es la palabra de Dios en la medida en que esté traducida correctamente” (Artículo de Fe 8). Este principio puede aplicarse también a otros textos religiosos. Elder Bruce R. McConkie: “El Señor ha permitido que muchos registros sagrados permanezcan en la tierra, incluso si no son perfectos, porque contienen principios esenciales para la salvación” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo 3).

Este versículo nos enseña varios principios doctrinales relevantes: Dios confirma que los apócrifos contienen muchas cosas verdaderas, lo que refuerza la idea de que la verdad divina puede encontrarse más allá de las escrituras canonizadas, pero requiere discernimiento espiritual para su correcta comprensión.
Aunque los apócrifos se han traducido mayormente de forma precisa, todavía requieren cautela debido a las interpolaciones humanas. Esto nos enseña que la verdad revelada debe ser examinada con guía espiritual, incluso en fuentes sagradas.
Este versículo muestra la importancia de la revelación moderna para aclarar cuestiones doctrinales que no están completamente definidas en las escrituras antiguas.
La declaración del Señor en este versículo armoniza con el principio de que el evangelio es inclusivo de toda verdad, venga de donde venga. Sin embargo, también nos recuerda que el Espíritu Santo es el único medio seguro para discernir esa verdad y aplicarla en nuestra vida. Como dijo el presidente Ezra Taft Benson, “El Espíritu es el gran maestro, y debemos buscarlo al estudiar las escrituras” (Enseñanzas del Presidente Ezra Taft Benson, cap. 10).


Versículo 2: “Hay muchas cosas en ellos que no son verdaderas, que son interpolaciones de los hombres.”
Este versículo subraya un principio esencial para los estudiantes de las escrituras: no todo texto religioso es inmutablemente perfecto. Las interpolaciones humanas reflejan los cambios, interpretaciones y adiciones hechas por personas a lo largo del tiempo. Esto invita a buscar discernimiento espiritual al leer textos religiosos.

“Hay muchas cosas en ellos que no son verdaderas”
El Señor advierte que los libros apócrifos contienen elementos que no son auténticamente inspirados. Este principio enseña que, aunque ciertos textos puedan tener partes de verdad, también pueden incluir errores, falsedades o ideas que no provienen de Dios. Esto resalta la necesidad de un enfoque crítico y espiritual al estudiar escrituras o textos religiosos externos al canon aceptado.
José Smith: “La Biblia es la palabra de Dios en la medida en que esté traducida correctamente” (Artículo de Fe 8). Este principio no solo aplica a la Biblia, sino también a otros textos religiosos, como los apócrifos. Gordon B. Hinckley: “No toda escritura, aunque tenga apariencia de verdad, proviene de Dios. Solo la guía del Espíritu puede ayudarnos a discernir lo que es verdadero y lo que no” (Teachings of Gordon B. Hinckley, p. 243). Satanás y el error humano pueden introducir elementos de confusión en textos religiosos, como se señala en Doctrina y Convenios 93:39: “Y sucedió que Satanás […] quitó la verdad de los hijos de los hombres, y los cegó.”

“Que son interpolaciones de los hombres”
El término “interpolaciones” se refiere a adiciones, alteraciones o modificaciones hechas por seres humanos que no fueron inspiradas por Dios. Esta frase subraya el problema de la manipulación humana en textos sagrados a lo largo de la historia. Aunque muchas escrituras originales fueron reveladas por Dios, los cambios introducidos por traductores, escribas o líderes religiosos pueden distorsionar el mensaje original.
Bruce R. McConkie: “Los errores introducidos por los hombres en las escrituras no disminuyen el hecho de que las palabras originales fueron inspiradas. Lo que necesitamos es discernir, por medio del Espíritu, lo que realmente proviene de Dios” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo 1, p. 93). “Satanás trabaja para torcer las verdades sagradas mediante las filosofías de los hombres. La única manera de evitar el engaño es apoyarnos en las escrituras y la guía del Espíritu” (Conference Report, abril de 1975). La advertencia de Apocalipsis 22:18-19, que condena a aquellos que añadan o quiten algo a las escrituras, resalta el peligro de las interpolaciones humanas.

Este versículo destaca la fragilidad de los registros humanos y la importancia de buscar discernimiento espiritual. Aunque los apócrifos contienen verdades, las interpolaciones de los hombres introducen conceptos erróneos que pueden confundir al lector. Esto no solo es un problema de los textos apócrifos, sino de cualquier documento que pretenda ser inspirado sin serlo.
El Señor, al revelar esta instrucción, nos enseña varias verdades importantes: A lo largo de la historia, la palabra de Dios ha sido manipulada por intereses humanos, lo que refuerza la necesidad de revelación continua.
Como explicó el élder David A. Bednar, “el Espíritu Santo nos ayuda a discernir la verdad de los errores sutiles introducidos por el hombre” (Conference Report, octubre de 2005).
El valor de cualquier texto sagrado radica en su capacidad de llevarnos a Cristo y fortalecer nuestro testimonio de Su evangelio. Los textos manipulados por el hombre, aunque puedan tener partes inspiradas, no cumplen plenamente este propósito.
Este versículo nos recuerda que debemos estudiar todas las cosas con cuidado y oración. Como dijo el presidente Howard W. Hunter, “El estudio de las escrituras debe ir acompañado de oración ferviente para que el Espíritu confirme lo que es verdadero” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Howard W. Hunter, p. 126). Al aplicar este principio, evitamos ser engañados por interpolaciones humanas y nos mantenemos firmes en el camino del evangelio.


Doctrina y Convenios 91:3–6


Cuando el profeta José Smith consultó al Señor respecto a los antiguos escritos llamados los Apócrifos, se le dijo: “Hay muchas cosas contenidas en ellos que son verdaderas, y en su mayor parte están traducidos correctamente; hay muchas cosas contenidas en ellos que no son verdaderas, que son interpolaciones hechas por manos de hombres” (D. y C. 91:1–2). Descubrimos la verdad de todas las cosas por medio de la revelación personal, estudiando un asunto y luego buscando un testimonio espiritual mediante el poder del Espíritu Santo, quien manifiesta la verdad al buscador humilde.

El Señor también enseñó a Su profeta que, aunque el contenido de los Apócrifos es interesante, no es esencial para nuestra salvación. El tiempo del profeta era limitado y valioso. Era absolutamente crucial que lo dedicara a las cosas de mayor valor. Lo mismo se aplica a nosotros. Con demandas urgentes y un tiempo insuficiente para hacer todo lo que quisiéramos, debemos enfocar nuestro corazón y mente en las verdades escriturales de mayor valor y de valor eterno.

La revelación contenida en Doctrina y Convenios 91 es un ejemplo claro del principio de revelación continua y personalizada. Aunque los Apócrifos eran textos conocidos y respetados por muchos en la tradición cristiana, el Señor reveló que, si bien contienen verdades, no deben considerarse esenciales para la salvación, y además están mezclados con errores introducidos por la mano del hombre.

Este principio enseña varias verdades importantes:

  1. No toda escritura antigua es igualmente inspirada; la autenticidad espiritual de un texto debe discernirse mediante el Espíritu Santo.
  2. El Espíritu Santo es el maestro supremo de la verdad. No basta con leer o estudiar intelectualmente; la verdad se confirma por medio de la revelación personal.
  3. La prioridad espiritual es fundamental. Incluso el profeta fue advertido a no invertir tiempo excesivo en textos de valor limitado para la obra del Señor.

La revelación también nos invita a reflexionar sobre el uso sabio de nuestro tiempo y atención espiritual. En un mundo con abundante información religiosa (muchas veces contradictoria), necesitamos centrar nuestros esfuerzos en la verdad revelada y canonizada, que lleva a la conversión y exaltación.

Doctrina y Convenios 91 nos enseña a buscar lo esencial y eterno, y a hacerlo con el acompañamiento del Espíritu Santo. Aunque hay muchos textos antiguos que pueden aportar conocimiento, no todos conducen a la salvación. Al igual que el profeta José Smith, debemos usar nuestro tiempo y energía espiritual en lo que tiene un valor duradero: las Escrituras inspiradas, los mandamientos de Dios y las enseñanzas de los profetas vivientes.

En última instancia, el Señor nos invita a desarrollar discernimiento espiritual. La verdad se encuentra no solo en lo que estudiamos, sino en cómo lo recibimos—con humildad, con fe, y con la guía del Espíritu Santo. De este modo, evitamos distracciones y construimos una vida centrada en lo que realmente tiene valor eterno.


Versículo 3: “De cierto os digo, que no es necesario que los libros apócrifos sean traducidos.”
El Señor libera a José Smith de la tarea de traducir los apócrifos, indicando que su traducción no es crucial para los propósitos del evangelio restaurado. Esto refuerza la idea de que no todo texto antiguo es esencial para la revelación y la salvación.

“De cierto os digo”
El uso de esta expresión refuerza la naturaleza autoritaria y divina de la instrucción que sigue. Es una afirmación directa del Señor, lo que indica que la revelación que José Smith está recibiendo es clara, específica y no deja espacio para dudas.
David A. Bednar: “Cuando el Señor habla a través de los profetas, lo hace con claridad. No hay ambigüedad en Su palabra cuando guía a Su pueblo” (Conference Report, octubre de 2009). Las revelaciones modernas son un reflejo de la continuidad del ministerio de los profetas en guiar a los santos de acuerdo con la voluntad de Dios (Amós 3:7).

“Que no es necesario”
El Señor establece que no es esencial que los libros apócrifos sean traducidos. Esto muestra que no todos los textos religiosos, incluso aquellos que contienen ciertas verdades, son indispensables para la salvación o la edificación espiritual del pueblo de Dios. El Señor dirige el enfoque de Su pueblo hacia lo esencial para el progreso espiritual.
José Smith: “La plenitud del evangelio ya está contenida en el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Biblia” (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 328). Elder Neal A. Maxwell: “El Señor sabe exactamente qué revelaciones necesitamos en cada dispensación. No todas las verdades son necesarias para nuestra salvación en este momento” (Men and Women of Christ, p. 16). Dios administra Sus revelaciones según Su sabiduría y el contexto de Sus hijos, enfocándose en lo que es más relevante para su progreso espiritual (2 Nefi 31:20).

“Que los libros apócrifos sean traducidos”
El Señor especifica que, aunque los apócrifos contienen verdades, no es necesario que José Smith dedique su tiempo a traducirlos. Esto sugiere que los recursos del profeta debían enfocarse en prioridades mayores, como la restauración de doctrinas esenciales, la edificación de Sión y la preparación de los santos para la segunda venida de Cristo.
Brigham Young: “El Señor asigna a Sus profetas tareas específicas que beneficiarán directamente a Su pueblo. Él dirige sus esfuerzos hacia donde serán más fructíferos” (Journal of Discourses, 6:317). Elder Jeffrey R. Holland: “El Señor nos enseña a priorizar. No todo lo que es bueno es necesario, y no todo lo que es necesario es urgente” (Ensign, octubre de 2012). El Señor guía Su obra con perfecta sabiduría, asegurando que los recursos y los esfuerzos se enfoquen en lo que traerá mayor beneficio a Su reino (D. y C. 88:119).

Este versículo enseña un principio profundo sobre la administración del tiempo y los recursos dentro del reino de Dios. Aunque los apócrifos tienen valor espiritual, el Señor no los considera esenciales para la edificación del pueblo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Esto muestra que Dios da prioridad a los textos y esfuerzos que directamente contribuyen a la salvación y preparación de Sus hijos.
Además, este versículo subraya la confianza de Dios en el Espíritu Santo como guía principal para los santos. En lugar de dedicar tiempo a traducir los apócrifos, el Señor anima a los miembros a buscar la guía del Espíritu para discernir la verdad contenida en ellos. Como dijo el presidente Dallin H. Oaks, “El Señor nos enseña a depender del Espíritu para saber qué hacer y qué no hacer, qué estudiar y qué dejar a un lado” (Conference Report, abril de 1997).
En conclusión, este versículo resalta la naturaleza sabia y ordenada del liderazgo divino. Nos invita a confiar en que el Señor dirige a Sus profetas para enfocar sus esfuerzos en lo esencial y en que, al buscar la guía del Espíritu, nosotros también podemos discernir las verdades que edifican y fortalecen nuestra relación con Dios.


Versículos 4–6
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)


Los principios en estos últimos versículos no solo se aplican al Apócrifo, sino que también pueden aplicarse de manera general a cualquier libro. Debemos acercarnos a cualquier obra—sea de Escritura, literatura, cine o música—con la iluminación del Espíritu, procurando obtener de ellas los beneficios que podamos. Leer, ver o escuchar obras obscenas y degradantes nos daría muy poco beneficio. Sin embargo, hay obras sublimes en todas las ramas del esfuerzo humano que nos elevan y nos brindan un gran provecho. El Señor continuamente amonestó a los santos a no solo buscar los mejores libros (DyC 88:118; 90:15), sino también a buscar todas las cosas buenas.

José Smith resumió esta filosofía cuando escribió: “Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos” (Artículos de Fe 13). Como discípulos de Jesucristo, tenemos la obligación de buscar las cosas de mayor provecho. Muchas de ellas provienen de nuestros hermanos y hermanas de otras religiones, culturas y trasfondos. Con el Espíritu como nuestra guía, debemos acoger todas las cosas que sean de beneficio mientras procuramos hacer del mundo un lugar mejor.


Versículo 4: “Por tanto, quien los lea, que entienda, porque el Espíritu manifiesta la verdad.”
Aquí se establece un principio fundamental del evangelio: la verdad no se encuentra únicamente en las palabras, sino a través del testimonio del Espíritu Santo. Este versículo recuerda a los lectores que el discernimiento espiritual es vital al estudiar cualquier texto.

“Por tanto, quien los lea, que entienda”
El Señor invita a quienes lean los libros apócrifos a hacerlo con un propósito claro: entender. Esto implica no solo una lectura superficial, sino un esfuerzo consciente por buscar conocimiento y comprensión espiritual. En este contexto, “entender” no es meramente intelectual, sino que incluye discernir espiritualmente lo que es verdadero y edificante.
José Smith: “La comprensión espiritual es más que conocimiento; es la revelación que viene a la mente y al corazón por medio del Espíritu Santo” (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 151). Dieter F. Uchtdorf: “La búsqueda de la verdad debe incluir tanto el corazón como la mente, pues solo así podemos obtener un entendimiento pleno” (Conference Report, octubre de 2009). El entendimiento espiritual requiere un esfuerzo activo y la humildad necesaria para ser guiados por el Espíritu, como se enseña en 2 Nefi 28:30: “Porque he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea.”

“Porque el Espíritu manifiesta la verdad”
Este es un principio fundamental del evangelio restaurado: el Espíritu Santo es el único que puede testificar de la verdad. Ningún texto religioso, por sí solo, tiene el poder de revelar la verdad sin la intervención del Espíritu. Aquí, el Señor enfatiza que el discernimiento espiritual es clave para beneficiarse de cualquier escritura, incluyendo los apócrifos.
Moroni 10:5: “Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas.” Este versículo es un testimonio directo de que el Espíritu Santo es el medio por el cual la verdad se confirma en nuestras vidas. Bruce R. McConkie: “El Espíritu Santo es el gran revelador, y sin su ayuda no podemos entender plenamente las cosas de Dios” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo 3, p. 330). Gordon B. Hinckley: “El Espíritu no solo confirma la verdad, sino que también amplifica nuestro entendimiento de ella, ayudándonos a aplicarla en nuestras vidas” (Ensign, abril de 2007).

Este versículo nos enseña principios esenciales para la búsqueda de la verdad: Leer cualquier escritura, incluyendo los libros apócrifos, sin la guía del Espíritu Santo, lleva al riesgo de malinterpretar o no reconocer las verdades presentes.
El llamado del Señor a “que entienda” sugiere que el entendimiento espiritual requiere intención, esfuerzo y apertura a la revelación divina. No basta con leer, es necesario reflexionar y buscar el testimonio del Espíritu.
Este versículo refuerza que el Espíritu Santo es el maestro principal y el revelador de todas las cosas. Como dijo el élder David A. Bednar, “El Espíritu Santo no solo nos enseña verdades, sino que también nos ayuda a recordarlas y a aplicarlas en nuestra vida diaria” (Conference Report, abril de 2006).
En última instancia, este versículo subraya que el conocimiento espiritual es accesible para todos aquellos que lo buscan con sinceridad y humildad, confiando en la guía del Espíritu Santo. Como explicó el presidente Ezra Taft Benson, “El Espíritu Santo es el medio por el cual recibimos revelación personal, y esa revelación es esencial para navegar con éxito por la vida terrenal” (Teachings of Ezra Taft Benson, p. 132).


Versículo 5: “Y el que sea iluminado por el Espíritu logrará beneficio de ellos.”
Este versículo alienta a los santos a buscar guía espiritual al leer los apócrifos (o cualquier escritura). Para quienes estén abiertos al Espíritu, estos textos pueden ser una fuente de conocimiento y crecimiento espiritual.

“Y el que sea iluminado por el Espíritu”
El Señor enfatiza que solo aquellos que reciben guía espiritual serán capaces de extraer provecho verdadero de los libros apócrifos. Ser “iluminado” implica que el Espíritu Santo actúa como un maestro y guía, brindando entendimiento y discernimiento para reconocer lo que es verdadero, relevante y edificante.
Doctrina y Convenios 50:24: “El que reciba luz, y persevera en Dios, recibe más luz; y esa luz se hace más y más brillante hasta el día perfecto.” Este pasaje enseña que la iluminación es un proceso continuo. Bruce R. McConkie: “El Espíritu Santo no solo testifica de la verdad, sino que también expande la mente, amplía la comprensión y profundiza el alma” (A New Witness for the Articles of Faith, p. 267). José Smith: “La inspiración del Espíritu Santo permite al hombre comprender las cosas de Dios más allá de lo que su mente natural podría alcanzar” (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 149).
Este principio subraya que la capacidad de beneficiarse de cualquier texto sagrado depende de la sensibilidad espiritual del lector. Sin la iluminación del Espíritu, incluso los escritos más inspiradores pueden parecer sin sentido o confusos.

“Logrará beneficio de ellos”
La promesa es clara: aquellos que son guiados por el Espíritu Santo encontrarán valor espiritual en los apócrifos. Esto implica que estos textos, aunque no son considerados escritura canónica, contienen principios y verdades que pueden edificar y fortalecer a quienes los estudien con discernimiento espiritual.
2 Nefi 32:3: “Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por tanto, hablan las palabras de Cristo. Por lo tanto, os digo: banqueteaos con las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer.” Este pasaje resalta que la verdadera edificación proviene del Espíritu, independientemente de la fuente. Boyd K. Packer: “El Espíritu Santo magnifica nuestra capacidad para ver la verdad y nos ayuda a aplicarla, lo que resulta en un verdadero beneficio espiritual” (Let Not Your Heart Be Troubled, p. 112). Gordon B. Hinckley: “El estudio guiado por el Espíritu siempre enriquece la vida y profundiza nuestro entendimiento del evangelio” (Ensign, noviembre de 2007).
El “beneficio” que se promete no es simplemente académico, sino profundamente espiritual. Este beneficio puede manifestarse como fortalecimiento de la fe, mayor conocimiento del evangelio o una apreciación más profunda de la obra de Dios en la historia.

Este versículo enseña que el beneficio espiritual no depende tanto de la perfección del texto, sino de la actitud del lector y de su disposición para buscar la guía del Espíritu Santo. En lugar de depender únicamente del conocimiento intelectual o de opiniones humanas, este principio subraya que la verdadera edificación proviene de la conexión personal con el Espíritu.
El élder David A. Bednar explicó: “El Espíritu Santo no solo confirma lo que es verdadero, sino que también amplifica nuestro entendimiento para que podamos aplicarlo en nuestra vida diaria” (Conference Report, abril de 2010). Esto significa que aquellos que estudian los apócrifos con el corazón abierto y el Espíritu como guía pueden encontrar lecciones, principios y verdades que los fortalezcan espiritualmente.
En conclusión, este versículo nos recuerda que la iluminación espiritual es la clave para extraer beneficio de cualquier texto, incluso aquellos que no son considerados canónicos. Como dijo el presidente Russell M. Nelson, “El Espíritu Santo es el regalo más preciado que podemos tener para discernir la verdad en un mundo lleno de confusión” (Conference Report, octubre de 2018). Al buscar esa iluminación, el estudio de cualquier material puede convertirse en una experiencia enriquecedora y edificante.


Versículo 6: “Y el que no reciba por medio del Espíritu no puede beneficiarse. Por consiguiente, no es necesario que sean traducidos. Amén.”
Este versículo cierra con una advertencia importante: la lectura sin discernimiento espiritual puede ser estéril. Este principio no solo aplica a los apócrifos, sino también a las escrituras y a cualquier búsqueda de verdad.

“Y el que no reciba por medio del Espíritu”
El Señor establece que el entendimiento espiritual no depende únicamente del esfuerzo intelectual, sino de recibir guía a través del Espíritu Santo. Esto refuerza la doctrina de que el conocimiento espiritual no se adquiere mediante métodos mundanos, sino por revelación personal. Sin el Espíritu, incluso textos sagrados pierden su capacidad de edificar y transformar.
1 Corintios 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” Bruce R. McConkie: “El Espíritu Santo es el único medio por el cual las verdades espirituales pueden ser entendidas y aceptadas” (Doctrinal New Testament Commentary, tomo 2, p. 280). David A. Bednar: “El Espíritu Santo no solo testifica de la verdad, sino que también nos enseña cómo aplicarla en nuestra vida” (Conference Report, abril de 2010).
Esta frase destaca la incapacidad del hombre natural para extraer beneficio espiritual sin la influencia del Espíritu. Sin esa conexión divina, cualquier texto inspirado puede ser malinterpretado o perder su propósito transformador.

“No puede beneficiarse.”
El Señor deja en claro que el beneficio espiritual está directamente relacionado con la disposición de la persona a buscar y recibir guía del Espíritu. El “beneficio” aquí no se limita al conocimiento intelectual, sino que incluye un cambio de corazón, una mayor fe y un entendimiento más profundo de los principios del evangelio.
Doctrina y Convenios 50:22: “El que predica y el que recibe, se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntos.” Este principio sugiere que la edificación espiritual es mutua y depende del Espíritu. Boyd K. Packer: “El conocimiento espiritual verdadero solo se puede adquirir cuando buscamos el testimonio del Espíritu y permitimos que nos guíe” (The Candle of the Lord, Ensign, enero de 1983).
Sin el Espíritu Santo, cualquier lectura o estudio puede convertirse en un ejercicio intelectual vacío, sin el poder de transformar la vida del lector o fortalecer su testimonio.

“Por consiguiente, no es necesario que sean traducidos.”
El Señor concluye que los libros apócrifos no requieren traducción, ya que los principios espirituales que contienen no son indispensables para la salvación. Los santos tienen ya suficiente luz en las escrituras canonizadas y la guía del Espíritu Santo para discernir lo que necesitan.
José Smith: “El Señor nos da lo que es más necesario para nuestra dispensación. Lo demás puede ser útil, pero no esencial” (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 248). Elder Neal A. Maxwell: “El Señor nos enseña a priorizar. No todo lo que es bueno es necesario para nuestra salvación inmediata” (Men and Women of Christ, p. 72).
Esta declaración subraya que el Señor dirige Sus revelaciones y esfuerzos hacia lo esencial para el progreso espiritual. La falta de traducción no implica que los apócrifos sean inútiles, sino que su valor es complementario y no indispensable.

Este versículo establece dos principios doctrinales importantes: Sin la guía del Espíritu, incluso los textos más valiosos pierden su poder para edificar y transformar. Esto resalta la centralidad del Espíritu en el proceso de aprendizaje espiritual. La decisión de no traducir los apócrifos muestra que Dios dirige la obra de acuerdo con lo que es más necesario y relevante para Sus hijos. Esto enseña que debemos confiar en Su sabiduría al priorizar nuestras propias búsquedas espirituales.
Como enseñó el presidente Russell M. Nelson, “El Espíritu Santo es el maestro supremo. A través de Su influencia, entendemos lo que debemos hacer, aprender y priorizar” (Conference Report, octubre de 2018). En última instancia, este versículo nos invita a buscar iluminación espiritual y confiar en que el Señor nos dará lo que realmente necesitamos para nuestro crecimiento eterno.

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