El Libro de Enós

Tu estudio de — El Libro De Mormón
Primera Parte:
1 Nefi Hasta Palabras de Mormón
David J. Ridges Con Joaquín Fenollar

EL LIBRO DE ENÓS

Tu estudio de — El Libro De Mormón Primera Parte: 1 Nefi Hasta Palabras de Mormón

Nos sería fácil referirnos a Enós con el nombre de “Enós Jacobson” debido a que él era el hijo de Jacob (en inglés, Jacobson viene de “son of Jacob” o “hijo de Jacob”). Nos encontramos ante un capítulo corto pero poderoso, en el que aprenderemos muchas cosas, incluyendo el fortalecimiento de nuestra fe para ocasiones especiales. Primero que nada, se nos recuerda que las enseñanzas de padres justos y rectos a menudo se convierten en una bendición para sus hijos mucho después de que esas enseñanzas se hayan impartido.  HE aquí, aconteció que yo, Enós, sabía que mi padre era un varón justo, pues me instruyó en su idioma y también me crió en disciplina y amonestación del Señor—y bendito sea el nombre de mi Dios por ello— 2   y os diré de la lucha que tuve ante Dios, antes de recibir la remisión de mis pecados. (Un recordatorio de que para recibir el perdón de nuestros pecados se requiere un esfuerzo persistente por nuestra parte). 3   He aquí, salí a cazar bestias en los bosques; y las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna y el gozo de los santos, penetraron mi corazón profundamente. Parece que Enós estaba bastante preocupado en cuanto a su posición ante Dios. Es por esto, que sus pensamientos durante un día de caza y aventura se convirtieron en un profundo deseo por recibir perdón y estar limpio ante su Hacedor. Enós nos enseña, en el versículo 4, que estas cosas a menudo requieren paciencia y perseverancia. 4   Y mi alma tuvo hambre (de ser pura y limpia; de acercarme a Dios); y me arrodillé ante mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció, aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos. 5   Y vino a mí una voz, diciendo: Enós, tus pecados te son perdonados, y serás bendecido. 6   Y yo, Enós, sabía que Dios no podía mentir; por tanto, mi culpa fue expurgada (eliminada, limpiada). La palabra “expurgada» al final del versículo 6, arriba, es un recordatorio maravilloso el poder de la expiación para limpiarnos y sanarnos. Uno puede llegar a sentir el poder de tener los pecados expurgados o eliminados. Aparentemente, la rapidez y eficacia de esta limpieza de pecados desconcertó un poco a Enós, al punto que se maravilló. 7   Y dije yo: Señor, ¿cómo se lleva esto a efecto? 8   Y él me dijo: Por tu fe en Cristo, a quien nunca jamás has oído ni visto. Y pasarán muchos años antes que él se manifieste en la carne; por tanto, ve, tu fe te ha salvado. Aquí se nos enseña un patrón. Primero, debemos estar preocupados en cuanto a nuestra posición ante Dios. Cuando esto se da y nos hallamos en la condición adecuada, el Espíritu hace posible que nos preocupemos por nuestra familia inmediata. Una vez tenemos esta perspectiva, nuestra atención se dirige al prójimo, incluyendo a nuestros enemigos. Es decir, cuando estamos en paz con Dios, somos facultados por el Espíritu para amar verdaderamente a otros, incluyendo a nuestros enemigos. Veremos esto claramente al seguir con nuestra lectura y estudio de Enós. 9   Ahora bien, sucedió que cuando hube oído estas palabras (cuando supe que tenía la aprobación de Dios), empecé a anhelar el bienestar de mis hermanos los nefitas; por tanto, derramé toda mi alma a Dios por ellos. 10   Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi mente, diciendo: Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos. (Es decir, ellos también tienen albedrío, y yo no debo incumplir las reglas relacionadas con honrar el albedrío del prójimo a medida que trato con ellos). Les he dado esta tierra, y es una tierra santa; y no la maldigo sino por causa de iniquidad. Por tanto, visitaré a tus hermanos según lo que he dicho; y sus transgresiones haré bajar con dolor sobre su propia cabeza. 11   Y después que yo, Enós, hube oído estas palabras, mi fe en el Señor empezó a ser inquebrantable; y oré a él con mucho y prolongado ahínco por mis hermanos, los lamanitas. 12 Y aconteció que después que hube orado y me hube afanado con toda diligencia, me dijo el Señor: Por tu fe, te concederé conforme a tus deseos. 13   Y ahora bien, he aquí, éste era el deseo que anhelaba de él: Que si acaso mi pueblo, el pueblo nefita, cayera en transgresión, y fuera de algún modo destruido, y los lamanitas no lo fueran, que el Señor Dios preservara una historia de mi pueblo, los nefitas, aun cuando fuera por el poder de su santo brazo, para que algún día futuro fuera llevada a los lamanitas, para que tal vez fueran conducidos a la salvación; El deseo de Enós ha sido concedido con la aparición del Libro de Mormón entre los lamanitas en esta dispensación. 14   porque por ahora nuestros esfuerzos para restaurarlos a la verdadera fe han sido en vano. Y juraron en su ira que, de ser posible, destruirían nuestros anales junto con nosotros, y también todas las tradiciones de nuestros padres. En referencia a la frase que aparece en negrita en el versículo 14, quizás hayas notado que es muy común que los dictadores ruines y sus seguidores inicuos destruyan o traten de destruir la historia escrita. De hecho, buscan destruircualquier registro escrito o historia de la gente sobre la que ellos han ejercido dominio injusto. Esto se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia. Esta es una manera que usa Satanás para destruir los lazos con las generaciones pasadas. 15 Por tanto, sabiendo yo que el Señor Dios podía preservar nuestros anales, le suplicaba continuamente, pues él me había dicho: Cualquier cosa que pidas con fe, creyendo que recibirás en el nombre de Cristo, la obtendrás (compárese con DyC 46:30 y 50:30), 16   Y yo tenía fe, y le imploré al Señor que preservara los anales; e hizo convenio conmigo de que los haría llegar a los lamanitas en el propio y debido tiempo de él. 17   Y yo, Enós, sabía que se haría según el convenio que él había hecho; por tanto, mi alma quedó tranquila (tuve paz en cuanto a este asunto, que nuestros registros serán preservados). 18   Y me dijo el Señor: Tus padres también me han solicitado esto; y les será concedido según su fe; porque su fe fue semejante a la tuya. 19   Y sucedió que yo, Enós, anduve entre el pueblo de Nefi, profetizando de cosas venideras y dando testimonio de las cosas que yo había oído y visto. Mientras Enós termina de enseñarnos, señalará lo que le sucede a la gente, tanto a nivel individual como en sociedad, cuando rechazan el evangelio. Esto se ha repetido a través de la historia y hoy en día también se está dando de muchas maneras diferentes. Una de las claves que reflejan el rechazo del evangelio es que cuanto más se aleja la gente de Dios, más raros y atípicos son sus maneras de comportarse y vestirse. 20   Y testifico que el pueblo de Nefi procuró diligentemente restaurar a los lamanitas a la verdadera fe en Dios. Pero nuestros esfuerzos fueron en vano, pues su odio era implacable, y se dejaron llevar de su mala naturaleza, por lo que se hicieron salvajes y feroces, y una gente sanguinaria, llena de idolatría e inmundicia, alimentándose de animales de rapiña, viviendo en tiendas y andando errantes por el desierto, con una faja corta de piel alrededor de los lomos, y con la cabeza afeitada; y su destreza se hallaba en el arco, en la cimitarra y en el hacha. Y muchos de ellos no comían más que carne cruda; y de continuo trataban de destruirnos. 21   Y aconteció que el pueblo de Nefi cultivó la tierra, y produjo toda clase de granos y de frutos, y crió rebaños de reses, y manadas de toda clase de ganado, y cabras y cabras monteses, y también muchos caballos. 22   Y hubo muchísimos profetas entre nosotros; y la gente era obstinada y dura de entendimiento. Jacob nos trae a la memoria lo importante que es que nuestros profetas nos hablen de una manera clara en cuanto a los peligros que ellos ven para nuestro bienestar. 23   Y no había nada, salvo un extremado rigor, predicación y profecías de guerras y contiendas y destrucciones, y recordándoles continuamente la muerte, y la duración de la eternidad, y los juicios y poder de Dios, y todas estas cosas, agitándolos constantemente para mantenerlos en el temor del Señor. Y digo que nada, salvo estas cosas y mucha claridad en el habla, podría evitar que se precipitaran rápidamente a la destrucción. Y de esta manera es como escribo acerca de ellos. 24   Y vi guerras entre los nefitas y los lamanitas en el curso de mis días. 25   Y sucedió que empecé a envejecer; y ya habían transcurrido ciento setenta y nueve años desde el tiempo en que nuestro padre Lehi salió de Jerusalén. Parece ser que estas personas vivieron muchos años. Por ejemplo, según lo que Enós nos dice en el versículo 25, si hacemos cálculos vemos que entre Jacob y Enós sumaban unos 175 años. Por lo tanto, cada uno tiene más o menos un promedio de 87 años y medio de edad. 26   Y vi que pronto tendría que descender a mi sepultura, habiendo sido influido por el poder de Dios a predicar y a profetizar a este pueblo y declarar la palabra según la verdad que está en Cristo; y la he declarado todos mis días, y en ello me he regocijado más que en lo del mundo. Esta última frase, arriba, da mucho que pensar. ¿Por qué Enós escogió declarar la realidad de Cristo y vivir Su evangelio todos los días de su vida en lugar de escoger las cosas que el mundo le ofrecía? ¿Cómo sería esto también posible para nosotros? Si piensas en cuanto a tu «turno” durante el día del juicio final, ¿cómo crees que te vas a sentir según tu vida hasta el día de hoy? ¿Cómo nos sentiríamos si pudiéramos hacer la misma declaración de Enós ante el Señor: “la he declarado todos mis días”? Dada la forma en que Enós vivió su vida (desde que tuvo esa experiencia al salir a cazar), parece ser que tenía muy claro cómo le iba a ir ante el Señor cuando llegara su turno en el día del juicio final. Prestemos atención a lo que nos dice en sus palabras finales. 27   Y pronto iré al lugar de mi reposo, que es con mi Redentor, porque sé que en él reposaré. Y me regocijo en el día en que mi ser mortal se vestirá de inmortalidad, y estaré delante de él; entonces veré su faz con placer, y él me dirá: Ven a mí, tú, que bendito eres; hay un lugar preparado para ti en las mansiones de mi Padre. Amén. Enós, durante el juicio final, tendrá el tipo de experiencia que se describe en la segunda parte del versículo 14 en 2 Nefi 9.

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