El Libro de Moisés

Moisés 5

Introducción


Moisés 5 presenta uno de los pasajes doctrinales más fundamentales del plan de salvación: la vida de Adán y Eva después de la Caída y el inicio de la adoración revelada centrada en la Expiación de Jesucristo. Este capítulo enseña que la Caída no fue el fin del propósito divino, sino el comienzo consciente de la mortalidad, donde el trabajo, el sacrificio, el arrepentimiento y la fe en Cristo se convierten en los medios ordenados por Dios para el progreso eterno.

El capítulo muestra a Adán y Eva viviendo conforme a mandamientos revelados: trabajan la tierra, invocan el nombre de Dios y ofrecen sacrificios, aun cuando al principio no comprenden plenamente su significado. Esto enseña una doctrina clave: la obediencia precede al entendimiento, y el Señor revela el “por qué” después de que Sus hijos demuestran fe. Los sacrificios de animales apuntan directamente al sacrificio futuro del Jesucristo, estableciendo que el evangelio no comenzó en el Nuevo Testamento, sino que fue enseñado desde el principio del mundo.

Moisés 5 también introduce el tema del libre albedrío moral mediante el contraste entre los hijos de Adán: Caín y Abel. En ellos se manifiestan dos caminos opuestos: la adoración verdadera frente a la rebelión, la humildad frente al orgullo, y la obediencia a Dios frente a la influencia de Satanás. El relato de Caín enseña que el pecado deliberado oscurece la comprensión espiritual y conduce a la separación de Dios, mientras que Abel representa la adoración aceptable basada en la fe y la rectitud.

Doctrinalmente, Moisés 5 afirma que el evangelio de Jesucristo es eterno, que la salvación siempre ha venido por medio de la fe, el arrepentimiento y los convenios, y que cada persona es responsable de elegir entre la luz y las tinieblas. El capítulo prepara al lector para comprender que la historia humana es, en esencia, una historia de decisiones morales, revelación progresiva y la misericordiosa invitación de Dios a volver a Su presencia por medio de Su Hijo Unigénito.


Moisés 5:2 — “Adán conoció a su esposa, y ella le nacieron hijos e hijas”.


Este versículo marca el inicio efectivo de la familia mortal y del cumplimiento consciente del mandamiento divino de multiplicarse y henchir la tierra. La expresión “Adán conoció a su esposa” va más allá de lo biológico: en el lenguaje de las Escrituras, conocer implica una relación de convenio, intimidad y responsabilidad sagrada. La llegada de “hijos e hijas” muestra que la procreación es una obra compartida con Dios, mediante la cual el hombre y la mujer participan en Su plan eterno al traer vida al mundo.

Moisés 5:2 enseña que la Caída abrió la puerta a la posteridad y, con ella, a la experiencia completa de la mortalidad: gozo, trabajo, dolor y crecimiento espiritual. La familia aparece como el primer escenario del evangelio, anterior a cualquier estructura social o religiosa, donde se enseñan mandamientos y se ejerce el albedrío. Así, este pasaje afirma que la vida familiar no es secundaria, sino central al plan de salvación, pues a través de los hijos se hace posible la redención y el progreso eterno de toda la humanidad.

El relato de Génesis podría hacer pensar que Caín y Abel fueron los dos primeros hijos de Adán y Eva. El relato de Moisés aclara que ellos tuvieron muchos hijos anteriores que comenzaron a multiplicarse y a henchir la tierra. Cuando Eva da nombre a Caín, está preocupada de que él pudiera rechazar la palabra del Señor como lo habían hecho sus hermanos mayores (véase el versículo 16). En Génesis, Caín y Abel se mencionan por primera vez para relatar el primer asesinato sobre la tierra. Solo los Santos de los Últimos Días entienden que Caín no fue el hijo primogénito de Adán.


Moisés 5:3 — “Los hijos y las hijas de Adán empezaron a separarse de dos en dos en la tierra”.


La expresión “los hijos y las hijas de Adán empezaron a separarse de dos en dos en la tierra” señala el establecimiento del matrimonio y del hogar como orden divino desde el principio de la historia humana. Separarse “de dos en dos” indica la formación de uniones conyugales mediante las cuales se cumple el mandamiento de multiplicarse y henchir la tierra. Doctrinalmente, esto enseña que la sociedad humana no surge del aislamiento individual, sino de familias fundadas en relaciones ordenadas por Dios, donde el matrimonio es el marco legítimo para la procreación y la vida comunitaria.

Este versículo también introduce el principio del albedrío moral en la vida familiar. Al dispersarse por la tierra, los hijos de Adán comienzan a formar hogares independientes, cada uno responsable de sus decisiones espirituales. La familia se convierte así en el primer campo de prueba del evangelio: algunos hogares escogerán la obediencia y otros la rebelión. Moisés 5:3 establece, por tanto, que el progreso humano y espiritual avanza a través de familias que eligen, y que la separación geográfica y social no implica separación del plan de Dios, sino la expansión de Su propósito redentor sobre toda la tierra.

¡Esta fue la única ocasión en la historia registrada en que estuvo bien que un hombre se casara con su hermana! Esperemos que esa práctica no haya durado mucho tiempo.


Moisés 5:6 — ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor?


La pregunta que el ángel hace a Adán revela un principio doctrinal profundo: Dios valora la obediencia aun antes del entendimiento pleno. Adán ofrecía sacrificios sin conocer todavía su significado completo, no por tradición ni por presión social, sino porque había recibido un mandamiento del Señor. Esto enseña que la verdadera obediencia nace de la confianza en Dios, no de una comprensión inmediata de Sus razones. En el orden divino, el hacer precede muchas veces al comprender; la fe se manifiesta primero en la acción fiel.

Doctrinalmente, este versículo establece que los mandamientos son invitaciones a crecer espiritualmente, no meras pruebas arbitrarias. El sacrificio de Adán preparó su corazón para recibir mayor luz y revelación, que llegó después cuando el ángel explicó que el sacrificio era una semejanza del sacrificio del Hijo de Dios. Así, Moisés 5:6 enseña que Dios revela Su voluntad línea por línea, y que la obediencia sincera abre la puerta al entendimiento, al testimonio y a una relación más profunda con Él.

Este episodio es el mejor ejemplo en todas las Escrituras de obediencia pura. El mensaje para todos nosotros es que no tenemos que entender la razón de los mandamientos; simplemente tenemos que obedecerlos. Con frecuencia, los adolescentes rebeldes exigen saber las razones de las restricciones que se les imponen. Sienten que tienen derecho a saberlas. El trasfondo de esa actitud es: “No debería exigírseme que obedezca ninguna regla a menos que entienda por qué”. ¿De veras? ¿Tenemos esa misma actitud con el Señor? ¿Exigimos saber qué sustancia del té es dañina antes de aceptar abstenernos de él? ¿Rechazamos un llamamiento porque no tiene sentido para nosotros? ¿Guardamos en secreto resentimiento por tener que obedecer mandamientos que parecen demasiado restrictivos?

Obedecer sin entender el porqué no es obediencia ciega; es obediencia sublime. Obedecer sabiendo el porqué es bueno; obedecer sin saberlo es mejor. En esto, Adán nos dio el ejemplo perfecto.

Boyd K. Packer

El ángel explicó a Adán el propósito del sacrificio. Desde entonces, no solo obedecería el mandamiento, sino que también sabría por qué se le requería.

Puedo imaginar que después de que Adán supo por qué se le habían dado los sacrificios por medio del mandamiento, siguió adelante con mayor determinación. Puedo imaginar que comenzó a ver un significado, un propósito y una necesidad en el mandamiento. Es muy posible que desde entonces cumpliera con su deber con gran reverencia y dedicación, incluso con determinación.

¡Nosotros también debemos ser obedientes! El hecho de que hayamos recibido un mandamiento de Dios es razón suficiente en sí misma para ir y hacer lo que se nos ha indicado.

He llegado a saber que si hacemos esto, aun cuando al principio no entendamos, el Señor nos dirá, como le dijo a Adán, por qué se nos ha dado ese mandamiento. (El santo templo [Salt Lake City: Bookcraft, 1980], pág. 264).

Milton R. Hunter

Ahora bien, algunas personas podrían considerar la respuesta de Adán como un ejemplo de obediencia ciega. Yo considero que su respuesta es una de las ilustraciones más sublimes de obediencia fiel que se encuentran en las Escrituras. Aunque no conocía plenamente la razón, sabía que Dios no le mandaría hacer nada que fuera perjudicial para él. Estaba convencido de que todo lo que Dios le mandaba era para su propio bien; por lo tanto, obedeció, y más adelante recibió luz.

Sería algo maravilloso que todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días siguieran el ejemplo de Adán. Cuando los santos profetas —la Primera Presidencia de la Iglesia, los Doce Apóstoles, los profetas, videntes y reveladores ungidos de Dios sobre la tierra— dan instrucciones a los miembros de la Iglesia, si todos rindiéramos obediencia a esas instrucciones, con la firme convicción en nuestro corazón de que ellos hablan la palabra de Dios, aun cuando todavía no tengamos la respuesta, sabiendo que a su debido tiempo recibiremos luz, tal como la recibió el padre Adán. (Informe de la Conferencia, abril de 1952, sesión de la tarde, notas 122–123).

Henry D. Taylor

Durante nuestra vida, sin duda habrá ocasiones en que se nos pida, por medio de nuestros líderes de la Iglesia, que llevemos a cabo una asignación o cumplamos algún deber. Tal vez no conozcamos la razón de la solicitud en ese momento ni aun después. Pero estoy convencido de que si tenemos fe en nuestros líderes y rendimos obediencia a ellos, el Señor nos bendecirá y recompensará por nuestra fidelidad. (Informe de la Conferencia, octubre de 1970, primer día, sesión de la mañana, pág. 19).


Moisés 5:7 — “Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito”.


Esta declaración revela que el evangelio de Jesucristo fue enseñado desde el principio del mundo. El sacrificio de animales no tenía valor en sí mismo, sino que era una semejanza—un símbolo pedagógico—del sacrificio expiatorio del Hijo Unigénito de Dios. Así, Adán y Eva aprendieron que la remisión de los pecados y la reconciliación con Dios no vendrían por obras humanas, sino por la sangre inocente del Redentor. El lenguaje de “semejanza” muestra que Dios enseña verdades eternas mediante símbolos que preparan la mente y el corazón para realidades mayores.

Doctrinalmente, Moisés 5:7 une de forma inseparable la Caída y la Expiación. Desde el inicio de la mortalidad, el Señor reveló que toda adoración verdadera debía apuntar a Cristo. El sacrificio enseñaba fe en lo que había de venir, arrepentimiento sincero y dependencia total del Salvador. Este versículo afirma que toda ordenanza, convenio y acto de obediencia auténticos tienen como centro a Jesucristo, y que el propósito final de la ley, los ritos y la adoración es llevar a los hijos de Dios a confiar plenamente en el poder redentor del Unigénito.

“La revelación moderna explica el origen y el propósito del sacrificio de animales: ‘Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, que es lleno de gracia y de verdad’ (Moisés 5:7). Las ofrendas de sacrificio señalaban hacia la gran ofrenda que Jesús haría en favor de los hijos de Dios.

“Amulek enseñó: ‘Este es todo el significado de la ley, la cual en todo punto señala hacia ese grande y postrer sacrificio; y ese grande y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno’ (Alma 34:14). Pero aunque el Libro de Mormón deja claro que el propósito de la ley de Moisés era señalar a Cristo (véanse 2 Nefi 11:4; Mosíah 3:14–15; Mosíah 13:30–32; Alma 34:14), los israelitas ‘no entendieron todos la ley; y esto a causa de la dureza de sus corazones; porque no entendieron que ningún hombre podía salvarse sino por la redención de Dios’ (Mosíah 13:32). Para la época de Jesús, los judíos ya habían perdido desde hacía mucho tiempo el verdadero significado de la ley y realizaban sacrificios y otras observancias sin ninguna referencia a Cristo ni a Su Expiación”. (Kent P. Jackson, “Tengo una pregunta”, Ensign, agosto de 1999, pág. 67).

M. Russell Ballard

A Adán se le enseñó que el sacrificio sobre el altar era una “semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre” (Moisés 5:7). Esto nos enseña que originalmente los hijos de nuestro Padre comprendían la relación entre el sacrificio de sus ofrendas y el sacrificio del Cordero de Dios (véanse DyC 138:12–13)…

El profeta José Smith enseñó: “Siempre que el Señor se reveló a los hombres en la antigüedad y les mandó ofrecerle sacrificios, … fue para que miraran hacia adelante con fe al tiempo de Su venida y confiaran en el poder de esa expiación para la remisión de sus pecados”. (Enseñanzas del Profeta José Smith, sel. José Fielding Smith [1938], págs. 60–61; véase también pág. 58). (“La ley del sacrificio”, Ensign, octubre de 1998, pág. 8).

L. Tom Perry

Desde el principio se estableció un plan para nosotros. La figura central de ese plan de salvación es nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Su sacrificio expiatorio por toda la humanidad es el punto culminante de la historia de los hijos de nuestro Padre Celestial aquí en la tierra. Cada uno de nosotros que acepta el plan divino debe aceptar el papel de nuestro Salvador y hacer convenios de guardar Sus leyes, las cuales nuestro Padre ha desarrollado para nosotros. Al aceptar a Cristo en espíritu y en hechos, podemos obtener nuestra salvación. Leemos en las Escrituras: “Por tanto, harás todo lo que hagas en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás” (Moisés 5:8). (“La Santa Cena”, Ensign, mayo de 1996, pág. 53).


Moisés 5:8 — “Harás todo lo que hagas en el nombre del Hijo”.


Esta instrucción establece a Jesucristo como el centro absoluto de la vida del discípulo. Hacer “todo” en el nombre del Hijo no se limita a la oración o a la adoración formal; abarca las decisiones, las palabras, el trabajo y las relaciones diarias. Doctrinalmente, significa actuar con Su autoridad, conforme a Su carácter y bajo Su dirección, reconociendo que toda bendición y toda salvación provienen de Él. Vivir así transforma la vida cotidiana en un acto continuo de consagración.

Además, este mandato enseña que la mediación del Hijo es esencial en toda relación con Dios. Invocar, obrar y acercarse al Padre “en el nombre del Hijo” afirma que el acceso a Dios se da por la Expiación de Cristo. Moisés 5:8, por tanto, define el patrón del evangelio desde el principio: pensar, hablar y actuar como representantes del Salvador, de modo que nuestra vida refleje Su voluntad y nuestro discipulado se mida por la fidelidad a Su nombre.

“Un ángel explicó a Adán, hace casi seis milenios: ‘Harás todo lo que hagas en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás’ (Moisés 5:8; énfasis añadido). Este es un llamado a la acción para Adán y para toda su posteridad. Hemos de hacer todas las cosas en el nombre del Hijo. Hemos de hablar, actuar, adorar y realizar tanto la obra del reino como las labores de la vida en el nombre del Hijo. Siempre que el evangelio ha estado sobre la tierra, Él ha facultado a otros para actuar en Su santo nombre, extendiendo una investidura de Su autoridad divina a siervos escogidos y reconociendo los actos que ellos realizan por medio de Su palabra. De igual modo, el evangelio eterno ha sido restaurado en nuestros días ‘para que todo hombre pueda hablar en el nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del mundo’ (DyC 1:20). Es una responsabilidad solemne. Debemos procurar pensar, hablar y actuar como si fuéramos Aquel cuyo bendito nombre llevamos, para que nuestras palabras y nuestros actos lleguen a ser Sus palabras y Sus actos”. (Robert L. Millet, “Honrar Su santo nombre”, Ensign, marzo de 1994, págs. 7–8).


Moisés 5:8 — “invocarás a Dios”.


Este mandato introduce la oración como principio fundamental del evangelio desde el comienzo de la historia humana. “Invocar a Dios” no describe una acción ocasional, sino una dependencia constante del Padre Celestial. En el contexto de la Caída, invocar a Dios es un clamor desde la fragilidad humana: arrepentirse, buscar perdón y recibir fortaleza más allá de la propia capacidad. Doctrinalmente, enseña que la relación con Dios no se basa en autosuficiencia, sino en humildad y confianza, reconociendo nuestra necesidad permanente de Su gracia.

Además, este versículo muestra que invocar a Dios es inseparable del arrepentimiento y la fe en Jesucristo. No es una conversación casual, sino una súplica sincera por redención y guía. Así, Moisés 5:8 establece que la oración es el medio ordenado por Dios para acceder al poder de la Expiación, recibir revelación y perseverar en la obediencia. Invocar a Dios convierte la vida mortal en un camino acompañado, donde el cielo permanece abierto para quienes buscan al Padre con un corazón contrito.

Jeffrey R. Holland

¿Invocar a Dios para qué? ¿Cuál es la naturaleza de esta primera instrucción dada a la familia humana? ¿Por qué han de invocar a Dios? ¿Es esto una visita social? ¿Una charla amistosa de vecindario? No; es un clamor de ayuda desde un mundo solitario y desolado. Es un clamor desde el borde de la desesperación. “Te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás”. Es un clamor desde la prisión personal de un corazón pecador. Es un clamor por el perdón de los pecados.

Así, el Dios y Padre de todos nosotros estableció con aquellos primeros padres, en la primera generación del tiempo, ciertos principios y ordenanzas diseñados para comunicar cómo vendría ese perdón de pecados. Junto con todo lo demás que da significado y sustancia a nuestra vida, ese perdón vendría por medio del sacrificio y el ejemplo de Su Hijo Unigénito, quien es lleno de gracia y de verdad. (Ensign, agosto de 1986, pág. 69).

Thomas S. Monson

Desde el principio mismo, al padre Adán se le mandó “invocar a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás” (Moisés 5:8). Adán oró. Abraham oró. Moisés oró. Y así también oró todo profeta a ese Dios de quien procedía su fortaleza. (Conference Classics, 3 tomos [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1981–1984], 3:36–37).


Moisés 5:9 — “Y en ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo”.


Este pasaje enseña que la revelación personal por medio del Espíritu Santo es parte esencial del plan de Dios desde el principio. Después de la Caída, Adán ya no vivía en la presencia directa de Dios; sin embargo, el cielo no quedó cerrado. El descenso del Espíritu Santo muestra que Dios sigue comunicándose con Sus hijos mediante un medio espiritual interno, que instruye, testifica y confirma la verdad. Doctrinalmente, esto establece que el Espíritu Santo es el vínculo permanente entre Dios y el hombre caído, aun cuando no haya manifestaciones visibles.

Además, Moisés 5:9 revela que el Espíritu Santo no solo consuela, sino que da conocimiento salvador. Fue por medio del Espíritu que Adán comprendió su condición caída y la posibilidad de redención mediante Jesucristo. Así, el Espíritu Santo actúa como revelador del Padre y del Hijo, guiando al ser humano al arrepentimiento y a la fe. Este versículo afirma que la conversión verdadera no se produce solo por mandamientos externos, sino por la obra interna del Espíritu, que transforma el entendimiento y el corazón.

La revelación llegó a Adán de varias maneras. Primero, en el jardín, habló con Dios cara a cara. Después de ser expulsado del jardín, Adán todavía oyó la voz del Señor, pero ya no podía ver Su rostro (Moisés 5:4). Luego se envió un ángel, y por último se concedió el Espíritu Santo. Una vez que el Espíritu Santo descendió sobre Adán, ya no serían necesarias las visitas angélicas ni las conversaciones directas con el Padre.

A veces, los Santos de los Últimos Días desean comunicaciones más dramáticas con Dios. Tal vez anhelen oír la voz del Padre o disfrutar de la visita de ángeles; pero el medio de comunicación más eficaz —el que tiene el mayor efecto sobre el corazón y el alma del hombre— proviene del Consolador.

José Smith

La última cita, o resumen, muestra este importante hecho: que aunque nuestros primeros padres fueron expulsados del Jardín de Edén y aun separados de la presencia de Dios por un velo, conservaron el conocimiento de Su existencia, suficiente para impulsarlos a invocarle. Y además, que tan pronto como el plan de redención fue revelado al hombre y éste comenzó a invocar a Dios, el Espíritu Santo fue dado, dando testimonio del Padre y del Hijo. (Conferencias sobre la Fe [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1985], 2:25).

José Smith

Ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones. El Espíritu Santo es un revelador. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 328).


Moisés 5:9 — “así como caíste, así también puedes ser redimido”.


Esta frase une de manera inseparable la Caída y la Redención, enseñando que la condición caída del ser humano no es definitiva ni desesperada. La misma realidad que introdujo la muerte, el dolor y la separación de Dios abrió el camino para la Expiación de Jesucristo. Doctrinalmente, el versículo afirma que Dios anticipó la Caída y proveyó desde el principio un medio de rescate; la redención no es un remedio improvisado, sino parte del plan eterno. Así, la mortalidad se entiende como un estado redimible, no como una condena sin salida.

Además, la expresión “así como” establece un paralelismo lleno de esperanza: tan real y completa como fue la Caída, así de real y completa puede ser la Redención. No se trata solo de corregir errores, sino de transformar la condición humana mediante la gracia. Moisés 5:9 enseña que nadie está fuera del alcance del poder redentor del Salvador; el mismo Dios que permitió la experiencia de caer ofrece también el poder de levantarse, aprender y volver a Su presencia por medio del arrepentimiento y la fe.

“Lo anterior constituye la primera mención directa hecha a Adán, en su estado mortal, de que estaba caído y de que podía ser redimido —no solo él, sino toda la humanidad— por medio de la intercesión del Hijo Unigénito. Una vez más, la Caída y la Expiación quedan vinculadas entre sí. Aparentemente fue el Espíritu Santo quien hizo que Adán y Eva comprendieran más plenamente las consecuencias de su caída y los medios de su redención”. (Robert L. Millet y Kent P. Jackson, eds., Studies in Scripture, vol. 2: The Pearl of Great Price [Salt Lake City: Randall Book, 1985], pág. 121).


Moisés 5:10 — “a causa de mi transgresión mis ojos se han abierto”.


Esta declaración de Adán revela una doctrina central del plan de salvación: la Caída trajo conocimiento y conciencia moral. “Que se hayan abierto los ojos” no significa aprobación del pecado, sino el acceso a una nueva condición de entendimiento en la que el ser humano puede discernir el bien y el mal, experimentar oposición y ejercer el albedrío de manera plena. Doctrinalmente, la transgresión de Adán hizo posible que la humanidad pasara de un estado de inocencia a uno de responsabilidad moral, condición necesaria para el progreso eterno.

Además, este versículo enseña que el conocimiento adquirido por medio de la experiencia mortal está inseparablemente ligado a la esperanza de redención. Adán no habla con desesperación, sino con gratitud reverente, porque entiende que la apertura de sus ojos le permitirá tener gozo, aprender y, finalmente, volver a ver a Dios. Así, Moisés 5:10 afirma que Dios puede transformar una condición caída en una oportunidad de crecimiento, y que el propósito del conocimiento adquirido en la mortalidad es conducir al ser humano, mediante Jesucristo, hacia una vida más plena y eterna.

“A diferencia de la mayoría de los lectores de la Biblia, creemos que tanto Adán como Eva deben ser elogiados por lo que hicieron para hacer posible la Caída. Entendemos que sin la Caída ninguno de nosotros habría podido venir a la tierra y que todo el plan de salvación se habría frustrado (véase 2 Nefi 2:25). Adán dijo: ‘Bendito sea el nombre de Dios, porque a causa de mi transgresión mis ojos se han abierto, y en esta vida tendré gozo, y otra vez en la carne veré a Dios’ (Moisés 5:10). Eva también se regocijó: ‘Si no hubiera sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni habríamos conocido el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los obedientes’ (Moisés 5:11).

“El Señor dio a Adán y Eva cuatro mandamientos en el Jardín de Edén. Debían multiplicarse y henchir la tierra (véanse Génesis 1:28; Moisés 2:28; Abraham 4:28). Debían gobernar sabiamente la tierra (tener dominio sobre ella) (véanse Moisés 2:28; Abraham 4:26). No debían participar del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y si lo hacían experimentarían graves consecuencias (véanse Génesis 2:17; Moisés 3:17; Abraham 5:13). Y debían permanecer juntos (véanse Génesis 2:24; Moisés 3:24; Abraham 5:18). En el caso de dos de estos mandamientos —multiplicarse y henchir la tierra, y abstenerse de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal— Adán y Eva tuvieron que elegir cuál obedecer. La procreación no era posible para ellos en su estado inmortal (véanse 2 Nefi 2:22–25), pero el Padre Celestial no les quitaría su albedrío haciendo la elección por ellos. El presidente José Fielding Smith escribió: ‘El Señor dijo a Adán que si deseaba permanecer como estaba en el jardín, entonces no debía comer del fruto; pero si deseaba comerlo y participar de la muerte, era libre de hacerlo’. En esencia, el Señor dijo a Adán que había dos caminos, cada uno con consecuencias propias, y que Adán debía escoger cuál seguir.

“Del presidente Brigham Young aprendemos: ‘Algunos lamentan que nuestros primeros padres hayan pecado. Esto es un desatino. Si nosotros hubiéramos estado allí y ellos no hubieran pecado, nosotros habríamos pecado. No culparé a Adán ni a Eva. ¿Por qué? Porque era necesario que el pecado entrara en el mundo; ningún hombre podría entender jamás el principio de la exaltación sin su opuesto; nadie podría recibir exaltación sin conocer su contrario. ¿Cómo pecaron Adán y Eva? ¿Se opusieron directamente a Dios y a Su gobierno? No. Pero transgredieron un mandamiento del Señor, y por medio de esa transgresión el pecado entró en el mundo. El Señor sabía que harían esto, y lo había dispuesto así. Entonces vino la maldición sobre el fruto, sobre los vegetales y sobre nuestra madre tierra; y vino sobre las criaturas que se arrastran, sobre el grano del campo, sobre los peces del mar y sobre todas las cosas pertenecientes a esta tierra, a causa de la transgresión del hombre’.

“El profeta José Smith se refirió a la decisión de comer del fruto como una ‘transgresión’, no como un pecado (Artículos de Fe 1:2). De manera similar, el élder Bruce R. McConkie, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: ‘Es correcto y conforme al modelo de las Escrituras hablar de la transgresión de Adán, pero no del pecado de Adán. Lehi dice, por ejemplo, “Si Adán no hubiese transgredido, no habría caído”. Luego explica que mientras estaban en su estado de inocencia en el Jardín de Edén, Adán y Eva “no conocían el pecado” (2 Nefi 2:22–23). El conocimiento del bien y del mal es un elemento esencial en la comisión del pecado, y nuestros primeros padres no tuvieron ese conocimiento sino hasta después de haber comido del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal’”.
(Robert J. Woodford, “‘En el principio’: una perspectiva de los Santos de los Últimos Días”, Ensign, enero de 1998, pág. 18).


Moisés 5:11 — “Si no hubiera sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad”.


El resto del cristianismo no entiende que Adán y Eva no podían tener hijos en el Jardín de Edén. En su mayoría, creen que todos estaríamos viviendo en un paraíso primordial si nuestros Primeros Padres no hubieran participado del fruto prohibido. En el Libro de Moisés, Eva deja claro que no podían tener hijos sin la Caída. El Libro de Mormón también enseña esta doctrina: “Si Adán no hubiese transgredido… no habrían tenido hijos; por tanto, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer bien, porque no conocían el pecado” (2 Nefi 2:22–23).

La importancia de esta verdad doctrinal no puede exagerarse. Si Adán y Eva hicieron lo correcto, entonces deberían ser reverenciados como padres justos de la raza humana. Si Adán y Eva lo arruinaron, entonces arruinaron todo para sus hijos: nos hicieron vivir a todos en un mundo caído, miserable, con pecado, muerte y sufrimiento. Si Adán y Eva siguieron al Señor, llegaron a ser un gran ejemplo de paternidad y maternidad para todos nosotros. Si no se suponía que comieran del fruto, entonces merecen toda la culpa por arruinar el plan de Dios.

¿Podían Adán y Eva arruinar el plan de Dios? ¿Permite Dios que el hombre arruine Sus propósitos? ¿Vamos a creer que el plan de salvación de Dios fue frustrado por la transgresión de Adán? Culpar a nuestros padres se ha convertido en un pasatiempo. Sin duda calma la conciencia engreída echar la culpa a Adán y Eva. La doctrina es atroz. También implica que Dios cometió un error. ¡Implica que Dios puso querubines y una espada encendida delante del árbol equivocado!

Dallin H. Oaks

El poder de crear vida mortal es el poder más exaltado que Dios ha dado a Sus hijos. Su uso fue ordenado en el primer mandamiento, pero también se dio otro mandamiento importante para prohibir su mal uso. El énfasis que ponemos en la ley de castidad se explica por nuestro entendimiento del propósito de nuestros poderes procreativos en el cumplimiento del plan de Dios.

La expresión de nuestros poderes procreativos agrada a Dios, pero Él ha mandado que esto se limite a la relación del matrimonio. El presidente Spencer W. Kimball enseñó que “en el contexto del matrimonio legítimo, la intimidad de las relaciones sexuales es correcta y divinamente aprobada. No hay nada impuro ni degradante en la sexualidad en sí misma, pues por ese medio hombres y mujeres se unen en un proceso de creación y en una expresión de amor”. (“El gran plan de felicidad”, Ensign, noviembre de 1993, pág. 74).

Harold B. Lee

Ahora bien, por fin, volvemos a leer la gran declaración del Señor: la revelación que vino por el poder del Espíritu Santo a Eva: uno de los sermones más grandiosos. (Supongo que el sermón más corto jamás predicado por una persona lo predicó la Madre Eva). La Madre Eva declaró que el poder del Espíritu Santo le abrió los ojos y le dio entendimiento. Ella dijo: “Si no hubiera sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni habríamos conocido el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los obedientes” (Moisés 5:11).

Así también nosotros, con Eva, debemos regocijarnos en la Caída, la cual permitió que llegara el conocimiento del bien y del mal; permitió que los hijos vinieran a la mortalidad; permitió recibir el gozo de la redención y la vida eterna que Dios da a todos. Y así también Adán, bendecido con el don del Espíritu Santo, “bendijo a Dios y fue lleno, y comenzó a profetizar concerniente a todas las familias de la tierra, diciendo: Bendito sea el nombre de Dios, porque a causa de mi transgresión mis ojos se han abierto, y en esta vida tendré gozo, y otra vez en la carne veré a Dios” (Moisés 5:10).

Que el Señor nos dé Su entendimiento del gran beneficio que así ha venido a nosotros. Y honremos en nuestra mente y en nuestras enseñanzas el gran legado que Adán y Eva nos dieron cuando, por su experiencia, al ejercer su propio albedrío, participaron del fruto que les dio las semillas de la vida mortal y nos dio a nosotros, sus descendientes a través de las generaciones del tiempo, ese gran beneficio por el cual también nosotros можем recibir el gozo de nuestra redención, y en nuestra carne ver a Dios y tener vida eterna. (Las enseñanzas de Harold B. Lee, ed. Clyde J. Williams [Salt Lake City: Bookcraft, 1996], pág. 35).


Moisés 5:11 — “De no haber sidopor nuestra transgresión… nunca habríamos conocido el bien y el mal”.


Adán reconoce que la transgresión no frustró el plan de Dios, sino que permitió que este se pusiera en marcha. Sin la Caída, la humanidad habría permanecido en un estado de inocencia sin progreso, incapaz de conocer por experiencia la diferencia entre el bien y el mal. Este pasaje enseña que el conocimiento moral verdadero requiere oposición y elección; solo al vivir en un mundo donde existen ambas realidades el ser humano puede ejercer plenamente su albedrío y desarrollar discernimiento espiritual.

Doctrinalmente, este versículo revela que la Caída y la Redención son partes inseparables de un mismo plan eterno centrado en Jesucristo. El conocimiento del bien y del mal hace significativa la elección, y la elección abre el camino al arrepentimiento, a la fe y al gozo verdadero. Así, la experiencia de la Caída no fue un error que debía evitarse, sino un paso necesario para que los hijos de Dios avanzaran hacia una vida con propósito, aprendizaje y esperanza eterna.

Alexander B. Morrison

Con la Caída, Adán y Eva llegaron a ser mortales. La muerte, el pecado, el pesar y el dolor pasaron a formar parte de la vida. Pero también lo hicieron la oportunidad de progresar, de crecer en conocimiento y desarrollar nuestros talentos y dones; de experimentar los gozos de la paternidad y la maternidad; y, si somos fieles a los mandamientos y a Jesucristo, de volver a la presencia de nuestro Padre Celestial. Las Escrituras declaran que Adán proclamó: “A causa de mi transgresión mis ojos se han abierto, y en esta vida tendré gozo, y otra vez en la carne veré a Dios. Y Eva, su esposa, oyó todas estas cosas y se alegró, diciendo: Si no hubiera sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni habríamos conocido el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los obedientes. Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios” (Moisés 5:10–12).

Las experiencias de la vida, con sus contrastes y opuestos —salud y enfermedad, éxito y fracaso, gozo y tristeza— nos ayudan a saber cómo valorar lo bueno. Nos ayudan a tomar las decisiones necesarias para obtener felicidad eterna y exaltación. Son nuestros grandes maestros, si tan solo escuchamos y aprendemos de ellos. Sin embargo, las personas pueden reaccionar de manera diferente ante experiencias casi idénticas. Por ejemplo, después de perder a un ser querido, algunas personas se acercan más al Señor, pero otras se alejan de Él. El comentario de T. S. Eliot de que muchas personas “han tenido la experiencia, pero han perdido el significado” (The Dry Salvages, en Four Quartets [1943], pág. 39) sugiere que debemos entender el verdadero significado de las experiencias de la vida si hemos de aprender de ellas.

Para aprender plenamente de las experiencias de la vida, debemos interpretarlas dentro del marco del evangelio restaurado. Por ejemplo, quienes entienden y creen las enseñanzas de la Iglesia acerca de la naturaleza eterna del género humano y de la familia sentirán y reaccionarán de manera muy diferente ante la pérdida de un ser querido que quienes no entienden o no creen estas doctrinas gloriosas. En esto, como en todo lo demás, somos libres de escoger. “Y ahora recordad, recordad, hermanos míos, que cualquiera que perece, perece para sí mismo; y cualquiera que hace iniquidad, lo hace para sí mismo; porque he aquí, sois libres; se os permite actuar por vosotros mismos; porque he aquí, Dios os ha dado conocimiento y os ha hecho libres” (Helamán 14:30).
(Alexander B. Morrison, “La vida: el don que cada uno recibe”, Ensign, diciembre de 1998, págs. 17–18).

Eldred G. Smith

Para que el hombre ejerza su libre albedrío debe tener ambos lados entre los cuales escoger. En toda decisión debe haber tanto una influencia buena como una influencia mala; porque si tuviéramos todo el bien o todo el mal, estaríamos en el mismo camino que Satanás trató de establecer desde el principio: el de la predestinación. Por lo tanto, en cada caso debe haber dos opciones entre las cuales escoger.

Como dijo el Señor en Doctrina y Convenios…

“Y es menester que el diablo tiente a los hijos de los hombres, o no podrían ser agentes para sí mismos; porque si nunca tuvieran lo amargo, no podrían conocer lo dulce” (DyC 29:39).

Por tanto, en todo lo que hacemos debemos ser tentados. Entonces nuestro crecimiento depende de nuestra obediencia. (Conference Report, abril de 1951, págs. 24–27).


Moisés 5:12 — “Adán y Eva… hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas”.


Se enseña que desde el principio del plan de salvación, la transmisión del evangelio fue una responsabilidad familiar y sagrada. Adán y Eva, habiendo recibido revelación, mandamientos y ordenanzas, comprendieron que esas verdades no debían guardarse solo para ellos, sino enseñarse diligentemente a sus hijos e hijas. Este versículo establece que la fe no surge por accidente, sino que se cultiva mediante la enseñanza consciente, el testimonio y el ejemplo dentro del hogar.

Doctrinalmente, este pasaje revela que la familia es el primer y principal centro de instrucción espiritual. Al “hacer saber todas las cosas”, Adán y Eva no solo compartieron información, sino que transmitieron una visión completa del plan de Dios: la Caída, la Redención, los mandamientos y la esperanza del gozo eterno mediante Jesucristo. Así, Moisés 5:12 subraya que el evangelio siempre ha avanzado de generación en generación, sostenido por padres fieles que enseñan a sus hijos a conocer, elegir y amar la verdad.

Adán y Eva no fueron malos padres; fueron grandes padres. Enseñaron el evangelio a sus hijos, sin ocultarles nada. Eso no significa que todos sus hijos fueran obedientes. Nosotros podemos experimentar la misma desilusión, pero la desobediencia de un hijo no siempre es un reflejo de la calidad de la instrucción que recibió.

Brigham Young

Si no nos esforzamos por educar a nuestros hijos, por enseñarles e instruirles en cuanto a estas verdades reveladas, la condenación recaerá sobre nosotros, como padres, o al menos en cierta medida.

Enseñad a vuestros hijos desde su juventud a no poner su corazón de manera desmedida en los objetos de este mundo.

Criad a vuestros hijos en el amor y el temor del Señor. (Discourses of Brigham Young, seleccionados y arreglados por John A. Widtsoe [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1954], pág. 207).


Moisés 5:13 — “Satanás… les mandó, y dijo: No lo creáis”.


Se revela una de las tácticas fundamentales de Satanás desde el principio: sembrar incredulidad y desacreditar la palabra revelada. Después de que Adán y Eva enseñaron a sus hijos las verdades del plan de salvación, Satanás procuró contrarrestar esa enseñanza no solo tentando, sino mandando y ejerciendo influencia para que rechazaran la verdad. La frase “No lo creáis” muestra que el primer ataque no fue contra la conducta, sino contra la fe; al debilitar la confianza en la palabra de Dios, se prepara el terreno para la desobediencia.

Doctrinalmente, este versículo enseña que la incredulidad es una decisión moral, no una simple falta de información. Satanás busca sustituir la voz de Dios con una voz alternativa que promete autonomía pero conduce a la separación espiritual. Moisés 5:13 establece un contraste claro entre la enseñanza fiel de los padres y la voz que niega la revelación, recordándonos que el albedrío se ejerce primero en decidir a quién creer. Aceptar la palabra de Dios conduce a la vida espiritual; rechazarla abre la puerta a la confusión y al alejamiento de Su plan.

Dios nos manda ejercer fe; Satanás nos manda ejercer incredulidad. Ambos requieren energía. Ambos son actos deliberados: una decisión, una oportunidad de escoger. Podemos optar por abrir nuestro corazón o endurecerlo. Parece un acto sencillo, pero las consecuencias no podrían ser más importantes. Puesto que Satanás nunca pierde una oportunidad de destruirnos, puedes estar seguro de que cualquier persona cuya fe esté vacilando está siendo trabajada por el Gran Engañador. Dado que la fe es fundamental, su mensaje es siempre el mismo: “No lo creáis”.

Stephen L. Richards

Las cosas más vitales de la vida son las que se refieren a la vida misma: el origen, el propósito y el destino del hombre y del universo. En estos temas vitales dependemos más que nada de la revelación de Dios, pues por su propia naturaleza estos secretos de la vida, en gran medida, desafían la investigación humana. ¿Por qué los hombres son tan reacios a aceptar la palabra de Dios acerca del origen y el propósito de la vida? Pienso que la respuesta yace en el supuesto que hemos expuesto: primero, que el hombre no tiene suficiente humildad ni fe; y segundo, que el adversario de la verdad fomenta en él el egotismo y la arrogancia, porque Satanás sabe muy bien que si la fe fuera universal, su reino llegaría a su fin. (Where Is Wisdom? [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1955], págs. 147–148).

Hugh Nibley

Entonces entra Satanás, el negativo, con su no-evangelio: “¡No lo creáis!”, y su contra-evangelio: “Yo también soy un hijo de Dios” (Moisés 5:13). Obtiene seguidores empujando cuesta abajo, hacia lo que es “carnal, sensual y diabólico” (Moisés 5:13)… Sí, ese es el arreglo: el diablo sirve a su cliente, satisface su más mínimo capricho, consiente sus apetitos y está a su disposición durante toda su vida terrenal, poniendo a su alcance poder e influencia ilimitados mediante su dominio de los tesoros de la tierra —oro y plata—. Pero a cambio, la víctima debe cumplir su parte del acuerdo: seguir las instrucciones de Satanás en la tierra y permanecer bajo su poder en lo venidero. Ese es el trato clásico, el pacto con el diablo, mediante el cual un Fausto, un Don Juan, un Macbeth o un Jabez Stone alcanzan la cima del éxito terrenal y las profundidades de la condenación eterna. (Ensign, diciembre de 1976, pág. 74).


Moisés 5:13 — “Los hombres comenzaron… a ser carnales, sensuales y diabólicos”.


Se describe las consecuencias espirituales de rechazar la verdad enseñada por Adán y Eva. Al apartarse de la palabra de Dios, los hombres comenzaron a orientarse hacia lo carnal, es decir, a vivir dominados por los apetitos del cuerpo; hacia lo sensual, buscando placer sin sujeción a principios divinos; y finalmente hacia lo diabólico, imitando el carácter y las intenciones del adversario. Este progreso descendente no ocurre de manera repentina, sino como resultado de decisiones repetidas que colocan la voluntad humana por encima de la voluntad de Dios.

Doctrinalmente, este versículo enseña que la neutralidad espiritual no existe: cuando las personas dejan de someterse a Dios, inevitablemente comienzan a reflejar otra influencia. Al rechazar la revelación y la fe, el corazón se vuelve más receptivo a la voz de Satanás, y la naturaleza caída toma el control. Moisés 5:13 subraya que la condición “carnal, sensual y diabólica” no es el estado original del hombre, sino el resultado de alejarse conscientemente del plan de salvación y de la luz divina que conduce a la vida espiritual.

Bruce R. McConkie

Vivimos en una época de maldad e iniquidad. La mayoría de los hombres son carnales, sensuales y diabólicos. Han olvidado a Dios y se deleitan en las concupiscencias de la carne. El crimen, la inmoralidad, los abortos y las abominaciones homosexuales se están convirtiendo rápidamente en la norma de vida entre los malvados e impíos. El mundo pronto será tan corrupto como lo fue en los días de Noé. (“El Señor Dios de la Restauración”, Ensign, noviembre de 1980, pág. 50).

L. Lionel Kendrick

Satanás intentará ganar control de nuestro albedrío por medio de las tentaciones, pero existen principios que nos ayudarán a resistir sus seducciones.

Aunque nuestros cuerpos físicos puedan ser, por naturaleza, “carnales, sensuales y diabólicos”, nuestro espíritu eterno tiene el poder de gobernar el cuerpo. Podemos controlar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones si ejercemos debidamente nuestro albedrío moral. (“Nuestro albedrío moral”, Ensign, marzo de 1996, pág. 32).


Moisés 5:14 — “Y Dios el Señor llamó a los hombres en todas partes, por el Espíritu Santo”.


Se enseña que, aun cuando la humanidad comenzó a apartarse de la verdad, Dios no retiró Su voz ni Su invitación al arrepentimiento. El Señor “llamó a los hombres en todas partes”, lo que revela el carácter universal de Su amor y de Su plan de salvación: nadie queda fuera de Su alcance. Ese llamamiento no fue coercitivo ni impuesto por fuerza, sino efectuado por medio del Espíritu Santo, quien actúa como mensajero divino, testificando de la verdad e invitando suavemente al corazón humano a volver a Dios.

Doctrinalmente, este versículo establece que el Espíritu Santo es el medio principal por el cual Dios se comunica con Sus hijos en un mundo caído. Aunque los hombres se vuelvan carnales o incrédulos, el Espíritu continúa obrando, iluminando la conciencia y despertando el deseo de arrepentimiento. Moisés 5:14 afirma que la misericordia divina precede al juicio y que, antes de permitir las consecuencias finales de la rebelión, Dios extiende un llamado personal y constante a cada alma para que escoja la vida y la reconciliación mediante Jesucristo.

El Antiguo Testamento no explica que el Espíritu Santo siempre ha estado operando entre los hombres. El término “Espíritu Santo” no se encuentra en ningún pasaje del Antiguo Testamento. La expresión “Espíritu Santo” aparece solo en dos lugares (Salmos 51:11; Isaías 63:10–11). ¿No es increíble? ¿No es triste que algo tan importante se haya perdido, o más probablemente, haya sido quitado del registro?

Con todas las voces —no tan quietas ni tan apacibles— que hay en el mundo, ¿cómo podría Dios enviarnos a este estado de probación sin una influencia compensadora? La justicia de Dios, en un mundo de “oposición en todas las cosas”, requiere que exista un Espíritu Santo que susurre la verdad (2 Nefi 2:11) en directa oposición a la voz de Satanás, que distorsiona la verdad. ¿Debería sorprendernos que exista un Espíritu invisible para enseñarnos la verdad? ¿No esperaríamos que ese mismo Espíritu hubiera estado operando en los tiempos del Antiguo Testamento? La pregunta es: “¿A cuál voz escuchamos?”.


Moisés 5:15 — “Las palabras salieron de la boca de Dios como firme decreto”.


Se enseña que la palabra de Dios no es una sugerencia ni una opinión condicionada por las circunstancias humanas, sino un decreto firme, lleno de autoridad divina y poder creador. Cuando Dios habla, Su palabra establece realidad espiritual y moral; define lo que es verdadero, justo y eterno. Este versículo subraya que los mandamientos y advertencias del Señor no dependen de la aceptación humana para tener validez, pues proceden directamente de Su naturaleza perfecta y de Su conocimiento completo de todas las cosas.

Doctrinalmente, este pasaje afirma que rechazar la palabra de Dios no la debilita, sino que expone al ser humano a las consecuencias de ignorar un decreto eterno. El “firme decreto” señala que Dios es constante y confiable: lo que Él declara se cumple, ya sea como promesa de bendición o como advertencia de consecuencia. En el contexto del plan de salvación, estas palabras firmes preparan el camino para la justicia y la misericordia que se manifiestan plenamente en Jesucristo, recordándonos que la verdadera seguridad espiritual se halla en escuchar, creer y obedecer la voz inmutable de Dios.

“El contenido de este decreto, que se presenta como una declaración legal procedente del mundo divino… tiene que ver con la fe y el arrepentimiento. Según un relato del Nuevo Testamento, Jesucristo prácticamente citó estos términos cuando instruyó por última vez a Sus apóstoles; luego dio estas mismas instrucciones a Sus discípulos del Nuevo Mundo (véanse Marcos 16:16; Mormón 9:23; también Éter 4:18)…

“Estos versículos… relatan los esfuerzos de Satanás por engañar y los esfuerzos de Dios por contrarrestar el atractivo del mal mediante la emisión de ‘un decreto firme’ —probablemente acompañado de un juramento, como en otros lugares— que promete a los fieles que ‘serán salvos’ y a los infieles que ‘serán condenados’ (Moisés 5:15). Tales promesas, o advertencias, son legalmente vinculantes y tienen fuerza en el juicio final”. (The Pearl of Great Price: A Verse by Verse Commentary, R. D. Draper, S. K. Brown, M. D. Rhodes [Salt Lake City: Deseret Book, 2005], pág. 63).


Moisés 5:16 — “Eva… dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido un varón del Señor”.


Eva reconociendo la mano del Señor en el don de la vida, aun en un mundo caído. Su expresión “he adquirido un varón del Señor” revela gratitud, fe y una conciencia profunda de que la procreación forma parte del plan divino. Eva entiende la maternidad no solo como un proceso biológico, sino como una participación sagrada en la obra creadora de Dios. Este versículo afirma que los hijos son una bendición del Señor y que la familia es un medio ordenado por Dios para llevar a cabo Sus propósitos eternos.

Doctrinalmente, el pasaje también refleja la esperanza mesiánica temprana: Eva esperaba que la promesa de redención se cumpliría mediante su posteridad. Aunque Caín no sería el Redentor, su nacimiento mantiene viva la expectativa de la liberación prometida, la cual finalmente se cumpliría en Jesucristo. Así, Moisés 5:16 enseña que Dios obra a través de generaciones y que, incluso cuando el entendimiento humano es incompleto, la fe en las promesas divinas sostiene la esperanza y orienta a las familias hacia el plan de salvación.

Adán tenía amplia experiencia poniendo nombre a los animales. Eva, al parecer, sería quien pondría nombre a los hijos. No podía exactamente llamar a Caín con el nombre de su abuelo ni de algún antepasado ilustre; todos los nombres serían originales.

Con el nombramiento de los hijos, vemos un patrón que se repetirá una y otra vez en el Antiguo Testamento. El niño recibe su nombre según la situación y la respuesta emocional de la madre al nacimiento (véase Génesis 29:31–35). La respuesta de Eva al nacimiento de Caín fue: “Miren, he sido bendecida con un varón del Señor”. El nombre Caín, en hebreo, es un juego de palabras que significa: “He adquirido [o formado] un varón con la ayuda del Señor”. (The Torah: A Modern Commentary, ed. W. Gunther Plaut [Nueva York: Union of American Hebrew Congregations, 1981], pág. 44).

El Libro de Moisés ofrece otra perspectiva. A Adán y Eva se les había mandado escuchar al Señor. Eva esperaba que, puesto que Caín provenía del Señor, él escucharía al Señor, diciendo: “He obtenido un varón del Señor; por tanto, quizá no rechace Sus palabras” (Moisés 5:16). Lamentablemente, el nombre de Caín no conservó el significado gozoso y obediente que tuvo originalmente.

Los Santos de los Últimos Días no creen que Caín sea el primogénito de Adán y Eva. El Libro de Moisés sugiere que tuvieron hijos e hijas antes del nacimiento de Caín (Moisés 5:12–16). El nombre de Caín se menciona primero porque fue el primero en cometer asesinato, no porque fuera el hijo primogénito. Las Escrituras suelen ser incompletas; algunos las han comparado con titulares de periódicos. El asesinato de Caín fue lo que apareció en los titulares. Si no hubiera cometido asesinato, su nombre estaría ausente del libro de Génesis.

Hugh Nibley

Uno piensa en Caín como una persona muy bendecida y especial. Ellos así lo pensaban. Esperaban grandes cosas de él. Esperaban que él cambiara el rumbo. Todo había ido en contra de Adán y Eva. Muchos de su posteridad no se estaban arrepintiendo (véase Moisés 5:13). Continuaron adelante, y cuando engendraron a Caín, Eva dijo: “He obtenido un varón del Señor; por tanto, quizá no rechace Sus palabras…”. Había esperanza de que Caín fuera el indicado, que no rechazara las palabras, que pusiera las cosas de nuevo en el camino correcto. Pero no lo hizo. Fracasó. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe [s. l., s. f.], pág. 8).


Moisés 5:20 — “El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda”.


Se enseña que Dios no evalúa únicamente el acto externo de la adoración, sino el corazón, la fe y la obediencia del oferente. El Señor miró primero “a Abel” y luego “a su ofrenda”, indicando que la aceptación divina comienza con la disposición interior del alma. Abel ofreció su sacrificio conforme a lo que había sido revelado, actuando con fe y humildad, lo que demuestra que la verdadera adoración requiere alinearse con la voluntad de Dios y no solo realizar un rito.

Doctrinalmente, este versículo aclara que la obediencia inspirada por la fe es lo que hace aceptable una ofrenda ante Dios. El sacrificio de Abel fue una semejanza del sacrificio expiatorio de Jesucristo, y al ofrecerlo con fe, Abel dio testimonio del Redentor prometido. Moisés 5:20 enseña así que Dios se complace en aquellos que lo buscan con sinceridad y que toda adoración verdadera apunta finalmente a Cristo, quien es la fuente de toda aceptación y reconciliación con el Padre.

José Smith

Por la fe en esta expiación o plan de redención, Abel ofreció a Dios un sacrificio que fue aceptado: los primogénitos del rebaño. Caín ofreció del fruto de la tierra y no fue aceptado, porque no podía hacerlo con fe; no podía tener fe ni ejercer fe en contra del plan del cielo… Pero Abel ofreció un sacrificio aceptable, por el cual obtuvo testimonio de que era justo, testificando Dios mismo de sus dones. Ciertamente, el derramamiento de la sangre de una bestia no podía beneficiar a ningún hombre, a menos que se hiciera como imitación, o como tipo, o como explicación de lo que habría de ofrecerse mediante el don de Dios mismo; y este acto se realizaba con la mirada puesta, por la fe, en el poder de ese gran Sacrificio para la remisión de los pecados. Pero por muy diversas que hayan sido, y sean hoy en día, las opiniones de los hombres respecto a la conducta de Abel y al conocimiento que tenía sobre la expiación, nos parece evidente que fue instruido más plenamente en el plan de lo que la Biblia expresa; porque ¿cómo podría haber ofrecido un sacrificio con fe, mirando a Dios para la remisión de sus pecados mediante el poder de la gran expiación, sin haber sido instruido previamente en ese plan?

Concluimos que siempre que el Señor se reveló a los hombres en la antigüedad y les mandó ofrecerle sacrificios, fue para que miraran hacia adelante con fe al tiempo de Su venida y confiaran en el poder de esa expiación para la remisión de sus pecados. Y así lo hicieron miles que nos precedieron, cuyas vestiduras están sin mancha y que, como Job, esperan con una seguridad semejante a la suya que lo verán en el día postrero sobre la tierra, aun en su carne.

Podemos concluir que, aunque hubo diferentes dispensaciones, todas las cosas que Dios comunicó a Su pueblo estaban calculadas para dirigir su mente hacia el gran objetivo y enseñarles a confiar únicamente en Dios como el autor de su salvación. (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 58–61).


Moisés 5:21 — “mas no miró con agrado a Caín y su ofrenda”.


Se enseña que la aceptación divina no depende únicamente del acto externo de ofrecer algo a Dios, sino de la obediencia y la intención del corazón. A diferencia de Abel, Caín presentó una ofrenda que no se ajustaba a lo que el Señor había revelado, y su actitud interior carecía de la fe y la sumisión requeridas. El texto subraya que Dios “no miró con agrado a Caín” antes de mencionar su ofrenda, indicando que el problema fundamental no fue el objeto ofrecido, sino la disposición espiritual del oferente.

Doctrinalmente, este versículo aclara que la adoración verdadera debe estar en armonía con la voluntad de Dios y centrada en Su plan de redención. La ofrenda de Caín, al no ser conforme a la revelación ni a la semejanza del sacrificio del Redentor, carecía del testimonio que Dios requería. Así, Moisés 5:21 enseña que los ritos religiosos sin fe ni obediencia pierden su poder espiritual y que toda ofrenda aceptable debe apuntar, consciente o inconscientemente, a Jesucristo, quien da sentido y valor eterno a toda adoración.

¿Qué había de malo en la ofrenda de Caín? Se supone que Dios no hace acepción de personas. ¿Estaba el Señor mostrando favoritismo, aceptando a Abel y rechazando a Caín? ¿Ofreció Caín algo incorrecto? ¿No se mandaría más tarde a los hijos de Israel ofrecer los frutos del campo (Deuteronomio 26:1–4)?

¿Qué hizo mal Caín? La Biblia no responde esta pregunta de manera satisfactoria. La Perla de Gran Precio sí nos da la razón. Abel, conforme al mandamiento de Dios, presentó su ofrenda con fe. Caín, por mandato de Satanás, presentó su ofrenda sin fe (Moisés 5:18). Si Satanás te manda pagar el diezmo, no lo hagas. El Señor no acepta ofrendas mandadas por Satanás, ni acepta ofrendas dadas sin voluntad.

“Porque he aquí, Dios ha dicho que un hombre siendo malo no puede hacer lo que es bueno; porque si ofrece un don o hace oración a Dios, a menos que lo haga con verdadera intención, nada le aprovecha.
Porque he aquí, no le es contado por justicia.
Porque he aquí, si un hombre siendo malo da un don, lo hace de mala gana; por lo cual le es contado como si hubiera retenido el don; por tanto, es contado como malo delante de Dios”.
(Moroni 7:6–8).

El modelo merece atención. Satanás seduce a un alma y luego le manda ser religiosa, hacer una ofrenda, realizar la “obra de Dios”. En realidad, el tentado está haciendo la “obra de Satanás”. El diablo sabe que toda ofrenda hecha por su mandato será rechazada por Dios, pero seduce a su víctima con un falso sentido de rectitud. La religiosidad puede ser obra de Dios o de Lucifer. ¿Sigue el hombre exteriormente religioso a Dios, o ha sido mandado por Satanás? Ejemplos de esto último incluyen a Caín, Sherem, Korihor y Judas, entre otros (véanse Jacob 7; Alma 30; Mateo 26:24). Así, Caín fue el primero en aprender que es imposible servir a dos señores (Mateo 6:24).

Hugh Nibley

¿Por qué estaba Caín haciendo la ofrenda? Porque Satanás se lo había mandado. No fue porque amara al Señor. Se dice que amó más a Satanás que a Dios; por lo tanto, cuando Satanás le dijo que hiciera algo, obedeció a Satanás. No lo hacía para beneficiar al Señor ni como muestra de respeto hacia Él, sino que, recibiendo un mandato de Satanás, hizo la ofrenda al Señor. ¿La aceptaría el Señor en tales circunstancias? Él solo recibe ofrendas que se le hacen por Su propio mandato, como lo hizo Adán. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe, s. l., s. f., pág. 8).

José Smith

Caín ofreció del fruto de la tierra y no fue aceptado, porque no podía hacerlo con fe; no podía tener fe ni ejercer fe en contra del plan del cielo. Debía ser el derramamiento de la sangre del Unigénito para expiar al hombre… ofrecer un sacrificio contrario a ello no permitía ejercer fe alguna, porque la redención no fue comprada de esa manera ni el poder de la expiación fue instituido conforme a ese orden; por consiguiente, Caín no podía tener fe; y todo lo que no es fe es pecado… Ofrecer cualquier cosa en sacrificio no podía procurar la remisión de los pecados, a menos que se hiciera con fe en algo por venir; si así fuera, la ofrenda de Caín habría sido tan buena como la de Abel. (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 58–59).


Moisés 5:23 — “Si haces lo bueno, ¿no serás aceptado?”


Se revela la justicia y la misericordia de Dios al enseñar que la aceptación divina está siempre al alcance de quien elige hacer lo bueno. El Señor se dirige a Caín con una invitación, no con una condena irrevocable, dejando claro que aún existe la posibilidad de arrepentimiento y cambio. Esta pregunta retórica afirma que Dios no es arbitrario ni parcial: Su favor se concede conforme a la obediencia y a la rectitud, y siempre precede a Su juicio una oportunidad de corregir el rumbo.

Doctrinalmente, este versículo enseña que Dios juzga según las obras nacidas de una intención recta, y que el bien hecho de corazón conduce a la aceptación espiritual. La pregunta del Señor también destaca el principio del albedrío: Caín podía elegir entre someterse a la voluntad divina o persistir en su resentimiento. Moisés 5:23 nos recuerda que la puerta de la reconciliación permanece abierta mediante el arrepentimiento y la fe en Jesucristo, quien hace posible que toda persona sea aceptada ante Dios al escoger lo bueno.

Caín tenía tanto potencial como cualquiera de los hijos de Adán. Tenía el mismo privilegio de usar sabiamente su albedrío. La recompensa podría haber sido la misma.

Hugh Nibley

El Señor extendió a Caín la invitación paternal: “Si haces lo bueno, serás aceptado”, junto con la solemne advertencia: “Satanás desea tenerte” (véase también Génesis 4:7). Se le amonesta contra la necedad de “rechazar el mayor consejo” (Moisés 5:25), y la puerta del arrepentimiento permanece abierta hasta el último momento, cuando es el propio Caín quien rompe la conversación y se retira airadamente, negándose a escuchar “más la voz del Señor” o las amonestaciones de su hermano (Moisés 5:26). Caín se casó con “una de las hijas de su hermano”, no necesariamente de Abel, y juntos “amaron más a Satanás que a Dios” (Moisés 5:28), satisfechos con su religión y desafiantes respecto a ella. (Enoch the Prophet, págs. 175–176).

José Smith

Si Caín hubiera cumplido la ley de la rectitud como lo hizo Enoc, podría haber andado con Dios todos los días de su vida y nunca habría dejado de recibir una bendición. (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 169–170).


Moisés 5:23 — “tú te enseñorearás de él”.


Se  enseña que, aun frente a la tentación y al pecado que “acecha a la puerta”, Dios afirma la capacidad moral del ser humano para ejercer dominio espiritual. La expresión “tú te enseñorearás de él” no describe una garantía automática, sino una posibilidad real otorgada por Dios mediante el albedrío. El Señor declara que el pecado no es un poder irresistible; aunque es persistente y cercano, puede ser gobernado cuando la persona elige someterse a la voluntad divina y actuar conforme a lo bueno.

Doctrinalmente, este versículo establece que la responsabilidad personal es central en el plan de salvación. Dios no excusa el pecado atribuyéndolo a fuerzas externas, sino que enseña que el dominio propio y la obediencia son posibles gracias a la ayuda divina. Esta promesa de dominio encuentra su pleno cumplimiento mediante la gracia de Jesucristo, quien fortalece al ser humano para vencer la naturaleza caída. Así, Moisés 5:23 testifica que Dios confía en Sus hijos y los capacita para gobernar el pecado en lugar de ser gobernados por él.

El uso bíblico de los pronombres puede ser confuso. El texto de Génesis puede leerse como: “a Caín será el deseo de Satanás, y Caín se enseñoreará de Satanás”. La versión de Moisés tiene más sentido. Dice: “Te entregaré (al poder de Satanás), y será conforme a su (de Satanás) deseo. Y tú (Caín) te enseñorearás de él” (Moisés 5:23).

La versión de Moisés sugiere una interesante relación recíproca entre Caín y Satanás. Lo que le suceda a Caín será conforme al deseo de Satanás. En virtud de su asesinato, Caín será castigado con una maldición. Ese era el deseo de Lucifer, “porque procura que todos los hombres sean miserables como él” (2 Nefi 2:27). Pero Caín tiene mayor poder sobre él porque tiene un cuerpo. Satanás puede destruir la vida de Caín, pero Caín puede ejercer autoridad sobre Satanás.

Joseph Fielding Smith

Caín se enseñorearía de Satanás.
Los hijos de perdición tendrán ascendencia aun sobre Satanás mismo, porque él no tiene cuerpo. ¿Pero quién es Perdición? El Señor dijo a Caín: “Si haces lo bueno, serás aceptado. Y si no haces lo bueno, el pecado yace a la puerta, y Satanás desea tenerte; y si no escuchas mis mandamientos, te entregaré, y será conforme a su deseo. Y tú te enseñorearás de él; porque desde ahora en adelante serás el padre de sus mentiras; serás llamado Perdición; porque tú también existías antes del mundo” (Moisés 5:23–24).

Satanás lo deseaba porque Caín tenía un cuerpo; él quería más poder. Un hombre con cuerpo, naturalmente, tiene mayor poder que un espíritu sin cuerpo.

Caín pecó con los ojos abiertos, por lo que llegó a ser Perdición, el padre de mentiras. (Doctrines of Salvation, 3 tomos, ed. Bruce R. McConkie [Salt Lake City: Bookcraft, 1954–1956], 2:280).

Joseph Fielding Smith

Parece que la razón por la que Satanás lo deseaba era que Caín había obtenido un cuerpo de carne y huesos y, por lo tanto, tenía un poder superior; y Satanás estaba dispuesto a aceptarlo y a obedecerlo debido a esa condición. La conclusión natural es, por tanto, que un diablo con un cuerpo de carne y huesos tiene un poder mayor que uno a quien se le negó el cuerpo físico. (Answers to Gospel Questions, 5 tomos [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1957–1966], 2:171).

Hugh Nibley

¿Caín enseñorearse de Satanás? Sí. Ese es el arreglo: el diablo sirve a su cliente, satisface su más mínimo capricho, consiente sus apetitos y está a su disposición durante toda su vida terrenal, poniendo a su alcance poder e influencia ilimitados mediante su dominio de los tesoros de la tierra —oro y plata—. Pero a cambio, la víctima debe cumplir su parte del acuerdo: seguir las instrucciones de Satanás en la tierra y permanecer bajo su poder en lo venidero. Ese es el pacto clásico, el trato con el diablo, mediante el cual un Fausto, un Don Juan, un Macbeth o un Jabez Stone alcanzan la cima del éxito terrenal y las profundidades de la condenación eterna. (“A Strange Thing in the Land: The Return of the Book of Enoch, Part 8”, Ensign, diciembre de 1976, pág. 74).

Joseph Fielding Smith

¿No se nos da a entender que, en lugar de aceptar esta palabra del Señor con humildad y con pesar por sus malas acciones, Caín más bien se regocijó en las palabras que se le dijeron: “Satanás desea tenerte… y tú te enseñorearás de él”? ¿No es posible que se regocijara en el conocimiento de que, mediante su iniquidad, gobernaría en el reino de la maldad? ¿Qué gloria y honor podría esperar obtener Caín al llegar a ser el “padre de mentiras” y convertirse en Perdición? Tal actitud mental es difícil de comprender. Pensar que Caín se gloriara en obtener dominio en el imperio del mal, y en convertirse en el autor de la falsedad y en empuñar el cetro del poder en el reino de las tinieblas, es casi increíble. Sin embargo, se nos dice que Caín se regocijó en los consejos que le dio Satanás y frunció el ceño ante los consejos que le dio Jehová. Caín se regocijó, diciendo: “Verdaderamente soy Mahán, el maestro de este gran secreto, para poder asesinar y obtener ganancia”. Por lo cual Caín fue llamado Maestro Mahán, y se gloriaba en su maldad (Moisés 5:31). (The Way to Perfection [Salt Lake City: Genealogical Society of Utah, 1949], págs. 100–101).


Moisés 5:26 — “Caín se encolerizó, y no escuchó más la voz del Señor”.


Se muestra cómo la ira no resuelta puede cerrar el corazón a la revelación divina. Caín no pecó únicamente por sus acciones posteriores, sino primero por permitir que el enojo gobernara su interior. Al encolerizarse, rechazó la corrección amorosa del Señor y eligió dejar de escuchar Su voz. Este versículo enseña que el pecado comienza cuando una persona decide no atender más a Dios, aun cuando Él sigue hablando e invitando al arrepentimiento.

Doctrinalmente, este pasaje revela que ignorar la voz del Señor es una elección deliberada, no una pérdida repentina de acceso espiritual. Dios había advertido a Caín y le había prometido aceptación si hacía lo bueno, pero Caín permitió que el orgullo y el resentimiento silenciaran la guía divina. Moisés 5:26 advierte que cuando se deja de escuchar a Dios, el corazón se vuelve vulnerable a otras voces destructivas; en contraste, escuchar y seguir la voz de Dios conduce a la sanación y a la vida que se ofrecen mediante Jesucristo.

Brigham Young

Caín conversaba con su Dios todos los días y conocía todo acerca del plan de la creación de esta tierra, porque su padre se lo había enseñado. Pero, por falta de humildad, y por los celos, y por el deseo de poseer el reino y tenerlo todo bajo su propio control, sin permitir que nadie más tuviera derecho a decir una sola palabra, ¿qué hizo? Mató a su hermano. Entonces el Señor puso una marca sobre él. (Discourses of Brigham Young, sel. y org. John A. Widtsoe [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1954], pág. 104).


Moisés 5:29 — “haz que tus hermanos juren por sus cabezas, y por el Dios viviente, que no lo dirán”.


Se revela una estrategia particularmente perversa: usar juramentos sagrados para encubrir el pecado y consolidar la rebelión. Al exigir que otros juren “por sus cabezas” y aun “por el Dios viviente”, Caín profana lo sagrado y lo convierte en instrumento de coerción y silencio. Este acto muestra cómo el pecado, cuando no se detiene, progresa desde la desobediencia personal hacia la corrupción colectiva, donde la verdad es suprimida y la conciencia es forzada a someterse mediante pactos ilícitos.

Doctrinalmente, el versículo enseña que los convenios solo tienen poder cuando proceden de Dios y conducen a la rectitud. Satanás —Satanás— busca imitar y distorsionar los convenios divinos, promoviendo juramentos que atan al ser humano al miedo y a la mentira. Moisés 5:29 advierte que invocar el nombre de Dios sin autoridad divina no santifica un acto, sino que agrava la transgresión. En contraste, los convenios verdaderos liberan, iluminan y conducen a la vida mediante la obediencia y la fe en Jesucristo.

“El Libro de Moisés muestra que Caín no estuvo solo en el complot para asesinar a su hermano, pues Satanás insistió en que ‘hagas que tus hermanos juren por sus cabezas, y por el Dios viviente, que no lo dirán’ (Moisés 5:29). Se ha señalado que lo que Satanás enseñó a Caín y a sus hermanos no fue solo cómo intercambiar un alma humana por un rebaño de ovejas, sino también cómo convertir la vida en propiedad. Mediante combinaciones secretas similares, Satanás todavía seduce a quienes lo aman más de lo que aman a Dios. Grandes pecados de inmoralidad resultan cuando las personas codician cosas y usan a otras personas para obtenerlas, sirviendo así a su propia gratificación antes que a Dios y a todo lo demás. Aquí queda expuesto el medio secreto de Satanás por el cual procura destruir a los hijos de nuestro Padre Celestial”. (Richard D. Draper, “The Remarkable Book of Moses”, Ensign, febrero de 1997, pág. 19).


Moisés 5:33 — “Estoy libre; seguramente los rebaños de mi hermano caerán en mis manos”.


Se revela el autoengaño profundo que acompaña al pecado no arrepentido. Caín declara “estoy libre” cuando en realidad ha quedado más atado que nunca: a la culpa, al miedo y a la influencia del adversario. Su razonamiento materialista —creer que la ganancia inmediata justifica la acción— muestra cómo el pecado distorsiona la percepción moral, haciendo que la transgresión parezca una vía de liberación y éxito, cuando en verdad conduce a la pérdida de la comunión con Dios.

Doctrinalmente, este versículo enseña que la verdadera libertad no proviene de poseer más, sino de obedecer a Dios. Caín confunde libertad con impunidad y bendición con prosperidad temporal, ignorando que toda ganancia obtenida por medios injustos trae consecuencias espirituales inevitables. Moisés 5:33 contrasta la falsa libertad del pecado con la libertad real que se halla en la rectitud y en la gracia de Jesucristo, quien libera del poder del pecado y conduce a una vida de paz, propósito y esperanza eterna.

La iniquidad nunca fue felicidad (Alma 41:10), y la iniquidad nunca trae libertad. ¿Era Caín libre? La verdad os hará libres (Juan 8:32). Asesinar al enemigo solo produce lo contrario.

Neal A. Maxwell

Caín mató a Abel y luego se gloriaba y se jactaba: “Soy libre”. ¿Libre? Sí, libre para ser “fugitivo y vagabundo” en el desierto que él mismo había hecho de su vida. (Meek and Lowly [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1987], pág. 96).

Hugh Nibley

El gran secreto que aprendió de Satanás fue el arte de convertir la vida en propiedad: ¡toda vida, incluso la vida eterna! El intercambio de la vida eterna por el éxito mundano es, de hecho, la esencia del clásico pacto con el diablo, en el cual al héroe (Fausto, Jabez Stone, incluso Jesús) se le ofrece todo lo que la riqueza de la tierra puede comprar a cambio de su sujeción a Satanás en lo venidero. (Approaching Zion, ed. Don E. Norton [Salt Lake City y Provo: Deseret Book Co.; FARMS, 1989], págs. 166–167).

Hugh Nibley

Caín se convierte en la figura arquetípica del pacto con el diablo. Está Jabez Stone y los demás. Todos conocen la historia de “El diablo y Daniel Webster”. Ya la hemos mencionado antes. Es lo mismo. Él hace el pacto. El Viejo Rasguño le dará todo lo que quiera, y así lo enriquece. Y lo que Satanás le ofrece a Caín aquí es dinero. “Puedes tener cualquier cosa en este mundo por dinero”, le dice. Eso te permitirá conseguir todo lo que quieras. Así vemos cómo persuade a Caín para que lo siga. Moisés y Adán rechazaron el proyecto, pero Caín lo acepta. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe, s. l., s. f., pág. 10).

George Albert Smith

Cuando Abel estaba con sus rebaños y su hermano Caín vio que él era favorecido por el Señor porque hacía lo correcto, el adversario le susurró a Caín: “Puedes tener estos rebaños; nadie sabrá si matas a tu hermano”, y le quitó la vida. ¿Y qué ganó? No ganó nada, sino que perdió la bendición de su Padre Celestial. Tomó lo que no podía dar y se convirtió en asesino, y desde entonces su nombre es conocido en la tierra como el de uno que se apartó de lo correcto y cometió un crimen terrible. (The Teachings of George Albert Smith, ed. Robert McIntosh y Susan McIntosh [Salt Lake City: Bookcraft, 1996], pág. 20).


Moisés 5:34 — “¿Soy yo guarda de mi hermano?”


Se expone una de las negaciones morales más profundas de las Escrituras. Al preguntar “¿Soy yo guarda de mi hermano?”, Caín intenta evadir su responsabilidad y deshumanizar al otro, como si la vida ajena no le incumbiera. Esta pregunta no surge de la ignorancia, sino de un corazón endurecido que ya ha rechazado la voz del Señor. El versículo enseña que el pecado grave va acompañado de la pérdida del sentido de responsabilidad hacia los demás, rompiendo los lazos de amor, compasión y mayordomía que Dios estableció entre Sus hijos.

Doctrinalmente, este pasaje afirma que sí somos responsables unos de otros dentro del plan de Dios. Desde el principio, el Señor ha enseñado que amar al prójimo y velar por él es parte esencial de la vida recta. La pregunta de Caín contrasta con el evangelio de Jesucristo, que llama a llevar las cargas unos de otros y a proteger la vida y la dignidad humana. Moisés 5:34 nos recuerda que rechazar esta responsabilidad conduce al aislamiento espiritual, mientras que aceptarla conduce a la comunión, la sanación y la vida que se encuentran en Jesucristo.

“Pocas frases han sido citadas con mayor frecuencia que esta audaz contra-pregunta que Caín lanza a Dios… El tema es la responsabilidad humana. Dios, por medio del castigo que impone, afirma que Caín sí era el guardián de su hermano.

“La pregunta de Caín es esencialmente desafiante: ‘¿Cómo habría de saberlo —o importarme?’ Caín… es un hombre que desafía al mismo Dios… Cuando Dios preguntó a Caín: ‘¿Dónde está tu hermano Abel?’, Caín respondió: ‘¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Tú eres Dios. Tú has creado al hombre. Es Tu tarea cuidarlo, no la mía. Si no debía haber hecho lo que hice, Tú podrías haberme impedido hacerlo’. Así, Caín hace a Dios responsable, o al menos corresponsable, de sus propias acciones.

“Obsérvese que Dios no responde. La pregunta: ‘¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?’ queda sin respuesta”. (The Torah: A Modern Commentary, ed. W. Gunther Plaut [Nueva York: The Union of American Hebrew Congregations, 1981], pág. 47).

Thomas S. Monson

La respuesta a esa pregunta vital es: Sí, somos los guardianes de nuestros hermanos. (“Our Brothers’ Keepers”, Ensign, junio de 1998, pág. 33).

John H. Vandenberg

El dolor, la tristeza y la tragedia han acompañado a la raza humana desde este acontecimiento. Sin embargo, de este episodio de las Escrituras se nos llama la atención hacia la pregunta: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

¿Qué pensamos acerca de esa pregunta? ¿Qué encargo nos ha dado el Señor con respecto a ella? Remitámonos a 1 Juan, capítulo 3:

“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte.
En esto hemos conocido el amor de Dios: en que Él puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. (1 Juan 3:11, 14, 16, 18). (“My Brother’s Keeper”, Ensign, junio de 1971, pág. 63).

Dallin H. Oaks

Caín estableció el modelo del mundo… ¿Somos nosotros guardianes de nuestros hermanos? En otras palabras, ¿somos responsables de velar por el bienestar de nuestros semejantes mientras procuramos ganarnos el sustento diario? La Regla de Oro del Salvador dice que sí lo somos. Satanás dice que no.

Tentados por Satanás, algunos han seguido el ejemplo de Caín. Codician la propiedad y luego pecan para obtenerla. El pecado puede ser asesinato, robo o hurto. Puede ser fraude o engaño. Incluso puede ser alguna manipulación astuta pero legal de hechos o influencias para sacar ventaja injusta de otro. Siempre la excusa es la misma: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”

Quienes siguen el ejemplo de Caín cumplen una profecía del Libro de Mormón. Al ver nuestros días, Nefi profetizó que muchos dirían: “Miente un poco, saca ventaja de uno por sus palabras, cava una fosa para tu vecino; no hay daño en esto” (2 Nefi 28:8).

Vivimos en un mundo donde muchos consideran el mercado como una arena despiadada, donde el comprador debe cuidarse, donde nadie está obligado a hacer más de lo que la ley exige, y donde el fraude no es fraude a menos que se pueda probar en un tribunal.

Los miembros de la Iglesia de Jesucristo tienen una norma más alta. El presidente Harold B. Lee dijo: “La norma… en la Iglesia debe ser visiblemente más alta que la norma… en el mundo” (Ye Are the Light of the World, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1974, pág. 13). Se nos manda vivir la Regla de Oro. (“Brother’s Keeper”, Ensign, noviembre de 1986, pág. 20).


Moisés 5:37 — “Ahora maldito serás… fugitivo y vagabundo serás en la tierra”.


Se enseña que las consecuencias del pecado no son arbitrarias, sino directamente relacionadas con la elección realizada. Al quitar la vida de su hermano y romper de manera irreversible los lazos familiares y espirituales, Caín queda separado de la presencia del Señor y de la estabilidad que esta otorga. Ser “fugitivo y vagabundo” describe más que una condición física; retrata un estado espiritual de desarraigo, inquietud y pérdida de identidad, resultado de haber rechazado la voz de Dios y la responsabilidad moral.

Doctrinalmente, este versículo afirma que alejarse de Dios produce inevitablemente inestabilidad interior y espiritual. La maldición no consiste solo en el castigo externo, sino en vivir sin paz ni dirección, lejos de la luz divina. En contraste, el plan de salvación ofrece un camino de retorno: mediante el arrepentimiento y la gracia de Jesucristo, el ser humano puede hallar reposo, pertenencia y reconciliación con Dios. Así, Moisés 5:37 testifica que la verdadera seguridad no se encuentra en huir, sino en volver humildemente al Señor.

“La maldición sobre Caín fue doble. En primer lugar, la tierra no daría su fuerza al esfuerzo de Caín al labrarla. Se da a entender en los dos versículos anteriores que esto se debía a que la tierra había absorbido la sangre de Abel. Además, se sugiere en un capítulo posterior de Moisés que esta parte de la maldición también incluyó una pérdida del sacerdocio (Moisés 7:8). Esto queda corroborado adicionalmente en el versículo 23 y en Abraham 1:21–27. El pleno significado de esto sin duda se dará a conocer en un tiempo futuro. La segunda parte de la maldición de Caín fue que sería ‘fugitivo y vagabundo… en la tierra’ (Moisés 5:37). El siguiente relato, aunque plantea algunas preguntas desconcertantes, quizá demuestre la literalidad y la continuidad de este aspecto de la maldición. El relato es una reconstrucción hecha por Abraham O. Smoot de las palabras del élder David W. Patten, miembro del primer Cuórum de los Doce en esta dispensación, acerca de un acontecimiento ocurrido en 1836.

‘Mientras cabalgaba por el camino sobre mi mula, de repente noté a un personaje muy extraño que caminaba a mi lado. Caminó junto a mí por unos dos kilómetros. Su cabeza estaba aproximadamente a la altura de mis hombros mientras yo estaba sentado en la silla. No llevaba ropa, sino que estaba cubierto de pelo. Su piel era muy oscura. Le pregunté dónde vivía y respondió que no tenía hogar, que era un vagabundo en la tierra y que viajaba de un lugar a otro. Dijo que era una criatura muy miserable, que había buscado con ahínco la muerte durante su permanencia en la tierra, pero que no podía morir, y que su misión era destruir las almas de los hombres. Al decir esto, lo reprendí en el nombre del Señor Jesucristo y por la virtud del Santo Sacerdocio, y le mandé que se fuera, y de inmediato desapareció de mi vista’.

“La respuesta de Caín a su maldición no se presenta plenamente en Génesis. El relato del Libro de Moisés es mucho más completo y confirma algunos de los incidentes relacionados con la rebelión de Caín”. (Robert L. Millet y Kent P. Jackson, eds., Studies in Scripture, vol. 2: The Pearl of Great Price [Salt Lake City: Randall Book, 1985], pág. 106).

El relato anterior es problemático. El lector debe estar familiarizado con esta historia porque forma parte de la historia de la Iglesia. El relato sugiere que, al igual que Juan el Amado y los tres nefitas, Caín no habría muerto. En lugar de un estado bendito de traslación, vagaría como fugitivo y vagabundo en un estado de maldición, buscando la muerte pero sin poder morir. ¿Qué resulta problemático de esta doctrina? Nos deja preguntándonos qué ocurrió con Caín durante el Diluvio. ¿Fue preservado con los animales en el arca? ¿Fue de algún modo conservado para permanecer para siempre en ese estado de limbo? Aunque la idea de Caín viajando eternamente por la tierra como fugitivo y vagabundo es intrigante, resulta problemática y se basa en una sola fuente secundaria.


Moisés 5:39 — “cualquiera que me encuentre me matará”


Se revela el temor profundo que acompaña a la culpa no resuelta. Después de haber rechazado repetidamente la voz del Señor, Caín vive dominado por el miedo, esperando de los demás la misma violencia que él ejerció. Esta expresión muestra cómo el pecado distorsiona la percepción de la realidad: quien ha quebrantado la ley divina pierde la confianza y la paz interior, y comienza a ver el mundo como una amenaza constante. El temor se convierte en el compañero inevitable de una vida separada de Dios.

Doctrinalmente, este versículo enseña que la culpa sin arrepentimiento produce inseguridad y desesperanza, mientras que la misericordia divina siempre busca limitar la destrucción. Aunque Caín teme ser muerto, el relato posterior muestra que Dios pone límites a la venganza, evidenciando que Su justicia está siempre acompañada de misericordia. Moisés 5:39 contrasta el miedo que nace del pecado con la paz que proviene del arrepentimiento y de la redención ofrecida por Jesucristo, quien libera del temor y restaura la esperanza aun en un mundo caído.

¡Qué irónico que Caín estuviera preocupado de que lo asesinaran! No se preocupó demasiado de que Abel fuera asesinado, pero su preocupación egoísta es por su propia vida. Ahora debe sufrir los efectos psicológicos de ser un asesino y un proscrito. “El castigo más severo sobre una conciencia culpable es un tormento continuo en la carne, sin satisfacer las exigencias de la justicia”. (The Carthage Assassins, Latter-day Saints’ Millennial Star, vol. 6, núm. 3, 15 de julio de 1845, p. 41).

Hugh Nibley

Ahora se ha convertido en un proscrito. Ha quitado una vida, y no puede reclamar la protección de la ley porque no solo la ha quebrantado, sino que la tomó en sus propias manos y quitó la vida por cuenta propia. La primera regla que el Señor da —como dice el libro de Éter— es que “Dios no quiere que el hombre derrame sangre, sino que lo ha prohibido en todas las cosas desde el principio del hombre” (Éter 8:19). Es una orden general que se aplica siempre. Caín ha quebrantado esa regla. “…y seré fugitivo y vagabundo en la tierra; y acontecerá que el que me hallare me matará…” Ese era el estatus del proscrito en las sociedades antiguas y medievales. Una persona declarada fuera de la ley no tenía ley que la protegiera; por lo tanto, cualquiera que la encontrara era completamente libre de matarla. No tenía protección. ¿A quién podía huir? ¿Quién sería su protector? No tenía señor que lo defendiera. No podía acudir a los tribunales porque estaba proscrito. No tenía la protección del camino del rey ni la protección de tres días. No tenía nada. Así que dijo: cualquiera que me encuentre será completamente libre de matarme por causa de mis iniquidades. Ya tiene mala reputación. Su nombre es conocido por el mal. Dondequiera que vaya correrá gran riesgo. ¿Qué puede hacer? Es algo terrible. “…porque estas cosas no están escondidas del Señor”.

Pero el Señor le dice: el hecho de que una persona mate no te justifica a ti para matarlo. No corriges el quitar la vida quitando la vida. Eso no le da a nadie más el derecho de matar. Así que cualquiera que mate a Caín será vengado siete veces. De lo contrario, la gente empezará la regla de la vendetta, y eso nunca termina. Entonces tendrás Irlanda del Norte, y tendrás Filipinas, o Líbano. Es la regla árabe de la incursión, de la venganza. Tienes los Jukes y los Kallikaks, las rencillas de Kentucky; y las famosas baladas fronterizas en las reliquias de Percy: los Douglas y los Percy. Se enemistan por generaciones y generaciones, ¿y cuándo termina? Cuando ambos quedan exterminados. Ese es un tema del Libro de Mormón. Termina igual con los jareditas y los nefitas: con exterminación. Es un tema asiático antiguo, muy viejo y muy establecido. Así que el Señor dice: esto no va a ocurrir. No tienes derecho a hacer eso. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe, 2).


Moisés 5:39 — “estas cosas no se ocultan del Señor”.


Se afirma una verdad fundamental del plan divino: nada puede esconderse de la presencia y del conocimiento de Dios. Aunque Caín intentó ocultar su pecado y justificarse, el Señor declara que todas las cosas están abiertas ante Él. Este versículo enseña que Dios no juzga por apariencias ni por declaraciones externas, sino que conoce plenamente los pensamientos, las intenciones del corazón y las acciones ocultas. La omnisciencia divina garantiza que la justicia no se basa en rumores humanos, sino en verdad perfecta.

Doctrinalmente, este pasaje también es una invitación implícita al arrepentimiento sincero. Saber que “estas cosas no se ocultan del Señor” no debe producir desesperación, sino humildad, pues Dios ve tanto el pecado como el potencial de redención. Moisés 5:39 enseña que la verdadera liberación no proviene de ocultar la falta, sino de confesarla y volver a Dios, quien ofrece misericordia y perdón mediante la Expiación de Jesucristo.

La clave de las combinaciones secretas de Satanás es que deben permanecer secretas para que los perpetradores prosperen. Si todos mantienen la boca cerrada, entonces nadie es castigado, ¿verdad? ¿Cómo te sales con el crimen perfecto? ¿Sin testigos? ¿Sin bocas que hablen? La idea suena bien. El silencio perfecto parece posible; pero aun si todos guardan silencio —aun si no hay testigos del crimen— “estas cosas no están escondidas del Señor”.

El Señor tiene maneras de sacar el mal a la luz. Ciertamente, algunos criminales nunca han sido castigados. Tal vez han llegado hasta la tumba llevando su secreto maligno, pero olvidan que “sus actos secretos serán revelados”.

“Y los rebeldes serán traspasados con mucho pesar; porque sus iniquidades se proclamarán desde los terrados, y sus actos secretos serán revelados” (DyC 1:3).

Joseph F. Merrill

Nadie puede escapar del ojo que todo lo ve de Dios, nuestro Padre, quien nos mantiene constantemente bajo escrutinio dondequiera que estemos. Recordemos que finalmente los libros serán abiertos y seremos juzgados por las cosas que allí están escritas: las obras hechas en el cuerpo. (Conference Report, abril de 1945, sesión de la tarde, p. 115).

LeGrand Richards

Pienso que lo que hoy necesitamos más que cualquier otra cosa es plantar en el corazón de nuestros niños y niñas esta fe viva en Dios, para que, como David en la antigüedad, puedan sentir y saber que no hay lugar tan oscuro ni sitio tan lejano y remoto donde el ojo que todo lo ve de Dios no esté sobre ellos, y que se les hará responsables por sus actos. (Conference Report, octubre de 1939, primer día—sesión de la mañana, p. 26).


Moisés 5:40 — “el Señor puso una marca sobre Caín”


Se enseña que la marca puesta sobre Caín no fue un acto de aprobación del pecado, sino una medida de justicia con misericordia. Aunque Caín debía enfrentar las consecuencias de su crimen, el Señor estableció un límite para impedir la venganza descontrolada. La marca funciona como un testimonio de que Dios sigue gobernando aun en medio del juicio: Él no excusa el pecado, pero tampoco permite que la violencia se multiplique sin freno. Así, el castigo es real, pero no absoluto; hay disciplina, pero también contención del mal.

Doctrinalmente, este versículo aclara que Dios distingue entre responsabilidad y destrucción total. La marca no define el valor eterno de Caín ni justifica interpretaciones especulativas sobre su naturaleza; más bien, subraya que el Señor preserva la vida incluso del transgresor para que enfrente las consecuencias y tenga oportunidad de reflexión. Moisés 5:40 apunta a un principio mayor del plan de salvación: la justicia divina siempre está acompañada por la misericordia, la cual halla su expresión más plena en la Expiación de Jesucristo, quien ofrece esperanza y redención aun cuando las consecuencias del pecado permanecen.

Wilford Woodruff

¿Cuál fue esa marca? Fue una marca de negrura. Esa marca reposó sobre Caín y descendió sobre su posteridad desde aquel tiempo hasta el presente. Hoy existen millones de descendientes de Caín, por medio del linaje de Cam, en el mundo, y esa marca de oscuridad aún reposa sobre ellos. Aunque han pasado y transcurrido casi seis mil años, esta marca es visible para toda la familia humana. Sin embargo, el necio y el incrédulo dicen que no hay Dios, y ridiculizan la Biblia.

Los lamanitas, en este continente, sufrieron una experiencia similar. Fueron a la guerra contra los nefitas; tenían sed de sangre y se pintaban de rojo; y el Señor puso sobre ellos una maldición de rojez. Han pasado cientos de años desde entonces, pero dondequiera que hoy encuentres a los lamanitas, ves esa marca sobre ellos. (Brian H. Stuy, ed., Collected Discourses, 5 vols. [Burbank, California, y Woodland Hills, Utah: B.H.S. Publishing, 1987–1992], vol. 1, 7 de abril de 1889).

Hugh Nibley

La marca sobre Caín es para su protección y como advertencia para todos los demás: ¡manos fuera! Si Caín debe ser castigado, Dios no solicita nuestros servicios para hacer el trabajo. (Temple and Cosmos: Beyond This Ignorant Present, ed. Don E. Norton [Deseret Book; FARMS, 1992], pp. 537–538).

Sterling W. Sill

Caín puso fealdad en su alma cuando se volvió antiobediencia y permitió que el enojo, la rebeldía y el asesinato se apoderaran de su vida. Luego hizo convenio de servir a Satanás. A causa de la fealdad de Caín, Dios le dijo: “Y ahora eres maldito…” (Génesis 4:11). “Entonces el Señor puso una marca sobre Caín…” (Génesis 4:15).

Algún tipo de marca se pone sobre todos los que hacen lo malo. Abraham Lincoln una vez tuvo que nombrar a un jefe de correos y estaba considerando a un candidato fuertemente recomendado por un senador prominente. Cuando Lincoln se negó a hacer el nombramiento, el senador le preguntó por qué. Lincoln dijo: “No me gusta su rostro”. El senador respondió: “No puede hacer responsable al pobre hombre por su rostro”. Pero el presidente dijo: “Todo hombre es responsable de su rostro”. Cuando alguien se enfurece descontroladamente, una muestra salvaje de fealdad aparece inmediatamente en su cara. Y cuando el enojo pasa, su rostro nunca se recupera completamente de esa distorsión. Cada vez que se repite el mal, la distorsión aumenta. La fealdad es la marca que Dios pone sobre el pecado. Cuando uno está extremadamente feliz, aparece un brillo en sus ojos y una radiancia en su rostro.

En el libro de Apocalipsis, el Señor habla de poner Su propia marca sobre todos los que le sirven (Ap. 20:4). Todos los bienaventurados son hermosos. Algunas de las marcas que Dios pone sobre la virtud son: una mirada clara, una mano firme, una postura erguida, una conciencia limpia y un semblante iluminado. También reconocemos las marcas feas del pecado en el cuerpo hinchado, los ojos inyectados en sangre, las piernas temblorosas y el cerebro embotado de un alcohólico. La adicción a la nicotina deja su marca en dedos manchados, mal aliento, aire contaminado, arterias endurecidas y pulmones cancerosos. Los pecados de los padres también son visitados sobre los hijos, y las marcas feas de la drogadicción con frecuencia aparecen incluso en los cuerpos y mentes deformados de niños no nacidos. Así como nadie puede imaginar a nuestro Padre Celestial como feo, nadie puede imaginar a Satanás como hermoso. Y, como Dios y Satanás, cada uno de nosotros se está formando a sí mismo por lo que hace. (That Ye Might Have Life [Deseret Book, 1974], pp. 280–281).


Moisés 5:41 — “Caín… habitó en la tierra de Nod”.


Se enseña que la consecuencia más profunda del pecado persistente es la separación de la presencia del Señor. El hecho de que Caín “habitó en la tierra de Nod” —un lugar fuera de la comunión divina— simboliza un estado de alejamiento espiritual más que una simple ubicación geográfica. Nod representa una vida marcada por la inquietud, la pérdida de dirección y la ausencia de paz que sobreviene cuando una persona elige apartarse deliberadamente de Dios y de Sus convenios.

Doctrinalmente, este versículo subraya que el alejamiento de Dios no elimina la existencia, pero sí priva de propósito y reposo espiritual. Caín continúa viviendo, edificando y multiplicándose, pero lo hace fuera de la luz divina. En contraste, el plan de salvación ofrece un camino de retorno: mediante el arrepentimiento y la gracia de Jesucristo, aun quienes se han apartado pueden hallar nuevamente dirección, pertenencia y paz. Así, Moisés 5:41 testifica que la verdadera morada del alma no es un lugar físico, sino la cercanía con Dios.

Hugh Nibley

Nod significa moverse de un lado a otro. Nud es la misma palabra en hebreo. ¿Qué haces cuando te mueves de un lado a otro? Migras. Eres un pueblo que no tiene una posición establecida. Los migrantes y nómadas de Asia Central recorren las tierras y siguen el pasto según las estaciones. Siempre están en marcha. O los árabes con sus camellos. Estos pueblos nómadas viven en la tierra de Nod, lo cual significa migración o nomadismo. El significado básico no es permanecer en un solo lugar, sino ir por aquí, luego por allá y luego por otro lado. En verano se sube a los pastos de verano; en invierno se baja a los pastos de invierno. Así que Caín fue a la tierra de Nod, al oriente del Edén, y allí vivirían el resto de sus días. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe, 2).


Moisés 5:42 — “Caín… llamó el nombre de la ciudad conforme al nombre de su hijo, Enoc”.


Se muestra el intento humano de establecer identidad, permanencia y legado al margen de Dios. Al edificar una ciudad y ponerle el nombre de su hijo, Caín busca seguridad, memoria y continuidad en un contexto de separación espiritual. El acto de fundar una ciudad no es en sí mismo malo; sin embargo, en este contexto revela el esfuerzo por sustituir la comunión con Dios por estructuras humanas que prometen estabilidad externa, pero que no resuelven el vacío espiritual producido por el alejamiento del Señor.

Doctrinalmente, este versículo enseña que la posteridad y los logros terrenales no pueden reemplazar la rectitud ni la presencia divina. Dar nombre a la ciudad conforme a su hijo expresa el deseo de trascendencia, pero sin arrepentimiento ese legado queda desconectado del propósito eterno de Dios. En contraste, el verdadero establecimiento —el que perdura— se funda en la obediencia y en el convenio, y halla su plenitud en Jesucristo, quien edifica una “ciudad” espiritual basada en la fe, la justicia y la vida eterna. Así, Moisés 5:42 advierte que solo lo que se construye en Dios permanece con significado eterno.

Caín edificó una ciudad de Enoc. No era una ciudad justa. Su hijo Enoc no fue un hombre justo. Esta ciudad y este Enoc no deben confundirse con el Enoc justo y la ciudad santa de Enoc mencionados en Génesis 5:21–27 y Moisés 7:19.


Moisés 5:44–54 — Lamec


Se presenta a Lamec como un ejemplo de cómo el pecado se institucionaliza cuando se transmite y normaliza entre generaciones. A diferencia de Caín, cuyo pecado comenzó como una rebelión personal, Lamec hereda y perpetúa una cultura de violencia, engaño y conspiración. Al cometer asesinato y luego jactarse de ello, Lamec muestra que la conciencia se ha endurecido: el pecado ya no se oculta por vergüenza, sino que se defiende y se justifica. Este pasaje enseña que cuando los hombres rechazan repetidamente la voz de Dios, el mal deja de ser una excepción y se convierte en un sistema.

Doctrinalmente, estos versículos advierten que la corrupción moral progresa cuando se separa completamente de la revelación y de los convenios de Dios. Lamec no solo imita a Caín, sino que magnifica su ejemplo, mostrando cómo el pecado no arrepentido tiende a intensificarse con el tiempo. En contraste, el plan de salvación siempre ofrece una alternativa: el arrepentimiento y la redención mediante Jesucristo, quien rompe los ciclos de violencia, restaura la conciencia y establece una herencia espiritual basada en la justicia. Así, Moisés 5:44–54 testifica que el futuro de una generación depende de a quién decide escuchar y seguir.

Este es un Lamec inicuo. Así como hubo un Enoc inicuo (Génesis 4:17) y un Enoc justo (Génesis 5:22), hubo un Lamec inicuo (Génesis 4:19–24) y un Lamec justo (Génesis 5:25–31). Esto puede ser confuso. El padre del Lamec inicuo se llamaba Metusael. El padre del Lamec justo se llamaba Matusalén.

El Lamec inicuo fue tan perverso que se jactó de una maldición mayor que la de Caín. El Lamec justo fue tan recto que su sacerdocio fue comparado con el de Enoc: “El siguiente gran patriarca, después de Enoc, que tuvo las llaves del sacerdocio fue Lamec”. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 171).

El Lamec justo transmitió este sacerdocio patriarcal a su hijo Noé —el Noé justo—, no al inicuo (véase Mosíah 11:1).


Moisés 5:47 — “he dado muerte para mi perjuicio, y a un mancebo para mi daño”.


Se revela la degeneración moral completa a la que llega Lamec al jactarse de la violencia cometida. Sus palabras muestran que el asesinato ya no es visto como una tragedia que exige arrepentimiento, sino como un acto asumido con cinismo, aun reconociendo que trae “perjuicio” y “daño”. Este versículo enseña que cuando el corazón se endurece por el pecado repetido, la conciencia no desaparece del todo, pero queda distorsionada: se reconoce el daño causado, pero sin verdadero remordimiento ni deseo de volver a Dios.

Doctrinalmente, el pasaje subraya que el pecado no arrepentido produce autodestrucción espiritual. Lamec admite que sus actos lo perjudican, lo cual confirma que la violencia y la rebelión nunca traen beneficio real, sino pérdida interior, temor y corrupción. En contraste, el evangelio enseña que solo hay un camino que sana el daño del pecado: el arrepentimiento y la redención mediante Jesucristo. Moisés 5:47 advierte que ignorar esta vía conduce a una vida marcada por el daño autoimpuesto, mientras que aceptar a Cristo restaura la conciencia y devuelve propósito y paz al alma.

Si un acto atroz se expresa en lenguaje poético, ¿disminuye eso la naturaleza perniciosa del hecho? ¿Qué está diciendo Lamec? Quizá se da cuenta inmediatamente después del asesinato de que su víctima ya no sentirá más dolor, pero él sí lo sentirá. “He matado a un hombre para mi herida, y a un joven para mi daño”. El remordimiento es inmediato; Lamec es quien debe sufrir; él es quien sentirá para siempre el dolor de su pecado.

Truman Madsen dijo: “Si alguien comete asesinato en un acto de pasión, eso puede durar cinco minutos; pero si durante veinticuatro horas al día, despierto y dormido, sigues guardando rencores y albergando sentimientos hostiles” (The Radiant Life, cap. 5), reviviendo el momento inicuo… Aun si nunca es atrapado, aun si nunca es llevado a juicio, aun si nunca va a prisión, el asesino debe vivir para siempre con su acto. La persistencia del dolor debe ser insoportable.


Moisés 5:48 — “Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec en verdad lo será setenta y siete veces”.


Moisés 5:48 muestra cómo la misericordia de Dios puede ser distorsionada cuando se separa de la obediencia y del arrepentimiento. Lamec toma una protección limitada que el Señor había establecido para frenar la violencia y la transforma en una justificación para la venganza desmedida. Al proclamar “setenta y siete veces”, magnifica la represalia y revela un corazón que no busca justicia ni reconciliación, sino impunidad y poder. Este versículo enseña que cuando el ser humano interpreta la palabra de Dios según sus propios deseos, termina usando lo sagrado para legitimar el pecado.

Doctrinalmente, el pasaje establece un fuerte contraste entre la lógica de la venganza humana y el camino divino del perdón. Lamec glorifica la violencia acumulativa; el evangelio, en cambio, llama a romper ese ciclo. Más adelante, Jesucristo corregirá esta mentalidad al enseñar el perdón “setenta veces siete”, no para multiplicar el castigo, sino para multiplicar la misericordia. Así, Moisés 5:48 advierte que sin arrepentimiento la religión puede convertirse en un instrumento de opresión, mientras que con Cristo se transforma en un poder que sana, reconcilia y da vida.

Hugh Nibley

No se corrige el quitar la vida quitando la vida. Eso no le da a nadie más el derecho de matar. Así que cualquiera que mate a Caín será vengado siete veces. De lo contrario, la gente comenzará la regla de la vendetta, y eso nunca termina. Entonces tendrás Irlanda del Norte, Filipinas o Líbano. Es la regla árabe de la incursión y de la venganza. Tienes a los Jukes y los Kallikaks, las rencillas de Kentucky; y las famosas baladas fronterizas en las reliquias de Percy: los Douglas y los Percy. Se enemistan por generaciones y generaciones, ¿y cuándo termina? Cuando ambos quedan exterminados. Ese es un tema del Libro de Mormón. Termina de la misma manera con los jareditas y los nefitas: con exterminación. Es un tema asiático antiguo, muy viejo y muy bien establecido. Por eso el Señor dice: esto no va a ocurrir. No tienes derecho a hacer eso. (Ancient Documents and the Pearl of Great Price, ed. Robert Smith y Robert Smythe, 2).


Moisés 5:49 — Lamec, habiendo entrado en convenio con Satanás… llegó a ser Maestro Mahán.


Este versículo revela un principio doctrinal solemne: así como Dios obra mediante convenios sagrados, Satanás imita ese modelo mediante convenios corruptos. Al entrar en convenio con el adversario, Lamec no solo cometió pecado, sino que se sometió voluntariamente a una autoridad falsa, obteniendo poder, prestigio y protección a cambio de lealtad al mal. El título “Maestro Mahán” simboliza una jerarquía pervertida que imita el orden divino, mostrando que el poder satánico no crea nada nuevo, sino que plagia y distorsiona lo que Dios ha establecido.

Doctrinalmente, Moisés 5:49 enseña que los convenios determinan la fuente del poder espiritual. Mientras los convenios con Dios conducen a vida, luz y libertad, los convenios con Satanás producen esclavitud, violencia y muerte espiritual, aun cuando prometan éxito o dominio temporal. Este pasaje advierte que la verdadera autoridad nunca se obtiene por medios secretos, coercitivos o violentos, y que todo poder que no proviene de Dios exige un precio destructivo. Así, la historia de Lamec se convierte en una advertencia eterna: el hombre siempre llega a ser siervo de aquel con quien hace convenio.

Quizá debamos considerar el título “Maestro Mahán” como el cargo más alto dentro del sacerdocio de Satanás. Satanás reclama su poder y sus sacerdocios. Si tiene sacerdocio, entonces debe tener sacerdotes. El presidente, el profeta, el sacerdote, el maestro —“Maestro Mahán”— posee las llaves de los ritos, juramentos y convenios del mal.

Satanás estableció su reino siguiendo el modelo del Señor. Tiene sacerdocio, ordenanzas, juramentos, convenios, sacrificios y secretos. Tiene ángeles y siervos, juramentos y convenios, pero también necesita a un mortal para administrar sus ritos de iniquidad. Necesita a alguien que conozca la combinación de la combinación secreta de Satanás. Necesita un “Maestro Mahán”. Lamec fue el primero, pero ha habido muchos desde entonces que han merecido el mismo título.


Moisés 5:50 — “lo mató por causa del juramento”.


Se enseña que los convenios y juramentos perversos pueden llegar a dominar la conciencia cuando se separan de Dios. Lamec no actúa por justicia ni por defensa, sino “por causa del juramento”, mostrando cómo una promesa ilícita puede esclavizar la voluntad y llevar a cometer actos cada vez más graves. Este versículo revela el peligro de permitir que un compromiso incorrecto tenga más autoridad que la ley de Dios: cuando el juramento sustituye a la verdad y a la revelación, la vida humana se vuelve prescindible.

Doctrinalmente, el pasaje afirma que ningún juramento puede justificar el pecado. Dios nunca exige violencia ni asesinato como condición de fidelidad; al contrario, los juramentos que conducen al mal provienen de influencias contrarias a Su voluntad. Moisés 5:50 contrasta los pactos que atan con los convenios verdaderos que liberan, los cuales se fundan en la obediencia, el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. Así, el versículo advierte que la lealtad suprema debe ser siempre a Dios, pues solo Sus convenios preservan la vida, la conciencia y la paz eterna.

Un hombre guarda un mandamiento para obtener la bendición. Otro lo guarda porque ha hecho un convenio de obedecer. Así como es más recto obedecer el convenio sin buscar la bendición, así también es más perverso cometer asesinato, no por dinero, sino por causa del juramento.

Ambos muestran lealtad perfecta: uno a Dios, el otro a Satanás. “Lo mató por causa del juramento” significa que Lamec haría lo que Satanás quisiera sin considerar remuneración alguna. Ese es el siervo perfecto del pecado: comete el mal por el mal mismo.


Moisés 5:51 — “desde los días de Caín hubo una combinación secreta, y hacían sus obras en la obscuridad”.


Se enseña que el mal organizado surge cuando el pecado se oculta deliberadamente de la luz de Dios. La “combinación secreta” indica acuerdos clandestinos basados en juramentos ilícitos, engaño y lealtades que sustituyen la obediencia a Dios. Al “hacer sus obras en la obscuridad”, estos grupos buscan evitar la corrección divina y humana, pues saben que la verdad expone y desarma el pecado. El versículo muestra que la maldad no solo corrompe a individuos, sino que, al institucionalizarse, se protege a sí misma mediante el secreto.

Doctrinalmente, este pasaje establece un contraste fundamental entre la obra de Dios, que se realiza en la luz, y la obra del adversario, que prospera en la ocultación. Las combinaciones secretas prosperan donde se relativiza la verdad y se normaliza la violencia o el fraude; por ello, el Señor llama constantemente a sacar a la luz las obras de tinieblas. Moisés 5:51 advierte que la seguridad espiritual se halla en la transparencia, el arrepentimiento y los convenios legítimos, y que la liberación del poder del secreto y del miedo se encuentra en la verdad y la redención ofrecidas por Jesucristo, quien es la Luz que disipa toda obscuridad.

La gran importancia de Caín y de Lamec es que establecen el modelo de las combinaciones secretas de Satanás sobre la tierra. El evangelio fue “predicado desde el principio, siendo declarado por santos ángeles” (véase el versículo 58). El falsificado de Satanás también fue predicado desde el principio, siendo declarado por espíritus malignos. Siempre que el dominio de Satanás ha sido más fuerte, lo ha sido por medio de combinaciones secretas. Hombres justos han sido asesinados; naciones enteras han llegado a la nada; millones se han convertido en siervos de Satanás y han pagado el precio final. Todo ello a causa de combinaciones secretas, establecidas desde el principio para destruir la felicidad y la libertad del hombre. Como dijo Brigham Young: “La diferencia entre Dios y el diablo es que Dios crea y organiza, mientras que todo el estudio del diablo es destruir” (Journal of Discourses, 13:4).

Hugh Nibley observó:

“En The Combat of Adam with Satan, como observa Migne, ‘el autor describe a los descendientes de Adán como divididos en dos ramas separadas y distintas: los cainitas, dedicados a seguir a Satanás, que vivían en una tierra fértil pero muy alejada del Edén, y que se entregaban a todos los placeres de la carne y a toda clase de inmoralidad’, y los setitas, que ‘habitaban en las montañas cerca del Jardín, eran fieles a la ley divina y llevaban el nombre de Hijos de Dios’”. (Ensign, diciembre de 1976, pág. 75).

Moroni reconoció estas combinaciones secretas entre los jareditas, los nefitas y los gentiles de los últimos días. En la tradición de estos inicuo juramentados, Caín y Lamec reinan de manera suprema. Él relata la instauración de estas combinaciones entre los jareditas, posible gracias a un registro antiguo de sus juramentos inicuo.

“He aquí, ¿no hay un relato concerniente a ellos desde tiempos antiguos, de que mediante sus planes secretos obtuvieron reinos y gran gloria?
…Y Akish les administró los juramentos que se habían dado desde antiguo por aquellos que también procuraban poder, y que habían sido transmitidos aun desde Caín, que fue homicida desde el principio.
Y se mantenían por el poder del diablo para administrar estos juramentos al pueblo, para mantenerlos en tinieblas, para ayudar a los que procuraban poder a obtener poder, y para asesinar, y para saquear, y para mentir, y para cometer toda clase de iniquidades y fornicaciones.
Y fue la hija de Jared quien puso esto en su corazón, para que investigara estas cosas antiguas; y Jared lo puso en el corazón de Akish; por lo cual Akish se las administró a sus parientes y amigos, llevándolos por medio de promesas halagadoras a hacer cualquier cosa que él deseara.
Y aconteció que formaron una combinación secreta, tal como las de antaño; la cual combinación es la más abominable y malvada de todas, a la vista de Dios;
porque el Señor no obra en combinaciones secretas, ni quiere que el hombre derrame sangre, sino que en todas las cosas lo ha prohibido desde el principio del hombre”. (Éter 8:9, 15–19).

Ezra Taft Benson

Moroni parecía estar profundamente preocupado de que en nuestros días no reconociéramos el hecho alarmante de que las mismas sociedades secretas que destruyeron a los jareditas y diezmaron numerosos reinos tanto de nefitas como de lamanitas serían precisamente la misma forma de conspiración criminal que se levantaría entre las naciones gentiles en estos días. (God, Family, Country: Our Three Great Loyalties [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1974], pág. 349).


Moisés 5:53 — “sus mujeres; y ellas se rebelaron en contra de él, y declararon estas cosas por todos lados”.


Se muestra que la verdad tiene un poder intrínseco que resiste ser silenciado, aun cuando el mal intenta protegerse mediante el secreto. Las mujeres, al conocer los actos violentos y los juramentos ilícitos, se rebelan contra Lamec y se niegan a participar en la conspiración. Su decisión de “declarar estas cosas por todos lados” revela que la conciencia moral puede despertar incluso en medio de una cultura corrompida. Este versículo enseña que el pecado organizado depende del silencio, y que cuando ese silencio se rompe, su poder comienza a debilitarse.

Doctrinalmente, el pasaje afirma que Dios honra a quienes eligen la verdad por encima de la lealtad al mal, aun cuando ello implique riesgo personal o rechazo social. Al divulgar lo que se hacía en secreto, estas mujeres actúan como instrumentos de luz, exponiendo las obras de obscuridad. Moisés 5:53 enseña que la justicia divina avanza cuando las personas rehúsan encubrir el pecado y optan por la rectitud, un principio que halla su máxima expresión en el evangelio de Jesucristo, quien declaró que la verdad libera y que toda obra hecha en tinieblas será finalmente manifestada a la luz.

“Al igual que sus padres antes que él, remontándose hasta Caín, Lamec entró en un convenio maligno y también llegó a ser conocido como ‘Maestro Mahán’. Mató a Irad, su bisabuelo, y luego se jactó ante sus esposas de su hazaña, diciendo que si Satanás había recompensado a Caín siete veces, Satanás podía recompensarlo a él setenta y siete veces.

“Pero a diferencia de la esposa de Caín, las esposas de Lamec no quisieron tener parte alguna en la maldad de su esposo. Se rebelaron contra él y divulgaron lo que había dicho. Al hacerse público su secreto, Lamec se encontró expulsado y con temor de ser asesinado él mismo. Entonces, dicen las Escrituras, ‘entre las hijas de los hombres no se hablaba de estas cosas [las combinaciones secretas], porque Lamec había hablado el secreto a sus esposas, y ellas se rebelaron contra él y declararon estas cosas públicamente’ (Moisés 5:53).

“La Biblia termina el relato con Lamec jactándose ante Ada y Zila. La Perla de Gran Precio continúa describiendo la decisión que estas mujeres tomaron de exponer esa maldad, y así ofrece un relato mucho más inspirador”. (Our Sisters in the Latter-day Scriptures [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1987], pág. 131).


Moisés 5:56 — “Dios maldijo la tierra con penosa maldición”.


Se enseña que la tierra misma responde moralmente a la conducta humana cuando la iniquidad se vuelve persistente y violenta. La “penosa maldición” no describe un castigo caprichoso, sino una consecuencia espiritual y temporal del derramamiento de sangre y de la rebelión organizada contra Dios. Así como la tierra fue afectada por la Caída, aquí vuelve a ser afectada por la corrupción humana, mostrando que el pecado no daña solo al individuo, sino que trastorna el orden creado por Dios y hace más ardua la vida para todos.

Doctrinalmente, este versículo afirma que Dios permite consecuencias reales para frenar la expansión del mal y llamar al arrepentimiento. La maldición de la tierra actúa como un testimonio silencioso de que la injusticia deja huellas duraderas y de que la creación no puede prosperar donde se normaliza la violencia. En contraste, el plan de salvación promete restauración: mediante la Expiación de Jesucristo, tanto el ser humano como la creación misma pueden ser redimidos y renovados. Moisés 5:56 recuerda que solo al volvernos a Dios la tierra y el corazón hallan reposo y sanación.

“He aquí, yo, el Señor, en el principio bendije las aguas; pero en los últimos días, por la boca de mi siervo Juan, maldije las aguas…
Y así como yo, el Señor, en el principio maldije la tierra, así también en los últimos días la he bendecido, en su tiempo, para el uso de mis santos, para que participen de su abundancia”.
(Doctrina y Convenios 61:14, 17).

Después de la Caída, la tierra ya no produciría frutos y flores espontáneamente. El hombre tendría que labrar cuidadosamente el suelo, arrancar las malas hierbas que ahogan las plantas y proteger con esmero los cultivos delicados. La maldición sobre la tierra no fue solo la maldición que trajo la Caída, sino una “gran maldición” que sugiere que los hombres tendrían que gastar todas sus energías para producir lo suficiente para sobrevivir. La historia y la arqueología confirman que el hombre primitivo fue en gran medida agrícola, luchando por sobrevivir, por así decirlo, sobre una tierra maldecida para retener la plenitud de su potencial.

“El hecho de que Dios maldijera la tierra por causa del hombre indica que no lo hizo arbitrariamente, sino para el bien del hombre, para que éste pudiera aprender el valor del trabajo y para que la oposición y la adversidad ejercieran su influencia refinadora sobre él. La mortalidad fue diseñada para enseñar al hombre a esforzarse a fin de lograr las recompensas del trabajo productivo”. (God, Man, and the Universe [Salt Lake City: Bookcraft, 1968], págs. 372–373).

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