El Otorgador de Paz

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LO QUE MERECEMOS


Cómo podría Jonás ser niniveano?” Rick objetó, pensando en él mismo también. “Él no es un conquistador. Él no hace la vida de otros miserable. El no es nada como Nínive. Él es un profeta, por Dios santo”.

“En realidad, Ricky, él es exactamente como Nínive, en la única manera que realmente importa”.

“¿Cómo es eso?”

“Recuerda, Jonás siente que Nínive no merece ser salvo. Es por eso que él está huyendo. ¿Pero adivina quién más tampoco merece ser salvo?”

La pregunta del abuelo Carson se sostenía en el aire salado.

“Estás diciendo que Jonás tampoco merecía ser salvo”, Rick finalmente respondió. Su voz se iba debilitándose con ese pensamiento.

“Exactamente. Si Jonás demanda que todos obtengan lo que se merecen, entonces él también debe aceptar lo que merece, y eso, Ricky”, dijo él, volviendo sus ojos hacia el mar, “es lo que ahora está obteniendo”.

El abuelo se quedó callado y Rick se perdió en sus pensamientos. ¡Pero que de Caroly de cómo me trata! se rebajó a sí mismo. “Sin caridad no eres nada”eso es lo que las Escrituras dicen. Y Carol está desprovista de caridad. Ella no debería ser así. Yo merezco mejor. ¿No estoy en lo correcto? Rick estaba confundido. ¿No estoy en lo correcto?

“En realidad, estás ambos correcto y equivocado”, su abuelo interrumpió, interviniendo nuevamente en los pensamientos de Rick. “Sí, es verdad que se nos manda amar y honrar a otros, y es probablemente cierto que Carol falla de hacer esto todo el tiempo—tal como tú y yo también fallamos. Pero qué falsa es la idea de que tú y yo merecemos ese amor y devoción—que de alguna manera tenemos derecho a ello. La verdad es que solamente hay una sola cosa que verdaderamente merecemos, y eso es que se nos mande al infierno—a ti, Carol, Jonás, Nínive y a todos nosotros. El amor y la salvación son dones. ¡Qué agradecidos debemos estar de recibirlos en cualquier cantidad!” Con eso el abuelo Carson miró nuevamente hacia el mar.

“El infierno es lo único que podríamos esperar, Ricky, si no fuera por el poder redentor de la expiación del Salvador. Es solamente su amor, ofrecido no porque lo merecemos pero aunque no lo merecemos, que nos salva. No queremos lo que nos merecemos, créeme. Jonás se está dando cuenta de eso ahora mismo. Nuestra única esperanza es recibir lo que no nos merecemos—la misericordia que trae el don de la vida eterna. Y Jonás está a punto de comprender eso también”.

¿Entonces estoy equivocado al pensar que Carol está siendo injusta? ¿Es eso lo que significa? Rick discutía con él mismo. “Hay algo que no entiendo, abuelo”, él objetó. “Yo entiendo que sin el Salvador, estamos igualmente perdidos—tú, yo, Carol, Jonás, y Nínive. Yo entiendo eso. Pero el hecho es que no estamos sin el Salvador. Y su expiación requiere nuestra rectitud—somos salvos por gracia ‘después de hacer cuanto podamos’. ¿Correcto? ¿Entonces no importa en el caso de Jonás, por ejemplo, que él es más recto que los niniveanos, a pesar de esta vana huida a Tarsis? ¿No significa algo eso?”

“Sí, significa algo, Ricky. Pero no lo que tú crees”.

“No solías hablar en adivinanzas, abuelo”, Rick lo regañó.

La risa del abuelo Carson aclaró la tensión que Rick empezaba a sentir. El se volteó para enfrentar a Rick. “Lo siento, mi muchacho. No estoy tratando de confundirte. Déjame ponerlo de esta manera. El que Nínive sea recto es crítico, por supuesto—pero solamente para Nínive. No tiene nada que ver con Jonás. Y si él piensa que sí—si él piensa que él merece más porque de alguna manera es mejor que Nínive, entonces él en ese momento llega a ser más niniveano que la gente que está culpando”.

“¿Pero que tal si los niniveanos realmente son malos?” Rick preguntó, pensando en su matrimonio. “¿Qué tal si Jonás realmente es mejor que ellos? ¿Qué tal si es realmente más recto? ¿Por qué sería un problema para Jonás reconocer la verdad?”

“Porque él no estaría reconociendo la verdad, Ricky; ese es el punto. Si realmente es más recto que ellos, no se le ocurriría pensar que es más recto que ellos porque él entendería completamente y profundamente que tiene derecho a nada más que al infierno. Por lo menos, en un sentido, ‘la rectitud’ es simplemente un humilde entendimiento de que tan injusto uno es, junto con el profundo cometido de ser mejor. La verdad no deja lugar para sentimientos de superioridad. Tales sentimientos no son nada más que vanas mentiras”.

Estas palabras se asentaron en Rick con tal fuerza que se dio por vencido con su proyecto de recargar discusiones. No se había dado cuenta hasta ese momento que su principal objetivo hasta ese entonces con su abuelo había sido estar en lo “correcto”, y que había hecho una clase de partido de justar palabras todo el tiempo que habían estados juntos. Algo en su último comentario o quizá era la manera como el abuelo lo dijo—Rick no estaba seguro—cambió todo. Sintió sus dedos relajarse, y se asentó en sus pies. La tensión se desvaneció de su cara y cuello, y se volteó a mirar el mar con el abuelo.

“Ves, Ricky, la rectitud relativa no significa nada. Ya sea o no que Jonás era mejor o peor que Nínive no es la cuestión, ¿verdad? Y ya sea o no que tú seas mejor que Carol tampoco es la cuestión. Algunos obreros trabajan más horas, el Salvador nos dijo en una parábola, y otros menos El pago de cada persona al terminar el día no tiene nada que ver con el trabajo de otros. Cada uno de nosotros estamos tratando de obtener nuestra propia salvación con temor y temblando ante el Señor. Y ese don vendrá a nosotros solamente si sabemos en nuestros corazones que no lo merecemos más que cualquier otro. Lo que quise decir antes con ‘huir a Tarsis’ era solamente esto: persistiendo con la idea de que somos mejores, más rectos, y que merecemos más que otros. La verdad es que todos, cada uno de nosotros, estamos igualmente condenados sin la misericordia del Señor. La vida eterna es un don. No siento ningún motivo de sentirme con derecho. Tengo motivo solamente de sentirme agradecido”.

“Sí, supongo que eso es correcto”, Rick estuvo de acuerdo, suspirando profundamente. “Pero es tan difícil, abuelo. Estoy realmente luchando”. Por primera vez desde que se encontró en el barco, Rick bajó sus defensas y abrió su corazón.

“Carol y yo ya no estamos bien juntos, abuelo”, él se lamentó. “Ya no respondo bien a ella. Cada pequeña injusticia se siente como si pesara mil libras”. Rick seguía mirando hacia el mar, sus ojos brillaban mientras su mente se sumía en los eventos recientes. “Hace una semana, por ejemplo, empecé a cocinar la cena después del trabajo. Lo cual he tenido que hacer más y más en estos últimos dos años ya que Carol básicamente ha tirado la toalla en preparar comidas. De cualquier forma, yo pensé hacer huevos revueltos y empecé a revolverlos en un recipiente. Carol se sentó en la mesa mientras hacía esto, nunca ofreciéndose a ayudarme. Y después, justo antes de echar los huevos al sartén, me dijo que me asegurara de echar mantequilla en el sartén, para que los huevos no se pegaran tanto. Yo protesté un poco, supongo, y ella dijo, ‘Mira, es muy difícil limpiar el sartén si no usas mantequilla. Si tú quieres limpiar el desorden, entonces haz lo que quieras’. Eso es lo que me dijo.

“¿Y sabes que?” Rick preguntó más para él mismo que para el abuelo. “Yo me enojé con ella. Ya tuve más que suficiente. ¡Por qué hay siempre un problema con lo que hago! yo demandé. ¡Para empezar, por qué no puedes estar agradecida que estoy cocinando! ¡Por qué no puedes estar agradecida! Y por supuesto, yo no estaba agradecido cuando lo dije. Yo sentía que merecía una buena cena, y si no podía tener eso entonces yo merecía cocinar de la manera que se me diera la gana”. Los ojos de Rick empezaron a llenarse de agua a la futilidad de esa memoria. “Ella ya ni siquiera me puede pedir que use mantequilla”, él suspiró, sus ojos se llenando de lágrimas. “Ya no podemos hablar ni de huevos”. Rick movió la cabeza patéticamente.

“Jonás sabe la desesperación que llevas, Ricky. Pero el Señor está a punto de enseñarle la manera de escapar de la desesperación. La primera parte de esa lección ahora tiene a Jonás en el estómago del pez”.

“La segunda parte lo espera en Nínive”.