El Otorgador de Paz

13

LA MISERICORDIA EN BALANCE


Pero cómo puede, abuelo? Esas preguntas sólo me hacen sentir más mal”.

“Es exactamente por eso que tienen la llave para la felicidad”.

“No tiene sentido”.

“En un tiempo y día diferente quizá, Ricky, pero no en tu día, cuando todos están tratando de encontrar la felicidad sin dejar a un lado sus pecados. Pero tú y yo, Ricky, sabemos mejor: ‘La maldad nunca fue felicidad’. La gente del rey Benjamín se llenaron de gozo solamente después que cayeron a la tierra con temor por sus pecados, viéndose cómo ‘menos que el polvo de la tierra’. La desesperación que le entró a Alma, hijo, fue reemplazada por gozo solamente después de haber sido ‘atribulado por el recuerdo de sus muchos pecados’. El padre del rey Lamoni estuvo en lo correcto cuando él oró, Abandonaré todos mis pecados para conocerte’, lo que requirió que reconociera lo que era pecaminoso dentro de él.

“Entonces pregunto nuevamente: ¿De alguna forma estás olvidando tus propios pecados? ¿De alguna forma estás fracasando recordar la misericordia que Carol té ha demostrado? ¿De alguna forma estás olvidando al Señor? ¿De alguna forma has llegado a estar ciego de tus propias ninivaneses? ¿De alguna forma persistes en sentir tener derecho? Contrario a las creencias modernas, no hay preguntas más felices que estas”.

La mente de Rick estaba ahora lejos en una memoria. Se encontraba sentado en el coche en el asiento del chofer y Carol al lado de él. Habían salido a una cita esa noche—más por un sentimiento de obligación que por el deseo de estar juntos. Su conversación había sido forzada y torpe. Iban de regreso a casa más temprano que cualquier cita antes de casados, para ahorrar en la cuenta de la niñera. El pretexto de ahorrar dinero para regresar pronto, tan común en su matrimonio, carcomió a Rick, pero esta noche él mismo estaba ansioso por llegar a casa, en donde los cuartos y paredes amortiguarían el eco doloroso de su silencio.

“Hay algo que necesito decirte”, dijo Carol al acercarse a su hogar. Por lo que Rick pensó, Fenomenal, aquí vamos otra vez

“No me encuentro fuerte en este momento”, empezó Carol. “No es justo para ti, me supongo, pero eres tú el que tendrá que proveer el amor, entendimiento y apoyo en esta relación. Me temo que yo no puedo hacerlo en este momento”.

Rick se hizo a un lado del camino y paró el coche. “Eso no es justo, Carol”, él replicó, dándole una mirada de enojo. “No puedes demandarme eso. No puedes decir que no eres lo suficientemente fuerte para proveer amor ahora. ¡No puedes hacer eso! No es correcto. Yo no me siento tan fuerte tampoco, para decirte la verdad. ¿Quién me va a dar el apoyo que yo necesito? ¿Hmm?”

“Yo sé que no es justo, Rick,ylo siento mucho”. Rick recordó la cara de lástima de ella, y sintió repugnación nuevamente.

¡Lo siento!’ ¿Esto es lo que quieres decir con lo siento? Esa no es una disculpa, Carol. Además, no puedes obtener lo que estás buscando de la manera que quieres obtenerlo. No descubres el amor al demandar amor de otros. Descubres el amor al aprender amar a otros tú misma. A menos que tú encuentres la manera de amar, mi amor, o de cualquier otro, no te ayudará. Descubres el amor al aprender amar a otros. No hay otra manera”.

“Palabras más verdaderas jamás han sido dichas, Ricky”, su abuelo interrumpió, arrancando a Rick de su memoria. “Qué lástima que no creas tú mismo lo que estabas diciendo”.

¿Ha? ¿Qué quieres decir?

“Le dijiste a Carol que ‘no se descubre el amor al demandar amor de otros, lo descubres al aprender amar a otros’. Y que tan correcto estabas. Pero no lo creíste aun cuando lo dijiste”.

“Claro que sí. Y todavía lo creo”.

“¿Realmente lo crees?”

“Sí. Absolutamente”.

“Entonces dime, si tú crees que tu amor por otros no depende de su amor por ti, ¿por qué tuviste problema con la petición que Carol te hizo? ¿Por qué te enojaste cuando ella dijo que se sentía débil y que tú tendrías que ser la primera fuente de amor y apoyo por un tiempo?”

“Bueno, porque no está bien, es por eso”.

¿Qué no está bien?”

“Que una persona—yo—tenga que proveer todo el amor. ¡No es justo! Estoy cansado de eso. ¿Por qué no puede ella hacer su parte?”

“¿Necesitas que ella lo haga?”

Si .

“¿Por qué?”

“¿Por qué?” repitió Rick, incrédulo. “¿Por qué?”

“¿Sí, por qué?

“Bueno, porque sí. Porque estamos casados y se supone que somos ‘uno’—una carne y un corazón. ¿Estás diciendo que ella no tiene que amarme? ¿Qué esa es mi suerte, y sobrellévala? Si es así, yo no estoy de acuerdo. ¡No es lo que el matrimonio debe ser!”

“Tienes razón, Ricky, eso no es lo que el matrimonio debe ser. Pero también es claro por lo que acabas de decir que no crees lo que le dijiste a Carol. Tu propio amor es contingente el amor de ella. Tú dices que estás dispuesto a ser ‘uno’, pero solamente si ella es. ¿Y si tu amor es contingente en el amor de ella, entonces por qué su amor no deberá ser contingente en tu amor?”

“¿Entonces qué es lo que dices, abuelo? ¿Que debo sonreír y ser feliz? Lo siento; no voy a hacer eso. No van a tomar ventaja de mí, ni Carol ni nadie más. Vi lo que eso es al verte a ti y mi abuela. Y no lo voy a tener de esa manera”.

El abuelo Carson tomó una pausa por un momento y miró hacia el cielo. Una gota de sudor chorreó por su ceja, la primera señal de tensión que Rick había visto en él durante sus encuentros. El sacudió su cabeza despacio. “Creo que no te puedo ayudar, Ricky”, dijo él. “No estoy seguro de poder ayudarte”.

Rick estaba a la defensiva nuevamente, pero este comentario lo liberó. “¿Qué quieres decir, abuelo?”

“Justamente lo que acabo de decir, mi muchacho. No estoy seguro de poder ayudarte. Quizá en otro tiempo”, dijo él, parándose y volteando hacia Rick, “cuando estés listo”. Trató de sonreírle a Rick.

“No. No te vayas. No estoy listo para que te vayas. Quiero entender esto. Por favor quédate. Lo siento por lo que acabo de decir. No quise decir eso, no realmente”.

El abuelo Carson miró fijamente a los ojos de Rick. Al regresar la mirada, Rick vio por primera vez una tristeza profunda en sus ojos, como si lágrimas de toda una vida se hubieran estancado en un lugar muy profundo dentro de él.

“¿Qué pasa, abuelo?”

“Te quiero tanto, Ricky. De la misma manera que amo a tu Carol. Es más de lo que puedo soportar mirarlos a ambos sufrir. Y a las manos de cada uno—” El terminó lo que estaba diciendo y miró a la extensión de Nínive. “Y tus hijos también—Alan, Eric, Anika, y Lauren—no te dejes estar engañado por sus sonrisas y silencio, Ricky; ellos saben lo que está pasando, en particular Alan y Eric”.

Rick sintió como si le hubiera pateado el estómago.

“Ellos han escuchado muchas de tus discusiones al pretender estar dormidos, quizá como tú escuchaste cosas no intencionadas para tus oídos cuando te quedabas conmigo y la abuela”. El le dio a Rick una mirada de conocimiento.

“Han pasado muchas noches en lágrimas por lo que han escuchado”, continuó él. “Están confundidos y preocupados, Ricky. No tienes idea del dolor que ellos sienten. Lo esconden muy bien porque te quieren mucho.

“¿Sabes que ansiosos están de verte cada noche?” él preguntó.

Rick asintió, distraído.

“Tú crees que están felices de verte. Y lo están, por seguro, pero hay más que eso. Están tratando de mantener a la familia junta, y hacen esto en parte para mantenerte unido a ellos. Hay desesperación y amor en sus brazos y dedos”.

Las memorias de esos ansiosos abrazos inundaron la mente de Rick y casi aumentó doblemente el dolor de Rick al sentir los prolongados abrazos nuevamente. El podía sentir el temor en esos abrazos, tal como dijo el abuelo. ¿Por qué no me di cuenta antes?

“Cada oración que Alan y Eric han ofrecido en los últimos años se han centrado alrededor de ti, de Carol y en la familia”, continuó el abuelo. “De hecho, es por ellos y sus oraciones que estoy aquí”.

Rick no podía encontrar palabras que decir. Pensó en Alan y Eric, Anika y Lauren. No podían estar realmente dolidos, ¿verdad? esperó en desesperación. Por favor, Señor, no permitas que estén lastimados.

“Quizá puedas aprender algo al ver cómo sobrellevan ellos ese dolor”, se escuchó la voz del abuelo. “El amor desesperado que demuestran a Carol y a ti, como una manera de mantener la familia junta, te puede ayudar con tu lucha si dejas que te ayude”.

“¿Cómo?”

“Considera, Ricky, cómo tus hijos están contestando la pregunta del Señor, ‘¿No tendré yo piedad de Nínive?’ Como los marineros fenicianos, no han hecho nada mal, pero sufren por las maldades de otros. Y a pesar de que no han hecho nada mal—para merecer el dolor que sienten—te aman con todo el corazón. Desesperadamente oran por tu felicidad. Ruegan por la misericordia del Señor en tu nombre. Su amor no es contingente en ti ni en Carol. No falla en las dificultades.

“Cuando descubras porque es así”, continuó él, “tu amor no será contingente, y experimentarás un amor que sólo has conocido fugazmente, un amor que perdura para siempre y no falla, a pesar de los aprietos y dificultades. Cuando descubras ese amor, descubrirás a una Carol que tampoco conoces. Tu respuesta a la pregunta del Señor entonces será la correcta, y la desesperación dará lugar a la esperanza y gozo”.