El Otorgador de Paz

17

UN RAYO DE LUZ


A parte de la televisión en el otro cuarto, la casa estaba ahora en un silencio completo—no un silencio accidental, pero un silencio a propósito, temeroso y motivado.

Carol estaba en algún lugar en el piso de arriba—quizá enterrada atrás de la ropa en el armario, como antes Rick la había encontrado. En dondequiera que se encontrara, seguramente se encontraba compadeciéndose terriblemente. Siempre compadeciéndose, dijo Rick con rabia. Nunca compadeciéndose de los demás, solamente por ella. El apretó los dientes con coraje, completamente ciego de su propia autocompasión.

“¿Papi?”

Era Lauren, asomándose sobre el mostrador en la cocina. Rick no la había escuchado acercarse.

“Papi”, dijo tímidamente, “¿se mejorarán las heridas?”

“¿Las heridas? ¿Qué quieres decir, cariño?”

“¿Se mejorarán las heridas de mami?”

“¿Las heridas de mami?” Rick repitió débilmente.

“Sí, en su corazón. Ella me enseñó. ¿Va a estar bien, papi?”

Las palabras titubeantes y ojos preocupados derritieron a Rick. Sintió el coraje drenarse dentro de él, y se sentó en el piso y la tomó en sus brazos.

“Claro que sí, cariño”, dijo él, acariciando su pelo enredado. “Las heridas de mami van a estar bien”. Sus palabras estaban seguras pero no su corazón. Quería tanto a sus hijos, pero se sentía perdido una vez más.

Rick abrazó a Lauren por un largo tiempo, acariciando su pelo. “Mami tiene suerte de tener una hija como tú, ¿verdad?” dijo finalmente.

Lauren asintió en una manera más tranquila de lo que era natural para ella.

“Ve a jugar con Anika y tus hermanos. Todo va a estar bien”.

Lauren obedientemente hizo lo que se le pidió, y Rick sacó el papel doblado de su bolsillo.

Esto no me ayuda mucho, él pensó con disgusto, al releer las palabras que había escrito esa mañana.

1. Cada uno de nosotros somos pecadores, con derecho a nada más que al infierno y por lo tanto absolutamente e igualmente dependiendo de las misericordias del Señor. (Jonás)

Bueno, yo entiendo eso, él pensó.

2. Puedo recibir la misericordia del Señor—la felicidad, curación y la paz que trae consigo—sólo al grado de que yo la extienda a otros. (Jonás)

¡Pero no es justo! ¿Qué de la misericordia de Carol? Pero después él leyó el siguiente punto.

3. Él Señor remueve misericordiosamente cualquier justificación de fracasar al extender la misericordia a otros. (Abigail)

a. Porque el Señor ha tomado los pecados de otros sobre su cabeza y personalmente expió por ellos. (Abigail)

b. ¿Qué posible justificación podría haber para demandar más por los pecados de otros que lo que el Señor ha dado? (Abigail)

Rick cerró los ojos y recargó la cabeza contra la alacena. “Perdóname esta ofensa”. Eso es lo que el Señor está diciendo aquí. “Perdóname esta ofensa”. Recordó la rigidez de David al estar frente a Abigail. Recordó ver la tensión salir de las manos y cara de David, y la tranquilidad y serenidad que la reemplazó. David había sido penetrado por Abigail y por su ofrenda. Había estado dispuesto dejarlo. ¿Por qué no puedo yo? lloró por dentro. Y, refiriéndose a Carol, ¿por qué no puede ella?

Pero la historia dejonás dice que no es acerca de los demás, Rick luchaba por dentro. Tal como tampoco era sobre Nabal. Mi paz no es determinada por los demássean justos o nosino por mí mismo. Más bien, mi paz es determinada por si yo vengo a Cristo. Porque cuando vengo a él, él me bendice con su misericordia, y tomando esa misericordia yo encuentro paz. Ya sea que otros vengan a CristoNínive o Nabal, por ejemplodeterminará su paz pero no la mía.

¡Pero ella lo hace más difícil! se dijo a sí mismo. Seria más fácil venir a Cristo si ella fuera diferente.

¿Sería más fácil? escuchó una voz dentro de él.

Sí, absolutamente.

¿Es eso lo que el Libro de Mormón enseñaque las personas vienen al Señor cuando la vida es más fácil?

Los hombros de Rick se desplomaron. Tuvo que asentir— eso no es lo que el Libro de Mormón enseña. Los nenias vinieron al Señor cuando las cosas eran más difíciles y sus cargas más grandes.

Pero ella todavía hace las cosas más difíciles, ¿verdad? Rick se preguntaba, casi suplicando.

“Parece ser así porque encuentras más fácil pecar hacia aquellos que pecan contra ti. Pero es tu pecado, no el de ellos, que es la fuente de tu lucha. Carol no te pude alejar de mí. Solamente tú puedes”.

Esta voz vino de dentro de él, pero no era su voz, ni la del abuelo. Era un rayo de luz que vino de otra parte.

“Tu amor falla. El mío nunca. Ven, desecha tus pecados y toma de mi amor”.

Rick se sentó aturdido en el piso de la cocina. Hacía años desde que había sido dirigido directamente por el Espíritu, y casi se le había olvidado como se sentía.

Entonces si encuentro difícil venir al Señor, es por mis propíos pecados. Rick meditó en esa verdad, y se dio cuenta que eso fue lo que el abuelo le había enseñado. Sus hijos amaban incondicionalmente, debido a su propia pureza del pecado, a pesar de los problemas que él y Carol estaban creando. Y Cristo, que sufrió a las manos de cada alma, sin embargo nos ama perfectamente, y esto es porque él era perfectamente libre del pecado.

Rick miró las notas que había escrito:

4. Puedo recobrar la misericordia al recordar: (a) La ofrenda de Abigail, (b) la pregunta del Señor a Jonás, y (c) mis propios pecados, la memoria de la cual me acerca al Señor y me invita a redescubrir su misericordia y paz.

Mis propios pecados, se repitió a él mismo. ¿Cuales pecados me alejan de Carolypor lo tanto del Señor? Bueno, creo que todos, me supongo.

“Sí, Ricky, ellos te alejan”, se escuchó una voz, “¿pero entiendes como lo están haciendo?”

El abuelo Carson estaba sentado a la cabecera de la mesa de la cocina.