El Otorgador de Paz

21

EL ARREPENTIMIENTO


La luz lentamente se apagó alrededor de ellos, y Rick se encontró, tal como estaba antes, sentado en la mesa de la cocina.

Empezó a llorar.

Estas lágrimas eran diferentes, en volumen y sentimiento, de las lágrimas torrenciales de autocompasión y coraje de la noche que Carol le pidió que se fuera. Eran sin embargo lágrimas de despertar—de purificación y limpieza. No estaba enojado con Carol, ni sentía lástima de él mismo. Al contrario, empezaba a sentir lástima por Carol por su propio corazón duro de él mismo. El dolor que sentía era amargo, por seguro, pero también podía saborear un poco de dulzura en ello, porque las lágrimas estaban expulsando su amargura y dando cabida a sentimientos dulces que antes conocía.

“¿Entonces cómo puedo salir de esta confusión, abuelo?” ¿Cómo puedo volver a sentir por Carol lo que una vez sentí?

¿Cómo puedo liberarme de estas cadenas que me tienen agarrado?”

“Ya estás empezando”.

“¿De verdad?”

“Sí. ¿No puedes sentirlo?”

“¿Sentir qué?”

“Dolor por cómo te has comportado hacia Carol. Humildad al empezar a darte cuenta que te falta la habilidad de salir tú solo del hoyo en que te encuentras. Un deseo de arrepentirte, no sólo de actos injustos, pero de un corazón duro. Dispuesto a hacer cualquier cosa que se requiera de ti. ¿Sientes estas cosas, Ricky?”

Al contemplar Rick los comentarios de su abuelo, sintió una cálida calma dentro de él, como una calidez cuando se acerca a una fogata en una noche helada. En tales noches, Rick deseaba acercarse más al fuego. “Sí, abuelo, sí siento esas cosas”. Y lloró más fuerte al darse cuenta.

“¡Oh, la maravilla del Señor!” exclamó el abuelo Carson, “¡y su bondad y misericordia!”

“Misericordioso Padre Celestial”, continuó él, levantando su voz hacia el cielo. “Te damos gracias por tu amorosa bondad y tiernas misericordias. No las merecemos, y nunca lo hemos merecido, y aun así nos bendices con tu Espíritu. Te damos gracias por esta bendición limpiadora, y venimos a ti, sumisos y en humildad y con una profunda gratitud.

“Amo a Ricky, querido Padre. Es preciado para mí. Ayúdalo en su dolor para que pueda ser salvo. Que su corazón se quebrante ante ti. Que su contribución sea verdadera, profunda y completa. Que pueda descender a la profundidad de la humildad. Que puedas enseñarle la profundidad de sus pecados.

“Padre, que puedas ponerle un nuevo corazón, de acuerdo con tu promesa al sumiso y humilde. Que puedas quitarle su corazón de piedra de su carne y darle un corazón puro y la paz que les prometes a aquellos que vienen a ti. Que pueda recordar a Abigail, y que pueda extender misericordia a Nínive. Que tu Espíritu entre en él y lo guié en tus caminos.

“Por favor, también no te olvides de Carol y los niños. Están sufriendo y necesitan de tu sustento. Venda sus heridas. Socórrelos en sus tristezas. Escucha los lloridos de las multitudes que tienen esperanza en ellos y que oran a ti en nombre de ellos. Por favor, Padre, oro a ti con toda la energía de mi alma que puedas juntar a esta familia. Despierta en ellos el amor que han conocido. Tráelos una vez más a los brazos de cada uno, y haz que sus pensamientos y sentimientos por cada uno dulces y sagrados.

“Querido Padre, te ofrecemos estas añoranzas en el nombre de tu Hijo. Por medio de su misericordia y méritos nos acercamos a ti. Y por su infinita expiación te alabamos en tu nombre sagrado para siempre”.