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UNA AGONÍA
Recuerda la enseñanza del Señor a Adán: ‘Para que así como has caído puedas ser redimido’. Y recuerda como mencioné antes que, como implica esta enseñanza, el acto expiatorio que restablece el albedrío del hombre es paralelo al acto que precipitó su caída. Si eso es verdad, y sí es, el Salvador tuvo que soportar lo que hizo Adán después de la caída, y después redimir al hombre de los efectos de esa caída”. “¿Qué quieres decir, abuelo?”
El abuelo miró solemnemente a Rick. “Para poder redimir a la humanidad del aprieto de nuestro cautiverio sobre el pecado”, empezó él, “el Salvador tuvo que tomar sobre sí ese cautiverio, en su totalidad, y después encontrar una manera de liberarse. Por el poder que Satanás obtuvo por medio de la caída sobre la voluntad de la carne, el albedrío del hombre podía ser redimido solamente si todos los poderes del cautiverio que habían sido implementados en la carne por cada pecado de la humanidad pudiesen ser sobrellevados por una fuerza opuesta—por alguien que tomara nuestro cautiverio sobre sí y escapar de el, por lo tanto proveyendo una manera de escape para nosotros. Esto es lo que el Salvador hizo, Ricky. Para poder liberarnos del cautiverio del pecado, tomó sobre sí todos los pecados de la humanidad, las ‘iniquidades de todos nosotros’.
“¿Recuerdas lo que eso implica?” preguntó el abuelo, un aire de urgencia en su voz.
En este punto, Rick sabía que no tenía idea.
“Implica que para poder redimirnos de las cadenas del pecado, el Salvador tenía que tomar sobre sí todas las cadenas que nos atan al pecado—en las palabras de Pablo, ‘tentado en todo según nuestra semejanza’. Tenía que soportar ‘la carga del peso combinado de todos los pecados del mundo’— nuestros deseos pecaminosos, nuestras predisposiciones y adicciones hacia el pecado, nuestros corazones oscuros. Las Escrituras declaran que sufrió también por todas las cosas que puedan llevarnos al pecado—nuestros ‘dolores, aflicciones y tentaciones de cada uno de nosotros’—para ‘borrar [nuestras] transgresiones según el poder de su redención’. Fue como Pablo dijo: El ‘que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado’.
“Con toda esta pecaminosidad amontada sobre él, tuvo entonces que sobrellevar el inimaginable ataque del poder entero y la fuerza del poder del infierno, y al hacerlo, como Pablo describió, ‘[permaneció] sin pecado’. Porque Satanás sabía que si podría ejercer el poder del cautiverio—las cadenas de nuestra pecaminosidad que estaban listas para atar al Señor—y tentar al Salvador a pecar, también traería al Salvador a su cautividad. Entonces la destrucción del albedrío estaría completa, y la humanidad se quedaría sin un camino para que sus corazones fueran purificados y limpiados. Entonces por lo tanto no habría un camino para que ninguno de nosotros volviera a nuestro Padre, en donde solamente los limpios y puros pueden morar”.
“¿No es de asombrarse, Ricky, que Satanás miró hacia arriba y se rió cuando tenía en su mano toda la faz de la tierra en sus cadenas? En esta noche en Getsemaní, Satanás solamente está alejado por un solo pecado de tener a toda la creación en su mano”.
El abuelo Carson miró tristemente hacia el jardín pero no podía sostener la mirada. Volteó la cara en dolor.
“Aun ahora”, susurró él, una lágrima corriendo por su mejilla, “los poderes de la oscuridad están sobre él con gran fuerza y furia. El término que Lucas utilizó para describir este asalto—la palabra griega agón, traducida como ‘una agonía’,—significa literalmente, ‘una competencia, una pelea, o una lucha enfrentando al oponente’. Y eso, hijo mió, es lo que Getsemaní fue. O quizá”, dijo él, mirando con dolor nuevamente hacia el jardín, “es. Es como los profetas modernos lo han descrito como ‘una angustia indescriptible’ y ‘una tortura irresistible’, una ‘competencia suprema con los poderes del diablo’, una ‘hora de angustia cuando Cristo tuvo que encontrar y sobrellevar todos los horrores que Satanás podía causar’. Y él sufre todo esto, Ricky—y que nunca se te olvide esto—por nosotros”.
“Esto quiere decir que él está tomando sobre sí todo los pecados de tu corazón, Ricky. Te sientes bastante compelido a discutir con Carol, tener coraje en tu corazón contra ella, estar amargado por la desilusión y la desesperación. Esta noche en Getsemaní, el Señor toma sobre sí todas las cadenas específicas que te atan y te llevan cautivo. Al tomar sobre sí el deseo de discutir con Carol, y después liberarse de ese deseo, él proveerá el camino para que tú puedas liberarte también. Tu furia, tu desilusión, tu desesperación—el Señor lo sobrellevará todo esta noche y forjará para ti un corazón nuevo, limpio, puro, y libre”.
“Y hace lo mismo para todos, por el adicto, el abusador, el quejoso crónico, por aquellos cuyos espíritus están deprimidos. Su lucha esta noche es para toda la humanidad, para cada uno de nosotros, individualmente y específicamente”.
El abuelo Carson se detuvo por un momento y luego el dolor se fue de su cara. “¡Alabanza al Señor!” exclamó él, triunfante. “El Salvador ha sobrellevado el agravio el cual ningún hombre ha podido sobrellevar individualmente. Se rehusó a someterse a la voluntad de Satanás aunque estaba completamente sujeto a ello. Aun con todos los efectos mortales de nuestros pecados puestos en él y con Satanás y sus huéspedes atentando arrastrarlo con el poder de pecar, el Salvador pudo sobrellevarlo y resistir”.
“¡El cautiverio del pecado ha sido roto! El Señor Dios todopoderoso se ha levantado ‘con salvación en sus alas’. El extiende sus brazos al mundo, sintiendo tras de ellos con su Santo Espíritu. Viene a cada uno de nosotros, preguntándonos la misma pregunta que le hizo a Jonás, implorándonos, como Abigail lo hizo, para perdonar, y literalmente muriendo para darnos su Espíritu y el nuevo corazón que ha forjada que nos liberará de las cadenas de nuestros pecados. Si no endurecemos nuestros corazones y no nos arguyésemos contra él, él facilitará el rompimiento de nuestros corazones pecaminosos y corazones de piedra y nos dará lo que Ezequiel llamó un nuevo ‘corazón de carne’, salvándonos de nuestras ‘inmundicias’. Este es el milagro de Getsemaní”.
Las palabras del abuelo llenaron a Rick con gratitud y asombro. En todos los años que llevaba asistiendo a la Iglesia y leyendo las Escrituras, nunca había considerado lo que significaba que Cristo sufriera por nuestros pecados. Y ahora que se le había dado la oportunidad de considerar su significado—ya sea que tan pequeña esa oportunidad fue— estaba abrumado.
Estaba parado hombro a hombro con su abuelo, mirando hacia el valle Kidron, demasiado agradecido para profanar Getsemaní con su vista.

























