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RECUPERACIÓN
Por diez minutos, el abuelo y nieto se quedaron quietos en Olivet. Para Rick, fue un tiempo de reflexionar y hacer un compromiso.
Entendía perfectamente que el corazón que necesitaba recuperación era el de él. En verdad, el Salvador expió por todos nosotros, pero su abuelo lo había traído a él a esta colina esta noche. Sentía como todos aquellos que vienen al Señor sienten, que era por su propio corazón pecaminoso, sobre todo, que el Señor estaba sufriendo, y por la resurrección de su propia carne corrupta a incorrupción que el Salvador moriría en el Calvario. Era por esta razón que estaba abrumado no solamente con solemnidad, de la manera que uno puede estar al asistir al funeral de un conocido distante, pero también con un gran derramamiento de gratitud, de la manera que Rick estuvo en el funeral del hombre que ahora está parado al lado de él—un funeral en donde no podía dejar de llorar aun después de mucho tiempo, por el amor profundo que le tenía.
En medio de todas las muchas maravillas estaba esta: El Salvador sufrió eternamente debido al corazón amargado de Rick, pero lo amaba eternamente igual. ¿Cómo es posible? Rick se preguntaba. ¿Cómo se hace?
“El es uno contigo, Ricky, esta es la respuesta que buscas”.
“¿Cómo es esa la respuesta?”
El abuelo Carson volteó a mirarlo una vez más.
“Cuando te rompiste el hombro en el colegio, Ricky, después de esto, ¿abusaste del hombro? Con esto quiero decir, ¿te enojaste con él y lo trataste bruscamente?”
“Por supuesto que no”.
“¿Por qué no? Te estaba causando dolor”.
“Porque era mi propio hombro. ¿Qué bien le haría lastimarlo aun más? Solamente me estaría lastimando yo mismo”.
Entonces entendió lo que su abuelo quiso decir.
Somos uno con nuestros cuerpos, y por esa razón, no reaccionamos al dolor de un miembro de nuestro cuerpo al infringir a ese miembro con más dolor. Al contrario, lo vendamos, lo atendemos, lo cuidamos para que se mejore pronto. De verdad amamos más las partes de nosotros que nos causan más dolor. Porque nos necesitan más, y nosotros a ellos.
“Es como si fuéramos partes—” susurró Rick.
“Del cuerpo de Cristo”, su abuelo dijo, completando el pensamiento.
“Sí, el ‘cuerpo de Cristo’,” repitió Rick, perdido en este pensamiento.
“Lee, Ricky”,
Su abuelo le extendió el libro del caul había leído anteriormente. Rick no se había dado cuenta que estaba en sus manos.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella; para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Así también, los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
“Después de esta noche, Ricky, tendrás mejor entendimiento de estas palabras. Porque el Señor tomó nuestros padecimientos—enfermedades de cuerpo y espíritu—a su propio cuerpo y espíritu. Somos uno con él, no solamente metafóricamente, pero en la realidad. Las cicatrices que el hombre le ha dado nos atan a su carne por las eternidades.
“Llegando a ser uno con él, toma nuestros dolores como sus dolores. El nos nutre y nos aprecia. Y esto lo hace para santificarnos, y limpiarnos, para que lleguemos a tener gloria y estar sin mancha, tal como debemos estar si queremos vivir con su Espíritu en la mortalidad y morar con el Padre en las eternidades”.
“Junto a Pablo, yo declaro: ‘El hombre debe amar a su esposa como a su cuerpo’. Todos nosotros a veces creamos dificultad para nuestros cónyuges y otros, Ricky, como lo hemos hablado antes. Y todos nuestros cónyuges a veces crean dificultad para nosotros, tal como nuestras coyunturas a veces nos duelen y nuestros huesos algunas veces se quiebran. Aquí es donde sabrás si es que eres uno con Carol: Como lo harías para un hueso o coyuntura, la aprecias y la nutres cuando se encuentra en dolor. Hazlo, y te sentirás nutrido y apreciado tú mismo”.
El abuelo tomó una pausa.
“Es tiempo que regrese a tu abuela. He estado lejos, y le echo mucho de menos. Pasé muchos de nuestros años separado de ella bajo el mismo techo—casados, pero no siendo uno, asistiendo a la iglesia—pero raramente portándonos como cristianos”.
“¿Quién los acercó, abuelo?” preguntó Rick sinceramente.
“Él lo hizo”, dijo el abuelo, volteando hacia el jardín.
“Hubo un período de nuestro matrimonio que fue muy oscuro. Y cuando digo un ‘período’ quiero decir un período de años—quizá tanto como de quince a veinte años. Me sentí abandonado, que tomaba ventaja de mí, y abusado. Y al pasar el tiempo, empecé a vacilar con la idea de una vida sin ella. ¿Cómo sería? Seguramente sería mejor. No tomé el pensamiento seriamente al principio, pero le di lugar, y creció adentro de mí. Al encimarse los años unos a otros, el pensamiento creció más fuerte, y al hacerlo, nuestra vida juntos empeoró. Traté de mantener todo esto lejos de los nietos, sabiendo como los lastimaría, y por la mayor parte, pensé que lo había logrado— aunque tú me has enseñado diferente”, añadió él, con una débil sonrisa.
“Sin embargo, tus padres sabían de nuestra lucha. Y fue algo bueno que lo supieran. Un día tu padre vino a buscarme en el pasto. Había estado en la casa. La abuela no estaba, y había entrado en su cuarto de costura para coger una tijera. Allí en el cajón estaba un documento legal. Cuando lo miró, se quedó en asombro al descubrir una petición de divorcio. Tu abuela iba a divorciarme”.
Rick sintió como si le hubieran golpeado el pecho, la revelación lo había dejado tan atónito.
“Esto era noticia para mí”, continuó el abuelo, “aunque cuando lo escuché no estaba enteramente sorprendido. Y de alguna manera me sentí un poco liberado. Yo estaba menos emocionado de lo que a tu padre le hubiera gustado y el se sintió frustrado y preocupado. Me regresé a mis tareas con un poco más de vigor, recitando en mi mente todas las cosas terribles que tu abuela me había hecho durante todos estos años. Entre más recordaba, lo más enojado que me ponía hasta que casi estaba aventando la paja con una furia.
“En medio de esto, sin embargo, algo me habló. No era todavía una voz, pero yo sabía que había algo falso en mi coraje—algo exagerado, algo muy convincente. Finalmente, entré al granero y me arrodillé. ‘¿Por qué yo, Padre?’ Empecé a llorar. ‘¿Por qué tenía que pasar mis años en tal dolor?’
“’No tenias que’, se escuchó una voz.
“’¿Qué quieres decir, no “tenía que”?’
“’Si hubieras venido a mí’, dijo la voz, ‘todo hubiera sido diferente’.
“Las palabras me dieron como un rayo, y empecé a orar por más entendimiento. ¿Qué quieres decir, Ven a mí? ¿Qué sería diferente?”
“Lo que pasó enseguida no puedo describir completamente. Un tipo de visión se abrió ante mí. Miré mi vida con tu abuela. Los días y años que pasamos juntos recorrieron frente a mis ojos, y se me mostró algo asombroso. Me di cuenta que una luz brillaba de nosotros. O quizá, me di cuenta de una luz que a veces brillaba de nosotros—y a veces más brillante que otras”.
“Se me dio a mí para entender que todos brillamos una porción de la gloria del Señor, y que brillamos mas fuerte cuando vivimos más cerca de él. Usualmente no podemos percibir esta luz con nuestros ojos, pero la has sentido cuando has estado en la presencia de hombres y mujeres santos—aquellos que completamente reflejan la luz del Salvador que es tangible, si no es visible, a aquellos alrededor de ellos. Estar en su presencia es como estar en la presencia de una nota cantada perfectamente. Sus vidas resuenan. Penetran, mueven, motivan, y cantan. Y esto porque viven en tono con el Maestro.
“Me di cuenta cuando observé nuestras vidas que mi luz se estaba atenuando más y más. Algo más que me asombró fue que la luz de tu abuela era siempre un poco más brillante que la mía. Esto era particularmente verdadero en los momentos que estaba más convencido de su insuficiencia. Su luz también se atenuaba lentamente, sin embargo, con cada año sucesivo de nuestro matrimonio, y en ese momento, por la primera vez, me empecé a sentir arrepentido. Perdí el control y lloré como no lo había hecho en años”.
“Estaba casi sorprendido de encontrar que tanto de repente quería evitar el divorcio. Levanté mi voz nuevamente hacia los cielos, esta vez implorando al Señor que salvara mi matrimonio”.
“’No es tu matrimonio que necesita salvarse, Daniel’, se escuchó la voz. ‘Es tu amor’“.
“ ‘Aprende a amar a Elizabeth con mi amor, y después ya sea que tu matrimonio continúe o no, ganarás una compañera”.
“’¿Qué quieres decir, Señor?’ yo clamé. ‘Pero mi matrimonio—’ “
“’Tu preocupación por tu matrimonio es todavía una preocupación para ti. Ama a Liz aun si ella escoge divorciarte. Entonces estarás casado de verdad’“.
El abuelo Carson se emocionó con esa memoria.
“Mi vida no ha sido la misma desde ese momento, Ricky, y me atrevo decir que tampoco la de tu abuela”.
“No nos divorciamos, gracias a Dios, aunque fue difícil por un tiempo. Pero sentí el Espíritu del Señor y me sostuvo en ese tiempo. Y por el período de una semana, se me permitió ser testigo de y ver la luz que brilla del hombre. La miré brillar de mi preciosa Elizabeth, atenuado por nuestra aflicción mutua, pero aún brillando, aun cuando entré a la casa ese día. Esta luz brillaba y me sostenía”.
“¿Entiendes, ahora, Ricky, por qué estaba seleccionado para encontrarte?”
Rick asintió con la cabeza, su corazón derramando gratitud por el amor de su abuelo y por su nuevo aprecio por su abuela.
“Yo conozco tu dolor, hijo. Y habiendo reconciliado con Elizabeth, conozco la de Carol también.
“Pero más que eso, conozco el amor que fue forjado en Getsemaní. Conozco el amor y misericordia del Señor. Lo he sentido, me he bañado en él, he sido salvado por ello. Y continúo siendo salvo por ello cada día”.
Rick estaba poco sorprendido por este comentario.
“¿Crees que porque ya morí, que no tengo la necesidad del Señor? La necesidad de la expiación va más allá de la tumba, Ricky. Si estoy parado ante ti digno, es solamente por los méritos del Hijo de Dios. Me estremezco en este lugar también, porque sé que es por mis pecados que el Señor sufre”.
Rick se quedó callado.
“Mi oración es por ti ahora, mi muchacho”.
“Gracias, abuelo”, dijo Rick, ahogándose en sus palabras.
“¿Hay algo que aún te preocupa?”
“Sí, una cosa”.
“¿Qué es?”
“Tengo miedo”.

























