6
LA EXPIACIÓN
El hechizo, si es eso lo que fue, se rompió cuando Abigail desapareció. Desconcertado un poco debido a la experiencia, pero aún deleitándose con la calidez que sintió bajo la mirada de ella, Rick volteó a ver a David. Al hacerlo, captó una vislumbración de él mismo, justo arriba del hombro izquierdo de David, como a cuatro filas atrás entre los hombres de David. Rick podía darse cuenta al mirarse y mirar a los otros hombres que no estaban complacidos con lo que había pasado. Sus caras demostraban disgusto y frustración de tener que regresarse. Era evidente que Abigail no los había tocado como lo hizo con David.
El mismo David era una imagen de paz y calma, su faz se purgó del coraje que le había ensombrecido desde el reporte del rechazo de Nabal. Siendo un hombre relacionado con la guerra y con la mentalidad de emprender una guerra, él demostró entendimiento al mezclarse entre sus hombres, hablándoles y calmando sus espíritus. Rick aun creó ver el brazo de David alrededor de su gemelo al irse tranquilamente. Rick podía ver por qué los hombres seguían a David: El era uno de ellos, que los hacía razonar con él, pero también era más que ellos, por lo cual era más fácil para ellos buscar su ayuda.
“Increíble”, Rick exclamó a nadie en particular, al dar la vuelta a la ladera el último hombre en rumbo a Paran.
“Seguro”, su abuelo asintió con la cabeza. “¿Pero por qué? ¿Qué es lo que te parece increíble en esta experiencia?”
“Bueno, ¿no lo viste?” Rick preguntó exuberantemente, moviéndose rápidamente para enfrentar a su abuelo.
“Sí, lo miré. Lo que quiero saber es si tú lo viste”.
Rick lo miró desconcertado.
“Dime que es lo que viste, Ricky”.
“Un fin milagroso a una guerra que nunca empezó”. Él contestó directamente, volviéndose otra vez a Paran.
“Oh, pero sí había empezado, Ricky, no te equivoques. La guerra comenzó cuando David y sus hombres empezaron a buscar venganza en sus corazones. El balanceo de espadas era nada más una formalidad”.
“Bueno, sí, yo entiendo eso. Lo que quiero decir es—” pero repentinamente no pudo encontrar palabras que decir. Él había sido chocado por las acciones de Abigail, paralizado por sus ojos, y había sentido algo poderoso en su alma, pero ahora al tratar de articular el significado de lo que había sido testigo, se dio cuenta que se había equivocado, porque la convicción que había sentido no era el entendimiento. ¿Qué es exactamente lo que había pasado? Ya no estaba totalmente seguro. ¡Pero había algo acerca de Abigail!
“Lo que quiero decir es”, él continuó, “Abigail trajo paz aquí.
Ella cambió a David; lo pude ver en sus ojos. Y algo sobre los ojos de ella también—”
“¿Qué de ellos?”
“No sé”. Ella me miró, y sentí algo maravilloso. “Yo sentí como si me conociera, quiero decir como si realmente me conociera—mis antecedentes, mi situación, mis luchas, mis esperanzas, todo. Y es gracioso decir, pero de una manera sus ojos me dijeron que me amaba, a pesar de todo”.
El abuelo Carson miró hacia la cima de la montaña en donde habían visto a Abigail por última vez. “¿Sabes quien era ella, Ricky?”
“Sí, tú mismo me dijiste. Era la esposa de Nabal”.
Sí, ¿y quien más?”
“¿Quién más?” Rick repitió, sorprendido.
“Sí”.
Rick meditó la pregunta mientras el abuelo bajaba con dificultad por la orilla de la montaña, hacia la vereda. Rick lo siguió y juntos miraron al norte hacia donde Abigail había desaparecido.
“Déjame compartir algo contigo, Ricky. Camina conmigo”. Empezó a caminar hacia Carmel, y Rick detrás de él.
“Tres días después de la muerte de Jesucristo”, él comenzó, “dos creyentes caminaron hacia Emaús, tal como nosotros caminamos ahora, tratando de encontrar sentido del tan repentino y trágico fin a sus esperanzas y sueños. Jesús, su confidente, el Redentor de Israel, estaba muerto, y su cuerpo no estaba. Querían creer el testimonio de las mujeres que dijeron que ‘habían visto una visión de ángeles que dijeron que estaba vivo’, pero parecían luchar con ese pensamiento. En sus propias palabras, estaban ‘asombrados’ con la historia.
“Estaban confundidos y preocupados, Ricky, como te puedes imaginar. Los acontecimientos habían fracasado en desarrollarse como ellos suponían que debían haberse llevado a cabo. ‘¿Cómo podía el redentor de Israel morir antes que Israel fuera redimido?’ se preguntaban en voz alta. Su fe sacudida, ellos luchaban en encontrar significado en la tragedia que parecía quitar todo significado a sus vidas. Quizá ningún camino parecía más largo que el que iban a caminar ese día.
“Pero como cada camino largo que caminamos, estos hombres no caminaban solos. El Redentor que habían esperado no solamente vivía, mas caminaba a un lado de ellos. Y él les dijo, ‘¿Qué platicas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?’ Después de escuchar su respuesta, el Señor hizo esta observación clave: ‘¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!’ Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras ‘lo que de él decían’.
“En otras palabras, Ricky, si los discípulos hubieran entendido las Escrituras, no se hubieran sorprendido por los acontecimientos que les preocupaban. Todas las Escrituras testificaban sobre la vida del Salvador, su sufrimiento y muerte; simplemente no habían visto cómo antes.
“Tampoco estaban solos en esto. Los restantes apóstoles también luchaban con los mismos temas al juntarse en un cuarto. El Cristo resucitado se les apareció a ellos también y dijo, ‘Paz a vosotros’. Pero ellos estaban aterrorizados, pensando que era un espíritu. Y él entonces les dijo, ‘Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos’. Entonces, Ricky, él les abrió el entendimiento así como había abierto el entendimiento de los discípulos en el camino a Emaús. El les enseñó todo sobre como su vida y muerte estaba revelada en detalle en las Escrituras en un nivel que sobreviviría la perdida de cosas simples y preciosas—no solamente por medio de profecía directa pero también indirectamente por medio de diferentes tipos, sombras, metáforas y alegorías. El profeta Nefi, en el Libro de Mormón, lo expresó muy bien cuando dijo, ‘Todas las cosas que han sido dadas por Dios al hombre, desde el principio del mundo, son símbolo de él’.
“Entonces, Ricky”, dijo él, al pararse y enfrentarlo, “¿qué sugiere esto sobre la historia de Abigail?”
“Estás diciendo que ella es un tipo de Cristo”.
“Estoy diciendo que vale la pena meditar para ver si es. Después de todo, el mismo David dijo que vino bajo la dirección del Señor y en nombre de él”.
“Te invitaría considerar lo que has visto hoy en Abigail”, él continuó. “Tal vez descubras cosas en ella que te recuerden al Señor. De hecho, si ella resulta ser un tipo de Cristo, su historia puede iluminar y aclarar cosas sobre el Salvador que nunca antes pensaste—cosas hermosas, implicaciones limpiadoras, verdades salvadoras. Esto es lo que esta historia ha hecho por mí. Ella ha iluminado para mi un aspecto de la expiación que ha bendecido mi vida desde ese entonces. Yo creo que puede bendecir tu vida también. Es por eso que hemos venido”.
La experiencia de Rick con Abigail ya había llamado su atención, pero este comentario lo hizo pensar también. “Bueno”, él empezó deliberadamente, “entonces tú quieres que empiece a pensar en Abigail y Cristo—mejor dicho, como Abigail dirige a, o es un tipo de Cristo”.
Rick pensó ver un ligero movimiento de cabeza, lo que tomó como un asentir de cabeza, entonces él continuó. “Bueno, a ver”. Su mente volvió a lo que había presenciado. “Sí, creo ver lo que quieres decir. Abigail trajo a David todo lo que necesitaba—pan, vino, ovejas, guisadas, etcétera—lo mismo que Jesucristo hace por nosotros, que él mismo es el pan de vida, el verdadero vino y el cordero de Dios”.
“Sí, Ricky. Bien. Ese es una excelente comprensión”.
“Entonces en ese aspecto, Abigail es un ‘tipo’ de Cristo”, Rick continuó, sintiéndose cómodo con su descubrimiento. “Ya lo puedo entender”.
“Bueno. ¿Pero entiendes por qué importa?”
“¿Qué quieres decir?”
“Es una cosa darse cuenta que puede ser un tipo de Salvador y otra muy diferente entender su propósito y significado. Abigail dio todo lo que David había pedido y más—¿y qué? ¿Cuál es la relevancia práctica? ¿Cuál es el propósito?”
“¿Tiene que tener otro propósito?” Rick preguntó, todavía con confianza. “Quiero decir, aquí tenemos una historia en la cual la figura central pacificadora actúa en similitud al Salvador. Eso me da la impresión que es muy significativa”.
“Sí, Ricky, pero si estás dispuesto a conformarte con esa intuición intelectual, entonces no entendiste nada de lo que Abigail tiene que ofrecer. Tienes que pedir más de la historia que eso. Tienes que profundizarte, repetirlo, meditarlo y saborearlo. Si la historia te revela algo sobre la pacificación, como dices tú que lo hace, pero tú mismo no has podido acercarte a la paz por media de esta historia, o a la mejor es una historia insignificante o no la has penetrado profundamente—o permitido que te penetre. No seas tan rápido en entender”.
“Está bien”, dijo Rick pensativamente. “¿Entonces que es lo que no entiendo?”
“¿Estás dispuesto a buscarlo?” Si .
“Entonces escudriña”.
“¿Qué?”
“Lo que ya has visto. La historia es rica, Ricky. Aquí David estaba armado para la batalla, resuelto a destruir una propiedad y familia entera y un momento después él deseó paz para la familia y despidió a la matriarca de la familia y sus sirvientes con su bendición. ¿Cómo pasó esto, y que significa para nosotros? Escarba la historia, Ricky. Como dije antes, repítela en tu mente, medítala y saboréala. Ponte en ella, lo cual sería sin duda interesante en este caso porque parece ser que ¡ya estás en ella! ¿Qué dijo Abigail? ¿Qué hizo ella? ¿Qué cambió o no cambió en David? ¿Qué cambió o no cambió en sus hombres? No solamente mires, Ricky, escudriña y aprende”.
“Bueno”, dijo Rick, empezando a sentirse un poco perturbado. “Como dije, la primera cosa que Abigail hizo fue traer a David las provisiones que Nabal había negado. Y quieres que me meta en eso y entienda su relevancia”.
“Sí, creo que eso te ayudaría”.
¿Entonces por qué no me dices lo que quieres que diga? el pensó. No me hagas adivinar tus pensamientos.
“No estoy interesado en que adivines mis pensamientos, Ricky. Estoy interesado en que tú los descubras”.
Rick estaba estupefacto. “¿Puedes leer mis pensamientos?”
“Algunas veces. Cuando es muy importante”.
“¿Y es muy importante?”
“Tan importante como puede ser”.
Esto puso sobrio a Rick inmediatamente, y empezó a trabajar nuevamente en la pregunta del abuelo mientras caminaban.
“Quizá una analogía te ayudara”, dijo el abuelo, rescatándolos a ambos del silencio. “Recuerdo como amabas el béisbol, Ricky. De hecho, todavía recuerdo cuando asistía a tus juegos. Eras un buen jugador”.
Rick se sonrió por el cumplido.
“Nos divertimos tanto en esos juegos, tu familia y yo”, añadió el abuelo. “¿Recuerdas el juego estatal de campeonato en tu último año de preparatoria?”
¿Cómo se le podía olvidar? Su equipo iba ganando por una carrera en la parte baja de la segunda entrada. Los corredores estaban en la segunda y tercera base con dos strikes cuando Rick cometió un error que casi les costó el juego. En una pelota de rutina que venía hacia él que debía haber sido el último out, él aventó la pelota por encima del hombre en primera base y los corredores anotaron puntos. Si no hubiera sido por los dos milagrosos jonrónes en la parte baja por su compañero Jasón Taylor, hasta este día Rick hubiera sido el becerro de su pueblo. Con el paso del tiempo, la mayoría de las personas habían olvidado su error.
“Sí, recuerdo”.
“Te apuesto que empezaste a ofrecer poderosas oraciones después de ese error—allá en el campo y en la caseta en la parte baja de la segunda entrada. ¿Estoy en lo correcto?”
Rick recordó ambos la vergüenza y sus esperanzas por un milagroso peloteo. Al principio no podía sentir nada más que la vergüenza, pero al finalizar la última entrada con su equipo perdiendo y la gente ansiosa, Rick recordó esperando más que nunca que un compañero de equipo hiciera algo para tapar su error y ganar el juego. “Es verdad. Cuando Jasón metió eljonrón, fue el sentimiento más dulce. Probablemente más dulce para mí porque me salvó de—no solamente de perder el juego pero también de un fracaso personal y público. Para decirte la verdad, me sentí redimido”.
“Es por eso que escogí esta historia, Ricky. Es en la redención en la que estoy interesado, y esta historia, combinada con la de Abigail, ilumina la expiación que hace posible la redención”.
“¿Cómo?”
“Bueno, tú dices que tu error puso a tu equipo en un hoyo—no solamente a ti, pero en realidad a tus compañeros también y a tus admiradores. Tu error resultaría en una pérdida enardecedora para el equipo a menos que alguien hiciera algo para salvarlo”.
“Sí, creo que es correcto, aunque preferiría si lo disminuyeras un poco la parte del sufrimiento”, Rick le dijo, bromeando, pero a la vez serio.
El abuelo Carson sonrió. “Ahora piensa sobre la situación de Abigail—”
“Ya la entendí”, Rick exclamó. “Estás diciendo que Nabal y yo hicimos las cosas más difíciles para otros y que alguien más tuvo que hacer algo por nosotros, y que de esta manera nuestras historias son similares”.
“Sí, ambos tú y Nabal aumentaron las cargas y tribulaciones de otros, y en ambos casos, alguien expió por los errores de otro—-Jasón en tu caso, y Abigail en lo de Nabal”.
“Bien, entiendo eso”.
“¿Realmente entiendes?”
“Sí, creo que sí”, Rick contestó con confianza.
“Entonces dime que revela esto sobre la expiación”.
“Bueno, ilustra como Cristo pagó por nuestros pecados— eso es lo que es la expiación”.
“¿Entonces dime, Ricky, por cuales pecados expió Abigail?”
“Por los de Nabal, por supuesto”.
“¿Es eso lo que la historia revela? ¿Es Nabal él que es redimido en la historia de Abigail?”
La pregunta lo dejo perplejo y tuvo que reflexionar en ella. De alguna manera, la historia claramente era sobre la expiación de los pecados de Nabal—¿verdad? Pero en realidad Abigail vino a David, no a Nabal, entonces quizá la expiación era para David. Espera un momento, eso no es correcto, Rick replicó. Abigail vino a David para salvar a Nabal. Nabal fue él que fue salvado, porque si no hubiera sido por la expiación de Abigail, David lo hubiera exterminado.
“Sí, definitivamente fue Nabal quién fue salvo en esta historia”.
El abuelo Carson se miraba poco convencido. “Vamos a pensar más detenidamente”, dijo él. “Sí la expiación es para la redención de los pecados para salvar al pecador, para poder entender quién es redimido en esta historia, quizá tenemos que entender la identidad del pecador”.
“Eso es fácil: Nabal. Nabal es el pecador y David es al que se le cometió el pecado, el agraviado, la víctima”.
“¿Estás seguro de eso?” preguntó el abuelo. “Yo prefiero pensar que esta historia es fundamentalmente sobre los pecados y redención de David, no de Nabal”.
“¿El pecado de David? ¿Por qué no el de Nabal? ¿Qué hizo David?”
El abuelo Carson miró largamente a Rick. “¿Recuerdas cuando te hablé sobre el tío José?”
“Sí”.
“¿Y recuerdas como insistías que yo no había hecho nada mal, quejóse era el del problema—el ‘pecador’, en un sentido?”
“Por supuesto. Y todavía pienso eso. Aunque creo que sí tuviste una parte en ese silencio de catorce años”, dijo él.
“Pero tú solamente piensas en nuestros actos, Ricky. ¿Qué de nuestros corazones? Recuerdas a los fariseos—ellos de los actos perfectos. Sus corazones estaban corruptos y el Salvador los marcó como los pecadores más asquerosos, a pesar de sus actos de rectitud en la superficie. Pecamos cuando nuestros corazones son pecaminosos, no importa que hagamos en la superficie. La ley y los profetas se sostienen en los dos grandes mandamientos de amar a Dios y al prójimo porque si nuestros corazones fracasan de amar, ni la ley ni los profetas, ni ninguna otra cosa, incluyendo ‘la rectitud’ en la superficie, nos puede salvar.
“Entonces, ¿qué hizo David? tú preguntas. ¿Cuál fue su pecado? El tenía un corazón pecaminoso, mi muchacho, un corazón que ardía con envidia y rabia, un corazón que se había separado del espíritu. A menos que y hasta que él fuera redimido de esa pecaminosidad, él nunca probaría la vida eterna”.
“Bueno, pero, ¿qué pasa con Nabal?” Rick dejó escapar, pensando en Carol cuando lo dijo. “¿No tenía él la misma clase de corazón?”
“Sí, ciertamente parece que sí, Ricky”, el abuelo Carson respondió, evaluando a Rick por un momento. “Entonces la historia de Abigail no es solamente la de un solo pecador, ¿verdad?” Es mejor dicho la historia de David respondiendo pecaminosamente al pecado de otra persona”.
Esto satisfació a Rick por un momento.
“Tú has aprendido desde que eras joven que la expiación es para el pecador”, continuó el abuelo, “y eso es ciertamente verdad, pero solamente es parte de la historia, y la segunda parte no es entendida completamente. La historia de Abigail sugiere que la expiación es de igual beneficio para el que se le comete un pecado—la víctima del pecado—como para el pecador. Pero la historia va más allá. También sugiere que uno de los efectos del pecado es que invita a aquellos a los que se les ha cometido un pecado contra ellos—David en este caso—a que lleguen ser pecadores ellos mismos, y que la expiación provee el escape de tal provocación de pecar. Esta es la historia de David aquí. ¡Lo que Abigail proveyó para David fue un camino para escapar de su pecado de pecar contra un pecador!” El abuelo Carson tomó una pausa por un momento para dar tiempo para que esos pensamientos se disiparan.
“Cuando Abigail se arrodilló ante David con todo lo que él necesitaba”, continuó él, “su propósito era redimir a David de su pecado. Quizá después ella se arrodillaría ante Nabal y le ofrecería una redención similar”. Después de una breve pausa, él continuó. “Ahora cuando—”
“Espera, abuelo”, interrumpió Rick. “Quiero asegurarme que entiendo lo que dices. Dímelo otra vez—lo que has estado explicándome”.
“Por supuesto. Lo que dije fue que cuando la gente piensa en la expiación, casi siempre piensan de cómo el Salvador llenó los huecos de sus propios pecados, lo que en verdad hizo. O sea, todos somos pecadores, y alguien tuvo que sobrellevar por cada uno de nosotros el abismo imposible entre nosotros y la vida eterna que hemos creado por medio del pecado. Normalmente pensamos en la expiación como algo que Cristo ha hecho por nosotros—por nosotros mismos. Pero Abigail nos invita a mirar la expiación de un ángulo diferente—no por la perspectiva de cómo Cristo ha expiado por nuestros propios pecados, pero mejor dicho, de la perspectiva igualmente verdadera que él ha expiado por los pecados de otros. Y parte de esa expiación, Abigail sugiere, es la idea que el Señor ofrece a aquellos que han sido dañados o potencialmente dañados por los pecados de otros la ayuda y el sustento que necesitan para llegar a ser íntegros otra vez. Aquellos que están privados del amor pueden recibir su amor. Los que están sin compañero pueden encontrar un compañero en él. Aquellos con una cruz que cargar pueden encontrar a otro que la cargue y haga la carga menos pesada. Con sus cargas levantadas de esta manera, a los que se les comete el pecado en contra de ellos, son salvados de la provocación de pecar y por consiguiente redimidos de sus propios pecados”.
El abuelo Carson tomó una pausa. “¿Tiene sentido esto para ti, Ricky?”
En verdad, Rick estaba luchando. El entendía las ideas en su mente, pero su corazón se estaba quedando atrás, peleando contra las implicaciones. Era cómodo y claro comparar a Carol con el pecador Nabal, por ejemplo, y él mismo a un David recto. Ahora podía empezar a pensar en David como pecador, pero no podía dejar de pensar que Nabal era peor y que de alguna manera eso importaba. El no era perfecto, él estaba dispuesto a admitir eso, pero Carol era aun peor. Y dado eso, él no podía ver como podía ser esperado que él fuera mejor de lo que ya era.
Tampoco había sentido mucho, si es que algo, de la ayuda expiatoria de la que el abuelo hablaba, y le parecía a él que si alguien la merecía era él. “Veo tu lógica, abuelo”, Rick dijo después de un momento. “Pero todavía estoy tratando de entenderlo. No estoy enteramente seguro de lo que significa todavía, en términos prácticos”.
A eso, Rick tomó una pausa para poder poner en orden sus pensamientos. Pero se resistía. “¿Crees realmente lo que me estás diciendo, abuelo?” preguntó finalmente. “Quiero decir, ¿realmente? ¿Crees que el Señor ofrece la clase de ayuda de la que hablas a aquellos que han sido lastimados? ¿Te la ha dado a ti?”
El abuelo se paró por un momento. “¿Recuerdas a José de Egipto, Ricky? ¿Te has maravillado en como él pudo recibir a sus hermanos tan graciosamente después de lo que le habían hecho? ¿O Daniel, Mesac, Sadrac y Abed-nego, que fueron fortalecidos por el Señor durante sus sufrimientos a las manos de otros? ¿O la gente de Alma en el Libro de Mormón cuyas cargas pesadas a manos de los lamanitas fueron hechas ligeras para que ‘no podáis sentirlas sobre vuestras espaldas’? ¿O David, aquí, cuyas propias tribulaciones por los pecados de otros fueron redimidos y olvidados, y que como resultado pudo amar a Saúl todos sus días aunque Saúl nunca paró de tratar de matarlo? Sí lo creo, Ricky, y he sentido su ayuda muchas veces yo mismo. El Señor empaca para cada uno de nosotros, como si fuera, el pan de vida, agua, ovejas, maíz, pasas e higos, y viene a nosotros con esa ofrenda invitándonos a aceptar su expiación por los pecados de otros. Y cuando lo hacemos, como lo hicieron David, Alma, José, Daniel, Mesac, Sadrac y Abed-nego, nos encontramos bendecidos con todo lo necesario y somos lavados del pecado.
“Entonces sí, Ricky, sí lo creo. De hecho, mi conocimiento es seguro concerniente a esto. ¿Mi pregunta es si tú lo crees?”

























