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Como un guante
En un capítulo anterior advertimos que el principio de la apercepción, tal como fue empleado por Jesús en Sus enseñanzas, abre ante nuestros ojos y pone a nuestra disposición todo un mundo de ayudas visuales. Una materia que de otro modo resultaría sumamente complicada de enseñar puede ser impartida utilizando un objeto simple y bien identificable como ayuda visual, a fin de después relacionarlo con el principio intangible.
En una oportunidad tenía que explícar el concepto de la resurrección, mas no encontraba la forma de hacerlo de manera que me pudieran entender sin dificultad. Medité en cuanto a ello por cierto tiempo, y fue entonces, un poco después, mientras me ponía los guantes, se me ocurrió que ésta sería una magnífica ayuda visual para ilustrar ese principio. Lo empleé varias veces al enseñar a los jóvenes en cuanto a la resurreción, hasta que finalmente consideré que estaba lo suficientemente preparado como para utilizarlo en un discurso de conferencia general.
Tras algo de práctica, preparé el discurso en el cual comparé al cuerpo físico con un guante y a la mano con el espíritu. Mi intención era diriginne a la congregación como si todos tuvieran entre cinco y siete años de edad, sabiendo que si un niño podía entender lo que estaba tratando de explicar, no había duda que los mayores también podrían comprenderlo sin problema alguno.
He aquí los resultados de mi preparación:
Hay algo sumamente importante que quiero decides, jovencitos; algo que espero que puedan recordar siempre. Algo que deben aprender mientras son todavía niños.
¿Sabían ustedes que vivieron en otro lugar antes de nacer en la tierra? Antes de venir al hogar de papá y mamá, ustedes vivieron en un mundo de espíritus.
Es muy importante que sepan esta enseñanza porque explica muchas cosas que de otra manera serían difíciles de entender. Muchas personas en el mundo no saben esto, pero es verdad.
No fue cuando nacieron en esta vida que fueron creados. En ese momento simplemente entraron en un cuerpo, pero ya habían existido antes, o sea que venían de algún lugar. Salieron de la presencia de nuestro Padre Celestial porque ya era tiempo de que vinieran a la tierra.
Hay dos razones importantes por las que tenían que venir a este mundo. Primero, para recibir un cuerpo de carne y huesos. Esa es una gran bendición. Nuestro Padre Celestial hizo todos los arreglos para que, gracias al gran amor que existe entre papá y mamá, ustedes pudieran ser concebidos y comenzaran a crecer. Entonces, en determinado momento, aunque en realidad no sabemos cuándo, el espíritu entró en el cuerpo y se convirtieron en seres humanos, pero es importante que sepan que la vida no comienza cuando uno nace en este mundo.
El cuerpo es como la parte exterior de un automóvil y se mueve gracias al motor al que llamamos cerebro o mente. Por medio de la vida en un cuerpo, uno puede aprender a controlar las cosas físicas, lo cual será muy importante para toda la eternidad.
El espíritu y el cuerpo
Hagan cuenta, mis pequeños amigos, que mi mano representa el espíritu de ustedes. Está vivo, puede moverse por sí mismo. Ahora supongamos que este guante es el cuerpo, y como ven, no se puede mover por sí solo. Cuando el espíritu entra en el cuerpo, entonces le da movimiemo y vida. Entonces uno se transforma en una persona, o sea, un espíritu con un cuerpo físico.
Ahora, no se supone que vayamos a quedarnos aquí para siempre, sino tan sólo por esta vida. Seguramente muchos de ustedes tendrán abuelitos y bisabuelitos que ya habrán partido de esta vida. No hace mucho tiempo también ellos eran niños como ustedes son ahora. Pero un día tienen que marcharse de esta vida, al igual que ustedes.
Un día, cuando uno llegue a anciano o debido a una enfermedad o a un accidente, el espíritu y el cuerpo se separarán. Es en ese momento que decimos que una persona muere. La muerte es una separación y todas estas cosas son parte de un gran plan.
Recuerden que mi mano representa al espíritu y el guante es como si fuera el cuerpo de carne y huesos. Mientras uno está vivo, el espíritu hace que el cuerpo se mueva y viva.
Cuando los separo, la mano, que representa al espíritu, sale del cuerpo y éste ya no se puede mover más. Simplemente se cae y está muerto, pero el espíritu sigue viviendo. «Un espíritu que nace de Dios es algo inmortal. Cuando el cuerpo muere, el espíritu sigue viviendo.» (La primera Presidencia, Improvement Era, marzo de 1912, página 463.)
Es importante que entiendan lo que es la muerte. La muerte es una separación.
La parte de ustedes que les permite ver por los ojos y pensar y sonreír y hacer cosas es el espíritu, y el espíritu es eterno, o sea, que nunca muere.
¿Recuerdan la muerte de algún ser querido? Recordarán que papá o mamá les habrá explicado que lo que estaba allí, en el ataúd, era solamente el cuerpo, que la persona había ido de nuevo a vivir con nuestro Padre Celestial y que allí estaría esperando por nosotros. Estoy seguro que habrán escuchado esa explicación, ¿no es así?
La muerte es sólo una separación y es parte de un plan. Si ese plan terminara allí, sería una lástima, porque perderíamos para siempre ese cuerpo que vinimos a obtener.
Podemos regresar a nuestro Padre Celestial
Cuando Dios hizo lo necesario para que viniéramos a este mundo, también arregló las cosas para que regresáramos a El, porque es nuestro Padre y nos quiere mucho. No piensen que El nos ha olvidado porque vivimos en este mundo lejos de El y porque no podemos verle.
¿Se han dado cuenta que, cuando un hermano mayor de ustedes fue a su misión o cuando una hermana estuvo por un tiempo fuera de casa, sus padres no dejaron de quererlos? Hay veces que hasta es posible que piensen que papá y mamá les quieren más a ellos que a ustedes. Por lo menos hablaban de ellos y en ocasiones se preocupaban por ellos. Les escribían o les hablaban por teléfono para alentarlos. La distancia puede hacer que el amor crezca y sea más fuerte.
Jovencitos, nuestro Padre Celestial sabía que necesitaríamos ayuda, así que en el plan dispuso que alguien viniera al mundo a ayudarnos.
Ese alguien fue Jesucristo, el Hijo de Dios. El, al igual que todos nosotros, es un hijo espiritual de nuestro Padre, pero también, Jesús fue su hijo unigénito aquí en la tierra. Espero que entiendan que hablo de El con mucha reverencia. Fue precisamente El quien hizo posible que venciéramos la muerte y pusiéramos todas las cosas en el orden en que deben ir.
Ustedes están aprendiendo de El en la Primaria y en las noches de hogar. Es muy importante que siempre se acuerden de el y que aprendan lo más posible sobre las cosas que El hizo.
Como les dije, El venció la muerte física por nosotros. Por medio de su sacrificio en la cruz hizo possible que nuestros espíritus y nuestros cuerpos llegaran a ser uno otra vez. Gracias a El resucitaremos, lo cual quiere decir que nuestro espíritu y nuestro cuerpo se volverán a juntar. La resurrección es un don de El; todos los seres humanos lo reciben. Por esa razón le llamamos nuestro Salvador o Redentor.
La segunda razón por la que vinimos a este mundo es para ser probados. Es algo así como ir a la escuela para aprender la diferencia entre el bien y el mal, lo cual es muy importante que sepamos.
Tenemos que saber que hay un ser malvado que nos tentará a hacer cosas que están mal. Por eso hay otra separación que también deben conocer, aun cuando todavía son muy jóvenes. No se trata de la separación del cuerpo y el espíritu, sino de nuestra separación de nuestro Padre Celestial.
Si permanecemos separados de El y no podemos volver a donde El está, es como si estuviéramos espiritualmente muertos, y eso no es para nada bueno. Esta separación es como una segunda muerte, una muerte espiritual.
A esta altura de la vida están aprendiendo a leer y pueden comenzar a estudiar las Escrituras, o sea, la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y La Perla de Gran Precio. En esos libros leemos que los niños también pueden aprender verdades espirituales. Un profeta dijo:
«. . . él comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres, sino a las mujeres también. Y esto no es todo; muchas veces les son dadas palabras a los niños que confunden al sabio y al erudito.» (Alma 32:23.)
En las Escrituras aprendemos que nuestros espíritus deben ser limpios y deben estar libres del mal para poder volver a la presencia de Dios. «. . . ninguna cosa impura puede entrar en el reino de Dios.» (1 Nefi 15:34.)
Es por eso que hay dos cosas importantes que nos deben suceder. Primero, de alguna forma, después de morir, debemos recibir de nuevo nuestro cuerpo de carne y huesos ya que queremos resucitar; y segundo, debemos encontrar la forma de mantenemos espiritualmente limpios para no ser separados de nuestro Padre Celestial y para poder regresar a El después de partir de esta vida terrenal.
Debemos arrepentirnos y ser bautizados
Estamos seguros que ustedes vencerán la muerte física y que resucitarán gracias a lo que Jesús hizo por nosotros. El que puedan vencer la muerte espiritual -que es la separación de la presencia de nuestro Padre Celestial- dependerá en gran medida de ustedes mismos.
Cuando Jesucristo vivió en la tierra enseñó Su evangelio y organizó Su Iglesia. Si vivimos de acuerdo con el evangelio, nos conservaremos espiritualmente limpios. Aun cuando cometamos errores, hay una forma de llegar a ser limpios nuevamente, y es por medio del arrepentimiento.
Para entrar en Su Iglesia, debemos tener fe en el Señor Jesucristo; debemos arrepentirnos y ser bautizados.
El bautismo se puede comparar con ser sepultados en el agua. Al salir de ella es como si hubiéramos nacido de nuevo, y quedamos limpios. Somos redimidos de nuestros pecados, lo que quiere decir que los pecados ya no se tienen más en cuenta, y si lo deseamos, podemos conservar esa remisión de los pecados.
Después somos confirmados miembros de Su Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días y se nos da el don del Espíritu Santo como guía. Es como si recibiéramos mensajes de nuestro hogar en los cielos para indicarnos el camino que debemos seguir.
El Señor llamó a profetas y a apóstoles para dirigir Su Iglesia y siempre ha dado a conocer sus deseos mediante los profetas.
Mis jóvenes amigos, aun cuando actualmente soy miembro del Consejo de los Doce Apóstoles, nunca he dejado de admirar y respetar a estos hombres. Cuando nos reunimos como consejo, miro a mi derredor y vuelvo a saber sin dudas que estos hombres son apóstoles del Señor Jesucristo sobre la tierra y que son testigos especiales de El.
Serán puestos a prueba
Pequeños, ustedes serán puestos a prueba, tal vez más que ninguna otra generación que jamás haya vivido en la tierra. Conocerán a muchas personas que no creen en Cristo. Algunas de ellas serán como representantes del diablo y enseñarán maldades. En ocasiones se sentirán tentados.
Habrá veces en que cometerán errores al igual que todos nosotros los hemos cometido. Habrá momentos en que se preguntarán si es que acaso podrán vivir de la forma en que El nos enseñó que deberíamos vivir. Cuando sean puestos a prueba, cuando estén desilusionados, avergonzados o tristes, recuerden al Señor y oren a nuestro Padre Celestial en Su nombre.
Habrá personas que dirán que El nunca vivió, pero ustedes saben que sí vivió aquí en la tierra. Algunos dirán que no es el Hijo de Dios, pero lo es. También se dirá que no tiene siervos aquí, pero los tiene. El Señor vive, y yo lo sé. En Su Iglesia hay muchos miles que pueden dar testimonio de El, y yo soy uno de ellos. Les repito las cosas que deben recordar y las cosas que deben aprender mientras son aún pequeños.
Recuerden que cada uno de ustedes es un hijo de nuestro Padre Celestial. Esa es la razón por la que le llamamos Padre.
Ustedes vivieron en otro lugar antes de venir a la tierra, y vinieron aquí para recibir un cuerpo de came y huesos y para ser probados.
Cuando su vida termine, el espíritu y el cuerpo se separarán. A eso llamamos muerte.
Nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo Jesucristo para redimirnos y, gracias a lo que El ha hecho, resucitaremos.
Hay otra clase de muerte en la que también deben pensar y es la que puede separarnos de la presencia de nuestro Padre Celestial. Si somos bautizados y vivimos Su evangelio, podemos ser librados de esa segunda muerte.
Nuestro Padre Celestial nos ama, y tenemos un Señor y Salvador.
Doy gracias a Dios por ser miembro de una Iglesia en la que ustedes, nuestros jovencitos, son el tesoro más grande que tenemos. Le doy gracias a Dios por nuestro Salvador, quien permitió que los niños fueran a El.
Estoy seguro que conocen estas estrofas: Me gusta pensar al leer que Jesus, Cumpliendo su grande misión, Llamaba a todos los niños a El, Para darles su gran bendición.
Quisiera haberlo oído también, Sus manos sentir sobre mí, Oyendo sus tiernas palabras decir: «A los niños traed hacia mí».
Mis pequeños hermanos y hermanas, mis niñitos, yo sé que Dios vive. Creo saber en parte lo que se siente al tener Su mano sobre uno cuando le llama a servirle. Les doy mi testimonio de que El es Cristo, de que nos ama. Ruego por ustedes, mis hermanitos, que El les bendiga y les ampare siempre, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Aun un simple objeto como bien puede ser un guante se puede usar para dar una lección poderosa. Recordemos que el Salvador mismo empleó objetos simples en sus enseñanzas. ¿Por qué no hacer nosotros lo mismo?
























