Conferencia General Octubre 1973
Es Necesario Arrepentirse
por el élder ElRay L. Christiansen
Asistente en el Consejo de los Doce
Hoy se han abordado muchos temas oportunos, comenzando con el gran mensaje del presidente Lee, del cual he sido edificado, y estoy seguro de que ustedes también. Ahora humildemente oro para no restar sino agregar un poco a sus pensamientos y acciones al considerar el segundo gran principio del evangelio. Siento que es necesario.
El propósito principal del evangelio y de la Iglesia es proporcionar un patrón de vida y una receta para la felicidad y el éxito, aquí y en la eternidad. El presidente McKay declaró en muchas ocasiones que, después de la vida misma, el privilegio de dirigir esa vida es lo más importante. Dirigir la propia vida es un privilegio, pero también una responsabilidad personal real.
Al hablar a sus hijos, Lehi explicó esto diciendo: “Por tanto, los hombres son libres… Son libres de escoger la libertad y la vida eterna, mediante el gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, conforme a la cautividad y el poder del diablo; porque él procura que todos los hombres sean miserables como él mismo. Y ahora bien, hijos míos, quisiera que miraseis al gran Mediador, y escuchaseis sus grandes mandamientos; y sed fieles a sus palabras, y escoged la vida eterna, conforme a la voluntad de su Santo Espíritu; y no escojáis la muerte eterna, conforme a la voluntad de la carne y lo malo que hay en ella, lo cual da al espíritu del diablo poder para cautivaros, para llevaros al infierno, y para que reine sobre vosotros en su propio reino” (2 Nefi 2:27–29).
Debido a que el pecado es una fuerza tan devastadora y destructiva, el gran principio del arrepentimiento fue provisto por nuestro Señor y Salvador Jesucristo para liberarnos de las garras del pecado. Sin el bendito privilegio del arrepentimiento, tendríamos poco incentivo para mejorar nuestras vidas.
Arrepentirse no es fácil. Requiere habilidad, autodisciplina y humildad. No es una enseñanza negativa, sino un proceso positivo para construir un buen carácter.
El arrepentimiento podría ser un remedio para la mayoría de los males espirituales. Sin embargo, no es una mera expresión superficial de arrepentimiento sin raíces profundas. ¿Qué, entonces, es el verdadero arrepentimiento?
El presidente Joseph F. Smith declaró: “El verdadero arrepentimiento no solo es pesar por los pecados, y humilde penitencia y contrición ante Dios, sino que implica la necesidad de apartarse de ellos [pecados], la discontinuación de todas las prácticas y actos malos, una reforma completa de la vida, un cambio vital del mal al bien, del vicio a la virtud, de la oscuridad a la luz. No solo eso, sino también hacer restitución, en la medida de lo posible, por todos los males que hemos hecho, pagar nuestras deudas y restituir a Dios y al hombre sus derechos—lo que les corresponde de nosotros. Este es el verdadero arrepentimiento, y se requiere el ejercicio de la voluntad y de todos los poderes del cuerpo y la mente para completar esta gloriosa obra de arrepentimiento; [solo] entonces Dios lo aceptará” (Doctrina del Evangelio, p. 123).
Si uno se arrepiente verdaderamente, se manifestará en sus obras, pues, “Por esto podéis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados—he aquí, los confesará y los abandonará” (D. y C. 58:43).
El arrepentimiento requiere un sincero pesar por el pecado que resulta no solo en su cesación, sino también en una reforma de vida. ¡Eso es lo importante: una reforma de vida!
Arrepentirse no es precisamente popular en estos días. Sin embargo, el Señor espera que cada uno de nosotros se arrepienta, mejore y reforme conscientemente su vida. De hecho, nos estableció una meta elevada, diciendo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
Admito que este es un mundo imperfecto. Sin embargo, cada uno de nosotros debe esforzarse constantemente hacia la perfección:
- “El que hurtaba, no hurte más…” (Efesios 4:28).
- “… deja que la virtud engalane tus pensamientos sin cesar…” (D. y C. 121:45).
- “… orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44). Destruye a tus enemigos haciéndolos tus amigos.
- Que los desconsiderados entre nosotros se vuelvan atentos.
- Que siempre se hable la verdad, sin importar las consecuencias.
Quisiera añadir la recomendación del hermano Packer de deshacernos de la música que no eleva y adoptar aquella que hace bien al alma y al corazón y que agrada al Señor. Al menos podemos hacerlo en nuestros propios hogares.
Practicar estas virtudes evidencia que hemos abandonado el mal. No debemos permitir que persistan fallas personales, malos hábitos y debilidades morales. Deben superarse y corregirse sin demora. He dicho a menudo: “No puedes arrepentirte demasiado pronto porque no sabes cuán pronto será demasiado tarde”.
Uno de mis parientes escandinavos, que prosperaba financieramente en Dinamarca, vino con su familia como conversos a la Iglesia en Estados Unidos y se estableció en el condado de Sanpete. Como dije, tenía bastante prosperidad y vendió sus tierras, rebaños y manadas para venir sin quejarse. Durante un tiempo, le fue bien en la Iglesia y en sus actividades; y, sorprendentemente, incluso sin la abundancia de agua y recursos, comenzó a prosperar nuevamente. Acumuló riqueza otra vez. Se interesó tanto en sus posesiones que olvidó el propósito de su venida a América. Los maestros orientadores lo visitaban. El obispo lo llamaba y le pedía que fuera activo como antes, y él les prometía que en el futuro, cuando arreglara ciertas cosas, lo haría. Finalmente, al envejecer, vinieron y le dijeron: “Ahora, Lars, el Señor fue bueno contigo cuando estabas en Dinamarca. Ha sido bueno contigo desde que llegaste aquí. Mira todas las cosas que posees. Pensamos que, ya que estás envejeciendo, sería bueno que dedicaras algo de tu tiempo a los intereses de la Iglesia. Después de todo, no puedes llevarte estas cosas contigo cuando te vayas”.
Se detuvo, se sorprendió y dijo: “Vell, den, I vill not go” (Bueno, entonces, no me iré). Pero sí se fue. Y nosotros también. ¡Es tiempo hoy de comenzar el programa y proceso de arrepentimiento!
Hermanos y hermanas, ustedes y yo sabemos que el poder del destructor opera persistente e implacablemente en las mentes y corazones de los hijos de los hombres, jóvenes y mayores, dentro y fuera de la Iglesia, y muchos están cediendo a sus malas tentaciones.
El Señor y nuestros líderes nos han advertido a través de los años que nos arrepintamos. El presidente Lee nos instó esta mañana a comenzar con nosotros mismos y a desarrollar el respeto propio y, a partir de allí, a establecer el verdadero propósito de la vida.
Contamos con programas enviados del cielo, como el programa de la noche de hogar, para mantener a las familias seguras y nuestros hogares intactos. Se ha predicho que en los últimos días los hombres se convertirán en “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4).
“Porque he aquí, en aquel día él [el diablo] encolerizará los corazones de los hijos de los hombres, y los instigará a que se irriten contra lo que es bueno. Y a otros los apaciguará, y los adormecerá en una seguridad carnal, haciéndoles decir: Todo está bien en Sión; sí, Sión prospera, todo está bien; y así el diablo engaña sus almas y los conduce cuidadosamente al infierno” (2 Nefi 28:20–21).
Me gusta esa palabra, cuidadosamente, porque así es como él opera. Nunca da tirones, nunca jala, solo nos engaña gradualmente, paso a paso. Ahora, en esta situación y en el mundo de hoy, recordemos la exhortación de Santiago:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiad las manos, pecadores; y purificad vuestros corazones, vosotros de doble ánimo. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:7–8, 10).
Que todos nos arrepintamos y pongamos nuestras vidas y hogares en orden y en perfecta armonía con el evangelio de Jesucristo, ruego, testificando de la veracidad del evangelio restaurado y en el nombre de Jesucristo. Amén.

























