Hazte Rico para con Dios

Conferencia General Octubre 1973

Hazte Rico para con Dios

por el presidente Rex D. Pinegar
Del Primer Consejo de los Setenta


Es una gran bendición estar aquí hoy. Después de dar instrucciones al personal de nuestra misión en Virginia, me dispuse a salir, y nuestro tesorero y coordinador de flota me dijeron: “Presidente, solo dígale al presidente Lee que lo respaldamos”. En nombre de todos los misioneros alrededor del mundo que testifican diariamente que Jesús es el Cristo y de su llamamiento profético, presidente Lee, queremos que sepa: “Lo respaldamos”.

William Jennings Bryan escribió:

“La medida humana de una vida humana es su ingreso;
la medida divina de una vida es su egreso, su desbordamiento—
su contribución al bienestar de todos”.
(The Prince of Peace, de William Jennings Bryan).

En nuestra búsqueda de la felicidad, podemos enredarnos tanto con la “medida humana de la vida” que no logramos reconocer el valor temporal de esas riquezas. Cristo advirtió que podemos quedar “ahogados” espiritualmente con “las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida, y no llegar a dar fruto” (Lucas 8:14).

El Salvador también dijo: “… la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros y edificaré otros mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y diviértete. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:15–21).

Entonces, es nuestra bendición y responsabilidad hacernos ricos para con Dios. Debemos ir más allá de adquirir algo para nosotros mismos. El Salvador también nos enseñó cómo hacerlo cuando dijo: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lucas 12:31) y “quien desea segar, eche su hoz con su fuerza, y siegue mientras dure el día, para que atesore para su alma la salvación eterna en el reino de Dios” (D. y C. 6:3).

Esto significa que podemos obtener la vida eterna. “He aquí, el que tiene vida eterna es rico” (D. y C. 11:7).

El significado de esta verdad llegó al corazón de cierto hombre cuando su amigo se le acercó con un plan para obtener las riquezas de esta vida. Él escribió:

“Querido amigo:

“Durante una de nuestras conversaciones dijiste algo que ha estado en mi mente desde entonces. De hecho, podrías decir que realmente me ha ‘perturbado’ y me ha llevado a hacer una verdadera introspección. Al explicar por qué sentías la necesidad de darme a conocer el plan de ventas, dijiste: ‘Me sentiría muy mal dentro de unos años si supiera de esto, me hiciera rico con ello y no se lo dijera a mis amigos’.

“Nunca sabrás cuánto me ha molestado esa declaración porque no he intentado compartir contigo algo más valioso que el dinero. Me refiero al verdadero evangelio de Jesucristo.

“Espera un momento. Sé lo que estás pensando: ‘Este tipo ha perdido la cordura y se ha ido al extremo’. No es así. Creo que pasamos suficiente tiempo juntos en los últimos años como para que sepas que no me he convertido en un fanático ni nada por el estilo. Pero estoy seguro de que has notado un cambio. Ya no hago muchas de las cosas terrenales que probablemente recuerdas de mí. Tengo un gran amor por mi familia y por la humanidad en general. Siento verdadero pesar por muchas cosas de mi pasado y haré todo lo posible por no volver a hacerlas. Pero esto no es lo más importante.

“Lo más importante en todo este mundo es que sé que existí en la preexistencia como hijo espiritual de mi Padre Celestial; que estoy aquí en la mortalidad como parte de su gran plan para mí, para demostrar mi dignidad ante él al tomar constantemente decisiones correctas entre el bien y el mal; y que si demuestro ser digno, regresaré a su presencia.

“Además, sé que hay un profeta, Harold B. Lee, aquí en la tierra hoy, que se comunica regularmente con el verdadero y viviente Jesucristo, el Hijo de Dios. A través de este profeta puedo aprender todo lo necesario para ayudarme a vivir mi vida y guiar a mi familia de la manera adecuada para regresar a su presencia.

“Oh, hay mucho más que podría decirte, pero baste con decir que no hay ninguna pregunta sin respuesta en mi mente sobre la razón por la cual estoy aquí en este momento ni sobre la recompensa que obtendré si obedezco las enseñanzas de mi Padre Celestial.

“Por supuesto, he aprendido todas estas cosas mediante el estudio, la oración y las enseñanzas de la Iglesia Mormona (La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días). Es esto lo que nunca he compartido contigo y lo que ha inquietado mi conciencia.

“Ahora voy a hacer algo al respecto. Al mismo tiempo que envío esta carta, estoy enviando tu nombre a los representantes de la Iglesia en tu área y pidiéndoles que te contacten. Sin duda, enviarán a un par de jóvenes (o señoritas) misioneros a verte. Estas serán personas que están dedicando un par de años de sus vidas a sus propias expensas o las de sus familias para contar a personas como tú sobre este evangelio. Tienen unas seis lecciones de una hora que querrán enseñarte. Te ruego que escuches su mensaje. Te testifico que es verdadero”.

También testifico que esta es la Iglesia verdadera, que Harold B. Lee es un profeta del Dios verdadero y viviente, y que este evangelio de Jesucristo es más valioso que el dinero.

Una reciente película de la Sociedad de Socorro, Camina en la Luz, destaca el incidente de una joven nieta que deseaba ser la heredera del reloj de su abuela. Para la nieta, parecía un verdadero tesoro. Estas son las conmovedoras palabras de la respuesta de su abuela:

“El reloj tiene poco valor. Pero quiero dejarte algo muy precioso. Es algo que traje conmigo desde Escocia. Lo llevé conmigo a través de las llanuras. Es algo que tendrá valor para ti todos los días de tu vida y en la eternidad. Quiero dejarte mi testimonio—mi testimonio del evangelio. Sé que el evangelio es verdadero. Sé que Dios vive y que Jesús es el Cristo”.

Se dice que muchos nietos honran el nombre de esa abuela y recuerdan su testimonio con alegría. ¡Cuán grandes son las riquezas que ha acumulado en el reino de nuestro Padre Celestial!

Estoy agradecido al Señor por ustedes, miembros de la Iglesia, que desean compartir la riqueza del evangelio de Jesucristo con su familia y amigos. No solo se están haciendo ricos para con Dios, sino que están enriqueciendo también las vidas de los demás. Les están dando la verdadera religión cristiana.

Patrick Henry, un gran patriota estadounidense, dijo:

“He dispuesto toda mi propiedad a mi familia. Hay una cosa más que desearía poder darles, y es la religión cristiana. Si la tuvieran, y no les hubiera dado ni un centavo, serían ricos; y si no la tuvieran, y les hubiera dado todo el mundo, serían pobres”.

Que todos podamos compartir nuestra riqueza de testimonio con los demás para que tanto ellos como nosotros podamos hacernos ricos para con Dios, oro en el nombre de Jesucristo. Amén.