Conferencia General Abril 1972
La Paternidad Exitosa—
Un Logro Notable
Por el élder ElRay L. Christiansen
Asistente del Consejo de los Doce
En primer lugar, mis hermanos y hermanas, permítanme asegurarles que, en cuanto a ElRay L. Christiansen se refiere, Dios vive y es un Padre compasivo y comprensivo; y su Hijo, Jesucristo, vino a la tierra, como nos dice la Biblia, y se ofreció y dio su vida para que podamos ser redimidos de la tumba y podamos tener vida eterna, salvación, que para nosotros significa exaltación en el mundo celestial.
Testifico que José Smith fue escogido por Dios y Jesucristo para restaurar el evangelio en este día y que Joseph Fielding Smith, a quien apreciamos, es uno de una sucesión de profetas, videntes y reveladores de estos últimos días.
Ahora, este es un mundo con dificultades y problemas, pero no debemos limitarnos a lamentarnos por ello. Debemos, en la medida en que nuestras capacidades nos lo permitan, comprometernos activamente en rectificarlo. Justo antes de que cantáramos, escribí esto: Si tú y yo queremos ayudar a restaurar este mundo enfermo a su salud espiritual, debemos comenzar en el lugar correcto, es decir, con nosotros mismos y con nuestras familias. ¡Esto sí podemos hacerlo!
Uno de los logros más gratificantes de todos los esfuerzos humanos es el de lograr un matrimonio exitoso y criar a los hijos de una manera aceptable para el Señor. Esto exige lo mejor de todos nosotros.
Aunque muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia, tienen un éxito notable en la crianza de sus familias, es evidente que hay padres y madres que se están despojando de su sagrada obligación de aconsejar a sus hijos y de brindarles el calor y el interés parental que merecen. Algunos padres están bastante dispuestos a permitir que otros cuiden, enseñen y entrenen a sus posesiones más preciadas: sus hijos.
¿Escucharon la oportuna amonestación de nuestro presidente y profeta esta mañana, pidiendo a los padres que asuman su lugar legítimo como cabezas de sus hogares en rectitud?
Un estudio confiable muestra que dos millones de niños en América viven en hogares donde existen problemas graves entre los padres. Seis millones y medio de niños viven con un solo progenitor, y otro millón ha sido «alojado» con familiares, amigos o en instituciones.
Algunas instituciones valiosas han sido desarrolladas para ayudar a mejorar la vida familiar y del hogar. Pero, por muy útiles que estas agencias puedan ser, estoy convencido, y creo que estarán de acuerdo, de que no existe ni existirá una mejor institución para mejorar el hogar que el propio hogar.
Los padres no pueden, sin lamentables consecuencias, evadir la responsabilidad de enseñar y mostrar a sus hijos, a través de su ejemplo, las cualidades de carácter que los llevan a apreciar y aceptar sin vacilaciones lo bueno, lo decente, lo hermoso, y ayudarles a desarrollar el deseo y el valor para apartarse de aquello que es grosero o incorrecto.
Para ayudarnos a desarrollar cualidades deseables en nuestros hijos, se nos ha dado el programa de noches de hogar en familia, y, por mi vida, no puedo entender por qué cada familia en la Iglesia no aprovecha las oportunidades que ofrece la noche de hogar en familia. No cuesta nada; no es necesario salir de casa; y, sin embargo, es una de las maneras más efectivas de cimentar la unidad de nuestras familias que jamás hemos recibido. Cuando se usa de manera constante, ha demostrado ser un medio maravilloso para hacer que la vida familiar sea segura y significativa.
La paternidad es un encargo sagrado. Es un acercamiento a lo divino, un privilegio dado por Dios que, con sus responsabilidades sin fin, trae recompensas ricas y duraderas.
El presidente Joseph F. Smith hizo esta declaración significativa: «El hombre, y la mujer que son los agentes, en la providencia de Dios, para traer almas vivientes al mundo, son ante Dios y los cielos, tan responsables de estos actos como lo es Dios mismo de las obras de sus propias manos…» (Gospel Doctrine, p. 342).
Un hogar aprobado por Dios no es meramente un lugar donde nacen los niños, sino donde su llegada es recibida con alegría y felicidad por padres que se esfuerzan con todas sus capacidades para ayudar a sus hijos a desarrollar atributos tales como:
- Fe en Dios, junto con el deseo de obedecer sus mandamientos,
- Respeto y obediencia a las leyes del país,
- Una determinación de ser veraces y honestos, independientemente de las circunstancias,
- Generosidad, enseñada (en su mayoría por ejemplo), junto con cortesía, respeto, refinamiento y buenos modales, porque seguramente forman parte de nuestra religión.
Al fin y al cabo,
«El sermón para un hijo adolescente
que resulta más amplio
sigue siendo el que los padres enseñan
al dar ejemplo».
—Hal Chadwick
El éxito en la vida familiar requiere padres que se tomen el tiempo para disfrutar a sus hijos; que lean con ellos; que jueguen con ellos; que les permitan participar en la planificación de ocasiones especiales, procurando hacer de las tradiciones familiares saludables una parte orgullosa de la vida familiar.
El caso de un joven, padre de cuatro hijos, a quien invitamos a hablar en una conferencia de estaca en el este de Utah, enfatiza la importancia de las tradiciones familiares, las ocasiones especiales y las relaciones familiares cálidas.
En cada aniversario de su matrimonio, esta pareja planeaba algo especial para hacer. Ahora esperaban como familia observar su décimo aniversario. El padre organizó sus vacaciones para cubrir ese período de tiempo. Pero, de repente, fue necesario que su esposa ingresara al hospital para una cirugía. Él y los niños se sintieron apenados por ella porque estaba en el hospital. Al mismo tiempo, ella estaba triste, pensando que su esposo y los niños estarían decepcionados. Pero cuando leyó la pequeña nota que venía con un ramo de flores, se sintió mejor, pues decía: «Amor mío, diez años contigo han parecido diez días, pero diez días sin ti han parecido diez años». Firmado, «Bill».
Otro aspecto esencial en la paternidad exitosa es que los padres eviten las disputas. Estas situaciones pueden parecer inofensivas para los padres, pero a los ojos de sus hijos, las dos personas más importantes del mundo están en conflicto, y desde su perspectiva limitada, el mundo entero está en problemas. Situaciones así creadas son una indicación de inmadurez y debilidad por parte de quienes están involucrados. Alguien dijo que una de las cosas más importantes que un padre puede hacer por sus hijos es amar y respetar a su madre.
Ruego a los padres que se eleven por encima de las pequeñeces y que liberen a sus hijos de la inseguridad dolorosa y sin gloria de tener que soportar disputas mezquinas y situaciones ofensivas.
Es importante también mantener abiertas las vías de comunicación. Es maravilloso cuando un padre o una madre se sienta con un hijo o una hija para discutir un problema personal (y ellos tienen sus problemas, que, si somos sabios, no minimizaremos). Hay presiones, tentaciones e incluso acusaciones injustas contra las cuales nuestros hijos necesitan ser fortalecidos. Es aún más maravilloso cuando, debido al amor y la cercanía que existen, los hijos sienten la confianza para llevar sus problemas a sus padres.
En esas conversaciones de corazón a corazón, los padres pueden ayudar a establecer objetivos para sus hijos, tales como:
- Un deseo y determinación de vivir vidas limpias y virtuosas
- Un deseo de asociarse con aquellos que tienen sus mismos altos estándares e ideales
- Una determinación (para los varones) de vivir de tal manera que puedan recibir el sacerdocio en dignidad
- Prepararse y ser dignos de recibir un llamamiento misional, tal vez estableciendo una cuenta de ahorros desde temprana edad para este propósito
- Determinarse a obtener una educación, aprender un oficio o profesión, o dominar una habilidad (y enseñarles el gozo del trabajo)
- Prepararse para ser dignos y desear casarse en el templo, haciendo las cosas a la manera del Señor
- Prepararse para llegar a ser, por mérito propio, buenos constructores de hogares
Hablamos mucho hoy en día sobre la seguridad. Mis hermanos y hermanas, no hay seguridad que podamos dar a nuestros hijos que sea más esencial que la seguridad que obtienen en hogares donde las familias funcionan como deben, según el evangelio de Jesucristo; donde las familias se arrodillan y ofrecen oraciones de gratitud al comienzo y al final de cada día; donde guardar los mandamientos de Dios es una parte de la vida diaria. De esta manera, se fortalecen y capacitan para enfrentar el futuro sin frustración ni miedo.
Los historiadores, casi sin excepción, señalan que uno de los factores que más contribuyen a la caída de las naciones es la desintegración de la vida familiar y del hogar.
Se necesita un renacimiento completo de la vida familiar satisfactoria. Se necesita incluso en los llamados mejores hogares. Debe comenzar con el amor y el respeto adecuados entre el esposo y la esposa y luego, por su ejemplo, ser transferido a sus hijos.
Ninguna nación puede perdurar mucho tiempo a menos que la gran mayoría de sus familias y hogares se mantengan seguros mediante la fe en Dios, una fe activa y viviente.
En The Scouter’s Minute [YMMIA, 1969] encontré estos versos:
«Mientras haya hogares a los que los hombres vuelvan al final del día;
Mientras haya hogares donde estén los niños, donde permanezcan las mujeres—
Si el amor, la lealtad y la fe se encuentran en esos umbrales—
Una nación herida puede recuperarse de sus peores males.
«Mientras haya hogares donde ardan fuegos y haya pan [creo que eso significa pan hecho en casa];
Mientras haya hogares donde las lámparas se enciendan y se digan oraciones;
Aunque un pueblo tambalee en la oscuridad y las naciones anden a tientas,
Con Dios mismo respaldando esos pequeños hogares, tenemos una esperanza segura».
De esto testifico en el nombre de Jesucristo, el Señor. Amén.

























