La Prosperidad a través de la Obediencia, Oración y Vigilancia

La Prosperidad a través de la
Obediencia, Oración y Vigilancia

La Prosperidad de los Santos Depende de Estar Correctamente Ante Dios—Oración y Vigilancia, Etc.

por el Patriarca Isaac Morley
Discurso pronunciado en el Tabernáculo, Gran Ciudad del Lago Salado,
el domingo por la mañana, 8 de noviembre de 1857.


Espero que lo que diga sea guiado por el guía correcto, como dice el hermano Heber. No deseo ningún otro. Me es difícil comunicar mis ideas, aunque no hago esta afirmación porque quiera disculparme o excusarme de ningún deber.

Creo que, junto con ustedes, hermanos, reconozco la situación en la que estamos y las circunstancias que nos rodean. Toda mente reflexiva centrará sus pensamientos y atención en nuestra situación actual; y si tenemos en nosotros la luz del Espíritu Santo, creeremos que todo está bien. Esta es mi conclusión, y presumo que es la conclusión de la mayoría de ustedes.

Si nosotros, como individuos, estamos bien ante Dios, todo irá bien con nosotros y el Señor nos prosperará. No creo que la reforma que hemos emprendido y que se ha emprendido en esta comunidad haya terminado. Encuentro que me corresponde concentrar mi mente diaria y continuamente en las grandes cosas que tengo delante de mí.

En cuanto al enemigo que ha venido para destruirnos o restringirnos en cualquiera de nuestras bendiciones, me importa poco. Me hace pensar en el pasado, cuando mi madre solía tener una vara sobre la repisa de la chimenea para que la mirara. Creo que tenemos una que podemos mirar, y está donde se puede usar; y probablemente, si se usa, será para nuestro beneficio.

Si podemos preparar nuestros corazones y nuestras vidas, no debemos temer nada sobre nuestros enemigos. El mayor temor es que no sostenga y practique principios correctos en mi propio corazón. Creo que nuestro gran objetivo es tener todas las cosas bien en nuestro interior. Si hacemos esto, estaremos bien.

Se nos enseña en algún lugar que debemos “orar sin cesar”, y la vigilancia es tan necesaria como la oración. Opino que podemos corregir nuestros pensamientos hasta el punto de saber y entender cuáles son nuestros motivos y dónde están colocados nuestros afectos. Si nuestras mentes están vagando hacia las naciones de la tierra, ¿de qué nos beneficiará? El lugar clave donde deben comenzar nuestras operaciones es en nuestro corazón, y asegurarnos de que nuestras mentes y cuerpos estén influenciados por los principios que pertenecen a la luz, la vida y la inmortalidad.

Hay grandes logros reservados para los fieles de este pueblo. Creo que podemos disfrutar de más paz y satisfacción de la que tenemos ahora, la cual se puede obtener a través de la oración y la vigilancia. Debemos reflexionar sobre los convenios y obligaciones que hemos hecho con Dios y ante nuestros hermanos. Hay muchas claves en esos convenios sagrados que nos pueden brindar consuelo.

La obediencia es la clave principal mediante la cual este pueblo será exaltado; y creo sinceramente que la Presidencia está confortada por la obediencia que se les brinda.

Es la mente la que forma al hombre; y si esa mente se centra en los objetivos correctos—si los cultiva y los aprecia, esa mente está mejorando. No hay tiempo ni circunstancias por las que estemos pasando en los que no haya oportunidad de mejorar. Aprendo esto a diario. Y no hay horas que pasen en las que no haya oportunidades para avanzar en los principios de exaltación.

Creo que la reforma y la unión pueden llevarse a un mayor grado del que han alcanzado. Si hay amor por la verdad en el pueblo, se manifestará en verdadera franqueza y verdadera honestidad: nuestro sí será sí, y nuestro no será no. Las Escrituras dicen: “Lo que venga más allá de esto es maldad”; pero lo que necesitamos es verdadera franqueza y verdadera honestidad.

Si no estamos avanzando en la luz, estamos o bien detenidos o retrocediendo. Los grandes principios por los cuales debemos ser gobernados residen en la simplicidad; son fáciles de entender por todos los que se apliquen a ellos.

La condescendencia del cielo es grande: no puede haber una condescendencia mayor que la que se nos ha manifestado. Hemos alcanzado nuestra herencia. Sabemos que existe tal principio, así como sabemos que existe un Dios.

El bautismo para la remisión de los pecados y la imposición de manos para el don del Espíritu Santo son tan simples como cualquier cosa puede ser. Todos los grandes principios fundamentales de la salvación son simples. Podemos comprenderlos y entenderlos—podemos aumentar y crecer por el poder de ellos.

Al añadir a nuestra fe, es necesario que primero añadamos virtud, luego conocimiento; y debemos cultivarlos diariamente y de manera continua.

Hermanos, tengo la intención, en la medida en que tenga poder, de enseñar con el ejemplo. Sin él, daría muy poco por todos los preceptos que se puedan establecer en una familia o en el extranjero entre el pueblo.

Que Dios los bendiga, es mi oración, en el nombre del Señor Jesús. Amén.

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