Capítulo 13
Salud ― Recreación
Cambiando el tema hacia la salud como un aspecto de la vida buena, leamos la importante revelación llamada la Palabra de Sabiduría (Doctrina y Convenios, sección 89). Esta revelación del Señor ha sido una gran bendición para los miembros de la Iglesia por más de un centenar de años, y contiene una de las leyes fundamentales de salud, recalcando particularmente ciertas cosas que no deberían entrar en nuestro cuerpo.
Un libro del Dr. Weston Oakes titulado La Palabra de Sabiduría y Usted (Bookcraft, Inc., Publishers) presenta un tratamiento comprensible de los aspectos médicos relacionados con vivir, o no vivir, de acuerdo con el consejo entregado en la revelación mencionada. Él declara las conclusiones de la ciencia médica respecto a los efectos dañinos que se producen en el cuerpo cuando habitualmente se ingiere té, café, tabaco o licor. Cualquiera que esté interesado en este aspecto de la Palabra de Sabiduría debería leer este libro. Hay tres capítulos sobre el té y el café, siete sobre el alcohol y nueve sobre el tabaco.
Prácticas generales de salud
No se pueden expresar con palabras todos los datos ya conocidos que son necesarios para vivir una vida que conduzca a una buena salud. Todos deberían aprender en el colegio, al menos, un curso sobre salud. Algunas de las prácticas de salud más importantes son las siguientes:
Uno debe tener abundancia de aire puro, hacer ejercicio diariamente y dormir entre siete y diez horas cada día. Debe bañarse con frecuencia. Las manos y el rostro deben lavarse cuidadosamente después de cada contacto con el público. La limpieza está cerca de la divinidad y es un gran antídoto contra todas las enfermedades. Debemos evitar comer en exceso y engordar. Se debe comer despacio y disfrutar cada comida. También es importante evacuar el intestino diariamente. Trabajar, jugar, descansar y dormir con moderación. Hacer ejercicios respiratorios todos los días y varias veces al día.
Tabaco
El Dr. Oakes concluye lo siguiente respecto al uso del tabaco:
“Ni una sola indicación científica se ha descubierto sobre algún beneficio que el tabaco produzca al cuerpo humano.” (La Palabra de Sabiduría y Usted, Bookcraft, Inc., pág. 234).
Él nos muestra la siguiente tabla del Dr. Raymond Pearl, en la que se presenta la proporción de muertes anuales por cada mil personas de diferentes edades, comparando fumadores y no fumadores:
Proporción de muertes por cada 1000 personas
|
Edad |
No fumadores |
Fumadores moderados |
Grandes fumadores |
|
A los 30 |
8.18 |
7.86 |
16.89 |
|
A los 35 |
8.78 |
9.63 |
21.27 |
|
A los 40 |
10.01 |
11.59 |
23.91 |
|
A los 45 |
12.04 |
14.80 |
25.69 |
|
A los 50 |
15.16 |
18.61 |
27.49 |
|
A los 55 |
19.82 |
23.67 |
30.09 |
|
A los 60 |
26.73 |
30.49 |
34.29 |
|
A los 65 |
36.88 |
39.83 |
41.20 |
|
A los 70 |
51.69 |
51.84 |
52.72 |
Recientemente, parece que algunos científicos cuidadosos e imparciales han demostrado con completo éxito que el tabaco es una de las causas del cáncer de pulmón. Además, muchos están casi seguros de que las enfermedades del corazón tienen como una de sus causas el uso intenso del tabaco. Así pues, lo que el Señor enseñó hace más de un siglo está siendo confirmado en el campo científico.
La conclusión es evidente: los no fumadores viven más tiempo que los fumadores. Aun si consideráramos el mandamiento únicamente desde el punto de vista de la salud, sería prudente abstenernos de usar tabaco.
“…Que si entre vosotros hay quien beba vino o bebidas alcohólicas, he aquí, no es bueno ni propio en la vista de vuestro Padre…” (Doctrina y Convenios 89:5)
Así dice una revelación moderna. Mas este no es el único pronunciamiento sobre el particular del divino Escritor. El Israel antiguo tenía una ley contra el hijo desobediente que era glotón y borracho, y que debía ser apedreado hasta la muerte (véase Deuteronomio 21:20–21).
En Proverbios encontramos la siguiente declaración: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio” (Proverbios 20:1); y otra vez:
“Aquel que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá” (Proverbios 21:17); y todavía otra vez:
“No estés con los bebedores de vino ni con los comedores de carne; porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos.
¿Para quién será el ay? ¿Para quién las quejas?
¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura…
Mas al fin, como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” (Proverbios 23:20–21; 29:30–32).
Jesús reconoció el mal de las bebidas fuertes cuando dijo:
“…Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez, y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Lucas 21:34).
El apóstol Pablo tenía razón al colocar la embriaguez entre los perversos “trabajos de la carne” (Gálatas 5:19); y en una epístola a los santos de Corinto escribió:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9–10).
Hay una gran razón para condenar las bebidas fuertes: entorpecen los sentidos, desatan las restricciones, debilitan la voluntad, destruyen el fervor moral y, por tanto, hacen que el hombre sea más susceptible al mal y a cometer maldad. Además de esto, quien se entrega con facilidad a ellas se convierte en un alcohólico, y así pierde su capacidad de ser productivo, convirtiéndose en una carga para su familia y su comunidad.
En los tiempos modernos, donde el automóvil juega un papel tan importante en la vida, un conductor borracho se convierte en un peligro para quienes lo encuentren en el camino. Se reconoce que un gran porcentaje de los accidentes de tráfico se deben a conductores ebrios.
No existe ni un solo argumento válido que respalde el uso de las bebidas alcohólicas por parte del ser humano. Todos los efectos fisiológicos, psicológicos y sociales son perjudiciales, y tanto la razón como las Escrituras se pronuncian en contra de esta práctica.
Alimento
Es obvio que uno de los factores primarios que gobiernan nuestra salud son los alimentos que ingerimos. Es por medio de los alimentos que se constituye nuestro cuerpo. Es también por medio de los alimentos que obtenemos la energía necesaria para sobrellevar las funciones y actividades de la vida. El propósito de la vida es tener alegría de vivir, y esto contribuirá a evitar que nuestros cuerpos estén mal construidos o mal nutridos.
Los alimentos que el ser humano consume varían a veces de un lugar a otro en la Tierra y de una estación a otra, por lo que no se puede establecer una especificación universal sobre qué alimentos debemos ingerir. La Palabra de Sabiduría, sin embargo, es explícita y nos sugiere la siguiente variedad de alimentos sustanciosos:
“Y además, de cierto os digo: Dios ha decretado toda hierba saludable para la constitución, naturaleza y uso del hombre. Cada hierba en su sazón, y cada fruta en su sazón; para que se usen todas estas cosas con prudencia y acción de gracias. Todo grano es bueno para alimentar al hombre…” (Doctrina y Convenios 89:10–11, 16).
La variedad de alimentos aconsejada es buena, pues permite al ser humano obtener los elementos nutritivos que su cuerpo necesita. Si limita su dieta solamente a unas cuantas cosas que le gustan especialmente, estará rechazando algunos elementos alimenticios muy importantes que no se encuentran en esa dieta. Para conservar una buena alimentación —no importa en qué parte del mundo se encuentre— debe comer una amplia variedad de alimentos que los habitantes nativos de la región han aprendido a consumir. Entonces, la buena salud está ciertamente asegurada, pues si los de la región están en su mayoría sanos, esos alimentos han sido probados y se ha comprobado que son adecuados para mantener la salud.
Las dietas alimenticias restrictivas deben evitarse. La mayoría de ellas están basadas en preferencias personales, información errónea, pura imaginación, o una combinación de las tres. La ciencia está avanzando en el estudio de los alimentos y ha aprendido mucho sobre ellos; sin embargo, todavía no sabemos cómo especificar con certeza la dieta ideal del ser humano. No podemos hacer nada mejor que aferrarnos a la amplia variedad de alimentos indicada en la Palabra de Sabiduría.
Recreación
“Mucho trabajo y poca distracción convierten a Jack en un niño aburrido”. También es cierto que mucha distracción y poco trabajo hacen de Jack un fracasado. Es el término medio entre ambos lo que conduce a una vida feliz —la vida buena que estamos tratando de describir.
La recreación, sin embargo, no es simplemente lo que uno hace, sino la actitud o estado emocional en que se encuentra mientras realiza esa actividad. Algunas actividades serán trabajo para unos, aburrimiento para otros, y para un tercer grupo, verdadera recreación. Así pues, el trabajo se diferencia de la distracción no por la naturaleza de la actividad, sino por el motivo o el tipo de recompensa esperada. A cambio de nuestro trabajo esperamos un cheque o su equivalente; en la distracción, la recompensa es la alegría que se experimenta mientras se realiza la actividad. No es el ejecutar una o varias acciones lo que constituye la recreación, sino el hecho de que sea algo que agrada y que uno elige hacer en su tiempo libre.
Un cartero, por ejemplo, puede salir de excursión con entusiasmo. Ha sucedido, y con verdadero regocijo. Muchas dueñas de casa, que desean alejarse de la rutina diaria de preparar tres comidas, asisten a una escuela de cocina para aprender nuevas delicias y lo hacen con alegría. Muchas encuentran compensación a sus quehaceres domésticos mediante la recreación de bordar, tejer u otras artes de aguja.
La recreación es una manera de vivir cuando no se está trabajando. No es solo una etapa de la vida, sino parte de su esencia. No es un lujo ni un adorno reservado para unos cuantos. Enriquece a todos, en todas partes y en todos los niveles económicos, y esta parte de la actividad humana está destinada a volverse más importante con la llegada de la nueva era industrial que se avecina.
Hace algunos siglos, quienes disponían de tiempo libre eran aquellos que tenían esclavos que realizaban el trabajo manual para proveer alimentos, ropa y techo. Luego vino la Era Industrial. La era de la máquina —la era en que vivimos ahora. Las máquinas están tomando constantemente el lugar del trabajo manual, aumentando la productividad del trabajador.
Se estima que en el hogar moderno en los Estados Unidos de Norteamérica, una ama de casa tiene a su servicio nueve o diez “esclavos mecánicos” que hacen el trabajo que antes hacían hombres o mujeres, o que simplemente no se hacía.
Ahora estamos en el umbral de una nueva revolución llamada automatismo. La revolución industrial del pasado, que produjo máquinas equivalentes a nueve esclavos mecánicos en el hogar, también es responsable de las máquinas que realizan el trabajo en las fábricas —tareas que antiguamente requerían miles de horas de trabajo humano para las operaciones manuales de rutina.
Antes de la última guerra mundial, la gran firma Siemens & Halske, la mayor manufacturera de maquinaria eléctrica y equipos en general en Europa, empleaba casi tres veces más trabajadores para fabricar una pieza de un equipo eléctrico que la empresa General Electric Co. en los Estados Unidos. Esto se debía a que General Electric había avanzado considerablemente en la mecanización de sus procesos de manufactura.
Hoy se están desarrollando máquinas que utilizan principios de automatización y que realizarán gran parte del pensamiento, la revisión y los cálculos rutinarios, además de llevar los libros contables —trabajo que actualmente es realizado por personas. Esto significa que, de seguir este curso, en el futuro, con el automatismo, el ser humano tendrá cada vez más tiempo libre, y cada trabajador producirá más y mejor, lo cual permitirá alcanzar un alto nivel de vida para todos.
¿Podremos confiar en esta nueva comodidad?
Si una persona dispone de más tiempo libre, ¿se convertirá simplemente en alguien que escucha, mira y permanece inactivo? ¿O aprenderá a usar ese tiempo en enriquecer su vida y avanzar hacia el glorioso destino que Dios nos ha preparado cuando formuló la ley de la progresión eterna en los cielos?
La Iglesia ha reconocido la importancia de este desafío, y ha asignado a la AMM (Asociación de Mejoramiento Mutuo) la responsabilidad de enseñar a los jóvenes —tanto hombres como mujeres— actividades de recreación benéfica. Algo debe hacerse para contrarrestar las formas de recreación que no son provechosas y que están haciendo que las personas estén mentalmente dormidas mientras permanecen físicamente despiertas. Me refiero a la radio, la televisión, las películas sonoras y la lectura de libros ofensivos o dañinos.
Con cuatro funciones diarias, hay suficientes cines en los Estados Unidos como para sentar a cada hombre, mujer y niño del país una vez cada dos días. En apenas una década, la televisión ha crecido tan rápidamente que los niños pasan más tiempo frente a la pantalla que en la escuela.
No todo lo que ofrecen las películas y la televisión es malo, pero la mayoría es pura basura. Incluso muchas de las funciones aceptables tienden a adormecer la mente y fomentar la indolencia. Tanto niños como adultos deben ser motivados a participar en formas de recreación benéfica que no impliquen cine ni televisión. Sería mucho mejor si simplemente se prohibiera asistir al cine y ver televisión.
Existen, ciertamente, peligros graves y concretos para quienes se vuelven adictos a la televisión y al cine. Es cada vez más firme la creencia de que los grandes peligros morales provienen del exceso de televisión. Muchos programas son perjudiciales: incitan a la juventud a la delincuencia y a los adultos a la tolerancia del pecado, como la inmoralidad sexual, el robo e incluso el asesinato.
Esto acentúa el problema del uso provechoso del tiempo libre, y se sugiere que, a lo largo de nuestra vida, debemos continuar estudiando este asunto, aprendiendo cómo podemos utilizar nuestro creciente tiempo libre en actividades estimulantes y recreativas, y promoviendo entre todos la práctica de este conocimiento.
Debemos hacerlo no solo porque estas actividades son buenas y correctas —pues, de ser así exclusivamente, constituirían trabajo—, sino porque debemos comprometernos con ellas por el placer y la satisfacción que nos produce realizarlas.
























