La Vida Buena


Capítulo 14

Leyes de seguridad económica


Constantemente se nos recuerda no solo nuestra responsabilidad económica personal, sino también la que tenemos hacia nuestros hermanos y hermanas. La Iglesia cuenta con un plan para ayudar a aquellos que, por accidente, mala suerte u otras razones, se encuentran en desventaja para alcanzar la seguridad económica mencionada en el capítulo 14 de este manual. Este plan se llama el Plan de Bienestar, y será tratado en un capítulo posterior.

La siguiente declaración fue hecha por un prominente economista y Santo de los Últimos Días:

Verdades económicas

  1. En la creación del bienestar económico son necesarios tres elementos:
    • a) Recursos naturales.
    • b) Energía de los trabajadores.
    • c) Herramientas útiles para la producción, proporcionadas por los ahorros de otros.
  2. El Gobierno no es una fuente de bienestar económico.
    La única contribución que puede ofrecer a la creación del bienestar económico es proporcionar una atmósfera que motive a los individuos a trabajar y que les permita conservar los frutos de su esfuerzo.
  3. El derecho a la propiedad privada y a los ingresos que de ella provienen es la clave de la libertad individual.
    Quienes están privados de este derecho están sujetos al Estado y deben obedecer las órdenes de los políticos.
  4. Los Gobiernos que ofrecen programas seductores para atraer al pueblo, a la larga, destruyen la libertad individual.
    Los gobiernos solo pueden dar lo que antes han quitado a los ciudadanos. Por consiguiente, los programas socialistas deben inevitablemente ir acompañados de una elevación en los impuestos.

“El poder de los impuestos es el poder de destruir”.

Thomas Jefferson expresó lo siguiente:

“Yo sitúo a la economía entre las más importantes virtudes, y a la deuda pública entre los peores peligros que deben temerse.
Para preservar nuestra independencia, no debemos permitir que nuestros gobernantes nos carguen con deudas perpetuas.
Debemos elegir entre economía y libertad, o despilfarro y esclavitud”.

“Si nos metemos en tal deuda, deberemos pagar impuestos sobre la carne, la bebida, sobre nuestras necesidades y comodidades, sobre nuestro trabajo y nuestras entretenciones. Si podemos prevenir al gobierno de este despilfarro de las labores del pueblo bajo el pretexto de atraerlo, entonces la gente será feliz”.

Verdades económicas (continuación)

  1. Las herramientas proporcionadas por los ahorros de los demás hacen posible el crecimiento de la productividad del trabajador (verdadero bienestar).
    Cualquier alza de los salarios que no esté acompañada por un aumento en la productividad eleva el costo de vida y los precios (falta de bienestar).
    Los beneficios del incremento de la productividad deben ser compartidos entre:
    • a) El trabajador.
    • b) Quien proporciona las herramientas.
    • c) El consumidor.
  2. Las ganancias, que son la fuente del capital privado, requieren la práctica de una abnegación temporal.
    Al renunciar a placeres inmediatos, se asegura la capacidad de enfrentar las necesidades del mañana.
  3. En una sociedad libre, la mayor recompensa va para quien produce de manera más imaginativa y eficiente.
    Su producto tiene mayor demanda en el mercado. (G. Kenneth Handley)

Muchos economistas estarán de acuerdo con esta declaración. Sin embargo, muchas personas se preguntarán:

“¿Por qué debemos creer que estas afirmaciones señalan el camino hacia la seguridad económica? ¿Por qué preocuparnos cuando los años difíciles impiden que llegue el cheque de pago? ¿Acaso no se encargará el gobierno de nosotros?”

Si uno desea una vejez tranquila y recompensada, por todos los medios debe procurar llegar a ella con un sentido de seguridad económica, la cual se puede lograr si se ha acumulado una cantidad suficiente de bienes de la tierra que nos brinden estabilidad en condiciones normales.

Los líderes de nuestra Iglesia constantemente nos repiten que no nos endeudemos. Siempre debemos esforzarnos por aumentar nuestros ingresos mediante servicios honestos. Cuando haya un reajuste de la renta, cada familia debería reunirse para decidir cómo invertirla. Un presupuesto escrito es altamente recomendable, aunque al menos debe existir entendimiento y acuerdo en la familia al respecto.

Primero, deben cubrirse los gastos obligatorios: impuestos, diezmos y el pago de la renta (o el pago de la casa que se esté comprando). Luego, los gastos de comida y ropa —los cuales pueden variar dependiendo de los límites del ingreso. Después de eso vienen los lujos especiales que uno pueda desear, pero estos no deben adquirirse si el presupuesto no lo permite sin necesidad de endeudarse.

Desde jóvenes debemos formar el hábito de acumular capital cada año. En qué se va a gastar ese capital debe planearse desde el inicio de cada año. El dinero reunido debe guardarse en un banco de ahorro o, mejor aún, en una buena inversión (recalcamos la palabra “buena”).

Muchas personas despilfarran su dinero en malas inversiones, esperando enriquecerse rápidamente. Si una persona no tiene conocimiento sobre acciones, bonos u otros tipos de inversión, no debe participar en ellas sin consultar a alguien de su confianza y con pleno conocimiento de estos temas.

Cito más abajo un párrafo de una carta escrita por mi madre a sus hijos. Estaba fechada en 1892, pero no la recibimos hasta 50 años más tarde. Mientras tanto, estuvo guardada en una caja de piedra, en la piedra angular de la capilla de nuestro barrio. Ella escribe acerca de cómo nuestros padres vivieron económicamente poco después de casarse:

“Vivimos allí hasta la primavera; después nos cambiamos a una pieza en la casa de la hermana Shaw, una cuadra al norte de la casa de mis padres. Estando aquí, vuestro padre construyó las dos piezas del frente de nuestra actual casa, haciendo el trabajo de carpintería que podía antes de las 7 de la mañana y después de las 6 de la tarde.

Nos cambiamos allá el octavo día de agosto de 1874, unas semanas antes de que naciera Sara, nuestra primera hija. Cuando ustedes lean esto, pensarán lo pobres que éramos —comenzar con solo una pieza y luego construir apenas dos más— pero no teníamos a nadie que nos ayudara, ya que nuestros padres eran pobres.

Vuestro padre solo tenía 250 dólares cuando nos casamos; yo no tenía nada más que mi ropa y dos cubrecamas. Así que si ustedes se ponen a pensar en eso, y toman en cuenta el precio del material de construcción en ese entonces, no era tan poco para un año, y debo agregar que ya habíamos salido de todas las deudas al terminar el año.

Lo hemos hecho nuestro lema: endeudarnos solo hasta donde sepamos que podremos salir en caso necesario. Hemos sido económicos y hemos ahorrado, siempre gastando menos de lo que recibíamos. Los dos hemos trabajado mucho. Yo nunca necesité ayuda pagada, salvo cuando estuve enferma.

Les interesará saber que, más tarde, papá construyó una linda casa de dos pisos junto a la primera. Fue allí donde nosotros, los nueve hijos, fuimos criados.”

Cuando uno se ha establecido en un trabajo o negocio de manera permanente, es un plan sabio trazar una curva que muestre una aproximación de lo que será nuestra renta durante los próximos diez o veinte años. Con base en esa renta estimada, uno debe calcular los ahorros o inversiones que se harán cada año durante ese mismo período. Puede que uno no valore de inmediato la utilidad de estos presupuestos, o incluso que se exceda, pero el plan sirve de guía para alcanzar la seguridad económica.

Las leyes fundamentales de la seguridad económica fueron entregadas hace mucho tiempo en dos de los primeros mandamientos dados a las primeras criaturas sobre la tierra:

“Y los bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…”
(Génesis 1:28)

“Con el sudor de vuestro rostro comeréis el pan…” (Génesis 3:19)

Estos mandamientos temporales deben ser importantes, o Dios no los habría dado tan anticipadamente a sus hijos espirituales en esta tierra temporal.

Brigham Young fue el gran defensor de la práctica de la economía entre los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esto era necesario, pues él guió a los miembros de la Iglesia a colonizar el desierto estéril, para que los enemigos de la Iglesia no prevalecieran contra ella, y así pudiera ser firmemente establecida.

La esterilidad de la tierra y su extrema lejanía del mundo civilizado requerían que el pueblo aprendiera a vivir conforme a las leyes de la supervivencia temporal. Las enseñanzas de Brigham Young sobre la seguridad económica son fundamentales para todas las generaciones de personas libres cuya cultura puede llamarse civilizada. Estas enseñanzas incluyen principios básicos de economía que hoy los expertos reconocen con ese mismo nombre.

Por ello, citamos de las enseñanzas de Brigham Young a los primeros pioneros mormones aquellas instrucciones económicas básicas para la supervivencia de nuestra seguridad y cultura:

“…Todo lo que esté conectado con la construcción de Sión requiere verdadero y severo trabajo. Es absurdo hablar de construir un reino solamente con la obra de mano; requiere todo tipo de trabajo en nuestra organización, ya sea mental, física o espiritual, y esa es la única manera de construir el Reino de Dios…” (Journal of Discourses 3:122)

Vivimos en un mundo práctico, y debemos ser tanto prácticos como espirituales en nuestras vidas. El mundo se rige por leyes inmutables, y una de ellas es que no podemos recibir nada sin dar algo a cambio. Todo lo que consumimos en esta vida temporal debe ser producido y trabajado, ya sea por nosotros mismos o por otros.

Dios muy rara vez alimenta a sus hijos con “maná en el desierto”. La tierra abunda en recursos que pueden hacer la vida confortable y gratificante, pero estos deben ganarse mediante un esfuerzo inteligente, tanto individual como colectivo. Dios nos ha dicho que todas estas cosas fueron puestas aquí para el beneficio del hombre, pero no como un regalo gratuito, sino como una recompensa por el trabajo diligente.

Quien elige vivir a costa de la productividad ajena se convierte en una carga para los que producen. Y aunque mediante trampas legales o astucia logre acumular una fortuna, todo lo que posee —en realidad— es robado (aunque obtenido dentro del margen legal) de aquellos que sí producen.

Hay quienes creen que el gobierno debe proveerles todo lo necesario, y por eso consideran que no necesitan trabajar, aun cuando están físicamente capacitados para hacerlo. Parece que no toman en cuenta que el gobierno, por una razón o por otra, no es una agencia productiva, sino únicamente una agencia redistribuidora de bienes producidos por otros.

Esto no significa, por supuesto, que el desafortunado, el enfermo, el lisiado o el ciego no deban ser sostenidos por quienes sí pueden producir. Esta ayuda puede ser otorgada por medio de una agencia gubernamental, mediante impuestos, si el pueblo decide que esa es la mejor forma de hacerlo. Sin embargo, puede haber una manera mejor, como aprenderemos al estudiar el Plan de Bienestar de la Iglesia.

Mirando de forma general este tema de conseguir algo de la nada, Brigham Young nos enseña lo siguiente:

“Mi fe me guía a creer que el Señor nos proveerá de chancho asado, pan con mantequilla, etc. Él nos dará la habilidad de plantar grano, de obtener frutos de la tierra, de hacer casas, de procurarnos unas cuantas tablas para hacer una caja, y cuando venga la cosecha, dándonos el grano, debemos nosotros preservarlo…” (Journal of Discourses 10:293)

Las enseñanzas de Brigham Young sobre la importancia de producir lo necesario para sostener la vida son abundantes. Otros líderes de la Iglesia Restaurada han reiterado estas enseñanzas en tiempos más recientes. Sobre este tema está la revelación dada por Dios a José Smith en 1831: “No seas ocioso; porque el ocioso no comerá el pan, ni vestirá el vestido del trabajador.” (Doctrina y Convenios 42:42)

Declarado en forma positiva, esto puede expresarse de la siguiente manera:

¡Sé un productor diligente de las cosas y servicios necesarios para sostener tu vida y enriquecer tu cultura!

Declarado así, este mandamiento debe considerarse como la declaración fundamental de la cual provienen todos los buenos principios económicos. Ciertamente, en la vida de los Santos de los Últimos Días, esto debería aplicarse siempre.

Bienestar

Bienestar, en su sentido estricto, consiste en la acumulación de aquello que los hombres necesitan y desean en esta vida temporal, así como de los materiales y medios para producir esas cosas deseadas y necesarias.

Uno posee bienestar porque tiene dinero o crédito en el banco, pero esto solo representa el bienestar en la medida en que pueda ser cambiado por las cosas que constituyen el verdadero bienestar. Somos recordados de esto en la fábula del Rey Midas. Sobre este tema, Brigham Young dijo:

“…No hay felicidad en el oro, ni la más mínima. Es muy conveniente como artículo de intercambio, comprando lo que necesitamos; y en vez de encontrar confort y felicidad en el oro, lo cambiamos para obtener felicidad, o aquello que pueda conducir a ella. No existe verdadero bienestar en simplemente ser ricos; coloquemos a la más rica compañía del mundo sobre una roca estéril, con su oro acumulado a su alrededor, sin ninguna posibilidad de cambiarlo, y destruyamos las condiciones humanas, y en verdad serían pobres.
¿Dónde, entonces, está su alegría, su confort, su gran riqueza? ¡No tienen nada!”
(Journal of Discourses 8:168)

En otra ocasión, Brigham Young enseñó:

“…El verdadero bienestar consiste en el conocimiento de producir aquellas conveniencias y comodidades a partir de los elementos. Todo el poder y dignidad que el bienestar pueda ofrecer es una simple sombra; la sustancia se encuentra en el trabajo y esfuerzo de los millones de obreros. El trabajo bien dirigido es el verdadero poder que satisface nuestros deseos. Da grandeza real a los potentados, educación y provisiones a los ministros religiosos y políticos, y suple los deseos de los miles de millones de hijos e hijas de la tierra.
Hay condiciones y pánicos en la sociedad que todo el poder del bienestar en la tierra no puede desviar.” (Journal of Discourses 10:189)

Una situación única enfrentaron los primeros emigrantes mormones en Utah. Se había descubierto oro y plata en las montañas cercanas, incluso a poca distancia de sus terrenos y haciendas. Muchos de los santos querían perseguir esos metales preciosos, pero Brigham Young los reprendió vigorosamente, porque el oro no era lo más importante para construir el gran Reino que proporcionaría un bienestar común sostenible —el objetivo de los primeros líderes pioneros mormones.

Lo que realmente se necesitaba eran materiales, recursos y medios de intercambio útiles en el proceso diario de la vida: alimentos, vivienda, fibras, mercancías manufacturadas, herramientas, y los implementos y divisas necesarias para mantener a los santos felices y sanos, con cuerpos fuertes y con capacidad productiva sostenida.

En una ocasión, el Hermano Brigham instruyó lo siguiente:

“No estamos ansiosos de obtener oro; si lo conseguimos plantando papas y trigo, está bien.
¿No pueden hacerse ricos especulando? Nosotros no lo deseamos.
¿No pueden hacerse ricos yendo a las minas de oro? Estamos en medio de todo eso.
¿Por qué desenterráis el oro de la tierra? Porque se desmoraliza a cualquier comunidad o nación de la tierra al darles oro y plata para contentar sus corazones; esto arruinará a cualquier nación.
Pero dadles hierro y carbón, trabajo duro y honesto, alimento suficiente, buenas escuelas y una buena doctrina, y eso los convertirá en personas saludables, prósperas y felices.”
(Journal of Discourses 13:176)

La claridad de la posición de Brigham Young con respecto a las minas de oro y a las comunidades dedicadas a su explotación ha sido confirmada por la historia. Hoy en día, muchos de los pueblos mineros están deshabitados, dispersos más allá del Imperio de las Montañas Rocosas, en contraste con las comunidades agrarias aún productivas establecidas por los pioneros mormones.

Preparándonos para los años venideros

Los hombres viven ahora más tiempo que nunca. Esta es una bendición que hemos buscado y por la cual hemos trabajado. Pero el hecho de vivir más años también ha traído nuevos desafíos, muchos de ellos económicos. Al llegar a la vejez, deseamos ser independientes, libres de depender de la caridad pública o privada, o del sostén de nuestros familiares. La vida adquiere más sentido y se vuelve más deseable bajo estas condiciones.

Los pioneros mormones, siendo en su mayoría rancheros y agricultores, podían seguir realizando tareas en sus propiedades mientras tuvieran salud suficiente para «quedarse por allí». Los patriarcas y matriarcas generalmente eran propietarios de la hacienda o rancho, y sus hijos lo heredaban al fallecer, lo cual les aseguraba una solvencia económica permanente, sin importar cuán larga fuera su vida. En tales circunstancias, no había mayores problemas.

Pero hoy las condiciones son muy diferentes, y esas diferencias se acentúan con el paso de los años. Muy pocos de nosotros somos dueños de haciendas. La mayoría vivimos en las ciudades, trabajando en empleos asalariados dentro de industrias o servicios. La mayoría de los trabajadores se jubilan entre los 60 y los 70 años, y tras su retiro, su sostenimiento económico generalmente proviene de una o más de las siguientes fuentes:

  1. Pensión de una compañía: Es una compensación ganada por el empleado como reconocimiento a sus servicios durante sus años productivos.
  2. Pensión del gobierno: Similar a la anterior, se otorga en función de los años de servicio prestado.
  3. Beneficios del gobierno por vejez: Pueden considerarse como ganados, ya que quien los recibe contribuyó durante sus años activos para sostener a quienes se habían retirado antes.
  4. Bienestar de la Iglesia: Puede considerarse como parcial o totalmente trabajado, dependiendo de la capacidad del beneficiario para participar en el programa. Este tema será tratado más adelante en un capítulo específico de este manual.
  5. Productos de caridad: Son de naturaleza completamente gratuita y no trabajada por quien los recibe.
  6. Mantenimiento familiar: Puede considerarse como trabajado, aunque surgen dificultades cuando los miembros jóvenes de la familia, enfrentando sus propios problemas financieros, sienten la carga de mantener a un pariente mayor.
    Sin embargo, la Iglesia nos enseña que tenemos la responsabilidad de cuidar a nuestros familiares necesitados, siempre que podamos hacerlo.
  7. Ahorros personales acumulados: Resultantes de una planificación y disciplina financiera a lo largo de la vida.

Como puede verse, los fondos provenientes de los puntos 1, 2, 3, 6 y 7 pueden considerarse enteramente o en parte como trabajados. En el caso del punto 4, si se requiere la ayuda del bienestar de la Iglesia, el beneficiario debe trabajar dentro del plan hasta donde su capacidad lo permita, para merecer la ayuda que está recibiendo.

Hasta aproximadamente los 50 años de edad, una persona se considera económicamente apta para criar una familia, establecer un hogar y acumular algunas de aquellas cosas que hacen que la vida sea una alegre realidad. En la mayoría de los casos, las personas dispondrán de muy poco de su renta después de cumplir con todos sus compromisos. Pero si, a pesar de ello, un asalariado logra mantenerse, ahorrar e invertir una pequeña porción de su sueldo durante toda su vida productiva, se asombrará al darse cuenta de lo que ha acumulado al momento de retirarse.

Después de los 50 años, en la mayoría de los casos, la familia ya estará sustancialmente formada y una parte de la renta puede entonces destinarse a prepararse para el retiro, que podría llegar dentro de unos 15 o 20 años. Para planificar esto, tal vez las siguientes sugerencias puedan ser útiles:

  1. No gaste de más.

Piense en cómo será su vida después de los 65 años, cuando esté retirado. Sus ingresos se reducirán mucho si no cuenta con ahorros personales suficientes.
¿Podrá usted entonces reducir sus deseos al nivel de su renta?
¿O sería mejor guardar ahora y dejar para más adelante solo algunas de las cosas “que siempre ha querido hacer”, para disfrutar de una vida más abundante después de los 65?

Si decide ahorrar para los años venideros, hay muchos pequeños sacrificios que puede hacer y que duelen muy poco:

  • Use su auto actual durante otras 50.000 millas. (A pesar de lo que digan los vendedores, las últimas millas de un auto antiguo son considerablemente más baratas que las primeras millas de uno nuevo —siempre que el auto haya sido bien mantenido).
  • Lave en casa, cocine su propia comida comprada en el mercado.
  • Remiende su ropa un poco más.
  • Acorte ese tan ansiado viaje de vacaciones. (Después de todo, las vacaciones son para descansar, y a menudo esto se logra mejor en casa o en una casa de descanso cercana).

La idea es: viva simple y cómodamente; guarde la diferencia e inviértala en buenas inversiones, aquellas donde el riesgo de pérdida sea bajo.
No haga inversiones que su propio banquero rechazaría.
Recuerde: una ganancia pequeña pero segura cada año es mejor que la gran esperanza que, a menudo, no se concreta y puede hacerle perder parte o todo su capital.

  1. Protéjase contra enfermedades prolongadas.

Una larga enfermedad puede consumir todos sus ahorros. Para protegerse de esto, una póliza de seguro de salud puede ser de gran ayuda.

Los seguros que cubren solo costos mínimos son de poco valor en emergencias.
Hoy en día, muchas compañías ofrecen pólizas de salud de tipo «mayor médico», en las que el asegurado paga solo los primeros cientos de dólares, y la compañía cubre el resto hasta sumas de US$10.000 o más.
Las primas son relativamente bajas en comparación con seguros médicos tradicionales, y ofrecen una protección mucho más amplia ante las grandes catástrofes médicas.

  1. Proteja sus ahorros contra la inflación.

Hoy, la inflación afecta la moneda en casi todos los países, con una pérdida constante de valor cada año.
En ocasiones, una inflación acelerada puede arrasar con los ahorros si estos se mantienen en inversiones de dinero, como hipotecas, bonos o cuentas bancarias.

Por lo tanto, no es prudente invertir todo su ahorro en instrumentos monetarios.
Es más inteligente invertir una parte razonable en mercancías, materiales, herramientas y propiedades.
Una excelente forma de hacerlo es comprando acciones de buenas compañías: antiguas, sólidas, y con productos o servicios que tendrán alta demanda por muchos años.
El valor de estas acciones suele crecer tan rápido o más que la inflación.

  1. Asegúrese de no tener deudas al momento de su retiro.

Su programa de retiro debe incluir la eliminación total de deudas.
Cuando llegue ese momento, no debería tener pagos pendientes, especialmente en planes de cuotas o hipotecas.
Una pequeña renta en el retiro no alcanza para sostener pagos regulares.

  1. Planee una actividad significativa después del retiro.

Tal vez lo más importante al retirarse sea contar con alguna actividad o emprendimiento personal que le interese.
Si genera ingresos, mejor aún. Pero más importante es mantenerse activo.
Una persona que deja completamente de tener actividad física o mental tras retirarse, a menudo declina rápidamente, mientras que quienes se mantienen útiles y activos tienden a vivir más y disfrutar más plenamente de la vida.

Esta actividad debe ser tanto mental como física. La mente debe mantenerse alerta, y el cuerpo en funcionamiento.
Todos deberían cultivar pasatiempos variados, especialmente aquellos que puedan seguir practicándose después del retiro.

La Iglesia a la que pertenecemos está comprometida en proporcionar actividades útiles para los años posteriores al retiro.
Para darse una idea de las posibilidades, observe lo que están haciendo los adultos mayores que conoce: encontrará una amplia variedad de actividades enriquecedoras en muchas áreas de participación y servicio.

  1. Recuerde que la verdadera felicidad está en servir a los demás.

La persona feliz es aquella que sirve a otros de manera útil.
Sea amistoso. Involúcrese en proyectos que beneficien a sus vecinos y comunidad.
Apoye a su familia —sea su brazo derecho, su ayuda con los niños.
Acepte con gratitud las oportunidades de servicio en la Iglesia.
Muchos adultos mayores han prestado un servicio incalculable convirtiéndose en maestros de la Escuela Dominical.

Recuerde al enfermo y al necesitado. Ofrézcales ayuda y consuelo cuando sea posible.

Piense en sus años finales como lo hizo Browning al escribir en su poema Rabbi Ben Ezra:

“…Ven, crezcamos viejos juntos.
Lo mejor está aún por venir…”

La preparación correcta para los años finales de la vida nos guiará a ese mismo estado de paz y gozo al que se refiere ese viejo rabino.
El Señor realmente lo planeó así.
La afirmación: “Los hombres existen para que tengan gozo”, no se limita a los primeros años de la vida.
Si vivimos para ello, si lo planeamos y trabajamos, podremos tener gozo durante toda nuestra permanencia en este mundo, salvo las catástrofes imprevistas.