La Vida Buena


Capítulo 6
Cortesía, no se comporte Indecorosamente


Es mejor que empecemos este tema definiendo la palabra “indecorosamente”. Usado según el título, se refiere a la cualidad de la acción contenida en la palabra “comportamiento”. Obviamente, significa “no decoroso”. En un sentido positivo, podemos extraer las palabras de Pablo, como sigue: La caridad… “no se comporta indecorosamente”.

Nos agradan más las palabras originales de Pablo que la simple paráfrasis, pero esta última nos ayuda a comprender el significado. ¿Qué significa comportarse decorosamente?

El diccionario Webster dice que, para comportarse decorosamente, debemos hacerlo “de una manera que agrade y atraiga a la vista, ya sea por las aptitudes o la conducta, propia y decentemente”. Actuando así, demostramos ser decorosos, respetuosos y tener buenos modales.

Algunos interpretarán la declaración de Pablo como una afirmación del antiguo refrán: “Donde fueres, haz lo que vieres”; pero Pablo nunca intentó autorizar las malas acciones. Cada sociedad y grupo cultural tiene un código para guiar a sus miembros. Vivir conforme a ese código es la senda del comportamiento decoroso, siempre que dicho código esté en armonía con el modelo del Ser que nos creó.

Comportarse indecorosamente es ofender, chocar o disgustar a quienes son honestos y poseen buenos modales. Mostrar cortesía es manifestar esos buenos modales, y los buenos modales consisten en decir las cosas más bondadosas de la manera más bondadosa.

La cortesía está frecuentemente relacionada con cosas pequeñas, detalles de poca importancia. A los buenos modales, a veces se les llama “el amor en cosas ligeras”.

El gran poeta alemán Goethe escribió una vez: “Existe la cortesía del corazón, que está aliada con el amor. De esto se desprende la cortesía más pura en el proceder exterior.”

Son precisamente los aspectos de la cortesía en el proceder exterior los que deseamos considerar en esta lección. Estos pueden agruparse en cuatro categorías: limpieza, vestuario, habla y proceder social.

Limpieza

La limpieza debe conservarse si uno desea practicar la cortesía con quienes nos relacionamos. El antiguo dicho “La limpieza está muy cerca de la divinidad” resume bien las enseñanzas de los santos profetas sobre este tema.

Recordarán ustedes que los escribas y fariseos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.” A esto Jesús respondió, sin defenderlos directamente: “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre…” (Mateo 15:1–4).

Una norma directa sobre la limpieza se encuentra en una de las revelaciones de los últimos días. Al dar instrucciones a los santos, el Señor declaró: “Y hágase todas las cosas con limpieza delante de mí.” (Doctrina y Convenios 42:41).

Brigham Young dio las siguientes instrucciones a las madres sobre cómo debían criar a sus hijos:
“Enseñadles la limpieza y la pureza del cuerpo, y los principios de la salvación…” (Journal of Discourses 14:221).

Si uno desea practicar la cortesía con los demás, debe poner sumo cuidado en la limpieza del cuerpo y del vestuario, y procurar evitar aquellas condiciones que resulten desagradables a nuestros semejantes.

La importancia de la limpieza ha sido resaltada por hombres sabios en todos los ámbitos de la vida. A continuación, algunas de sus declaraciones:

  • “La limpieza del cuerpo fue establecida para fomentar la reverencia hacia Dios.” (Francis Bacon)
  • “Es tan grande el efecto que produce la limpieza en un hombre, que se extiende incluso al estado moral. La virtud no permanece mucho tiempo junto con la inmundicia; y no creo que exista una persona escrupulosamente limpia que sea un villano.” (Conde de Rumford)
  • “La limpieza puede recomendarse como señal de buenos modales, como generadora de afecto y como una analogía de la pureza mental. Nos presenta de una forma agradable a los demás y nos facilita llevarnos bien con ellos.” (Joseph Addison)

Vestuario

Un vestuario que es apropiado para una ocasión puede no serlo para otra. De igual manera, el atuendo que es adecuado para un lugar o estación puede resultar completamente inapropiado en otros contextos.

Sería muy impropio usar traje de baño en la iglesia, o vestir un traje sastre en un partido de fútbol o para escalar montañas. Un buen criterio para vestir correctamente es evitar lo llamativo, ya que ello puede considerarse descortés y, además, puede ofender a otros por causa de nuestro atavío.

Un autor anónimo escribió una vez: “El cuerpo es la corteza del alma, y el vestido es la cáscara de la corteza; pero la cáscara, muy a menudo, muestra lo que hay adentro.”

Benjamín Franklin, el gran filósofo estadounidense del período revolucionario, dijo: “Come para complacerte a ti mismo, pero vístete para complacer a los demás.”

Si queremos que los demás nos tomen en serio, debemos saber vestirnos. Si Cicerón hubiese pronunciado personalmente una de sus oraciones con una frazada sobre los hombros, la mayoría de las personas se habría reído de su atuendo, en lugar de escuchar su elocuencia. (Addison)

Shakespeare, por boca de Polonio en Hamlet, nos aconseja: “Que tu vestido sea tan costoso como tu bolsa lo permita, pero sin afectación en la hechura; rico, mas no extravagante, porque el traje revela al sujeto.” (Hamlet, Acto I, Escena III)

Habla

La forma de hablar es un aspecto muy importante en el ejercicio de la cortesía. Si la voz es moderadamente baja, suave, bien modulada en tono, volumen e intensidad, y las palabras utilizadas se ajustan a los estándares lingüísticos aceptados, la persona que habla será considerada como alguien digno de atención especial.

Por el contrario, si se habla en voz alta, nerviosa y sin modulación, pocos pondrán atención, y quien lo hace será percibido como alguien que no merece ser escuchado con seriedad, o incluso puede resultar ofensivo para los oyentes.

Recordamos cómo Pedro fue identificado por su forma de hablar. Cuando estaba negando al Cristo, uno de sus acusadores le dijo:
“Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.” (Mateo 26:73)

El habla de cada uno de nosotros es como una llave que revela nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestro “otro yo”. Por lo tanto, debemos cultivar los hábitos gratos del buen hablar, y todas aquellas cualidades personales que están asociadas con él.

Las sagradas escrituras están llenas de consejos sobre cómo debemos hablar. En Eclesiastés se nos dice: “Un tiempo para rasgar y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar.”
(Eclesiastés 3:7)

Nuestro problema consiste en discernir cuándo son apropiados todos estos tiempos.

Repetidas veces se nos advierte sobre los peligros del mucho hablar. Por ejemplo: “El hombre cuerdo encubre su saber; mas el corazón de los necios publica la necedad.” (Proverbios 12:23)

“…y de la multitud de palabras, la voz del necio… Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades…” (Eclesiastés 5:3, 7)

Jesús mismo instruyó sobre este punto: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” (Mateo 12:36–37)

Pedro aconsejó: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño.” (1 Pedro 3:10)

El valor de la palabra oportuna es expresado bellamente por el autor de Proverbios:

“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene.” (Proverbios 25:11)

Cultivemos, pues, el arte de hablar bondadosamente, con amor en nuestros corazones, y no midamos nuestras palabras solo por conveniencia política, porque eso sería engaño.

Comportamiento social — Modales

Ralph Waldo Emerson, el gran ensayista estadounidense, escribió un ensayo sobre los modales. Los siguientes párrafos han sido tomados de esa obra:

“Una bonita figura es mejor que una bonita cara; un buen comportamiento es mejor que una buena figura: agrada mucho más que las estatuas o la pintura; es el más fino de los bellos artes.”

“Un caballero nunca rehuye; sus ojos siempre miran de frente, y da a entender, antes que nada, que él ha sido presentado.”

“Todo lo que se llama moda y cortesía se humilla ante la causa y la fuente del honor, creador de títulos y dignidades, llamado el centro del amor.”

“Los modales ayudan a facilitar la vida, a deshacerse de los impedimentos y devolver al hombre la energía pura. Ellos nos ayudan en nuestro trato y conversación, así como los ferrocarriles ayudan al transporte, eliminando todo lo que obstaculiza el tráfico y dejando sólo la conquista del espacio.”

Se ha dicho que “los modales pertenecen a la moral secundaria” y que “orgullo, naturaleza enferma y deseo de razonar son los tres grandes orígenes de los malos modales.”

El buen comportamiento social es el arte de hacer que todos aquellos que están ligados a nosotros se sientan bien, cómodos y aceptados. No es raro que una persona tenga algún incidente —generalmente un accidente— que resulte muy desagradable, especialmente si quienes lo rodean lo toman con excesiva seriedad. En tales casos, si somos corteses, actuamos según el consejo de Arnold Bennett: “Compórtate siempre como si nada hubiera pasado, sin importar lo que haya pasado.”

No es señal de buena educación adoptar una actitud fingida; nuestra conducta debe ser siempre agradable, sencilla y sin pretensión. Esto incluye la comprensión de que los buenos modales cambian según el tiempo y el lugar. Shakespeare sugirió esta idea cuando hizo que uno de sus personajes dijera: “…Aquellos que tienen buenos modales en la Corte, son ridículos en el pueblo, así como el comportamiento en el pueblo es risible en la Corte…” (Como gustéis, Acto 3, Escena 2)

Podemos ser muy mal educados en la mesa si ignoramos las costumbres locales. Por ejemplo, es socialmente inaceptable sorber la sopa haciendo ruido en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y otros que conservan los modales occidentales; pero en el Oriente, esta acción es considerada un cumplido hacia el anfitrión, pues indica que la sopa está deliciosa.

Aunque ya hemos tratado el tema del habla, también forma parte de los buenos modales. David Hume dijo:

“Una de las más importantes reglas de la buena educación es ser tan silencioso con los demás como con uno mismo. Diga poco o nada sobre sí mismo, ya sea bueno, malo o indiferente: nada bueno, porque eso es vanidad; nada malo, porque eso es pretensión mal fundada; nada indiferente, porque eso no tiene sentido.”

El gran estadista inglés Edmund Burke expresó lo siguiente sobre los modales: “Los modales son más importantes aún que las leyes. De ellos dependen en gran medida las leyes. La ley nos puede tocar aquí y allá, de vez en cuando. Los modales, en cambio, son los que irritan o calman, corrompen o purifican, alientan o deprimen, barbarizan o refinan, mediante una constante, acompasada, uniforme e insensible operación, como la del aire que respiramos. Dan toda su forma y color a nuestras vidas. De acuerdo con sus cualidades, fortalecen la moral o la destruyen totalmente.”

Como seguidores del Evangelio de Jesucristo, debemos elegir y practicar aquellos modales y costumbres sociales que ennoblecen al ser humano, lo espiritualizan y lo acercan al reino de Dios. Debemos evaluar los modales y costumbres a la luz de los dos grandes mandamientos.

La vida no es tan corta como para no tener tiempo de ser cortés.
La cortesía es amor hacia la sociedad. Es aquello que hace del hombre un caballero y de la mujer una dama. A menudo hablamos del “diamante sin pulir”, queriendo decir que hay algo valioso detrás de un buen comportamiento. Sin embargo, todos amamos y admiramos el diamante pulido.

Debemos recordar, además, que las buenas costumbres sin sinceridad no son verdadera cortesía. La cortesía auténtica nace del amor hacia las personas y hacia las cosas.

Thomas Carlyle dijo que no había en toda Europa otro ser tan caballeroso como Robert Burns, el poeta campesino. Y ello se debía a que Burns amaba todas las cosas: la mosca, la margarita y todo lo que Dios había creado.

El caballero, en el verdadero sentido de la palabra, no puede hacer nada que sea indigno de un hombre bien criado. El amor no puede ser descortés.
Incluso la persona más ruda puede ser introducida en la más alta sociedad y comportarse con cortesía, si conserva un poco de amor en su corazón.

Sí, Pablo escribió una gran verdad cuando dijo que la cortesía es una de las virtudes cristianas más importantes.