Conferencia General Octubre 1965
Nuestro Señor y Maestro
por el Élder Alma Sonne
Asistente del Consejo de los Doce Apóstoles
Mis hermanos y hermanas: He sido tan impresionado como ustedes por los mensajes de esta conferencia, y particularmente por el maravilloso sermón dado esta mañana por el presidente David O. McKay. Espero que los Santos de los Últimos Días recuerden ese sermón y lo atesoren mientras vivan.
Cito el Salmo diecinueve:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje ni palabras, ni es oída su voz” (Salmo 19:1-3).
Una Providencia Suprema
El testimonio de la naturaleza es fuerte y convincente sobre la existencia de una Providencia suprema. Basta mirar al cielo y ver el sol, la luna y las estrellas y observar su regularidad mientras se mueven a través del espacio. Siempre me ha impresionado la majestad del universo. Vemos lo suficiente de él como para ser tocados profundamente por su grandeza y vastedad.
No hay confusión en la naturaleza. Cada una de sus manifestaciones es una declaración solemne de un poder supremo, un conocimiento supremo y un diseño supremo. No es el resultado del azar, pues el Creador es la fuente de inteligencia y orden. La inteligencia es su gloria, y opera perfectamente en armonía con las leyes establecidas. Veo todo esto y me sostiene una “confianza inquebrantable”.
La Obra de Dios
Miro a mi alrededor y veo los campos verdes, las flores, los árboles y los arbustos, y en otoño veo la tierra iluminada de rojo y dorado antes de que la naturaleza descanse. Contemplo la obra de Dios. Lleva la marca de una inteligencia superior que está más allá de mi comprensión limitada. Puedo concluir de manera consciente que hay un plan divino que contempla el futuro del hombre cuando y donde termina la mortalidad. Puedo unirme a los profetas y videntes en las revelaciones de Dios y aceptarlas como mandamientos suyos. No soy un extraño, vagando sin propósito. Soy un hijo de Dios, y veo evidencias de su existencia a mi alrededor. En otras palabras, creo en Dios. No le sirvo y le adoro ciegamente. Confío en Él. Él escucha y responde mis oraciones. Me sostiene en emergencias y acude en mi ayuda en tiempos de necesidad.
Me doy cuenta de que una mente maestra ha planeado y hecho tangible todas estas cosas. Son regalos de Él para sus hijos. El Señor los ha dado libremente, independientemente de su obediencia. Es una manifestación de su amor por sus hijos e hijas.
¿Cómo se reciben estos dones? Algunos los reciben con gratitud, otros con desprecio y otros niegan la existencia del dador. Otros no logran reconocerlo. “A los suyos vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:10), porque están absortos en aspiraciones materialistas, tan características de nuestro tiempo.
Leo el testimonio de San Juan sobre este dador y creador de todas las cosas:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1,3,14).
La cita anterior responde la pregunta: ¿Quién es el Creador? Pablo el Apóstol es aún más explícito en su carta a los colosenses. Al hablar de Jesús, dice: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16).
Benefactor de la Raza Humana
Jesús, por lo tanto, se convierte en el mayor benefactor de la raza humana. No hay nadie con quien pueda compararse. Él dio su vida para que pudiéramos vivir y disfrutar las bendiciones de la eternidad. Él ofreció el plan mediante el cual podemos entrar en su reino y recibir la exaltación prometida a los fieles.
Aquellos que niegan su lugar en el programa eterno son víctimas del engaño y la oscuridad. Si Jesucristo no es el Creador y Salvador, el Nuevo Testamento es ficción y no historia, y los testimonios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son imaginaciones sin fundamento. Lo mismo puede decirse del testimonio positivo y fervoroso de Pedro sobre el hombre a quien llamó Señor y Maestro (Juan 13:13), y del evangelio restaurado y la divina misión del profeta José Smith en los últimos días.
Paz en la Tierra
Pero ellos no se equivocaron. Todos ellos, sin excepción, dieron sus testimonios como testigos oculares. Podemos negarlo y no reconocer su preeminencia en la naturaleza y en un mundo de conflictos, contienda y corrupción, pero Él es una realidad. Millones de hombres lo han atacado, y millones son indiferentes hacia Él, pero no puede ser expulsado. No puede ser eliminado por las sofisterías de los intelectuales ni por la intolerancia de los ignorantes. Su nombre y sus obras de justicia están seguros en las páginas de la historia. Él vino con un mensaje de paz y buena voluntad. Su programa es lo único que pondrá fin a la guerra y el derramamiento de sangre. Espero que recordemos eso. Él demostró su amor por la humanidad, un amor sin límites y una devoción sin igual.
En este mismo día, en el esplendor del siglo veinte desde su nacimiento, lo necesitamos más que nunca. Las naciones y los individuos necesitan ser consolados por algo fuera y por encima de la avaricia de los hombres. Todo el mundo busca la paz. Los consejos internacionales se reúnen intentando evitar la guerra. Hasta ahora, a los ojos de un observador casual, no se ha logrado avance alguno. Seguimos buscando en la oscuridad.
Buena Voluntad para con los Hombres
Los miembros de la verdadera Iglesia saben que Jesucristo es el Creador del cielo y de la tierra y que es el camino hacia la paz en la tierra y la buena voluntad para con los hombres. Se maravillan ante la belleza de sus creaciones, aceptan su liderazgo divino y coinciden con Pablo el Apóstol en que Jesús también es el autor del plan de vida y salvación (Hebreos 5:9). El “mormonismo” declara al mundo entero que Jesucristo vivió en la tierra en la plenitud de los tiempos; que predicó el Sermón del Monte a un pequeño grupo de amigos y seguidores que se reunieron en una ladera para escucharlo; que realizó muchos milagros poderosos, que nació de la virgen María, que fue crucificado en la cruz por sus enemigos, inspirados por líderes religiosos descontentos de su época; que resucitó al tercer día de una tumba prestada donde fue sepultado y, finalmente, que es el Hijo de Dios, el Mesías, de quien hablaron los profetas de Israel.
Su Iglesia Restaurada
El “mormonismo” también declara que eligió a doce apóstoles para ser sus representantes y testigos, que les comisionó para predicar el evangelio del reino que les había enseñado durante sus tres años de ministerio entre ellos. Y ese mismo evangelio fue restaurado en la tierra a través del profeta José Smith. Este evangelio restaurado hace que la vida en todos sus aspectos valga la pena vivirla. Da belleza, significado y propósito a la estadía del hombre en la mortalidad, lo llena de valor y convicción y satisface sus anhelos espirituales.
Que vivamos el evangelio. Que lo integremos en nuestras vidas, y que no olvidemos recordar que Jesucristo es el Creador y Gobernante de todas las cosas, es mi oración en su nombre. Amén.

























