Conferencia General Abril 1966
Paz Ahora y Gozo en el Más Allá

Élder James A. Cullimore
Asistente del Consejo de los Doce Apóstoles
Mis hermanos y hermanas: Creo que solo estos hermanos de las Autoridades Generales que me han precedido pueden realmente entender cómo me siento. Pienso que es imposible saberlo a menos que uno pase por ello.
Sin embargo, estoy profundamente agradecido por este inmenso honor que se me ha otorgado, por el privilegio de trabajar con estos hermanos y con ustedes, al servicio del Señor. Me siento muy humilde en este llamamiento; me siento completamente inadecuado y sin la preparación necesaria. Creo que me siento algo como Newel K. Whitney, cuando el Profeta José Smith le pidió que fuera el obispo de Kirtland. Él dijo que no se sentía capaz, que no estaba calificado y que simplemente no podía hacerlo. Después de que el Profeta le dijo que el Señor lo había llamado y que esto había sido revelado, aún no sentía que pudiera actuar. Entonces, el Profeta le dijo: “Ve y pregúntale al Padre por ti mismo.” Él fue, se arrodilló en humilde súplica, y escuchó una voz desde el cielo que decía: “Tu fortaleza está en mí.” Aceptó y comenzó su labor, y entiendo que fue obispo de la Iglesia durante unos 18 años. (Enciclopedia Biográfica SUD, Vol. 1, pág. 224).
“El Que Hace Obras de Justicia”
Sé que solo en virtud de la fortaleza que puedo recibir del Señor puedo ser un siervo capacitado y competente en el cumplimiento de esta responsabilidad.
Estoy muy agradecido por la herencia que tengo, por las enseñanzas de una buena madre y un padre capaz que me enseñaron en mi juventud a amar al Señor. Estoy agradecido por las experiencias que he tenido al vivir lejos de Sion—la Sion de Utah—en los rincones más lejanos de este país y en muchas áreas del mismo. Hay muchas circunstancias como la mía en todo el mundo, y especialmente en los Estados Unidos. He visto, mientras he visitado sus estacas, que casi sin excepción, una familia devota ha sido instrumental en el crecimiento de la Iglesia en esa área en particular, ya que sus miembros han decidido servir al Señor, dedicarse a la obra y edificar la Iglesia.
Estamos agradecidos por cualquier papel que hayamos tenido en la construcción de la Iglesia en las áreas donde hemos vivido, y al hacerlo, hemos fortalecido nuestros testimonios y nos hemos sentido fuertes en las cosas que hemos hecho. Encuentro fortaleza y consuelo en las enseñanzas que el Señor dio al Profeta José Smith, donde él dijo: “Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de cosas pequeñas proceden las grandes” (D. y C. 64:33).
Una de mis escrituras favoritas, de la cual recibo gran consuelo, se encuentra en la sección 59 de Doctrina y Convenios: “el que hace obras de justicia recibirá su recompensa, paz en este mundo y vida eterna en el mundo venidero” (D. y C. 59:23). No puedo imaginar una recompensa mayor que tener paz en este mundo, la aprobación del Padre, sintiendo que las cosas que haces son aceptables para el Señor y que le estás sirviendo de tal manera que tienes paz en tu vida. Y, por supuesto, todo lo que cualquiera de nosotros busca es la vida eterna en el mundo venidero.
Les doy mi testimonio de que esta es su obra y que, si guardamos los mandamientos del Señor y le servimos bien, tendremos paz en nuestras almas, recibiremos esa aprobación del Padre, la paz que estamos buscando, y ciertamente obtendremos la vida eterna, que es nuestra meta final. Ruego por esto en el nombre de Jesucristo. Amén.
























