Capítulo 1
DE LA PROFECÍA CUMPLIDA
DIOS ES EL AUTOR DE LA PROFECÍA.
“Tenemos también la palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones:
“Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación particular;
“Porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
A fin de comprobar alguna cosa por medio de las Escrituras, es indispensable que, en primer lugar, se establezca alguna regla de interpretación, definitiva e infalible, sin la cual la mente se perderá en la incertidumbre y la duda, siempre aprendiendo, pero nunca llegando al conocimiento de la verdad.
Por haber prescindido de tal regla, el género humano se ha hundido en la mayor confusión e incertidumbre, en lo que respecta a sus estudios bíblicos. De hecho, mientras el género humano se arrogue la libertad de transformar y espiritualizar la palabra de Dios, o quiera darle una interpretación dudosa o privada, todo seguirá siendo incertidumbre.
“Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas; para que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.”
Ahora bien, supongamos que un amigo nos escribe desde un lugar lejano, y nos promete ciertas cosas, de acuerdo con determinadas condiciones, que, si podemos lograr, serán para nuestro gran provecho y ventaja. Desde luego, se podría decir que la carta fue escrita para nuestro provecho e instrucción, para que, por medio de la paciencia y la consolación de la carta, nosotros pudiésemos tener esperanza de lo que en ella se nos había prometido.
De manera que si entendiésemos claramente la carta, y supiésemos lo que debíamos esperar, la comunicación nos impartiría consuelo y esperanza. Por otra parte, si hubiese alguna duda o incertidumbre en nuestras mentes respecto del significado de la comunicación, entonces no podríamos recibir ninguna consolación o esperanza segura de las cosas que en ella estaban escritas, por no saber en qué esperar, y, consecuentemente, la carta nada nos aprovecharía.
Lo mismo pasa con las Escrituras. Ninguna de sus profecías o promesas puede beneficiar al lector o dar consuelo y esperanza a su alma, sino hasta que las entienda claramente, y así sepa qué esperar.
Ahora bien, las predicciones de los profetas se pueden entender tan fácilmente como el almanaque que anuncia un eclipse, porque, de lo contrario, la Biblia viene a ser, de todos los libros, el de más dudosa utilidad. Habría sido mucho mejor para el género humano si el gran Autor de nuestra existencia jamás hubiese revelado cosa alguna a sus criaturas caídas, en lugar de revelarles un libro que los dejaría en la duda y la incertidumbre, para contender uno con otro de generación en generación, respecto del significado de su contenido.
Nadie puede negar que esta duda y contención han existido por siglos. Los sabios y los instruidos han diferido, y aún difieren mucho el uno y el otro en lo que respecta al entendimiento de las profecías. ¿De dónde surgió esta diferencia? Una de dos: o la revelación es deficiente, o el hombre está en error. Pero decir que la revelación es deficiente significa tachar a Dios de obrar con imperfección. ¡Cosa absurda! La falta debe estar en el hombre. Existen dos causas o motivos grandes de esta ceguedad, que me propongo presentar enseguida.
LA NECEDAD DE LA INTERPRETACIÓN PRIVADA.
En primer lugar, el género humano ha supuesto que no se tuvo por objeto que la inspiración directa del Espíritu Santo continuase en la Iglesia por todas las edades, sino que se limitó a los tiempos primitivos; pues habiendo quedado lleno el canon de las cosas necesarias, la gente ya no precisaba del Espíritu que guía a toda verdad. Por tanto, trataron de entender, conforme a su propia sabiduría y su propia erudición, aquello que sólo podía entenderse claramente por el Espíritu de verdad, porque “nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.”
En segundo lugar, habiendo perdido el espíritu de la inspiración, empezaron a establecer sus propias opiniones, tradiciones y mandamientos, dando significados e interpretaciones privadas a la palabra escrita, en lugar de aceptar lo que estaba escrito; y desde el momento en que se apartaron de su significado literal, la opinión o interpretación de un hombre llegó a valer tanto como la de otro, ya que todos se creían con la misma autoridad. Y así nacieron todas las tinieblas y equivocaciones relacionadas con estos puntos que han agitado al mundo durante estos últimos dieciocho siglos.
UN MANDAMIENTO DE VALOR INCALCULABLE.
Entre la variedad de objetos que ocupan la atención del género humano, hay uno que es de mayor valor que todos los demás. Es un principio que, cuando se llega a poseer, ayudará muchísimo a obtener todas las otras cosas que vale la pena poseer, ya sea poder, bienes, riquezas, honores, tronos o dominios. Son pocos, comparativamente, los que lo han tenido. Ha estado al alcance de muchos otros, pero éstos no se dieron cuenta de su existencia o no conocieron su valor. Ha obrado maravillas por los pocos que lo han poseído. A algunos les permitió escapar de ser ahogados, mientras que toda alma que no lo tenía se perdió en las profundidades. A otros salvó del hambre, mientras miles perecían alrededor de ellos. Con su ayuda, los hombres frecuentemente han sido elevados a posiciones de dignidad en la nación; más aún, algunos han ascendido a los tronos de los imperios. Por haberlo poseído, algunos han subido, en ocasiones, desde el calabozo hasta el palacio; y ha habido casos en que aquellos que lo tenían fueron librados de las llamas, mientras eran consumidas las ciudades en las que perecía toda alma viviente, salvo ellos.
Frecuentemente, cuando el hambre o la espada han destruido una ciudad o nación, sólo aquellos que la poseyeron pudieron escapar ilesos. Al llegar a este punto, el lector tal vez preguntará: ¿Qué puede ser esa cosa? Hacednoslo saber para comprarla, aunque tengamos que sacrificar cuanto poseamos en la tierra. Este tesoro, querido lector, es la presciencia, el conocimiento de cosas futuras. Si se publicara un libro titulado “El Conocimiento de lo Futuro”, y el género humano verdaderamente se convenciera de que daba cierto conocimiento preciso de acontecimientos futuros, de tal manera que sus páginas revelaran la historia futura de las naciones y muchos grandes acontecimientos, del mismo modo que la historia de Grecia o Roma descubre lo pasado, inmediatamente se vendería una edición muy grande a un precio muy elevado; de hecho, sería de valor inestimable. Pues los libros de los profetas y el espíritu de la profecía tienen por objeto precisamente la misma cosa. Bien dijo el Apóstol: “Procurad los mejores dones… mas sobre todo, que profeticéis.”
LA REGLA DE LA INTERPRETACIÓN BÍBLICA.
Habiendo dicho esto, entremos en el ancho y extenso campo que yace ante nosotros para buscar los tesoros de sabiduría y conocimiento que han estado brillando por siglos como luz en un lugar oscuro. Exploraremos unas regiones que para muchos son desconocidas, contemplaremos las glorias que por todos lados se abren y se ofrecen a nuestra vista, y festejaremos con un conocimiento que, por motivo de su naturaleza, tiene como objeto ensanchar el corazón, exaltar la mente, elevar los afectos naturales sobre las cosas pequeñas, viles y mezquinas del mundo, y hacer a uno sabio para salvación.
Pero ante todo, establezcamos la regla definitiva de interpretación. Para ello no dependeremos de ningún hombre o comentario, porque el Espíritu Santo ya ha instituido dicha regla por boca de San Pedro: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación.”
LAS GRANDES DIVISIONES DE LA PROFECÍA.
Hay una división grande que siempre debemos tener presente en el estudio de la profecía, a saber, la distinción entre lo pasado y lo futuro. El lector debe determinar con cuidado cuál es la parte que se ha cumplido, y cuál es la parte que queda por cumplir; y al mismo tiempo debe recordar que la regla establecida por San Pedro se aplica tanto a una como a la otra. De modo que si en el curso de nuestro estudio descubrimos que cada una de las profecías que se han realizado hasta el tiempo presente ha tenido un cumplimiento literal, la deducción lógica es que toda profecía que todavía está por verificarse no carecerá de un cumplimiento literal.
Comencemos por los días de Noé. En Génesis leemos: “Y yo, he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá.”
En los siguientes versículos, el Señor da mandamiento a Noé de entrar en el arca y llevar consigo animales de toda especie, etc. Y en el versículo 22 se dice: “E hízolo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.” Mucho le valió a Noé no estar versado en los sistemas de espiritualizar de la teología moderna; pues de haberse hallado bajo su errónea influencia, jamás habría creído que a tan maravillosa profecía pudiera aplicársele un significado y cumplimiento literales. ¡Seguramente que no! Porque le habrían dicho que el diluvio se refería a un diluvio espiritual, y el arca a un arca espiritual, y si hubiese pensado lo contrario, enseguida lo habrían tachado de fanático, bribón o necio. Pero sucedió que fue suficientemente sencillo para aceptar la profecía literalmente. Aquí, pues, tenemos un buen ejemplo de la precognición; porque todo aquel que no la tuvo, pereció en el diluvio.
CUMPLIMIENTO LITERAL DE LAS PROFECÍAS.
La siguiente profecía que consideraremos es ésta: “Entonces dijo a Abram: Ten por cierto que tu simiente será peregrina en tierra no suya, y servirá a los de allí, y serán por ellos afligidos cuatrocientos años. Mas también a la gente a quien servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con grande riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del Amorreo hasta aquí.”
La servidumbre de los hijos de Israel durante cuatrocientos años, junto con su salida del país con mucha substancia, los juicios de Dios sobre Egipto, así como la muerte de Abraham a una edad muy avanzada, son hechos tan bien conocidos que no hay necesidad de comentarlos aquí. Basta decir que son ejemplos notables del cumplimiento literal de profecías anunciadas más de cuatrocientos años antes de que se cumplieran. De esto, inferimos que ninguno de estos hombres de la antigüedad conocía el sistema moderno de espiritualizar.
Consideremos ahora lo siguiente: “Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? ¿Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar: porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor de ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto Jehová nos ha enviado para destruirlo.”
Lot, teniendo la sencillez suficiente para creer en aquello literalmente, tomó a cuantos de su familia quisieron acompañarlo y huyó; y esto indudablemente sirvió de irrisión a los habitantes de Sodoma, que probablemente se lo quedaron mirando, mientras clamaban: “¡Engaño! ¡Superchería!” creyendo que la profecía no era más que una figura. Aquí tenemos el ejemplo de un hombre que se libró de las llamas por medio de la precognición que había recibido, mientras toda la ciudad pereció. ¡Qué bendición tan grande fue para Lot no tener conocimiento de la manera moderna de interpretar las profecías! Si en su corazón hubiese entrado la noción de que su salida de Sodoma debía ser espiritual en lugar de literal, le habría costado la vida.
EL PODER DE PRECONOCIMIENTO.
Examinemos una de las profecías de José en el país de Egipto. “He aquí vienen siete años de grande hartura en toda la tierra de Egipto: y levantarse han tras ellos siete años de hambre; y toda la hartura será olvidada en la tierra de Egipto; y el hambre consumirá la tierra; y aquella abundancia no se echará de ver a causa del hambre siguiente, la cual será gravísima.”
José entonces dio instrucciones de que se recogiese el grano en grandes cantidades durante los siete años de abundancia, a fin de abastecerse para el hambre. Y Faraón, no teniendo mayor conocimiento que sus predecesores, en lo que concernía a la escuela de la teología moderna, jamás pensó en dar a aquello sino la interpretación más literal.
De modo que junto con José, fue el instrumento en las manos de Dios para salvar del hambre no sólo a su nación, sino a la casa de Israel. Este es otro notable ejemplo del poder de la precognición. No sólo protegió del hambre, sino que elevó a José de la prisión al palacio; de la más baja degradación al honor supremo, y tanto así que se pregonaba delante de él: “Doblad la rodilla.” ¡Pero qué mortandad y lamentación habrían resultado, si hubiesen decidido que se trataba de un hambre espiritual y trigo espiritual!
Habiendo presentado algunos ejemplos claros de las edades más remotas, nos referiremos de paso a algunos de los más destacados acontecimientos proféticos, junto con su cumplimiento, hasta llegar a los profetas judíos, donde se ensancha el campo de la profecía, y en su progreso entabla relación con los acontecimientos más sobresalientes de todas las edades, y termina en una visión completa de las primeras glorias de los últimos días.
CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS EN ISRAEL.
Un caso notable, concerniente a Elías el Profeta, fue que profetizó a Acab, que no llovería durante más de tres años; cosa que se cumplió de acuerdo con su palabra.
Tenemos también el caso igualmente extraordinario de Hazael, el sirio que vino a Eliseo a pedirle que preguntara al Señor concerniente a su amo, el rey de Siria, que se hallaba enfermo. El varón de Dios se lo quedó mirando, y empezó a llorar. “Entonces díjole Hazael: ¿Por qué llora mi señor?… Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú has de ser rey de Siria.” Entonces le descubrió las crueldades que practicaría contra Israel, demasiado horribles para detallar aquí. Y Hazael, asombrado de oír aquellas cosas que se profetizaban acerca de él, se llenó de espanto, y exclamó sorprendido: “¿Por qué? ¿Es tu siervo perro, que hará esta gran cosa?” Sin embargo, causa admiración ver que todo se cumplió al pie de la letra.
En el capítulo 21 del Libro Segundo de las Crónicas está escrito que llegó a Joram una comunicación de Elías el Profeta, en la cual, después de denunciar la gran perversidad que había cometido tornándose a la idolatría y asesinando a sus hermanos de la familia de su padre, que eran mejor que él, le anuncia lo siguiente: “He aquí, Jehová herirá a tu pueblo con una grande plaga, y a tus hijos y a tus mujeres, y a toda tu hacienda; y a ti con muchas enfermedades, con enfermedad de tus entrañas, hasta que las entrañas se te salgan a causa de las enfermedades de cada día.” En el mismo capítulo leemos que los filisteos y los árabes vinieron contra él, y tomaron a sus hijos, sus mujeres y toda su hacienda; y después de esto, el Señor lo hirió en las entrañas con una enfermedad incurable, de modo que “al cabo de dos años, las entrañas se le salieron con la enfermedad, muriendo así de enfermedad muy penosa.”
JOSUÉ PROFETIZA CONCERNIENTE A JERICÓ.
En el capítulo 6 y versículo 26 de Josué hallamos una maravillosa predicción concerniente a la ciudad de Jericó:
“Y en aquel tiempo Josué les juramentó, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. En su primogénito eche sus cimientos, y en su menor asiente sus puertas.”
Después de esta maldición, la ciudad de Jericó permaneció abandonada por muchos siglos, pues nadie se atrevía a reedificarla a costa de su primogénito y su hijo menor. Pero después de una larga sucesión de jueces y reyes, habiendo pasado muchos cientos de años, Hiel de Bethel, que vivió en los días de Acab, probablemente creyendo que el Señor había olvidado la maldición que Josué había pronunciado sobre el sitio, se atrevió a reedificar la ciudad; pero no bien hubo echado los cimientos cuando murió su primogénito Abiram, y todavía persistiendo en la dureza de su corazón, al poner las puertas de la ciudad perdió a su hijo menor, Segub, de acuerdo con la palabra del Señor, que siglos antes había sido proferida por su siervo Josué.
Podríamos llenar un tomo con acontecimientos semejantes, que se hallan esparcidos por toda la parte histórica de las Escrituras; sin embargo, no lo haremos, a fin de pasar a un examen más completo de los libros de los profetas judíos. Consideraremos el cumplimiento de sus palabras sobre Jerusalén, Babilonia, Tiro, Egipto y varias otras naciones.
EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR.
Babilonia, la más antigua y renombrada ciudad del mundo, se hallaba deleitablemente situada sobre las playas de un río majestuoso que corría por la llanura de Shinar, cerca de la cual en un tiempo se levantó la torre de Babel. Estaba dispuesta en cuadro, y la rodeaba una muralla de más de cien metros de altura y noventa y seis kilómetros de circunferencia. Esta muralla tenía cien puertas de bronce, reforzadas con barras de hierro. Para cada uno de los cuatro lados había veinticinco puertas, las cuales daban entrada a calles que atravesaban la ciudad de un lado al otro, de manera que toda la ciudad estaba dividida en manzanas de igual tamaño. En el centro de estas manzanas había hermosos jardines, adornados con árboles y aceras, y engalanados por gran variedad de flores de diversos matices, mientras que las casas estaban construidas en las orillas de las manzanas y daban directamente a las calles.
En medio de esta ciudad se sentaba Nabucodonosor, en su trono de real esplendor y magnificencia, y en su mano el cetro que era reconocido por todos los reinos del mundo, cuando plugo a Dios descorrer la oscura cortina de lo futuro, en visión de noche, y mostrarle de una sola vez la historia del mundo, aun hasta la consumación de todas las cosas.
He aquí, vio ante él una gran imagen, cuya cabeza era de oro fino, su pecho y brazos de plata, su vientre y muslos de metal, sus piernas de hierro y sus pies en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estuvo mirando la imagen hasta que fue cortada una piedra del monte, no con manos, la cual hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido y los hizo pedazos. Entonces también fue desmenuzado el hierro, el metal, la plata y el oro, y se volvieron como el tamo en las eras del verano, y los levantó el viento y nunca más se les halló lugar; pero la piedra que hirió a la imagen se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.
Cuando fue llevado Daniel ante el rey para que declarase el sueño y la interpretación, el profeta exclamó: “Hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer a cabo de días.”
DANIEL INTERPRETA EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR.
Entonces, después de referir el sueño, manifestó lo siguiente:
“Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, potencia, fortaleza y majestad. Y todo lo que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él ha entregado en tu mano, y te ha hecho enseñorear sobre todo ello: tú eres aquella cabeza de oro. Y después de ti se levantará otro reino menor que tú; y otro tercer reino de metal, el cual se enseñoreará de toda la tierra. Y el reino cuarto será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y doma todas las cosas, y como el hierro que quebranta todas estas cosas, desmenuzará y quebrantará. Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero, y en parte de hierro, el reino será dividido; mas habrá en él algo de fortaleza de hierro, según que viste el hierro mezclado con el tiesto de barro. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro, y en parte de barro cocido, en parte será el reino fuerte, y en parte será frágil. Cuanto a aquello que viste, el hierro mezclado con tiesto de barro, se mezclarán con simiente humana, mas no se pegarán el uno con el otro, como el hierro no se mistura con el tiesto.
“Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado a otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre. De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con manos, la cual desmenuzó al hierro, al metal, al tiesto, a la plata y al oro; el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo porvenir: y el sueño es verdadero, y fiel su declaración.”
EL CUMPLIMIENTO DEL SUEÑO DE NABUCODONOSOR.
En esta vista panorámica que se nos da del asunto, vemos que nos son presentados, en sucesión, primero, el reino de Nabucodonosor; segundo, los medos y los persas, que arrebataron el reino a Belsasar y tuvieron dominio sobre toda la tierra; tercero, los griegos, bajo Alejandro Magno, que conquistó el mundo y reinó en medio de Babilonia; cuarto, el Imperio Romano, que subyugó todas las cosas; quinto, su división en los imperios de oriente y occidente, y su desmoronamiento o subdivisión final en los varios reinos de la Europa moderna, representados por los pies y los dedos de los pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Y por último, nos es presentado un reino completamente nuevo, organizado por el Dios del cielo en los últimos días o durante la época de los reinos representados por los pies y los dedos de los pies. Este último reino jamás iba a cambiar de rey, como había sucedido con todos los demás reinos que lo habían precedido. Ni tampoco iba a ser dejado a otro pueblo. Iba a desmenuzar a todos los demás reinos, y permanecer para siempre.
Muchos suponen que este último reino al que se hace referencia es el reino de Dios, que se organizó en los días de Cristo o sus apóstoles. Pero mayor disparate no podría existir, pues el reino de Dios que se estableció en la época de Cristo o sus apóstoles no desmenuzó a ninguno de los reinos del mundo; al contrario, se hizo la guerra contra él y fue vencido, como cumplimiento de las palabras de Daniel 7:21: “Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía”; y también el versículo 22: “Hasta tanto que vino el Anciano de gran edad, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y vino el tiempo, y los santos poseyeron el reino”; igualmente el 27: “Y que el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le servirán y obedecerán.”
EL REINO DE DIOS SERÁ ESTABLECIDO.
En las revelaciones de Juan está escrito: “Y le fue dado hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También le fue dada potencia sobre toda tribu, pueblo, lengua y gente.” En cumplimiento de estas declaraciones, se dio poder a las autoridades de la tierra para matar a los apóstoles y hombres inspirados, y los pocos que quedaron fueron desterrados de entre los hombres u obligados a huir a las islas desoladas o las cuevas de las montañas de la tierra, personas de las cuales el mundo no era digno. Al mismo tiempo, se insinuaron en su lugar falsos profetas y maestros que los hombres se buscaron, porque no pudieron aguantar la sana doctrina.
Así fue cómo se desorganizó el reino de Dios, y se perdió de entre los hombres, y en su lugar fueron instituidas las doctrinas e iglesias de los hombres. Pero tenemos por objeto tratar este tema más extensamente al referirnos al Reino de Dios.
Baste decir que el reino de que habla Daniel es algo que el mismo Dios de los cielos va a organizar en los últimos días, sin la ayuda de instituciones humanas o los preceptos de los hombres. Y cuando quede organizado, nunca jamás cesará de crecer, ni podrán estorbar su progreso todos los poderes de la tierra y el infierno, hasta que por fin se siente el Anciano de gran edad, y venga el Señor Jesús en las nubes del cielo con poder y grande gloria, como Rey de reyes y Señor de señores; y destruirá todos los demás reinos, y entregará el reino y la grandeza del reino, bajo todos los cielos, a los santos. Entonces no habrá sino un Señor, y no tendrá sino un nombre, y Él será el rey de toda la tierra.
Volvamos ahora a Nabucodonosor, a quien el Señor, por boca de Jeremías, llama su siervo para ejecutar sus juicios sobre las naciones. Parece que el Señor ensalza a este gran hombre, y lo hizo rey de reyes y señor de señores, y lo armó con su propia espada y lo invistió con poder y autoridad, con el expreso fin de ejecutar sus juicios, y azotar y humillar a todas las naciones de la tierra. El capítulo 25 de Jeremías dice que el Señor tenía propuesto llevar a Nabucodonosor y a su ejército contra todas las naciones circunvecinas, a fin de asolarlas y tenerlas cautivas durante setenta años; y después de setenta años, se volvería y castigaría al rey de Babilonia y a su nación por causa de sus iniquidades.
¿Quién es el que puede seguir la historia del cumplimiento de estos notables acontecimientos, indicados con tanta exactitud por Jeremías, Isaías y Ezequiel, y no maravillarse y asombrarse del prodigioso don de profecía que habilitaba a estos hombres para leer la historia de lo futuro con la facilidad que leían la historia de lo pasado? Por cierto, es difícil que el que en estos días se ponga a leer la historia de los babilonios, medos y persas, griegos, romanos y egipcios, junto con la de los judíos, llegue a estar más familiarizado con los acontecimientos verificados en esas naciones, que los profetas que los anunciaron setenta años antes.
Nabucodonosor subyugó a los judíos; su ciudad, Jerusalén, fue incendiada, así como su templo; sus príncipes, nobles y plebeyos fueron transportados a Babilonia junto con todas sus cosas santas. Jeremías predijo claramente los detalles de esta destrucción y cautividad, y aun el tiempo de su duración, a saber, setenta años.
Después de vencer a los judíos, el rey de Babilonia marchó contra Tiro, la ciudad de mercaderes, situada en una bahía del mar, y rodeada no solamente por el mar, sino por una fuerte muralla. Tan impregnable fortaleza puso a prueba toda la habilidad y perseverancia de Nabucodonosor y su ejército entero, que trabajaron incesantemente por mucho tiempo, y al fin lograron apoderarse de Tiro y la sujetaron al cautiverio durante setenta años. Pasado esto, volvieron y restablecieron su ciudad, porque Jeremías con anterioridad había anunciado el vencimiento de Tiro, su cautividad de setenta años y su restauración al terminar ese período de tiempo.
Después de la restauración de Tiro, la ciudad floreció por un tiempo, pero más tarde fue reducida a una desolación completa. Sus fragmentos y ruinas se ven hasta el día de hoy en el fondo del mar, y el sitio que ocupaba es ahora una roca estéril, habitada solamente por un puñado de humildes pescadores. Toda esta desolación, y aun su apariencia actual de perpetua ruina y asolación, fueron claramente indicadas por los profetas.
NABUCODONOSOR CUMPLIÓ LOS PROPÓSITOS DE DIOS
Cuando el rey de Babilonia logró apoderarse de Tiro, después de que su ejército padeciera mucho debido al rigor de la campaña, el Señor, por medio de Ezequiel, prometió darle los despojos de Egipto para su ejército, a fin de recompensarlo por el gran servicio que había prestado a Dios en la conquista de Tiro. Vemos que entonces hizo la guerra a Egipto, lo dominó y lo tuvo cautivo hasta que se cumplieron los setenta años.
Por último, podemos ver cómo ejecutó la venganza e ira del Señor contra Uz y sobre los reinos de los filisteos: Ascalón, Gaza, Ecrón, Edom, Moab, Ammón, Dedán, Tema y Buz; y sobre los reyes de Arabia, Zimri y Elam; y sobre todos los reyes de los medos; y sobre todos los reyes del norte, cercanos y lejanos; y, por último, sobre todos los reyes del mundo, que, ebrios y vomitados, iban a caer para no levantarse más, a causa de la espada que Él mandaría entre ellos.
Sin embargo, cuando el Señor hubiera cumplido su voluntad en estas naciones, Él tenía propuesto castigar, a su vez, a aquel gran monarca y a los que lo sucedieran, junto con la ciudad y nación que reinaba, y por fin convertirlos en desolación perpetua. Y todo eso por motivo del orgullo y la soberbia, pues el Señor declaró: “¿Gloriaráse el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve?”
A fin de considerar los acontecimientos que se relacionan con el regreso de los judíos y las otras naciones, después de su cautiverio de setenta años, así como el castigo de Babilonia, haremos mención de otra persona de carácter muy distinto al de Nabucodonosor: uno que en las Escrituras es llamado “el ungido de Jehová”. Puede decirse que es uno de los personajes más extraordinarios que el mundo pagano jamás haya producido. Su magnanimidad, arrobo, perseverancia, éxito y, más que todo, su obediencia estricta a los mandamientos de ese Dios que ni él ni sus padres conocieron, son prueba de que Isaías no se equivocó cuando dijo que era “el ungido de Jehová” para librar a las naciones del cautiverio, combatir y subyugar a la más grande ciudad y monarquía que jamás había existido sobre la tierra, restaurar a los judíos y reedificar la ciudad y el templo. En verdad, fue uno de los pocos hombres que el mundo produce solo para fines extraordinarios.
Leamos la descripción que el profeta hace de él: “Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar gentes delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: yo iré delante de ti, y enderezaré las tortuosidades; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados; para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; púsete sobrenombre, aunque no me conociste. Yo Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste; para que se sepa desde el nacimiento del sol, y desde donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo.”
En el versículo 13 dice así: “Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones, dice Jehová de los ejércitos.” El lector recordará que Isaías vivió cerca de cien años antes de la cautividad de los judíos, y ciento setenta años antes de que Ciro decretase su repatriación.
GRANDES CONQUISTAS DE CIRO.
Deseo detenerme aquí para preguntar: ¿Qué poder, aparte del poder del gran Dios, puede habilitar a un hombre para llamar a otro por su nombre, cien años antes de su nacimiento, y entonces predecir correctamente la historia de su vida?
¿Cuál no sería su asombro y admiración cuando, después de muchos años de guerras y conmociones, durante los cuales anduvo conquistando y juntando como en un nido las riquezas de las naciones, por fin plantó sus tiendas a un lado de las murallas del sitio más fuerte de toda la tierra? Contemplando sus muros de más de cien metros de altura, con sus puertas de metal y sus barras de hierro, y sus habitantes considerándose perfectamente protegidos, con provisiones suficientes para durarles varios años, ¿cómo fue que se le ocurrió intentar vencer la ciudad? ¿Quién no habría retrocedido ante semejante empresa, a menos que fuese inspirado por el gran Jehová?
Habiendo desviado el Éufrates de su cauce, entró bajo las murallas de la ciudad por el lecho seco del río y se hizo dueño de la ciudad sin ninguna dificultad, pues el rey Belsasar, después de emborracharse con sus príncipes y concubinas, había hecho sacar los vasos de la casa del Señor que su padre había llevado de Jerusalén para beber en ellos. Al ver la escritura sobre la pared, le batieron las rodillas de terror, una contra la otra, y Daniel, acudiendo a su llamado, interpretó y declaró que su reino había sido dado a los medos y los persas.
Luego que hubo sometido esa gran monarquía, Ciro se sentó sobre el trono de reinos, y habiendo conocido a Daniel, éste indudablemente le habló de los anales judaicos. Entonces fue revelado el arcano, y pudo ver que Dios lo había llamado por su nombre, y que el Todopoderoso lo había preparado para la lucha y lo había orientado en todo su trabajo. Así pudo entender por qué cayeron en sus manos los tesoros de la tierra, por qué desfallecían delante de él los reyes, y por qué se habían abierto ante él las puertas de metal y fueron despedazadas las barras de hierro. Fue para que supiera que había Dios en Israel, y que no había otro, y que todos sus ídolos eran como nada; y así pudiese también restaurar a los judíos y reconstruir su ciudad y templo, y cumplir la voluntad de Dios sobre Babilonia.
CIRO DECRETA LA EDIFICACIÓN DEL TEMPLO.
Consiguientemente, Ciro expidió su proclamación a los judíos para que volviesen a su país, y a las demás naciones para que les ayudaran en la reconstrucción, porque, dijo él: “Dios me ha mandado edificarle casa en Jerusalén.” Esdras dice lo siguiente: “Así ha dicho Ciro, rey de Persia: Jehová, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. ¿Quién hay entre vosotros de todo su pueblo? Sea Dios con él, y suba a Jerusalén, que está en Judá, y edifique la casa a Jehová, Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén.”
¿Cuál fue el potente razonamiento, la poderosa influencia que convenció a Ciro de que el Dios de los cielos que moraba en Jerusalén, el cual solo era Dios, era quien había hecho todas aquellas cosas? No se había criado en el ambiente de la creencia en el verdadero Dios ni en las Santas Escrituras. Al contrario, siempre había sido sumamente celoso en la adoración de los ídolos, y había invocado su ayuda durante la primera parte de su vida.
Yo contesto que fue el poder de Dios, manifestado por medio de las profecías y su cumplimiento; mas no en un sentido espiritualizado, no de una manera oscura, incierta, tenebrosa o misteriosa y difícil de entender, sino una demostración positiva, literal y clara, que nadie podía refutar o resistir. Isaías declara que eso era lo que el Señor tenía propuesto cuando revelaba sus hechos tan patentemente. Y Ciro nos manifiesta que produjo el efecto deseado.
Quisiera decir ahora que, cuando lleguemos a esa parte de la profecía que aún está por cumplirse, presentaremos evidencia positiva de que las naciones paganas de los últimos días han de ser convencidas de la misma manera en que Ciro lo fue. Es decir, se hallan claramente predichos en los escritos de los profetas ciertos acontecimientos futuros aún, que al cumplirse convencerán a todas las naciones paganas de que hay un Dios verdadero, y sabrán que Él lo ha dicho y cumplido. Y todos los grandes y todos los sabios de la cristiandad, y todas las sociedades que no den a la palabra profética una interpretación literal, serán confundidos y se verán obligados a admitir que todo ha sucedido así como está escrito.
DESOLACIÓN ETERNA DE BABILONIA.
Pero volvamos a nuestra investigación de las profecías y su cumplimiento. Los profetas no solo predijeron la conquista de Babilonia por Ciro, sino también señalaron su destino por todas las edades, y la vieron reducida a una desolación completa, que nunca jamás volvería a ser habitada, ni siquiera transitoriamente por árabes errantes: “Y Babilonia… nunca más será habitada… ni hincará allí tienda el árabe.”
El Sr. José Wolfe, célebre misionero judío, mientras viajaba en Caldea, preguntó a los árabes si plantaban sus tiendas entre las ruinas de Babilonia. Le respondieron negativamente, declarando que tenían miedo de que el espíritu de Nimrod los espantase si lo hacían. De manera que se han cumplido todas las profecías respecto de esa gran ciudad.
Edom es otro notable ejemplo del cumplimiento de las claras y directas predicciones de los profetas. Estas profecías fueron declaradas contra Edom en una época en que su suelo, sumamente fértil, se hallaba bajo cultivo, y en toda su extensión había prósperas aldeas y ciudades. Pero ahora, sus ciudades se han convertido en montones de ruinas desoladas, en las que solamente viven lechuzas, cuervos, animales salvajes, serpientes, etc., y sus tierras se han vuelto áridas. El Señor ha extendido sobre ella el cordel de destrucción y niveles de asolamiento, y ha quedado desolada de generación en generación, en cabal cumplimiento de la palabra profética anunciada por boca de sus siervos.
LA VISIÓN DE DANIEL Y SU INTERPRETACIÓN.
Vamos ahora a considerar de paso la visión de Daniel, que se halla en el octavo capítulo de sus profecías, concerniente al carnero y al macho cabrío. Convendría que el lector considerase y leyese todo el capítulo, pero notaremos con particularidad la interpretación que le fue dada por Gabriel.
“Y dijo: He aquí, yo te enseñaré lo que ha de venir en el fin de la ira: porque al tiempo se cumplirá: aquel carnero que viste, que tenía cuernos, son los reyes de Media y de Persia. Y el macho cabrío es el rey de Javán; y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y que fue quebrado y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos sucederán de la nación, mas no en la fortaleza de él. Y al cabo del imperio de éstos, cuando se cumplan los prevaricadores, se levantará un rey altivo de rostro, y entendido en dudas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza suya; y destruirá maravillosamente, y prosperará; y hará arbitrariamente, y destruirá fuertes y al pueblo de los santos. Y con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá a muchos: y contra el príncipe de los príncipes se levantará; mas sin mano será quebrantado.”
En esta visión se hace referencia primeramente a los medos y persas, antes de ser conquistados por Alejandro Magno, rey de Grecia. Es bien conocido el hecho de que este imperio se hizo grande y extendió sus dominios, después de la muerte de Daniel, hacia el oeste, el norte y el sur, de modo que nadie pudo resistirlo, hasta que Alejandro, rey de Grecia, llegó del oeste con un ejército pequeño de hombres escogidos y se lanzó contra los persas que se hallaban al otro lado del río. Echándose al agua con su caballo, ordenó a su ejército que lo siguiera y, atravesando las aguas, cayeron sobre el enemigo, que, no obstante la ventajosa posición que ocupaban y el gran número de sus fuerzas, fue totalmente derrotado. Entonces los griegos, después de poner a fuga a los persas en otros combates, subyugaron y conquistaron el país, hasta dejar a éstos completamente vencidos.
Igualmente bien sabido es el hecho de que Alejandro siguió conquistando nación tras nación hasta que, habiendo subyugado el mundo, murió en Babilonia a la edad de treinta y dos años. Así que, después de estar en su mayor fuerza, “aquel cuerno fue quebrado, y en su lugar subieron otros cuatro maravillosos hacia los cuatro vientos del cielo.”
Como todos sabemos, la historia testifica que su reino fue dividido entre cuatro de sus generales, que jamás alcanzaron la magnitud o poder que él tuvo.
En los postreros días del dominio de éstos, habiendo llegado a su punto culminante la transgresión de los judíos, el poder romano destruyó la nación judaica, tomó Jerusalén, hizo cesar el continuo sacrificio y no solo eso, sino que más tarde destruyó al pueblo grande y santo, es decir, los apóstoles y cristianos primitivos, que murieron por órdenes de Roma.
LA PRECOGNICIÓN PROFÉTICA VIENE DE DIOS.
Quisiera preguntar ahora: ¿Acaso la historia ha hecho una relación más clara de acontecimientos ya transcurridos, en el país que sea, que la visión de Daniel respecto de sucesos que en esa época eran todavía futuros, algunos de los cuales iban a tardar algunos siglos en realizarse, revelando así acontecimientos que la perspicacia humana nunca podría haber previsto?
El hombre, por medio de su propia sagacidad, podrá realizar muchas cosas: podrá atravesar el inmenso océano sin la ayuda de los vientos o la marea; podrá remontarse en las nubes sin la ayuda de alas; podrá viajar sobre la tierra con sorprendente velocidad sin necesidad de bestias, o podrá comunicar sus pensamientos a sus semejantes sin la ayuda de cartas. Pero hay un principio que jamás logrará; no, ni aun con toda la sabiduría combinada de las edades. Es algo que no se puede comprar con dinero, que únicamente de Dios viene y se confiere al hombre como don gratuito. Dijo el profeta a los ídolos: “Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses.”
PROFECÍAS MESIÁNICAS.
Enseguida procuraremos mostrar con cuánta exactitud se cumplieron literalmente las profecías en la persona de Jesucristo. “He aquí que la virgen concebirá”, anunció el profeta en la antigüedad, “y parirá un hijo.” También se proclamó que nacería en Belén, y que sería llamado de Egipto, donde vivió con sus padres. Al volver de ese país, se radicó en Nazaret, porque estaba escrito “que había de ser llamado nazareno”. Entró en Jerusalén sobre un pollino, hijo de animal de carga, porque el profeta había dicho: “He aquí, tu rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna.”
Las profecías también habían declarado: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto. Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque cortado fue de la tierra de los vivientes. Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados… y por su llaga fuimos nosotros sanados. Dispúsose con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte.” En igual manera se profetizó que ninguno de sus huesos sería quebrantado; que echarían suertes sobre sus vestidos; le darían de beber hiel y vinagre; sería vendido por treinta piezas de plata, y por último, cuando ya todo fuese consumado, reposaría en la sepultura hasta el tercer día para levantarse triunfante, sin que su cuerpo viese la corrupción.
CUMPLIMIENTO LITERAL DE LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS.
Pues bien, si hubiésemos acompañado a nuestro querido Redentor durante su vida en la tierra y con toda diligencia hubiésemos escrito las circunstancias particulares de su vida y muerte, tal como iban ocurriendo, nuestra narración no sería más clara que la que los profetas declararon siglos antes de que Él naciera.
Hay una cosa relativa a la manera en que los apóstoles interpretaban las profecías que merece nuestra atención, y es que ellos no hacían sino citarlas y luego testificar de su cumplimiento literal. Haciendo esto, pudieron inculcar estas verdades en el corazón de la gente que se reunía en las sinagogas judías, y con pruebas tan convincentes que aquellos que los escuchaban se veían constreñidos a creer que el supuesto impostor que habían crucificado era realmente el Mesías. Pero si acaso se les hubiese ocurrido dar una aplicación simbólica o incierta, como los teólogos de la actualidad, todo se habría vuelto incertidumbre y duda, y la demostración habría desaparecido de la tierra.
PROFECÍA CONCERNIENTE A JERUSALÉN.
Habiendo examinado las profecías del Antiguo Testamento, en lo que concierne a las profecías y su cumplimiento, y habiendo claramente mostrado que no era otro su objeto sino el de un cumplimiento literal, el investigador podrá preguntar si la misma cosa se aplica a las predicciones que encierra el Nuevo Testamento. Por consiguiente, citaremos del Nuevo Testamento algunos ejemplos importantes de las profecías y su cumplimiento. Hecho esto, nos hallaremos preparados para entrar en el vasto campo de lo que aún está por cumplirse.
Una de las profecías más notables de las Santas Escrituras se halla en San Lucas: “Y cuando viereis a Jerusalén cercada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estuvieren en Judea huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de venganza: para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las preñadas, y de las que crían en aquellos días! porque habrá apuro grande sobre la tierra e ira en este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada de los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos.”
JERUSALÉN FUE HOLLADA DE LOS GENTILES.
Esta profecía se refiere al destino de Jerusalén, el templo y toda la nación judía, durante dieciocho siglos, por lo menos. Como en el año 70 el ejército romano cercó a Jerusalén, los discípulos se acordaron de la advertencia que cuarenta años antes les había hecho su Señor y Maestro, y huyeron a las montañas. Fue tomada la ciudad de Jerusalén después de un largo y pesado sitio, durante el cual los judíos fueron diezmados por el hambre, la pestilencia y la espada. Llenaban las casas con sus muertos por carecer de lugar donde enterrarlos, mientras que las mujeres comían a sus propios hijos por no tener alimentos.
Perecieron en Judea, en esta lucha, cerca de un millón y medio de judíos, además de los que fueron llevados cautivos. Su país fue asolado, les fue destruido su templo y el miserable resto fue esparcido entre todas las naciones de la tierra; y en esta condición se han hallado hasta el día de hoy, pues han sido echados de un país a otro, frecuentemente acusados de los más terribles crímenes, a causa de lo cual han sido desterrados y sus bienes confiscados. En verdad, los han tenido por bandidos entre las varias naciones, las plantas de sus pies no han hallado descanso y han sido un escarnio y oprobio; y las gentes han dicho: “Estos son pueblo de Jehová, y de su tierra de él han salido.”
Mientras tanto, las naciones de los gentiles han poseído la tierra de Canaán, y han hollado con sus pies la ciudad santa donde los antepasados de los judíos adoraron al Señor. Sin embargo, durante este largo cautiverio, los judíos no han olvidado las promesas hechas concernientes a su restauración. Sus ojos han estado mirando anhelosamente hacia el día en que de nuevo poseerán la herencia bendita legada a sus padres, cuando de nuevo podrán edificar su ciudad y su templo, y les sea restablecido su sacerdocio y puedan adorar como en los días antiguos. Es cierto que varias veces han intentado volver, pero han resultado frustrados todos sus esfuerzos, porque el decreto inalterable fue que Jerusalén había de ser hollada de los gentiles hasta que el tiempo de ellos fuese cumplido.
Moisés y los profetas escribieron plenamente sobre este asunto; por cierto, Moisés mencionó aun el hecho de que comerían a sus hijos secretamente durante el sitio y el rigor con que los acosarían sus enemigos en todas sus entradas. Quien leyere el capítulo 28 de Deuteronomio leerá la historia de lo que ha acontecido a los judíos, predicha por Moisés con toda la claridad que distingue la historia de los acontecimientos que ya han sucedido, y lo hizo miles de años antes de que se realizara.
CUMPLIMIENTO LITERAL DE LAS PROFECÍAS DEL NUEVO TESTAMENTO.
El siguiente ejemplo se halla en los Hechos. Un profeta llamado Agabo tomó el cinto de Pablo, y al atarse con él las manos y los pies, declaró: “Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.” El cumplimiento de esta palabra es tan bien conocido que no necesita comentarios.
Por tanto, pasaremos adelante para examinar una de las profecías de San Pablo: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas.”
Esta declaración se ha cumplido al pie de la letra, porque se aplica a todo maestro religioso que ha aparecido desde aquella época hasta la nuestra, salvo aquellos que son comisionados por revelación directa e inspirados del Espíritu Santo. Pero a fin de convencer al lector de su cabal cumplimiento, no tenemos más que señalar al incontable número de sacerdotes de la actualidad que predican por dinero y adivinan por precio, y que reciben su autoridad de sus semejantes; y en cuanto a las fábulas a las que se han tornado, no tenemos más que mencionar las privadas y espiritualizadas interpretaciones que llegan a nuestros oídos desde casi toda imprenta y púlpito religiosos.
Hay otra profecía del apóstol Pablo que bien vale la pena considerar, ya que se puede aplicar a los días en que vivimos. Es la siguiente: “Esto también sepas, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos: que habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad, sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios; teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado la eficacia de ella: y a éstos evita.”
TERRIBLE ESTADO DE LA CRISTIANDAD MODERNA.
Con gran asombro nos damos cuenta, por el último de estos pasajes citados, que esta terrible maldad únicamente se aplica a los profesores de religión; es decir, la profecía nos aclara que tal sería la naturaleza de los que compondrían la parte cristiana (así llamada) de las comunidades. No os espantéis, pues no hacemos esta denuncia sin evidencia positiva. Hay que recordar que los que no son profesores no tienen ninguna forma de piedad; se habla más bien de esas personas impías que afirman tener apariencia de piedad y sin embargo niegan su eficacia o poder. Mas si alguna duda tenéis del testimonio de San Pablo sobre este asunto, mirad alrededor, examinad por vosotros mismos: “Por sus frutos los conoceréis.”
Tengo el corazón acongojado mientras escribo. ¿Habremos llegado hasta ese extremo? ¿Será que el espíritu de la verdad ha quitado el velo de oscuridad en los últimos días solo para revelarnos la visión de un pueblo caído? ¿De una iglesia apóstata, llena de toda especie de abominaciones, que hasta desprecia a los que son buenos, mientras que a ella no le queda sino la apariencia de piedad y niega el poder de Dios, es decir, que desecha la inspiración directa y los dones sobrenaturales del Espíritu, que siempre distinguen la Iglesia de Cristo? ¿Fue solo para esto que el Espíritu Santo manifestó en visión a los santos hombres los acontecimientos de tiempos futuros, permitiéndoles ver las glorias de los últimos días?
¡Oh, profetas y apóstoles, varones santos de la antigüedad! ¿Qué habéis hecho, si paráis aquí? ¿Si vuestra visión profética solo alcanza hasta el año actual? He aquí, habéis llenado nuestras almas de tristeza y desesperación; habéis dejado a los judíos errando con pena y en tinieblas, lejos de todo lo que sus corazones más estiman: su tierra desolada, su ciudad y templo en ruinas y ellos sin el conocimiento del verdadero Mesías. Los gentiles, después de participar de la misma incredulidad, han quedado sin fruto, muertos, desarraigados, con tan solo la apariencia de piedad, mientras que, por otra parte, los poderes que distinguían la antigua Iglesia han huido de entre los hombres. ¿Es ésta la consumación de todas vuestras obras? ¿Es esto lo que habéis buscado, y para lo que os habéis afanado, desangrado y muerto? Pauso para que me respondáis. Si tenéis reservada una palabra de consuelo, concerniente a lo futuro, declaradla presto a fin de que nuestras almas no tengan que permanecer en el tenebroso valle de tristeza y desesperación.
























