Una Voz de Amonestación

Capítulo 5

DE LA RESURRECCIÓN DE LOS SANTOS Y DE LA RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS ANUNCIADAS POR LOS PROFETAS.


EL SIGNIFICADO DE RESTAURACIÓN.

Este es uno de los asuntos más importantes que la mente humana puede contemplar, y quizá tan desconocido en la época actual como cualquier otro de los que están comprendidos dentro de la palabra profética. Aunque ha sido abandonado en estos días, en un tiempo fue la base de la fe, esperanza y gozo de los santos. Era el entendimiento correcto de este asunto y la firme creencia en él lo que influía en todos sus movimientos.

Una vez que quedaban fijos sus pensamientos en este tema, no podían ser movidos de su propósito; su fe era firme, su gozo constante y su esperanza como un ancla para el alma, segura y fuerte, que penetraba hasta las cosas que se hallan dentro del velo. Era esto lo que les permitía regocijarse en medio de la tribulación, persecución, espada y llamas; y en vista de ello manifestaban gozo cuando eran despojados de sus bienes y gustosamente andaban errantes como extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque buscaban un país, una ciudad y una herencia que ninguno sino un santo jamás imaginó, entendió o siquiera esperó.

Ahora bien, nosotros nunca podremos entender precisamente qué quiere decir la restauración a menos que entendamos lo que se ha perdido o quitado. Por ejemplo, cuando ofrecemos restaurar algo a cualquier hombre, damos a entender que en un tiempo tuvo aquello y lo perdió, y nosotros vamos a procurar restituirle o darle posesión de lo que una vez tuvo. Por tanto, cuando algún profeta se refiere a la restauración de todas las cosas, significa que todas las cosas han sufrido un cambio, y que de nuevo van a ser restauradas a su orden primitivo, tal como existieron en el principio.

PERFECCIÓN DE LA CREACIÓN PRIMITIVA.

En primer lugar, pues, se precisa que examinemos la creación, tal como salió en su pureza de la mano de su Creador, pues si podemos descubrir el verdadero estado en que entonces existía y entendemos los cambios que desde ese tiempo han ocurrido, nos será más fácil entender lo que debe ser restaurado; y estando dispuestos nuestros entendimientos, esperaremos precisamente las cosas que han de venir, y no habrá peligro de que, en la ignorancia, levantemos nuestro débil brazo para oponernos a las cosas de Dios.

Nos referiremos primero a la tierra, en lo que respecta a su faz, su situación local y también su producción. Después de que Dios hubo creado los cielos y la tierra, y separado la luz de las tinieblas, su siguiente mandato fue a las aguas: “Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase la seca: y fue así.” Esto nos revela un hecho asombroso que muy pocos han comprendido o creído en esta edad extraviada: aprendemos que las aguas, que hoy se hallan divididas en océanos, mares y lagos, en esa época se hallaban juntas en un extenso océano, y, consiguientemente, que la tierra, que ahora se encuentra partida y dividida en continentes e islas casi innumerables, era entonces un amplísimo continente o cuerpo unido, y no separado como se conoce en la actualidad.

En segundo lugar, leemos que el Señor declaró que la tierra, así como todo lo demás, era muy buena. Esto nos da a entender que no había desiertos, yermos, pantanos, cerros escarpados o grandes montañas cubiertas de nieves eternas; y no había parte del planeta que estuviese en las zonas glaciales para darle un clima lúgubre e improductivo, sujeto a heladas eternas y perpetuas cadenas de hielo, sino que toda la tierra era probablemente una vasta llanura, entreverada con pequeñas elevaciones y ondulaciones, bien adecuadas para el cultivo. A la vez, su clima tenía una variedad agradable, con los moderados cambios de calor y frío, y sus épocas de lluvia y sequía, que sólo tendían a coronar los variados años con la mayor diversidad de productos: todos para el bien del hombre, las bestias, las aves y lo que se arrastra, mientras que los floridos valles y fragantes arboledas esparcían su dulce aroma sobre las alas de toda brisa. Toda la amplia creación de seres vivientes sólo conocía la salud, la paz y el gozo.

LA VIDA SOBRE EL PARAÍSO TERRENAL.

Enseguida leemos: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda hierba que da simiente, que está sobre la haz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se mueve sobre la tierra, en que hay vida, toda hierba verde les será para comer: y fue así.”

Estos versículos nos dan a entender que la tierra no producía hierbas nocivas, ni plantas venenosas, ni inútiles cardos y espinas. De hecho, todo lo que crecía tenía por objeto ser comida para el hombre, el animal, el ave y las cosas que se arrastran; y todo su alimento era materia vegetal. Jamás se sacrificaba la carne o la sangre para satisfacer sus almas o gratificar sus apetitos. Los animales de la tierra vivían en perfecta armonía entre ellos: el león comía paja como el buey, el lobo vivía con el cordero, el leopardo se acostaba con el cabrito, y la vaca y la osa pacían juntas en el mismo campo. Todo era paz y armonía, y no había nada que dañara o molestara en todos los santos montes.

Entonces, para coronar todo aquello, vemos que el hombre fue creado a imagen de Dios, y que fue exaltado en dignidad y poder, y recibió dominio sobre la vasta creación de seres vivientes que abundaban en la tierra. A la vez, su morada era un hermoso jardín, bien regado, en medio del cual se hallaba el árbol de vida, del cual podía participar libremente. Además, se hallaba en presencia de su Creador, conversaba con Él cara a cara y podía contemplar su gloria sin que fuera necesario interponer un velo nebuloso entre ellos.

Contemplemos por un momento esta bella creación con su paz y abundancia: la tierra llena de animales inofensivos que se regocijaban en toda la pradera; bellos pájaros en profusión por los aires, cuyos incesantes trinos resonaban con variedad de melodías, y todos sujetos a su legítimo soberano, que se deleitaba en ellos. En un hermoso jardín, que era la capital de la creación, se sentaba el hombre sobre el trono de este dilatado imperio, con su mano el cetro que le daba dominio sobre toda la tierra con derecho indisputable, mientras que legiones de ángeles en derredor unían sus jubilosas voces en gratos himnos de alabanza y exclamaciones de gozo. No se oían gemidos ni quejas en toda la vasta expansión; ni había tristeza, temor, dolor, llanto, enfermedad o muerte; ni contiendas, guerras o derrame de sangre, sino que la paz reinaba en cada estación, y la vida, el gozo y el amor tenían completo dominio sobre las obras de Dios. Mas, ¡oh, cómo han cambiado esas escenas!

LA CAÍDA TRANSFORMÓ AL HOMBRE, LA TIERRA Y TODA COSA VIVIENTE.

Tengo ahora la penosa obligación de indicar algunos de los cambios importantes que se han verificado, así como las causas que han conspirado para reducir a la tierra y sus habitantes a su estado actual.

En primer lugar, el hombre cayó de su posición ante Dios por ceder a la tentación. Esta caída afectó a toda la creación, así como al hombre, y ocasionó varios cambios. Fue desterrado de la presencia de su Creador, se interpuso un velo entre ellos, y el hombre fue echado del jardín de Edén para cultivar la tierra, que entonces fue maldecida por amor de él, y empezó a producir espinas y cardos. En el sudor de su rostro habría de ganarse su pan; con angustia habría de comer de él todos los días de su vida y, por último, volver al polvo. En cuanto a Eva, su castigo fue la multiplicidad de dolores y preñeces, y entre su descendencia y la de la serpiente habría enemistad continua; y su simiente heriría la cabeza de la serpiente, y ésta le heriría el calcañar.

Consideremos ahora el cambio. La escena tan bella de poco antes se ha vuelto habitación de tristeza y afán, de muerte y llanto. La tierra gime con su rendimiento de espinas y cardos. Surge la enemistad entre el hombre y la bestia: la serpiente se arrastra a escondidas, por temor de recibir la herida mortal en su cabeza, y el hombre recorre con sobresaltos la senda llena de espinas, temiendo que la serpiente le hinque los colmillos en el calcañar; y mientras tanto, el cordero derrama su sangre sobre el altar humeante. No tarda el hombre en comenzar a perseguir, odiar y asesinar a sus semejantes, hasta que al fin la tierra se llena de violencia, toda carne se corrompe, prevalecen los poderes de las tinieblas y le pesa a Noé que Dios hubiese hecho al hombre, y le duele el corazón de que el Señor tenga que ejecutar su venganza y purificar la tierra con agua.

ES CAMBIADA TODA LA SUPERFICIE Y CONDICIÓN DE LA TIERRA.

Hasta qué punto ayudó el diluvio a producir los varios cambios, en lo que concierne a la división de la tierra en fragmentos quebrados, islas y continentes, montañas y valles, no se nos ha informado. Los cambios deben haber sido considerables; pero después del diluvio, fue dividida la tierra en los días de Peleg. Ciertamente es una historia sumamente breve de un acontecimiento tan importante, y sin embargo, explica la inmensa revolución que causó que el mar se saliese de su propio lugar en el norte y se interpusiese entre diferentes partes de la tierra, que así quedaron divididas y más o menos en la forma que hoy tienen.

Eso, y los terremotos, revoluciones y convulsiones de la tierra que han ocurrido desde entonces, han contribuido a la alteración de la faz de la tierra a su estado actual, mientras que las grandes maldiciones que han caído sobre diferentes regiones, por motivo de la iniquidad de los hombres, explican la existencia de los terrenos pantanosos, los lagos hundidos, los mares muertos y los vastos desiertos. Consideremos, por ejemplo, la denunciación de los profetas respecto de Babilonia: cómo se iba a tornar en desolación perpetua, guarida de bestias feroces, habitación de aves inmundas y repugnantes, nido de lechuzas; y que jamás sería habitada, sino que sería terreno desolado de generación en generación.

Contemplemos también las llanuras de Sodoma, cubiertas de pueblos, ciudades y jardines florecientes, bien regados. ¡Mas cómo ha cambiado! Un extenso mar de agua estancada es lo único que marca el sitio. Acordémonos de la tierra de Palestina en los días de Salomón: podía sostener a millones de habitantes, aparte de rendir trigo en abundancia y otros productos que permutaban con las naciones vecinas. Ahora es una región estéril que apenas puede sostener unos pocos infortunados habitantes. Cuando dirijo la mirada a mi propio país, y veo los numerosos pantanos, lagos y lagunas de aguas estancadas, junto con las vastas montañas e innumerables lugares escabrosos donde las peñas se han hendido y partido, desde su centro hasta su circunferencia, tengo que exclamar: ¿Cuál es la causa de todo esto?

Al leer el Libro de Mormón, se me informa que al tiempo que Cristo fue crucificado entre los judíos, todo este continente americano fue sacudido hasta sus centros; que se hundieron muchas ciudades y aparecieron las aguas en su lugar; que todas las rocas se partieron en dos; que las montañas fueron elevadas a una altura grandísima, mientras que otras fueron hechas valles; que los caminos llanos se hicieron escabrosos, y que fue cambiada toda la faz del país. Es entonces cuando exclamo: ¡Estas cosas ya no encierran un misterio; ahora he aprendido el porqué de tanta maravilla que veo por todos lados al viajar por el país! Cuando paso por un banco de rocas y veo que han sido hendidas y despedazadas, mientras que algunos fragmentos enormes se hallan profundamente incrustados en la tierra a varios metros de donde fueron arrancados, exclamo con asombro: ¡Estos fueron los gemidos, las convulsiones de la naturaleza agonizante, mientras el Hijo de Dios sufría sobre la cruz!

LOS HOMBRES HAN DEGENERADO DESDE LOS DÍAS ANTIGUOS.

También los hombres se han degenerado y cambiado mucho, al igual que la tierra. Los pecados, las abominaciones y los muchos hábitos perversos de las postreras edades han aumentado las miserias, afanes y sufrimientos de la vida humana. La ociosidad, extravagancia, orgullo, codicia, borracheras y otras abominaciones que caracterizan estas últimas épocas, se han unido todas para hundir al género humano en el más bajo estado de miseria y degradación.

Por otra parte, la superchería sacerdotal y las falsas doctrinas han ayudado en gran manera a adormecer a la raza humana; y los han dejado dormidos, infinitamente lejos de las potencias y realizaciones que los antiguos lograron, y que son lo único que tiene por objeto elevar los poderes intelectuales de la mente humana, establecer nobles y generosos sentimientos, dilatar el corazón y ensanchar el alma hasta el último grado de su capacidad.

Observemos cómo conversaban los antiguos santos con el Gran Jehová; cómo aprendían de los ángeles y recibían instrucciones por el Espíritu Santo, en sueños por la noche y visiones durante el día, hasta que al fin era quitado el velo y se les permitía contemplar con asombro y admiración todas las cosas pasadas y futuras, sí, aun remontarse allá, entre los mundos sin número, mientras la ancha expansión de la eternidad se desplegaba ante su vista, y veían las poderosas obras del Gran YO SOY, hasta que por fin conocieron como son conocidos y vieron como son vistos.

Comparemos esta inteligencia con el inferior conocimiento superficial de la educación y sabiduría del mundo, que parece dejar satisfecho el estrecho pensamiento del hombre en esta generación. Sí, fijémonos en el mezquino, astuto, inconstante, avaro y tacaño calumniador del siglo en que vivimos, que no piensa más que en aumentar sus bienes o en aprovecharse del prójimo; cuyas actividades o deberes religiosos se limitan a ir a los servicios, pagar al sacerdote su salario y orar a su Dios, pero sin esperar ser oído ni contestado, pues supone que Dios ha estado sordo y mudo por muchos siglos, o que es completamente estúpido e indiferente como lo es él.

¡OH HOMBRE, CÓMO HAS CAÍDO!

Así pues, habiendo visto el contraste entre una y otra cosa, podremos formarnos una idea de la gran altura de la que el hombre ha caído. También se verá cuán infinitamente inferior a su gloria y dignidad anteriores es el estado en que ahora vive. El corazón llora y se aflige en extremo de verlo en su baja condición; y cuando reparamos en que es nuestro hermano, estamos prontos para exclamar con asombro y admiración: “¡Oh hombre, cómo has caído! En un tiempo fuiste el favorito de los cielos; tu Hacedor se deleitaba en conversar contigo, y tenías por compañeros a los ángeles y los espíritus de los justos hechos perfectos. Ahora te has degradado y has llegado al nivel de las bestias, sí, e inferior a ellas, porque miran con horror y espanto tus vanas diversiones, tus juegos y borracheras, y muchas veces te dan un ejemplo muy digno de imitar. Bien dijo el apóstol Pedro, que no sabéis nada sino aquellas cosas que conocéis naturalmente como bestias salvajes, hechas para ser tomadas y destruidas. Y así perecéis de generación en generación, mientras toda la creación gime bajo su corrupción; y la angustia, la muerte, el lamento y el llanto colman la medida de los días del hombre.”

No permitamos, empero, que nuestras almas contemplen por más tiempo este lúgubre cuadro. Bástenos decir que hemos descubierto, hasta cierto punto, lo que se ha perdido. Tornemos ahora nuestra atención a lo que los profetas anunciaron que sería restaurado.

TODOS LOS PROFETAS ESPERARON EL DÍA DE LA RESTAURACIÓN.

Mientras el apóstol Pedro predicaba a los judíos, les declaró: “Y enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado: al cual de cierto es menester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo.”

Parece, en vista de lo anterior, que todos los santos profetas, desde Adán hasta Cristo, y los que siguieron después, tenían puestos los ojos en cierta época, un tiempo en que todas las cosas iban a ser restauradas a su prístina belleza y excelencia. También aprendemos que los días de esta restauración debían ser al tiempo de la Segunda venida de Cristo o cerca de esa época, porque los cielos han de tenerlo hasta el tiempo de esa restitución y, entonces, el Padre lo enviará de nuevo a la tierra.

Vamos ahora a examinar los versículos 1 a 5 del capítulo 40 de Isaías: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén: decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: Barred camino a Jehová: enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; que la boca de Jehová habló.”

Estos pasajes nos hacen ver, primero, que se iba a oír la voz de uno que clamaría en el desierto para preparar el camino del Señor, precisamente cuando Jerusalén haya sido hollada de los gentiles el tiempo suficiente para haber recibido doble de la mano de Jehová por todos sus pecados; es decir, cuando la guerra contra Jerusalén haya terminado y le sean perdonadas sus iniquidades.

Entonces se hará esta proclamación, como en otro tiempo la hizo Juan; sí, una segunda proclamación de preparar el camino del Señor para su segunda venida. Y más o menos en ese tiempo, todo valle será alzado, todo monte y collado será bajado, se enderezará lo torcido, se allanará lo áspero, y la gloria de Jehová se manifestará, y toda carne juntamente la verá, porque la boca del Señor lo ha hablado.

LA TIERRA SERÁ RESTAURADA A SU ESTADO PRIMITIVO.

De manera que vemos que todo monte será bajado, todo valle será alzado, y lo escabroso será allanado y lo torcido enderezado; y estas portentosas revoluciones empezarán a restaurar la faz de la tierra a su belleza anterior. Sin embargo, después de haberse realizado esto, no estará completa nuestra restauración. Quedarán muchas otras cosas por hacer, a fin de que sean restauradas todas las cosas.

Enseguida leeremos del capítulo 35 de Isaías, donde de nuevo se habla de la segunda venida del Señor y las grandes obras que seguirán. El estéril desierto abundará en lagunas y fuentes de aguas vivas, y producirá césped y florecerá como la rosa; y esto acontecerá al tiempo de la venida de su Dios, con venganza y con pago, lo cual debe referirse a su segundo advenimiento; y es cuando Israel ha de venir a Sión con canciones de gozo sempiterno, y huirá la tristeza y el gemido. De modo que aquí vemos que se quitará la maldición de los desiertos, y que se convertirán en terrenos fructíferos y bien regados.

Investigaremos ahora si las islas han de volver a los continentes de los que fueron separadas. Para esto nos referiremos al Apocalipsis 6:14: “Y todo monte y las islas fueron movidos de sus lugares.” Este pasaje nos da a entender que fueron movidas a algún lugar; y como se trata de la época de restaurar lo que se había perdido, las islas, por tanto, volverán y se juntarán a las tierras de las que fueron arrancadas.

El siguiente pasaje se encuentra en el capítulo 13 de Isaías, versículos 13 y 14, y dice que “la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día de la ira de su furor. Y será como corza amontada y como oveja sin pastor.” También Isaías 62:4: “Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Asolamiento; sino que serás llamada Hephzibah, y tu tierra Beulah; porque el amor de Jehová será en ti, y tu tierra será casada.”

En el primer pasaje leemos que la tierra será movida como corza amontada, y en el segundo, que será casada. De modo que por todos los pasajes de las Escrituras aprendemos que los continentes y las islas serán unidos en uno, como lo eran al tiempo de su creación; y el mar se apartará y se volverá a su propio lugar, donde anteriormente se hallaba. Todo esto ha de acontecer durante la grande convulsión de la naturaleza, cerca del tiempo de la venida del Señor.

¡Mirad! El Oliveto hendido en dos,
Al ser tocado por el pie de Dios:
Las islas, obedientes, volverán
Y al aquilón los mares huirán;
La tierra, restaurada a su primor,
Habitación será de gozo y de amor.

LA RESTAURACIÓN DE TODA LA VIDA A SU PERFECCIÓN EDÉNICA.

Restaurada la tierra al mismo glorioso estado en que al principio existió, por haber sido rebajadas las montañas, elevados los valles y allanados los lugares ásperos, habiéndose tornado fructíferos los desiertos y los continentes y las islas uniéndose en uno, causando que fuese quitada la maldición a fin de que no hubiera más espinas, cardos y hierbas nocivas, el siguiente paso será reglamentar y restaurar la creación animal a su condición anterior de paz y gloria, para que cese la enemistad sobre la tierra. Pero esto no podrá ser sino hasta que descienda una destrucción general sobre los hombres, a fin de que la tierra sea completamente limpiada, y toda iniquidad desaparezca de su faz.

Esto se llevará a cabo por la vara de su boca y por el aliento de sus labios, o, en otras palabras, por fuego tan universal como lo fue el diluvio. Se declara en Isaías 11:4, 6 y 9: “Sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará: el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de teta se entretendrá sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las aguas.”

De modo que será purificada la tierra, glorificada con el conocimiento de Dios, como cubren la mar las aguas. Él derramará su Espíritu sobre toda carne, y los hombres, así como las bestias, se volverán completamente inofensivos como en el principio; su único alimento será la substancia vegetal. Nada habrá para perjudicar o destruir en toda la vasta creación.

Muchas son las descripciones gloriosas que los profetas han dado de la felicidad de los habitantes: “Y edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán y otro morará; no plantarán, y otro comerá: porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos perpetuarán las obras de sus manos. No trabajarán en vano, ni parirán para maldición; porque son simiente de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. Y será que antes que clamen, responderé yo: aun estando ellos hablando, yo habré oído.”

Parece que en este dichoso estado de existencia, toda la gente vivirá hasta la edad completa de un árbol, sin dolores ni angustias; cuanto pidieren les será concedido inmediatamente y antes que clamen les será respondido. Por supuesto, no habrá quien duerma en el polvo, porque al morir preferirán ser trasladados, es decir, cambiados en un abrir y cerrar de ojos, del estado mortal al inmortal, para luego seguir reinando con Jesús en la tierra.

LA RESURRECCIÓN LITERAL DE CRISTO.

De modo que hemos seguido las profecías a través de las varias escenas que nos pintan la restauración de la tierra y sus habitantes a ese estado de perfección en el que al principio existieron, y en el que existirán durante el gran día de reposo de la creación. Habiendo, pues, examinado la restauración de todas las cosas entre los vivientes, ahora nos tornaremos hacia los que duermen en los sepulcros. Sin embargo, para poder entender con exactitud la naturaleza de su restauración, será preciso que nos enteremos de los detalles concernientes a la resurrección de Jesús, porque es el modelo exacto según el cual todos sus santos han de resucitar.

Recordemos: Primero, que tuvo un cuerpo de carne, sangre y huesos como cualquier otro hombre, y en todo sentido estuvo sujeto al hambre, la sed, el dolor, la fatiga, la enfermedad y la muerte, igual que cualquier otra persona, pero con esta diferencia: Él podía aguantar mucho más que cualquier otro cuerpo humano.

Segundo, este mismo cuerpo fue puesto sobre la cruz, destrozado por los clavos que penetraron sus manos y pies, y por la lanza que causó la herida en su costado, de la cual salió sangre y agua.

Tercero, este mismo cuerpo, enteramente sin vida, como cualquier otro cadáver, fue llevado sin que le fuera quebrantado uno de sus huesos, y con mucho cuidado fue envuelto en una sábana y depositado en el sepulcro, donde permaneció hasta el tercer día. Muy de mañana llegaron las mujeres a la tumba ese día, y después de ellas sus discípulos. Hallaron los lienzos echados y el sudario que había estado sobre su cabeza, en un lugar aparte; mas el cuerpo ya no estaba allí.

MINISTERIO DEL SEÑOR RESUCITADO.

Todas estas circunstancias nos revelan el hecho de que aquel mismo cuerpo de carne y huesos que había sido puesto en la tumba fue en verdad revivificado, y se levantó, echando a un lado los lienzos que ya no necesitaba. Jesucristo salió triunfante de las mansiones de la muerte, poseyendo el mismo cuerpo con que había nacido de mujer y había sido crucificado. Mas en sus venas no corría sangre, porque la sangre es la vida natural, en la que se encierran los elementos de la mortalidad; y si el hombre fuese restaurado a la carne y la sangre, sería mortal y, por consiguiente, estaría nuevamente sujeto a la muerte. No fue así con nuestro Salvador, aunque ciertamente tuvo un cuerpo de carne y huesos después de su resurrección, porque cuando se apareció a sus discípulos, llenándolos de espanto porque creían que estaban viendo un espíritu, Él les dijo, para indicarles su error: “Palpad y ved; que el espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.” Y pidiéndoles algo de comer, le ofrecieron parte de un pez asado y un panal de miel, que Él comió delante de ellos.

Más tarde, llamó a Tomás para que tocase con su dedo las marcas en sus manos y sus pies, y metiese la mano en su costado. Por tanto, queda demostrado que no sólo poseía el mismo cuerpo, sino que las mismas heridas también se manifestaban como testimonio; y así será hasta que Él venga de nuevo, cuando los judíos mirarán a aquel que han traspasado, y preguntarán: “¿Qué heridas son éstas en tus manos?”

¡Oh, duros de corazón, impíos hijos de los hombres! Vuestros ojos muy pronto verán a Aquel que fue crucificado por vuestros pecados. Entonces entenderéis que la resurrección de los muertos es una realidad, algo tangible, y que la eternidad no es una tierra de sombras ni un mundo de fantasmas, como algunos suponen.

Otra de las cosas que hizo Jesús después de su resurrección fue la humilde tarea de asar un pez e invitar a sus discípulos a comer de él. ¡Oh, qué sencillez! ¡Qué amor! ¡Qué condescendencia! ¡Admiraos, oh cielos! ¡Asómbrate, oh tierra! He ahí a vuestro Redentor, revestido de inmortalidad, y sin embargo, lo vemos, sentado junto a las ascuas, al aire libre, humildemente comiendo con sus hermanos el pez que había preparado con sus propias manos. ¡Oh, grandes y nobles de la tierra, que os halláis rodeados de lujos y refinamiento! ¡Oh, sacerdotes, que os halláis colmados de los honores, títulos, dignidades, riquezas y esplendor del mundo! ¡He aquí una lección que os hará sonrojar; no más os jactéis de ser discípulos del manso y humilde Jesús!

EZEQUIEL ANUNCIA LA RESURRECCIÓN DE TODO ISRAEL.

Volvamos, empero, al tema de la resurrección. Habiendo demostrado claramente que nuestro Salvador se levantó de los muertos con el mismo cuerpo de carne y huesos con que fue crucificado, y que comió y bebió con sus discípulos, queda resuelto para siempre el asunto de la resurrección de los santos. Mas si se requieren pruebas adicionales, las tenemos en la profecía de Job que se citó en otra parte de esta obra, donde declara que su Redentor al fin se levantaría sobre el polvo, y que en su carne lo vería, aunque se consumieran sus riñones dentro del cuerpo que entonces tenía.

El hecho es que los santos recibirán de nuevo sus cuerpos: cada coyuntura en su propio y perfecto lugar, cubiertos de carne, nervio y piel, como nos hallamos ahora. Serán seres inmortales que nunca más verán corrupción, y vestirán una túnica blanca de rico lino, propia para cuerpos inmortales. Bien dijo el apóstol que tenemos en los cielos una mejor sustancia (no sombra).

A fin de aclarar este asunto un poco más, vamos a examinar cuidadosamente el capítulo 37 de Ezequiel, al que de paso nos hemos referido ya. En esta visión, el profeta es llevado en el espíritu y ve ante sus ojos un campo que estaba lleno de huesos, muy numerosos y sumamente secos. Mientras contempla la espantosa escena, se le hace una pregunta asombrosa: “Hijo del hombre, ¿vivirán estos huesos?” Y él contesta: “Señor Jehová, tú lo sabes.” Entonces le manda: “Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.”

Al profetizar como le fue mandado, hubo un ruido. “Y he aquí un temblor, y los huesos se llegaron cada hueso a su hueso”; y los nervios y la carne subieron sobre ellos, y la piel los cubrió. Entonces le fue mandado profetizar a los cuatro vientos: “Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán… Y entró espíritu en ellos y vivieron, y estuvieron sobre sus pies, un ejército grande en extremo.”

Hemos oído muchos comentarios respecto de esta visión. Algunos la comparan a los pecadores que se convierten, y otros al cuerpo de Cristo, es decir, la Iglesia, cuando está muerta en cuanto a los dones espirituales. Sin embargo, la Iglesia, si muere, ya no puede seguir siendo el cuerpo de Cristo, pues cuando persevera en la viña verdadera, vive y da fruto, y no está muerta; mas cuando no persevera en Él, queda cortada como rama, se seca, es quemada y no se vuelve a levantar. Pero ¿acaso hemos oído la explicación que el Señor mismo da a la visión en el mismo capítulo? Es tan superior a cualquier otro comentario, que me inclino a creerla. Por tanto, la escribiré, dándole preferencia, aunque quizá incurriré en el peligro de llegar a ser impopular por hacerlo.

LOS SANTOS RESUCITADOS HEREDARÁN LA TIERRA.

El Señor dice: “Hijo del hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo talados. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho el Señor Jehová: He aquí, yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abriere vuestros sepulcros, y os sacare de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.”

De modo que se nos explica de una manera clara la visión entera, si es que se quiere aceptar la autoridad del Señor, cosa que raras veces acontece en esta edad de ciencia y alumbramiento. El hecho es que toda la posteridad de Israel resucitará de los muertos y será conducida a la tierra de Israel, que le fue dada por herencia perpetua. A fin de lograrlo, sus huesos secos serán juntados, cada hueso a su hueso, y cada parte de su cuerpo ha de ser restituida. Habrá un gran estruendo y asombroso temblor cuando se junten, y ciertamente cuando se incorporen y estén sobre sus pies, serán un ejército muy grande en extremo.

Esto también explica la promesa tan frecuentemente repetida en las Escrituras: “Mi siervo David les será príncipe para siempre.” Por cierto, en este mismo capítulo les es prometido que su siervo David será levantado y será su príncipe, mientras que el Señor será su rey. A la vez, aquellos que estén vivos, así como los que estén muertos, serán restaurados y llegarán a ser una nación en la tierra sobre el monte de Israel. David se levantará y les servirá de príncipe y pastor para siempre, cuando el Señor Jesús reine como Rey de reyes y Señor de señores.

“La luna se avergonzará y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sión y en Jerusalén, y delante de sus ancianos fuere glorioso.”

Glorioso día de aliento y paz,
Tú nuestro anhelo cumplirás,
De saludar allá en amor
A los ancianos del Señor;
Donde sólo dicha existirá,
Y muerte y penas no habrá.

LA CENA DE LA BODA DEL CORDERO.

Yo dejo de maravillarme cuando me acuerdo de que Abraham se consideró extranjero y peregrino porque esperaba una ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios. Según las Escrituras, Adán, nuestro padre, el Anciano de gran edad, se sentará; el Señor vendrá y la tierra será renovada. Entonces, después de esta restauración, se precisará un cambio más, a fin de preparar la tierra para que sea la herencia eterna del hombre; y ese cambio ha de acontecer el último día, después de que los hombres hayan vivido sobre ella en paz por mil años.

Ahora hemos descubierto el gran secreto, que nadie aparte de los santos ha comprendido (y éstos lo han entendido bien en todas las edades del mundo), y es que el hombre ha de morar en la carne con el Mesías, con toda la casa de Israel, y con todos los santos del Altísimo, no sólo mil años, sino por los siglos de los siglos.

Allí, nuevamente, nuestro padre Adán, con su cabello blanco como la lana pura, se sentará sobre el trono con toda dignidad como el Anciano de gran edad, el gran Patriarca, el potente Príncipe, mientras que de nuevo estarán delante de él millares de millares, y diez mil veces diez mil lo servirán. Allí recibirá a todos sus hijos que murieron en la fe del Mesías; y Abel, Enoc, Abraham, Job, Daniel, y los profetas, apóstoles y santos de Dios de todas las edades, se saludarán unos a otros.

Jesús, el gran Mesías, estará en medio de ellos, y para coronar todo, se ceñirá y administrará pan y vino a toda la multitud. Él mismo participará con ellos sobre la tierra, y todos estarán vestidos de lino exquisito, blanco y puro. Esta será la cena de bodas del Cordero. Bienaventurados quienes participaren de ella.

LOS PROFETAS PREDICEN EL ESTABLECIMIENTO DE LA CIUDAD SANTA.

Habiendo seguido la gran restauración de la tierra y sus habitantes hasta hallarlos disfrutando por completo de las promesas hechas a sus padres, y habiéndonos enterado de que el estado futuro no es una condición de sombras y fábulas, sino algo tangible, “una mejor sustancia”, como dice la Escritura, vamos ahora a considerar la división de su tierra y la disposición de su ciudad, la Ciudad Santa, donde el tabernáculo de Dios y su santuario estarán para siempre jamás. Esta, por supuesto, es la ciudad que buscaron Abraham y otros, mas no pudieron encontrarla.

Esta descripción se halla en el último capítulo de Ezequiel, donde divide la tierra por suertes entre las doce tribus, y traza la ciudad y su santuario en el centro, con sus doce puertas, tres a cada lado, todo el conjunto dispuesto en cuadro. En el capítulo 47 de su libro hallamos la descripción de un bello río que saldrá de debajo del umbral del templo hacia el oriente, para desembocar en el mar Muerto, causando que las aguas sanen y produzcan gran abundancia de peces desde En-gadi hasta Eneglaim, y los pescadores tenderán allí sus redes. Los charcos y las lagunas no sanarán, sino que quedarán para salinas. En las riberas crecerán toda clase de árboles frutales, cuyas hojas nunca caerán ni les faltará fruto. A sus meses madurará, por motivo de las aguas que salen de debajo del santuario, y su fruto será para comer, y sus hojas para medicina.

Sin embargo, a fin de detallar más claramente la construcción de la ciudad y los materiales con que será edificada, citaremos del capítulo 54 de Isaías, versículos 11 hasta el fin de dicho capítulo: “Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre zafiros te fundaré. Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y todo tu término de piedras de buen gusto. Y todos tus hijos serán enseñados de Jehová; y multiplicará la paz de tus hijos.

“Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás; y de temor, porque no se acercará a ti. Si alguno conspirare contra ti, será sin mí: el que contra ti conspirare, delante de ti caerá. He aquí que yo crié al herrero que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo he criado al destruidor para destruir. Toda herramienta que fuere fabricada contra ti, no prosperará; y tú condenarás toda lengua que se levantare contra ti en juicio. Esta es la heredad de los siervos de Jehová, y su justicia de por mí, dijo Jehová.”

DESCRIPCIÓN DE LA CIUDAD SANTA.

Estos versos nos dan una idea de la belleza de la ciudad y los materiales que se van a usar en su construcción. Sus piedras de rubí, sus fundamentos de zafiros, sus ventanas de piedras preciosas, sus puertas de piedras de carbunclo y todo su término de piedras de buen gusto. Todo esto tiene por objeto embellecer el lugar de su santuario, honrar el lugar de sus pies, así como dar un lustre y magnificencia a la ciudad, de los cuales los gentiles pueden tan solamente formarse un vago concepto, no obstante toda su ostentación de riquezas y grandeza. Luego observamos en la misma descripción el conocimiento, la paz y la seguridad de que disfrutarán todos los habitantes, mientras que todos aquellos que se junten contra ellos para combatirlos, tendrán que perecer. Ciertamente, esta es la herencia de los siervos del Señor; seguramente es ciudad deleitable, y bien vale una peregrinación como la de Abraham.

Mas para formarnos un concepto más notable aún de la prosperidad, riqueza, hermosura y magnificencia de las ciudades de Sión y Jerusalén, citaremos el capítulo 60 de Isaías:

“Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos; mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las gentes a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira: todos estos se han juntado, vinieron a ti: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas.

“Entonces verás y resplandecerás; y se maravillará y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto a ti la multitud de la mar, y la fortaleza de las gentes haya venido a ti. Multitud de camellos te cubrirá, dromedarios de Madián y de Epha; vendrán todos los de Seba; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová. Todo el ganado de Cedar será juntado para ti: carneros de Nebayoth te serán servidos: serán ofrecidos con agrado sobre mi altar, y glorificaré la casa de mi gloria.

“¿Quiénes son estos que vuelan como nubes, y como palomas a sus ventanas? Ciertamente a mí esperarán las islas, y las naves de Tarsis desde el principio, para traer tus hijos de lejos, su plata y su oro con ellos, al nombre de Jehová tu Dios, y al Santo de Israel, que te ha glorificado. Y los hijos de los extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te herí, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia. Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche; para que sea traída a ti fortaleza de gentes, y sus reyes conducidos. Porque la gente o el reino que no te sirviere, perecerá; y del todo serán asoladas.”

MAJESTAD Y GLORIA DE LA CIUDAD SANTA.

“La gloria del Líbano vendrá a ti, hayas, pinos y bojes juntamente, para decorar el lugar de mi santuario; y yo honraré el lugar de mis pies. Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y llamarte han Ciudad de Jehová, Sión del Santo de Israel. En lugar de que has sido desechada y aborrecida, y que no había quien por ti pasase, ponerte he en gloria perpetua, gozo de generación y generación. Y mamarás la leche de las gentes, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás que yo Jehová soy el Salvador tuyo, y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. En vez de cobre traeré oro, y por hierro plata, y por madera metal y en lugar de piedras hierro; y pondré paz por tu tributo, y justicia por tus exactores.

“Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tus términos; mas a tus muros llamarás Salud, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; sino que Jehová te será por luz perpetua y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque te será Jehová por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados. Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme. El pequeño será por mil, el menor, por gente fuerte. Yo Jehová, a su tiempo, haré que esto sea presto.”

Este capítulo nos hace saber: Primero, que se edificará una ciudad en los últimos días, a la cual serán conducidos no sólo Israel, sino las naciones de los gentiles; y que la nación y reino que no sirva a esa ciudad perecerá y será completamente destruido.

Segundo, se nos informa que el nombre de esa ciudad es Sión, la ciudad del Señor.

Tercero, nos es dicho que es el sitio de su santuario y el lugar de sus pies.

Cuarto, que la madera más fina, el haya, los pinos y bojes, será traída para adornar el lugar de su santuario y honrar el lugar de sus pies.

Quinto, que habrá tal abundancia de metales preciosos, que se usará oro en lugar de cobre, plata en lugar de hierro, metal en lugar de maderas y hierro en lugar de piedras. Su tributo será la paz, y por exactores tendrá a la justicia. Nunca más se oirá violencia en la tierra, ni habrá más destrucción o quebrantamiento dentro de sus fronteras. Sus muros se llamarán Salud, y sus puertas Alabanza; y la gloria de Dios que estará en medio de ella sobrepujará al sol. Los días de su lamentación habrán terminado, todos sus habitantes serán justos y heredarán la tierra para siempre, pues serán renuevos del plantío del Señor, obra de sus manos, para glorificarlo. El pequeño será nación fuerte, y el Señor hará que acontezca presto.

SIÓN Y JERUSALÉN SON NOMBRADOS CENTROS DEL RECOGIMIENTO.

El salmista David nos habla concerniente al tiempo de la edificación de esta ciudad en el Salmo 102, versículos 13 al 22:

“Tú, levantándote, tendrás misericordia de Sión; porque el tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado. Porque tus siervos aman sus piedras, y del polvo de ella tienen compasión. Entonces temerán las gentes el nombre de Jehová, y todos los reyes de la tierra tu gloria; por cuanto Jehová habrá edificado a Sión, y en su gloria será visto; habrá mirado a la oración de los solitarios, y no habrá desechado el ruego de ellos.

“Escribirse ha esto para la generación venidera: y el pueblo que se criará, alabará a JAH. Porque miró de lo alto de su santuario; Jehová miró de los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte; porque cuenten en Sión el nombre de Jehová, y su alabanza en Jerusalén, cuando los pueblos se congreguen en uno, y los reinos, para servir a Jehová.”

Estas Escrituras nos informan: Primero, que se ha señalado un tiempo para edificar a Sión, o sea, la ciudad a que alude Isaías; que esta época será poco antes de la segunda venida de Cristo y que, cuando se construya, el Señor aparecerá en su gloria, y no antes. Según esto, podemos afirmar que si tal ciudad nunca fuera edificada, el Señor jamás vendría.

Segundo, se nos da a saber que los pueblos y los reinos van a ser reunidos para servir al Señor en Sión, así como en Jerusalén.

Tercero, que se escribió este Salmo expresamente para la generación venidera, y los pueblos que han de ser creados adorarán al Señor cuando lo lean y vean su cumplimiento.

ETER HABLA DE LA NUEVA JERUSALÉN.

Ahora deseo llamar la atención a la profecía de Eter, que se halla en el Libro de Mormón:

“Porque ciertamente les habló de todas las cosas, desde el principio del hombre; y que después de retirarse las aguas de la superficie de este país, llegó a ser una tierra escogida sobre todas las demás, una tierra escogida del Señor; por tanto, el Señor quiere que todos los hombres que en ella habiten lo sirvan a Él y que era el sitio de la Nueva Jerusalén que descendería del cielo, y del santo santuario del Señor. He aquí, Eter vio los días de Cristo, y habló de una Nueva Jerusalén sobre este país.

“Y habló también concerniente a la casa de Israel, y la Jerusalén de donde Lehi habría de venir: que después de ser destruida, sería reconstruida de nuevo, una ciudad santa para el Señor; por tanto, no podría ser una Nueva Jerusalén, por haber existido ya en la antigüedad; mas sería reconstruida, y llegaría a ser una ciudad santa del Señor; y sería edificada para la casa de Israel; y que en este país se edificaría una Nueva Jerusalén para el resto de la posteridad de José, de lo cual ha habido un tipo. Porque como José había llevado a su padre al país de Egipto, donde murió, el Señor, por tanto, sacó a un resto de la descendencia de José del país de Jerusalén, para manifestar su misericordia hacia la posteridad de José, a fin de que no pereciera, así como fue misericordioso con el padre de José para que no muriese.

“Por lo tanto, el resto de la casa de José se establecerá en este país; y será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua y no serán confundidos más hasta que llegue el fin, cuando la tierra será consumida. Y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva; y serán semejantes a los antiguos, salvo que los antiguos habrán desaparecido y todas las cosas se habrán vuelto nuevas. Y entonces viene la Nueva Jerusalén; y benditos son los que moran en ella; porque son aquellos cuyos vestidos han sido blanqueados en la sangre del Cordero; y son los que están contados entre el resto de la posteridad de José, que eran de la casa de Israel.

“Y entonces viene también la antigua Jerusalén; y benditos son sus habitantes, porque han sido lavados en la sangre del Cordero; y son los que fueron esparcidos y recogidos de las cuatro partes de la tierra y de los países del norte, y participan del cumplimiento de la alianza que Dios hizo con Abraham, el padre de ellos. Y cuando sucedan estas cosas, se cumplirá la Escritura que dice: Hay quienes fueron los primeros, que serán los últimos; y quienes fueron los últimos, que serán los primeros.”

SON COMPARADAS LA NUEVA Y LA ANTIGUA JERUSALÉN.

Por esta profecía vemos: Primero, que América es una tierra escogida del Señor, más que cualquier otra.

Segundo, que es el lugar de la Nueva Jerusalén de Dios que descenderá del cielo a la tierra, cuando ésta sea renovada.

Tercero, que se ha de edificar en América una Nueva Jerusalén para el resto de la posteridad de José, según el modelo de la antigua Jerusalén en la tierra de Canaán; y que la antigua Jerusalén va a ser reedificada al mismo tiempo, después de lo cual ambas ciudades prosperarán sobre la tierra, hasta que venga el gran y último cambio, en que los cielos y la tierra serán hechos nuevos.

Cuarto, nos es revelado que al tiempo de este cambio, las dos ciudades, junto con sus habitantes, serán arrebatadas hasta el cielo; y luego que se haya efectuado el cambio y todo se haya hecho nuevo, una descenderá sobre el continente americano y la otra volverá a su propio lugar anterior.

Quinto, se nos dice que los habitantes de estas dos ciudades son los mismos que se reunieron y primeramente las edificaron. El resto de la posteridad de José y los que se reunieron con ellos heredarán la Nueva Jerusalén; y las tribus de Israel, que serán recogidas de los países del norte y de los cuatro cabos de la tierra, habitarán la otra. De modo que, después de la renovación de todas las cosas, hallamos que aquellos que en un tiempo fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, llegarán a poseer aquella patria mejor que buscaban.

JUAN VE LA NUEVA JERUSALÉN EN VISIÓN.

Enseguida consideraremos la revelación de San Juan, y examinaremos la ciudad después que haya sido hecha nueva, para ver si tiene alguna semejanza a lo que fue antes de sufrir su cambio final.

“Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos. Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas.

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y díjome: Hecho es. Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente del agua de vida gratuitamente. El que venciere, poseerá todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”

LA SANTA JERUSALÉN DESCENDERÁ DEL CIELO.

“Y vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete postreras plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la esposa, mujer del Cordero. Y me llevó en Espíritu a un grande y alto monte, y me mostró la grande ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios, teniendo la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas; al poniente tres puertas.

“Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. Y el que hablaba conmigo, tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro. Y la ciudad está situada y puesta en cuadro, y su largura es tanta como su anchura: y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios: la largura, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es del ángel.

“Y el material de su muro era de jaspe; mas la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio. Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Y las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

“Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán en la lumbre de ella: y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Y sus puertas nunca serán cerradas de día, porque allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa sucia o que haga abominación y mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero.”

También dice en el capítulo 22:

“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra parte del río, estaba el árbol de vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes.

“Y allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás. Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que es necesario que sean hechas presto. Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.”

Esta hermosa descripción nos da a entender: Primero, que la tierra nueva no va a estar separada por ningún mar. Por tanto, lo que hoy llamamos los continentes oriental y occidental, en ese tiempo serán una sola tierra.

Segundo, que el Señor no sólo va a hacer nuevos los cielos y la tierra, sino todas las cosas (entre ellas, por supuesto, las ciudades de Jerusalén y Sión, donde habrá estado su tabernáculo por más de mil años).

Tercero, que la ciudad estará dispuesta en cuadro, tendrá doce puertas que llevarán, cada cual, el nombre de una de las tribus de Israel; y habrá tres puertas al norte, tres al sur, tres al oriente y tres al occidente, precisamente como existirá transitoriamente durante los mil años, según la descripción de Ezequiel.

Cuarto, que será embellecida con piedras preciosas y oro, como lo será la ciudad provisional que describe Isaías.

Quinto, que un río puro de agua de vida, resplandeciente como el cristal, correrá por esta ciudad nueva, y saldrá del trono de Dios y del Cordero, así como las aguas vivas que saldrán de debajo del santuario en la ciudad temporal, según la descripción de Ezequiel.

Sexto, que el árbol de vida estará de la una y de la otra parte del río, un árbol que llevará doce frutos, uno diferente cada mes, y cuyas hojas eran para dar salud a las naciones. Mas, en la época que Juan lo ve, las naciones no tendrán necesidad de ser sanadas, porque no habrá más muerte, ni dolor, ni angustias, porque las primeras cosas habrán pasado, y todo es hecho nuevo. Por tal motivo, habla en tiempo pasado y dice que eran para la sanidad de las naciones, y se refiere, por supuesto, al tiempo en que existieron provisionalmente, según Ezequiel, antes de su cambio final.

SIÓN Y JERUSALÉN, DOS CIUDADES SANTAS.

Hagamos ahora un resumen de las cosas de las que hemos hablado. Ezequiel y los otros profetas nos han hecho ver las ciudades de Sión y Jerusalén tal como existirán durante los mil años de reposo conocido como el Milenio, mientras que San Juan nos presenta un cuadro de estas mismas ciudades después de su cambio final, cuando vengan de Dios y desciendan del cielo sobre la tierra nueva.

Eter, por otra parte, nos ha pintado la condición de ambas ciudades, tanto en su estado temporal como eterno, y nos ha hablado claramente acerca del sitio en que se hallarán, antes y después: la Nueva Jerusalén en América, habitada por aquellos del resto de la posteridad de José y los que con ellos se reunieron, que hubieren lavado y blanqueado sus vestidos en la sangre del Cordero; y la otra Jerusalén, en su lugar anterior, habitada por las tribus de Israel, recogidas de los países del norte y de todas las tierras donde fueron echadas, y que también hayan lavado sus vestidos y los hayan blanqueado en la sangre del Cordero. Así pues, queda el asunto claro.

Solamente deseo añadir que, en un tiempo, el gobierno de los Estados Unidos se dedicó, durante muchos años, a recoger al resto de la posteridad de José precisamente al lugar donde por último edificarán una Nueva Jerusalén, una Sión, con la ayuda de los gentiles, que los juntarán de toda la faz de la tierra. Este recogimiento está claramente anunciado en el Libro de Mormón y otras revelaciones, y está señalado el lugar en que acontecerá, y el tiempo en que se ha de cumplir ya se ha fijado. Y a menos que los gentiles se arrepientan de todas sus abominaciones y acepten el mismo convenio, de aquí a poco serán totalmente destruidos de sobre la superficie de este país, como dice Isaías:

“Porque la gente o el reino que no te sirviere, perecerá; y del todo serán asoladas.”

Así también lo testifica el profeta Nefi en el Libro de Mormón:

“Y de cierto os digo, os daré una señal para que sepáis la época en que estarán a punto de acontecer estas cosas, cuando recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel, y estableceré otra vez entre ellos mi Sión. Y he aquí, esto es lo que os daré por señal – porque en verdad os digo que cuando se den a conocer a los gentiles estas cosas que os declaro y que más adelante os declararé de mí mismo y por el poder del Espíritu Santo que os será dado por el Padre, a fin de que los gentiles sepan acerca de este pueblo que es un resto de la casa de Jacob, y de este pueblo mío que será esparcido por ellos; en verdad, en verdad os digo, que cuando el Padre les haga conocer estas cosas – y del Padre procederán de ellos a vosotros –

“Porque en la sabiduría del Padre, deben ser establecidos en esta tierra e instituidos como pueblo libre por el poder del Padre, para que estas cosas procedan de ellos al resto de vuestra posteridad, a fin de que se cumpla la alianza que el Padre ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel; así pues, cuando estas obras, y las que desde ahora en adelante se harán entre vosotros, vayan de los gentiles a vuestra posteridad, que caerá en la incredulidad por causa de la maldad – porque así conviene al Padre que proceda de los gentiles, con objeto de mostrar su poder a los gentiles, a fin de que éstos, si no endurecen sus corazones, puedan arrepentirse y venir a mí y ser bautizados en mi nombre y conocer los verdaderos puntos de mi doctrina, para que puedan ser contados entre mi pueblo, oh casa de Israel –

“Y cuando sucedan estas cosas, de modo que vuestra posteridad empiece a conocerlas, entonces les será por señal, para que sepan que la obra del Padre ha empezado ya, a fin de cumplir el pacto que ha hecho con el pueblo que es de la casa de Israel. Y cuando llegue este día, sucederá que los reyes cerrarán su boca; porque verán lo que no les había sido contado, y considerarán lo que no habían oído. Porque en aquel día hará el Padre, por mi causa, una obra que será grande y maravillosa entre ellos; y habrá entre ellos quienes no lo creerán, aun cuando alguno se lo declare. Pero he aquí, la vida de mi siervo estará en mi mano; por tanto, no lo dañarán, aunque sea desfigurado por causa de ellos. No obstante, yo lo sanaré, porque les mostraré que mi sabiduría es mayor que la astucia del diablo.

“Acontecerá, pues, que los que no crean en las palabras que son de mí, Jesucristo, palabras que el Padre hará que él lleve a los gentiles, y le otorgará el poder para llevarlas a los gentiles (se hará según lo que dijo Moisés), serán desarraigados de entre los de mi pueblo que son de la alianza. Y mi pueblo que es un resto de la casa de Jacob se hallará en medio de los gentiles, sí, en medio de ellos como león entre los animales del bosque, cachorro de león entre las manadas de ovejas, el cual, si pasa por medio, huella y despedaza, y nadie las puede librar. Su mano se levantará sobre sus adversarios, y todos sus enemigos serán talados.

¡ARREPENTÍOS, OH GENTILES!

“Sí, ¡ay de los gentiles, si no se arrepienten! Porque será en aquel día, dice el Padre, que quitaré tus caballos de en medio de ti, y destruiré tus carros; y talaré las ciudades de tu país, y derribaré todas tus plazas fuertes; y exterminaré de tu tierra las hechicerías, y no tendrás más adivinos; también destruiré de en medio de ti tus imágenes grabadas y tus esculturas, y nunca más adorarás la obra de tus manos; y arrancaré tus bosques de entre ti; y asolaré tus ciudades. Y acontecerá que terminará toda mentira, engaño, envidia, contienda, superchería sacerdotal y fornicación. Porque sucederá, dice el Padre, que en aquel día talaré de entre mi pueblo a todo aquel que no se arrepienta y venga a mi Hijo Amado, oh casa de Israel.

“Y ejecutaré venganza y furor en ellos, así como entre los paganos, de manera tal que nunca ha llegado a sus oídos. Pero si se arrepienten y escuchan mis palabras, y no endurecen sus corazones, estableceré mi iglesia entre ellos; y entrarán en el convenio, y serán contados entre este resto de Jacob, al cual he dado este país por herencia. Y ayudarán a mi pueblo, el resto de Jacob, así como cuantos vengan de la casa de Israel, a construir una ciudad que será llamada la Nueva Jerusalén. Y entonces ayudarán a mi pueblo que está dispersado por toda la superficie del país, a congregarse en la Nueva Jerusalén. Y entonces el poder del cielo descenderá entre ellos, y también yo estaré en medio.

“Y en ese día empezará la obra del Padre, sí, cuando sea predicado este evangelio al resto de este pueblo. De cierto os digo que en ese día empezará la obra del Padre entre todos los dispersos de mi pueblo, sí, entre las tribus perdidas que el Padre ha sacado de Jerusalén. Sí, la obra empezará entre todos los dispersos de mi pueblo, mediante el Padre, para preparar la vía por la cual puedan venir a mí, a fin de que invoquen al Padre en mi nombre.

“Sí, y entonces empezará, mediante el Padre, la obra de preparar la vía, entre todas las naciones, por la cual podrá volver su pueblo al país de su herencia. Y saldrán de todas las naciones; y no saldrán de prisa, ni irán huyendo, porque yo iré delante de ellos, dice el Padre, y seré su retaguardia.”

LOS CONVENIOS DEL PADRE SE ESTÁN CUMPLIENDO HOY.

¡Oh vosotros, que sois un resto de José, vuestro secreto ha sido revelado! ¡Vosotros que sois despreciados, heridos, esparcidos y echados por los gentiles, hasta que sois pocos los que quedáis! Vosotros, de quienes está escrito: “Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo”, alzad la cabeza y regocijaos, porque vuestra redención se acerca; sí, hemos hallado vuestros anales, los oráculos de Dios que en un tiempo fueron comunicados a vuestros padres, pero que han permanecido ocultos de vosotros por largos años a causa de la incredulidad. He aquí están a punto de seros restaurados de nuevo. Entonces os regocijaréis, porque sabréis que es una bendición que os viene de la mano de Dios, y las escamas de tinieblas empezarán a caer de vuestros ojos, y los gentiles cesarán de tener dominio sobre vosotros, antes os recogerán y seréis fortalecidos, y de nuevo seréis un pueblo agradable.

Ha llegado el tiempo, sí, y la obra ya comenzó, pues hemos visto que se os ha recogido de todas partes de la tierra al lugar que Dios ha dispuesto que los gentiles os congreguen. Por tanto, cesad de oponeros a los gentiles, en lo que concierne al recogimiento de vuestras varias tribus, porque la mano de vuestro gran Dios está en esto, y fue predicho por vuestros antepasados hace miles de años. Permitidles, pues, que efectúen esta postrer misericordia, como bondadosa recompensa por los perjuicios que os han causado.

Es con sentimientos mixtos de gozo y tristeza que medito estas cosas: tristeza cuando evoco cómo habéis sido heridos, y gozo cuando pienso en el feliz cambio que ahora os espera; y nuevamente tristeza cuando mis pensamientos se vuelven a la espantosa destrucción que espera a los gentiles a menos que se arrepientan. Sin embargo, los eternos fines de Jehová deben seguir adelante, hasta que todas sus promesas se cumplan, y nadie podrá estorbarlos. Así pues, hágase, oh Dios, tu voluntad. Pero mientras considero todavía este tema, con sentimientos que son mucho más fáciles de sentir que de escribir, me parece que casi puedo oír el eco del lastimero cantar del indio entre sus bosques nativos, que dice así:

¡Oh Gran Espíritu, ten compasión!
Al indio escucha en su lamentación;
Por largos siglos castigádolo has,
Oh, ¿cuándo volverás a él tu faz?
¿No harás cesar del blanco la ambición,
Que lo hace acongojar nuestra nación?
¿Seremos perseguidos sin cesar
Y nuestra estirpe ver aniquilar?
¡Oh gran Señor, extiende tu bondad!
Recíbenos, y danos tu verdad,
Desnuda ya tu brazo con poder,
Tu pueblo y tu reino haz volver.

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