Ven, sígueme — Para el hogar y la Iglesia: Doctrina y Convenios 2025
3 – 9 febrero: “Este es el espíritu de revelación” — Doctrina y Convenios 6–9
Preguntas y Respuestas
Estas secciones de Doctrina y Convenios fueron recibidas en abril y mayo de 1829 en Harmony, Pensilvania. Este periodo fue crucial porque marcó el inicio del trabajo de traducción con la ayuda de Oliver Cowdery, quien había llegado a Harmony a finales de abril de 1829. Estas revelaciones abordan la relación entre José Smith y Oliver Cowdery, la importancia de buscar la guía divina, y cómo recibir revelación personal.
Llegada de Oliver Cowdery (Doctrina y Convenios 6): Oliver, quien trabajaba como maestro de escuela, se hospedó en la casa de los padres de José Smith en Palmyra, Nueva York, a principios de 1829. Allí escuchó de la obra de José y sintió un fuerte deseo de unirse a él. Después de buscar confirmación divina en oración, Oliver viajó a Harmony para servir como escriba de José Smith en la traducción del Libro de Mormón.
La Sección 6 fue dada como una respuesta a las inquietudes de Oliver, quien deseaba confirmar que su decisión de ayudar era la voluntad de Dios. En esta sección, el Señor le asegura que está involucrado en una obra divina y le promete que, si permanece fiel, será bendecido con conocimiento espiritual.
El Don de la Traducción (Doctrina y Convenios 7 y 8):
La Sección 7 aborda una pregunta específica que José y Oliver tuvieron mientras traducían el Libro de Mormón: ¿qué había sucedido con el apóstol Juan? En respuesta, José recibió una revelación que contenía información sobre el ministerio continuo de Juan.
La Sección 8 trata sobre el don de Oliver Cowdery para recibir revelación, específicamente a través del don de trabajar con “la vara de Aarón” (un instrumento que Oliver usaba en oración para recibir guía). Se le promete que, si pregunta con fe, recibirá respuestas a través del Espíritu Santo.
Cómo Recibir Revelación (Doctrina y Convenios 9): En esta sección, el Señor responde a Oliver Cowdery cuando él intenta traducir el Libro de Mormón. Aunque se le había prometido el don de traducción, no logró hacerlo inicialmente. El Señor le explica que su papel principal es ser un escriba y le enseña principios fundamentales sobre cómo recibir revelación, incluidos los sentimientos de paz y certeza que vienen cuando algo es aprobado por Dios.
Doctrina y Convenios 6–9 captura un momento fundamental en la historia de la restauración. Estas revelaciones no solo brindaron guía a José y Oliver en su obra, sino que también establecieron principios eternos sobre cómo los santos pueden recibir revelación y buscar la voluntad de Dios. Este periodo marcó el comienzo del trabajo colaborativo en la traducción del Libro de Mormón, una obra clave en la Restauración.
¿Qué se sugiere en Doctrina y Convenios 6:5–7; 8:1; 9:7–8 en cuanto a lo que el Señor requiere de ti antes de que Él revele Su voluntad?
1. Buscar con Fe y Sinceridad. Doctrina y Convenios 6:5–7 enfatiza la importancia de buscar al Señor con fe y sinceridad. El Señor promete que si preguntamos, recibiremos; si llamamos, se nos abrirá.
El élder Richard G. Scott enseñó sobre la necesidad de buscar la guía divina con fe y sinceridad: “Para que se nos conceda revelación, debemos pedirla con un corazón sincero y con verdadera intención. Debemos tener fe en Jesucristo y confiar en que Él nos guiará.” (“Obtengan revelación espiritual”, Conferencia General, abril de 2012.)
Esta enseñanza subraya que la fe y la sinceridad son esenciales para recibir revelación.
Estos versículos destacan principios fundamentales sobre la relación entre Dios y Sus hijos, centrados en la búsqueda activa de guía divina. El Señor promete que si pedimos, recibiremos, y si llamamos, se nos abrirá, recordándonos que Su voluntad está disponible para quienes se acerquen a Él con fe y sinceridad. Esta invitación no solo es un acto de confianza en Su amor y poder, sino también una expresión de nuestro deseo de establecer una relación más profunda con Él.
El énfasis en buscar “riquezas eternas” (versículo 7) nos enseña a priorizar los valores espirituales por encima de los materiales. Esto no solo refleja el carácter eterno de las bendiciones de Dios, sino que también nos desafía a alinear nuestras metas personales con Sus propósitos divinos. En esencia, estos versículos nos llaman a actuar con fe, paciencia y obediencia mientras buscamos orientación, confiando plenamente en que Dios responderá en Su tiempo perfecto.
En un mundo donde a menudo se buscan respuestas inmediatas, este pasaje es un recordatorio de que la revelación no es un proceso pasivo. Requiere esfuerzo espiritual, fe constante y un corazón dispuesto a aceptar la voluntad de Dios, incluso si la respuesta no es inmediata o esperada.
2. Preparación y Esfuerzo Personal. Doctrina y Convenios 9:7–8 instruye que debemos estudiar nuestras decisiones en la mente y luego preguntar al Señor si son correctas. Si es correcto, sentiremos que nuestro pecho arde dentro de nosotros; si no, tendremos un estupor de pensamiento.
El élder Richard G. Scott explicó el proceso de recibir revelación: “Una impresión en la mente es muy específica. Las palabras detalladas se pueden escuchar o sentir y escribirse como si las instrucciones estuvieran siendo dictadas. Una comunicación al corazón es una impresión más general. El Señor con frecuencia empieza dando impresiones. Cuando se reconoce su importancia y se obedecen, uno adquiere más capacidad para recibir instrucción más detallada en la mente.” (“Cómo obtener revelación espiritual”, Conferencia General, abril de 2012.)
Estos versículos enseñan principios fundamentales sobre cómo recibir revelación y la responsabilidad personal que esto implica. El Señor reprende suavemente a Oliver Cowdery por esperar que la revelación llegara sin haber hecho su parte, dejando claro que la revelación no es un proceso pasivo. Dios requiere que estudiemos nuestras decisiones y las analicemos cuidadosamente antes de presentárselas en oración.
El proceso descrito en estos versículos—estudiar en la mente, preguntar al Señor y buscar confirmación a través del Espíritu Santo—es una guía práctica para quienes desean conocer la voluntad divina. La confirmación viene como un “ardor en el pecho,” un sentimiento de paz y certeza cuando algo es correcto, mientras que un “estupor de pensamiento” indica que algo no lo es. Este modelo de revelación invita a los creyentes a participar activamente en el proceso, confiando tanto en su razonamiento como en la guía del Espíritu.
Estos principios son relevantes para cualquier situación en la que se busque la voluntad de Dios. Nos recuerdan que el Señor espera que usemos nuestras capacidades intelectuales, que actuemos con fe y que nos acerquemos a Él en humildad y sinceridad. Es un llamado a ser diligentes en nuestros esfuerzos, confiando en que Dios confirmará o corregirá nuestro camino según Su sabiduría infinita.
3. Obediencia a los Mandamientos. Doctrina y Convenios 8:1 destaca que, además de pedir con fe y un corazón sincero, debemos guardar los mandamientos para recibir conocimiento por el Espíritu Santo.
El élder Richard G. Scott enseñó sobre la relación entre la obediencia y la revelación: “La obediencia a los mandamientos de Dios es esencial para recibir revelación. Cuando vivimos de acuerdo con Sus enseñanzas, nos hacemos más receptivos a la guía del Espíritu Santo.” (“Obtengan revelación espiritual”, Conferencia General, abril de 2012.)
En este versículo, el Señor revela principios clave sobre cómo recibir revelación, destacando la importancia de la fe, sinceridad y obediencia. Dios promete a Oliver Cowdery que si pide con un corazón sincero y creyendo que recibirá, el Espíritu Santo le otorgará conocimiento. Este pasaje subraya que la revelación no es un regalo automático, sino el resultado de una búsqueda activa y fiel de la verdad.
La invitación a “pedir con fe” nos recuerda que la fe es el fundamento para acceder a la guía divina. La sinceridad de corazón implica buscar la voluntad de Dios con propósitos puros, no para beneficio personal o egoísta. Además, la obediencia a los mandamientos prepara nuestro corazón y mente para recibir la influencia del Espíritu Santo.
Este versículo también enfatiza el papel central del Espíritu Santo como el medio por el cual Dios comunica Su voluntad. Al enseñar que el conocimiento viene “por el Espíritu Santo,” el Señor nos recuerda que la revelación es tanto un proceso espiritual como una bendición divina que requiere nuestra preparación y disposición.
En esencia, Doctrina y Convenios 8:1 es un llamado a buscar la guía del Señor con fe genuina y obediencia constante, confiando en que Él nos guiará en nuestras decisiones y desafíos. Es un recordatorio de que la revelación es accesible para todos los que la buscan sinceramente.
Diferentes maneras de recibir revelación
1. Pensamientos e impresiones en la mente y el corazón. El Señor le dice a Oliver Cowdery en Doctrina y Convenios 8:2–3:
“He aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por el Espíritu Santo, el cual vendrá sobre ti y morará en tu corazón.
Ahora, he aquí, este es el espíritu de revelación; he aquí, este es el espíritu por el cual Moisés sacó a los hijos de Israel de Egipto sobre tierra seca.”
Aquí el Señor explica que la revelación puede venir tanto a la mente (como pensamientos e ideas) como al corazón (como sentimientos y confirmaciones espirituales).
El élder David A. Bednar enseñó: “El Espíritu Santo comunica a nuestra mente y a nuestro corazón en formas diferentes pero complementarias. […] Algunas respuestas e impresiones son tan evidentes y dramáticas que son inconfundibles; sin embargo, la mayoría de las veces, la inspiración se recibe línea por línea, precepto por precepto, de manera sutil y tranquila” (El Espíritu de Revelación, Conferencia General, abril de 2011).
2. Confirmación de experiencias previas. En Doctrina y Convenios 6:22–23, el Señor le recuerda a Oliver Cowdery que ya había recibido revelación antes:
“Si has deseado saber de mí, debes saber que has recibido mi Espíritu y que él ha iluminado tu mente y te ha dado conocimiento acerca de lo que pediste.
He aquí, te digo que estabas en lo cierto. ¿No hablé paz a tu mente sobre el asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que el de Dios?”
El presidente Henry B. Eyring explicó cómo podemos recordar la revelación pasada: “El Señor nos ha dado recuerdos para que podamos llevar con nosotros en el tiempo presente lo que hemos aprendido del pasado. Si nos tomamos el tiempo para reflexionar sobre experiencias espirituales previas, podemos reconocer la mano de Dios en nuestra vida” (El Espíritu Santo como nuestro compañero constante, Conferencia General, octubre de 2018).
A veces, cuando dudamos si hemos recibido revelación, el Señor nos invita a recordar experiencias pasadas en las que sentimos Su Espíritu.
3. Sentimientos de paz y certeza. En Doctrina y Convenios 6:23, el Señor le pregunta a Oliver:
“¿No hablé paz a tu mente sobre el asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que el de Dios?”
Este versículo destaca que la paz interior es una señal importante de la revelación.
El élder Richard G. Scott enseñó: “Cuando se recibe la impresión de una decisión correcta, da un sentimiento de paz, tranquilidad y sosiego” (Cómo recibir revelación y guía del Señor, Conferencia General, abril de 2012).
Cuando nos sentimos en paz con una decisión o una dirección, eso puede ser una señal de que la revelación ha sido recibida.
4. La influencia del Espíritu de Dios (el espíritu de revelación). En Doctrina y Convenios 8:3, el Señor le dice a Oliver:
“Este es el espíritu de revelación; he aquí, este es el espíritu por el cual Moisés sacó a los hijos de Israel de Egipto sobre tierra seca.”
Aquí aprendemos que la revelación no solo es para asuntos personales, sino que puede guiar grandes decisiones y acciones que afectan a muchas personas.
El presidente Russell M. Nelson explicó la importancia de la revelación en la Iglesia:
“En los días venideros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia constante del Espíritu Santo” (Revelación para la Iglesia, revelación para nuestra vida, Conferencia General, abril de 2018).
Dios nos guía a través del Espíritu, ya sea en nuestras decisiones personales o en el liderazgo de Su Iglesia.
5. El proceso de estudiar y preguntar al Señor. En Doctrina y Convenios 9:7–9, el Señor corrige a Oliver Cowdery porque esperaba recibir revelación sin haber hecho su parte:
“He aquí, no entendiste; pensaste que te lo concedería sin que pensases en ello, sino solo pedirme.
Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo bien en tu mente; entonces debes preguntarme si está bien, y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.
Mas si no estuviere bien, no tendrás tales sentimientos, antes bien, te vendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que esté mal.”
Aquí aprendemos que la revelación requiere acción y esfuerzo. No podemos simplemente pedir y esperar una respuesta inmediata.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Cuando deseamos recibir revelación, debemos estudiar el asunto, tomar una decisión con la mejor información disponible y luego buscar la confirmación del Señor” (En la manera del Señor, Conferencia General, octubre de 1996).
Si después de estudiar sentimos paz, es una señal de que la decisión es correcta; si sentimos confusión o inquietud, es posible que la decisión no sea correcta.
¿Cómo reconocer la revelación?
Basándonos en estas escrituras y enseñanzas de los líderes de la Iglesia, podemos reconocer la revelación cuando:
- Viene a nuestra mente y corazón como pensamientos e impresiones.
- Nos sentimos en paz y seguros con una decisión.
- Recordamos experiencias previas en las que sentimos la influencia del Espíritu.
- Recibimos inspiración al actuar con fe y al estudiar el asunto.
- Sentimos un “ardor en el pecho” como confirmación, o un “estupor de pensamiento” si la respuesta es negativa.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “No todas las respuestas del Señor se reciben de inmediato. Algunas toman tiempo. En ocasiones, debemos proceder con fe hasta que la respuesta llegue” (El espíritu de revelación, Conferencia General, abril de 1999).
¿Qué más aprendemos sobre la revelación en estas secciones?
- La revelación es un proceso y no siempre es instantánea.
- Dios espera que usemos nuestro albedrío y raciocinio antes de pedir una confirmación.
- El Espíritu Santo es el medio por el cual Dios nos guía, tanto en cosas personales como en asuntos importantes.
- Cuando recordamos nuestras experiencias pasadas con la revelación, podemos encontrar consuelo y dirección.
El presidente Russell M. Nelson concluyó: “A medida que aumentemos nuestra capacidad para recibir revelación, aumentará nuestra capacidad para ser guiados y protegidos por Dios” (Revelación para la Iglesia, revelación para nuestra vida, abril de 2018).
Doctrina y Convenios 6, 8 y 9 nos enseñan principios clave sobre la revelación. Aprendemos que Dios nos habla a través de pensamientos, sentimientos de paz, la confirmación de experiencias previas y la guía del Espíritu. También entendemos que la revelación requiere esfuerzo de nuestra parte y que, si no recibimos respuesta, debemos seguir adelante con fe hasta obtener una confirmación clara.
Si aplicamos estos principios en nuestra vida diaria, podremos recibir guía divina en nuestras decisiones y sentir la dirección del Señor en nuestro camino.
Doctrina y Convenios 6:18–21, 29–37
Estos versículos contienen mensajes clave sobre la fe, la confianza en Dios, el poder del sacerdocio, la promesa de recibir bendiciones espirituales y la importancia de permanecer firmes en la obra del Señor.
1. Confianza en la obra del Señor (D. y C. 6:18–21). Estos versículos enfatizan la confianza en la obra del Señor y la perseverancia en el bien. Nos enseñan que nuestras acciones tienen consecuencias espirituales (“lo que siembres, eso también segarás”), que Dios requiere corazones y mentes dispuestas y que la paz interior es una confirmación de la verdad.
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “La obra del Señor se construye sobre pequeños y simples actos de fe, dedicación y amor. La perseverancia en el bien trae bendiciones, y lo que parece insignificante para el mundo es grande ante los ojos de Dios” (El Señor confía en nosotros, Conferencia General, abril de 2017).
El presidente Russell M. Nelson también enseñó: “Cuando nos centramos en el bien y en la edificación del reino de Dios, veremos milagros en nuestras vidas” (Revelación para la Iglesia, revelación para nuestra vida, Conferencia General, abril de 2018).
En el versículo 21, el Señor le recuerda a Oliver Cowdery una experiencia previa en la que sintió paz como confirmación espiritual. Esto refuerza la idea de que la revelación es un proceso y que las experiencias pasadas con el Espíritu pueden servirnos como testimonio en momentos de duda.
2. Promesas del poder divino y la recompensa por la fidelidad (D. y C. 6:29–32). Estos versículos enseñan que la fe nos otorga poder, especialmente para cumplir la voluntad del Señor. También resaltan que las bendiciones dependen de pedir con fe y estar debidamente preparados y autorizados.
El élder David A. Bednar explicó: “La fe en Jesucristo es un principio de acción y de poder. A medida que ejercemos nuestra fe con rectitud, recibimos poder divino para hacer la voluntad del Señor” (Buscad a Cristo en cada pensamiento, Conferencia General, abril de 2023).
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó sobre el versículo 32: “Si somos fieles en la adversidad, Dios nos fortalecerá y nos sostendrá. La fidelidad es la clave para recibir protección y guía divina” (Siervo fiel y prudente, Conferencia General, octubre de 1992).
Aquí se nos recuerda que la fe no solo es creer, sino también actuar y confiar en que Dios nos amparará en tiempos de dificultad.
3. Seguridad en Cristo y la invitación a seguirle (D. y C. 6:33–37). Estos versículos transmiten un mensaje de seguridad y confianza en Jesucristo. Él nos asegura que ha vencido al mundo y nos invita a permanecer en Él, a no temer y a no dudar.
El presidente Thomas S. Monson enseñó sobre el versículo 36: “Cuando ponemos nuestra confianza en el Salvador, podemos enfrentar cualquier prueba sin temor. La fe en Cristo nos da la paz que sobrepasa todo entendimiento” (Ten valor y sigue adelante, Conferencia General, abril de 2014).
El élder Jeffrey R. Holland explicó sobre el versículo 37: “El Salvador nos recuerda las marcas de Su sacrificio para darnos seguridad de que Él nos comprende, nos ama y nos redimirá si somos fieles” (Venid a mí con todo vuestro corazón, Conferencia General, abril de 2012).
Estos versículos nos muestran que Cristo es nuestra fuente de fortaleza y consuelo, y que si confiamos en Él y guardamos Sus mandamientos, recibiremos la vida eterna.
Principales enseñanzas de Doctrina y Convenios 6:18–21, 29–37
- Hacer el bien trae bendiciones: Todo lo que sembremos espiritualmente tendrá una cosecha (D. y C. 6:18–19).
- Dios requiere corazones y mentes dispuestas para recibir bendiciones y servir en Su obra (D. y C. 6:20).
- La fe nos da poder para hacer lo que Dios requiere de nosotros (D. y C. 6:29).
- Las bendiciones se reciben al pedir con fe y estar preparados (D. y C. 6:30–31).
- Dios protege a los fieles en tiempos difíciles (D. y C. 6:32).
- Cristo ha vencido al mundo y nos invita a confiar en Él (D. y C. 6:33–34).
- Si perseveramos en Cristo, recibiremos la vida eterna (D. y C. 6:35).
- No debemos temer ni dudar, sino confiar plenamente en Él (D. y C. 6:36–37).
Este pasaje de Doctrina y Convenios 6 nos recuerda la importancia de la confianza en Dios, la perseverancia en la fe y la seguridad en Cristo como nuestra fuente de fortaleza y redención.
“No tengáis miedo […] de hacer lo bueno” (D. y C. 6:33)
En Doctrina y Convenios 6:33, el Señor nos exhorta a no temer hacer lo bueno. Sin embargo, en la vida cotidiana, a veces sentimos miedo de hacer el bien. ¿Por qué sucede esto?
Razones por las que podemos temer hacer el bien
Temor al rechazo o la crítica. A veces, hacer lo correcto puede significar ir contra la corriente del mundo, lo que puede llevarnos a ser criticados o rechazados.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El seguir a Jesucristo puede significar que a veces estemos en minoría o seamos incomprendidos. Sin embargo, nuestra lealtad debe estar con Dios antes que con los hombres” (El poder de la rectitud personal, Conferencia General, abril de 2019).
Temor al sacrificio o al esfuerzo. A menudo, hacer lo correcto requiere sacrificios personales, como tiempo, recursos o comodidad.
En D. y C. 6:35, el Señor nos promete la vida eterna si perseveramos en Él, recordándonos que el sacrificio vale la pena.
Falta de confianza en nuestras habilidades. Puede que sintamos que no estamos preparados o que no somos lo suficientemente buenos para hacer lo que Dios espera de nosotros.
En D. y C. 6:29, el Señor promete: “Si tienen fe en mí, tendrán poder para hacer cualquier cosa que me sea conveniente.”
Miedo al fracaso o a la incertidumbre. A veces no actuamos porque no sabemos qué pasará o tememos que nuestros esfuerzos no sean suficientes.
En D. y C. 6:36, el Señor nos dice: “Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis, no temáis.”
Valor y confianza en Doctrina y Convenios 6:29–37
Estos versículos nos dan valor para hacer el bien al recordarnos que:
- Dios nos da poder para hacer Su voluntad (D. y C. 6:29). No dependemos solo de nuestra capacidad; con fe en Cristo, podemos lograr cualquier cosa que Él desee para nosotros.
- Si pedimos con fe, recibiremos respuestas (D. y C. 6:30). Dios promete que si llamamos, Él nos abrirá el camino. No estamos solos en nuestras decisiones.
- Dios protege a los fieles en tiempos de prueba (D. y C. 6:32). No debemos temer las dificultades porque el Señor nos sostiene y nos guía.
- Cristo ha vencido al mundo y nos asegura que pertenecemos a Él (D. y C. 6:33–34). Si estamos con Él, no seremos derrotados.
- Si perseveramos, recibiremos la vida eterna (D. y C. 6:35). Esto nos recuerda que vale la pena hacer el bien, incluso cuando es difícil.
- El Señor nos invita a confiar completamente en Él y a no temer (D. y C. 6:36). Si mantenemos nuestra mirada en Cristo, el miedo desaparece.
- Jesucristo es nuestro Salvador y nos muestra Sus heridas como evidencia de Su amor y poder (D. y C. 6:37). Esto nos recuerda que Él pagó el precio por nosotros y está con nosotros en cada momento.
Podemos temer hacer lo bueno por miedo al rechazo, al sacrificio o al fracaso, pero el Señor nos asegura en Doctrina y Convenios 6:29–37 que Él está con nosotros, nos da poder y nos promete la vida eterna si perseveramos.
Como enseñó el presidente Thomas S. Monson: “El valor no siempre es un rugido fuerte. A veces es la voz tranquila al final del día que dice: ‘Lo intentaré de nuevo mañana’” (Tened valor y sed fuertes, Conferencia General, abril de 2014).
Si confiamos en el Señor y seguimos adelante con fe, no tenemos nada que temer.
Doctrina y Convenios 6–7; 9:3, 7–14: “Se os concederá según lo que de mí deseareis”
La importancia de los deseos en nuestro progreso espiritual es un tema recurrente en las Escrituras. En Doctrina y Convenios 6–7, el Señor enfatiza que lo que realmente deseamos en nuestro corazón influye en las bendiciones y oportunidades que recibimos. Sin embargo, en Doctrina y Convenios 9, también aprendemos que algunos deseos justos no siempre se cumplen de inmediato o de la manera que esperamos.
La importancia de nuestros deseos ante Dios
En Doctrina y Convenios 6:5, 8, 22, el Señor destaca cómo nuestros deseos nos acercan a la revelación y a recibir guía divina. Él nos pregunta en D. y C. 7:1:
“¿Qué deseas?”
Esta pregunta no solo fue dirigida a Juan el Amado y a Pedro, sino que también es una invitación personal para cada uno de nosotros.
El Señor no solo observa nuestras acciones, sino también nuestros deseos profundos. A veces podemos actuar correctamente por obligación o costumbre, pero lo que realmente cuenta para Dios es lo que hay en nuestro corazón.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Nuestros deseos determinan nuestras prioridades, y nuestras prioridades determinan nuestras decisiones. Con el tiempo, nuestros deseos justos nos llevan a la salvación.” (Los deseos de nuestro corazón, octubre de 1985).
El joven Daniel caminaba lentamente por un sendero en el bosque. Era un lugar donde solía venir a pensar, rodeado por la tranquilidad de los árboles y el suave susurro del viento. En su mente, una pregunta daba vueltas sin cesar: «¿Qué es lo que realmente deseo en la vida?»
Esa mañana, había escuchado en la iglesia un discurso del presidente Dallin H. Oaks que le había hecho reflexionar profundamente. Su mensaje decía:
«Nuestros deseos determinan nuestras prioridades, y nuestras prioridades determinan nuestras decisiones. Con el tiempo, nuestros deseos justos nos llevan a la salvación.»
Daniel sabía que tenía muchos deseos. Quería éxito, quería amigos, quería sentirse feliz. Pero en ese momento se preguntó: ¿Mis deseos realmente reflejan lo que Dios quiere para mí?
Se sentó sobre una roca y cerró los ojos por un momento. Su mente viajó a las historias de las Escrituras. Recordó a Oliver Cowdery, quien tenía un deseo ferviente de participar en la obra del Señor. Ese deseo lo llevó a buscar a José Smith y convertirse en su escribiente. Su deseo determinó su prioridad, y su prioridad guió su decisión.
Pero luego pensó en otro aspecto de la historia. Oliver también deseó traducir el Libro de Mormón, y aunque ese deseo era justo, el Señor no se lo concedió. ¿Por qué? Porque no había comprendido que la revelación requiere esfuerzo y preparación.
Daniel suspiró. A veces, él también pedía cosas al Señor sin hacer su parte. Quería recibir respuestas inmediatas, sin el sacrificio de estudiar, de orar con verdadera intención o de actuar con fe.
Se levantó y continuó caminando. Recordó la historia de Juan el Amado, quien deseó permanecer en la tierra para seguir ministrando hasta la Segunda Venida de Cristo. Su deseo era puro y justo, y el Señor se lo concedió. En contraste, Pedro deseó partir y estar con el Señor, y también recibió esa bendición.
Entonces, comprendió la enseñanza del presidente Oaks. No basta con tener deseos, sino que estos deben alinearse con la voluntad de Dios y reflejar lo que es verdaderamente importante.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse tras los árboles, Daniel tomó una decisión. Haría una evaluación honesta de sus deseos. Preguntaría al Señor qué era lo que realmente debía buscar en su vida y ajustaría sus prioridades en función de ello.
Sabía que esto no sería un cambio instantáneo, pero también sabía que los deseos justos, mantenidos con constancia, lo llevarían a la salvación.
Con una nueva determinación en su corazón, Daniel sonrió. No solo deseaba ser mejor, sino que ahora estaba dispuesto a actuar en consecuencia. Y en ese momento, sintió paz, como si Dios le estuviera diciendo:
«Has comprendido. Ahora sigue adelante y camina conmigo.»
Esto significa que debemos evaluar constantemente nuestros deseos y asegurarnos de que estén alineados con la voluntad de Dios.
¿Por qué algunos deseos justos no se cumplen?
Oliver Cowdery deseaba traducir como lo hacía José Smith. En Doctrina y Convenios 9:3, 7–14, el Señor le explicó por qué ese deseo no se cumpliría en ese momento.
El Señor le dijo: “Pensaste que te lo concedería sin que pensases en ello, sino solo pedirme.” (D. y C. 9:7)
Y luego le dio un principio clave para recibir revelación: “Debes estudiarlo bien en tu mente; entonces debes preguntarme si está bien.” (D. y C. 9:8)
Esto muestra que no basta solo con pedir; debemos prepararnos y hacer nuestra parte.
A veces, cuando nuestros deseos justos no se cumplen, podemos sentirnos frustrados o pensar que Dios no nos escucha. Sin embargo, el caso de Oliver Cowdery nos enseña tres verdades importantes:
- No todo deseo justo es la voluntad de Dios en ese momento. Oliver tenía un deseo noble, pero Dios tenía otro propósito para él. De manera similar, a veces queremos bendiciones que aún no estamos listos para recibir.
- Dios espera que hagamos nuestra parte. El Señor le dijo a Oliver que debía estudiar primero y luego preguntar. No podemos esperar recibir revelación sin esfuerzo.
- Dios nos da otras oportunidades para servir y progresar. Aunque Oliver no pudo traducir, desempeñó un papel clave en la obra del Señor. A veces, Dios nos da un camino diferente al que imaginábamos, pero igualmente valioso.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Dios está ansioso por concedernos nuestras bendiciones justas, pero lo hará en el tiempo y la manera que más nos beneficie.” (Algunas bendiciones llegan más tarde, octubre de 1999).
En este discurso élder Jeffrey R. Holland enseñó que:
- Dios está ansioso por concedernos bendiciones justas: Esto significa que Él es un Padre amoroso que quiere dar buenas dádivas a Sus hijos (véase Mateo 7:11). Si nuestros deseos son justos, Él tiene la intención de bendecirnos.
- El tiempo y la manera en que nos bendice dependen de Su sabiduría infinita. Lo que pedimos puede ser bueno, pero quizás no sea el momento adecuado, o puede haber algo mejor preparado para nosotros en el futuro.
- La paciencia y la confianza en Dios son clave para recibir Sus bendiciones. En su discurso, el élder Holland enfatiza que a veces Dios retrasa ciertas bendiciones para fortalecernos y prepararnos para recibir algo aún mayor.
En Doctrina y Convenios 9, Oliver Cowdery deseaba traducir el Libro de Mormón, lo cual era un deseo justo. Sin embargo, Dios tenía otros planes para él. A pesar de su decepción inicial, Oliver desempeñó un papel fundamental en la Restauración, lo que demuestra que el Señor lo bendijo en una manera diferente pero igualmente significativa.
- Si oramos por algo y no recibimos la respuesta que esperamos, no debemos perder la fe. En lugar de eso, podemos preguntar: “¿Qué quiere Dios que aprenda en este proceso?”
- Podemos confiar en que, aunque no veamos el panorama completo, Dios sí lo ve y sabe cuándo y cómo darnos lo que más nos beneficiará.
El mensaje del élder Holland nos recuerda que las bendiciones de Dios nunca llegan tarde, sino en el momento exacto en que más nos ayudarán a progresar espiritualmente.
Si sentimos que un deseo justo no se cumple, debemos confiar en Dios y seguir adelante con fe, sabiendo que Él tiene un propósito mayor.
Cómo aplicar estos principios en nuestra vida
Para aplicar esta enseñanza en nuestra vida, podemos reflexionar en las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son mis deseos más profundos? ¿Están alineados con la voluntad de Dios?
- ¿Estoy haciendo mi parte para que mis deseos se cumplan? ¿Estoy estudiando, actuando y esforzándome, o simplemente esperando que Dios lo haga todo por mí?
- ¿Estoy dispuesto a aceptar la voluntad del Señor, aun cuando sea diferente de mis planes? ¿Confío en que Dios sabe qué es mejor para mí?
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando alineamos nuestros deseos con la voluntad de Dios, encontraremos gozo y paz, incluso cuando las cosas no sucedan como esperamos.” (Las decisiones para la eternidad, octubre de 2013).
En este discurso el presidente Nelson enseñó que nuestros deseos y decisiones determinan nuestro destino eterno. Dentro de este mensaje, explicó que cuando nuestros deseos están alineados con la voluntad de Dios, experimentamos paz y gozo, aunque las circunstancias no sean las que esperábamos.
Explica que:
- Alinear nuestros deseos con la voluntad de Dios significa que buscamos lo que Él desea para nosotros en lugar de insistir en lo que nosotros queremos.
- Encontraremos gozo y paz porque la obediencia a Dios trae bendiciones espirituales y consuelo, incluso si nuestros planes personales no se cumplen de la manera que imaginábamos.
- Las cosas no siempre suceden como esperamos, pero si confiamos en Dios, podemos sentir satisfacción y seguridad en que Su plan es mejor que el nuestro.
Un claro ejemplo de este principio es Oliver Cowdery en Doctrina y Convenios 9. Él tenía un deseo justo de traducir, pero el Señor tenía otro propósito para él. Aunque no recibió lo que esperaba, su papel en la Restauración fue crucial y lleno de bendiciones.
Si deseamos algo que es bueno (como una oportunidad de servir, recibir revelación, o lograr una meta), pero no se cumple como esperamos, podemos recordar que Dios ve el panorama completo. En lugar de desanimarnos, podemos buscar Su guía y confiar en que nos llevará a un destino aún mejor.
En resumen, el mensaje del presidente Nelson nos invita a confiar en el Señor, aceptar Su voluntad y encontrar gozo en el camino, incluso si nuestras expectativas no se cumplen exactamente como planeamos.
Los deseos juegan un papel clave en nuestra relación con Dios. Si deseamos lo correcto y trabajamos por ello, Dios nos bendecirá. Sin embargo, si un deseo justo no se cumple, debemos recordar que Dios tiene un propósito mayor y un tiempo perfecto.
El Señor nos pregunta: “¿Qué deseas?”. Nuestra respuesta y nuestras acciones definirán nuestro crecimiento espiritual y el rumbo de nuestra vida.

























