Pensamientos para la Pascua

Pensamientos para la Pascua

Por el presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia
Conferencia General Abril 1975

Mis queridos hermanos, os pido que imploréis al Señor mientras os hablo en los próximos minutos, porque lo que tengo que deciros es importante para toda alma viviente sobre la faz de la tierra.

Se ha hablado mucho sobre la resurrección en estos días que preceden a la Pascua, y aunque es imposible comprender plenamente su significado, la realidad de este hecho no debe alejarse nunca de nuestros pensamientos.

Pablo lo tomó como tema central del evangelio de Jesucristo, cuando escribió a los corintios:

«Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.

Más ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.

Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Cor. 15:19-22).

Comencemos el análisis de esta gran declaración, con la frase «por cuanto la muerte entró por un hombre».  «Por un hombre. . .» ¿Qué es el hombre?  Esta pregunta se ha repetido en todas las épocas. Job clamó en su tormento: «¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él Tu corazón, Y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?» (Job 7:17-18).

«¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, y para que se justifique el nacido de mujer?» (Job 15:14).

Y el salmista hace eco a estas preguntas:

«Digo, ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?

«Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y (le honra» (Sal. 8:4-5).

La respuesta que dan las Escrituras a esta pregunta es clara y firme: el hombre es hijo espiritual de Dios, cubierto con un tabernáculo mortal de carne y huesos.  Esto está escrito en el registro de la Creación.  El libro de Génesis enseña que hubo una creación espiritual de la tierra y de todo lo que en ella hay, incluyendo al hombre, cuyo espíritu Dios creo «a su imagen, a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los creó» (Gén. 1:27).

«. . . y [no solamente el hombre] toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese, porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra.

Entonces Jehová Dios formó al hombre [o sea, su cuerpo físico] del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, [el espíritu] y fue el hombre un ser viviente» (Gén. 2:5-8).

Esto está de acuerdo con la revelación moderna que afirma que «el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre» (D. y C. 88:15).

¿Qué es la muerte?  Es la separación del cuerpo y el espíritu.

Cuando Adán y Eva fueron creados como almas vivientes se les invistió con la facultad de vivir para siempre.  Ellos eran puros, santos, sin pecado y dignos de gozar de la presencia del Padre.  En realidad, El los visitaba en el jardín de Edén, donde conversó con ellos y les dio instrucciones que necesitaban, pues en la transición que habían experimentado de espíritus a almas, habían perdido el recuerdo de sus experiencias pasadas.

Entre esas instrucciones, el Señor le dijo a Adán:

«De todo árbol del huerto podrás comer;

«más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él confieres, ciertamente morirás» (Gén. 2:16-17).

El tiempo no me permite extenderme en detalles, pero el hecho importante es que Adán y Eva, contrariando las instrucciones del Padre, comieron del fruto prohibido; al hacerlo, dieron a su cuerpo una substancia que les produjo un cambio tal que, a su debido tiempo, hizo que el espíritu y el cuerpo se separaran; o, podemos decir, que su alma muriera.

Por herencia, la pena por el quebrantamiento de este mandamiento cayó sobre toda la posteridad de Adán; de ahí que «la muerte entró por un hombre».

Cuando llega el momento de morir, que ha de llegar a todos los seres vivos, el cuerpo retorna a la tierra y el espíritu al mundo espiritual.  Separado de su cobertura mortal, el espíritu queda en un estado precario que el profeta Jacob describe con las siguiente palabras:

«Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus quedarían sujetos a aquel ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno, y se convirtió en diablo, para no levantarse más.

«Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, separados de la presencia de nuestro Dios para quedar con el padre de las mentiras, en miseria como él. . .» (2 Nefi 9:8-9).

Por lo tanto, para la futura felicidad del hombre, es imperativo que haya una redención de la muerte, o sea, una resurrección.

«. . espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo;

«Y cuando están separados, el hombre no puede recibir la plenitud de gozo» (D. y C. 93:33-34).

Pero Dios que todo lo sabe, previó este estado; El sabía que la muerte abatiría a todo el género humano porque Adán participó del fruto prohibido y también sabía que hubiera sido injusto que el hombre sufriera para siempre por la muerte, de la cual no era responsable. Por lo tanto proveyó una redención por medio de la muerte y la resurrección de Cristo.  Respecto a esto, declaró en una revelación moderna:

«Ahora, de cierto os digo, que mediante la redención que se ha hecho por vosotros, se lleva a cabo la resurrección de los muertos.

«Y el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre.

«Y la resurrección de los muertos es la redención del alma.

«Y la redención del alma viene por medio de aquel que vivifica todas las cosas. . .» (D. y C. 88:14-17).

O sea, por medio de Cristo.

Ahora bien, ¿quién es Jesucristo, y por qué pudo El introducir la resurrección, cuando ningún otro hombre ni todo el género humano junto pudo hacerlo? Las Escrituras nos dan la respuesta: la persona espiritual: de Jesucristo es linaje de Dios al igual que todas las personas, y en este aspecto El no difiere de los demás hijos del Padre Eterno.  Pero, en cambio, es diferente en el hecho de que los cuerpos de todos los demás seres humanos son engendrados por seres mortales y, por lo tanto, sujetos a la muerte siendo descendientes y herederos de Adán, y el cuerpo de Cristo fue engendrado por Dios, nuestro Padre Celestial, un Ser inmortal.  Así es que Cristo heredó de su Padre la facultad de vivir por siempre, teniendo poder sobre la vida y la muerte, como sus propias palabras lo declaran:

“ … el buen pastor su vida da por las ovejas.

«Yo soy el buen pastor… y pongo mi vida por las ovejas.

«Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

«Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo.  Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar» (Juan 10: 11, 14-15, 17-18).

Siendo que el hombre quedó sujeto a la muerte y no podía levantar su cuerpo de la tumba, Jesús vino a la tierra y dio su vida voluntariamente para expiar por la caída de Adán, estableciendo así el poder de la resurrección.

La primera evidencia de su victoria sobre el sepulcro fue, por supuesto, su propia resurrección, de la cual hay abundantes testigos: María lo vio y habló con El (véase Juan 20:11-17).

También se encontró con las mujeres que iban a comunicar a los discípulos  que la tumba estaba vacía. «Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron» (Mat. 28:9-10).  Caminó y conversó con dos de sus discípulos que iban a Emaús (Luc. 24:13-16, 28-32).  Además, apareció ante sus apóstoles por lo menos dos veces; una, cuando Tomás estaba ausente y la otra, una semana más tarde, estando éste entre los demás; habló con ellos, les mostró las manos y pies y, a su pedido, «le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.  Y él lo tomó, y comió delante de ellos». (Lucas 24:36-43 y Juan 20:26-29.) Acompañó a siete de ellos en la costa del mar de Tiberias (Juan 21:1-22).  En una ocasión fue visto por más de 500 personas a la vez (1 Cor. 15:6); » … apareció a Cefas» (1 Corintios 15:5); a Jacobo (1 Cor. 15:7) y a Pablo (1 Cor. 15:8).  Y en el monte de Galilea mandó a los apóstoles a enseñar «a todas las naciones» (Mat. 28:16-20). Finalmente, «. . . los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. . . bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo» (Lucas 24:50-51).

Después de su corto ministerio como ser resucitado en la tierra de Jerusalén, visitó a los nefitas en América.

Aunque el registro de la resurrección de Jesús es maravilloso e inspirador, la seguridad de que el poder de resucitar que El trajo consigo es universal, resulta de igual significado.

Mateo informa que:

» … se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

«y saliendo de los sepulcros, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos» (Mat. 27:52-53).

Y Jesús mismo dijo durante su ministerio:

«. . . porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;

«y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Juan 5:28-29 versión inspirada).  Durante su ministerio en América, después de la resurrección, El dio énfasis a esta vital verdad de la resurrección universal, indicando a sus discípulos nefitas que insertaran en sus registros —lo cual no habían hecho— la profecía de Samuel sobre este tema y su cumplimiento.  La declaración omitida a la que El se refería, que era una de las señales de su crucifixión, era que «se abrirán muchos sepulcros, y entregarán a gran número de sus muertos; y numerosos santos se aparecerán a muchos» (Hel. 14:25).  «Y sus discípulos le contestaron, y dijeron: «Sí, Señor, Samuel profetizó según tus palabras, y todas se cumplieron» (3 Nefi 23:10).

Juan el Revelador concluye su relato de la visión de la resurrección que ocurrirá al principio del Milenio (y que no está muy lejos de nosotros), diciendo:

«… y vivieron [aquellos que hayan resucitado antes del Milenio] y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años.

Esta es la primera resurrección» (Apo. 20:4-5).

A la vez añadió:

«Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios…

«Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras» (Apo. 20:12-13).

Y Amulek, hablando a Zeezroom, le dijo:

… la muerte de Cristo desatará las ligaduras de esta muerte temporal para que todos se levanten de ella.

«El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma; los miembros así como las coyunturas se verán restablecidos a su propia forma…

«Esta restauración vendrá sobre todos, sean viejos o jóvenes, esclavos o libres, varones o hembras, malvados o justos. . .» (Al. 11:42-44).

En esa forma se cumplirá la declaración de Pablo:

«Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.

«Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

«Pero cada uno en su debido orden, Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1 Cor. 15:2123).

En esta forma se asegura la inmortalidad al alma.  Y así ha completado Cristo la primera parte de lo que, según le dijo a Moisés es su obra y su gloria «Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre» (Moisés 1:39).

Es muy grande la deuda que tenemos hacia nuestro Redentor por la resurrección.  Pero esa no debe ser la meta final.  Lograr la inmortalidad es uno de los requisitos para alcanzar la vida eterna, pero no es lo mismo.  El término inmortalidad indica la duración de la vida; Vida eterna indica la calidad de ésta o sea, la misma clase de vida que Dios tiene.

En la vida venidera hay tres reinos con diferentes grados de gloria: el telestial, que es el más bajo; el terrestre, que es el intermedio; y el celestial, que es el grado de gloria de que disfrutan los dioses.  Y cada uno de ellos es gobernado de acuerdo a las leyes.

Los hombres serán juzgados en el mundo espiritual y premiados según sus obras.  En la resurrección, sus cuerpos serán vivificados por la gloria del reino cuyas leyes hayan obedecido durante su vida mortal (D y C. 88:17-32).

El evangelio de Jesucristo, como fue revelado y enseñado por los profetas desde Adán hasta el meridiano de los tiempos, y por Jesucristo, durante su ministerio mortal; y como fue restaurado en esta dispensación del cumplimiento de los tiempos, evangelio que enseña y administra con autoridad en todo el mundo La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, es la ley celestial que se aplica al hombre en la mortalidad. La obediencia a esta ley es un requisito para resucitar con un cuerpo celestial. Grande será la gloria de aquellos que lo logren, y ciertamente afligidos estarán los que no puedan alcanzarla.  El profeta José Smith dijo durante un funeral, que «la desilusión de las esperanzas y expectativa en el momento de la resurrección, será indescriptiblemente espantosa. (History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6:51).

Muchas de esas leyes han sido presentadas y discutidas durante esta conferencia.  Que podamos ponerles atención, y obedecerlas.

Para concluir, deseo dejar mi testimonio personal de la verdad de estas cosas que os he declarado. Por el poder del Espíritu Santo, sé que son verdaderas. Jesucristo vive y es el Hijo de Dios. El vino a la tierra como el Unigénito del Padre, conquistó la muerte, levantó su propio cuerpo de la tumba y estableció la resurrección para todos los seres humanos.

Yo sé que por medio de su terrible sufrimiento en el Jardín del Getsemaní y durante la crucifixión, El hizo posible que, mediante el arrepentimiento y la obediencia a las leyes de su evangelio podamos todos levantarnos no sólo a la inmortalidad sino también a la vida eterna, que es el más grande de todos los dones de Dios.  Y os dejo mi solemne testimonio en el nombre de Jesucristo, Amén.

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3 Responses to Pensamientos para la Pascua

  1. Avatar de Víctor Román Víctor Román dice:

    Muy buen discurso alienta a seguir adelante

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  2. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Es un acto verdadero de Amor.

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  3. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    ES una esperanza para mi al saber que por esforzarme a ser mas como el, mis pecados son perdonados y al continuar el ve mis hechos.

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