Conferencia General Abril 1975
Usemos nuestro libre albedrío

Por el élder Delbert L. Stapley
Del Consejo de los Doce
Mis hermanos y amigos: Uno de los dones más preciosos que concedió Dios al hombre, es el principio del libre albedrío, el privilegio de escoger, el cual fue introducido por Dios el Eterno Padre para todos sus hijos espirituales en el estado premortal. Esto ocurrió en el gran concilio del cielo, antes de que fuera poblada la tierra. Los hijos de Dios fueron dotados con la libertad de elegir, cuando aún eran seres espirituales. El plan divino incluía el que ellos nacerían libres en la carne y serían herederos del inalienable derecho de la libertad para elegir y actuar a fin de lograr su propia inmortalidad. Era esencial para su progreso eterno que estuvieran sujetos a las influencias del bien y del mal.
Lehi, un antiguo profeta nefita, enseñó: «Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo . . . no habría justicia ni iniquidad, ni santidad ni miseria, ni bien ni mal» (2 Nefi 2:11).
Como hijos e hijas de nuestro Padre Celestial, tenemos el don del libre albedrío para usarlo en nuestras vidas. Debemos ser probados para ver si elegiríamos lo correcto y haríamos todas las cosas, que el Señor nuestro Dios nos mandare. Como hijos espirituales de Dios tenemos poderes inherentes de conciencia que son suficientes para desarrollar nuestro libre albedrío en cuanto a decisiones correctas y a adquirir cualidades de bondad, humildad e integridad de propósito.
El élder Bruce R. McConkie hizo esta declaración acerca del libre albedrío:
«Cuatro grandes principios deben estar en acción para que haya albedrío:
- Debe haber leyes. Leyes ordenadas por un poder omnipotente, leyes que puedan ser obedecidas o desobedecidas.
- Los opuestos deben existir: bien y mal, virtud y vicio, correcto y erróneo; esto es, debe haber una oposición, una fuerza opuesta . . . a la otra.
- Todos aquellos que deseen gozar del libre albedrío deben tener un conocimiento del bien y del mal, o sea que deben conocer la diferencia entre los opuestos.
- Debe prevalecer un poder libre para elegir.
«El albedrío es dado al hombre como una parte esencial del gran plan de redención» (Mormon Doctrine, Bookcraft Inc., 1966 ed. pág. 26).
Todo lo bueno viene de Dios, todo lo malo viene de Satanás. Brigham Young lo explicó de esta manera:
«Hay sólo dos partidos en la tierra, uno por Dios y el otro por el mundo o el maligno. No importa cuántos nombres tenga el mundo cristiano ni cuántos el pagano, tampoco importa cuántas sectas y credos puedan existir, sólo hay dos partidos, uno con destino al cielo y a Dios y el otro reino no precisamente celestial» (Discourses of Brigham Young, Comp. John A. Widtsoe, 1966 ed., Deseret Book Co., Pág. 70).
El libre albedrío es un principio sempiterno que ha existido con Dios a través de toda la eternidad. Es un regalo que El nos dio con la esperanza de que lo emplearíamos sabiamente al conducir nuestras vidas personales. La libertad de elegir es albedrío moral, lo cual debemos tener presente en nuestra mente, en todas nuestras actividades y decisiones. «Por virtud de este albedrío nosotros y toda la humanidad somos hechos seres responsables, por el curso que perseguimos, la vida que vivimos y los hechos que efectuamos en la vida» (Wilford Woodruff, Discourses of Wilford Woodruff, Bookcraft, Inc., 1969, págs. 8-9).
No podemos usar el libre albedrío como una justificación de nuestras malas acciones. El hombre es libre de escoger el mal o el bien en la vida y obedecer o desobedecer los mandamientos del Señor. Puede elegir para actuar sin compulsión o restricción.
El libre albedrío no da licencia para que hagamos mal o que coartemos los derechos o privilegios de otros. Muchas veces oímos a una persona que transgrede, consolarse a sí mismo diciendo: «Sólo estoy hiriéndome a mí mismo.» Si un hombre elige cometer adulterio, debe recibir un castigo por su pecado; pues a causa de sus transgresiones, está coartando los derechos de su esposa y su familia, decepcionando a aquellos que lo quieren y que esperan de él dirección, buen ejemplo y las bendiciones eternas de la unidad familiar. Debe entender que hiere a los demás en el proceso de hacer lo que justifica como «ejercer mi libre albedrío».
Muchas personas tienen una actitud equivocada acerca del libre albedrío. Lo usan más como una fuerza negativa en sus vidas que positivamente. Quizá hayáis escuchado esta declaración: «Yo puedo fumar y beber si quiero. Tengo libre albedrío. Pero por qué no pensar en términos de valores eternos y decir: «Yo puedo fumar y beber si quiero, pero elegí usar el libre albedrío y quiero mejorar mi vida, por eso elegí el bien y no el mal.» Esto puede aplicarse a cada vicio que se presente en nuestra vida; tened la actitud correcta y el vicio se volverá virtud, y la virtud tiene su premio. Al usar nuestro libre albedrío para el bien, debemos dejar a un lado la actitud defensiva, arrogante y soberbia del transgresor.
Brigham Young enseñó: «A los hombres no debe permitírselas hacer lo que les da la gana en todas las cosas; porque hay reglas que rigen todas las buenas sociedades. . . la violación de las cuales no puede ser tolerada en términos civiles ni religiosos… Los hombres no deben ser libres de pecar contra Dios o contra el hombre sin sufrir tales castigos cuyos pecados merecen» (Discourses of Brigham Young, pág. 65).
¿Hasta qué punto llega nuestro albedrío? Brigham Young respondió a esta pregunta diciendo: «Hay límites para el albedrío, como los hay para todas las cosas y para todos los seres, y el nuestro no debe coartar esa ley. Un hombre tiene que escoger la vida o la muerte… el albedrío que tiene es tan limitado que no puede ejercerlo en oposición a la ley sin ponerse en situación de ser castigado y corregido por el Todopoderoso.
«Nos conviene ser cuidadosos y no enajenar ese albedrío que se nos ha dado. La diferencia entre el justo y el, pecador, la vida eterna o la muerte, la felicidad o la miseria, es esta: para aquellos que son exaltados, no hay límites para sus privilegios, sus bendiciones tienen una continuación. . . se aumentan a través de las eternidades; mientras aquellos que rechazan la oportunidad, que desprecian las mercedes prometidas por el Señor, y se preparan para ser arrojados de su presencia, y para ser compañeros de los demonios, tienen su albedrío inmediatamente cortado limitando y poniendo fronteras a todas sus intenciones» (Discourses of Brigham Young, págs. 63-64).
Dios nos ha dado mandamientos con promesa de bendiciones al cumplir con sus leyes, y castigos por la violación de ellas. El finado James E. Talmage dijo: «la obediencia a la ley es un hábito de los hombres libres. El transgresor teme a la ley, porque trae sobre sí privaciones y restricciones, no a causa de la ley que podría protegerlo en su libertad, sino por su antagonismo a la ley. No corresponde al plan de Dios obligar al hombre a obrar rectamente, tampoco es su propósito permitir que las fuerzas del mal obliguen a sus hijos al pecado (The Great Apostasy, Deseret Book Co. 1958, págs. 34-35).
La libertad de una persona nunca debe ser suprimida por el hombre, ni por Satanás, ni por nuestro Señor. Un hombre no debe tener a otro en esclavitud. Mientras que Satanás trata de controlarnos, el Padre nos ha dado nuestro libre albedrío para combatir toda clase de pruebas, tentaciones y males. Sin embargo nos da ciertos principios que, si los seguimos, nos guiarán otra vez a su presencia. El reino de Dios está fundado sobre la libertad perfecta. Todo hombre, mujer o niño tiene el derecho de adorar a Dios de acuerdo a los dictados de su propia conciencia. Cada persona es responsable a su Creador por sus propios actos.
Dios nos dio el evangelio eterno, los principios de vida y salvación, y ha dejado que cada uno de nosotros decidamos aceptarlos o rechazarlos, entendiendo que seremos responsables ante El por las consecuencias de nuestros actos. El Señor no obliga a nadie a aceptar el evangelio, y menos a vivirlo si es que lo han aceptado. «Cada cual actúa por sí mismo por medio de su elección» (Discourses of Brigham Young, pág. 57).
Satanás ejerce mayor poder cuando Dios tiene una obra que hacer entre sus hijos en la tierra. Cada dispensación del evangelio desde el principio del tiempo ha llegado a un fin, no porque Dios haya fallado, sino porque el hombre le ha fallado a Dios, por el uso indebido de su libre albedrío.
En el mundo actual es evidente que Satanás está enfureciendo los corazones de los hombres. (2 Nefi 28:20.) Este es un día, de acuerdo con el Señor, en que Satanás puede tener poder sobre su propio dominio. (D. y C. 1:35.) El comenzó sus engañosas seducciones sobre nuestros primeros padres, Adán y Eva, y constantemente desde entonces ha continuado con sus seductoras prácticas. Esto se está sucediendo con frecuencia y de una manera alarmante en nuestra propia generación.
Nadie está inmune al poder de Satanás. Aún el Salvador fue penosamente tentado por él tres veces y cada vez se rehusó a someterse a sus engañosas tentaciones.
Como parte de nuestra prueba, debemos estar sujetos a tentaciones al igual que Cristo, porque el Señor ha dicho:
«Y ha de ser necesario que el diablo tiente a los hijos de los hombres, o éstos no podrían ser sus propios agentes; porque si nunca tuviesen lo amargo, no podrían conocer lo dulce» (D. y C. 29:39).
Estén enterados y advertidos de las sutiles obras de Satanás, porque él nunca cesa tratando de alejarnos, es un experto en hacer que las cosas parezcan llamativas y correctas, cuando en realidad éstas son las que nos conducen a la destrucción moral. El no cree en el libre albedrío y quisiera controlar nuestros actos y pensamientos. Podemos ver sus obras en el cine, en los espectáculos de la televisión, en las revistas y la conducta de los hombres y del mundo. Si nuestros pensamientos se dirigen hacia las cosas sensuales, estaremos fuertemente tentados a usar nuestro libre albedrío erróneamente.
Desde la primera vez que una persona se somete al pecado, está bajo el control de Satanás y no es fácil librarse.
Tened cuidado con todos aquellos que quieran ponernos en una situación comprometedora. Nunca comprometan lo justo, pues tal compromiso puede resultar en pecado, el pecado se convierte en pesar y el pesar puede herir gravemente.
Ningún hombre es libre si no es amo de sí mismo. El verdadero libre albedrío existe cuando uno obedece las leyes de Dios. Tened en mente que el bien y el mal nunca podrán estar ligados. Son extremos opuestos, no pueden permanecer en armonía dentro de una persona. Uno de los dos prevalecerá sobre el otro, porque como Jesús enseñó: «Ninguno puede servir a dos señores: porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo 6:24).
No hay posición intermedia. Nuestra posición tiene que ser firme a fin de vencer el mal que Satanás quisiera hacernos.
El hombre no recibe la exaltación que Dios ha provisto para él sin ejercer su libre albedrío con justicia y obediencia a sus leyes y mandamientos.
El libre albedrío, si se emplea con sabiduría, puede proveer oportunidad de servir en el reino de Dios. Puede
traernos muchas bendiciones celestiales y una vida celestial eterna, llena de
gozo y felicidad.
El presidente Wilford Woodruff estableció:
«Estamos en una gran escuela; y es de mucha ventaja porque estamos recibiendo importantes lecciones día a día.
Nos enseñan a cultivar nuestras mentes, a controlar nuestros pensamientos y a someternos completamente al espíritu y la ley de Dios, para que podamos aprender a ser uno y actuar unidos, para que podamos llevar a cabo los propósitos de Dios sobre la tierra» (Discourses of Wilford Woodruff, págs 10-11), Cristo es nuestro Maestro; El nos ha mostrado con su ejemplo la manera de emplear nuestro libre albedrío para ganar la vida eterna.
¿Qué estamos haciendo con nuestro albedrío? ¿Estamos acercándonos a Dios o nos alejamos de él? ¿Estamos satisfechos y felices en lo que estamos haciendo con esta herencia? ¿Podemos mejorar el uso de ella?
Pensad cuidadosamente en las promesas y beneficios que están a nuestro alcance, al usar nuestro libre albedrío correctamente obedeciendo y guardando las leyes de Dios, en contraste con el castigo que nos traerá el usarlo negligentemente.
Que Dios nos bendiga a todos, para que tengamos el deseo y el valor de ejercitar nuestro libre albedrío debidamente, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























